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Unos días en casa de su tía (4)

en Amor filial

Unos días en casa de su tía (4)

 

Una nueva entrega y la última de la serie. Una de las  noches y ya de madrugada, un invitado inesperado se une a la fiesta continua de los amantes haciendo que todo se líe más y más…

 

 

Times have changed

and we’ve often rewound the clock

since the puritans got a shock

when they landed on Plymouth Rock.

If today

any shock they should try to stem

`stead of landing on Plymouth Rock,

Plymouth Rock would land on them.

 

In olden days,

a glimpse of stocking

was looked on as something shocking.

But now, God knows,

anything goes.

 

Good authors too

who once knew better words

now only use four-letter words

writing prose.

Anything goes…

 

Anything goes, COLE PORTER

 

 

CAPÍTULO III

 

 

Como indiqué en el anterior capítulo, entregados al entusiasmo del momento y pese a la atención prestada, no pudieron evitar que una inesperada visita les sorprendiera. Los amantes retozaban entre las pajas del cobertizo, recuperándose Antonio del último orgasmo. Las manos resbalaban por los cuerpos en busca de nuevos placeres. Las noches se hacían eternas pudiendo alargarlas hasta los primeros albores del día.

Noche cerrada como era, el silencio que llenaba la estancia solo era roto por algún sonido procedente del pueblo o de algún coche desde la carretera. De todos modos, estos últimos se distanciaban poco a poco en el tiempo haciéndose a aquellas horas prácticamente inexistentes. El cielo, brillante de estrellas, se vislumbraba a través del ventanuco por el que se introducía el resplandor de la luna.

Se besaron una vez más, rodando entre las pajas hasta quedar ella encima. Lo miró fijando la vista en la mirada sincera de su amante. Antonio la atrajo pasándole el brazo por detrás del cuello hasta acabar en un largo beso con el que mezclar las húmedas lenguas. A ella le gustaba eso. La ponía mucho sentir la lengua masculina invadir su boca hasta alcanzarle el paladar. Seguidamente las lenguas se retorcían, luchando una con otra entre los débiles gemidos que ambos proferían.

Las manos se apoderaron de sus carnes, bajando y subiendo por los costados para acabar cayendo sobre las voluminosas caderas de la mujer.

¿Aún no tuviste bastante? –rió dejándose acariciar por aquella mano que tanto la excitaba.

La mujer se había convertido en una medio ninfómana, una bomba de relojería a la que el muchacho sabía complacer con la fuerza de la juventud. Los encuentros entre ambos acababan de manera tumultuosa y satisfactoria para la madura gracias a lo incansable que él se mostraba. El mucho aguante de su sobrino resultaba excelente para ella, haciéndolo el amante ideal para una mujer madura y hermosa como ella lo era. La había convertido en una viciosa, necesitándolo a todas las horas del día. No había día que no follaran dos e incluso tres veces y los orgasmos de la tía Paula se sucedían uno tras otro hasta dejarla totalmente cansada y feliz. Copulaban igual por la mañana, por la tarde, por la noche y también de madrugada acabando dormidos hasta bien entrada la mañana siguiente, cualquier momento era bueno para dar rienda suelta a sus más primarios instintos. ¿Qué más podía pedir que tenerlo siempre dispuesto a darle lo que ella le reclamaba? Evidentemente sabía que aquello acabaría el día que el muchacho tuviera que partir pero no quería pensar en ello, solo en disfrutar de aquellos días maravillosos.

Los encuentros con Mario y Ernesto no poseían la delicadeza que Antonio mostraba. Aquello era toda una novedad para la madura mujer que nunca se había sentido amada de aquel modo tan encantador. Su guapo sobrino sabía en cada momento cómo tratarla, qué intensidad dar a sus besos, cómo acariciarla para excitarla convenientemente. No había prisa alguna en sus caricias sabiendo qué parte de su cuerpo trabajar para que se fuera entregando a él.

El miembro masculino presentaba buen aspecto pese a su flacidez. Descansando sobre el muslo se veía medio encogido. El combate anterior lo había dejado satisfecho aunque la mujer sabía que no tardaría en mostrar el vigor tan conocido si sabía manejarlo bien. Tomándolo entre los dedos los movió delicadamente por encima del pene.

Déjame descansar un poco, por favor… no seas mala…

Está bien, pero no tardes que tengo necesidad de ti –dijo ella abandonando a regañadientes el sexo del hombre.

Acaparando él la iniciativa, las manos le apretaron las caderas haciéndola gemir sonoramente para luego bajar amenazantes en busca de los glúteos. No tardó en mostrarse caliente, con cara de evidente deseo y notándose el cuerpo necesitado de un nuevo placer. Ella también estaba siempre dispuesta a todo, en apenas unos días la había convertido en una perra a la que nada le parecía suficiente. Antonio llevó la mano entre los glúteos femeninos, haciendo que su tía alzara levemente el culo. Por delante, la punta del dedo índice se enterró entre los abultados labios consiguiendo que estos se abrieran una vez salió. Paula gimió roncamente esta vez al sentir el dedo penetrando su tierna flor. La mano volvió a correr entre los glúteos moviéndola arriba y abajo.

Así nene, así… qué bien sabes hacerlo –exclamó removiendo el vientre en círculos.

Él introdujo de nuevo el índice hundiéndolo en la vagina y dejándolo allí quieto unos momentos. La madura mujer disfrutó la entrada juntando las piernas y manteniéndolas fuertemente unidas para que el intruso no pudiera escapar. Los oscuros ojos brillaron de un modo fascinante frente a los grises del chico.

Mué… velo cariño… vamos muévelo -pidió relajando ahora las piernas al abrirlas.

Antonio así lo hizo empezando a follarla de forma lenta pero precisa, saliendo y entrando hacia el fondo de su vagina. El sexo humedecido se abría cada vez que el dedo empujaba buscando el interior de la hembra. Estaba tan mojada que resultaba fácil el movimiento resbaladizo entre las paredes. Paso a paso, el ritmo fue creciendo y con él los gemidos y jadeos de la entregada madurita. El muchacho abandonó la raja para pasar al relajado botón el cual empezó a castigar moviendo los dedos por encima. La tía Paula empezó a responder a cada uno de los roces emitiendo un jadeo tras otro cada vez que la masturbaba. Se incorporó hacia delante pudiendo disfrutar la visión de lo que el hombre le hacía. La palma de la mano se removía con rapidez por encima del pubis, provocándole después aquel placer tan intenso en el clítoris. El dedo volvió a meterse en su interior mientras con otro le rozaba el clítoris que ya se veía duro y lleno de jugos. La mujer se derritió de gusto ante la llegada de un nuevo orgasmo. Pataleando y con los ojos medio cerrados, el placer se prolongó con un segundo clímax unido al primero. Cerrando una mano con fuerza al tiempo que, con la otra, atrapaba las pajas entre los dedos. La madura hembra se retorcía entre gruñidos placenteros, parecía una perra en celo, exhausta pese a todo gracias a las artes amatorias del muchacho.

Escucharon pasos que les hizo poner rápidamente en alerta. Abrazados el uno al otro, se mantuvieron en silencio aguantando la respiración. Sin embargo, los pasos se fueron haciendo más cercanos según avanzaban. La mujer se agarró aún más a su sobrino. ¿quién podría ser? Pronto lo supieron…

¿Qué haces Paula? ¿y con tu propio sobrino? –exclamó al descubrir la identidad del joven. ¡Desde luego, mira que eres morbosa y putilla…

¿Me dejarás que me una a vosotros, no? –dijo mientras se echaba mano al cinturón soltando la hebilla con rapidez.

Era Mario, el panadero del pueblo y amante en ocasiones de la tía Paula. Alertado por las palabras del muchacho y los susurros débiles de ella, se había acercado al imaginar lo que allí sucedía.

Acabé pronto con el horno y me pregunté qué estarías haciendo. Hace días que no te veía y me apetecía pasar un buen rato contigo… esto es aún mejor de lo que esperaba –confesó al bajar la cremallera tras haber soltado el botón del pantalón.

La prenda cayó por las piernas hasta quedar a los pies del hombre. Pasado el primer susto, ella tomó plena conciencia de lo que se mascaba. Todo el cuerpo se le revolucionó ante la perspectiva que se le abría. Dos hombres para ella sola era mucho más de lo que podía esperar. Miró al chico pero ninguno de los dos dijo nada. No se veía molesto a Antonio por la presencia de un rival, más bien todo lo contrario. Dirigiendo la mirada entre las piernas masculinas, observó con cierta sorpresa como aquello había funcionado como revulsivo para su apuesto amante. El pene todavía decaído parecía responder ante la idea que allí se cocinaba.

Mientras tanto, Mario se había deshecho del pantalón hacía unos segundos, quitándose seguidamente el jersey de fino punto y de impoluto color blanco hasta hacerlo desaparecer por la cabeza. El pecho lleno de vello canoso quedó a la vista de la mujer. No supuso ello gran novedad pero sí algo que la excitara nuevamente.

Mario era unos años mayor que la mujer. Viudo a temprana edad, se conocían bien pues eran ya muchas las veces en que habían coincidido. La gente en el pueblo hablaba de lo suyo pero a ellos no les importaba lo más mínimo lo que dijeran. Se encontraban cuando les apetecía, disfrutando de cálidos momentos en la tahona entre harinas y levaduras.

Tomando él el calzoncillo con las manos lo bajó quedando el apetecible pene al aire. Ella lo contempló con la mirada nublada por el deseo, entregada al deleite y a la pasión estaba sin duda excitada ante lo que se avecinaba. Demostró su excitación al meterse ella misma dos dedos en la vulva mientras con otro de ellos se masturbaba lentamente. Abandonando a su sobrino, gateó acercándose al hombre con cara de evidente depravación. Mario tomó el miembro entre los dedos, meneándolo frente a ella.

¿La quieres putita? –le preguntó viéndola tan lanzada.

La quiero sí… dámela toda vamos –respondió ya junto al macho.

Unos metros más allá, Antonio se masturbaba gozando la imagen que le ofrecían. Las nalgas redondas, prietas y golosas se le mostraban sin vergüenza alguna, entusiasmada como estaba la mujer por lo que Mario le brindaba. La polla gruesa y de buen tamaño se elevaba al cielo como el mejor de los regalos. Aún no dura del todo, la tía Paula sabía bien todo lo que aquel músculo podía dar de sí. Y todavía le quedaba para mostrar su mejor versión. Quitándosela, la tomó abrazándola y apretándola con decisión. El miembro respondió al roce femenino. Moviendo los dedos adelante y atrás, no tardó en meterla en la boca tragándola al cerrar los ojos. El macho vibró todo él con los pies firmemente clavados en el suelo.

¡Me encanta tu polla… es tan grande y dura! –exclamó con la mirada deseosa.

Con los cabellos alborotados, se entregó al movimiento continuo que más le convenía. Él gimió alternando los gemidos con palabras con las que alentarla. La lengua femenina y la larga barra de carne entablaron una batalla sin cuartel, sabiendo la primera cómo acariciar y envolver a la segunda para conseguir la respuesta adecuada. El miembro creció sin remedio hasta llenarle la boca por entero. La tía Paula tosió al sacarlo de su boca. Al tiempo, los dedos trabajaban sus bajos manteniendo la necesaria calentura. Se notaba tan mojada como momentos antes lo había estado.

Lamió la virilidad masculina, lengüeteando por encima del tronco entre los suspiros que el hombre daba. Lo humedeció con delicadeza, notándolo palpitar con cada caricia que le propinaba. Luego se dedicó al glande cubriéndolo con los labios hasta hacerlo desaparecer dentro de la boca.

Chúpala Paula… métela en tu boquita y dame placer…

¿Cuánto hace que no descargas? –le soltó directamente mientras movía la mano a lo largo del pene.

Tres o cuatro días… la verdad que me cuesta aguantar las ganas.

Ufff, habrá que poner remedio a eso –dijo ella sin dejar de masturbarle un solo momento.

Con los ojos en blanco, volvió a enterrar la polla metiéndosela hasta la garganta. El hombre hacía días que no disfrutaba así que había que andar con cuidado para no hacerlo descargar. Mario tenía aguante, de todos modos no podía arriesgarse a que acabara antes de tiempo. Por otro lado, Antonio esperaba también su turno. La loca idea de disfrutar con los dos la tenía completamente trastornada. Con la mano sujetando el pene hacia arriba, aprovechó para chuparle los huevos envolviendo ahora uno, ahora el otro. Los gemidos y jadeos del hombre se hicieron más notorios, aunque los acalló con rapidez notándose temblar con cada roce de aquella boca. Los testículos estaban duros, allí había mucha leche almacenada –pensó la mujer sonriendo aviesamente.

Un rato más estuvieron de ese modo, hasta que finalmente la hizo levantar llevándola hasta una de las columnas. Teniéndola de espaldas a él, se apretó con descaro haciéndola sentir la dureza de su sexo. Ahora fue Paula la que gimió y suspiró ante la fuerza del macho. El pene se rozaba contra sus nalgas, demostrando así el interés por ella.

¡Quiero follarte… vamos, abre las piernas! –reclamó cogiéndola de uno de los muslos para obligarla a abrirse.

¿Eso quieres? –le interrogó mientras sentía la voz entrecortada tras ella.

Eso quiero sí… quiero romperte hasta que digas basta…

La mujer, con las manos firmemente apoyadas en la columna, abrió las piernas al tiempo que echaba el cuerpo hacia delante. De ese modo, el culo se mostró en pompa a la mirada perversa de su compañero. Cogiéndose el pene entre los dedos y con el preservativo ya puesto, Mario no esperó a más acercándolo a la entrada del sexo femenino. La penetró con suavidad, entrando muy lentamente entre los gemidos placenteros de la mujer. Empujando hasta el fondo, quedaron finalmente encajados el uno al otro.

Métela cariño… métela toda –pidió echando la mirada atrás.

Empezaron a moverse de forma agradable, acoplados el uno al ritmo del otro. El hombre empujaba deslizándose lentamente y disfrutando la facilidad del coito. La follada resultaba de lo más morbosa para el joven espectador el cual se mantenía a la espera. La unión de los amantes le gustaba como no podía ser de otro modo, acariciándose a sí mismo en busca de una nueva erección. El rostro crispado de la mujer cada vez que el miembro la penetraba, los gemidos entrecortados con cada golpe del hombre, el intercambio de frases llenas de pasión y calentura eran un espectáculo de lo más erótico y sensual. A escasa distancia, Antonio gozaba su papel de voyeur masturbándose de forma pausada y continua. El lado lascivo de la madura creció con cada palabra, con cada entrada, con cada caricia que Mario le dedicaba.

¡Me encanta… continua así, más deprisa… más deprisa!

Muévete zorrita, muévete –dijo haciéndola echar atrás hasta quedar la boca del hombre pegada al cabello sudoroso de ella.

De ese modo, la espalda femenina quedaba junto al pecho de él, tomándose un pequeño respiro en aquel polvo del que aún quedaban muchos capítulos por vivir. Los encuentros entre ellos resultaban de lo más placenteros, Mario sabía cómo tratarla pese a la brusquedad en sus movimientos. La golpeaba con fiereza y decisión para seguidamente darle una pequeña tregua obsequiándola con multitud de besos y caricias con las que la hacía temblar de emoción.

Bésame Mario… bésame mi amor –suplicó girando levemente el rostro mientras sentía el eje parado dentro de ella.

La besó silenciando el mucho placer que la atenazaba. La besó atrapándole los trémulos labios al tiempo que la sujetaba de la cadera manteniéndola fuertemente unida a él. Con la otra mano se apoderó del pecho masajeándolo en círculos. Los dedos se clavaron en la piel tersa del seno. Mientras, le comía ahora el cuello provocando en la mujer un gemido lastimero.

¿Estás cachonda, eh perra? –bramó tomándola del muslo para hacerla doblar la pierna mínimamente.

Ella lo hizo permitiendo así un mejor acceso. El poderoso macho empujó entre las paredes húmedas para volver a salir en un nuevo asalto lleno de vigor. Paula apretó los labios como forma de poder soportar el deseo que la dominaba. Con la pierna levemente doblada y teniéndola bien sujeta de la cadera, los movimientos masculinos resultaban mucho más profundos. Eso hizo que el placer de ambos aumentara, aumentando en la misma medida los gruñidos y lamentos de cada uno de ellos. La polla salió de su sexo, arrancándole unas palabras de queja. Sin embargo, pronto se sintió llena una vez más volviendo los jadeos y ayes satisfechos a su boca.

¡Clávamela, vamos empuja con fuerza!… te deseo cabrón…

Tómala zorra, tómala toda –respondió él arremetiendo con brusquedad y tirándole con fuerza del pelo.

Paula gritó ante el empuje desesperado del macho. Notaba el largo instrumento llegarle al final, dejándola sin aliento y sin posibilidad de escape. Cerró los ojos en el momento que dos dedos se apoderaron de su coñito. Eran de Mario que empezó a torturarla, masturbándola al tiempo que los cargados huevos se pegaban a ella. No pudo aguantar más. Tras dos minutos de aquel horrible tratamiento, el orgasmo se apoderó de ella haciéndola enloquecer en brazos de su señor. Lloró, suplicó clemencia con los ojos vidriosos al mismo tiempo que el clímax le corría entre las piernas en forma de manantial de jugos. Por un momento las fuerzas le fallaron, perdiendo el control sobre su cuerpo cansado y complacido.

Eres malo, no eres nada considerado conmigo –dijo una vez sintió al hombre salir de su interior.

Y tú eres una gatita a la que le encanta que lo sea…

La hermosa cincuentona sonrió al ver a su compañero tumbarse en una especie de asiento improvisado, perfecto para sus perversos intereses. Era aquella una clara invitación a continuar. Todavía no se había corrido así que era obvio que quería más. La presencia de ambos hombres era el mejor regalo para ella. Antonio se mantenía a la espera y no tenía duda que pronto reclamaría su turno. Aquella noche sería inolvidable –pensó humedeciéndose los resecos labios antes de dirigirse a Mario camino de un nuevo encuentro.

Colocándose sobre él, empezó a menearse encima del pene erecto. Haciéndolo excitar al moverse sensualmente pero sin dejar aún que entrara en ella. La escena era hermosa. El cuerpo femenino, tan seductor y de formas voluptuosas, se desplazaba buscando provocar a su amante. Sacó la lengua para pasarla a lo largo del rostro del hombre. El trasero se removía sin control, demostrando las muchas ganas por continuar. Mario dejó caer las manos, golpeando una la nalga y la otra el muslo. Finalmente, Paula agarró el miembro enhiesto para llevarlo a su sexo.

Quedaron unidos una vez más, firmemente posicionada al incorporarse ella. A horcajadas y con las manos apoyadas en el pecho de su compañero, empezó a trotar como la mejor de las amazonas. Los rasgos de satisfacción, junto al rostro descompuesto y alterado por el placer la hacían rejuvenecer. Se la veía radiante y lozana.

Sí, sí… dámela, dámela, la quiero toda… -pidió al engullir el grueso émbolo.

Su hambriento conejito tragaba el pene, removiéndose con suavidad sobre el mismo. Los suspiros y sollozos llenaron la noche con el murmullo inconfundible de la pareja. Nada mejor que disfrutar la imagen de un hombre y una mujer en el momento de la copula. Antonio se acariciaba el pene ya erecto, teniendo que parar de tanto en tanto para no correrse. Pese a lo mucho que lo deseaba, supo mantenerse a la espera. Disfrutaba viendo a su tía en brazos de aquel hombre tan robusto y algo brusco.

La mujer trotaba lentamente, con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Gimoteaba lastimosamente cada vez que el eje masculino se clavaba dentro de ella. Era ella la que se movía permaneciendo Mario quieto y pasivo.

Hazme el amor cielo… hazme el amor, me encanta tu polla.

Sí putita, muévete y date tú misma el placer que tanto necesitas.

¡Oh sí, me encanta… qué dura la siento!

Las piernas se movían adelante y atrás mientras el pene empujaba entrando y saliendo con lentitud pasmosa. Ambos gozaban del movimiento lento y premioso de sus cuerpos, de aquel polvo que deseaban alargar todo lo posible. Al tiempo que se movía, Paula le miraba y se relamía los labios al saberse dueña de la situación. Le encantaba ser ella quien llevase las riendas aunque también le gustaba ser dominada por sus parejas. Sin embargo, ahora era ella la que controlaba el ritmo acompasado de sus caderas. Cayendo sobre el hombre, la penetración se hizo profunda. La madura gimió largamente al sentirse llena de él.

Clávamela sí –exclamó al quedar montada y con el largo instrumento quemándole las entrañas.

Tómala querida… es toda para ti –la invitó Mario haciéndole una mueca.

Entonces iniciaron un agradable cabalgar, elevada ella sobre su macho y con las manos a cada lado. La polla se movía, sin salir un solo momento de la vagina que la absorbía con facilidad gracias a lo lubricada que estaba. La follada se hizo más rápida y con ello las calientes palabras de cada uno de ellos. Eso la excitaba, escuchar las depravadas palabras que Mario le dedicaba la hacía sentir mucho más perra.

Fóllame, fó… llame… me tienes cardíaca, maldito…

La imagen era muy excitante. Las tetas saltaban arriba y abajo con cada golpe que daba al caer sentada. Los cabellos revueltos le cubrían la cara, dejando oculta parte de la misma. Elevada sobre su hombre, sonreía de felicidad al notar como el pene la traspasaba hasta hacerle notar los huevos pegados. Se entendían bien, eran muchas las veces que habían estado juntos para saber encontrar el punto justo de placer. En una de las acometidas, el dardo escapó provocando un gruñido de descontento en ella.

Cayó de bruces pudiendo escuchar junto al oído el aliento desbocado de su amante. Se sentía cansada pero animosa, muchas emociones había vivido aquellos días. La llegada de su sobrino había supuesto una bocanada de aire fresco para su monótona vida. Había sabido entregarle el placer que tanto reclamaba su cuerpo maduro pero todavía interesante.

Girándose por completo alcanzó aquella inquietante presencia, comiéndosela de una sola vez. Se notaba cachonda, enloquecida, perdida totalmente la razón. Chupó aquel caramelo de forma golosa, lamiéndolo, saboreándolo con su mejor saber. Mario atrapó su cabello, enredando los dedos en el mismo hasta mantenerlo bien sujeto. La polla se hundió dentro de la boca de Paula que, con mucha destreza, apetito y ardor siguió chupándola de forma irrefrenable. Desde su posición, el hombre observaba el rostro femenino entre sus piernas. Los cabellos de la mujer le caían sobre el vientre con cada movimiento de cabeza que ella daba.

Chúpala cariño, menuda mamona estás hecha.

Sí, me encanta… me vuelve loca tu polla –gritó con los ojos encendidos de deseo.

Estuvo así un buen rato para acabar abandonándola al aparecer brillante y elevada frente a ellos. Viéndola así no le dejó moverse buscando la misma postura de antes.

Dámela… la quiero toda dentro de mi coñito…

Nuevamente quedó sentada, esta vez en cuclillas para rápidamente tirar las piernas atrás para conseguir la postura que más le apetecía. Teniéndola cogida de las caderas, el hombre tomó la iniciativa maltratándola al hacerla vibrar con continuos golpes de riñones. El largo instrumento la taladraba arrancándole un sinfín de ayes que se mezclaban con las miles de sensaciones que su cerebro recibía. Un torbellino le corrió el cuerpo, un torbellino en forma de orgasmo que la obligó a doblarse hacia atrás con la espalda arqueada mientras se removía sin parar de gimotear.

¡Me corro… qué bueno… qué bueno es esto! –dio a conocer con los ojos fuera de las órbitas y mascullando entre dientes.

Poco a poco fue normalizándose el ritmo de sus jadeos. Mario se apoderó del culo presionando los dedos en aquella preciosa redondez. Ella se derritió al notar las manos encima de su trasero. Con las caras pegadas, cogió la cabeza de su amante para buscarle los labios. Se besaron ardientemente, uniendo las lenguas en el interior de cada una de las bocas. Esta situación la excitaba, saberse observada por su sobrino que la veía comportarse como la mayor de las furcias. Pese a ello poco le importaba pues solo deseaba morir de placer y que aquello no acabara nunca.

Mario continuó empujando, alargando aquel dulce tormento aún más. Se movieron muy lentamente, elevada ella sobre su macho y con un gesto de dicha que enamoraba. Volvió a gemir, a quejarse con cada entrada de aquel miembro que parecía querer devorarla hasta satisfacerla por completo. La mujer evidentemente siguió cómplice de todo aquello, dejándose follar y disfrutando de aquella noche de locura. La vagina caliente y de carnosos labios tragaba el sexo masculino envolviéndolo con la humedad de sus paredes, listas ya para un nuevo combate.

Mario, me vas a matar maldito… eres tremendo –dijo mostrándose hermosa y sudorosa por la fatiga.

Calla y disfruta que aún queda más… vamos muévete viciosilla…

Ella aulló un breve momento al escuchar las palabras de su hombre. Follaron unos dos minutos aguantando él los ataques furibundos de Paula. Pararon dándose un necesario descanso. Respirando animosamente, Mario le incitó con la mirada a unirse a ellos. Antonio supo que era hora de entrar en escena y se acercó a su querida tía.

La madura mujer tembló toda ella al notar las manos de su sobrino abriéndole las redondas montañas.

¿Qué haces? –preguntó girándose con cierta sorpresa.

En su placer, se había olvidado de su sobrino, tan entregada a Mario como estaba. Sin embargo, rápidamente calló al verlo colocado tras ella tratando de abrirla. Con los ojos medio cerrados y mirada bobalicona, suspiró largamente gracias a lo que le hacía. Lanzando un grito de júbilo, tuvo que abrirlos al sentir la lengua del muchacho lamiéndola de arriba abajo, saboreando alternativamente las proximidades del coño y del ano.

¿Qué me haces muchacho? ¿Qué pretendes hacerme? –exclamó removiendo el apetitoso culo.

Gruñó ahogadamente cuando la lengua del chico se impulsó buscando perforar el agujero del ano. Quedó rígida disfrutando el perverso ataque. Antonio se separó una vez la hubo impregnado convenientemente con sus babas. Ya estaba lista para ser penetrada. El trabajo intenso de Mario la había dejado empapada y dispuesta para lo que se avecinaba. Poniéndose un condón, se colocó tras ella frotándole las nalgas con su poderosa barra de carne. Observando el cuerpo desnudo de la madura, pensó en el siguiente paso. Se moría de ganas por sodomizarla mientras el otro hombre la llenaba por delante. Creyó desmayarse tan solo pensando en aquello. Ella se removía tímidamente, recreándose con los golpes que el largo instrumento le daba. Seguramente no imaginaba los pensamientos sucios del joven.

Mirando a su compañero de fatigas, se cogió la polla llevándola hacia el estrecho canal. Montándola sin darle posibilidad de respuesta, entró en ella de un solo envión. El dolor intenso que recibió hizo que no pudiera reprimir las primeras lágrimas cayéndole por su bonito rostro. Trató de escapar pero las manos del hombre le sujetaban con fuerza los brazos mientras las manos de Antonio la tomaban de la cintura. La daga que la destrozaba salió para volver a embestir entrando esta vez suavemente.

Tras unos instantes buscando acomodarse a la turbadora presencia, sollozando y gimoteando su dolor, apoyó finalmente las manos en el suelo al tiempo que entreabría las piernas para hacer más fácil el coito. Mirándoles a uno y a otro, les echó una sonrisa con la que demostrar que estaba dispuesta a todo. Tiró el culo hacia atrás ayudando ella misma a la unión. La ardiente carne se mantenía punzante entre las paredes que la envolvían.

Los dos machos empezaron a moverse al unísono, entrando y saliendo de forma lenta, consiguiendo arrancar los primeros gemidos de entre los labios de la mujer. Sin duda, era más de lo que podía soportar, las entrañas parecían rompérsele por dentro con cada nuevo empujón. Aunque eran suaves, el dolor no disminuía un ápice notándose arder. El lento empujar adelante y atrás, la hizo gemir débilmente. La vagina, acostumbrada al tamaño considerable del pene que la llenaba, no paraba de producir jugos ayudando a la follada.

¡Me vais a matar, malditos hijos de puta! ¡Con cuidado o me romperéis por dentro!

Ellos siguieron sin hacerle caso, era todo un placer gozar del cuerpo voluptuoso y de carnes prietas de la madura. El trío de amantes se hizo uno, los dos hombres trabajando el bello cuerpo y la mujer disfrutando dolorida las formas enormes que la taladraban. Ninguno de los tres hubiese imaginado lo que sucedía, un cálido encuentro de lo más interesante y salvaje. Las pollas le llenaban ambos agujeros, separados tan solo por la fina membrana que servía de separación.

Seguid, seguid… más deprisa, más deprisa… me muero –confesó clavando las uñas en los antebrazos de Mario.

Me mue… ro chicos, me muero… sois tremendos, me vais a matar…

Ellos continuaron su hercúlea tarea, la hermosa hembra bien lo merecía. Ahora el uno, ahora el otro, la follaban entrando y saliendo, aguantando Mario el peso femenino mientras el joven sodomizaba el estrecho agujero que tanto le atraía. Bufaban como animales en celo, ofreciendo el mejor de los placeres a la madura cincuentona que no podía más que soportar el castigo que le infligían. Ella se mordió el labio soportando el terrible martirio. Separó más las piernas y con las manos bien firmes, lanzó el cuerpo hacia delante favoreciendo así el balanceo de los tres.

Detrás, el chico se mostraba poderoso y dueño de ella. Boqueaba en busca de aire, jadeaba lleno de gozo, víctima del más absoluto placer. Las caderas la martilleaban, desgarrándola con su polla gruesa cada vez que la penetraba. Paula se removía, entregada al empuje de los hombres, el uno abriéndole el irritado coño al tiempo que notaba su bonito trasero vulnerado por una fuerza irrefrenable. Sacando la lengua se relamió al comprobar en lo que aquel par de infames la habían convertido.

Toma querida tía, me encanta follarte el culito tragón que tienes…

Sí muchacho, fóllala… fóllala bien el culo hasta que se lo rompas… a la putita de tu tía la vuelve loca… -acompañó las palabras del muchacho golpeando las paredes mojadas de manera obscena.

El orgasmo se avecinaba para cada uno de ellos. Era realmente difícil mantener aquel ritmo. El cobertizo se volvió un lugar demoníaco donde mezclar los gritos, lamentos, sollozos y palabras inconexas de los tres. Si alguien ajeno observara la escena que formaban, no hubiera sabido descifrar lo que uno y otro decía. Paula les hizo salir de ella y, quitándoles los condones, se colocó entre las piernas en espera del ardiente chorro que le esperaba. Deseaba que se lo dieran, que la llenaran del abundante líquido de sus huevos cargados. Con las manos les masturbaba, mirándoles sin parar de hacerlo. Junto a ella, los penes amenazaban su rostro enajenado y de facciones duras, de ojos entrecerrados por la pasión del momento.

Vamos machotes, correos… llenadme con toda vuestra leche, sí lo deseo…

El primero en hacerlo fue Antonio. Acercando la polla a la boca de su tía, descargó sobre ella obsequiándola con el calor de su semen. Varios chorros saltaron, cubriéndole la nariz, la mejilla e incluso el ojo que tuvo que cerrar con urgencia. El resto cayó sobre la lengua que sacaba, gozando al sentir el líquido blanquecino sobre la misma. No tardó el otro en hacer lo mismo, cogiéndola del pelo, llenándole la cara y haciéndola reír al verse tan rebosante de leche. Mario se quedó quieto y, puesto de puntillas, dejó escapar su orgasmo largo y placentero. La mujer no podía abrir los ojos, tanta era la leche que le habían dado. En su locura y tan excitada como estaba, se corrió ella también acompañándoles en el final de aquella reunión imborrable para los tres.

¡Ha sido tremendo, verdaderamente tremendo… me habéis llenado de leche… mirad cómo me habéis puesto –dijo tratando de limpiarse con las manos el cálido semen caído sobre el rostro y los pechos.

Eres una putita… sabía que lo eras pero no pensaba que tanto –le respondió su maduro amante antes de levantar la vista para guiñarle el ojo a su joven compañero.

Poco más tarde la ayudaron a levantar para todos ellos buscar las ropas esparcidas por el suelo. El silencio de la noche volvió a apoderarse del lugar. Tras arreglarse mínimamente, salieron al exterior despidiéndose en buena armonía. Mario cogió su camino mucho más feliz y dichoso de como había llegado. Mientras, tía y sobrino se dirigieron a casa donde durmieron abrazados hasta bien entrado el día siguiente. Tan agotados estaban.

Los días que quedaban se sucedieron raudos sin que apenas los notaran pasar. Disfrutaron de las fiestas teniendo solo ojos el uno para el otro. El adiós fue doloroso para los dos, especialmente para ella que lo veía escapar de su lado sin poder hacer nada por evitarlo. Antonio, viéndola triste por su marcha, buscó animarla diciéndole que pronto volvería y que no olvidaría los días pasados a su lado. Ella sonrió pese a saber lo vacías de aquellas palabras. Sí, seguramente volvería pero para marchar irremisiblemente dejándola sola una vez más. Cerró los ojos notando los labios del joven sobre su mejilla. Suspiró profundamente, cuánto más tardara en hacerse a la idea peor sería para ella así que debía olvidarlo lo antes posible. La última noche disfrutaron de sus cuerpos corriéndose la guapa Paula entre los brazos de su poderoso sobrino. Durmió junto a él imaginando el día en que volvieran a verse. No pensaba en otra cosa, lo necesitaba.

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Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Amando a mi compañera del instituto

Deseos húmedos

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (1)

Seduciendo a una mujer madura (2)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo