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Refriegas entre chicas (1)

en Lésbicos

Refriegas entre chicas (1)

 

La mañana puede ser un momento perfecto para disfrutar de un instante de solaz. Ambas muchachas lo comprobaron iniciando los juegos en el baño para seguidamente continuarlos en el dormitorio…

 

From the cradle to the grave

there are roads for us all

that we’ll find, and follow to the end

leading upwards to a place in the stars

ten million miles away…

There’s a path called Tenemos Roads

everything happening there is history

pictures of ages before we were born

but the sound of men in battle

makes me cry out in my dreams.

 

Hearing the sounds of battle far away

and the trumpets calling

marks the end of time of peace

in Tenemos Roads.

Things are changing, directed by the men

who, tired of making love, make war…

 

Tenemos Roads, NATIONAL HEALTH

 

 

PRIMERA HORA DE LA MAÑANA

 

 

Elena se encontraba frente a la luna del baño, perfilándose los labios casi a punto de marchar de casa. Había desayunado pronto como todos los días, no le gustaba ir después corriendo así que prefería levantarse antes y desayunar sus tostadas con mermelada de rigor mientras veía la televisión tranquilamente. Luego se había duchado, una ducha de agua templada para enseguida vestirse con aquel conjunto de vestido estampado, corto y ceñido, una cazadora tejana por encima y los mocasines negros de tacón. Tras acabar con el pintalabios, se dio el toque de perfume necesario quedando prácticamente lista. Miró el reloj viendo que le restaba aún más de una hora para llegar al estudio de Javier.

Tres días antes había recibido un mensaje en el móvil en el que la emplazaba para hacer un book de fotografías en blanco y negro para una campaña publicitaria. Ya habían trabajado varias veces juntos y la verdad, Javier era todo un encanto sabiendo cómo tratarla para que el resultado fuera siempre el deseado. Era uno de los mejores fotógrafos de la ciudad, llegando su fama incluso a nivel internacional al haber trabajado con algunas de las grandes compañías del sector.

Echado el cuerpo hacia delante y terminando de arreglarse frente al espejo, escuchó los pasos de Susana acercándose al entrar al baño.

Buenos días cariño, ¿ya te arreglaste?

Ya casi estoy… tengo cita con Javier como te conté.

Sí recuerdo que me lo dijiste. Estás realmente guapa… ese vestido te realza la figura…

Gracias Susi. Al parecer es una campaña importante pues Javier me dijo que nos llevaría dos o tres días al menos.

Eso está bien, Javier es un buen tío –comentó su amiga quedando detrás y con las manos apoyadas en la encimera como ella lo estaba.

Ummm, qué bien hueles. ¿te pusiste el perfume que te regalé? –preguntó pegada peligrosamente al culo puesto en pompa de la muchacha.

Sí, ¿te gusta?

Me encanta sí –exclamó inspirando con fuerza el aroma junto a su cuello.

La mano bajó por la espalda hasta llegar a su cintura y subir de nuevo, apartándole el cabello que le tapaba la pequeña orejilla. Pegada ya con total descaro, la besó con emoción junto a la oreja.

¿Qué me haces? Ahora no cariño… no tengo tiempo ahora –murmuró con los ojos cerrados y sintiendo el calor de la boca de la otra.

¿Por qué no? ¿A qué hora tienes que estar?

A las diez –contestó ladeando la cabeza al notar el suave beso de su amiga.

Queda más de una hora. Sabes, tengo ganas de ti... luego te acerco con la moto, no te preocupes –dijo besándole el cuello de aquel modo que tanto la ponía.

Por favor… por fa… vor, no –murmuró una última queja pero sabiendo al mismo tiempo que lo deseaba tanto o más.

Los labios se posaron con suavidad sobre la fina piel. Retirando un poco la chaqueta, sacó la lengua pasándola por encima del desnudo cuello. De abajo arriba y muy lentamente, de forma terriblemente lenta.

¡Estás hermosa cariño… por las mañanas especialmente! Me muero por estar contigo.

Yo también, ya lo sabes. Nunca tengo bastante contigo…

La mano recorrió su trasero para llegar a la cintura y bajar por el muslo al mismo tiempo que la besaba haciéndola estremecer. Elena alargó la suya hasta alcanzar la cadera de Susana, mostrando de ese modo la excitación que empezaba a embargarla. Mucho más alta que ella, Susana la envolvía por completo con su cuerpo enfundado en aquel vestido color celeste, tan corto y ajustado como el suyo. Siguió besándola, acariciándola por encima del vestido cada vez con mayor dedicación. La muchacha solo se dejaba hacer, disfrutando el tratamiento que la morena de pelo lacio le propinaba. Cada vez las caricias eran más osadas, amándola como solo ella sabía hacer. Elena se mordió el labio inferior notándose caliente y entregada.

Te deseo nena –escuchó a su amiga decir antes de volver a besarle el cuello, esta vez de forma mucho más intensa.

Escuchaba tras ella la respiración entrecortada de la otra. La mano le subió poco a poco el vestido quedando parte del culo al aire.

¡Oh, es hermoso… redondito y hermoso, me encanta! –aseguró pasándole la mano por encima de la nalga.

Se hizo con el trasero, moviendo la mano por el mismo y apretando después la parte alta del muslo. Le besó el cuello, comiéndoselo con desenfreno y apaciguando mínimamente su deseo al morder la cazadora de la muchacha.

Me gustas Elena, me gustas. No sabes cómo me gustas…

Sí bésame… bésame mi vida.

Deja que lo haga. Me muero por poseerte, ¿sabes? –le dijo poniéndola más cachonda si cabe.

Se abalanzaba sobre ella besándola en la mejilla y haciéndola reír con nerviosismo al verse atrapada de aquel modo. Mientras con las manos la tomaba de la cintura, llevándolas al hueco de sus nalgas para volverlas a subir obligándola a girarse. De cara la una a la otra se besaron apasionadamente, echada Susana sobre su amiga buscándole la boca de forma desaforada. La pelirroja de cortos cabellos respondió atrapando también los labios carnosos y jugosos de su amante. Más fuerte que ella, sintió como Susana la cogía de la nalga haciéndola levantar la pierna. Continuaron besándose, uniendo los labios en un beso largo y lleno de erotismo. Jóvenes como eran, se entregaban a la pasión de los sentidos con irrefrenable fervor. Se comieron las bocas, morreándose una y otra vez y cada vez que lo hacían sus respiraciones se aceleraban más y más.

Te amo Susi… nunca me he sentido tan bien como contigo… -confesó en un breve instante en que separaron sus bocas.

La deseaba… Se conocían de la agencia de modelos, habían trabajado varias veces juntas convirtiéndose en pareja seis meses atrás desde la noche en que se dieron su primer beso en aquella discoteca de ambiente. Al principio le resultó raro, al ser abordada por Susana que la sorprendió robándole aquel piquillo sin esperarlo. Nunca antes había estado con una mujer, solo con chicos de su edad o algún hombre mayor que ella. Poco a poco la relación lésbica se había ido consolidando y cuando Susana la invitó a convivir juntas, la guapa Elena no lo pensó dos veces. Creyó que sería una buena forma de enraizar lo suyo aún más.

Se miraron a los ojos con deseo inconfesado. Con las frentes apoyadas, Elena observó la mirada brillante de su bella compañera. Aquellos bonitos ojos color avellana fulguraban, clavándose en los suyos que respondieron al ataque con igual brío. Sin aguantar más, Susana cayó sobre ella haciéndola abrir la boca en un nuevo beso lleno de vicio. Tocó la cabeza con el espejo, abrazada a su amiga que la agarró del cuello como si pretendiera no dejarla escapar. Era tan hermoso, se sentía tan a gusto con Susana que deseaba que aquello continuara eternamente.

Dueña de ella, bajó la mano a su muslo devorándolo con los dedos para pronto hacerse con la cazadora tirándola atrás. La joven Elena ayudó a que se la quitara, incorporándose sin dejar un solo momento de probar los labios temblorosos de su amiga. Tras conseguir deshacerse de la otra manga, la morena la dejó a un lado olvidándose finalmente de dicha prenda. Los dedos se hicieron con la bella silueta femenina, acariciándola arriba y abajo y enganchándola por el talle para volver a atraerla hacia ella. Los besos se repitieron, dándose las lenguas hasta enlazarlas en el interior de la boca. Jugaron con ellas, mostrando mayor desvergüenza y frescura en sus ataques. Susana abrió la boca envolviendo la de la otra que la recibió con tremendo placer. Con los dientes atrapó el labio inferior tirando del mismo hasta caer de nuevo en un beso que las hizo casi gritar. Así estuvieron un largo rato disfrutando de sus apetecibles bocas.

Susana hizo resbalar la fina tela dejando el pecho de su compañera al aire. La besó mientras con la mano hacía aparecer la otra mama. Entonces fue cuando consiguió bajarle el tirante hasta acabar el vestido alrededor de la cintura.

¡Oh sí, mi amor! –exclamó Elena loca de contento, cogiendo a Susana del rostro y sonriendo como una niña mala.

Completamente trastornada por su belleza, la muchacha se hizo con la parte alta del pecho lamiéndolo de forma experta antes de subir por el cuello y alcanzar por enésima vez la boca deseosa de besos. Tomada por la cintura, la tenía completamente a su merced, amándola de un modo descontrolado, casi salvaje. Las manos no paraban quietas, reconociendo cada centímetro de su piel bronceada y exótica. Recorrió su cuerpo esbelto y bien torneado, pasando las manos por encima de los pechitos de la muchacha. Los gemidos y jadeos se hicieron más fuertes, uniendo el deseo de la una al de la otra. Le masajeó el pecho, moldeando la tierna piel del mismo. Sus pezones comenzaban a notarse, endurecidos gracias al tratamiento al que era sometida. Se veían duros y grandes, oscuros a la vista de su amiga. Por debajo, las piernas se entrecruzaban en una danza silenciosa y lasciva con la que darse a conocer los más impuros pensamientos.

¡Cómo me pones Elena! ¡Me pones cardíaca, cariño! –clamó con total sinceridad.

Desfalleció en sus brazos escuchando las palabras de Susana, gimiendo sin poder ocultar la pasión que la atenazaba. Ahora la besaba en el pecho, comiéndoselo y chupándolo para volver a ascender camino del rostro. Las bocas se unieron en una sinfonía sin fin.

Mientras se besaban, los traviesos dedos la trabajaban la vulva por debajo del tanga blanco que tan bien contrastaba con el bronceado de su piel. Pasaban y repasaban por encima de la rajilla que ya aparecía húmeda y excitada del flujo que desprendía. Empezaba a sentirse caliente como una perra, gimoteando débilmente al sentir cómo la morena acariciaba los pelillos impregnados del néctar de su flor.

Sin apartar la mirada de la de la joven, Susana chupó uno de sus dedos de manera perversa para llevarlo después entre las piernas abiertas. La penetró mezclando la humedad de su boca con los jugos de la vagina. Metió un dedo más empezando a moverlos al tiempo que continuaban besándose sin darse un momento de respiro. Poco a poco, fueron ganando en velocidad moviéndose con mayor ímpetu entre los jadeos ahogados que la pelirroja emitía.

Fóllame sí, fóllame… muévelos así, así mi vida…

¿Te gusta perrita? ¿quieres que siga así?

Oh sí, por favor… fóllame, fóllame mi amor –susurró entre dientes disfrutando el movimiento, tan pronto lento como mucho más rápido, de aquellos maravillosos dedos.

Ya no pensaba en nada más, solo en gozar del intenso placer que su amiga le daba. Aquellos polvos eran realmente fantásticos, de una carga de erotismo sin igual y sin duda los mejores que nunca había vivido. Nunca había gozado con ningún chico como Susana la hacía gozar. Experta como lo era, la morenita sabía en cada momento qué parte de su cuerpo trabajar para hacerla sentir en la gloria. Con los ojos cerrados, los entreabrió poniéndolos en blanco bajo el dominio que aquellos diabólicos dedos ejercían en ella.

Sigue amor… no te pares, me muero porque lo hagas.

La otra continuó acariciándola, jugando con los dedos sobre el clítoris que enseguida se endureció provocando en la joven un largo suspiro. Gritó notando un estremecimiento correrle desde la punta del pie hasta la cabeza. Como un trallazo le corrió la columna vertebral hasta acabar en su cerebro, dispuesto a una nueva caricia. Echada sobre ella la morena la hacía suya, besándola de forma frenética y sin dejar de masturbarla de aquel modo tan inquietante. La hizo vibrar acariciándola con los dedos y las uñas bien cuidadas y sin pintar, siguiendo el contorno de su cuerpo hasta ofrecerle el sabor de sus propios jugos. Los saboreó con emoción, el probar el sabor cálido de su entrepierna la hizo sentir más cachonda.

¿Te gusta cariño? –le preguntó Susana viendo su cara de evidente placer.

Está caliente y amargo. Me gusta sí.

Caliente y amargo como tú lo estás, nena –comentó bajito y volviéndole a dar los dedos para que los chupara con enorme deleite.

Ella también los probó, pasándolos por encima de los labios y metiéndolos en la boquita para terminar sacándolos limpios de cualquier muestra femenina. Tras esto volvió a penetrarla, agitando los dedos una y otra vez en el interior de su sexo. Metiéndolos y sacándolos en busca del placer de la muchacha. Quería hacerla correr y los grititos y gemidos cada vez más escandalosos, la hacían entender que iba en el camino correcto.

Qué gusto… qué gusto me das, me vas a volver loca.

Perdido el control Susana le comía el cuello, besándola en el hombro y llegando al pecho que atrapó con sus labios hambrientos de carne.

Eres preciosa… me encanta verte así de entregada…

Sí, sí… con… tinúa, continúa mi amor.

Los dedos jugaron por encima de los labios que se abrían pretendiendo un mayor contacto. La obligó a mover, quitándole el pequeño tanga y subiéndola sobre la encimera del baño hasta quedar sentada con las piernas dobladas y algo abiertas. Se las hizo abrir más, apareciendo ante ella totalmente ofrecida a lo que quisiera hacerle. De esa forma, Elena quedaba con una pierna firmemente apoyada en el suelo mientras la otra la tenía medio doblada y estirada. Para la morena aquello era exquisito, teniéndola ahora sí a su antojo. La masturbó una vez más, entreabriendo y cerrando los ojos con cada roce. Gemía, suplicaba mayor intensidad, babeaba de gusto y los dedos acusadores no dejaban de follarla con firmeza, saliendo y entrándole hasta lo más hondo de su ser. Estuvo de ese modo sollozando como una putita, notando el placer crecerle en forma de orgasmo agotador e imparable.

¡No pares Susi, no pares… me voy a correr, me vie… ne, me viene!

Se retorció en brazos de su amiga, gritando su placer sin vergüenza alguna. Por unos instantes perdió el mundo de vista, solo era ella y aquel calor insistente que le corría entre las piernas de modo irreprimible y abrumador. Resopló con fuerza en busca del aire que le faltaba. Cayó hacia atrás dejando apoyada la cabeza en la pared.

Muy lentamente fue recuperando el control de sí misma, con la mano recorriendo el charco que era su vulva al tiempo que la de ella acariciaba el pecho de su amiga por encima del vestido. Poco a poco fue volviendo a la normalidad, pudiendo abrir los ojos y encontrándose con el rostro hermoso de Susana que seguía acariciándola y penetrándola, ahora de forma casi imperceptible. La respiración entrecortada fue acallada por la boca que la besó con infinita dulzura. Colocada a la altura de su sexo, la hermosa mujer dejó caer un hilillo de saliva que resbaló caliente por su pubis, para adentrarse entre los labios abiertos gracias al lento masajeo de los dedos. Eso la hizo lanzar un último suspiro de satisfacción.

Ha sido estupendo pero ahora quiero hacértelo yo a ti. ¿me dejas? –preguntó incorporándose hacia delante hasta caer de pie en el suelo.

Susana se deshizo de la braguilla haciéndola bajar por las piernas hasta dejarlas reposar con el resto de las ropas. Quedó con el cuerpo apoyado en la pared y sentada en la encimera como ella lo había estado instantes antes. La joven de cabellos naranjas hundió la cara entre las piernas dobladas y abiertas. Quería devolverle las miles de sensaciones que le había hecho sentir. Deseaba hacerla correr y arrancarle el mejor de los orgasmos. De ese modo, se entregó a la tarea desde el primer momento. La otra la dejó hacer apoyando suavemente la mano en su cabeza. Los movimientos de lengua se iniciaron sin esperar a más. Sentía la garganta reseca del orgasmo anterior. Sin embargo, su boca empezó a fabricar saliva con asombrosa rapidez. Observó el tatuaje de la parte derecha del pubis, un tatuaje con una pequeña clave de sol tintada en negro que se había hecho hacía poco. Se entretuvo besándole las ingles a todo lo largo, primero una y luego la otra. Lo mismo hizo por debajo del ombligo. Llegó a la rosada abertura y se puso a chuparla y lamerla con interés, tal como sabía que le gustaba. A Susana le gustaba que le diera caña, que fuera directa y sin compasión. Escarbó animada por las palabras de entusiasmo de su amiga que ya empezaba a perder el oremus. Se lamentaba con el áspero contacto que la lengua le producía. El sexo de la muchacha se humedeció dándole los primeros brotes de su elixir.

Ummm, qué rico está –murmuró devorando los jugos que cubrían los labios femeninos Luego hizo lo mismo con las paredes de la vagina al introducir la punta de su lengüecilla.

Sí cariño, chúpalo… vamos chúpalo entero –dijo Susana enredando los dedos en los cabellos de su pareja.

Sigue chupando… así, así… eres mala conmigo muchacha –exclamó dando un respingo al notar como los labios se apoderaban del clítoris.

¿Eso crees? –preguntó abandonando un instante su trofeo y viéndola temblar de deseo.

Ya sabes que no… no seas tonta –sonrió con clara dificultad. Sabes que eres la mejor, te lo he dicho muchas veces –declaró clavándole las uñas en los brazos.

Elena lo sabía, era buena comiendo coños y a ello se entregaba con la mejor de sus actitudes. Aunque solía mostrarse pasiva en las relaciones sexuales, a la hora de comerse el coño de su amiga sabía ser lo más activa posible disfrutando aún más que cuando era ella a quien se lo hacían. No había nada como comerse un coñito y ver gozar a Susana con sus juegos y sus lamidas. Se le nublaba el entendimiento cuando conseguía el orgasmo en la otra pudiendo disfrutar del manantial de jugos que le entregaba.

Así, así nena… dame placer… -tienes una lengua que me enloquece.

Elena se entregó al dulce juego del amor, enterrando la lengua entre las paredes de la vagina y sacándola después para pasarle la naricilla por encima. Aspiró el aroma que cubría sus fosas nasales, fragancia entre salada y dulzona, a hembra cachonda y enamorada. Susana aguantó como pudo, pataleando inquieta mientras buscaba algo a lo que agarrarse. Pasó la lengua por sus labios y clavó las uñas, rascando el borde de la encimera que en ese momento fue lo primero que pilló. De pronto contrajo las facciones del rostro y entrecerró sus ojos color avellana que a Elena tanto le gustaban. La mirada turbia por el delirio, abrió la boca y lanzó un gemido sonriéndole y diciendo:

Eres buena muchacha –musitó en voz baja al notar el apéndice rozándole muy levemente el endurecido botón.

Continuó el tormento al que la sometía, tomando el clítoris entre las yemas de los dedos y maltratándolo de forma inaudita hasta provocar en su compañera gritos desconsolados suplicándole clemencia. Se apiadó de ella rebajando la presión de los dedos, moviéndolos de forma lenta pero sin abandonar la intención que la movía. Deseaba mantenerla en tensión, no darle un instante de relajación y sosiego.

No aguanto más cariño… ven aquí –reclamó la morena cogiéndola de la cabeza y acercándola hasta caer en un fuerte morreo que agotó el aliento de ambas por unos segundos.

Se puso en pie, apoyada la espalda en la pared y viéndola resbalar a sus pies. La otra se apoderó del sexo algo peludo mientras Susana se desprendía con violencia del vestido sacándolo por la cabeza. Su amiga puso las manos en las caderas continuando con la comida de coño ya iniciada. Se enterró en la pelvis volviendo a lamer el grueso garbanzo en que se había convertido el clítoris. El fuego de sus cuerpos las consumía, la una en forma de lengua amable y viciosa y la morenita en forma de sexo ardiente y encharcado.

¡Me matas cariño, me matas. Dios, qué bien lo haces! –aulló removiéndose sin control alguno sobre ella misma.

Elena supo que era el momento de darle más caña. Enganchó los labios con los suyos, chupando y disfrutando del calor que le entregaba. Era tan bueno, nada como saborear un buen coñito como aquel tan delicioso y empapado. Metió la lengua tan profundo como pudo, ayudando después con uno de sus dedos a la locura de su amiga.

Cómeme cariño… cómemelo entero, más deprisa, más deprisa.

Elena así lo hizo jugando con su lengua dentro y fuera al notar las manos apretándole la cabeza hasta casi ahogarla. Miró el rostro demudado de la otra, estremecida en sollozos y sin dejar de pedir un mayor entusiasmo. La muchacha aprovechó el cachondeo que tenía para acariciarse su sexo que llevaba tiempo sin atención. Acuclillada como estaba, buscó entre las piernas la vagina en la que hundió tres de sus dedos de forma incontrolada. Los dedos de Susana se enredaban en sus cortos cabellos, moviéndolos adelante y atrás en un suave masajeo. Hambrienta todavía como lo estaba, alojó la lengua entre las paredes que la envolvían abriéndose a su placer. Le encantaba verla retorcerse como una perra en celo, agarrada a la pared o allá donde podía. El baño se había convertido en un combate de gruñidos, suspiros y lamentos, todos ellos sin sentido alguno.

Aaahhh, aaahhhh, sigue, sigue… no pares mi amor…

El vientre se removía hacia delante, buscando la boca que lo sacudía con sus continuos lametones y caricias.

Me corro, me corroooo sí, no puedo más maldita –gritó invadida por la agradable sensación de un orgasmo que le corría todo el cuerpo hasta quedar centralizado entre sus temblorosas piernas.

Elena se ahogó en sus jugos, bebiéndolos sin dejar lugar que saborear. La corrida fue abundante así que el regalo fue de lo más placentero. Siempre había sido buena comiendo pollas y con los coños no iba a ser diferente. Bebió el flujo de su pareja con apetito malsano, relamiéndose de puro gusto. Ella también se había corrido gracias al movimiento vertiginoso con que sus dedos la habían hecho gozar. La morena cayó en los últimos estertores de un clímax violento y salvaje, ronroneando como una gatita y mordiéndose los labios para controlar la emoción que la avasallaba. Ya más tranquila, la hizo levantar para besarla como colofón a aquella mañana nublada y llena de ruidos en la calle. Sintió los labios pegados y cómo la lengua se abría paso hasta tocar la suya.

Gracias nena, gracias… ha sido tremendo, eres la mejor.

Déjame mirarte –pidió Elena tomándole el rostro con las manos. Estás cansada, cariño.

Sí, cansada pero feliz. Me has hecho muy feliz aseguró abrazándose con fuerza a la muchacha.

Se derrumbó con la cabeza apoyada en el hombro de su amiga, ahogando su debilidad por aquel magnífico polvo. Elena la acogió, acariciándole el pelo para que se relajara. Pese a su aparente seguridad, era tan frágil y delicada…

Sonrió escuchando los jadeos y lamentos de la otra, demostrándole lo mucho que lo había gozado.

Te quiero… ven bésame amor, lléname con tus besos… te necesito –gritó la joven de cabellos lacios mientras enganchaba los dedos con los de su amiga.

Esta noche más, no creerás que con esto hemos acabado. –dijo agarrándola ahora por los brazos y dándole la lengua para que la tomara.

¡Oh dios, qué tarde que es! No me dará tiempo a llegar a la cita con Javier –exclamó la guapa Elena separándose de inmediato y comenzando a buscar sus ropas tiradas por el baño.

Tranquila cariño, deja todo como está. Ya me encargo después de todo –le dijo mientras empezaban a vestirse con evidente prisa.

Los cascos están en la puerta… luego los cogemos –indicó Susana arreglándose el pelo con las manos.

Se calzaron camino del recibidor al tiempo que se colocaban los vestidos estirándolos convenientemente. Se miraron al espejo notando las mejillas rosadas por lo que un poco antes había sucedido, todavía les duraba la inquietud. Una última mirada y un beso de enamoradas y bajaron al parking del que salieron como alma que lleva el diablo. Por supuesto, la pelirroja llegó a tiempo a su cita aunque hubo que apretar el pedal del acelerador más de la cuenta…

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