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Mi primera vez... por Internet

en Sexo Virtual

Andaba un día aburrido por Internet, en una página donde la gente responde a preguntas de otras personas que bien pueden ser anónimas, o registradas. Por aquel entonces, yo estaba registrado en aquel dominio y contestaba a las preguntas que mis amigos me hacían, hasta que un día llegó ella.

No sé cómo, me encontró entre miles de personas registradas en esa página, y me puso la típica pregunta para que hiciera publicidad de su perfil, obligándome moralmente a devolverle la pregunta. Nunca había visto a esa chica, pero los datos de su perfil me resultaron interesantes, ya que en resumidas cuentas, decía ser seguidora de la política de izquierdas, de la música tipo rock y de grupos tan famosos como Nirvana.

Tal fue mi atracción por la descripción que ella misma se había dado, que puse todo mi empeño en contactar con ella por otras vías que me permitieran hablar más personalmente, buscando en cierto modo entablar una buena amistad en la red. Conseguí dar con su cuenta en una famosa red social de microblogging, y a partir de ahí empezó todo.

Empezamos a charlar por mensajes privados, aunque viendo que era un sistema muy pesado por su lentitud, decidimos dar un paso más y agregarnos en otra red social, ambos con perfiles falsos. Estuvimos chateando durante dos días, conociéndonos mejor el uno al otro. Llegué a saber que la chica en cuestión vive a 600 kilómetros de mi ciudad, por lo que las posibilidades de verla alguna vez en mi vida eran casi nulas.

Tras esos dos días de incansable conversación diurna y nocturna, ella me dijo que quería escuchar mi voz. Quería saber como hablaba aquella persona con la cual había hablado tanto últimamente, conocerla acercándose un poco más a lo personal. Y nuevamente, nos agregamos en un servicio de mensajería instantánea y llamadas de voz vía Internet gratuitas para poder hablar ya de tú a tú.

Empezamos a hablar sobre las 11 de la noche, cuando nuestros padres ya dormían plácidamente. Yo tenía los auriculares conectados al ordenador, para poder oír mejor su voz y ya de paso evitar que mis padres oyesen la conversación en caso de que se despertaran a media noche. Ella estaba muy nerviosa, le temblaba la voz y de vez en cuando sonaba una risotada que también denotaba nerviosismo. “No soy para tanto”, le dije. La chica me contaba su vida, yo le contaba la mía. En resumidas cuentas, el ambiente era prácticamente como si de la conversación de un par de amigos de toda la vida se tratase.

De vez en cuando, había algún silencio de estos que congelan la sangre. Ambos tratábamos de salir del embrollo de la manera más sencilla posible hasta que…

Hasta que tras uno de esos instantes sin escuchar su voz, empecé a oír algo que parecían gemidos. Los quince segundos más expectantes de toda mi vida. Tras este periodo de tiempo, los gemidos dejaron de sonar, y al rato la chica se disculpó. Yo estaba totalmente sorprendido, ya que era la primera vez que me pasaba eso en mis 16 cortos años de vida por aquel entonces. Y también estaba bastante excitado, para qué engañarme.

En contra de lo que ella pudiera pensar, le dije que no me importaba, que si necesitaba aliviarse a mí no me molestaba en absoluto. Al principio dudó un poco de mis palabras, pero tras repetírselo varias veces, hubo un momento en el que comenzó a gemir otra vez. A pesar de haber empezado de nuevo, volvió a detenerse y a disculparse conmigo. Ella pensaba que no debía hacer eso mientras yo escuchaba, ya que era un completo desconocido y todo aquello en sí para muchos ya era una locura. Yo volví a decirle que me era indiferente, que hiciera lo que quisiera porque yo ni me iba a quejar, ni iba a dejar de dirigirle la palabra, ni nada de nada.

La chica repitió este proceso varias veces, a cada cual yo hacía de tripas corazón, e intentaba mantener la calma y la compostura, pensando en cómo hacer que siguiera para poder escuchar ese gran espectáculo. Al final, llegó un momento en el que ya no pudo resistir más, y empezó a hacerlo sin detenerse un solo instante.

En mis auriculares podía escuchar perfectamente esos gemidos intermitentes, seguidos pero cortos, y muy intensos, con finales desgarradores. Al igual que ella, yo tampoco me pude resistir, así que liberé de su prisión a mi tieso miembro, casi pidiendo a gritos disfrutar también del festival erótico que oía al otro lado de esa llamada. Comencé a masturbarme mientras contenía lo más posible mis gemidos, ya que no quería dejar de escuchar los de esa chica ni una sola milésima de segundo.

En varias ocasiones, pude apreciar como los gemidos eran más intensos y alargados en el tiempo, aunque unos instantes después volvían a su sonido habitual. ¿Acaso se estaría masturbando varias veces seguidas? No tardé mucho en confirmar mi hipótesis, ya que mientras pensaba esto sus alaridos de placer se incrementaron de nuevo, y pude escuchar claramente como decía “joder, hacía tiempo que no me corría tantas veces”.

En efecto, es lo que todos estáis pensando, lo que yo pensé también a esas altas horas de la madrugada. Mi nueva amistad de Internet además de ser una chica muy morbosa, era multiorgásmica. Y había llegado al éxtasis todas las veces que sus gemidos habían sido más intensos. Esa afirmación consiguió que de mi erecto falo escupiera una gran cantidad de esperma, desde lo más hondo de mis entrañas. Estuve a punto de quedarme dormido debido al placer que esto provocó en mí, pero aguanté despierto debido al interés que esta situación me suscitaba.

Unos minutos de silencio más tarde, ella me preguntó si estaba ahí. Le respondí, se rió de nuevo de forma nerviosa, y me pidió perdón otra vez más. Yo le dije que no tenía por qué disculparse, más bien al contrario. Era yo quien le debía un agradecimiento.

Ella - ¿Pero qué dices? Esto que he hecho no ha estado bien. Me siento muy mal.

Yo - Pues para no haber estado bien, no sabes el placer que me has hecho sentir.

Ella - ¿En serio? Yo pensaba que te iba a incomodar, que dejarías de hablarme para siempre…

Yo - ¡NO DIGAS TONTERÍAS! De verdad, me ha gustado. Me ha gustado mucho, y me gustaría repetir.

Ella - Pues me parece que no vas a tener esa suerte.

Nuestra conversación continuó durante un buen rato más. Tanto es así, que acabó volviendo a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido. Aunque de vez en cuando, yo le recordaba lo que había hecho y ella se avergonzaba bastante.

A pesar de que ella misma me prometió que nada de eso volvería a ocurrir, conseguí que repitiera 4 horas después de la primera vez. Ella me reprochó que esa noche se hubiera cambiado ya dos veces de bragas, y que su madre fuera a sospechar. Le pregunté que por qué no se las quitaba a la hora de masturbarse, y me dijo que no quería manchar las sábanas de su cama. Genial, para colmo también hacía squirting.

Al día siguiente, ambos estuvimos hablando de aquello, y llegamos a la conclusión de que era demasiado placentero como para dejar de hacerlo…

-CONTINUARÁ-

***Espero que les haya gustado mi primer relato. Es el primero que escribo, pero seguramente no sea el último. Por favor, dejen sus opiniones, críticas o mensajes en los comentarios, lo agradecería mucho. ¡Gracias por haberme leído!***