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Unos días en casa de su tía (3)

en Amor filial

Unos días en casa de su tía (3)

 

Las cosas se van complicando más y más. Tía y sobrino van tomando mayor confianza e intimidad, conociéndose más y disfrutando de todo lo mucho que pueden ofrecerse el uno al otro…

 

 

Built a fire a thousand miles away

to light my long way home.

I ride a comet

my trail is long to stay

silence is a heavy stone.

I fight the world, and take all they can give

there are times my heart hangs low.

Born to walk against the wind

born to hear my name

no matter where I stand I’m alone.

 

Stand and fight

live by your heart

always one more try

I’m not afraid to die.

Stand and fight

say what you feel

born with a heart of steel…

 

Heart of steel, MANOWAR

 

 

CAPÍTULO II

 

 

Los días fueron pasando acercándose poco a poco las tan esperadas fiestas. Grandes novedades tuvieron lugar en la solitaria casa. Con el paso del tiempo, Antonio supo que su tía Paula era bien ardiente y cachonda. Así se lo demostraba siempre que tenía ocasión para ello. Los encuentros entre ellos se hicieron habituales acostándose por las mañanas o bien por las noches antes de dormir. El joven se hizo habitual del lecho femenino, haciendo el amor con ella en la misma cama que había sido de su tío. Ello no supuso ningún inconveniente para él, incluso resultaba de lo más morboso escuchar a su tía gritar y aullar en la cama matrimonial mientras él la empujaba sin compasión desde atrás. A la fogosa hembra aquello también le gustaba, verse acompañada de su joven sobrino era mucho más de lo que una mujer como ella podía pedir. Le encantaba que le diera con toda su potencia de joven macho y que le dijera las mayores guarradas, de hecho era ella misma quien se lo pedía. Entre los brazos del hombre descubrió nuevos placeres completamente desconocidos para ella hasta entonces. El muchacho era incansable, así que los encuentros de los que disfrutaban acababan a altas horas de la madrugada o bien entrada la mañana.

Disfrutaron de sus cuerpos y sus caricias en el dormitorio de casada de la mujer, en el salón de la casa, en el baño durante y después de la ducha e incluso sentada sobre la lavadora en marcha y entre las risas divertidas de la complacida hembra. Cualquier lugar era bueno para dar rienda suelta a la locura de la pareja. Entregados a la pasión se buscaban como dos perros en celo, gozando de sus cuerpos y del ardor que cada uno de sus poros desprendían… Follando a cada oportunidad que tenían, seguramente nunca habían disfrutado de tanta actividad sexual como en aquellos días.

Pese al mucho cuidado que llevaban, una noche y sin esperarlo fueron descubiertos en uno de sus escarceos. Se encontraban en el cobertizo, tumbados sobre las pajas que cubrían el suelo. La pasión y la lujuria les llevó a olvidar posibles visitas inoportunas.

Bé… same, bésame… ponme bien cachonda cariño… -le pedía dejando que la boca le corriera el cuello empezando a excitarla.

Todavía vestidos, las manos del chico recorrieron su bien formado cuerpo desde la cabeza a los pies. Tumbada en el suelo y con una de las poderosas manos tras la espalda, la otra le acariciaba por encima de las ropas moldeando las formas bien conocidas de la mujer. Bajó y subió por el costado, haciéndose con los pechos para enseguida caer sobre el muslo apretándolo a través de la negra falda del primer día en que se encontraron. La tía Paula le daba la boca mientras con una de sus manos buscaba el vientre masculino con desesperación. Abrazándolo por encima del tejano del joven, lo notó duro y dispuesto una vez más. Ella sonrió inquieta al observar la predisposición que el macho mostraba. Nada como la juventud –pensó para sí misma al abandonarlo. Ahora el chico le tenía tomados los pechos agarrándolos con la blusa aún puesta. El roce del sujetador sobre la piel le procuró un nuevo placer. Ella gimió gozosa gracias a la caricia de su sobrino. Sabía lo mucho que le gustaban sus grandes y todavía duras y tersas tetas. A todos los hombres del pueblo les gustaban, no iba a ser Antonio la excepción.

¡Ámame, mi niño… abrázame con fuerza, no me dejes! –reclamó notando crecerle el deseo.

El calor insistente de aquella noche hacía molestas las ropas que llevaban. Respirando a cada paso con mayor dificultad, las pajas que los rodeaban cubrían sus rostros entregados a la pasión. La lengua incitó los labios femeninos hasta conseguir apoderarse de la boca húmeda. Se besaron apasionadamente, dándose las bocas, enlazando las lenguas como si fuese lo último que hiciesen en sus vidas. El muchacho, aprovechando la entrega de su madura compañera, tiró con fuerza del escote hasta hacer saltar por los aires dos de los botones.

¡Con cuidado, loco! –casi gritó tomándole de la cabeza con los dedos para acercarlo más a ella.

Antonio se lanzó sobre los grandes pechos que la mujer le mostraba. Perdido el control, la hizo quejarse al mordisquear la parte que el sujetador no tapaba.

¿Te gustan eh? –preguntó ella viéndolo tan emocionado.

Me gustan sí…–respondió con total sinceridad.

¿Quieres chupármelos? –preguntó clavando los ojos en los del chico.

Claro tía… me encantan tus grandes tetas.

¡Ven aquí, chico loco! -le dijo atrayéndolo hacia ella para que la besara.

Juntos el uno al otro, tirados sobre la mullida superficie, las manos no paraban quietas. Mientras el joven volvía a hacerse con la apetitosa curvatura del voluminoso y poderoso glúteo pegando la mano a través de la fina tela, la mujer hacía lo propio clavando las uñas en la blanca camiseta de su amante. La mezcla de madurez y juventud resultaba irrefrenable una vez habían conocido el deseo que les dominaba. La experiencia de la mujer sabía por dónde dirigir el ímpetu de su apuesto sobrino aunque la verdad es que Antonio ya sabía mucho de la vida. Era ya todo un hombre como se lo había demostrado en diversas ocasiones. Sabía controlar perfectamente sus impulsos, sabiendo en todo momento cómo excitarla.

Haciéndolo separar, la tía Paula quedó con el torso desnudo al quitarse la blusa y deshacerse enseguida y con urgencia del sujetador. Aquel par de enormes montañas quedaron frente al joven que las miró medio atontado. El busto palpitante de la excitada mujer latía animándole a devorarlo. Ella se sobresaltó al sentir las manos de su sobrino estrujándole con fuerza los senos.

Al fin cayó sobre uno de ellos llenándolo de besos entre los suspiros y grititos satisfechos de su hermosa acompañante. La aureola del pecho se veía tenuemente coloreada, al tiempo que el pezón respondió irguiéndose erecto ante la primera caricia. La tía Paula lanzó un largo suspiro, lleno de entrega a su amante. Antonio pasó el dedo, húmedo de saliva, rozando con suavidad la mama. De forma lenta fue rozando la piel satinada del pecho, recorriéndole el contorno, aproximándose peligrosamente al círculo que formaba la aureola. Seguidamente frotó el empitonado pezón. Acogiéndolo entre el pulgar y el índice, el muchacho lo pellizcó ligeramente en un primer momento para, poco a poco ir haciendo más descarados los pellizcos, apretándolo hasta arrancar gritos de dolor y ligero desconsuelo en la mujer.

Atrapando las tetas con ambas manos, las masajeó y moldeó como si de una figura de barro se tratara. Luego, le apaciguó el dolor lamiendo y excitándola al envolver el altivo pezón con sus labios húmedos. Los labios resultaban amables y envolventes, dejando paso a los dientes en el momento que consideró oportuno. Así lo mordisqueó con exquisita delicadeza provocando en su tía un placer infinito.

Cambiando al otro pecho, lo besó audazmente, cubriéndolo con su saliva y pasando la lengua una y otra vez hasta conseguir que ella temblara gimiendo débilmente, entregada al roce de la lengua. Pasándole la mano le cogió de la nuca obligándole a seguir.

Cómemelo Toni… házmelo así sigue.

Él lo chupó, devorándolo con voracidad hasta dejárselo tan duro y parado como el otro. La hembra sonriente y con los ojos entreabiertos, jadeaba de manera entrecortada gozando del magnífico trabajo con que le obsequiaba su joven amigo. Era un buen muchacho, sabiendo en cada momento qué hacer y qué tecla tocar de su femenina anatomía.

¡Sigue mi amor, sigue… qué cachonda me tienes… eres magnífico! –exclamó cerrando los ojos y abandonándose al placer.

El chico dejó de lado los enormes pechos y, mirando hacia arriba, observó el rostro descompuesto de su tía. Era el momento de continuar. Bajó con gran lentitud, jugando con su lengua y pudiendo notar la piel erizarse bajo el trayecto. La tía Paula respondía con rapidez a cualquiera de sus caricias. Gemía cada vez con más fuerza, respirando aceleradamente mientras aguantaba el suplicio al que la sometía. Con las manos en la cabeza de Antonio, esperaba con ansiedad el próximo movimiento. Descendió hasta alcanzar la barriga, subiendo de nuevo a los pechos para bajar una vez más y así repetir dos o tres veces la misma operación hasta hacerla suspirar de pura emoción. La lengua se sentía húmeda y caliente por encima de su ardiente piel.

¡No seas malo conmigo, cómeme el coñito… cómemelo anda! –casi gritó cogiéndole la cabeza con impaciencia para hundirla entre sus piernas.

La cara del joven cayó sobre la pelvis cubierta por la falda. Con tranquilidad y tomando el mando, la obligó a doblar las piernas quedando despatarrada ante él. Tenía ganas de hacerla gozar como una perra. Con las manos le fue subiendo la falda hasta dejarla enrollada alrededor de la cintura. Ahora sí pudo observar las grandes y delicadas bragas color malva que apenas podían esconder la mata de vello de su tía. Aquella puta tenía buen gusto para la ropa interior. Sin pedir permiso metió la mano bajo la fina tela notando el sexo de la mujer empapado en jugos. Viéndola gozar pasó los dedos por encima de la raja. La tía Paula gemía y gemía con el chico entre sus piernas. Le encantaba tenerlo así, entre las piernas y dispuesto a darle el placer que tanto necesitaba. A él también le ponía y mucho la hermosura de ella. En un susurro así se lo dijo.

¡Me pones mucho Paula! –soltó mirándola directamente a los ojos.

¿De veras muchacho? –preguntó con malicia sabiendo perfectamente la respuesta.

¿De veras me ves hermosa? ¿No me lo dices para engañarme? –preguntó nuevamente tras un breve silencio.

Pues claro que sí… eres hermosa y lo sabes –respondió para luego besarle el interior del muslo.

Eres un maldito adulador… ven, bésame cariño –pidió haciéndolo subir para acabar dándole dos mínimos piquillos.

Antonio descendió una vez más entre las piernas que lo atraparon hasta casi dejarlo sin aliento, tanto era el deseo de la mujer. Sin decir palabra, el joven amante le agarró las bragas ayudándola a deshacerse lentamente de ellas. Con un gracioso golpe del pie, permitió que él las dejara deslizar sobre las pajas. Sintió la respiración de Antonio encima de los pelos del pubis. Ella cerró con fuerza los ojos al morderse el labio inferior para poder soportar su inquietud. Las manos descansaron sobre sus caderas, clavándole las yemas de los dedos en las mismas. La mujer notó la fuerza del hombre, agarrándola para que no escapara. Evidentemente no pensaba hacerlo, se encontraba demasiado a gusto como para no dejar que siguiera. Abriendo más las piernas dobladas, las estiró un poco hacia delante.

Ensimismada en su placer y con los ojos cerrados, se vio sorprendida por un calor bien conocido apoderándose de su vagina. La lengua cálida, vivaracha y hambrienta del muchacho empezó a correr por encima de la húmeda rajilla. La hermosa hembra gimoteó ahogadamente, arqueándose hacia atrás y poniendo rígidas las piernas al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás encontrándose con las maderas del techo al entreabrir la mirada. Antonio se lo tomó con calma, dejándola relajar al besarle los muslos y luego pasar los labios y la lengua arriba y abajo. Llegó a la rodilla y volvió a subir, haciéndola quejarse al notar la barba de dos días rozándole la piel.

Me raspas con la barba nene…

¿Te molesta tía? –preguntó él mostrándose realmente preocupado.

Un poco pero nada que no pueda aguantar. Vamos, hazme el amor… me tienes muy cachonda –le dijo con una pícara sonrisa en los labios.

Él se apoderó del coño sorbiéndolo, pasando la lengua arriba y abajo y comiéndoselo entero al abrirle los abultados labios y meter la lengua entre las paredes femeninas. Los labios envolvieron el clítoris chupándolo entre los primeros grititos de la mujer que no paraba de retorcerse como una puerca. Antonio sintió tan sabroso el coño de su tía, que se amorró bebiendo y lamiendo los abundantes jugos que se le ofrecían. No era la primera vez que se lo hacía pues eran ya varias las veces que se lo había comido. Sabía bien cómo tratarla, desde luego mejor que sus otros amantes mucho más bruscos y desconsiderados. Varios eran los orgasmos que le había sacado en aquellos días con aquella lengua maravillosa, sabiéndola preparar para lo que después venía. Él no perdía de vista cada uno de los gestos de la madura hembra, vibrando toda ella cada vez que la lengua pasaba por encima de su encharcada vulva. Lamiéndola una y otra vez y sin descanso, ella respiraba de forma acelerada al balancear las caderas en busca de una nueva caricia.

Sigue Toni, sigue… eres maravilloso, mi niño –suplicaba al jadear entrecortadamente.

Subiendo una de las manos para tomarle con fuerza uno de los pechos, el chico continuó lamiéndola y devorándola con fruición, inmerso por completo en el manantial que era el sexo de la madura. Le introdujo un dedo al mismo tiempo que con la lengua golpeaba el delicado botón hasta dejarlo duro como un garbanzo. La mujer sollozaba desconsolada, cuando no se mordía el labio para no gritar de emoción. La tenía loca, aquella boca la tenía loca y no tardaría en hacerla correr. ¡Maldito muchacho, aquel cabrón era realmente bueno! Disfrutando de aquel modo tan intenso, le metió un dedo y luego otro más, follándola cada vez más deprisa y provocando en la cabeza de su tía un montón de agradables sensaciones. Paró un momento, un breve instante observándola ronronear como una gatita mimosa. No le faltaba mucho para alcanzar el orgasmo, el chico lo supo viendo el pubis elevarse descontrolado.

¡Estás cachonda como una puta! –le dijo volviendo a penetrarla con ambos dedos, moviéndolos a buen ritmo.

¡Sí cariño… eres malo conmigo… eres un chico muy malo! –exclamó sabiéndose sometida a él.

Sacándole los dedos, los llevó al clítoris empezando a masturbarla con rapidez inusitada. Ella gozaba a morir, lanzando ayes de tremendo placer. Nunca había visto Antonio disfrutar de ese modo a su tía. Estaba a punto de correrse así que no paró de mover los dedos por encima del irritado botón. Los gemidos eran cada vez más altos teniendo él que taparle la boca para evitar ser oídos. La mujer se removía, alargando la mano para poder agarrarse a algo. Las uñas se clavaron en el antebrazo del hombre, lacerándole la piel mientras el orgasmo la invadía corriéndole todo el cuerpo.

¡Me corro… me co… rro… qué bueno, qué bueno eres muchacho! –cayó derrotada y abandonada al fantástico orgasmo del que gozaba.

Antonio se metió entre las piernas de su tía, bebiendo y chupando aquel largo y tumultuoso placer. Devorándola con la lengua, la mujer parecía mearse de gusto entre los insistentes movimientos convulsos que su bello cuerpo producía. La cabeza le daba vueltas, por un momento perdió noción de donde estaba, con los ojos fuertemente cerrados y tan solo disfrutando del intenso placer que vivía. Al fin se fueron apagando los últimos estertores de tan encantador encuentro, recuperando la mujer poco a poco el control de sí misma.

¿Cómo te encuentras? –la interrogó una vez la vio algo más tranquila.

¿Tú que crees? –replicó con sonrisa beatífica. Me has puesto cardíaca… eres tremendo cariño. Ven bésame, lo necesito.

Él tomó las manos que la mujer le alargaba y subiendo hacia arriba quedaron fundidos en un beso largo y sensual. Sintió temblar los labios femeninos junto a los suyos. Tumbados el uno junto al otro, la tía Paula le acarició pasándole muy lentamente los dedos por encima del antebrazo que se veía con alguna que otra gota de sangre producto del intenso momento gozado.

¡Oh, te hice sangre… perdona! –se excusó cogiéndole el brazo para llevarlo a la boca y chupar la sangre de su joven amante.

No te preocupes Paula… fue poca cosa –dijo al notar los labios saborear el oscuro líquido.

Estuvieron descansando un buen rato, charlando en voz baja y escuchando de vez en cuando el sonido inconfundible de un ave nocturna a lo lejos, un búho o una lechuza quizás. Una tormenta corta pero constante llevó algo de lluvia al campo. Mientras llovía la mujer permaneció abrazada, sin apartarse un solo momento de su joven sobrino. Lo necesitaba a cada instante, se había acostumbrado al poder de sus brazos, al tono seco y algo ronco de su voz tan masculina y viril, a la fuerza arrolladora de aquel sexo incansable y que tanto la enloquecía. Durmió un rato, apoyado el rostro en el hombro del chico y envuelta en el silencio de la noche lejos de las casas del pueblo. Despertó una media hora más tarde, abriendo los ojos y tropezando nuevamente su mirada con el techo de madera. Girando la cabeza se encontró con la cara del muchacho junto a la suya, observándola en silencio y disfrutando de su descanso.

¿Dormí mucho? –preguntó sin moverse.

Una media hora, no mucho más –contestó Antonio retirándole hacia el lado el alborotado cabello caído sobre la frente.

Estaba hermosa, con las piernas desnudas y el sexo al aire sin mostrar la más mínima vergüenza. Tomándola del mentón la besó con suavidad, posando los labios sobre los de ella. La tía Paula gimió devolviéndole el beso en tanto se removía en busca de una mejor postura. Sintió volverle la excitación de un rato antes. Haciéndoselo saber, apoyó la mano en el pecho del hombre al tiempo que le buscaba la boca besándole ahora de forma mucho más procaz. Abriendo la boca le dio la lengua para que la tomara, cosa que Antonio hizo enlazándola junto a la suya. Las ganas se apoderaron de ella y, aprovechando el beso, bajó la mano hasta la entrepierna del joven sintiendo un bulto más que prometedor bajo el tejano. Sonrió nerviosa al masajear suavemente la dureza masculina. Una extraña sensación creció en su cerebro, acumulándose en el mismo un montón de ideas a cada cual peor.

Ella cada vez necesitaba más al muchacho, sin darse cuenta se sentía más y más unida a él. Una vez más notó en el estómago y el vientre aquel calor tan conocido, debía reconocer lo muy a gusto que se sentía a su lado. Ronroneando se pegó a su apuesto compañero volviéndolo a besar con creciente frenesí.

¿Otra vez quieres que lo hagamos? Eres insaciable, querida tía –le habló muy flojito al oído.

Me tienes muy cachonda, ya lo sabes… no quiero que acabe esto nunca –confesó antes de probar nuevamente el calor de la joven boca.

Sabes bien que esto no puede durar siempre. Tras las fiestas deberé marchar –comentó tímidamente como si no quisiera hacerse a la idea.

Lo sé –respondió ella con un deje de tristeza. Por eso digo que no quiero que acabe nunca. Ven abrázame con fuerza…

Pasándole el brazo por detrás del cuello, la atrajo para besarla mientras la mujer respondía gimoteando y totalmente entregada a su hombre. Antonio le empezó a besar el cuello con gran placer por su parte. Susurrándole tiernas palabras sobre el cuello, la fue calentando aún más de lo que ya lo estaba. Respiraba con dificultad, sabía cómo excitarla con sus caricias y sus palabras.

Bésame Toni, qué bien sabes hacerlo –exclamó sintiendo aquel calor apoderarse de cada uno de sus miembros.

El chico la hizo callar dándole un fuerte morreo que la dejó sin aliento. La mano de largos dedos cayó sobre el redondo trasero para apretárselo por encima. Seguidamente un grito dolorido escapó de la boca de la mujer al descargarle un manotazo sobre la nalga. Se estremeció ante el inesperado dolor que le había hecho sentir. Por suerte no fue a más, dirigiendo a continuación su interés hacia el peludo coño. Lo encontró nuevamente mojado. La tía Paula abrió las piernas dejándose acariciar y jadeó ahogadamente nada más notar el dedo hundirse entre las paredes de su vagina.

Lo tienes como un charco Paula –dijo enterrando el dedo para después sacarlo y así una y otra vez.

Tú me tienes así, maldito. Me tienes tan cardíaca que cualquier día acabarás conmigo –aseguró con voz ronca.

Ven cariño, ponte en pie y déjame que te dé placer –exclamó masajeándole el deseado bulto por encima de la tela del tejano.

El muchacho se incorporó poniéndose en pie con rapidez. Ella quedó arrodillada a sus pies. El pantalón parecía a punto de explotar, urgiendo el oculto miembro las sabias caricias de la mujer. Pero ella se lo tomó con calma haciéndole sufrir. Con una sonrisa maliciosa en el rostro, le acarició pasando la boca por encima de la protuberancia que apenas podía tolerar la prenda que lo escondía. Tomándola entre los dedos la masajeó con total desvergüenza notándola crecer sin remisión. Luego acercó la cara una vez más para disfrutar del tamaño de aquella presencia incontenible. Cerró los ojos para rápidamente levantar la mirada hacia el gesto lleno de placer del joven. Le gustaba verlo disfrutar y sufrir con lo que le hacía. Ella también sabía esperar su momento…

Eres una zorrita… eres una tremenda zorrita.

¿Eso piensas de mí? ¿Acaso no te gusta que sea así de perra? –dijo pasándole la mano por encima.

Acariciándole muy suavemente lo vio duro, durísimo y tras echarse el pelo hacia atrás, humedeció sus labios relamiéndose ante el festín que le esperaba. Se puso en pie junto a él y buscándole la boca lo besó con deseo, dándole la lengua mientras con la mano se hacía con la hebilla del cinturón empezando a soltarla. Ambos gemían, comiéndose las bocas como desesperados al demostrarse lo muy cachondos que estaban. Ella le mordía los labios haciéndole protestar mínimamente mientras el chico le tomaba el mentón con los labios llenándolo de sus babas. Luego se apoderó del cuello, haciéndola estremecer y chupándolo hasta dejar en el mismo la inconfundible marca de la pasión. La mano inquieta había conseguido soltar la hebilla y se disponía ahora a soltar el botón, lo cual hizo agarrando finalmente la cremallera para bajarla con evidente prisa. Ella se pegó besándolo y frotándose contra el cuerpo bien formado del joven macho. El pantalón cayó a las rodillas del chico y la polla palpitó ansiosa bajo el slip.

¡Madre mía, qué dura la tienes Toni! ¡Está durísima muchacho!

¿No te gustaría probarla? –la incitó a hacerlo rozándose contra su muslo para hacerla notar el encabritado sexo.

Ella descendió muy lentamente jugando con el viril pecho, recorriendo con la lengua cada músculo de aquel cuerpo y besando lentamente el abdomen hasta quedar acuclillada frente al tan deseado bulto. Se moría de ganas por probarlo.

Cómemela querida tía… cómemela entera…

Tomando el negro slip con la mano lo bajó con decisión hasta que el miembro escondido apareció saltando orgulloso hacia delante. Lo conocía bien, evidentemente no era la primera vez que lo veía. Sin embargo y pese a ello, no pudo evitar un grito de júbilo al observar la excelente erección que su sobrino presentaba. Estaba empalmadísimo, con el miembro curvado hacia arriba y ligeramente echado a la izquierda. El glande rosado se mostraba con la piel tirada hacia atrás y brillante de líquido pre-seminal.

Menudo rabo muchacho… me encanta. ¿me dejas que lo pruebe? –preguntó tratando de hacer el momento más duro para él.

Métetelo todo en la boca zorra… sino te lo meteré yo –exclamó mirándola con ojos de cordero degollado.

Abriendo la boca y mostrando una dentadura aún en buen estado, sacó la lengua para golpear la punta del capullo el cual respondió elevándose todavía más. Un lamento escapó de la boca del chico. Volviendo a acercar la lengua golpeó el glande haciendo aquello insoportable para Antonio. Él creyó que las piernas le fallaban, notándolas temblar pero logrando mantenerse al fin en pie. Pero el sufrimiento se hizo mayor al pasarle la lengua por todo el tronco. La experta mujer lo recorrió arriba y abajo, humedeciéndolo con el calor de la saliva. Entretenida en su caricia, saboreó el músculo una y otra vez haciendo para su amante eternos aquellos largos segundos. Tomando el pene entre los dedos, cerró los ojos al empezar a pajearle con extrema lentitud. Movía los dedos adelante y atrás haciendo desplazar la piel con lo que el placer del chico era aún mejor. Haciéndole abrir las piernas, se introdujo la polla en la boca iniciando con la lengua un rápido movimiento. La rodeó atrapándola por completo al tiempo que la boca hacía su trabajo tomando el largo miembro. Centímetro a centímetro iba metiendo parte del tronco, ensalivándolo para así hacerlo resbalar más fácilmente. Con ella en la boca, empezó a comérsela tragándola y expulsándola a buen ritmo. Con la mano ayudó a la mamada, moviéndola por encima del tallo en el que se marcaban las venas llenas de sangre.

Antonio disfrutaba la mamada, quieto como estaba y gimiendo de puro placer. La tía Paula se la comía de fábula, masajeando el pene al tiempo que lo atrapaba chupándolo con los gordezuelos labios. Entregada a su tarea, abrió los ojos viéndolo gozar con sus caricias. El gimió de forma más descontrolada y sonora. La mujer sacándose el largo instrumento de la boca, le sonrió provocativamente y poniéndose los dedos en la boca le indicó que callara. Fue entonces cuando se la lamió de arriba abajo, pasándole la punta de la lengua para después hacerse con los huevos que notó bien cargados del semen que más tarde le entregaría. Al tiempo que le lamía y chupaba, le masturbaba con la mano para mantener la tensión en él.

Metiéndosela nuevamente dejó que el glande le golpeara el paladar de forma brusca, haciéndola casi toser al repetir una segunda y una tercera vez. El enorme pene de su joven sobrino le llenaba la boca y ella lo chupaba disfrutando de aquella barra de carne tan gruesa y poderosa. La devoró con prisas y sin darse un momento de respiro. Aquella polla la tenía loca y deseaba demostrárselo con el mejor de sus trabajos. Deseaba hacerle sentir el mejor de los placeres y acabar con el vigoroso muchacho haciéndolo reventar hasta sacarle el último gramo de su fuerza.

Chúpamela zorrita, vamos sigue –le pidió cogiéndola con fuerza del cabello para relevarla en los movimientos.

Ahora fue él quien se movía follándole la boca hasta provocarle arcadas. La llenaba por completo, costándole respirar por el empuje continuo que el hombre le propinaba. Al fin le dio un respiro, dejándola toser al sacarla de la boca. No por ello la hembra cejó en su empeño, apretándole con los dedos los testículos hasta hacerle gritar. Hundiendo la cabeza se metió un huevo en la boca y luego el otro saboreándolos con cara de mamona. Al muchacho le volvía loco verla así de viciosa.

Pero más loco se volvió al verla llevarse la polla entre las enormes tetas. De ese modo empezó a masturbarle obsequiándole con una magnífica cubana que le hizo ver las estrellas. Las tetas eran tan grandes que cubrían por completo el pene más que desarrollado del joven. La mujer observaba el movimiento arriba y abajo, lamiendo el glande cada vez que lo veía aparecer. Antonio se estremecía con el roce de la lengua sobre el sensible cabezón. Estuvo masturbándole un buen rato, ocultando el miembro entre los pechos y dejándolo aparecer para disfrutar del glande.

¡Qué bien la chupas Paula, menuda mamona estás hecha! ¡Dios, qué placer le daba aquella putita! –pensó al tirar la cabeza hacia atrás viendo que se la metía en la boca chupándolo hasta el final.

Sin necesidad de las manos, que las tenía apoyadas en los muslos del muchacho, la tía se la metió hasta la mitad para poco a poco irla introduciendo hasta acabar haciendo tope en el interior de la garganta. Antonio le apartó el pelo que le cubría el rostro congestionado por el deseo. Al tiempo gemía y jadeaba, lanzando sonidos y palabras ininteligibles con los que conminarla a que siguiera. Paula obedeció lamiendo, chupando y tragándose el grueso rabo, engulléndolo y expulsándolo a buen ritmo. Lamía el tronco, devorando el sexo masculino al notar las gruesas venas a punto de reventar. Desmelenada por completo, le agarró con audacia del culo apretándolo con ambas manos para, seguidamente, centrar su atención en el ano del chico. La muy ladina se dedicó a masajearle el esfínter con gran lentitud, haciendo que se contrajera y produciendo en el joven un suspiro apagado al quedar inmóvil y con los músculos totalmente tensos.

¿Qué me haces cabrona? –preguntó al notar el dedo femenino rozándole la entrada posterior.

Tranquilo Toni… yo también quiero probar esto contigo a ver qué tal –dijo sonriéndole perversamente al mirarle directamente a los ojos para disfrutar la respuesta de su amante.

Chupándose dos de sus dedos, los llevó a la entrada del ano que notó vibrar nada más sentir el roce. Haciendo presión trató de abrir el agujero del chico el cual seguía igual de rígido y tenso.

Relájate nene, deja que te lo vaya abriendo poco a poco –pidió en voz baja al lubricarle la entrada con pequeños masajes circulares.

Antonio gimió ahogadamente, excitado por lo que la mujer le hacía. Muy suavemente, la tía Paula empujó el anillo pero sin perforarlo aún. Con tranquilidad buscaba que el muchacho se habituara al dedo. Acompañando la caricia con tímidos lametones sobre el pene, lentamente notó los músculos relajarse y cómo el ano se abría. Una vez convenientemente abierto, presionó el dedo provocando un gruñido ronco en el macho. A continuación se paró separando el dedo. El bello adonis lanzó un nuevo gemido satisfecho al verse abandonado por aquel roce. Ante la respuesta tan positiva, ella continuó con el masaje acariciándole sin descanso.

¿Te gusta? –preguntó disfrutando la mirada inconfundible de su sobrino.

El rostro de Antonio lo decía todo, evidentemente había sido buena idea probar aquello. Nunca había mostrado tendencias homosexuales pero debía reconocer que el roce lento y continuo del dedo de su tía le estaba resultando de lo más excitante. Entonces sí, la mujer apretó el dedo dilatando mínimamente el estrecho agujero.

Relaja el esfínter cariño… verás que te gustará…

Eres mala… eres muy mala –dijo él antes de emitir un largo suspiro al sentir cómo el dedo se clavaba en su interior.

Creyó que se corría de placer, un placer intenso se apoderó de su cuerpo corriéndole de la cabeza a los pies. La boca del hombre lanzó un sinfín de sonidos guturales, gimiendo y jadeando sin sentido alguno mientras se convulsionaba gracias a lo que aquel dedo le hacía. Se cogió como pudo a la cabeza de la mujer, enredando los dedos en los revueltos cabellos. Ella comenzó a sodomizarle metiendo y sacando el dedo, empezando a moverlo con celeridad entre las paredes del ano. Gozando ya la penetración, Antonio removía el culo siguiendo el movimiento del dedo cada vez que lo follaba. Aquella sensación desconocida hasta entonces, le procuraba un placer intenso y diferente. Cerró fuertemente los ojos, indicando a la mujer lo mucho que aquello le gustaba.

Sigue querida tía, sigue… muévelo muy lentamente…

¿Te gusta, eh cabrón? Para que veas que no solo a vosotros os da morbo eso –exclamó ella moviendo el dedo dentro y fuera.

Viéndolo tan agitado, se animó a meterle un segundo dedo. Con los dedos índice y corazón se dispuso ahora a hacer más intensa la caricia para el chico. Empujando levemente al principio costó un poco que el anillo aceptara la entrada. Sin embargo, y gracias a las buenas artes de la mujer, el agujero acabó por dilatarse permitiendo que volviera a sodomizarle. Antonio disfrutó la presión de ambos dedos y cómo estos se abrían paso muy lentamente en su interior.

¡Buen chico, déjate follar… me encanta hacerlo! –confesó uniendo sus gemidos a los de su joven sobrino.

Mételos sí… vamos mé… telos querida tía… qué gusto me das…

El muchacho empezó a suspirar largamente, gozando el movimiento de los dedos tan pronto lento como mucho más rápido después. La hermosa madura enloqueció dándole placer, teniéndolo dominado de aquel modo. Al tiempo que lo penetraba, tomó el miembro con la otra mano para llevarlo a la boca. Lo tragó de forma hambrienta metiéndolo más de la mitad. Lo chupó con desesperación sin dejar de mover la mano a lo largo del tronco. La polla respondió palpitando y bombeando sangre a cada roce de los labios. Estuvo un buen rato con la mamada y follándole el estrecho canal. Con la lengua lamía el glande para luego pasarla por el grueso mango entre los gemidos ahogados que el joven emitía.

¡Joder Toni, qué culo más rico tienes! –exclamó masturbándole con fuerza, meneando la mano adelante y atrás mientras por detrás lo penetraba buscando el último rincón.

La tía Paula continuó devorando la polla con la mirada entornada y los ojos en blanco. La saboreó ensalivándola con sus abundantes babas para así hacer más agradable el roce para el hinchado músculo.

¿Qué me haces puta? ¿Qué quieres de mí? –preguntó el chico notándose perder la razón.

¡Ya sabes lo que quiero! Dime, ¿cómo vas? –respondió ella sacándose el pene de la boca para masturbarle de manera furibunda.

El chico nada dijo, solo gimiendo, jadeando y demostrando lo cercano a su placer que estaba. La mano se movía arriba y abajo y la mujer disfrutaba de los gestos que el rostro bello y congestionado de Antonio producía.

¡Me vas a hacer correr Paula… sigue puta, sigue así!  -casi gritó abriendo los ojos para encontrarse con aquella hermosa imagen entre las piernas.

Sí muchacho, córrete vamos… dámelo todo, por favor –pidió ella clavando su mirada en la de él en espera del líquido tan deseado.

Antonio bufó para después gritar cuando ella le apretó con fuerza los huevos. Las piernas le flaquearon unos instantes y, sin aguantar más su placer, eyaculó cubriendo la cara y la boca de su tía con la calidez de su semen. Varios chorros saltaron por los aires, cayendo sobre la mujer y el suelo. Ella sonrió al tomar la leche de su barbilla y llevarla a la boca donde la saboreó con tremenda cara de vicio. El resto lo esparció por el rostro y el cuello mientras con la otra mano se acariciaba el pecho masajeándolo con lentitud.

Te portaste bien Toni… estabas bien cargado –comentó la mujer antes de darle un último lametón sobre la gruesa cabeza.

Cansado, se echó sobre ella demostrándole su profundo agradecimiento al besarla con infinita ternura. En el exterior, la madrugada seguía tranquila y ajena por completo al tormentoso episodio que tía y sobrino acababan de vivir…

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