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La Odiosa jefa es violada (1)

en No Consentido

Tu vida es perfecta, tienes un marido que te quiere, un trabajo fijo y una casa grande. ¿Que más te puede faltar?

Trabajas como encargada de un supermercado, empezaste como dependienta y ahora eres la jefa, si, a base de pelotear al jefe y traicionar a tus compañeros, pero no te importa, solo quieres poder y dinero, es más, te gusta que tus empleados te odien, eso te da poder.

Todo ocurrió ese lunes en el que tenías el coche en el taller.

Llegas a trabajar en autobús, entras en el aparcamiento del supermercado y ves a tres de tus empleados en la puerta, para ti, son tres inútiles que se escaquean de trabajar siempre que pueden, están fumando y se ríen al verte llegar.

--No se puede fumar aquí—les regañas—Venga, a trabajar, gandules.

Ellos obedecen, cuando entras sabes que te están mirando el culo, siempre has tenido un cuerpo estupendo, buenas tetas, grandes y jugosas, blandas al tacto, caderas anchas, pero no gordas, tu culo es magnífico, redondeado y turgente, fruto de dos horas semanales de gimnasio.

Tu boca es pequeña pero carnosa, parece una frambuesa rosa, te hace parecer sensual y atractiva.

Hoy llevas una chaqueta sobre una blusa blanca y una falta que cae por debajo de tus rodillas, tus piernas están estilizadas con unas medias con dibujos, muy sexys.

Lo tienes todo, belleza y poder.

El día pasa tranquilo, es un días más salvo porque, por alguna razón, a media tarde comienzas a sentirte cachonda, hace días que tu marido no te toca, poniendo como excusa que está cansado por el trabajo, incluso sospechas que te ponga los cuernos.

--Si pudiera me follaba al primero que apareciera—piensas

No caes en la cuenta de que algunos deseos pueden hacerse realidad aunque tú no quieras.

Cuando acaba el día sales andando, cogerás el autobús y volverás a casa, tu marido todavía tardará unas horas en volver, tiempo que puedes dedicar para masturbarte y correrte, debajo de tu ropa tus pezones se vuelven erectos al imaginarte desnuda y tocándote el coño con ansia.

Antes de marcharte, decides fumarte un cigarrillo en el callejón de detrás del supermercado, donde tan solo hay una puerta de un restaurante y varios contenedores, es un lugar sucio, pero no quieres que los tres inútiles te vean fumando y que puedan recriminarte que no les dejes a ellos.

La noche cae poco a poco y te quedas sola sin darte cuenta, pero no tienes miedo hasta que…

…Te sorprende por detrás, en medio de la oscuridad y soledad de aquel callejón, sus brazos fuertes te agarran por la espalda y tu gritas de miedo, tu cigarrillo cae al suelo, al principio piensas que es una venganza de esos tres inútiles, quizás quieran darte un buen susto, o incluso pegarte, pero cuando los brazos te llevan hacia la pared y sientes como toca tus pechos por encima de tu blusa sabes que lo que quieren es propasarse contigo.

¿Quién es? ¿Un vagabundo? ¿Un cliente insatisfecho? Sus manos aprietan tus senos con fuerza, con una devoción enfermiza, apretujándolos y apretándolos, te hace daño.

--¡Nooo!—gritas intentando librarte de tu atacante.

Le das un codazo, el tipo se aparta de ti, te vuelves y descubres que no lo habías visto en tu vida, es alto, musculoso y guapo, atractivo, de verlo en un bar hubieras girado la cabeza para verlo.

Hechas a correr, tratando de llegar a la puerta del supermercado, pero él te alcanza sin dificultad, tu falda no es muy apropiada para maratones improvisados, además has cerrado la puerta con llave, mientras la abres él te hubiera cogido igual.

Te agarra por la cintura y te levanta en el aire con fuerza, eres como un juguete en sus manos, deseas que te atraque, que se lleve tu cartera, tus joyas sin valor y tu Iphone, y que te deje, pero sus gestos de antes, como te ha manoseado las tetas, no apuntan nada bueno.

--No quiero hacerte daño—te dice con una voz ronca, varonil.

Te lleva lejos de la puerta, tú estás aterrada, has oído muchas historias de chica violadas, pero jamás habrías imaginado que tú te convertirías en una de ellas.

Te deja caer en el suelo y quedas de rodillas, le miras de nuevo, sin duda, es muy guapo, te preguntas por que quiere violare, un muchacho como aquel podía tener a cualquier mujer.

Se acerca a ti y te coge del pelo, te lo tira hacia atrás y te hace gritar, pero puedes ver cómo, con la otra mano, comienza a desabrocharse la bragueta.

Temes el momento en el que su pene salga a la luz, erecto, deseoso de ti. ¿Qué vas a hacer?

Temes que te haga daño si escapas, y deseas que se conforme con una masturbación, pero sabes que no va a ser así.

--No me hagas nada—le pides.

--No te resistas y no te haré daño—te repite él.

Miras hacia la calle, donde de vez en cuando pasa algún coche, si huyes hacia allí puedes librarte de aquel tipo, te resistes, el aprieta todavía más tu pelo, no estás dispuesta a darle facilidades, logras zafarte de su mano aún perdiendo algunos cabellos y corres, ves como la calle se acerca, pero él te pilla de nuevo, es como el asesino de una película de terror, por mucho que corras él te cogerá,  te abraza por la cintura y te lleva hasta la pared del fondo mientras pataleas, te lleva al rincón más oscuro y te pega a la pared, después te separa un poco, sientes su mano izquierda en tu pecho derecho y la otra bajar por tu tripa, su aliento en tu nuca y su polla endurecida contra tu culo, por encima de tu falda.

--Dios mío—piensas—Van a violarme, dios mío, que me violan.

Tira de tu blusa y rompe los botones, dejando al descubierto tu sujetador blanco, tus pechos grandes y generosos, estás más cerca de convertirse en juguetes suyos.

La otra mano logra desabrochar el botón de tu falda y sientes como esta se introduce entre la tela, te resistes, es inútil, los dedos llegan al encaje del borde de tus braguitas.

--Por favor—suplicas—Te daré dinero.

--No quiero dinero—dice él.

Te sacude con fuerza para ponerte en la posición que desea, con el culo un poco en pompa y las manos apoyadas en la pared, como si te cacheara, las yemas de sus dedos tocan tu pubis de pelo negro, gritas, pero la otra mano va rápido hasta tu boca y la tapa con fuerza.

--Si gritas te parto el puto cuello—te dice, pero no te descubre la boca.

El momento en el que su mano llega a tu sexo jamás lo olvidarás, por el miedo y la sorpresa, está claro que es un experto y sabe donde acariciar para lograr que sientas placer, rebusca entre los pelos pubicos y llega a los labios superiores, que están cerrados de miedo, pero no piensa parar hasta llegar a su objetivo, los abre haciéndote daño y toca el clítoris, haciendo que des un respingo.

A partir de allí es cuando, a tu parecer, comienza la violación, dos de sus dedos frotan tu clítoris, que surge curioso y avieso, cierras los ojos mientras una mezcla de miedo y pasividad te recorren entera, su aliento está acelerado y aprieta su miembro contra ti.

Comienza a frotarse contra ti, como si te follara,  tus ojos se abren desmesuradamente, te resistes, pero ya es tarde, es fuerte y musculoso, te besa en la nuca y quita la mano de tu boca para llevarla a tus pechos, te aprieta con fuerza el derecho, estrujándolo, es carnoso y turgente, sientes su miembro golpear una y otra vez tu culo, exactamente en la raja, por encima de tus bragas y tu falda.

--Por favor—suplicas otra vez.

Él besa de nuevo tu nuca, es un beso lascivo, nada que ver con un piquito o un beso inocente, te besa con la boca abierta y lamiendo tu piel.

Sin darte cuenta notas que tu sexo le responde, algo que es natural al ser masturbado de esa forma, al verse abierto él lleva sus dedos hacia abajo, acariciando con fricción los labios sexuales, te muerdes el labio al sentir esa manipulación, entonces te introduce dos dedos dentro de tu vagina y te hace temblar.

Tu cuerpo está sin sexo hace días, anquen aquello no era lo que tenían planeado, está claro que te estás excitando.

--¿Qué me pasa?—te preguntas odiándote a ti misma—No quiero correrme con él.

Los dedos entran y salen, entran y salen, con fuerza, a la vez que te atrae hacia él y aprieta tu pecho, es un salvaje, tú gimes con cada sacudida.

--Uhm, uh, uh, ah.

--Oh, Eva—dice él en tu oído—Voy a follarte como nunca te han follado.

Te quedas sorprendida de que sepa tu nombre, entonces comprendes que, seguramente, ese tipo llevaba días, puede que meses, siguiéndote, espiándote para cazarte cuando menos te lo esperes, y ese es el momento en el que va a hacer realidad la fantasía de penetrarte.

Sin previo aviso, su mano agarran tu sujetador y tira de él, lo rompe, te hace algo de daño sentir la goma de detrás rompiéndose, pero se sientes excitada, tu marido jamás te había roto nada.

Tus tetas se bambolean libres, tan grandes, y apetecibles, él las aprieta, primero una, después otra, de repente te suelta y tú te vuelves, le miras.

Bajo su pantalón, su polla amenaza con reventar la tela, él te mira las tetas, que suben y bajan cuando coges aliento, son como dos globos de agua a punto de explotar, tus pezones son grandes, no mucho, pero tampoco pequeños, rosados y ahora erectos.

Tu coño te palpita.

Te coge y te obliga a ponerte de rodillas, entonces, por fin, se saca el nabo, lo miras impresionada, es un tubo de carne brillante y venoso, nada que ver con el de tu esposo, pegajoso, brillante, seguramente está a punto de correrse.

Te coge del pelo igual que antes y gritas de dolor, en ese momento te la enchufa, sientes la punta del pene contra tu lengua, intentas sacarla, pero ya es tarde, él coge tu cabeza y te mete la polla hasta la campanilla.

Así, con su pene palpitando en tu boca, le miras y él te mira, se muerde el labio excitado, como si se imaginara todo lo que va  a hacerte.

Comienza a mover tu cabeza y tú a mamar, al principio con la boca abierta, después la cierras, su nabo ya está mojado.

--Aughh—gimes—Ahugg.

Te dejas llevar y comienzas a saborear aquel miembro, que te sabe delicioso, tus tetas botan con cada follada de boca y te pellizcas un pezón para sentir placer, quizás se corra en tu boca y te deje, te preguntas a que sabrá su corrida.

--Aha—gime él—Aha, si, sigue.

Tus tetas se bambolean con cada felación, tus piernas están todo lo abiertas que les permite la falda, llevas las manos hasta su torso, pero apenas llegas a tocárselo, aún así lo sientes duro, tiene tableta, ese tipo está muy bueno y tu vas a tener la suerte de recibir una follada suya.

Su rabo suelta el precum y deseas el semen caliente y sabroso, mamas a toda la velocidad que tu cuello te permite, atornillando la mamada.

--Dame tu semen—piensas—Dame leche, quiero leche.

 Pero él te detiene.

Le miras con la boca llena de bocera de tus babas, exhausta, confusa, él te empuja ligeramente hacia atrás y tú te tumbas en el suelo, sin preocuparte la suciedad, crees que va a tumbarse encima de ti y por fin violarte, pero él parece sentarse sobre tu tripa y descubres que quiere una cubana, una vulgar cubana, es normal, tus tetas son descomunales.

Sientes el nabo mojado de tu saliva en tus tetas, él lo pasea por los senos y los pezones erectos, después lo mete entre las tetazas, te gusta sentirlo allí, caliente, palpitante y duro.

Con las manos, aprieta tus tetas contra su polla, gime de placer y comienza a moverse, entonces comienzas a gemir también. Sientes sus rudas manos apretando tus pechos, te mira a la cara y tu le devuelves la mirada, te sientes tan puta que tu coño suelta líquido que mancha tus bragas y tu falda, la punta de su polla surge una y otra vez de entre tus tetas, esta pegajosa, te gusta su tacto entre ellas, tus pezones están erectos, excitados como su dueña, en ese momento no puedes creerte que no hayas hecho eso nunca, que no hayas aprovechados tus tetazas para un cubana.

Él tiembla de placer y un chorro de semen choca contra tu cara, te muestras sorprendida, su tacto te excita todavía más, pones tus manos sobre las suyas y él empuja de nuevo, un nuevo chorro sale de su miembro y este acaba mojando tu cuello, a partir de ese momento salen innumerables chorros de corrida caliente, que mojan tu pecho, tu cara, tu boca, tu cuello, es como si estuvieran bañándote en lefa.

--¡Que tetas!-grita él mientras te hace ese bukakke--¡Siii, que tetas!

Tú abres la boca y algunas gotas de ese majar caen dentro, lo notas dulzón, pastoso. Se aparta de ti y te sientas, él coge su nabo y lo masturba con rapidez, todavía no ha terminado, te coge del pelo y tira de tu cabeza hacia atrás, abres la boca de dolor y su nabo escupe semen dentro, quiere que saborees su esperma caliente, te suelta y tu notas la pastosidad de la corrida en tu boca, los grumitos, juegas con ellos.

Le miras arrodillada en el suelo mientras tu coño se abre y se cierra de ganas de ser follado.

Miras su pene, todavía mojado de semen, tu coño palpita deseando ser forzado, deseando correrse como si aquel tipo fuera tu esposo, pero no lo es y esa idea te excita todavía más.

Él te hace un gesto y tú obedeces, con las tetas manchadas de lefa todavía caliente, gateas hacia él y tocas su nabo, está pegajoso y te gusta hacerlo.

--Cómemelo—te dice él.

Es una orden, tu le miras, a parte de la polla de tu esposo, que nada tiene que ver con esa en tamaño y proporción, no has comido jamás rabo alguno, pero sabes que vas a hacerlo, acercas tu boca entreabierta hacia la punta de su miembro, tu lengua asoma tímida, cuando esta toca el glande sientes su sabor dulzón y un hilillo de semen cuelga entre la punta de la polla y la de tu lengua. Sientes su mano en tu nuca y como te obliga a tragarlo, te da asco, pero estas tan excitada que comienzas a bombear, masajeas sus testículos y gimes al mamar ese miembro.

--Mmm, mmm.

Estas en el cielo, te encanta el sabor de la corrida que hace apenas unos minutos ha bañado tus tetas y tu cara, lo sientes ponerse duro de nuevo, con tu lengua, que lo rodea y lo baña, te tocas una teta, tu coño está manchando tus bragas, si no te folla pronto estallarás y te correrás sola, por suerte, tras varios minutos, él te aparta, le miras sentada en el suelo y sonríes como la puta que ya eres.

De repente te coge y te pone de pie, te preguntas que te hará, y la incertidumbre te excita todavía más, te lanza contra un montón de bolsas de basura, junto a un contendor volcado, se inclina hacia ti y coge tus piernas, está violento, ya no aguanta más y lo sabes, lo deseas, sientes como introduce tus manos bajo tu falda y te rompe las medias que ya tenían varias carreras, sin dudar te desabrochas la cremallera de tu falda, él la baja, como si estuvierais sincronizados en aquella violación ¿Violación? Tu le deseas, él también. Después coge tus bragas y las rompe de una, haciéndote gemir se sorpresa.

--Aha.

Ahora estás casi desnuda, vestida tan solo con tu blusa blanca, te tira lo que queda de tus bragas a la cara y se levanta.

-Límpiate—te dice.

Tu limpias tus tetas y tu cuello, donde le semen ya está seco, lo quitas todo, él se está desnudando y tu tiemblas al verlo, tu coño gotea manchando las bolsas de basura, se quita los pantalones y se desabrocha la camisa, así es como va a violarte.

--Ya no puedo huir—piensas—Va a metérmela.

Cuando vuelve hacia ti tú abres las piernas, mostrándole tu sexo azabache, tus labios sexuales abiertos y húmedos, su rabo está si cabe más erecto que antes, sientes la suciedad de las bolsas de basura, algún líquido pegajoso, restos de comida, es el polvo más guarro y salvaje de tu vida.

Él se tumba sobre ti y toca tus grandes pechos, sus manos son rudas, pero saben lo que hacen, aprieta los pezones, los rodea con la yema de sus dedos, tú te muerdes el labio de placer, sudas de excitación, tocas su espalda, musculosa y fornida.

Por fin llega el momento de la profanación, su rabo ha estado tocando tu coño, pero ahora va a follarlo, él lo coge y lo pone a la entrada de su sexo, tu gimes, abres las piernas y te encomiendas al cielo, ya nada puede hacerse, pero tampoco quieres escapar, él te mira a la cara y te la mete de golpe.

Abres la boca de placer, tu coño siente calambres al contacto con ese nardo que abre cada pared de tu indefensa vagina, te mueres de gusto, estiras las piernas y gimes como una zorra.

--Ahaaa.

Le besas, metes tu lengua en su boca y él agradece ese beso, pues es la señal de que tiene vía libre para joderte bien jodida, tu coño llora de placer, goteando como si te mearas, entonces él empieza a embestirte, la follada ha comenzado.

Los gemidos de los dos hacen eco en el callejón, tan solo deseas que ningún listo os interrumpa si los oye, pero no puedes dejar de gemir, te estiras sobre las bolsas llena de placer, mientras ese miembro te penetra más y más, es tan gordo y largo que apenas crees que sea verdad lo que te está pasando. ¿Por qué te gusta? Solo tienes una respuesta posible, tu marido no te satisface como debiera, eso o que eres más puta de lo que pensabas, pero te gusta ser puta.

Te imaginas follando con muchos hombres, a partir de ahora puede no haber límites para tu sexualidad, siempre habías fantaseado con sentir el miembro de un negro en tu coño, o hacerlo con varios tíos a la vez, pero el estar casada te detenía, ahora, al obligarte ese tipo, te ha dado rienda suelta para tus fantasías más íntimas.

Durante varios minutos todos son gemidos y tocamientos, deseas que no pare nunca de follarte, sus manos tocan tus tetazas y tú aprietas su culo para que su pene te fuerze más y más adentro.

--Ahaaa—gime—Ahaaaa, Ohoooo, Siiii.

De repente un orgasmo te sorprende, llega sin avisar, como un calambre, sacudes las piernas y tus ojos se ponen en blanco, él aprieta tus tetas con fuerza, sabe lo que quieres y va a dártelo.

--Me corrooooo—gimes intentando no gritar mucho---Siiii. Ahaaaaaa.

Él aprieta tu pezón izquierdo y tira de él, te duele, pero hace que te corras todavía más, tu orgasmo hace que se mojen las bolsas de basura debajo de ti

--Ahhaaa, siiiii.

Le besas de nuevo, él todavía tiene el rabo erecto, tieso como un palo, y continúa penetrándote, sacando y metiendo su miembro sin parar, te duele el coño, pero incompresiblemente quieres más, es algo que jamás te ha pasado, pero es bien recibido.

Ahora lanzas pequeños gemidos de placer, sonríes, estas satisfecha.

Unas luces recorren la pared, un coche pasa por la calle, aminora, él deja el vaivén y gira la cabeza, tu también para descubrir que un coche pasa delante del callejón, es tu esposo, seguramente está tan preocupado por ti que ha salido a buscarte.

--Mi marido—susurras.

Él te mira y te empuja hacia dentro, haciendo que sientas un calambre de placer, para nada quiere que nadie le interrumpa mientras abusa de tu cuerpo desnudo e indefenso.

Sigue follándote, ahora con más violencia, tú gimes sin parar, pequeños orgasmos sacuden tu coño ya domado, de repente él para, la saca de una y te coge con fuerza.

No sabes lo que se propone hasta que te hace ponerte sobre el contenedor volcado, con las piernas fuera y las rodillas clavadas en las bolsas, sientes que abre tus generosos glúteos.

--No—dices.

Te intentas resistir, pero él te lo impide.

--Soy virgen de culo—dices como buscando una excusa.

--Hasta hoy—dice él.

Tienes miedo, tu ano jamás ha sido profanado, quizás alguna vez, alguno de tus dedos había acariciado la entrada en medio de una lujuriosa y solitaria masturbación.

No sabes que es, pero algo pastoso toca tu ano, lo extiende con dos dedos por la entrada de tu ano virgen, formando redondeles, después baja hasta el coño, que se ofrece todavía goteante y te masturba metiendo los dedos en él, gimes de nuevo, pasan unos segundos hasta que sientes tu ano profanado, te mete los dedos sin avisar, por sorpresa, le gusta hacerte sufrir.

--Ahahu—gimes de dolor.

Él te ignora y los mete hasta el fondo, aprietas los dientes para no gritar ¿Por qué? Quizás porque en el fondo deseas que te desvirguen tu bonito culo. Más de una vez te has preguntado que se sentiría, pero el miedo te había disuadido de probarlo… hasta hora.

Durante varios minutos, sus dedos viajan por tu ano, tú gimes, frunciendo el ceño, agarrándote al contenedor, sientes malestar, las paredes de tu interior se abren ante aquella violación, se cierran cuando saca los dedos, y vuelven a recibirlos, tienes miedo a moverte por si te hace daño, pero pronto no sientes dolor, sin embargo te agrada el masaje de los dedos por tu esfínter.

--Ummm—gimes dudosa.

No dejas de preguntarte por qué esa sensación de morbo, quizás porque ese agujero era algo prohibido para ti, y ahora va a ser estrenado aunque no quieras.

Saca los dedos y sientes tu ano más abierto de lo normal, sin duda ha sido domado a la fuerza, él pega su miembro a tu culo, lo tiene erecto y dispuesto para la penetración, tu estas petrificada, pero tu coño gotea como el de una puta.

Notas la punta de la polla en la entrada de tu ano y te encomiendas al cielo, ha llegado el momento y lo sabes, él empuja y gimes de dolor, sin duda su nabo es mucho más gordo que sus dedos.

--Ahuuu.

La polla te abre el ano, te muerdes el labio y deseas que te guste, que esa experiencia no sea del todo desastrosa.

--Ahggh.

Él te coge las caderas y tira de ti para consumar el coito, cuando tu ojete se cierra por fin en torno a su grande te crees morir, abres la boca, pero los gritos se han atascado en tu garganta, tus ojos están en blanco y babeas sobre el contenedor, él deja la polla así metida un rato y la saca, coges aire.

--Como duele—gimes.

Él no dice nada y vuelve a la acción, esta vez la punta entra fácilmente, la saca, la vuelve a meter, tu ano se cierra sobre el duro glande muchas veces, hasta que ya tu cuerpo se acostumbra a notarlo, cuando menos te los esperas, de nuevo, te la mete del todo.

Lanzas un grito de dolor, por primera vez te sientes violada de verdad, no quieres sentir ese miembro dentro de tu ano.

--¡Nooo!—gritas--¡Sácala, sácala!

Él te ignora, está demasiado excitado para complacerte, además, él es el violador, por mucho que le hayas complacido tu a él, te sujeta cuando intentas luchar, no está dispuesto a quedarse con las ganas de violarte analmente.

Comienzas a gritar y a pedir ayuda, pero no hay nadie, incluso te has preocupado de esconderte bien para que ni tu esposo te encuentre, sientes algo en la boca, es una prenda la mete dentro para acallarte, después algo te tapa la boca, sabe a cuero falso e intuyes acertadamente que ha utilizado su cinturón para amordazarte, sujeta tus manos a tu espalda y así, erguida, comienza a follarte con violencia.

Tienes la sensación de que te ha roto algo por dentro, lloras de dolor, pero no puedes escapar, sabes que eso es un castigo por ser tan puta, por haberte entregado a él, le oyes gemir cerca de tu oído, notas su aliento caliente contra tu nuca, está disfrutando de romperte el culo.

Estás casi desfallecida, su nabo avanza hasta el fondo de tu ano y más allá, parece tocar tus tripas, y es que es una polla inmensa, las paredes de tu interior le aceptan, el cuerpo ha sido domado, ahora solo falta la mente, y tienes una mente de puta, será fácil, y lo sabes.

Siendo sacudida por ese salvaje, babeas a través de la mordaza, tus ojos están de nuevo en blanco y solo esperas a que se corra y pare, piensas en mil cosas, pero todas son sexuales, en todos los polvos que has echado, y que ninguno es como aquel.

Sin darte cuenta el dolor de tu culo desaparece, dejas de luchar, ahora solo te dejas follar mientras notas como de tu culo gotea algo, no sabes que es, pero tan solo esperas que no sea sangre.

Él deja de sujetarte las manos y te agarra las tetas con fuerza,  tu gimes a través de la mordaza, no de placer, no de dolor, solamente de dejadez, entonces notas como él te libera la boca, sacas la prenda de tu boca, la miras y descubres que son tus propias bragas, las dejas caer mientras notas su cadera chocando contra tu culo, tu generoso culo que acaba de ser estrenado, violado, ensartado, todos esos términos te excitan, más cuando notas como él lleva su mano derecha hacia tu coño y comienza a frotarlo con fuerza.

Ahora estáis en la misma sintonía de placer, casi te alegras de que forzara el culo, y eso no es un castigo, es un premio, el ser puta ha hecho que recibes un premio en forma de nabo caliente a través de tu inocente y carnoso culo.

--Ahaaa—gimes—Me…. Gust…. Ohooo.

Él te besa la nuca mientras te aprieta una teta con fuerza y te masturba con la otra mano, su nabo te comprime las tripas, te gusta, no sabes por que pero te gusta que te estén dando por el culo allí, entre la basura.

--Ahaaaa-gimes—Me gusta…. Siiii, folllame, me corrooooo.

Tu coño se corre en un intenso y sublime orgasmo, te suelta y vuelves a estar con el culo en pompa para él, se detiene, te preguntas si se ha corrido ya, pero no es así, la saca y te la mete de una por el coño, gimes de gusto, te folla a golpes, sacudiéndote sobre el contenedor, llevas una mano a tu pecho izquierdo y pellizcas el pezón, estiras de él, te relames, en ese momento te preguntas que pensaría tu marido de ti, viéndote allí, siendo follada como una vulgar puta, le recriminarías lo aburrido que es en la cama, ese desconocido te ha hecho vibrar de nuevo.

Saca la polla, la mete en tu culo de una, de embiste tres veces y la saca, la mete en tu coño, repite el movimiento y la saca, así varios minutos en los que tienes continuos y pequeños orgasmos, tus muslos están empapados de tu líquido.

Deja de follarte y tú le miras, estás a punto de recriminarle que haya parado cuando él te gira con fuerza, dejándote tumbada sobre el contenedor, os miráis mutuamente, tus piernas están abiertas de par en par y su polla palpita, tiene todo el semen preparado para ti.

Se abalanza sobre ti y te la mete, tú lanzas un largo gemido de gozo.

---Ahaaaaaaooo.

Comienza a follarte de tal manera que te mueve sobre el contenedor, tú te aferras a él sintiendo ya calambres en tu coño de tanto que lo han follado, sabes que va a correrse dentro de ti y lo deseas, ese semen calentorro y delicioso.

--Follame, follame, follameeee.

Su polla se hincha y comienza a escupir lefa en tu interior, notas un gran chorro, como si fuera agua, te derrites de placer y sientes un nuevo orgasmo, otro chorro te hace temblar y el siguiente casi te deja sin sentido, cuando se aparta de ti comienza a masturbarse, pero ahí estás tú para acabar el trabajo, sin dudarlo te llevas la polla a la boca y comienzas a mamar con ansia.

--Mmmmm, mmmhaaaaammmm.

Se corre de nuevo en tu boca, jamás habías conocido a un tipo que tuviera tanto semen, abres la boca y la corrida baña tu cara varias veces, no quieres dejar ni una gota por salir y la chupas de nuevo hasta que por fin tragas todo el semen.

Le miras, él se aparta de ti y te empuja despacio, quedas tumbada sobre las bolsas de basura, exhausta, preguntándote quien era esa mujer que pedía más y más rabo para ella.

Él busca en tu bolso, coge tu móvil y tu cartera, por el rabillo del ojo ves el flash de la cámara de tu móvil, le miras y le ves con la cartera en la mano.

--Calle Argentina—dice mientras lee tu DNI—Ya sé dónde vives.

Te muestra una foto de una chica de catorce años.

--¿Tu hija?—te pregunta.

--Si.

--Si me denuncias o le dices a alguien algo—te dice—Ella va a ser la próxima.

Tú asientes despacio, te imaginas a tu hija siendo violada por ese tipo y sabes que no vas a permitirlo.

Se viste y se va, tú te levantas dolorida, confusa, satisfecha, avergonzada, con tu coño goteando semen y tu corrida, te vistes con tu falda y te abrochas la blusa, te pones el abrigo y los zapatos, por las medias y las bragas ya nada se puede hacer, piensas en que excusa vas a decirle a tu esposo.

Desde una cabina, le llamas, el dices que te han robado el bolso de un tirón y que ibas a casa andando, por suerte él confía en ti y no piensa en cosas raras, cuando vuelves a casa corres al baño antes de que él te vea, te desnudas y te metes bajo la ducha, el agua limpia toda la suciedad de tu cuerpo, te duele el ano y el coño, pero no puedes dejar de excitarte cada vez que recuerdas lo que te ha pasado, no pegas ojo en toda la noche, miles de preguntas rondan tu cabeza.

Al día siguiente decides olvidarlo todo, aunque está claro que en cuanto puedas vas a volver a profanar tu ano, aunque sea tu sola con cualquier objeto, el día en el supermercado pasa tranquilo, un día de trabajo normal.

Cuando es hora de irse y caminas hacia tu coche, no puedes  resistirte a mirar en el callejón, la basura ha sido recogida, nada parece apuntar que allí te corriste innumerables veces con un sádico desconocido.

Cuando vuelves hacía el coche ves a los tres inútiles, están al lado de una furgoneta con las puertas abiertas, uno de ellos te hace un gesto y tú acudes con un gesto de resignación, para nada esperas lo que va a ocurrir.

--Sabemos lo que hiciste ayer—te dice.

--No se dé que me hablas—respondes tu mientras sientes un escalofrío.

Uno de los niñatos le da una tablet a otro, y él te enseña lo que hay en la pantalla, sientes como se te encoge el corazón, pero a la vez te excita al verte así.

Es la foto que te hizo ese tipo, tú, desnuda sobre las bolsas de basura, y con la cara y el cuello bañadas de lefa, debajo pone:

“Mirad a la puta que me acabo de follar”

Miras a los chicos, sonríen, y sin duda sus penes están erectos, eres una jefa guapa y atractiva y piensas aprovechar la oportunidad que tienen.

¿FIN?