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Polvos rápidos (5)

en Sexo con maduras

Polvos rápidos (5)

 

El fortuito encuentro entre la elegante mujer y el joven agradable les llevó a disfrutar de un buen momento de solaz en la intimidad del despacho de la primera…

 

 

Spanish Johnny drove in from the underworld last night

with bruised arms and broken rhythm

in a beat up old Buick but dressed just like dynamite.

He tried sellin’ his heart to the hard girls over on Easy Street

but they said, “Johnny, it falls apart so easy, and you know hearts these days are cheap”.

And the pimps swung their axes and said, “Johnny, you’re a cheater”

well the pimps swung their axes and said, “Johnny, you’re a liar”

and from out of the shadows came a young girl’s voice, said, “Johnny, don’t cry”.

Puerto Rican Jane, oh, won’t you tell me, what’s your name?

I want to drive you down to the other side of town

where paradise ain’t so crowded and there’ll be action goin’ down on Shanty Lane tonight

all the golden heeled fairies in a real bitch fight

pull 38’s and kiss their girls goodnight.

 

Goodnight, it’s alright, Jane

now let them black boys in to light the soul flame.

We may find it out on the street tonight, baby

or we may walk until the daylight, maybe…

 

Incident on 57th Street, BRUCE SPRINGSTEEN

 

 

Aquella mañana me encontraba repartiendo currículums y haciendo entrevistas en busca de trabajo. A primera hora estuve hablando con un amigo al que mi padre me había recomendado. Un bufete de abogados en el centro de la ciudad, con quienes mi padre había trabajado más de una vez. La entrevista no había ido mal, a mis 25 años las pocas experiencias vividas, el máster realizado y los idiomas ayudaban para presentar un currículum mínimamente decente. Desde que había acabado la licenciatura, los dos años me habían servido para poner en claro las ideas y tener una mínima idea de por dónde enfocar mis intereses.

Como digo con Miguel la entrevista había ido mejor de lo esperado, no me había puesto en excesivos aprietos. Básicamente era una primera toma de contacto para conocerme y saber mis aptitudes y experiencias. El bufete trabajaba temas de derecho mercantil, faceta que me interesaba aunque no lo veía como algo a lo que dedicarme en profundidad. De todos modos, me podía valer mientras realizaba algún que otro curso de derecho administrativo y laboral durante las tardes. De ahí pasé por dos despachos cercanos y bien conocidos dentro del mundillo de la abogacía. Solo dejé el currículum quedando en llamar unos días más tarde.

Hacía calor aquella mañana de plena primavera, embutido en mi traje clásico gris de gorina y mezclado entre el bullicio que llenaba las calles. Bien afeitado, corbata a juego, zapatos perfectamente limpios y el pequeño maletín donde llevar mis cosas. Aunque tomé un autobús para desplazarme, estuve una hora y media larga andando de un lado a otro. Los despachos no estaban alejados entre sí así que no vi necesidad de tomar un nuevo medio de transporte para moverme.

Me quedaba una visita más pero antes pensé en tomar un café para reponer fuerzas. Miré el reloj en el que marcaba las once y media, en diez minutos llegaría a mi próximo destino donde solo era dejar el currículum. Me metí en la primera cafetería que encontré, buscando hueco en uno de los extremos de la barra. A esa hora había bastante gente pidiendo y los dos camareros que atendían iban un tanto apurados. Cuando pude, pedí un café solo bien cargado y sin azúcar. Al levantar los ojos crucé un breve instante la mirada con la de una mujer al otro lado de la barra. Aparté la vista esperando la consumición, enfrascado como estaba en mis propios pensamientos. Apenas un minuto después llegó mi pedido al que pronto le eché un primer sorbo disfrutando del calor y el sabor amargo del café. Levantando la vista, nuevamente los mismos ojos femeninos sobre los míos. Esta vez mantuve la mirada viendo como me sonreía desde la distancia. Volví a no hacer mucho caso, girándome un instante al darle un segundo sorbo al caliente y reparador café. No tardé mucho en escuchar la voz del camarero a mi espalda.

-          Perdone, la mujer morena del otro lado de la barra me dio esta nota para usted.

-          Gracias –respondí tomándola entre sus dedos y un tanto sorprendido sobre lo que aquello significaba.

Abriendo el papel cerrado leí el lacónico texto que la cuartilla presentaba:

-          “Te invito a tomar un café. Me gustaría hablar contigo”.

Volviendo a mirar donde se encontraba, la vi saludarme con un leve ademán de la taza reposando entre sus dedos. Por primera vez la observé con la atención que merecía. A través de la pieza transparente que era la barra en forma elíptica, pude disfrutar las formas más que apetecibles de aquella mujer. Una mujer de pasta y estilo, deduje por como vestía. Mujer cuarentona y algo entrada en carnes, se cubría con un chaquetón oscuro por encima del vestido gris entallado que le estilizaba la figura. Medias negras y zapatos rojos de alto tacón completaban el conjunto. Junto a ella reposaba un maletín y lo que me pareció ser un pequeño dossier echado sobre la barra. De nuevo la sonrisa sobre mi rostro haciéndome ahora un gesto con la mano para que me acercara. Devolviéndole la sonrisa, recogí mis cosas sin hacerla esperar más, acercándome hacia donde se encontraba. ¿Qué demonios querría aquella mujer? No tardaría en saberlo…

-          Hola, ¿cómo te encuentras? –preguntó ofreciéndome la mano nada más estar junto a ella.

-          Bien, tomando un café antes de reanudar la marcha.

-          ¿Y qué te trae por aquí?

-          Entrevistas de trabajo y repartir currículums.

-          Ummm, ¿buscando trabajo? ¿y de qué buscas?

-          Bufetes de abogados y lo que pueda surgir, estoy abierto a cualquier oportunidad.

-          Eso está bien… ¿me aceptas un café?

-          Descafeinado tendrá que ser… acabo de tomar uno y tanta cafeína puede ser excesiva.

-          Sí –confirmó mis palabras riendo. Yo también he tomado un café así que algo más suave me vendrá bien. ¿Nos sentamos mejor?, la barra está llena de gente.

Recogiendo sus cosas me hizo seguirla hasta una de las mesas situadas al fondo del local. Tras sus pasos y entre las mesas pude percibir la fragancia fresca e intensa que la madura desprendía. Al tiempo, mi mirada no pudo dejar de observar el suave contoneo que el andar sobre los finos tacones producía. Aquella mujer desprendía sensualidad por los cuatro costados, empecé a tomar conciencia de ello en los breves momentos que nos llevaron a la pequeña mesa libre donde tomamos asiento. Antes y con exquisita feminidad, se deshizo del chaquetón dejándolo caer a un lado. Frente a frente y vista de cerca, mostraba un halo de misterio y atracción irresistible a la mirada. Maquillada pero no en exceso, labios perfilados en granate al igual que las uñas que se veían largas y cuidadas. Me encontré con sus oscuros ojos clavados en mí mientras sonreía del modo que parecía ser habitual en ella.

-          Perdona que no me presenté, qué tonta soy… ¿en qué estaría pensando? Me llamo Mirna.

-          Yo soy Sergio, encantado –respondí cumpliendo con la sonrisa que me lanzaba.

-          Sergio… me gusta –susurró en voz baja nada más escucharme.

Los dedos entre los suyos en un tenue acercamiento que me resultó de lo más agradable. Pedimos dos cafés descafeinados y estuvimos hablando un cuarto de hora preguntándome más ella que al revés. No tenía claro el interés que mostraba. Al fin me dijo que era divorciada y arquitecta y que precisamente necesitaba alguien para que la ayudara en el despacho.

-          Siempre que te parezca bien, por el sueldo no te preocupes, te pagaré bien y tendrás libres los viernes que es cuando cierro el despacho. ¿Qué me dices?

-          Bien, no sé qué decir… así tan de repente no lo esperaba la verdad.

-          Sé que es precipitado pero necesito alguien que me lleve los papeles y para ti no sería mala ocasión.

-          Pásate mañana por el despacho y me cuentas sobre ti… te doy una tarjeta –me dijo abriendo el bolso para encontrar el tarjetero del que extrajo una sobria tarjeta con letras verdes sobre fondo color crema.

Mirna López –rezaba junto a la dirección, el teléfono, el fax y el email en la parte inferior izquierda de la tarjeta.

-          ¿Mañana sobre las once te va bien? ¿tienes un currículum a mano y me lo voy mirando mientras tanto? Tráeme toda la información que tengas de anteriores trabajos…

-          Pensándolo mejor… acompáñame al estudio, está a un paso. Mi socio no está y hablaremos tranquilos. ¿o tienes algo mejor que hacer? –me preguntó con su mirada fija e intensa.

-          Ahora mismo iba a seguir la ruta pero si me dices que es cerca tengo un currículum a mano para que lo mires.

-          Perfecto, vamos… ya pago esto –exclamó con amplia sonrisa.

Pero aquello no fue una simple entrevista sino más bien toda una encerrona. El estudio estaba cerca como me dijo, un ático en un edificio de varias plantas y moderna fachada de cristales tintados. Por el camino y de vez en cuando le echaba alguna mirada que otra cuando no me veía. Llegamos al despacho, amplio y luminoso gracias a los enormes ventanales que llenarían de luz la estancia. Paredes blancas y muebles negros combinados con tapices y objetos de vivos colores dando contraste y dinamismo. Una gran planta acompañaba la estantería llena de libros de la parte izquierda, mientras la mesa repleta de papeles y objetos de escritorio presidía la habitación. Varias fotos en los huecos de la estantería mezclaban bien con tanto libro como allí había. Una bella muchacha de larga melena lacia y un joven de edad similar aparecían en dos de ellas, sus hijos según supe más tarde.

Mirna dejó las llaves en un estante para después deshacerse del chaquetón, abandonándolo colgado en la moderna percha de pie que hacía juego con el resto del mobiliario. Yendo a lo suyo, el maletín cayó en la butaca de piel negra tras la mesa.

-          Siéntate Sergio, por favor. Enseguida estoy por ti y hablamos.

La veía moverse, aprovechando la oportunidad para disfrutar la perturbadora imagen de aquella hermosa mujer. De espaldas a mí abrió los visillos haciéndose ahora sí completa la luminosidad. Los zapatos de alto tacón, la llevaban taconeando de un lado a otro por encima del suelo grisáceo de gres. Al fin quedó frente a mí, apoyada en el borde de la mesa y con los brazos cruzados. Desde mi posición podía disfrutar el espectáculo femenino que Mirna representaba. El vestido entallado remarcaba sus formas pronunciadas y su porte de ejecutiva madura. No podía dejar de mirarla mientras me hablaba, perdiéndome parte de sus palabras centrada mi atención en aquel cuerpo más que deseable. Los dos solos era una tentación demasiado grande para un joven como yo. Mirna se percató de mis miradas como no podía ser de otro modo, creo que ella también deseaba un acercamiento.

Y pasó lo que tenía que pasar. Sin esperar a más, nos unimos en una sucesión de besos sin fin, comiéndonos las bocas de forma tenue para poco a poco ganar en osadía los besos. Mis labios cubriendo el inferior suyo, escuchándola gemir débilmente. Abría la boca dejando que mi lengua buscara la suya, enredadas en el interior de forma procaz. Besos húmedos mezclando la saliva con la del otro. Le mordí el labio mientras mis manos empezaban a conocer el cuerpo abundante de la madura. A través del vestido reconocí uno de los pechos, redondo y firme al tiempo que con la otra mano masajeaba la cadera provocando en ella un suspiro de agradecimiento.

-          Bésame Sergio, bésame –reclamó atrapando ella mis labios en un beso largo y sensual.

Buscó desnudarme allí mismo, echando con las manos la chaqueta hacia atrás hasta conseguir que desapareciera. Luego los dedos atraparon uno a uno los botones de la camisa soltándolos con urgencia. De nuevo los besos, devorándonos las bocas de la forma furibunda que nos imponíamos. Mi lengua llegando al fondo de su boca entre los continuos gemidos que lanzaba. Se mostraba fogosa y sin reparos, abrazada a mí en la soledad del despacho. Por mi parte, llevé las manos a su trasero que conocía redondo y elevado. Mirna casi aulló, sonriendo aviesamente al notar mi decidido ataque. Hacía rato que me había fijado en su culo, imposible no fijarse en aquella despampanante zona de su anatomía. Deshaciéndome de la camisa me excité viendo cómo Mirna me daba la espalda ofreciéndome la cremallera para que la bajara.

Lo hice con evidente nerviosismo, no todos los días encuentra uno una mujer como aquella. La cremallera cayó hasta la cintura, por encima de las montañas traseras y que me provocaban con su echarse atrás. Ella misma se bajó el vestido hasta dejarlo caer alrededor de la cintura. Enfrentada a mí nos besamos una vez más, las manos ya sin control alguno por encima de nuestros cuerpos envueltos en pasión.

-          Bésame cariño, ponme cachonda con tus caricias.

-          ¿Aún más?

-          ¿Más? ¿qué quieres decir? –preguntó con las palabras entrecortadas por el deseo.

-          Calla, me gusta que te entregues de este modo. Me gustas… -respondí antes de atrapar el par de pechos que se me mostraban.

Volvió a gemir, dejando que los sopesara por encima del sujetador que todavía los cubría.

-          Déjame verlos –le pedí echando los tirantes a los lados acompañado por sus dedos que con rapidez lograron soltar el cierre de atrás.

Tremendos pechos, redondos, de buen tamaño y de gruesos y oscuros pezones aparecieron frente a mis ojos ávidos de belleza femenina. Me apoderé del primero de ellos que pronto se mostró receptivo al roce de mis labios. Mirna suspiraba y gemía abandonada a mis caricias, rodeándome la cabeza con las manos para llevarme contra ella. Chupé ambos pechos, llenándolos de besos y de rudos lametones que hicieron crecer los pezones hasta el infinito. Al separarme de ella los descubrí todavía más gruesos y durísimos al tacto.

-          Así muchacho, lo haces muy bien… eres agradable –susurró en voz baja y con la sonrisa en los labios.

Aquella madura me ponía, me ponían su entrega y su cuerpo hecho para el pecado.

-          Ven aquí –grité ahora yo haciéndola volver.

Arrodillado, me encontré con aquel trasero que pronto sería mío. Tomándole el vestido lo levanté hasta que el tan deseado culo apareció ante mí, redondo en toda su hermosura. Ambas montañas se mostraban delicadas y firmes, tan solo la fina tirilla se veía esconder entre los cachetes de la madura. Le comí el culo escuchándola vibrar con el roce de mis labios y mi lengua.

-          Eres perverso, eso me excita… chúpalo vamos…

Con el culo en pompa me lo entregaba para mi completo disfrute, chupándolo y lamiéndolo entre los grititos que ella producía. En apenas dos minutos ya estuvo lista.

-          ¿Quieres follar?

-          Claro, ¿tú no? –preguntó con cara de inconfundible deseo.

La hice callar entremezclando las bocas entre gemidos y lamentos por parte de ambos. Me tenía loco, preparado ya para disfrutar el cuerpo voluptuoso que tenía ante mí. De forma complaciente, la hermosa morena me paró ofreciéndome un preservativo. Desgarrando el plástico con los dientes, cubrí el pene por entero haciendo resbalar el protector a lo largo del tronco.

-          ¿Puedo follarte el culo?

-          Ummmm, vas rápido muchacho. No te privas de nada…

-          …Me encantará que lo hagas… pero con cuidado, ¿de acuerdo? –me dijo con el gesto perturbado por la necesidad.

La enchufé entrándole de forma lenta en el estrecho agujero posterior. Mirna emitió un grito ahogado al sentirse llena. Los ojos en blanco y las nalgas pegadas al vientre, tenía un culillo estrecho pero tragón que abrazaba mi miembro con cada empellón que le propinaba. La sodomicé de forma lenta pero segura, lanzándole el aliento sobre la oreja que comí entre los temblores que la madura producía. El miembro se deslizaba con facilidad entre las paredes del intestino, evidentemente la mujer estaba acostumbrada a ello. No era mi polla la primera que se comía aquel estrecho agujero que tanto placer me daba. Mirna acompañó mis golpes con precisos movimientos de caderas, favoreciendo así la unión que formábamos. La follaba sodomizándole aquel culo firme y recio, ni en mis mejores sueños al despertar aquella mañana hubiese podido imaginar algo así. La tenía cogida de la cadera y del hombro empujando una y otra vez entre los sollozos y gritos doloridos que la mujer exhalaba.

-          Métemela toda… sin compasión… rómpeme toda cariño…

Lo hice entrando y saliendo a buen ritmo, hecho ya por completo al angosto canal que me entregaba. Vuelta hacia mí, buscó mi boca sin dejar de gemir gracias a mis movimientos cada vez más duros y secos. Se quejaba, echada hacia atrás para disfrutar mis besos y caricias. Le comí la oreja y el cuello, deteniendo mi ataque al penetrarla ahora de forma lenta retrasando al máximo el placer. Ella no cejaba en sus lamentos, abriéndose las nalgas con las manos para ofrecerse de la mejor manera. Por mi parte me movía empujando contra ella volviendo al ritmo anterior. Buen polvo el que echábamos, Mirna era una hembra sublime de carnes abundantes pero no en exceso. Gruñía follándola sin descanso, tomada del pecho para atraerla hacia mí con fuerza. Apoyada en la mesa y con la pierna doblada, el movimiento se hacía fácil en el interior del oscuro canal.

-          ¡Fóllame Sergio, fó… llame hasta el final… me encanta que lo hagas!

-          Tómala toda, tómala toda sí –exclamé sintiéndome en una nube de la que nunca salir.

-          Sí continúa, rómpeme el culo… vamos rómpemelo pidió en su total locura.

La fui penetrando con fuertes golpes de riñones que la hacían retorcerse, los ojos cerrados y los labios apretados hasta que en un último empujón la escuché alcanzar el éxtasis quedando parado tras ella. Escapé dándome un mínimo respiro, no quería correrme tan pronto. Mientras se reponía, con las manos le bajé el vestido haciéndolo resbalar hasta los pies donde quedó hecho un guiñapo. De forma coqueta, Mirna levantó las piernas dejándolo descuidado y arrugado a sus pies. Besándole el cuello volví a entrar en ella, esta vez por delante teniéndola bien enganchada de las caderas. La taladré con premura, alcanzando un rápido nivel de movimientos lo que fue respondido por la mujer con muestras de evidente agrado.

-          ¡Con fuerza muchacho, me gusta fuerte… no te detengas!

-          ¿Te gusta así?

-          ¡Oh sí cariño, lo haces perfecto… ven bésame!

Nos morreamos sin cesar en el combate que manteníamos, entregados a la pasión del momento, envueltos en todo un mundo de nuevas sensaciones. Mirna me daba la lengua húmeda y ardiente, que raspé con los dientes mordiéndola después hasta arrancarle un grito de satisfacción. Echó la mano atrás cogiéndome del cuello para notar mis suspiros entrecortados junto al suyo. Así estuvimos un largo minuto sin parar de movernos hasta acabar quieto besándole la espalda con infinita ternura.

-          Eres bueno Sergio… si sigues así vas a matarme de puro gusto.

-          ¿Acaso no quieres eso? –pregunté con manifiesta malicia.

-          ¡Oh eres perverso! –declaró entrecerrando los ojos bajo mi peso.

La dejé escapar separándome de ella sin apartar un solo segundo la vista de sus sugerentes formas. En la intimidad del despacho se la veía apetecible a rabiar, mi cabeza no paraba de imaginar nuevas posturas y posibilidades con la bella madura mientras mi pene no engañaba en cuanto a sus deseos mostrándose duro y enhiesto, dispuesto sin duda a la batalla.

-          ¿Te gustaría follarme otra vez? Dime, ¿te gustaría? –los ojos le brillaban bajo el mechón de pelo caído sobre la frente.

-          Pues claro.

-          Bien, ¿qué quieres hacer muchacho?

-          ¿Qué tal comerte? –declaré humedeciéndome los labios.

-          Ummmm, suena bien…

Tomando asiento en la mesa, Mirna se echó hacia atrás mostrándose en todo su esplendor con las piernas elevadas y dobladas. Era momento de darle la caña que demandaba. Apoyada en los codos, le hice abrir las piernas para rápidamente meter la cabeza entre ellas. Inicié mis caricias, pasándole la lengua por encima de la rajilla llena de vello y también por el culo lo que la hizo gemir más fuerte. Lamí los muslos de arriba abajo y de forma lenta, clavados los dedos en los mismos y sin dejar de mirar cómo se revolvía inquieta. La tenía entregada por entero, aprovechando la ocasión para disfrutar de aquel escándalo de mujer. Aquella madurita era todo un espectáculo que me animaba a continuar con lo que le hacía.

-          Cómemelo nene… vamos cómemelo no te detengas –se quejaba aturdida por un placer a cada paso más profundo.

La mujer creía no poder aguantarlo mucho más tiempo y así me lo hacía saber pidiéndome más y más. Mirna era una mujer fogosa y ardiente a la que era imposible parar una vez encendida la llama de la pasión. Las piernas dobladas y levantadas mientras no paraba de chuparla, devorando los abultados labios que se veían húmedos de jugos. La bella morena gemía y suspiraba, haciéndose sus lamentos más intensos a medida que la lengua la trabajaba. Escarbaba entre las paredes buscando llegar hasta lo más hondo de su vagina, excitándome al escuchar los gemidos entrecortados que lanzaba. Movimientos rápidos de lengua buscando estimularla aún más de lo que ya lo estaba. La mujer gemía, sollozaba, encadenando un sonido tras otro sin sentido alguno entre ellos. Las palabras se entrecortaban según escapaban de sus labios. Me apoderé del diminuto botón jugando con el mismo para provocar en ella desesperados aullidos, removiéndose encima de la mesa con los cabellos deshechos sobre la cara. Me gustaba verla así, tan puta y tan bella al mismo tiempo, gritando y quejándose gracias al placer que le daba.

-          ¡Chúpalo muchacho, así así sigue así cariño, me vas a hacer correr otra vez!

Chupé succionando el clítoris ya duro bajo mis labios, lengüeteando por encima del mismo entre los gritos llenos de angustia que cubrían la habitación. Ayudé las caricias con dos de mis dedos penetrando la empapada vulva. Se arqueó bajo el profundo ataque, pataleando sin control alguno sobre lo que hacía. Deseaba hacerla correr y sabía que no tardaría en caer en un nuevo orgasmo. La follé metiendo y sacando los dedos a gran velocidad mientras la lengua la lamía del mismo modo irrefrenable. Hermosa imagen la de ver su rostro desencajado, la boca abierta y los blancos dientes para luego cerrarse los labios de forma espasmódica y sin dejar de lamentarse. Al fin se corrió, entregándome el calor de su sexo que mis labios bebieron saboreando todo el manantial de jugos que la madura produjo.

-          ¡Me co… rro, me corro Sergio… qué placer más bueno me das… eres fantástico nene! –avisó entregada al placer del nuevo orgasmo, un orgasmo largo y profundo que la hizo caer derrotada hacia atrás.

Gimoteando sobre la mesa, llevó uno de sus dedos a la boca como si con ello lograse un mínimo de calma sobre sus cansados sentidos. Le acaricié los muslos y las piernas dejándola descansar, subiendo y bajando las manos hasta las pantorrillas para volver a subirlas masajeando suavemente los poderosos muslos femeninos. Una vez algo recuperada se incorporó poniéndose en pie con clara dificultad.

-          ¡Quiero follarte, túmbate en la mesa vamos! –exigió con voz autoritaria.

Tirándome en la mesa y con mi sexo en ristre no tardamos en volver a las andadas. Mirna, la guapa Mirna ahora más que nunca, tomó asiento sobre mí echando las piernas a los lados. Aún sin penetrarla, me ofreció el pecho para que se lo chupara. Obediente, pasé la lengua por encima del pezón que noté vibrar al instante. Al tiempo que lo lamía y mordisqueaba, mi compañera de juegos atrapó el miembro tratando de llevarlo a su coñito. Se lo metió ella misma, empezando a moverse muy lentamente sobre el eje hecho fuego.

-          Muévete nena, muévete… cabalga despacio y disfruta la follada.

-          ¡Oh sí muchacho, me encanta tu polla gruesa y dura… fóllame así así…!

Elevada y con las manos en mi pecho, inició un movimiento acompasado de pelvis tragando y expulsando el pene de forma agradable. Me encantaba aquel cabalgar, tan lento e intenso al mismo tiempo. El coño se abría, incorporando el pene hasta quedar completamente lleno para enseguida dejarlo ir elevándose la mujer tan explosiva como se veía. Las tetas balanceándose arriba y abajo, torturándome con su belleza de grandes mamas repletas de leche que chupar. Poco a poco fuimos ganando en intensidad, empujando yo con fuerza para acompañar el suave cabalgar que Mirna imprimía. Nuevamente los gemidos y suspiros la abandonaron, mostrando de ese modo todo el placer que la embargaba. Un sueño de mujer, nunca había follado con una mujer como aquella tan dispuesta a lo que le pidiera. Apoyada en el pecho, se dejaba caer con fuerza traspasándose entera con la daga que era mi sexo. Su precioso rostro de hembra agradecida y deseosa de un nuevo e interminable placer. Enloquecía viéndola gozar de aquel modo tan vehemente, los labios gordezuelos y rojizos junto a los míos en un beso lleno de lujuria.

-          ¡Te siento, te sien… to entero dentro de mí… qué polla tan enorme e incansable tienes!

-          Muévete Mirna, cabalga con fuerza y métetela hasta el final.

-          Sí muchacho sí… qué polvo más rico me estás dando… fantástico, realmente fantástico –reveló abriendo los ojos al moverse nuevamente de forma lenta y en forma de círculos.

-          Golpéame el culo vamos… eso me pone.

-          ¿Sí?

-          Sí vamos, hazlo.

Se lo golpeé con saña, haciéndola gritar al enrojecérselo bajo la violencia de mis golpes. Uno, dos, tres duros manotazos cayeron sobre sus gruesas y redondeadas nalgas. Aquel culo me excitaba horrores, uno de los mejores que había probado. A los pocos segundos y entre los gimoteos que lanzaba, volvimos al folleteo entregados al movimiento lento y cadencioso del amor. Ella moviéndose sin descanso y yo acompañándola al elevarla por los aires con el vigor de mi empuje. Se corrió una vez más hecha un flan, deshecha sobre mi cuerpo que la abrazaba atrayéndola para sentirla a mi lado. Palabras inconexas mezcladas con tímidos gimoteos, hipidos de hembra satisfecha, su aliento entrecortado cayendo sobre mi rostro que acallé con un beso interminable con el que demostrarle lo mucho que aquello me gustaba. De forma lenta la vi relajarse, recuperando el control sobre su cuerpo exhausto tras los orgasmos disfrutados.

Desmontó escapando al pinchazo con la misma sonrisa maléfica que ya le conocía. Dejándome tumbado como estaba, enseguida atrapó mi miembro entre sus dedos meneándolos muy lentamente a lo largo del tallo. Acercándose, me besó sin parar de masturbarme del modo pausado en que lo hacía. Tirando la piel adelante y atrás hasta dejar ver el glande inflamado y amoratado. La boca de la madura se hizo con mi pecho llenándolo de besos, cubriendo los labios el vello abundante del torso para de ahí bajar quedando entretenida con uno de mis pezones que lamió de forma experta arrancándome un ronco gemido. Siguió bajando, besándome la barriga, el costado y terminando por meterse la cabeza del glande en la boca tras quitarme la goma para de ese modo trabajarme con mayor comodidad. Lo cubrió suavemente sin mover apenas los labios, tan solo haciéndose al grosor infame que la atiborraba. Fuera de su boca, la polla aparecía erecta y apuntando al techo en un ejercicio de pura vanidad. Sin dejar de masturbarla subió hacia mi boca que tomó la suya en un beso cálido y de lo más erótico. Volvió a metérsela, esta vez hasta la mitad empezando a chupar con avidez, resbalando los labios por encima del tronco venoso y firme. Chupaba con calma, disfrutando la tarea con la mejor de las devociones. Yo me dejaba hacer, viéndola hacer con las manos por detrás del cuello y la cabeza echada hacia delante para no perder detalle de lo que hacía. La sacó de la boca jugando ahora con la lengua, golpeando la cabeza hinchada con ligeros golpes que me llevaban al séptimo cielo. Nuevamente los labios apoderándose hasta hacerla desaparecer, moviendo la cabeza arriba y abajo en un movimiento de lo más satisfactorio. La mano acompañando el lento subir y bajar de sus labios, masturbándome para de ese modo conseguir un mayor placer en mí. De mi boca escapaban tímidos gemidos que la empujaban a continuar con aquel roce estimulante y perverso. Los pómulos de la mujer contrayéndose cada vez que el músculo viril la llenaba. Mirna observó el miembro tumbado sobre mi vientre y con mirada ladina sacó la lengua para recorrer el pene de abajo arriba hasta alcanzar la palpitante cabeza. Así una, dos y tres veces haciéndome el sufrimiento mayor.

-          Continúa Mirna, continúa del modo en que lo haces…

-          …Así así, qué bien la chupas cariño… me vuelve loco tu lengua.

La lengua recorría todo el grueso músculo, humedeciéndolo por completo hasta aparecer brillante a sus ojos. Buena mamada me estaba dando, sabía bien lo que se hacía. Sin prisas pero sabiendo bien lo que hacer y en qué puntos entretenerse para que mis sensaciones se hicieran más extremas. Apartándose hacia atrás los cabellos caídos, me excitaba su rostro entregado a tan ardua labor. De pronto abrió los ojos sacándola de la boca para nuevamente lamerla por entero, arriba y abajo y solo con la diabólica punta de la lengua. Aquello se alargó un tiempo más, se notaba que le gustaba hacerlo y a ello se dedicaba con el mejor de sus cuidados.

-          ¡Buena polla gastas, sí señor… me encanta! –exclamó cerrando los ojos para volverla a tragar una vez más.

Yo flipaba viéndola con tanta dedicación y morbo desatado. Se notaba que sabía bien lo que le convenía. Tremenda cara de vicio que me ponía aún más, tomándola de la cabeza para ayudarla en su rápido subir y bajar. Cada vez se hacía más difícil aguantar tan cálido tratamiento, temblaba abandonado a mi placer, perfecto conocedor que el orgasmo se avecinaba con cada roce de su boca.

-          ¿Qué tal vas muchacho? ¿te queda poco?

Sin responder disfruté de su lengua haciendo pequeños círculos por encima del glande. La polla en el interior de su boca, tragándola poco a poco hasta conseguir metérsela entera. Aquello me llevó al límite de mis sentidos, verla con toda la polla dentro de su boquita abarcándola sin aparente dificultad. ¡Me tenía loco, me tenía loco! Continuó haciendo más intensos los lametones sobre el pene herido, vibrante y animoso en su imponente aspecto. Besos apenas apreciables haciendo el roce exquisito a lo largo del músculo sediento de caricias. Abriendo la boca, chupó los huevos cargados del líquido que pronto le ofrecería.

-          Continúa… con… tinúa así, lo haces de maravilla.

-          ¿Te gusta soldado? ¿te lo habían hecho alguna vez así?

-          Me vas a hacer correr si sigues de ese modo brujilla –afirmé llevándole el pelo atrás enredado entre mis dedos.

-          ¿Tan sensible es a mis caricias? –preguntó burlándose del angustioso estado en que me tenía.

Teniéndola bien cogida entre los dedos, los meneó al tiempo que la boca me torturaba buscando mi placer. Elevándome hacia delante gemí gozando la experta mamada, sintiéndome en la gloria y cómo las fuerzas me abandonaban. Mirna aceleró sus caricias expectante ante la cercana explosión. Las piernas me fallaban, las palabras y gemidos no me salían, la leche subiendo por el conducto y entonces la avisé casi gritando.

-          ¡Me corro, me corro cabrona… tómalo todo, tómalo!

-          ¡Dámelo sí… dámelo todo muchacho, échamelo encima!

Gruñí quedándome inmóvil mientras el orgasmo se hacía presente, dejando la leche saltar por los aires para caer sobre el rostro femenino, desencajado por la lujuria al morderse el labio inferior soportando así el nerviosismo que la dominaba. El líquido blanquecino llenó su cara cayendo sobre los labios y la barbilla. La lengua recogió parte del manjar saboreándolo con depravada desvergüenza. Un tercer y cuarto disparo fueron a dar en su nariz y el pelo, colgando en los cabellos entre el continuo ronroneo que la madura profería. Encantadora imagen la de la elegante mujer convertida ahora en una vulgar ramera. Cerrando los ojos tiré la cabeza atrás notando perder las últimas energías. Los gruesos labios acogieron mi exhausto sexo, chupándolo y lamiéndolo hasta dejarlo limpio de restos del combate que acabábamos de mantener.

-          Eres buena mamando.

-          Lo sé –respondió simplemente al incorporarse, los labios humedecidos tras tragar el semen del que le había hecho entrega.

Al acabar me dijo que hacía tres años que estaba divorciada y que tenía dos hijos, los de las fotos que había visto en la estantería. A la hija me la follé al poco de conocerla, estaba buena aunque no tenía el morbo ni el vicio de Mirna que era toda una bomba de relojería hecha mujer. Conseguí llevarme las bragas como prueba de aquella primera vez. Luego vendrían otras muchas.

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo