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Unos días en casa de su tía (2)

en Amor filial

Unos días en casa de su tía (2)

 

Entramos en el meollo de la historia. La presencia del joven muchacho hace aflorar los más impuros sentimientos en la viuda. Bello y hermoso como lo es, no puede evitar traspasar los límites de su control…

 

 

There’s someone I know who knows it all

even though he knows nothing at all.

In gods all nativity there is always more to see

in this world.

 

There’s no tomorrow in his mind

There’s nothing else for him to find.

No experience of the blues

no consciousness of win or loose

in his world.

 

There’s no better representative

there’s no better way to be and live

in paradise…

 

Alex in paradise, KARMAKANIC

 

 

CAPÍTULO I

 

 

Los dos primeros días de su estancia pasaron con pocas cosas que reseñar. Antonio se fue habituando a la casa y al pueblo, a las gentes de los coches y del autobús que poco a poco iban llenando de vida el lugar. Se reencontró con amigos de la infancia a los que hacía mucho no veía. Con alguna muchacha conversaciones cortas en la plaza y con los chicos alguna partida en el café tras la siesta. En casa paraba poco pues las mañanas las aprovechaba para caminar por los alrededores y recordar tiempos pasados. Por las tardes, la siesta después de comer y luego daba una vuelta callejeando y saludando a alguien de tanto en tanto. A partir del tercer día las cosas empezaron a cambiar en la casa.

Como paraba poco en casa, tía y sobrino coincidían básicamente a las horas de las comidas y por la noche después de la cena. En las comidas solían hablar de cosas banales y sin importancia, ninguno de los dos sabía de qué hablar con el otro. Viuda hacía tres largos años, el joven no había asistido por motivo de exámenes al entierro de su tío. Desde la muerte de su difunto, la tía Paula no había querido entablar una nueva relación aunque se veía de vez en cuando con un hombre de uno de los pueblos cercanos, además de con Mario, el panadero del pueblo y viudo a temprana edad como ella. Ello servía a la mujer para disfrutar de algún momento de solaz en la vida monótona que llevaba.

Todavía bella y de cutis terso y limpio, en el rostro destacaban sus grandes, hermosos y expresivos ojos color café oscuro, junto a la nariz pequeña y perfilada y una dentadura de dientes menudos y todavía en buen estado. Los labios suaves y carnosos llamaban la atención de los hombres con los que se cruzaba. En definitiva, aún resultaba interesante pese al poco cuidado que mostraba en el arreglo.

Solos los dos en aquella enorme casa y motivado por la novedad que su presencia representaba, la madura mujer empezó a fijarse más y más en su sobrino. Discreta como lo era, la tía Paula nada dijo pero el joven muchacho no tardó en comprender el mucho interés que su fisonomía ejercía en ella. La experta hembra supo llevarlo a su terreno.

La mañana de aquel lunes entró al dormitorio de forma inocente encontrando el cuarto en penumbra, iluminado tan solo por la poca luz de la mañana introduciéndose por los resquicios abiertos de la persiana. Lo que vio la hizo casi gritar. En la cama, sobre las sábanas revueltas de la noche pasada, se encontraba el muchacho destapado y cubierto solo por la pequeña prenda interior. La imagen fue demasiado para la solitaria mujer y no pudo evitar un ramalazo correrle el cuerpo viendo la figura viril y poderosa de su sobrino, durmiendo plácidamente y ajeno por completo a su presencia. La noche anterior Toni había salido hasta tarde, volviendo de madrugada y acostándose con su tía ya dormida en la habitación. No quiso hacer ruido, recreándose en el bello macho que se le ofrecía a la vista. Los oscuros y expertos ojos de la hembra recorrieron el cuerpo del muchacho, saboreándolo en su totalidad mientras se relamía los labios sin poder evitarlo. Antonio era ya todo un hombre, no el adolescente que conoció la última vez que visitó el pueblo. A sus veintitantos años e hijo del hermano de su esposo, era alto y apuesto como su padre. Un tentador bulto, aún en reposo, podía verse bajo la prenda que lo cubría.

Fuerte y poderoso, Toni era el vivo retrato de Luis, el padre del joven y con el que, hacía largo tiempo, había tenido un escarceo. Algo rápido y que no había dejado huella en ninguno de ellos. Sin embargo, viejos recuerdos vinieron a la mente de la mujer. Tiempos de aquella noche en la que hicieron al amor en el establo. De joven había tenido tras ella todos los hombres que quiso hasta que acabó casándose; hermosa como lo era había sido una de las mujeres más deseadas del pueblo. Algo olvidado como tenía aquel episodio, la imagen del cuerpo desnudo de su joven sobrino hizo que el lejano recuerdo viniera a su cabeza. Notó las bragas mojarse bajo la falda que llevaba aquella mañana.

De forma sigilosa tomó asiento en la cama junto a él. Mirándole embelesada inspeccionó centímetro a centímetro la masculina anatomía. Las manos grandes y bien cuidadas, el torso velludo, el vientre liso y prácticamente sin grasa, los muslos fuertes y también velludos. Toni se removió entre las sábanas haciendo asustar a la mujer, al parecer soñaba con algo que le inquietaba. Un fuerte ruido del exterior le despertó, encontrándose acompañado de su tía lo que le hizo casi gritar de la sorpresa.

¿Qué haces aquí? –exclamó buscando con urgencia la ropa de cama para tapar su desnudez.

Sssshh –chistó ella haciéndole callar al poner sus dedos sobre los labios del joven.

Con la mano apoyada en el recio muslo y llevando la otra al velludo pecho, le hizo tumbar mientras se echaba sobre él acercándose de forma realmente peligrosa.

¿Pero tía, qué haces? ¿te has vuelto loca? –preguntó protestando.

Sssshh no digas nada –volvió a hacerle callar al acercarse cada vez más.

Echado en la cama, los ojos de Toni se centraron en el generoso canalillo que el amplio escote de la fina bata veraniega dejaba entrever. La sensualidad del femenino sujetador negro de encaje podía apreciarse por la parte de arriba, dejando conocer parte del abundante pecho izquierdo. Era tanta la hermosura de la madura mujer que Antonio no pudo evitar que su sexo respondiera al estímulo de semejante imagen. La tía Paula sintió la mirada de su joven sobrino observándola en silencio. Ambos callaban haciendo que el silencio se prolongara de manera insostenible.

Él la observó con detenimiento y sin decir nada entendió con rapidez lo que ella pretendía. La pierna, doblada sobre la cama, dejaba ver el rollizo muslo enfundado en la media también negra. Antonio escuchó el ruido que produjeron las zapatillas de andar por casa de la mujer al caer al suelo. Ella le miraba expectante pero el muchacho solo se mantenía callado como si quisiera que fuera su tía quien lo sedujera. Al tenerlo tan cerca, se sentía cada vez más excitada y necesitada de él. Era el vivo retrato de su padre, tan atractivo y varonil y ella se encontraba con necesidad de hombre pues ya hacía dos largas semanas del último encuentro con Mario. Cerró los ojos unos breves segundos y al abrirlos sus miradas brillantes se cruzaron. Con el pelo recogido en el moño de todos los días, la madura tía resultaba de lo más morbosa para su joven sobrino. Antonio abandonó el rostro de la mujer para centrar la mirada en el tentador escote. Finalmente fue ella quien dio el siguiente paso.

¡Qué pecho más fuerte tienes! –susurró en voz baja mientras le pasaba con lentitud los dedos por encima.

¡Tía, por favor no sigas! –suplicó aunque en realidad no quería otra cosa.

¿Eso quieres? –preguntó ella haciéndose la ofendida. ¡Por favor Toni, no me desprecies! –fue ahora ella quien le suplicó en un ahogado susurro.

La mirada del joven volvió a clavarse en el canalillo. Ella sabedora del efecto que sus pechos producían en el muchacho, se abrió algo más la bata permitiéndole una mejor imagen. Las carnes prietas y abundantes quedaron ofrecidas ante él. Ahora sí, Antonio se notó revolucionar sintiendo el miembro crecer irremisiblemente bajo el slip. Dicha respuesta no pasó desapercibida para la experta hembra la cual sonrió maliciosamente al observar la más que evidente erección.

Toni, ¿te gustan mis pechos? –interrogó al sopesarlos delicadamente entre sus manos.

Sin decir más, los acarició por encima del sujetador, jugando con ellos y amasándolos con suavidad extrema. Eran realmente enormes y se veían todavía duros y turgentes pese a su edad. El silencio se cortaba con un cuchillo, escuchándose solo algún ruido de la calle además de la respiración acelerada de la madura. Al incorporarse hacia atrás en busca de un mejor acomodo, la bata se le abrió por abajo dejando ahora a la vista parte de la braga. Antonio deseaba ver mucho más, la excitación le corría todo el cuerpo mientras su erección se hacía ya insoportable.

La tía Paula dejándose caer sobre él acercó su rostro hasta el del muchacho para juntar los labios en un beso corto pero que a él le gustó horrores. Notó los labios temblorosos de la mujer lo que demostraba lo cachonda que se encontraba.

¿Te gusto? –le preguntó a solo unos centímetros de su rostro.

Sí… sí claro –contestó él medio balbuceando.

Con los ojos brillándole ardientemente, la mujer volvió a hacerle probar el veneno de su boca pero ahora el beso se hizo más profundo e intenso. Antonio respondió al ataque femenino abriendo la boca y tratando de abrir la de su tía al empujar con la lengua. La lengua vivaracha salió rauda y veloz en busca de su compañera. Ella no se hizo de rogar permitiéndole la entrada hasta quedar ambos apéndices fuertemente enlazados. Se besaron con pasión y descaro. El mal ya estaba hecho, ya no había una posible marcha atrás. Habían caído uno en brazos del otro y el pecado ya estaba cometido. Sin embargo, ello no fue óbice para que rebajaran sus ánimos, más bien todo lo contrario. La mujer estaba lanzada y ya no había quien la parara.

¡Bé… same… bésame cariño… me tienes muy cachonda –declaró de forma entrecortada, dejando ver lo ardiente que estaba.

Entre besos y caricias, la cosa se fue caldeando más y más a cada instante que pasaba. La mano del joven le acariciaba la pierna, moviéndola arriba y abajo mientras la tía Paula, incapaz de estarse quieta, alborotaba con los dedos los cabellos de su guapo sobrino. Ella no paraba de reír, mezclándose las respiraciones cada vez más aceleradas de ambos. Se deseaban con locura, ya no eran tía y sobrino sino dos amantes deseosos el uno del otro. Volvieron a besarse, comiéndose las bocas, mordiéndole ella los labios, dándose las lenguas como desesperados. Las cálidas salivas pasaban de una boca a la otra, temblándoles las voces entre vacilantes palabras. Las lenguas jugueteaban en el interior de la boca del muchacho, jamás hubiera imaginado verse así con su querida tía a la que hacía tanto tiempo que no veía.

Se separaron breves instantes, escuchando Antonio las quejas de su tía. Se sintió traspasado por la mirada amenazante de la bella mujer. Estaba loca de deseo. Él la calmó fugazmente, llevando la mano bajo la bata donde encontró el poderoso muslo femenino. Lo notó duro y grueso y, haciendo presión con los dedos, lo apretó con fuerza hasta hacerla gritar.

¡Toni cariño… bésame otra vez, por favor! –pidió buscando su boca la del chico mientras le pasaba la mano por detrás del cuello.

Se besaron haciendo aquel beso interminable, notando los cuerpos arder y mordiéndole ella el labio superior de manera perversa. Fue entonces cuando la fogosa hembra sintió la entrepierna húmeda bajo las bragas. Estaba tan ensimismada en los besos y caricias con los que Antonio la complacía que no había caído en la cuenta de lo mojada que estaba. Temblando toda ella cerró los ojos creyendo morir de placer.

La mano masculina no permanecía quieta, moviéndose abajo y arriba a lo largo del muslo hasta alcanzar la ancha cadera. Eso la hacía gemir y suspirar, cerrando y abriendo los ojos para poder disfrutar de tan cálida escena. La mano bajó deslizándose hacia la entrepierna pero entonces ella se la hizo apartar con un grito sofocado.

¡No cariño! ¡Todavía no… quiero disfrutar un poco más de las caricias!

Él aceptó la exigencia de su tía sin decir palabra, solo volviendo a dirigir la mano hacia la pierna cuyo vello notó erizarse. Aquella mujer era ardiente y delicada, había que tratarla con sutileza extrema para poder disfrutar de ella todo lo posible. Apartando la tela de la bata a un lado, la otra mano se apoderó de uno de los pechos, apretándolo ligeramente por encima del sujetador. Los sollozos y suspiros de la tía Paula, tan pronto débiles como mucho más vibrantes y rotundos poco después, llenaban el silencio del dormitorio.

Toni cariño, ¿qué pensarás de tu tía? –preguntó ella en un momento de lucidez.

¡Oh tía, por favor… no te sientas culpable! Eres todavía bella y hermosa…

¿De verdad lo crees? Pero… pero, eres mi sobrino y yo tu tía. No está bien lo que hacemos.

Ahora fue él quien la hizo callar cubriendo los labios de la mujer con los suyos en un beso delicado y sincero. La tía Paula sollozó tímidamente, entregada a la diabólica boca que el joven le ofrecía. Todas las dudas desaparecieron de la cabeza de ella, dejándose llevar por su atractivo sobrino. De nuevo volvió a su mirada el brillo ardiente que Antonio ya conocía. Alejándose levemente, notó una mano resbalando por encima de la cadera. Sin poder reprimirse y lanzando un fuerte gemido, lo besó comiéndole los labios con desenfreno. No aguantaba más y no deseaba otra cosa que no fuera entregarse a él.

Los labios ávidos de deseo se unieron en un ardiente beso, al tiempo que la mujer lo empujaba sobre la cama. Al caer sobre el joven percibió la escandalosa hinchazón y unas manos acariciándole las caderas y los muslos al deslizarse bajo la bata. Los rostros casi pegados, Antonio la abrazaba con fuerza entregándole ella el cuello que su joven sobrino chupó y besó haciéndola vibrar de pura emoción. El sexo le ardía entre las piernas al verse amada de aquel modo tan salvaje y sincero.

¡Hazme el amor Toni… házmelo, no aguanto más! –exclamó removiendo el pubis sobre el tentador bulto del chico.

¿Eso quieres tía? –preguntó Antonio notando el peso de la mujer sobre su vientre.

No puedo más cariño… ¿no ves lo loca que me tienes?

Quitándose la bata y luego el sujetador, los pechos quedaron al aire mostrándose duros y exquisitos a la mirada del muchacho. Eran duros, de abundantes carnes y grandes y oscuros pezones. Enganchándola con fuerza por la cintura, Antonio elevó con dificultad el torso para caer sobre los erectos pezones que empezó a chupar y lamer con gula. Dicha caricia hizo que se empitonaran aún más bajo el roce que la lengua ejercía.

Chú… palos Toni… vamos chúpamelos cariño… qué cachonda me pones… -confesó notándose el sexo inundado en jugos.

Gemía, tomado el cuello de su sobrino entre las manos, mientras continuaba contoneando las inquietas caderas. Los gemidos ganaron en vigor, escapando de su boca exclamaciones y jadeos entrecortados que demostraban la cachondez extrema que la madura mujer sentía. No tardaría en correrse, su atractivo sobrino la iba a hacer morir de placer. Las manos de él le tenían bien cogidas las nalgas, masajeándolas y clavando los dedos en las mismas. Apenas medio minuto más tarde, la tía Paula cayó abrazada a él entre gritos y lamentos de infinito deleite. El orgasmo le llegó de forma imprevista, en súbitas oleadas que llenaron su cuerpo de miles de indescriptibles sensaciones que la enardecieron haciéndola prorrumpir en un sinfín de inconexas frases y abortados monosílabos junto al oído de Antonio.

Tras el tumultuoso orgasmo, permanecieron abrazados y unidos intercambiando multitud de tiernas palabras, acurrucados entre las sábanas y acariciándose mutuamente al recorrer con las manos la suavidad de sus pieles. La tía Paula se relajaba poco a poco notándose feliz en compañía del muchacho. Antonio, por su parte, supo lo cachonda y salvaje que aquella mujer podía llegar a ser. El orgasmo que acababa de tener era buena prueba de ello. Sonrió para sí mismo mientras veía a la mujer a su lado, cansada y recuperando paso a paso el control de su respiración.

La habitación seguía a contraluz, ahora algo más iluminada gracias a lo avanzado de la mañana. La satisfecha hembra dejó que la besara, con suavidad, juntando los labios casi imperceptiblemente, sintiendo el abrasador aliento pegado a ella. Cerrando los ojos emitió un largo suspiro. Aquello acababa de empezar, estaba bien segura de su deseo por el muchacho. Deseaba que la hiciera suya y gozar de la juventud de su amante. Sin decir palabra, recorrió lentamente el brazo con las uñas arriba y abajo. Él supo lo que su compañera quería.

¿Quieres que lo hagamos? –preguntó ella con cierto temor.

Claro tía… me encantaría –contestó Antonio de manera segura.

Eso gustó a la mujer. Verlo tan seguro y ansioso por ella fue el detonante para todo lo que vino después. La mañana sería larga y de lo más placentera, aquellos días serían provechosos para ambos –pensó la mujer mientras se volvía hacia el chico aprovechando para arañarle el torso velludo con sus uñas.

Con las piernas dobladas y la una sobre la otra, dejaba ver la humedad de la braga. Mirándole fijamente se cogió los pechos, manoseándolos de manera excitante para luego abrir la boca y con la lengua empezar a jugar con el pezón lengüeteando sobre el mismo hasta hacerlo brillar. Él la miró de arriba abajo con el mismo interés con que la mujer le miraba. Miradas de inconfundible deseo delataban los pensamientos impuros que corrían por sus cabezas. Cayendo abrazados, se comieron a besos, jugando con las lenguas y sin parar de gemir, suspirar y jadear. Haciéndose con las tetas, las chupó suavemente provocando que la mujer se excitara nuevamente. Eran tan grandes que resultaba imposible cubrirlas con las manos. Sin embargo, llevándolas a la boca Antonio las besó y lamió para luego mordisquear levemente los pezones. Bajo el roce de los dientes se endurecieron más todavía, temblando el cuerpo femenino lleno de lujuria.

Cómemelos, chico malo… me encanta como lo haces… -le animó enredando los dedos en los cabellos del joven.

Él siguió haciéndolo, mordiéndole finalmente con fuerza el pezón hasta hacerla chillar de dolor pero también de placer. Era extraño, aquella mezcla de gusto y tormento la hacía nublar la vista cada vez que los dientes apretaban una de las oscuras protuberancias. Entre las piernas un nuevo calorcillo se había instalado. Juntos como estaban, la tía Paula se pegó a su sobrino como una lapa. Con fuerza inaudita, lo tumbó en la cama para rápidamente echar la mano a la entrepierna masculina. Estaba tan empalmado que la polla parecía querer escapar a su encierro. Gimiendo complacida la apretó entre los dedos por encima de la tela del slip.

¡Dios mío, dios mío! –solo pudo decir mientras acariciaba el tremendo bulto notándolo crecer sin remedio.

Con la respiración más y más acelerada, la interesante madura masajeó el miembro con deliciosa lentitud, como si quisiera recordar cada momento de aquella caricia. La colosal forma se marcaba palpitante bajo la prenda que lo cubría. El chico, sin moverse, observaba en silencio cada uno de los gestos de su tía.

A ver… déjame ver qué tienes ahí –comentó mimosa antes de que el hermoso macho levantara el trasero dejando que le bajara lentamente el slip con ambas manos.

Un fuerte oh de asombro escapó de sus labios al observar el tremendo bulto que el joven presentaba. La polla enorme, dura y desafiante quedó frente a la mujer madura que la miró con cara de deseo contenido. Se relamió los labios, humedeciéndolos mientras en su cabeza se formaban un montón de perversas ideas.

Ella observó la feroz presencia con disimulo pero sin poder evitar una mueca de sorpresa. Sin embargo y con evidente dificultad pudo calmar el deseo que la embargaba. Tomando una de las manos del joven, la dejó caer sobre su agitado pecho. Mientras pasaba la mano por encima de uno y otro pecho, Antonio clavó la mirada en los bellos ojos de la fogosa hembra que así se le entregaba. Volviéndola de espaldas a él la puso a cuatro patas y con el culo en pompa. Ahora fue él quien sintió la sangre correrle de la cabeza a los pies. Su encantadora tía era toda una mujer, sin duda una de las mejores que había tenido entre las manos. Nada que ver con las jóvenes compañeras con las que se acostaba cuando la ocasión se daba. Y allí la tenía tan dócil y excitada en espera de sus caricias…

Apartando la braga a un lado, el joven empezó chupándole la zona posterior. Ese era un buen inicio para conseguir excitar convenientemente a su querida tía. Ella disfrutó el contacto, gimiendo mimosa y removiéndose como una culebra cada vez que la lengua pasaba y repasaba por encima de su delicado agujero. Luego Antonio cambió al otro agujero empezando a lamer la húmeda vagina una vez le hubo mordisqueado el interior de los muslos. La tía Paula se dejaba hacer sonriendo como una bendita.

 

¿Qué quieres? –preguntó el chico.

 

Ya sabes lo que quiero –dijo ella enloquecida y traviesa.

 

La viciosa hembra resultaba un bocado demasiado apetecible para Antonio. Y más tras la clara invitación que acababa de hacerle. El siguiente paso fue apoderarse del redondo trasero para llenarlo de besos y mordiscos que la hicieron gritar divertida. Su joven compañero se mostraba experto y perverso con ella, cosa que le encantó provocándole un profundo placer. Pese a su juventud, mostraba experiencia en cada uno de los pasos que daba. Eso la excitaba aún más.

Con las nalgas fuertemente tomadas, fue ascendiendo a través de ella. Recorrió la sinuosa espalda femenina, pasándole la lengua de forma maliciosa y provocando en ella multitud de gemidos satisfechos. Subía, bajaba y volvía a subir disfrutando la respuesta de su tía. Mientras, las manos permanecían firmes sobre las redondas posaderas apretándolas con descaro. Subiendo sobre ella la envolvió con su juventud hasta acabar alcanzando el desnudo cuello.

¡Me tienes loco, Paula! –musitó tuteándola junto al oído.

¡Oh sí, bésame cariño… vamos bésame! –reclamó volviendo la cabeza y entregándole la boca.

Se besaron frenéticamente, dándose a conocer su desesperación mientras él le cogía el pecho estrujándoselo de tal modo que ella pudo confirmar lo salido que estaba. La polla se rozaba contra ella notándose gruesa y preparada para todo. Soltándose el moño, la tía Paula dejó que la corta melena cayese sobre los hombros. Eso la hizo parecer mucho más joven a los ojos del muchacho; parecía haber rejuvenecido diez años. La mujer se apretó contra él animándole a continuar.

Pronto se hizo con la pequeña oreja, chupándola y devorándola de manera obscena. Haciéndole sentir su respiración desbocada y llenándola de babas al comerle la oreja y el cuello. Con la cabeza ladeada, ella vibraba con cada uno de los lametones que aquella lengua le daba. Un escalofrío le corrió al sentir el roce de aquella boca y aquella lengua sobre su piel. Antonio le besaba y comía el cuello buscando ponerla más cachonda. Ya totalmente desinhibido, le decía palabras sucias que la mujer recibió con un simple gemido placentero. Necesitaba sentirse amada, tener a aquel joven macho dentro de ella y disfrutar del placer que tanto deseaba.

Mé… temela cariño, métemela Toni… no me hagas sufrir más… -con voz entrecortada se lo pidió de manera directa.

 

¿Quieres que te folle?

 

¡Oh sí muchacho, quiero que me folles… no deseo otra cosa! ¿tienes goma? –preguntó boqueando de emoción.

 

La voz de la mujer era un tímido murmullo en la quietud de la estancia. El chico se separó de ella y buscó con urgencia el preservativo en la cartera que descansaba sobre la mesilla de noche. Por suerte había tomado una caja antes del viaje por si se daba la oportunidad. En la cartera tenía dos así que tomó uno y con rapidez abrió el envase con los dientes. Estaba tan empalmado que no tardó en ponérselo, quedando el pene cubierto y listo para el combate. Ella seguía en la misma postura esperando que la montara.

 

Antonio se colocó de rodillas tras ella y, mientras con una mano le tomaba el pecho, llevó la otra sobre la braga acariciándola hasta hundir mínimamente la fina tela en la hendidura femenina. Luego la introdujo por debajo para alcanzar el pubis bien poblado de la mujer. Una mata de vello oscuro cubría el sexo con el que empezó a jugar tratando de excitarla. La tía Paula gimió largamente al notar los dedos masturbándola de forma lenta. Abriéndose más de piernas dejó que los dedos entraran comenzando a moverse en el interior de su vagina. Apartándole la braga pero sin quitársela aún, la masturbó metiendo y sacando los dedos. Tan pronto tenía uno, como enseguida un segundo y un tercero la follaban hacíéndola ver el cielo. Los gemidos y jadeos subieron de tono con el rápido movimiento que los dedos ejercían. Luego paró sacándolos y llevándolos a la boca de la cincuentona. Nunca lo había hecho y la verdad que el probar el sabor salado y medio ácido de sus jugos la excitó sobremanera. También los probó el chico saboreando el calor femenino. Estaba empapada y lista para el tan esperado encuentro.

 

Abierta de piernas se mantenía expectante esperando la unión con el joven macho. Él la observó caer hacia delante con los pechos colgándole sobre la cama. El enorme culo se mostraba elevado y firme. Plantándole la mano en la cintura y con la polla en la otra, buscó la vagina de la mujer. Bajo la presión del glande, la empapada flor se abrió permitiendo la lenta entrada del duro y enhiesto miembro. La experta hembra gimió débilmente al notar el empuje de su joven sobrino. Evidentemente llevaba ya muchas batallas ganadas así que no resultó difícil penetrarla hasta el final. Las paredes de la vagina abrazaron el músculo del hombre, notándolo embestir hasta que los cargados huevos la golpearon. Gimió gozosamente al sentirse llena de él. Tenía en su interior al hijo de su cuñado; estaba completamente loca pero así era. De ese modo quedaron unos segundos, unidos el uno al otro, quietos y respirando de forma acelerada. La tía Paula sintió el miembro masculino dentro de ella, llenándola mientras se iba acomodando lentamente al tamaño de su invasor.

 

Me llena muchacho… me lle… na sí –exclamó gozando la copula que formaban.

 

¿Te gusta? -le preguntó Antonio caído sobre la mujer.

 

¡Me encanta sí… es tan grande! –contestó vuelta hacia él.

 

Fue ella la que empezó a moverse, removiendo acompasadamente el culo para animar a su joven amante a que la acompañara. Él respondió la invitación femenina deslizándose muy lentamente entre las húmedas paredes que lo cobijaban. Poco a poco fueron tomando velocidad, ayudando el uno al otro en la feliz follada. Y poco a poco los gemidos y lamentos fueron adueñándose de la habitación junto a las palabras subidas de tono por parte de ambos. El coño bien lubricado recibía y expulsaba con facilidad el miembro masculino. Ella gimoteaba disfrutando el encuentro mientras su joven sobrino gruñía con cada nuevo golpe. Empezando a sudar y sin dejar de gritar y moverse adelante y atrás, se separaron cambiando de postura.

 

Sentándolo al borde de la cama y tumbándolo hacia atrás, tomó el largo eje entre los dedos y, tras llevarlo a la entrada del coño, lo cabalgó continuando con el movimiento sensual de caderas. Montada sobre él, las grandes tetas se bamboleaban a un lado y al otro en un movimiento que enloqueció al muchacho. Dejando caer la mano con fuerza castigó la nalga provocando en la mujer un grito desgarrado.

 

¡Con fuerza cariño!

 

¿Así te gusta? –preguntó mientras la mujer se movía sobre el eje ardiente.

 

Sí me gusta… vamos continúa –reclamó sintiéndose traspasada hasta el final.

 

Así lo hizo, castigándola ahora hasta hacer enrojecer las redondas posaderas de la hembra excitada.

 

Fóllame Toni, fóllame… clávamela hasta el fondo… muévete deprisa…

 

Su guapo sobrino la folló con fuertes golpes de riñones, levantándola en el aire para seguidamente dejarla caer clavada en la dura daga que tan dichosa la hacía. El joven la golpeaba, dando a probar la barra de carne a la hambrienta madura que no paraba de gimotear y removerse cada vez que el pene la penetraba como si de un estoque se tratara. Luego y con el rostro contraído y los ojos en blanco, era ella quien se movía llevando el ritmo que más le apetecía. Tan pronto deprisa como en movimientos lentos y circulares de su pelvis alrededor del miembro viril. Cayendo abrazada a él, quedaron quietos escuchando el cansancio en sus respiraciones.

 

Saliendo de ella y cogida de la cintura, la levantó poniéndola en posición inversa a la del hombre. La mujer gritó divertida al verse tomada de aquel modo tan sorpresivo. Más pequeña que el chico no le resultó difícil abrazarla con fuerza, manteniéndola en alto. Nunca había probado aquella postura y la verdad es que le encantó. Sin embargo, pronto se puso manos a la obra al ver el miembro que se le ofrecía. Miembro erecto, duro y apuntando hacia arriba, mostraba el glande amoratado al tiempo que las venas quedaban marcadas a lo largo del grueso tronco. Lo trabajó con suavidad y de forma experta, masturbándole lentamente y desplazando la piel adelante y atrás.

¡Buena polla, sí señor! –casi gritó en el momento que enganchaba fuertemente el mango con la mano.

El grueso músculo palpitaba frente a ella en espera de las cálidas caricias femeninas. Por su parte, Antonio aprovechó el abandono de la mujer para pasar la lengua por encima de la vulva. Bebió los abundantes jugos que la mujer expelía. Saboreó los abultados labios, pasando la lengua por toda la raja para luego hundirla en la intimidad femenina. De ese modo estuvieron unos minutos disfrutando del sexo del otro. La tía Paula pasaba la lengua por todo el pene hasta humedecerlo por completo. Frente a la mujer, se veía brillante y orgulloso así que no pudo más que acabar metiéndoselo hasta la mitad en la boca. Lo chupó con voracidad malsana respondiendo a los lengüetazos que él le daba devorando su tierna flor. Con la lengua jugueteaba golpeando el amoratado glande el cual vibraba ante sus ojos de viciosa. En su locura lo cubrió con los labios, tragándolo hasta golpear finalmente el paladar. Tuvo que sacarlo de la boca para poder respirar. Continuando su trabajo y con la mirada extraviada, se dedicó ahora a chupar y lamer los huevos que se veían henchidos del líquido masculino del que más tarde disfrutaría. La volvía loca aquella polla tan incansable y poderosa. Se relamió de gusto dejándola cabecear en el aire. Un nuevo orgasmo parecía querer crecerle entre las piernas.

Antonio la giró hasta hacerla descansar suavemente los pies en el suelo. Teniéndola enlazada de la cintura la levantó en brazos con toda la fuerza de la juventud. Ella, gritando jubilosa, se dejó besar abrazada al cuello masculino. Cruzando las piernas tras el trasero del hombre, cerró los ojos con fuerza al verse traspasada por el grueso ariete. Quedaron quietos unos segundos, gruñendo y gimiendo él mientras la hembra fogosa sonreía feliz gozando la dura penetración.

Dámela toda… me encanta tu polla Toni –exclamó antes de caer acallando su dolor al morder el hombro del chico.

Para Antonio era un deleite el tener toda aquella carne entre las manos. Clavándole los dedos en el culo empezó a follarla de pie haciéndola cabalgar entre gritos y gemidos desconsolados. Tan pronto colgada del cuello como apoyada la mano en el velludo pecho, la tía Paula se movía arriba y abajo sintiendo las paredes de la vagina abrirse bajo el impulso del macho dominante.

Rómpeme cabrón… vamos, rómpeme entera –pidió ella completamente enloquecida.

¿Y si realmente le gustaba que se lo hicieran así? –pensó el joven mientras aguantaba como podía el peso del cuerpo femenino. Él así lo hizo complaciéndola en su demanda. Cabalgando sin descanso y con la cabeza caída hacia atrás, el placer era inmenso para la madura cincuentona. El duro miembro la follaba entrándole hasta el final con toda su energía. Ella lo disfrutó sin dejar de emitir pequeños grititos, mezclados con continuos gemidos y suspiros satisfechos. Aullaba desesperada moviendo la cabeza a un lado y otro mientras de su boca escapaban palabras cada vez más soeces.

¡Quiero tu polla maldito cabrón… eres fantástico… quiero que te corras conmigo! –exclamó mientras un nuevo orgasmo la sorprendía sin poder desprenderse del hombre que tanto la hacía gozar.

A él le gustaba dar de forma dura y salvaje a su querida tía, follándola sin compasión y entrando en ella en busca de sus más recónditos rincones. La mujer lo disfrutaba gritando, jadeando y ya con el control totalmente perdido. Parando breves instantes para tomar nuevos bríos, Antonio la penetró con violencia, levantándola en el aire y rompiéndola por dentro sin descanso. A ella le gustaba que la follaran así, de ese modo tan brutal y salvaje. Mientras copulaban una loca idea llenó la cabeza del joven.

Tía, ¿puedo follarte el culo? –preguntó en voz baja pero de forma perceptible para que ella pudiera oírle.

Eh, ¿cómo dices? –preguntó a su vez sin saber muy bien lo que le decía.

¿Si puedo follártelo? –volvió a interrogarla escapando de ella y llevando los dedos al oscuro agujero trasero.

Eres perverso –exclamó la tía Paula sonriendo aviesamente y con los gordezuelos labios brillándole.

El muchacho los atrapó, comiéndose las bocas con total complicidad. Morreándose frenéticamente volvieron a la carga. Se deseaban a morir. Ofreciéndole dos de sus dedos para que los llenara con su saliva, la enloquecida hembra se los chupó con glotonería. Una vez hecho, buscó el estrecho agujero acariciando la entrada con exquisita delicadeza. Pasándole los dedos por encima la lubricó convenientemente. Finalmente y sin avisar, apretó metiéndole uno de ellos en el culo mientras con el otro penetraba el coño bañado en jugos. La hermosa hembra aguantó la respiración bajo el empuje despiadado de aquel par de intrusos. Con un dedo le rozaba el clítoris al tiempo que con el otro le dilataba el estrecho agujero del ano. Poco a poco la fue abriendo gracias a lo muy excitada que estaba. Ella sacaba la lengua, ofreciéndosela para que la tomara en el interior de su boca. Y al fin se decidió a hacerlo…

La enganchó de la cintura y de uno de los muslos para tenerla bien sujeta. Cogiendo la polla con los dedos y moviéndolos a lo largo del tronco, dirigió la cabeza del glande al agujero deseado. Ella nada dijo, esperando la penetración con las manos apoyadas firmemente en los hombros del chico. Antonio entró en ella, empujando lentamente y haciendo que las paredes se fueran abriendo desgarrándola por dentro.

¡Con cuidado muchacho… con cuidado, es demasiado gruesa! –pidió ella con los ojos llorosos y agarrándose con fuerza a su joven amante.

Él no dijo nada empujando centímetro a centímetro hasta conseguir abrirla por completo. La guapa mujer creyó perder el sentido. Aquello era enorme, destrozando las paredes traseras de su estrecho canal.

Me quema, me quema… dios, qué grande es… -pudo decir respirando con evidente dificultad.

Antonio se fue moviendo dentro de ella, sodomizándola muy lentamente para no producirle dolor. La mujer aceptó los movimientos lentos del joven macho con una mueca de agradecimiento. Le dolía pero al mismo tiempo le agradaba verse llena de ese modo. Su rostro era todo un poema agarrada al hombre que la amaba con aquella fuerza y vigor.

¡Métemela hasta el fondo, venga… vamos, maldito cabrón…! –reclamó una vez se acostumbró a la tremenda presencia.

Ella misma lo montó clavándose y desclavándose la larga herramienta que la horadaba arrancándole gemidos y quejidos de auténtico placer. El muchacho, de pie e impertérrito, la dejaba cabalgar aguantando el peso de la mujer como buenamente podía.

¡Dame más fuerte… rómpeme el culo, no te detengas… es fantástico muchacho! –siguió pidiendo con el gesto torcido y su bello rostro perlado de sudor.

Ya no sabía cuántas veces se había corrido… seguramente muchas. Agarrada al cuello del chico supo que volvería a correrse. La cabeza le daba vueltas y se sentía cansada pero muy cachonda. No quería que aquello acabara nunca. La polla continuaba allí, entrando y saliendo, sodomizándola sin dar muestra alguna de fatiga. Necesitaba irse una vez más, soltar toda la tensión acumulada en aquel polvo tan fantástico y agotador. Mordiéndose el labio inferior, se apretó más a él enlazándolo con las piernas por detrás del bonito trasero de su sobrino.

¡Me voy a correr maldito… córrete por favor, córrete conmigo! –le suplicó sintiendo aquel placer golpearle lo más profundo del cerebro.

Antonio la levantó con los brazos haciéndola descabalgar y entonces la mujer aprovechó para quedar acuclillada ante su compañero.

¡Sí córrete… córrete Toni cariño… me tienes loca! –dijo masturbándose furiosamente frente a la mirada alterada del muchacho.

Deshaciéndose con prisas del condón, la leche salió a presión, tanto tiempo llevaba guardada que necesitaba escapar a su prisión. Saltando por los aires llenó el rostro demudado de la mujer, cayendo sobre la boca, la barbilla, la nariz y hasta obligándola a cerrar los ojos para no sufrir su picor. El suelo, de baldosas blancas y rosas, también sufrió el ardor masculino. El joven gritó como un loco, gozando la corrida y viendo la cara de putilla que su tía le regalaba. Jamás la hubiera imaginado así, arrodillada a sus pies y jadeando y sonriendo como una perra entregada a su placer. Ella también se corrió por última vez como no podía ser de otro modo. Con los ojos clavados en los del joven, tomó con los dedos parte del semen caído sobre su cara y, llevándolo a la boca, lo degustó con evidente placer. Se había convertido en la perra de su sobrino y no podía más que agradecer el momento de locura que acababan de vivir.

Ha sido fantástico Toni… nunca hubiera imaginado algo así pero no me arrepiento –confesó limpiándose el resto de la lechada con la que el muchacho la había obsequiado.

Ven cariño, bésame… necesito que lo hagas –le ayudó a unirse a ella cayendo al fin cansado y derrotado.

Se besaron con dulzura, notándose aún los labios temblorosos del esfuerzo realizado. Cinco minutos más tarde, la mujer se separó de su sobrino buscando las ropas caídas sobre la cama y el suelo. Se vistió con prisas dejándole que la mirara, allí estirado en el revuelto lecho.

Te espero esta noche en el granero. Sé cuidadoso y no hagas ruido –le espetó tras calzarse y antes de abandonar el dormitorio de forma silenciosa…

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