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Refriegas entre chicas (2)

en Lésbicos

Refriegas entre chicas (2)

 

Pero también la noche puede gozarse si se sabe aprovecharla convenientemente. Así lo hicieron alargando lo comenzado por la mañana. Ninguna de las dos había quedado suficientemente saciada y necesitaban mucho más…

 

Alright, you’re right, let’s talk it over now

talk it over now, I’m wrong, you’re gone

so you’re serious, really serious.

You’re saying I’m insane, oh that’s craziness

craziness, I’m trying to find

it’s real meaning, insanity.

 

When I get home again, everything we said

it seemed to hold us, back again, again

when I get home then, we try to make it better

in the same damn way again, again.

 

So long, you’re gone, you’re really leaving me, leaving

there’s no prize for goodbyes, no joy either, either.

You’re saying I’m insane, oh that’s craziness

craziness, I’m trying to find

it’s real meaning, insanity.

 

When I get home again, everything we said

it seemed to hold us, back again, again

when I get home then, we try to make it better

in the same damn way again, again…

 

Enough, SIMPLY RED

 

 

ÚLTIMA HORA DE LA NOCHE

 

 

Lo prometido era deuda. Descalzas y sentadas frente al televisor, Susana se cansó de aquel programa insulso que estaban viendo.

Estoy agotada, ¿cuándo tienes la siguiente sesión con Javier?

El jueves próximo a la misma hora así que tengo dos días libres para estar las dos solas.

Ummm, podemos dormir mañana hasta tarde.

Ven acompáñame al dormitorio –le susurró poniéndose en pie y alargándole la mano para que la siguiera.

La siguió como un autómata, sin saber muy bien lo que hacía. Sabía bien lo que su amiga quería. Tenían algo pendiente desde la mañana. Se notaba cansada, sin embargo pensó que un rato de sexo la haría dormir como una bendita.

Llegaron a la habitación donde les esperaba la cama todavía revuelta de la mañana.

¡Oh no, soy un desastre… me olvidé de hacer la cama, mierda!

Abrazadas y pegadas la una a la otra, cayeron en la cama rodando sobre la misma hasta quedar Susana encima de la pelirroja. Se miraron a los ojos y entonces Elena le echó la melena atrás con un pequeño golpe de la mano. Rieron volviendo a rodar en la cama, luchando divertidas. Susana era más fuerte así que una vez más la dominó, quedando a horcajadas sobre ella.

Te deseo cariño… eres lo mejor que me ha pasado nunca –le dijo antes de atraparle el labio inferior y tirar del mismo con los suyos.

Yo también te deseo… bésame mi amor, bésame…

Se desnudaron con prisas, desapareciendo los pantaloncillos por sus piernas y luego las finas camisetas que apenas tapaban lo mínimo necesario. Desnudas del todo, solo cubiertas con las braguillas, aprovecharon para acariciarse con las manos al tiempo que continuaban con los besos cada vez más perversos. La muchacha dobló la pierna dominada por la otra a la que tenía cogida por el cuello, besándola apasionadamente. La piel oscura de la una se mezclaba con la más clara de la otra en un combate feroz de pechos, manos y piernas. Susana se elevó, arqueando el cuerpo hacia atrás y con las manos acariciándole los pechos. Tomándola de las caderas, se puso a besarle la cadera para después hacerse con su pecho que besó con igual deseo. De nuevo se besaron, cogiéndola Elena del cabello y disfrutando las dos del frenesí de sus besos. Abrieron las bocas, dándose las lenguas y comiéndose con desenfreno creciente. Los besos las excitaban como ninguna otra caricia, las hacía arder en su propio juego amoroso cada vez que unían los labios.

Besos interminables y llenos de vicio se dedicaron en la soledad del dormitorio. Susana le pasó la mano por el pecho para acabar bajándola a la cintura que apretó con suavidad. Sin dejar de besarla, la muchacha de cortos cabellos se incorporó quedando sentada en la cama, en la que se echó hacia atrás tomando ahora a su amiga por las caderas. Se besaron siguiendo con su locura, cogidas ambas por la cintura. Las manos cayeron un momento sobre las nalgas, volviendo a subir por la finura de la espalda. Las dos sentadas y enfrentadas como estaban, Elena hizo tumbar a su amiga que se dejó vencer cayendo con las piernas dobladas.

Haciéndole levantar las piernas, le fue quitando las bragas que resbalaron hasta desaparecer por los pies. Abriéndole las piernas, el siguiente movimiento fue atraparle el sexo con el que empezó a jugar pasándole la lengua a todo lo largo. Susana recibió la caricia, convirtiendo la leve sonrisa que mostraba en un rictus de placer, excitación y entrega.

Chupa cariño, chupa… -susurró observando lo que su compañera le hacía.

Elena se apoderó de su coñito como había hecho por la mañana, empezando a lamer y sorber los primeros jugos del placer. La otra respiró agitada sin poder resistir el roce de aquella lengua. Chupó y chupó, envolviendo el botón con la boca para deslizar la lengua por los labios abultados y ya húmedos. Los gemidos crecieron en intensidad con cada roce que le propinaba. Le puso la mano en la cabeza mientras la lengua seguía con su ritual de caricias a cada cual más atinada.

Ummm, continúa comiéndomelo… qué placer siento.

Apoyada en los codos e incorporada hacia delante podía ver de manera perfecta todo lo que pasaba. De tanto en tanto cerraba los ojos sin poder evitar lanzar un tímido gritito. Agarrada a las sábanas pedía que siguiera, viéndose dominada de nuevo por el estremecimiento que le corría la espalda. La muchacha de anaranjados cabellos siguió devorándola, introduciendo la lengua y apoderándose también del clítoris que se veía duro y en pie de guerra. Susana gritó con mayor fortaleza, echándose hacia atrás mientras metía los dedos entre los pelos de su pareja.

Las chupadas pararon, dedicándose ahora a pasarle los dedos por encima de la rajilla. De forma lenta y adelante y atrás. Un dedo que había chupado antes, se hundió en la vagina como el cuchillo en la mantequilla. La morena emitió un gemido de asentimiento.

Estás muy mojada nena…

Culpa tuya… siempre culpa tuya que sabes cómo excitarme.

La boca volvió a hacerse con el tierno regalo al mismo tiempo que el dedo se clavaba entre las paredes carnosas. La fue follando sin dejar de chuparla y lamerla del modo que tanto la hacía sufrir. Los lamentos y sollozos se escucharon una vez más, tan pronto débiles como mucho más ruidosos instantes después. La nena gimoteaba como una putita encantadora. Elena aumentó el ritmo de sus lametones, comiéndola sin darle respiro alguno.

Así sigue… más fuerte, más fuerte sííííí.

Qué bueno, qué bueno… qué bien que lo haces mi amor.

Los lametones se oían de la maña que la joven se daba, saboreando los flujos amargos que su boca recibía. Con los ojos en su amiga, no paraba de chupar y chupar el fruto del placer que tanto la perturbaba. La pelvis se pegaba a su boca reclamando mayor interés en ella si es que eso era posible.

Vamos, me encanta sentir tu lengua –la escuchó decir animándola a seguir.

¡Qué sabroso lo tienes Susi. Me encanta lamerlo! –respondió con voz alterada.

La respuesta de la muchacha actuó como un pinchazo en su cabeza. Verse amada de aquel modo tan sublime y saber lo que producía en Elena la hizo encontrarse bien. Notó sonrojarse sus mejillas como cuando era niña y se sabía caída en falta. Se removía humedeciéndose los labios y mordiéndolos después como la mejor forma de soportar la impaciencia que sentía.

Vamos Susi, gírate –pidió abandonando unos mínimos instantes lo que le hacía.

La joven obedeció quedando ante ella con el culo ofrecido. Escupió saliva, comenzando a chuparla pasándole la lengua por encima del agujero trasero que quedaba a la altura de su boca.

¿Qué pretendes? –preguntó completamente tensa por aquel roce que no esperaba.

Ssssh, calla y déjame hacer…

Escupió nuevamente, disfrutando con la lengua de la entrada de aquel estrecho y delicado canal. Con un gruñido triunfal demostró lo mucho que aquello le gustaba. Le gustaba verla así de cardíaca y con aquellos roces en tan peligroso lugar sabía bien que lo conseguía. El roce maligno continuó, arrancándole a la otra pequeños aullidos placenteros, muestra perfecta del efecto que producía en su amante.

Ufff cariño… eres mala... eres muy mala…

Las dos llevaron las manos a la rajilla que en ese momento se encontraba solitaria y relajada. Elena dejó que la otra la tomara mientras ella se dedicaba a chupar y lamer el agujerillo que por aquel entonces era el centro de su interés. La muchacha se acariciaba, masturbándose con movimientos circulares de los dedos. Las chupadas y lamidas de su amiga la estaban poniendo a cien, qué cabrona que era. De ese modo se aplicaron cada una por su lado, masturbándose y comiendo a cada paso de una forma más vehemente. La pelirroja escupió nuevamente esparciendo sus babas por los alrededores del culillo estrecho y oscuro. Su bella compañera deliraba de gusto con las locas caricias que le dedicaba. Introdujo tres de sus dedos en el conejito que pedía a gritos atención por su parte. Se masturbó haciendo crecer el tormento que empezaba a dominarla. Era fenomenal sentir su culillo lamido de aquel modo tan lento y delicado.

Fóllame cabrona, fóllame… qué bueno… qué bueno dios –exclamó cayendo sobre las sábanas para ahogar en ellas el deseo que la consumía.

La otra no cejaba en su empuje clavando la lengua todo lo que podía y escuchando los gemidos cada vez más sonoros de su pareja. Aumentó su ataque al tiempo que Susana se masturbaba ya con gran violencia. El orgasmo se aproximaba a marchas forzadas, exigido por los masajes que uno y otro agujero recibían. ¡Dios, qué puta y qué estupenda era! Aquella putita había aprendido pronto a darle los mejores orgasmos que nunca había experimentado. Las convulsiones le llegaron, estremeciéndose entre gritos y peticiones de lo más sucias. Se incorporó levemente sin dejar de chillar angustiada por aquel placer que parecía no acabar nunca. Se agarró a la cabeza de Elena sin control ya de lo que hacía. El placer se había apoderado de ella y ya no quedaba más que abandonarse a él.

¡Dios, qué gusto… qué gusto cariño! – gritó creyendo que se meaba de gusto.

El orgasmo tumultuoso se alargó unos instantes que le supieron a gloria. Se estiró descontrolada, bufando, hipando y llorando agradecida por aquel enorme goce.

Mi vida, mi vida… ven bésame, bésame… te necesito –la atrajo loca de contento.

Se besaron dándose las bocas y las lenguas, haciéndola gritar al morderla de tan cachonda que estaba. Se removían abrazándose con pasión inaudita, morreándose y comiéndose como si en ello les fuera la vida. Gimieron uniendo los gemidos de la una en la boca de la otra, un beso profundo y lleno de amor. La morenita alargó la mano hacia la nalga redonda y prieta mientras su amiga respondía lamiéndole el cuello en un roce exquisito y arrebatador. Los pubis se rozaban notándolos húmedos de jugos, muestra clara del clímax que ambas habían sufrido. También Elena se había corrido. Solía ocurrirle con frecuencia y sin necesidad de tocarse. Solo con ver a su amiga gozando con lo que le daba, era suficiente para alcanzar también ella el mismo premio.

Haciendo fuerza, Susana la hizo voltear para hacerse ella con el control. Se besaron cogiéndole la muchacha la lisa cabellera. La apretó entre sus dedos apartándola hacia atrás para poder mirarla.

Te quiero Susi, te quiero… bésame cariño.

Los cuerpos apretados, con las manos recorriéndolos con necesidad perentoria de un nuevo contacto. Siguieron con las bocas unidas, lengua contra lengua en un juego descarado y de lo más morboso. La mano resbaló por el muslo, subiendo hacia aquella montaña temblorosa que era su nalga. La muchacha suspiró elevándose con las manos apoyadas en las sábanas. Jadeó sin poder contenerse, aquello no era lo que pretendía. Pretendía ser ella la que dominara y en cambio era Elena la que se mostraba más activa.

¡Cariño, déjame hacerte el amor… deja que te haga feliz! –reclamó echándole a un lado el mechón caído por encima de la frente.

Estaba preciosa, con el rostro pecoso e inflamado por el deseo y los ojos brillantes y enrojecidos. La estuvo mirando, fijando su atención en sus cabellos rizados. De ahí fue bajando la mirada hacia los ojos y la pequeña naricilla respingona y bien formada. Los labios se veían rosados, finos y resecos. Respiraba con dificultad dejándose observar por la otra.

¿Qué miras? Me pones nerviosa…

Eres preciosa nena, estoy feliz de estar a tu lado.

Elena sonrió de forma traviesa y perspicaz. Sentía el peso sobre ella, vientre sobre vientre, sus tetas palpitantes que podían oírse en el silencio de la noche. Cayó sobre ella dándole un pequeño piquillo, posando tenuemente los labios, memorizando en su cabeza tan tierno momento. Se abrazaban estando cogidas ambas por los hombros. La guapa morena bajó a los pechos con los que empezó a divertirse complaciéndolos con picantes caricias. Lo llenó de besos, notando la piel tersa bajo su boca; lamió la aureola del pezón deslizando la lengua levemente, rodeándolo hasta enganchar el pezoncillo que se veía relajado pero ansioso. Lo chupó escuchándola gemir con tan grata operación. Deseaba hacerla rabiar de forma que hizo lo mismo con el otro pecho. Los mismos besos, la misma piel tersa, la misma aureola rosada y vibrante y el mismo pezón que respondió al segundo al recibir la caricia de una boca amiga. Pezones sensibles que se encabritaron con los labios que los succionaban. Luego los mordieron, primero suavemente para después hacerlo mucho más fuerte provocándole gritos de dolor. Susana supo parar, entreteniéndose ahora en acariciar el cuerpo desnudo que tenía a su disposición. Besó la barriguilla, el vientre cálido, recorriéndolo con calma antes de descender al bello triángulo de su bajo vientre. Elena jadeaba sabiendo bien lo que se le venía encima.

La chica apresó su sexo reconociéndolo solo, sin ir más allá. Pasando la boca por encima pero sin tratar de apoderarse del mismo. Le echó el aliento haciéndola ronronear como una gata en celo. Una caricia desconcertante en esos momentos en que esperaba el ataque definitivo. Pero Susana se lo tomó con calma, sabía que cuanto más tardara más perra la tendría. Acercó los dedos a la boca de la muchacha que los chupó con glotonería.

¡Qué perra eres… una perrita encantadora! –dijo en un susurro apenas perceptible.

No, no me hagas esperar más… cómemelo vamos…

Se metió en el mismo, enganchando con los labios la sensible piel de la que tiró hasta soltarla. Miró a su amiga a la que se veía ávida de su boca. Retiró el pelo de su cara para que no le molestara. Elena quedó rígida, respirando entrecortadamente mientras esperaba el masaje de la lengüecilla. La pasó de abajo arriba, comiendo la vulva en su totalidad y saboreándola largo rato. La muchacha gozaba, gimiendo desfallecida por las caricias dulces y profundas. Cerraba los ojos echando la cabeza atrás, abriendo la boca y desembocando sus pensamientos inconexos en la limpieza de bajos que le estaban dando. Susana era también buena en esos menesteres, las dos muchachas se entendían bien en la cama consiguiendo la una de la otra los placeres más turbulentos y llenos de intención que uno pueda imaginar.

Dios, dios…

La morena chupó y tragó los fluidos que la vagina ya destilaba. El jugo corría por sus labios para introducirse en la boca que lo saboreaba con voracidad extrema. La joven aguantaba con dificultad el perfecto trabajo de su bella compañera. La mirada nublada, los nervios a flor de piel, la entrepierna en carne viva por un deseo que la envenenaba entera. Era imposible resistir a tanto placer, a aquella comunión completa con el cuerpo de la amada. La pasión de la otra aumentó succionándola, clavándole la lengua para moverla con energía entre las paredes de la vagina. Parecía un pequeño pene pero era mucho mejor que eso. El masaje continuó haciéndola temblar de la cabeza a los pies. La lengua entró y salió para parar de golpe, arrancándole un gimoteo de anhelo. Un gimoteo de anhelo porque aquello siguiera hasta el infinito y mucho más. Susana humedeció sus dedos, abriéndose paso con uno de ellos entre los labios que lo recibieron dándole la bienvenida. Comenzó a follarla, metiéndolos y sacándolos ayudada por la humedad de su amiga. Una y otra vez y tomando cada vez un ritmo superior. Con la boca agarró el botoncillo que en ese momento se encontraba en aparente reposo. Sin embargo pronto se quejó como no podía ser de otro modo. La hermosa Elena flipaba, sollozando por el ataque en tromba de aquella boca voraz.

¿Qué tal vas? –preguntó la otra devorando el clítoris como desesperada.

Bien cariño, bien… más rápido, sigue más rápido sííííí.

¡Oh dios, oh dios mío… cuánto placer siento… creo que me voy a ir…

El roce veloz de la lengua en el interior de la vagina producía un sonido inconfundible y que a Susana la incitaba a continuar. Chupaba fuera de control, tan fuera de control como su pareja lo estaba, se encontraban en esos instantes en que ya es imposible detenerse. La joven se revolvía sobresaltada, agarrándose al pelo de la otra para al momento hacerlo en la sábana donde clavaba los dedos dejándolos resbalar.

¡Me viene… dios me viene otra vez… me corroooooo mi amor! –anunció en un grito desgarrador con el que desplomarse sobre la cama, testigo mudo de tan espléndido momento.

Permitió que se relajara adecuadamente, acariciándola con suaves movimientos de las manos. Corrió por las piernas, por los costados, por los pechitos que evidenciaban poco a poco el período de descanso en que iban cayendo. Elena lanzó una risa tonta al sentir cómo su amante ascendía por su cuerpo, quedando finalmente montada sobre ella. Se besaron de forma apasionada pero al mismo tiempo con dulzura y suavidad. Se amaban, sabían lo que la una quería de la otra y estaban dispuestas a darlo todo. La besó en el canalillo del pecho provocándole un gemido excitado. Todavía no se encontraba serena del todo así que cualquier nueva caricia podía hacer saltar la espita de su deseo. Ella también la acarició buscando agradecerle el estado de sopor en que se mantenía. Un nuevo beso juntando las lenguas, vivarachas y húmedas. Susana la retaba con sus actitudes perversas. Aún quedaba tiempo para jugar…

Separándose la hizo volver boca abajo quedando tumbada y con una de las piernas doblada. Con la mano tanteó entre sus piernas, provocando de nuevo que se alertara. La acarició, pasando la palma por la entrepierna mientras la besaba en el trasero. Las dos gatitas jadeaban con la pasión cubriéndoles una vez más el rostro.

Ufff, eres tremenda cariño… nunca tienes bastante…

Contigo nunca tengo bastante, ya lo sabes. Es algo superior a mí.

Lo sé, a mí me pasa lo mismo. Me vuelve loca que me hagas cositas…

La morena no contestó, detrás de ella como estaba y dueña por completo de su culillo tentador. La tocaba, manoseándola con insolencia al tiempo que le besaba la curvatura de la espalda.

Te deseo nena, te deseo… nunca tengo bastante, me pones a cien.

Sí, sí… hazme el amor, no me hagas esperar más.

Le echó saliva sobre el agujero trasero como antes había hecho ella. Respirando ligeramente se entretuvo con los dedos, moviéndolos con calma. Abriendo la boca sacó la lengua para meterla entre los cachetes, empezando a acariciarla muy despacio. Susana repartió las babas caídas, llevándolas igualmente al coño que rozó con diligencia. Notaba el sexo mojarse y sonrió con malicia. De nuevo la tenía a su merced; por su mente ya corrían nuevas ideas a desarrollar. Suspirando, la otra se removió dejando que la acariciara mejor. Comenzó a pasarle la lengua, escuchando su respiración desbocada. En silencio y sin pronunciar palabra, se movía con rapidez hasta que un gemido fuerte la hizo detenerse.

No pares… no pares por favor –le pidió girando la cabeza al tratar de encontrar su mirada.

Tranquila, no pienso hacerlo –respondió apoyándole la mano en la espalda hasta hacerla tumbar totalmente.

Quería penetrarle el culo, era una idea que llevaba rato rondándole la cabeza. Pero aún debía trabajarla más para tenerla dispuesta a semejante sacrificio. Se lo tomó con parsimonia, tenía todo el tiempo del mundo. Se puso a lamerle el agujerillo sintiéndola respingar. Ciertamente Elena era muy sensible a cualquier caricia que le dieran. Y más lo era en esa zona tan estrecha y delicada. La lengua la rozó esparciendo por encima el calor de la saliva.

Cabrona, cabrona… ¿quieres follarme el culito verdad?

Me encantaría –fue la única respuesta que obtuvo mientras el apéndice continuaba su labor.

Chupaba el ano al tiempo que con el dedo pulgar le masturbaba la vulva. Moviendo la boca en círculos, la humedecía consiguiendo de ese modo calentarla más. La muchacha se mantenía sumisa, gozando el roce travieso de la lengüecilla. Aguantó la respiración, sintiendo el cuerpo temblarle y no pudo hacer otra cosa que morderse el labio con violencia. Susana le introdujo dos dedos en el coñito iniciando un tímido vaivén.

Cómemelo… cómeme el culito… me gusta que lo hagas.

La morena la lamió, empujando con la lengua y removiendo los dedos con habilidad. La estaba poniendo… la estaba poniendo cardíaca de nuevo. ¡Menuda puta! –pensó agarrándose al gran almohadón que descansaba frente a ella.

Chúpame vamos… ponme cachonda…

Volvió a escupirle está vez una buena cantidad de babas que notó correrle entre las nalgas. La comía una y otra vez, rozándola con vicio, masturbándola con maestría. Gozaba, imprecaba, clamaba por un placer que la enloquecía. Se ahogaba en aquel culillo tan bello y levantado, un culo bello y prieto, belleza sin igual: Lamiéndolo sin descanso como el mejor manjar del que podía disfrutar. La nena miraba hacia atrás, cerrando los ojos con cada roce de lengua.

La abandonó dejándola con la mirada perdida y los ojos en blanco. Susana se dirigió a la mesilla, sacando del cajón de la misma los juguetes que tan bien conocían. Un arnés con consolador de látex, de buen tamaño y en color negro brillante y un conjunto de bolas chinas formado por cuatro bolillas que pronto las harían gozar.

¿Qué vas a hacerme?

Ya lo verás, ¿acaso no lo sabes?

Ummm, puedo tener una pequeña idea… -dijo mostrando su carilla de niña mala que tanto excitaba a la otra.

Dime, ¿qué prefieres?

Empecemos con las bolas –respondió tumbada en la cama al tiempo que se acariciaba el conejito con los dedos.

Perfecta elección –exclamó echándose junto a ella.

Ponte de espaldas cariño –pidió ayudándola a poner con el culo en pompa.

¡Qué hermoso culo tenía! Un culo bien parado y de carnes prietas y firmes. Suave al tacto y que ahora se mostraba elevado y listo para lo que quisiera hacerle. Siempre le habían atraído los culos y con Elena no fue distinto. Desde la primera sesión de fotos que compartieron, le llamó la atención nada más verlo. Respingón, redondito y salido.

Elena contenía la respiración, sin moverse y sin decir palabra. Seguramente esperaba el primero de sus pasos. Volvió a las andadas lanzándole saliva en el agujero a dilatar. Gimió la muchacha ante el calor corriéndole la piel. Hundiendo la cara, empezó a lamerla pasándole la lengua y consiguiendo que la tensión se apoderara una vez más de ella. Para hacer mayor el deseo de su amiga, Susana acompañó los lametones con lentos movimientos de los dedos sobre el clítoris. La pelirroja agradeció la doble caricia con las primeras muestras de satisfacción.

Sí acaríciame… acaríciame toda nena…

Su amiga lo hizo prestando igual atención a un agujero que a otro. La presión fue acrecentándose con cada uno de los roces. Trató de empujar un poco más la lengua en el estrecho canal, arrancando de su amiga un gritito de sorpresa. Deseaba que lo hiciera, deseaba darle su culillo y que la sodomizara como ya había hecho en otras ocasiones. Realmente sabía cómo acariciarla para que se abriera y que la penetración fuera de lo más agradable. El avance continuó, rodeando el esfínter al esparcir la humedad por encima de toda la zona. Elena gemía, tirando el culo hacia atrás como si quisiera hacer más profunda la fricción.

Cómemelo… cómemelo así, me pones cachonda.

Tienes un culito muy travieso…

Tú sí que eres traviesa cabrona, vamos continúa –dijo sintiéndose cada vez más alterada.

La propia Elena llevó sus dedos al estrecho agujero iniciando una suave masturbación. Su compañera la veía hacer, al mismo tiempo que le hacía lo propio entre las piernas pasándole la palma de la mano por los labios vaginales. Estos se abrían a la caricia, notándose más que mojados. Una vez se notó excitada, comenzó a rozar suavemente el ano por la parte de afuera. Lo masajeaba haciendo pequeños desplazamientos en forma de círculo. Poco a poco, la joven de cobrizos cabellos fue relajándose al tiempo que le crecía el placer con el estímulo del ano. Reprimía la excitación que aquello le producía, apretando con fuerza los labios para no dar a conocer su estado. Relevándola en su labor, Susana escupió de nuevo sobre la sensibilidad femenina. Repasó el agujerillo con la cálida lengua para provocar el estímulo necesario en su presa.

Así, así… despacio… qué gusto siento.

La lengua se impulsó nuevamente, presionando la puerta que aún se mantenía cerrada y difícil de traspasar. Cerró los ojos al advertir aquella nueva irrupción, todavía fallida. Sin embargo, aquello no hizo desistir el acoso sobre el muro a derribar. La joven, conocedora de la dificultad de la empresa, continuó chupando y lamiendo tratando de terminar con los obstáculos que se presentaban. Había que tomarlo con calma, cualquier paso en falso y podía irse todo al garete acabando con la excitación de la muchacha.

La puso a cuatro patas y empezó a empujar pero no se abría. La entrada era muy pequeña y no daba muestras de dilatación. Fue entonces cuando tomó el frasco de vaselina para ayudar a lubricarla. Con los dedos cubiertos de lubricante, los fue pasando por el agujerillo a horadar. Esto permitió ahora sí la cómoda penetración, entrando dos dedos con facilidad pasmosa. Meneándolos mínimamente, la fricción se inició follándola con los quejidos que la chica empezaba a emitir.

Una vez abierta, cogió más vaselina buscando una mayor penetración. La obligó a abrir más las piernas y aprovechó para presionar y enchufarle buena parte de los dedos, más de la mitad. Elena rezongó pero se mantuvo quieta, relajada como por ensalmo. Susana introdujo los dedos hasta el final, hasta donde le fue posible llegar. Seguidamente, sus manos magrearon la seductora desnudez de aquellas ancas duras y excitantes de potrilla joven. Las dos estaban cachondas, cachondas y muertas de deseo la una por la otra. La folló unos segundos, hundiendo los dedos al gozar la respuesta de la muchacha. Era una chica muy obediente así que empezó ella también a remover el culito permitiendo la sodomía. Su rostro descompuesto y sudoroso era de lo más hermoso que Susana podía haber imaginado.

Bien, pequeña putilla… creo que ya estás lista -exclamó dándole un fuerte manotazo en la nalga con el que la hizo gritar de forma desgarrada.

Volvió a pasarle la lengua por el oscuro agujero, listo ya para el siguiente juego. La hundió mínimamente notándolo mojado y bien dispuesto.

¿Te gusta este juguete? –preguntó con voz ronca sin poder ocultar su desazón.

Me gusta sí… me gusta, vamos dámelo… lo deseo.

¿Te gustan las bolas? –preguntó nuevamente sonriendo y haciéndola impacientarse por una caricia que nunca llegaba.

Sí, sé que te gustan las bolas en el interior de tu culillo. Eres una chica muy mala.

Ten chúpalas cariño, enseguida las tendrás dentro.

Las agarró entre sus labios, comenzando a chuparlas y lamerlas con auténtica devoción y pasando de una a la otra en su completa demencia. La morena se deshacía viéndola así de puta. El juego de las bolas sabía que era uno de los favoritos de la joven. Aquella lucha entre ofrecérselas y arrebatárselas era de lo más pérfido pero le encantaba hacérselo sufrir. Elena las buscaba elevando el torso hasta alcanzarlas, para después meterlas en la boca el breve instante que la otra le permitía. Aquello la hacía desearlo más.

Susana no quiso hacerla sufrir más y colocada sobre el canal a trabajar, jugó golpeando la entrada con una de las bolas.

Dime mi amor, ¿las quieres? ¿quieres sentirlas ya dentro de ti? Seguro que te lo hacen pasar muy bien –la muchacha gozaba con el sufrimiento de su amiga, viéndola berrear con desesperación.

Al fin tomó la primera de las bolas y apoyándola en el umbral trasero, la fue empujando muy poco a poco hasta lograr que el esfínter se abriera, dejando paso al plateado objeto hacia el interior. Desapareció de su vista quedando perfectamente inserto. Era el turno de la segunda y a ello se aplicó repitiendo la misma operación anterior. El ano estaba bien dilatado de forma que la segunda bola entró con gran facilidad, escuchándose a la mujer aullar como una loba. Ninguna sensación era comparable a aquello, lo que aquellas divinas bolas hacían sentir a una no tenía relación con ningún otro placer imaginable. La tercera bola siguió el mismo camino acogiéndola la chiquilla con un largo gemido y apretando los ojos para resistir el dulce suplicio.

Vamos nena, ya solo falta la última… ya casi está… -declaró teniendo la cuerda cogida entre sus dedos.

Rodeando el agujero con las yemas de los dedos, haciendo pequeños circulillos sobre el mismo, se trataba de meter la última bola cosa que intentó como había hecho con la primera. La apoyó suavemente, comenzando con ligeras presiones para alcanzar la ansiada penetración. Sin embargo, costó algo más pues el juego era demasiado incluso para una muchacha ya acostumbrada como era Elena.

Dios, qué gusto me das… es fantástico… no hay nada como esto –aseguró tensa como se encontraba.

Había que relajarla para que aceptara el avance de la última de las bolas. Susana acarició las nalgas, besándolas después con infinito amor. La guapa muchacha jadeó y casi sin darse cuenta ya tuvo la cuarta bola quedando totalmente llena de aquella perturbadora presencia. Las dos rieron, cómplices de aquel juego tan espléndido y erótico.

Eres una brujilla, ya me lo has vuelto a hacer –gimoteó sonriendo feliz y dichosa.

Con los dedos ayudó a introducirle la bola que parecía querer salirse. Aún no era el momento de eso, había que trabajar convenientemente el estrecho orificio así que se puso a pegar sutiles tirones de la cuerda pero sin terminar de sacarla. La sensación entre las paredes del ano era letal o al menos así se lo pareció a la joven. Elena rabiaba de gusto y emoción por aquellas estupendas bolillas que podían hacerla disfrutar de aquel modo tan atroz. Además la otra amplió la tortura, acariciándola el sexo con lentos movimientos de los dedos que rápidamente fueron ganando en velocidad. La doble ración de caricias fue demasiado fuerte para ella. Los gritos y chillidos fueron uno, llenando la habitación del resultado de aquel exquisito encuentro sexual. Notó que se corría con los dedos masturbándole el clítoris mientras la estimulación crecía al tirar del anillo, precipitando que las bolas fueran saliendo de su ano una a una y haciendo un ruido parecido a cuando se abre una botella.

Sí, sí maldita… me vengo, me vengo… qué gustoooooo…

Sí córrete, vamos córrete como una perra. ¡Me encanta este juguete! –gritó conmocionada por la imagen de su amiga estremecida por un placer que parecía no llegar nunca a su fin.

La nenita lloraba, jadeaba de forma acelerada, se retorcía pidiendo más y más, levantando las caderas para volver a caer sobre la cama, ofreciendo los brazos para que la tomara y la hiciera calmar. La tibieza formaba parte de su cuerpo, apoderándose de cada uno de sus miembros y provocándole una inquietud mayor. Alargaba y encogía las piernas de forma instintiva, sin control alguno sobre ellas. Se movía agitada entre las sábanas. La expresión de su rostro cansado era de lascivia corriéndole por todo él, las mejillas encendidas y los labios trémulos y brillantes. Para tranquilizarse pensó en acariciarse los muslos, resbalando los dedos por el vientre. Descubrió los últimos flujos de su pecado y sin poner remedio llevó los dedos entre sus piernas, masturbándose para caer en un nuevo clímax prolongado y generoso en placeres. Su sexo ardía rezumando jugos sin descanso, convirtiéndose la entrepierna en un nuevo manantial, en un río de flujos descontrolados.

A su lado, Susana reposaba sobre la cama acariciándose tan pronto un pecho como su clítoris, excitada por la escena salvaje de los dos orgasmos vividos por su compañera. También ella acabó corriéndose entre gritos y lamentos, tan cachonda se había puesto…

Poco después, estaban besándose, abrazadas la una a la otra, enredando las lenguas como dos serpientes traviesas en la boquita de la pelirroja. Elena le besaba los pechos, haciéndose con el dominio y el control de la situación. No le duró mucho aquello pues de nuevo la fuerza de la otra fue superior a la suya. La dejó estirada al tiempo que se hacía con el temible arnés. La muchacha cerró los ojos no queriendo imaginar lo que se le venía encima. Al abrirlos, descubrió a su amante ya con el arnés atado perfectamente a la cintura. El pene de goma se veía negro y brillante frente a ella.

Ponte a cuatro patas –recomendó cogiéndola del brazo y ayudándola a girarse.

Quedó con las manos apoyadas en el cabecero de la cama y las rodillas firmes sobre el lecho. El culo tan levantado como antes era un reclamo a la lujuria.

¿Quieres que te folle? –preguntó en un susurro.

Claro que sí, ¿qué pregunta tonta es esa? –respondió levemente vuelta la cabeza hacia atrás.

Lo tengo irritado pero me muero por tenerte detrás –dijo mordiéndose la uña del dedo con sensación de puterío.

Bien, así me gusta… que lo desees tanto como yo –la otra se humedeció los labios para soportar su agitación.

No hablaron nuevamente, dedicándose a chupar el agujero ya bien abierto por el tratamiento anterior. Una vez más las caricias y los roces para facilitar la dilatación que permitiera el coito. La vaselina para contribuir a que se abriera mucho más si cabe. Se las veía nerviosas, respirando entrecortadamente y sin saber muy bien cómo seguir.

Situándose oportunamente, la agarró del costado. Con la otra mano arrimó la cabeza del consolador como si de un verdadero pene se tratase. Empezó a forzar el anillo anal. Elena aguantó el aliento, suspirando fuertemente al sentir sus carnes abrirse al horrible usurpador. El falso miembro empujaba horadándola y dejando paso a la cabeza. El cuerpo le temblaba, manteniéndose inmóvil y gruñendo con cada nuevo golpe. Sentía dolor pero excitación al tiempo. La audacia aumentó con la locura de la muchacha.

Continúa, continúa… sigue empujando…

Jadeaba de los nervios que la situación le producía. Notaba aquello grueso y un poco frío avanzar con golpes lentos y seguros entre sus nalgas. Un placer indescriptible la embargaba por completo con el desgarrar de las paredes. Un dolor profundo se creó en su trasero bajo el empuje constante de aquel grueso y largo dildo. Centímetro a centímetro lo notó entrar sin pedir permiso, posicionándose dentro de ella.

Susana quedó quieta con más de la mitad del consolador en el interior de su amiga. Centrada en complacerla, dirigió los dedos entre las piernas para encontrar el sexo de labios hinchados. Sabía que aquello la ayudaría a soportar el dolor que pudiera sentir bajo el poderío de tan colosal invitado. Se admiró al observar el rostro de su amante y comprobar el agudo placer que padecía. Disfrutaba viendo a la joven satisfecha, el placer de ella era el suyo. Las facciones se contraían por el deseo de continuar.

Ella también se encontraba excitada gracias al roce que el aparato le provocaba. El movimiento lento le friccionaba el sexo sin reparos. Eso hacía que sus gemidos se mezclaran con los de la otra chica. Diciéndole palabras dulces la animaba a seguir mientras por debajo la masturbaba con dedicación absoluta. La muchacha de cabellos cortos sollozaba por la delicadeza con que la trabajaba. Finalmente y con un golpe seco de riñones se impulsó quedando totalmente clavada en el interior. Elena gimió ahogadamente, arqueando el cuerpo con la fuerza de la otra al tomarla de la barbilla. Tiró la cabeza atrás dejándose besar y notar la respiración disparada junto a su oreja.

¿Te duele cariño?

Cada vez menos… continúa no pares –accedió a los besos cargados de pasión que le entregaba.

Comenzó a moverse, iniciando la lenta sodomía que llevaban tanto tiempo esperando. Las paredes se acomodaban poco a poco al suave empuje. El agudo placer le llenaba todo el cuerpo, corriéndole un rápido latigazo eléctrico que la hizo estremecer. Haciéndola doblar la pierna empezó el punzante suplicio, favorecido por la mejor posición.

Fóllame, fóllame con fuerza como si fueras un hombre.

Pero evidentemente no lo era, lo que lo hacía más vibrante. El que fuera su amiga quien la sodomizara hacía aquel instante aún mucho más morboso y el disfrute mucho mayor. La follaba teniéndola firmemente cogida del hombro. El miembro de goma se desplazaba en el interior de su ano, entrándole hasta el final para volver a salir dándole una mínima tregua. La joven aprovechaba esto para coger fuerzas en espera de la nueva penetración. Y entonces sobrevenía el nuevo enlace y los nuevos lamentos. Se movieron con fuerza e interés, la muchacha echando el culo atrás y la otra enchufándola con deseo tremendo.

Deprisa, deprisa… dame con fuerza, con fuerza…

Sí, sí mi amor… me gusta follarte de esta manera.

Mmmmmm, qué gusto tan intenso.

Al fin se corrieron, explotando en el último de los orgasmos y cayendo Susana sobre la espalda de su amiga. Besó su espalda colaborando en el relax. Cogida a sus costados sentía apaciguarse la fatiga. La joven bufaba por tan encantador momento. Los ojos idos tras el placer gozado.

Ufff cariño, ha sido fantástico… tan bueno como siempre.

Déjame que te bese –requirió haciéndola ladear la cabeza para tomar la boca fresca de la otra.

Salió de ella con el sonido inconfundible de la separación. Elena se quejó mínimamente sintiéndose ahora mucho más libre. Entre besos y caricias apenas perceptibles, el sueño se apoderó de ellas haciéndolas caer derrotadas pero con un gesto de profundo placer en sus rostros.

La estancia quedó en total silencio, iluminada sutilmente por la poca luz que la lámpara de la esquina daba. Fuera no se oía nada, ya era de madrugada y estaría todo el mundo durmiendo. Al parecer nadie había advertido la tumultuosa sesión de sexo de la que las muchachas habían gozado. Mejor así.

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