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Hoff, mi amante canino - 5ta. Parte

en Zoofilia

HOFF Y LA EMBARAZADA

Hola soy Eva, ya he relatado las aventuras de mi perro, a lo que quiero adelantar una nueva. Soy casada y tres hijos, Laura, Mario y Juan, esta nueva experiencia la obtuve, después de lograr pasar unos días de vacaciones  con mi esposo, gracias a que los niños prefirieron pasar esos días con sus amigos y primos, oportunidad que no es fácil de que se presente.

Ya hacia un tiempo en la que chateaba con una desconocida, con la que fuimos concretando una intima amistad, su nombre es Sofía, si bien vivíamos en el mismo país, no era fácil concretar un encuentro. Después de una serie de conversaciones, en la que le contaba que tenía un perro, y ella me respondía que los adoraba, no quise contar más nada, por el temor que no sería de su agrado.

 Como consecuencia de haberse producido esa desintegración momentánea con nuestro grupo familiar, convencí a mi esposo a aprovechar e irnos unos días de vacaciones. Me conecté con mi amiga, y después de tratar de acomodar nuestros tiempos se hizo posible. Sola que por los trabajos de nuestros esposos nos quedaríamos solas un corto periodo.

Sofía era una mujer atractiva, apenas tenía 25 años, diría que muy sensual y su panza de embarazada la hacía aun mas, a pesar de que su timidez, sus encantos eran muy seductores, suponía que dentro suyo había otra mujer, como que no se animaba a expresar lo que realmente era Llegó el día previsto me sentía como una colegiala a lo que supongo que mi amiga debía de pasar por la misma situación, el encuentro fue muy emotivo, y parecía que nos conocíamos de por vida. A veces al relacionarse de la manera que lo hicimos, puede existir sorpresas, en el sentido que lo que una supone, no cumple las expectativas que una imagina, en este caso se efectuaron. Nuestros respectivos esposos trabaron una buena relación, por supuesto que nuestra mascota pasaría ese mes de vacaciones junto a nosotros.

La primera semana lo pasamos muy bien salíamos, disfrutábamos de la playa como de la pileta, paseos nocturnos e ir seguido a comer afuera. Por motivos de trabajo tanto mi esposo como el de ella, debían volver a sus respectivas obligaciones, retornando el fin de semana, creo que a pesar de que lo estábamos pasando muy bien, en parte me alegró  esa noticia.

Cuando la conocí me pasó algo similar a mi obsesión de Laura, con Hoff, pensaran que soy una pervertida, pero había algo en ella que me atraía, su manera de ser, esa candidez que se acrecentaba con su desarrollada preñez, estar encinta igual la mantenía muy sensual, a pesar que ella no hacía nada para demostrarlo. Fue una mañana de verano muy calurosa, especial para estar adentro con aire acondicionado.

Cuando Hoff se hizo presente, a pesar de que era un perro algo gruñón ante las visitas, con Sofía parecía tener algo distinto, lo mismo que ella hacia él, parecía que existía una química especial entre ambos. Si bien no me percate en el primer momento, en el transcurso de unos días, notaba ese acercamiento, diría implícito tanto en uno como en el otro. Aunque esa mañana ocurrió algo no previsto, el perro estaba en un estado de motivación total, cuando comenzó a acosar  a Sofía con una desesperante ansiedad, no dudé cual podían ser sus intenciones, además nunca lo había visto de esa manera, había algo que lo estimulaba, posiblemente por su estado de preñez, o algunos días de abstinencias o el calor no sé,  pero los movimientos acelerados y las intenciones de montarla, eran evidentes.

El rostro de Sofía denotaba algo de incertidumbre y desconfianza, aunque trataba de calmarlo de una manera sutil, sin dejar de reírse de las locas intenciones del perro. Frené las propósitos del animal, por el temor de que llegase a dañar a mi amiga, aunque no me fue fácil, al ver la punta roja de su miembro aflorando, no dudé que lo cautivaba sexualmente. Me  excitó  esa situación, hasta pensé que Hoff cumpliese con su objetivo, a partir de ese momento comenzó a circular por mi mente algunas ideas poco ortodoxas.

A pesar de que teníamos gran tiempo para conversar entre nosotras, en distintas oportunidades traté de intimidar sobre nuestras relaciones sexuales, tema relativamente común entre no todas las mujeres, sus actividades sexuales, y si lo hacen pocas van al detalle de esa relación. Sofía era una chica algo reservada, a pesar que cuando tocaba algún tema sobre sexo, parecía encenderse su rostro.

Recién en el tercer día hubo un pequeño, progreso. Estábamos en las reposeras tomando  sol. Le sugerí, que se quitase en sostén dado que estábamos muy protegidas de posibles miradas indiscretas, como para romper esa resistencia, me saque el mío, diciéndole:

“No me gustan que queden las tetas blancas”, volcándome en la reposera sin dar importancia a si lo hacía o no. Al rato se los quitó, quedando al descubierto unas grandes y bellas mamas. El intenso sol nos hizo transpirar bastante, el dorso de Sofía estaba muy seductor, brillante por el protector solar, y la transpiración que producía su cuerpo, su voluminosa panza, y sus pechos eran muy sensuales, y su tanga prácticamente no se notaba, como consecuencia de su abdomen. En un momento le pedí si podía acariciar su atractiva panza, a lo que gustosa me lo permitió. Pasé mi mano sobre su crecido abdomen, ella mantenía cerrado sus ojos disfrutando mis caricias, no tocaba más que la periferia de su vientre, pero noté que sus pezones se erizaban, era poco perceptible pero evidente. No quise adelantarme demasiado temiendo que se ofendiese o se terminara yendo de casa.

No sucedió mas nada, así que cenamos, algo de charla, televisión, lamenté no tener películas eróticas para verlas juntas, pero bueno cerca de medianoche nos fuimos a costar.

Esa noche estaba bastante excitada, me levante como a las 3 am, a tomar algo en la cocina, Hoff dormía al oírme se levantó como para festejarme, lo acaricie en la cabeza, su natural instinto hizo llevar su hocico a mi entrepierna, lo dejé acercarse, su ávida lengua comenzó a friccionar sobre mi sexo, instintivamente me quité mis bragas, para sentir más plácidamente su acercamiento, me recosté sobre la mesada de la cocina separando mis piernas, para permitirle un mayor contacto.

El juego previo continuo, llevándome a una mayor estimulación, mi cuerpo vibraba, aumentando mi respiración algo entrecortada, me coloque en posición de perrita, esperando me respondiese sexualmente. Sus patas se apoderaron de mi cintura y en pocos segundos sentí su miembro buscar mi abertura. Su penetración fue intensa, si bien ya lo había hecho varias veces ese momento me pareció distinto. Sentía como su miembro crecía en mi seno, mi entrecortada respiración se fue transformando en gemidos, no traté de acallar mis sonidos de satisfacción, creo que los intensifique, mientras Hoff me apareaba con toda su energía. En el momento más intenso de esa alocada gestación, oí unos pasos silenciosos. No me cabía dudas de que Sofía, estaba observando nuestra relación, me alegre que así fuese, a lo que aumenté mis quejidos, para darle mayor erotismo al acto. Apenas sentí la esperma de mi perro regar mi cavidad, un fuerte orgasmo envolvió mi cuerpo, en instantes se desprendió de mi útero, una vez liberada me giré pero mi amiga no estaba.

Volví a mi cama, al pasar por su cuarto la vi acostada, no sabía bien qué hacer, pero me mantuve despierta esperando oírla o que viniese a mi alcoba, intuía  que algo tenía que suceder. Permanecí atenta a ver que podría llegar a hacer, cuando sentí unos leves gemidos, no me cabía dudas de que se estaba auto estimulando. Me levanté y fui a su cuarto, al oírme se detuvo, me senté en su cama, y acariciándole la cabeza le dije:

” Tranquila sé que te excitó lo que vistes, puedo ayudarte si quieres”, desplacé las sabanas de su cama, sin darle tiempo a nada, tomé su mano y llevándomela a mi boca chupé sus dedos, aun impregnados por sus sabrosos jugos, separé su bata de dormir, que a través de una leve luz, pude ver su cuerpo embarazado, con sus curvas y sus preponderantes pechos. Acaricie su piel, que captaba un leve temblor, producto del nerviosismo y la excitación que estaba incrementando. Prendí la luz del velador, colocando un pañuelo sobre el mismo, para que no fuese tan intensa la luminosidad, creando un ambiente más intimo. Sus pómulos se encendieron denotando una cierta timidez, sin por eso detenerme en lo que le iba haciendo, me dispuse a darle la mayor intensidad, en su primer encuentro lésbico.

La palma de mi mano rozaba sus pezones, que lentamente se iban erigiendo, ante mi sensual y cálido contacto, besé levemente sus labios. Su abdomen se agitaba al unisonó con sus pechos, su cuerpo se iba relajando a medida que mis caricias se iban esparciendo sobre su piel. Abrí mas su bata, hasta quitársela, quedando solo con su tanga. Besé  su boca más intensamente, para darle confianza y a su vez incrementar su excitación, sin dejar de tocar su cuerpo. Sus labios se fueron aferrando poco a poco a los míos, con una agitación en su respiración. El círculo de las aureolas de sus pezones parecía haber aumentado, llevé mi boca a dicho sector, lamiendo sus puntas erectas, para después pasar a mamar de su pecho, succionando con fuerza sus tetillas, hasta lograr extraer su néctar materno. Su cuerpo comenzó a alborotarse, sin dejar de mamarle, mi mano comenzó a friccionar cerca de su sexo, mientras sus piernas se separaban para mi mejor acceso, a la espera de algo más.  

Besando su cuerpo, me fui acercando a su sexo, que parecía vibrar por mi estimulación, desplace sus bragas, su clítoris había adquirido un tamaño similar a sus pezones, lo besé para después rodearlo con mis labios, succionándolo y friccionarlo con la punta de mi lengua, hasta llegar a morderlo suavemente, mientras Sofía, no dejaba de gemir, emanando considerablemente su flujo vaginal.

Ciertamente, Sofía estaba en un estado de total excitación, acelerando su respiración, su tanga estaba totalmente húmeda, comencé a quitársela, hasta despojarla totalmente de su ropa, al tocar su grieta, gimió con intensidad, mis dedos se fueron incrustando en su interior friccionando sus paredes internas, desplazándose rápidamente como consecuencia de la lubricación, producida por la emanación de sus líquidos, mientras mi lengua iba bajando lamiendo su cuerpo, desplazando mi rostro hasta llegar a su sexo, humedeciéndose con sus líquidos vaginales.

Sentí como que se entregaba de cuerpo y alma, esa impresión me estimulaba, y a su vez me hacía sentirme  su dueña, intensifique mis provocaciones  sobre su sexo, que no dejaba de emanar ese líquido propio de la exaltación glandular, metí unos de mis dedos en su aro trasero, que poco a poco se fue dilatando hasta poder introducir un segundo, mi boca devoraba su vagina, el cuerpo de Sofía era un volcán de convulsiones.

Me quité mi camisón quedando ambas como dios nos trajo al mundo, nuestros cuerpos se fueron fusionando, a medida que el clímax se iba intensificando. Quería producirle un sinfín de placeres, llevarla al clímax total, entre susurros y gemidos, me iba entregando su cuerpo, sus pechos parecían haber crecido y sus pezones completamente erectos, me demostraban su estado de fogosidad. Intensifique con mis dedos en sus cavidades hasta llevarla a un paroxismo totalmente alocado, introduciendo mi lengua en el interior de su boca.

Después de esos juegos intensos, con una serie de orgasmos mutuos, nos dormimos juntas, cerca de la madrugada me desperté, Sofía dormía plácidamente, me atraía su cuerpo desnudo, como invitando a ser poseído, deseaba disfrutarla, ser su dueña, hacerla gozar hasta agotarla sexualmente. Estaba algo dormida pero permitía que le hiciese cosas, toque su vagina y estaba humedeciéndose, se me ocurrió atarla, con unas medias la amarre a los extremos de la cama. Jugué con su cuerpo lo excitaba sin permitirle llegar a un orgasmo, durante un largo rato la “torturaba” de esa manera, me rogaba que aplacase su excitación.

Pensé en Hoff, pero no me pareció adecuado, quería disfrutarla, recordé que tenía un arnés, así que sin desatarla, le dije que le haría tener el mejor orgasmo de su vida. Después de un rato lo encontré y me lo coloqué,  volví a excitarla sin llegar a penetrarla, estaba súper estimulada.

“Por favor, haz lo que desees, pero hazme venir, por favor” me decía

La desaté la puse en la posición del perrito, y con mi aparato sexual punteaba sus orificios, cada vez que intentaba incrustarlo en su ano, era un no rotundo, fui a la cocina y traje una jalea, unté su ano y a pesar de sus exclamaciones se lo fui incrustando, decidí cambiar de conducto, así que lo alojé en su vagina. La bombee intensamente, sus gemidos se fueron acrecentando, le introduje mi dedo en su ano, noté que lo disfrutaba, en el momento de mayor intensidad, lo quité de su vagina para hacerlo analmente, grito ante el cambio de abertura, empuje algo más, hasta meterlo totalmente, su culo empujaba como ayudando a que entrara la totalidad. Una vez que desapareció en su conducto renal, lo dejé depositado, mientras apretaba sus tetas humedeciendo las palmas de mi mano con su leche, continuando con un rítmico bombeo,  hasta producirle una seguidilla de orgasmos, al compas tanto de mis jadeos como los de ella. No soy una persona con tendencia sadomasoquista, pero con Sofía me sucedía algo extraño, me encantaba someterla, a lo que ella respondía de una manera dócil,  a lo que le exigiera.

A la mañana siguiente nos levantamos algo tarde, desayunamos y nos tiramos al sol, Sofía se había quitado su sostén, como algo habitual, me miró con una cara picara, a la que le devolví ese gesto con un guiño. El perro dormía en un extremo del parque protegido del sol, al rato lo llamé, viniendo enseguida, lo acaricie, hasta que me dio unos lengüetazos en señal de cariño.

Me levanté y me acerque a la reposera de Sofía, me arrodille junto a ella, y acaricie su panza, no tardé en tocar sus tetas y jugar con sus pezones, su reacción fue casi inmediata, me beso y estaba preparada para una nueva relación. Sin decirle cual era mi intención, le fui quitando su tanga, friccioné su clítoris y fui introduciendo mis dedos, su flujo se hizo presente inmediatamente, a pesar que sus pómulos se sonrojaban, se iba entregando en el juego rápidamente.

Me acerco a su oído y con voz muy sensual, le pregunto “Haz tenido relaciones con un perro”, me miro como espantada, pero a su vez intrigada.

“No jamás”

No dije mas nada y seguí excitándola, la induje a hacerlo en el pasto, ya me había desnudado, así que nos colocamos en posición de 69, por la intensidad con que me estaba mamando mi cavidad sexual, a pesar de ser la primera vez,  me demostraba  su estado de estimulación. Hoff no tardó en lamer la vagina de Sofía, lentamente lo dejé para que se hiciese dueño de esa parte mientras me giré para besarla y excitar sus pechos.  Mientras le decía que se orinase, me miro sorprendida, ante mi ocurrencia, le oprimí la vejiga, hasta sentir su cálido pis, mojar mi mano.

Eso acelero la lengua de mi Hoff, que  ágilmente lamia la apetitosa vagina de Sofía, las que no tardó en separar, disfrutando del animal, tanto como de mis succiones en sus ricos  pezones. Eso acoso simultaneo la llevó a un estado de paranoia, que terminaron en una serie de convulsiones muy elocuentes, abrazándome y gimiendo ante cada uno de los acometimientos.

Supuse que era el momento preciso para ser apareada así que le pregunté

 “ Quieres probar a Hoff?”

“No, no” me respondió rápidamente.

La llevamos a un nuevo orgasmo, quedando tendida en la reposera, reponiéndose de lo suministrado. No insistí, ni tampoco intenté nuevos encuentros amorosos durante el resto del día, solo algunos besos esporádicos y leves, a pesar de que intento dar comienzo a nuevas relaciones, me excuse hábilmente a sus intensiones. Sabía que deseaba mas, pero disfrutaba extendiendo y aumentando su pretensión, quería tenerla en mis manos y llevarla a que disfrutase de la zoofilia.

Esa misma noche, después de cenar, le comenté que estaba cansada y me iría a dormir, su rostro denotó como una desilusión y hasta cierto malhumor, insistiendo en que me quedase, a pesar de eso le dije que esa noche estaba algo agotada. Me fui a mi alcoba y  leí durante un buen rato, cuando vi que había apagado la luz de su cuarto, me quité el camisón, llamé a Hoff, quien vino apresuradamente, le coloque una correa y me dirigí a la alcoba de Sofía. Al verme frente a su puerta, desnuda y con el perro tomado de la cuerda, su rostro se iluminó, reflejando algo de incertidumbre.

“Venimos a darte las buenas noches, mi amor” le digo

Se sentó en la cama, como para recibir “las buenas noches”, percibiéndose una leve agitación reflejada por el movimiento de sus senos. Me acerqué y la besé en la frente, hasta bajarme y ponerme en contacto con sus labios, noté que estaba mucho más distendida que la noche anterior, quité su camisón, acariciando con la palma de mi mano sus pezones hasta comenzar a erizarlos, para seguir chupando sus opulentas mamas, hasta hacerla gemir, apretujé sus tetas hasta humedecerlas con su leche, subí  a Hoff a la cama, para que probase el néctar que emanaba de sus pechos, su lengua no tardó en deleitarse de ese liquido, llevando a Sofía a un estado de simbiosis. 

Aprovechando la situación, fui bajando su intima prenda, mientras Hoff lamia sus tetas de manera insaciable, acerque su cabeza al sexo de mi amiga, que de inmediato su áspera y veloz lengua comenzó a relamer. Acerque mi rostro a su cara y la besé intensamente, se prendió a mis labios con total frenesí, mientras no dejaba de oprimir sus tensos pezones, hasta hacerla clamar.

Luego la saqué de la cama, me senté y llevé su rostro a mi sexo, se arrodilló y obediente comenzó a lamerme, me oriné un poco para que probase mis líquidos, que sin ningún tipo de rechazo continuo lamiendo intensamente, en ese instante me aprecié su ama, estaba convencida que le agradaba ser dominada.

De una manera algo autoritaria, le dije que se quitase sus bragas, así lo hizo, reteniéndole su rostro nuevamente entre mis piernas, Hoff captó el aroma del flujo que Sofía emanaba, así que lamio su vagina, mientras ella lo hacía conmigo.

Capté la intensión de mi perro, así que hice que mi amiga apoyase el rostro sobre la alfombra, Hoff no cesaba en lamerla, sus apetecibles grietas estaban bien expuestas, mis dedos se fueron hundiendo en sus aberturas en donde cada penetración era un gemido, esa excitación mezclada con algo del dolor que le producía la iba llevando a un estado de sometimiento. Ansiaba que mi perro la copulase, y esperaba que se resistiese, me daba cuenta que esa morbosidad me motivaba cada vez mas. Continúe excitándola, con la ayuda de Hoff que no dejaba de lamer su sexo hasta que en determinado instante le dije:

“Llegó el momento, mi amor” No entendía a que me refería, así que me contesta

“Qué momento?”

“El momento en que Hoff será tu amante” le respondo

“Estas, loquita”

“No, para nada” y la beso intensamente

Me miró, denotando temor en su rostro, suplicándome que no lo hiciese. Sin hacer caso a su ruego, le ordeno de manera autoritaria que se vuelva a su posición anterior, sin decir nada se coloca en cuatro y su cara en la alfombra.

“Así me gusta, mi vida” le digo.

Me acerco a sus nalgas y separando bien sus  posaderas, inserto la punta de mi lengua en su orificio anal, su cuerpo parecía que había recibido una descarga eléctrica, gemía con todo su ser, la estaba llevando a su estado de excitación.

Con sus aberturas íntimas bien expuestas, y muy húmedas, golpeo su nalga, para alertar al perro, que sin hacerse esperar, la  montó, a la sorprendida Sofía, agarrándola por la cintura con sus patas delanteras, y bombeándola con el objetivo de penetrarla. No hubo demasiada resistencia al acoso sexual del perro, en pocos segundos su miembro canino se introducía de manera bastante violenta en el útero de Sofía, un grito fue la señal de que ya había sido penetrada por la bestia.

Hoff tomó posesión sobre Sofía, aferrado bien con sus patas delanteras rodeaba la cintura de su nueva “hembra”,  y transformándola en su propiedad, mientras su verga entraba y salía violentamente, mi amiga gemía, se notaba que estaba algo abochornada por su situación, aunque no denotaba gran desagrado por el acoplamiento de nuestra mascota.

Me excitaba verla a Sofía con su embarazo, apareada con el perro, oyendo sus gemidos de dolor o de placer, realmente era una escena llena de morbosidad, donde ese bombeo sin respiro, demostraba el dominio de Hoff, sobre ella, agitando su cuerpo y haciendo bambolear sus crecidas tetas, ante cada empellón que el animal le proporcionaba, pretendiendo introducir su rígido falo en lo más profundo de la apetecible vulva de Sofía. Me subyugaba ver como mi perro apareaba a mi amiga, desplazándola con sus enviones, mientras ella solamente gemía, permitiendo la ferocidad de su “macho” creo que lo disfruté mucho más que cuando lo hizo con mi hija, posiblemente su embarazo lo hacía más morboso. 

Ese vertiginoso y rápido bombeo, parecían demostrar el deseo carnal que Hoff profesaba sobra Sofía, a la que ella aceptaba transformándose en su perrita dócil y hasta indefensa, ante la preponderancia de su macho canino. Estaba encantada de haber logrado este acoplamiento zoofilico, hasta su embarazo me producía la sensación que había sido gestado por mi perro.

Después de un rato, los movimientos se contuvieron, la totalidad del aparato reproductor de nuestro amante canino estaba enterrado en la matriz de su nueva amante, apenas se veían los testículos pegados a su vagina, por los gemidos  entrecortados de su “hembra”, debía de estar apreciando la eyaculando del semen que le estaba depositando en su útero.

Mientras lo evacuaba   el cuerpo muerto de mi mascota descansaba sobre la espalda de mi amiga. El jadeo del macho y los gemidos de su Sofía,  evidenciaban que había sido un perfecto y satisfactorio apareamiento. La  lengua de Hoff, exhalaba la saliva propia de su agitación, cayendo sobre el rostro de mi amiga, que parecía embelesada por su amante canino, al punto que trataba de besarlo. La pelota de Hoff había quedado perfectamente atascada en el cuello uterino de su “seducida”, por consiguiente durante largos minutos  el miembro de Hoff, continuó enterrado en la vulva de mi querida embarazada.

En ese momento me produzco la sensación, de que de alguna manera Sofía se sentía avasallada, al haber sido apareada por un perro, y además en estado de fecundidad, a lo que no se revelaba, sino que permanecía sumisa ante esa situación aberrante pero a su vez llena de una morbosa sensualidad. Sin moverse, sosteniendo el cuerpo inerte del animal, cuyo miembro continuaba insertado en su seno, era una clara representación de dominio hacia su hembra.

El perro fue quien tomó la decisión de cuando debía de retirar su aparato reproductor del claustro de su amada “perrita”, que de una manera violenta lo retira de un modo brusco. Sofía aun arrodillada, segregaba de su útero, el líquido que su amante circunstancial eyaculó en su íntimo interior, Hoff lamio su vagina, como aplacándosela tras su intromisión sexual.

El postre de este acontecimiento fue cuando mi querida embarazada vio el tamaño del miembro de su flamante amante, totalmente sorprendida, pero diría que no la miraba con desagrado. Después de eso, se paseo por la habitación, con su verga  aun erecta, como mostrando su baluarte, ese dispositivo fálico con el que había profanado nuevamente el útero de una mujer, pero esta vez en estado de preñez.

En ese momento sentí algo de culpa, así que me acerque a ella la abrace, aun temblaba, y había un brillo en sus ojos, se sentía desamparada, conocía esa situación, era propio de la primera vez, y más aun cuando el animal después de fornicarte, se aleja a descansar. Sin preguntarle como lo había pasado, la recliné sobre la alfombra, abrí sus piernas, y lamí con devoción su vagina, muy húmeda, producto  por la mezcla de los de Sofía y del esperma de su amante canino. Apenas se repuso, la llevé a dormir a mi cama, mientras nos dirigíamos hacia mi alcoba, al pasar cerca del perro su mano acaricio su cabeza.