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Conociendo a Pedro (2)

en Interracial

Conociendo a Pedro (2)

 

Segunda parte de la visita de la madura al centro de masajes en la que los acontecimientos van siguiendo su curso natural…

 

 

I was captive on a slave boat rowing through the swamp

they threw me off into the lake of alligators

eyes were glowing in the dark, and fear was in the air

as the beasts were closing in, panic struck my mind

swimming through the mud, yes I was swimming through the mud

and a thousand flamingos led my way,

riding to the feast for I was gonna meet my doom.

 

Tonight a demon came into my head and tried to choke me in my sleep

tonight a demon came into my head and tried to choke me in my sleep.

 

I thought it was a feast of friends but lord they proved me wrong

what seemed to be my rescue turned out to be a trap

suddenly I was alone inside the demon’s house

he climbed the walls with blood and murder glowing through his eyes

and I couldn’t escape and every move I made was wrong.

 

Tonight a demon came into my head and tried to choke me in my sleep

tonight a demon came into my head and tried to choke me in my sleep…

 

The siren, GRAVEYARD

 

 

¿Desea alguna otra cosa la señora?

¿Alguna otra cosa? –preguntó haciéndose falsamente la tonta.

Sí ya sabe, algo mucho más relajante. A Clara le encanta acabar con algo mucho más intenso –dijo llevando la mano entre las piernas de la mujer.

¿Así que a eso se refería? Sabía bien lo que le ofrecía y que esas cosas ocurrían en lugares como aquel, pero no esperaba ser ella a quien le pasara aunque se hallara ansiosa por ello.

Aquella pregunta que en otro momento le hubiese molestado, supuso en ese instante la tecla con que activar la excitación de la mujer. Pedro lo había preguntado de un modo tan exquisito, sin mostrar apremio ni aparente interés que a Rocío la animó a probar. La había puesto cachonda perdida, deseándolo con locura. Sabía bien a lo que se refería, no era una niña ni una mojigata como para llevarse las manos a la cabeza. El muchacho era hermoso y bien formado y por qué no pasar un buen rato con él. Ahora comprendía perfectamente las palabras y risas de Clara y de la chica de recepción. Sin decir nada aunque con un gesto de la mirada, el hombre supo lo que la bella mujer quería.

Me pones cariño –dijo mostrándole total confianza.

¿Sí, qué le pone? Cuénteme…

Me pone… tu cuerpo musculado, tu saber estar, tu aparente tranquilidad…

Bien, a mí me pone su cuerpo maduro, su boca jugosa y necesitada de besos.

Rocío gimió sin poder aguantar aquellas palabras. La excitaban, la excitaba sentirse deseada por su acompañante. Dejó que la besara con suavidad, posando los labios en los suyos mientras las manos caían sobre sus muslos acariciándolos muy lentamente.

Bésame muchacho… bé… same…

Notó su vagina humedecerse bajo el calor de aquel beso. El deseo la envolvía por completo, el deseo por aquella boca de gruesos labios. La lengua masculina consiguió romper la resistencia de sus labios y así adentrarse en el interior de la boca. La sintió muy ardiente y llena de saliva, mezclada junto a la suya. Empezó a gemir dejándose besar y tocar por aquellos dedos que la devoraban de arriba abajo. Tan pronto en las piernas como en el vientre o en los pechos, ninguna parte de su cuerpo quedó sin sobar. Un estremecimiento se apoderó de ella mientras la humedad crecía entre sus piernas hechas ya manantial. Se había corrido como una jovencita, pronto había sucumbido a los encantos del muchacho que tenía allí a su lado, amándola, acariciándola, besándola una y otra vez.

Notando las manos muy cerca de su sexo pero sin tomarlo, tembló entera del placer que sentía. Se moría porque la rozara, por notar aquellos dedos encima de su rajilla y luego entrando y saliendo hasta hacerla correr de nuevo. Sin embargo, Pedro parecía querer hacerla sufrir pues nada de eso hacía. La vagina no paraba de producir jugos, cayendo los mismos sobre la piel de la camilla. El apuesto masajista volvió a hacerse con su boca besándola hasta dejarla sin aliento. Luego jugaron con las lenguas, entrando y saliendo de las bocas, envueltas en un juego de lo más agradable y excitante. Rocío gimió nuevamente, uniéndose su gemido a la cálida respiración del hombre. Separando las caras levemente, ambos se miraron con deseo inconfesado por el otro.

Él observó las tetas, palpitantes por el nerviosismo que la poseía. Aquellas tetas resultaban enormes y de lo más apetitosas para saborearlas y comerlas. Y la mujer se encontraba a su merced y con los ojos cerrados como esperando que tomara la iniciativa. Estuvo unos segundos empapándose con la belleza femenina, recorriendo de abajo arriba la sensual figura de la mujer. El cuerpo lleno de aceite, brillando bajo la débil luz de la habitación. Especial interés prestó a los oscuros pezones que parecían dispuestos a todo. La entrepierna del hombre respondió ante la imagen turbadora. Se lamió los labios con fruición. La música suave de fondo era de lo más relajante y propicia para lo que se avecinaba.

Al fin acercó los labios al pecho llenándolo de lentas lamidas y besos. Succionó el pezón sintiéndolo crecer inexorablemente bajo sus labios. Ella gimió de forma más rotunda, gozando la caricia de aquella lengua sobre tan sensible zona de su anatomía. Tomó la cabeza masculina por detrás de la nuca, apretándolo más a ella para animarle a seguir. El seno aparecía rotundo pero tierno bajo sus labios. Yendo más allá, mordisqueó ligeramente el pezón tirando del mismo y aquello hizo que la madura emitiera un grito de puro placer.

¡Sí muchacho así… chúpalo, lo tengo muy sensible!

Lo chupó, lamiéndolo con descaro, pasando la lengua por encima para humedecerlo por entero. El pezón se veía receptivo al máximo y a ello se entregó chupándolo como un bebé entre los jadeos y lamentos que ella lanzaba. Lo mordisqueó una vez más y aquello gustaba a la mujer pues con sus palabras así lo demostraba. Le gustaba aquella mezcla de dolor y placer, aquel rozar de los dientes por encima del pezón ya bien erguido. Se percibía durísimo y grueso gracias al tratamiento maligno y continuo. Lo mismo ocurrió con el otro pezón llevando a la mujer a un estado cercano al éxtasis. Mientras y con las manos, Pedro se entretuvo masajeando y dando placer al cuerpo que se le ofrecía.

Con las piernas algo entreabiertas, el coño se veía expuesto a la mirada penetrante del hombre. El pubis húmedo y abierto era toda una invitación a la locura. Por su parte, el volumen varonil también respondía a los estímulos que se le presentaban. Rocío notó las manos arrimarse peligrosamente a su entrepierna. Se le veía tan excitado como ella lo estaba. Los líquidos femeninos caían descontrolados, mojándola entre las piernas sin remedio. El bulto masculino aumentaba y aumentaba de tamaño haciéndose incontrolable para la prenda que lo cubría.

La madura, tan cachonda como estaba, se abrió ofreciéndose ahora sí enteramente al muchacho. Aquel silencio se hacía eterno, necesitaba una caricia que la apaciguara. La mano ascendió tranquila por el muslo hasta alcanzar las proximidades de su sexo. Tanto ascendió que por fin rozó levemente la flor tan deseada. Acarició toda la zona arrancándole un largo gemido satisfecho. Ella reclamó mayor atención, abriendo todo lo posible las piernas dobladas. Pedro pasó los dedos entre los pelillos del pubis, provocando en ella pequeños aullidos que la hicieron pedir más.

Más, más… acaríciame cariño, acaríciamelo entero…

Abriendo los labios entró en ella con tres de sus dedos. Quedó con los ojos en blanco, creyendo no poder aguantar tanto placer. Los dedos se movieron con rapidez en su interior, tan mojada estaba que la follada se hizo rápida y profunda. El movimiento adelante y atrás provocó que el sonido bien conocido se hiciera perceptible, ayudando en la excitación de ambos. Salió de la mujer buscando el clítoris con los dedos empapados. Lo acarició con sumo cuidado, masturbándola muy lentamente para poco a poco ir avanzando al sentir la respuesta del pequeño botón. El clítoris se encabritó con el roce recibido. Era tan bello y delicado…

Sigue muchacho, así muy bien… qué cachonda me estás poniendo.

¿Le gusta señora? –preguntó moviendo los dedos por encima del botoncillo encendido.

Me gusta sí, claro que me gusta maldito. ¡Y no me hables de usted, ¿quieres?!

El roce se hizo reiterativo y tenaz, masturbándola sin descanso, metiéndole dos dedos mientras con el otro acariciaba el órgano más receptivo de la mujer. Rocío se removía encima de la camilla, pataleando y gimiendo de tanto gusto como soportaba. La cosa se acentuó aún más, cuando al masaje de los dedos se unió el de la lengua pasándola por la vulva para humedecerla mucho más de lo que ya lo estaba. La mujer cerró los ojos aguantando el nuevo ataque sobre su sexo, raspándole los labios vaginales hasta conseguir abrirlos para meter la punta de la lengua. La folló con delicadeza moviendo la lengua adentro y afuera hasta hacerla rabiar de gusto. Se acarició el pecho, buscando acercarlo a la boca para chuparlo de forma lasciva. El orgasmo le llegó sin avisar y sin que pudiera frenarlo. Se corrió llevando la mano a la boca para no gritar cosa que logró a medias, tan enloquecida se hallaba.

El rostro de placer de la mujer indicaba la emoción que la embargaba. Le costaba respirar, las piernas una por cada lado, sin control sobre ellas ni sobre el resto del cuerpo. El moreno bebió los jugos femeninos, degustando el sabor amargo que desprendían. Luego subió a su rostro besándola con dulzura para calmar aquel delirio que parecía no acabar nunca.

Puedes gritar todo lo que quieras, tranquila que nadie te oirá. La habitación está insonorizada para la total discreción de los clientes.

Un gran orgasmo había sido aquel, largo e intenso como los que le gustaban y que por desgracia no solían ser habituales. Cayó sobre la camilla, posando suavemente la cabeza en la almohada mientras de su boca no paraban de escapar lamentos y sollozos cada vez más apagados.

Ha sido fantástico, eres realmente bueno muchacho. ¿tienes muchos secretos guardados como este?

Me alegro que te haya gustado. Una mujer tan hermosa no merece menos. –exclamó echándole a un lado los cabellos caídos sobre su rostro cansado y ardiendo en sudor.

Ven cariño bésame… lo necesito –le obligó a besarla cogiéndolo con fuerza del brazo hasta tenerlo a su lado.

Las manos mezcladas en los cabellos del chico, gimoteando agradecida por un placer tan intenso y salvaje. Él la besaba chupándole la lengua y dejándola hundirse hasta el final de su boca, estaba tan loca que no había quien la parara. Pedro devoró las caderas con las manos para después hacerse con las nalgas en las que hundió los dedos, produciendo en ella un nuevo gemido.

Volviéndose boca abajo y apoyada en los brazos, no pudo evitar centrar la mirada en el bulto que se apreciaba bajo el pantalón. Levantando la vista cayó en falta al encontrar los ojos del hombre clavados en los suyos. Era aquella la señal que él tanto esperaba. Los ojos grandes y de un verde intenso pedían ese algo más que el varonil masajista supo comprender con su larga experiencia en mujeres como aquella.

Junto a ella, dejó caer a los pies el pantalón y el bóxer quedando totalmente desnudo ante la guapa madura. Agachándose se deshizo de ambas prendas dejándolas a un lado. Rocío acogió el pene que se le mostraba, metiéndoselo en la boca de forma hambrienta. Lo chupó lentamente, moviendo la cabeza adelante y atrás y con los dedos sobre las duras bolas. Él le tomó la cabeza con la mano, agarrándola hasta dejar la corta melena suelta. Así le parecía mucho más bella, los cabellos sueltos y sedosos la hacían parecer más joven. La mujer pronto se acostumbró al tamaño del pene masculino. El hombre, con la mano sobre la espalda femenina, empezaba a disfrutar el trabajo que su amiga le regalaba. Los primeros gemidos animándola comenzaron a salir de su boca. Ella chupaba y chupaba con los ojos cerrados y metida media polla en la boca. El moreno alargó la mano hacia el trasero femenino, para enseguida doblarse sobre ella comenzando a lamer y chupar las redondas montañas. Así los dos se daban placer, ella comiéndole sin descanso y él jugando con el culo que tanto le ponía. Lamió el agujerillo escuchándola gemir al tiempo que continuaba con la mamada. Sacándola de la boca, Rocío observó la barra de carne que se le ofrecía. Negra muy negra, gruesa muy gruesa, con el glande inflamado y levantado y las venas marcándose a lo largo del tronco. Se humedeció los labios pasando la lengua por encima. También sintió la humedad correrle entre las piernas, cada vez estaba más caliente y dispuesta a todo. Deseaba entregarse al chico, que la follara y la amara hasta dejarla agotada y feliz.

Le sonrió con cara de mala, cuando llegaba a ese punto se convertía en una leona sin control sobre sí misma. Haciéndolo caer a su lado, metió la lengua en el oído del chico, lamiéndolo de forma lasciva y llenándolo de sus babas. Eso le excitó sobremanera, no esperaba aquello de la mujer. La enloquecida madura fue más allá, mordiendo levemente la oreja del guapo masajista hasta provocar en él un torbellino de sensaciones.

¿Te gusta esto eh? –preguntó antes de meterle ahora la lengua en la boca alcanzándole el paladar.

Estuvo unos cortos instantes así, introduciendo y sacando la lengua de la boca del hombre, dándosela para juntarla a la de él. Mientras lo hacía, la mano le acariciaba el pecho reconociéndolo en todo su esplendor. La fue deslizando en pequeños círculos, arañándole con las uñas y llamándole para que la besara. El muchacho disfrutaba el morbo que aquella mujer desprendía. Con los ojos brillantes y los castaños cabellos cayéndole por encima de los hombros, se la veía hermosa y llena de pasión. Se besaron mezclando las lenguas entre ahogados gemidos. Separándose de él, descendió con los labios por el pecho y el vientre, jugueteando con el interior del muslo y pasando de largo del miembro que tanto la atraía. Al fin acercó la boca, comenzando a darle besitos por encima del largo instrumento que respondió elevándose aún más. Aquella boca lo ponía loco y sabía cómo llevarlo a un placer intenso. Le miraba con cara de viciosa, sonriéndole cada vez que le pasaba la lengua humedeciendo su sexo. Cuanto más la miraba más le gustaba aquella madura tan lasciva y maliciosa. Le dio un ligero lametón haciendo estremecer al guapo hombretón.

Cogiéndole la oscura polla con la mano, le chupó mirándole en todo momento, provocándole con sus miradas llenas de morbo y saber hacer. Se amorraba al sexo masculino, lamiéndolo y succionando de forma hambrienta. Le gustaba jugar con la lengua, pasándola por encima del tronco que se veía cada vez más grande y duro. Le apetecía hacerle una buena limpieza de bajos, se lo merecía por lo considerado que había sido con ella. Enfrentó aquel miembro enorme, curvado y apuntando orgulloso hacia arriba. Se le hizo la boca agua imaginando chuparlo de manera lenta y lasciva. ¡¡Menudo pedazo mango gastaba!!

Le comió los testículos, envolviéndolos con los labios para chuparlos con fruición, enloqueciendo al notarlos tan duros y cargados. Al mismo tiempo, le masturbaba moviendo los dedos arriba y abajo a lo largo del pene. Con gesto satisfecho, observó escapar las primeras gotas del glande. Con la lengua las recogió, degustándolas, relamiéndose con el sabor del líquido masculino. Le pareció rico y sabroso, no veía el momento en que le entregara todo lo que guardaba. Envolviéndolo con los labios, succionó centrándose en ello al ver como temblaba y pedía más.

A la mujer le gustaba aquello, mamar una buena polla era una de sus aficiones favoritas, entregándose a ello siempre que podía. Aquel hombre era hermoso y necesitaba de sus mejores caricias. Experta como lo era se dedicó a ello tragando y chupando con interés malsano. La lengua se removía inquieta a lo largo del tronco, subiendo y bajando por el mismo para humedecerlo convenientemente.

El hombre disfrutaba el contacto de aquella lengua y aquella boca, haciéndole diabluras sin parar. Aquellas mujeres eran las mejores, dándolo todo sin pedir nada a cambio, solo gozar de un buen rato de vicio y perversión. Desde su posición tenía una visión perfecta del rostro de la mujer, abriendo y cerrando los ojos cada vez que se metía la inflamada cabeza en su boquita. Menuda mamona estaba hecha y qué bien lo hacía. No deseaba otra cosa que no fuera que siguiera y siguiera.

Le gustaban las mujeres fogosas y para eso las maduras eran las mejores. Nada como una buena madura que supiera lo que quería. Rocío era una de esas, como lo era su amiga Clara a la que se beneficiaba cada vez que visitaba el centro. Las dos mujeres eran distintas. Clara era una putita encantadora mientras que Rocío era otra cosa, tenía clase y elegancia en cada uno de sus movimientos, una de esas féminas a las que apetece amar con cariño y dedicación.

Ella se masturbaba con los dedos propinándose el placer que su cuerpo pedía. Mientras tanto, chupaba aquella morcilla con apetito insano, destrozándola hasta sacarle todo el jugo que pudiera guardar. Tenía hambre atrasada y no quería dejar pasar el placer de saborear aquella barra de carne tan apetitosa y viril. Con los ojos cerrados y tirando los cabellos hacia atrás, mantenía un buen ritmo mamando tan pronto de forma lenta como mucho más rápido después. Lo metía y sacaba de la boca, ensalivándolo entero para acabar adorándolo en toda su solidez granítica. El muchacho la vio atragantarse, teniendo que expulsar el miembro para evitar las arcadas que le daban. Cuando notó que se corría, no se apartó sino que se mostró con la boca abierta y la lengua fuera esperando la corrida del hombre.

Pedro explotó dándole a probar el primero de sus disparos, seguido de un segundo igual de abundante y viscoso. La leche le cayó por la cara, obligándola a cerrar los ojos con premura. La notó por el rostro, cubriéndole la frente, el pómulo y la barbilla. Cuando creyó acabar todo, abrió los ojos tímidamente viendo los últimos goterones caer corriéndole entre las tetas. El moreno gruñía su placer, estremecido al disfrutar el orgasmo que le había sacado. Rocío se frotaba la leche por encima, esparciéndola al mover las manos sobre su piel húmeda de jugos. También ella se había corrido, acompañando el orgasmo del guapo masajista. Pedro quedó junto a ella, resoplando y jadeante aún.

¿Qué tal? –preguntó la mujer volviendo a su sonrisa morbosa.

Muy bien… tienes vicio pequeña.

Los papeles parecían haber cambiado, siendo ella la profesional y él quien recibía su placer. Aquella mujer era una caja de sorpresas, mostrándose muy distinta a como en realidad era. Si el hombre le gustaba y sabía trabajarla, Rocío podía convertirse en una hembra fogosa y sin límite. Se besaron asegurando ella que había estado muy bien. Alargando la mano, volvió a tocar el sexo del hombre sintiendo un calorcillo subirle por el cuerpo.

¿Quieres más? –preguntó él con un hilillo de voz.

¿Puede ser? –contraatacó la madura con un temblor en su pregunta.

¿Podrás con un segundo? –interrogó mientras movía los dedos por encima del flácido miembro.

Acercándolo a la boca, acarició el pene con un suave lametón que le hizo vibrar. La mujer notaba los pezones duros y su sexo ardiendo. Necesitaba que la amara, entregarse a él y disfrutar del poder de aquel miembro tan enorme. Tras lavarse en el baño, volvieron a las andadas dándose las bocas necesitadas de besos. Aunque ella estaba cachonda perdida, el apuesto moreno necesitaba un rato de recuperación así que aprovecharon para besarse y acariciarse. Se abrazaban con fuerza, corriendo las manos por las espaldas y los miembros receptivos a nuevas caricias. Él le tomaba las caderas, subiendo por los lados para hacerse con el cuello que comió dándole suaves chupetones que la hicieron desearlo más. La mujer, por su parte, tenía el culo entre sus manos apretándolo con lujuria creciente. Le gustaban los culos, era lo que más la excitaba de un hombre y aquel era redondo y prieto. Sin esperar pasó al pene que acarició entre sus dedillos notándolo débil y agradable al tacto.

Túmbate en la camilla –pidió el chico al hacerla separarse un tanto.

¿Otra vez la camilla? –preguntó ella que esperaba otra cosa.

Sin embargo, le hizo caso quedando su bello cuerpo nuevamente estirado y a la vista. Gimoteó divertida al sentir al muchacho subir sobre ella. Quedó encima haciéndole notar su peso. Sentado, ambos podían gozar del roce del otro. Pedro abrió el bote de aceite  y dejó caer una gran cantidad sobre la espalda y el trasero de la mujer. Después hizo lo mismo sobre su pecho y barriga, esparciéndolo con las manos hasta quedar cubierto por completo. Se dejó caer sobre la madura, resbalando de forma lenta y arriba y abajo. La guapa Rocío gimió con la osadía del muchacho. Sentía el peso sobre su cuerpo, deslizándose de forma agradable para producirle un nuevo placer en todo el cuerpo. El aceite facilitaba el movimiento del hombre, excitándolos con el suave vaivén.

Cariño, qué bueno es esto.

¿Te gusta mi amor?

Me encanta… verás que pronto vuelves a estar en forma –rió divertida al pensar en la respuesta del hombre.

Y era verdad, apenas unos minutos más tarde y con aquel lento deslizar, el pene no tardó en responder al estímulo que se le ofrecía. Aquel cuerpo era demasiado deseable como para no volver a excitarse. Echándose sobre ella, le hizo notar su aliento cálido junto al rostro, respirándole su pasión.

Me pones nena… me pones loco… me vuelven loco tu cuerpo y tus curvas.

La mujer sollozó ante las palabras que le dedicaba. El miembro se sentía duro sobre sus nalgas, moviéndose adelante y atrás para un mejor acomodo.

Tú también me pones maldito… no sabes lo perra que me pones…

Ladeando ligeramente la cara, dejó que mezclara los dedos entre los suyos al tiempo que la besaba de forma sensual y apasionada. El joven macho resbalaba, excitándolos con la humedad del aceite. Los dos se encontraban cardíacos, aumentándoles el deseo con cada roce de aquella danza exquisita. El pene le dolía por la presión mientras que ella sentía la vagina mojada a rabiar. Deseaba que la follara, necesitaba su sexo dentro de ella apagando aquel fuego que la consumía.

Te deseo muchacho… te de… seo…

Él entendió el estado en que se encontraba y se dispuso a complacerla. Rocío se estremecía, la tensión que sentía la devoraba. Deseaba que la besara, que la mordiera follándola con desesperación. Pedro se separó, emitiendo ella un profundo lamento de protesta. Lo quería junto a ella pero el chico fue en busca de la necesaria goma. Se la puso con urgencia, cubriendo con el preservativo la dureza que era ya su pene. Inclinándose sobre ella le dio un pequeño mordisco en la nalga con el que le arrancó un tímido suspiro de emoción. Echado encima, la cubrió por entero para besarla en lo alto de la espalda, besándole luego la nuca, el cuello y la diminuta orejilla.

Joder Pedro, qué bueno eres… me tienes cachonda perdida…

La mujer abría la boca disfrutando el empuje del macho. Buscando la entrada de su sexo tras abrirle las piernas, la penetró de forma lenta pero continua. Ella lanzó un grito al sentir el miembro abrirse paso entre las paredes de su vagina. Sentado tras ella, podía probar el pene pegado a sus nalgas. Lo notaba enorme y aterrador. Tumbándose sobre ella cuán largo era la cubrió con su inmensa humanidad. Rocío se sintió pequeña y desprotegida ante aquel fuerte macho. No podía moverse, teniéndolo quieto encima de ella. El pene le entró con facilidad gracias a lo muy mojada que estaba. Las bolas se pegaron a ella, haciéndole sentir todo el sexo en el interior de su coñito.

Ahogó su grito, besándola hasta meterle la lengua en la boca. Quedaron quietos un mínimo instante, iniciando sin más los agradables movimientos de la copula. La mujer aguantaba el poderío de su amante como podía. La penetraba resbalando dentro de ella, primero de forma lenta para poco a poco ir tomando velocidad. Lo empapada de la vagina favorecía el suave balanceo en el interior.

¡Tómala, tómala… ¿te gusta?

¡Oh sí, sí… más fuerte, más fuerte… no… te… paresssss!

Las nalgas se removían con el lento entrar y salir, permitiendo el necesario avance de aquel exquisito miembro. Al muchacho le encantaba el culo redondo y prieto de la madura, aquella mujer tenía varios polvos  y resultaba de lo más excitante para su mente perversa. Cogida con fuerza a la camilla, Rocío no cesaba en sus quejas de placer reclamando mayor empuje por parte del moreno. De su boca no paraban de brotar leves sollozos, cada vez que el miembro la llenaba. El joven macho golpeaba ahora con descaro, hundiéndose hasta el fondo de aquel agujero tan húmedo y carnoso. Los gemidos del uno se combinaban con los de la otra, golpeando las paredes de la habitación con la emoción de aquel placer que les atormentaba.

Te siento… te siento… fóllame fuerte, más fuerte cariño.

Sí nena… me encanta follarte… - exclamó junto a su oído haciéndola retorcerse.

El orgasmo ya la había visitado, cayendo derrotada bajo el empuje del macho. Salió de ella produciendo un sonido parecido al descorche de una botella. Echada en la camilla con las piernas abiertas, la cogió de los muslos hasta dejarlas apoyadas en los hombros. Lo notó entrar, comenzando de nuevo el movimiento de mete y saca que tanto los excitaba. Tomada de la pierna sintió la presión sobre su vulva, abriéndose paso con decisión hasta alcanzar el final. Aquella polla le quemaba, notaba su sexo arder por un placer infinito y que la llevaba a la locura. Le dolía pero gritó con aquella mezcla extraña que la dominaba. Placer y dolor se habían instalado en ella produciéndole sensaciones distintas. Empujó con fuerza, enterrándose poco a poco hasta quedar completamente encajado entre las paredes de la mujer. Rocío gimió débilmente notando la penetración abrirla. Cruzando las piernas, acompañó los rápidos movimientos con que su amante empezaba a hacerla gozar.

¡Me matas maldito… qué bueno eres cabrón… sigue, vamos sigue!

No sabía dónde agarrarse, las acometidas eran tan profundas que creyó que la rompería con su fuerza. Por suerte, el movimiento se hizo lento y pausado ofreciéndole una mínima pausa. Las manos del hombre se apoderaron de sus pechos, masajeándolos con dulzura para luego hacerse con los pezones duros como la piedra. Los apretó entre los dedos, tirando de los mismos entre los grititos que ella emitía. La follada se acentuó, teniéndola cogida tan pronto de las caderas como de los pechos. Se entregó a ella alcanzándole un pezón que succionó con maestría. Lo chupaba y lamía, rodeando la aureola para pasar seguidamente al sensible pezón. Y mientras, la polla continuaba su tortura adentro y afuera y así una y otra vez. Lo cogió del cuello haciendo que la besara, unidos en un beso lleno de cariño y amor. Con las piernas dobladas, la penetración se hacía más fácil llegándole a lo más profundo de su ser. Las manos en la espalda masculina, sintiendo la piel fina y delicada bajo sus dedos. Elevó las piernas permitiendo una mayor entrada en su interior. Rocío se retorcía como una posesa, incapaz de soportar tanto placer. La folló de forma salvaje, golpeándola con los huevos sin darle un momento de respiro. Le daba tan fuerte que se sentía elevada en el aire con cada nuevo golpe. Los ojos en blanco, gimiendo y jadeando como una perra, aquel tío era bueno follándola del modo que hacía mucho que no la follaban.

Salió del coño tomándose un breve respiro. Aquel coño era estrecho así que quería disfrutarlo tanto como pudiera. Girándola de espaldas, la dejó con el culo en pompa en espera de un nuevo ataque. El hombre se quedó embobado mirándolo y ella rió como una tonta deseando una nueva unión. Cogiéndose la polla, se puso a follarla tomada de las caderas. El grueso miembro resbalaba en el territorio ya conocido. Volvieron a jadear y llenar la habitación de palabras perversas y sucias. Ella se movía echando el culo hacia atrás para hacer la penetración más aguda. Reía, sollozaba, gimoteaba y se quejaba con el lento movimiento del hombre, clavándola y desclavándola sin descanso, a cada paso con mayor fuerza e ímpetu. La agarró de la cadera y el hombro tratando de alargar su placer aunque cada vez le costaba más. Las manos cayeron en el muslo y el pelo tirando del mismo entre las quejas de la madura. Dobló la pierna para permitir una mejor entrada. De ese modo, la vulva quedaba a la vista de Pedro que veía la polla enterrarse.

Y el hombre inició un nuevo movimiento diabólico sin parar en ningún momento, todo lo contrario la golpeaba sin descanso como si aquello no fuera a acabar nunca. Teniéndola agarrada de las nalgas, dejaba que se moviera y que fuera ella misma quien se buscara el placer. Luego fue él quien tomando la iniciativa la elevaba en el aire con sus arremetidas de macho joven y viril. Rocío bufaba en su locura, flipando con el incansable polvo que le estaba dando. Realmente valía la pena el haber probado “ese algo más” que Pedro le había ofrecido.

Un nuevo orgasmo se avecinaba, lo supo experta como lo era en las lides amorosas. El rostro congestionado por el placer la hacía ver bella. Nada mejor que una mujer en el momento cercano al éxtasis, su rostro cansado y sudoroso con los cabellos caídos sobre el mismo.

¡Métemela… métemela toda, mi amor!

Elevó el cuerpo quedándole los senos colgando, sintiendo el orgasmo llegarle imparable. Saliendo de la mujer el muchacho se deshizo con rapidez del preservativo, para dejar escapar el orgasmo sobre la nalga derecha de su extenuada compañera que se corrió entre gritos desesperados y gestos de auténtico placer. Jadeando entrecortada, ronroneaba como una gatita al remover el trasero cubierto del semen masculino.

Eres bueno muchacho, realmente bueno –exclamó con dificultad, recuperándose lentamente del polvo disfrutado.

El pecho palpitándole, las piernas temblándole bajo el peso del hombre que se encontraba pegado a ella y con el brazo enlazándola por la cintura. Se besaron inclinando levemente la cabeza y agachándose el moreno sobre ella para saborear sus jugosos labios.

Me gustaría volver a verte, ha estado muy bien. Hacía tiempo que no me corría así.

Ha estado bien sí… A mí también me gustaría verte, ya sabes dónde encontrarme…

Separándose del muchacho, se encaminó a la ducha para cobrarse un refrescante baño. Se sentía agotada, con los músculos tumefactos por un encuentro inesperado pero intenso. Una vez salió de la ducha, Pedro ya había desaparecido. Se vistió con prisa, recogiendo sus cosas y arreglándose con los dedos el cabello revuelto. Los labios inflamados y las mejillas sonrosadas fueron la excusa para la sonrisa cómplice con que la muchacha de la recepción la obsequió. Pagó religiosamente, escapando de allí como alma que lleva el diablo. Volvería, seguro que volvería. Tenía que contarle aquello a Clara -pensó sintiendo un cosquilleo entre las piernas mientras esperaba la llegada de un taxi que la recogiera.

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Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo