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Polvos rápidos (6)

en Sexo con maduros

Polvos rápidos (6)

 

Tras un duro día de constantes negociaciones con los clientes japoneses, la mujer se sintió caliente y deseosa de caricias. La fría habitación de hotel fue testigo mudo del ardiente encuentro entre jefe y secretaria…

 

 

Going down to the swamp

gonna watch me a hound dog catch a ‘coon.

Well, I’m going down to the swamp

gonna watch me a hound dog catch a ‘coon.

You know the hounddog make a music

on a summer night under a full moon.

 

Lord, fetch my cane pole mama

gonna catch a bream or maybe two.

Lord, fetch my cane pole mama

gonna catch a bream or maybe two.

And when the hound dog start barkin’

sounds like ol’ Son House singin’ the blues.

 

Hound dog sing that

swamp, swamp, swamp, swamp music

swamp, swamp, swamp, swamp music

when the hound dog starts singin’

I ain’t got them big ol’ city blues…

 

Swamp music, LYNYRD SKYNYRD

 

 

Era noche cerrada. La pareja se encontraba ya en la habitación del lujoso hotel, habitación que Joaquín había tomado para los cuatro días que debían permanecer en Madrid mientras se desarrollara el negocio con los japoneses. Las cosas parecían no ir mal, solo había que tener algo de paciencia y esperar el momento oportuno con el que cerrar la operación. Eva le acompañaba como era costumbre, compañera en los negocios y en el placer. Aunque casado y con tres hijos, se entendían desde hacía tiempo e incluso imaginaba que su esposa algo sabía aunque nada dijera de sus abundantes escapadas junto a la guapa y eficiente Eva. Estas cosas son habituales en estos casos y en el que nos ocupa no iba a ser distinto.

Como siempre lo hacía, la guapa y eficiente Eva se había encargado de los billetes de tren y de contactar con el hotel en el que pasar los días de estancia en Madrid. Un hotel céntrico y de buen nivel en el que la pareja había permanecido en alguna que otra ocasión. En la zona más turística y con todas las comodidades necesarias para disfrutar de un buen momento de relax tras las maratonianas reuniones con los clientes japoneses a los que había que tener siempre bien atendidos.

Era el segundo día y las cosas como digo parecían ir viento en popa. El director general, el sr. Uchida, parecía convencido de las bondades del producto aunque Joaquín le conocía bien y sabía de su habilidad negociadora. Un tipo duro de roer a la hora de los negocios y más en este caso en el que tantos intereses había en juego. Era una operación de cara a los siguientes cinco años de manera que nada podía fallar.

El día había sido duro, largas horas de reunión desde primera hora de la mañana y también tras el corto almuerzo en el que Eva le había ayudado en la mejor estrategia a llevar a cabo. Se conocían hacía ya ocho años y no podía existir mejor secretaria. Profesional en su labor, en el trato cordial con los clientes y en el aspecto psicológico de las relaciones humanas. Formaban buen tándem y conocían bien los puntos débiles del adversario hacia los que encaminar los pasos negociadores para llevar a buen puerto el desenlace final.

Las diez de la noche y se encontraban ya en la habitación tras haber cenado a las ocho tal como a Uchida y a Joaquín les gustaba. Cena ligera más bien frugal, un consomé, algo de pasta y una pieza de fruta. Joaquín, a sus casi cincuenta años, era coqueto y le gustaba mantenerse en forma cosa que Eva agradecía cada vez que luchaban en la cama o allí donde les pillara el calentón. Poco más joven que él, la bella secretaria era fogosa y necesitaba de atenciones masculinas de forma continua. Desde la separación de su esposo, Joaquín era quien llenaba los encuentros carnales de la cuarentona, encuentros que de unos meses a esta parte se habían convertido en mucho más habituales.

Cualquier lugar era bueno para dar rienda suelta a un momento de pasión. El apartamento de la mujer o el mismo despacho de Joaquín eran los lugares más comunes pero también cualquier hotel o habitación alquilada a tal efecto. Incluso en la casa de veraneo del hombre, en la misma cama matrimonial habían disfrutado de algún que otro momento de placer, lugar por lo demás de lo más morboso para la pareja por las evidentes connotaciones que el lecho poseía. El hacerlo en aquella cama le resultaba a Eva de lo más morboso y excitante, consiguiendo sonoros e interminables orgasmos solo con pensar en el lugar en el que se hallaban.

Moreno y con más de una cana que le daban un gran atractivo a ojos femeninos, Joaquín tenía buen aguante pudiendo repetir un segundo asalto sin problemas. De ello se beneficiaba su experta compañera, disfrutando de cálidos encuentros con los que llenar las muchas necesidades que le corrían por dentro. Se entendían bien en la cama, conociendo los deseos y perversiones del otro. Él sabía alargar el placer satisfaciendo así la calentura de la mujer del modo más conveniente para ambos.

Eva era un infarto de señora. Rubia de bote, tenía una larga melena rizada que le caía a mitad de espalda. De formas sinuosas y voluptuosas, lo que más resaltaba de su figura eran los grandes pechos y las anchas caderas que combinaban a la perfección con unas prominentes posaderas que sabía resaltar con ceñidas faldas y pantalones remarcándole los muslos. Un cuerpo de vicio del que Joaquín gozaba cada vez que tenía oportunidad. Muchos hombres bebían los vientos por ella, muchos conocidos y clientes le habían tirado los trastos pero lo cierto y verdad es que con Joaquín tenía por el momento más que suficiente. Incluso al serio y educado Uchida le había pillado en más de una ocasión con la mirada clavada en el escote o en los muslos que la falda o el corto vestido dejaban bien a la vista. Eso le encantaba, le encantaba provocar pasiones encendidas en el elemento masculino.

Aquella noche andaba caliente. Con esto quiero decir que andaba más caliente de lo normal lo cual es mucho decir. El día había sido duro también para ella, tener todo a punto, había que tenerlo todo controlado y estar alerta para que ninguna sorpresa desagradable empañara el buen camino que las negociaciones llevaban. Las reuniones con Uchida eran extenuantes desde la mañana hasta última hora de la tarde, el maduro nipón era un zorro y se las sabía todas.

Se vistió para la cama mientras Joaquín se arreglaba en el baño. El salto de cama de seda natural negro que siempre llevaba en la maleta, medias y zapatos negros de alto tacón así como las diminutas braguitas que solo tapaban lo mínimo imprescindible. Sabía que a Joaquín le ponían esas cosas y se lo ponía todo lo fácil que podía. Se sentía húmeda bajo la braga, necesitaba guerra y la iba a buscar. Junto a la puerta abierta del baño y en completo silencio le veía arreglarse. Un elegante albornoz blanco y limpiándose los dientes frente al amplio espejo. Ummm, ¡¡¡estaba para comérselo!!! Las manos le corrían el cuerpo por encima de las prendas sexys que llevaba. Mirándole se humedecía los labios imaginando todo lo que podía pasar.

-          ¿Estás espiándome? –preguntó viéndola junto al quicio de la puerta.

-          ¿Espiándote? ¡¡¡No que va!!!

-          ¿Y qué haces ahí plantada?

-          Ummm, estoy algo aburrida.

-          ¿Aburrida? –inquirió escuchándola ronronear débilmente.

-          Dame la mano –pidió tomándosela entre la suya.

Atrayéndola hacia él acercaron las caras sin de momento llegar a más. Ambos lo deseaban, las sesiones entre ellos eran ardientes y placenteras y se conocían bien así que sabían lo que ofrecer para cumplir los deseos del otro. Tomada de la cintura y con las manos de ella en el cuello del hombre, se besaron uniendo suavemente los labios para disfrutar de tan dulce momento. Ella abría la boca enganchando los labios masculinos, jugando con ellos de manera perversa, mordiéndolos muy débilmente. Joaquín respondió a la caricia de la mujer envolviendo los perfilados labios con los suyos. De momento solo eso, tímidos besos con los que ir animando la cosa. Se separaron mínimamente, llevando el hombre la mano sobre el pecho de su amiga, manoseándolo por encima de la vaporosa prenda íntima. Luego la fue bajando hasta alcanzar la braguita, moviéndola muy lentamente hasta arrancarle un gemido de satisfacción.

Los besos continuaron, elevando poco a poco la pasión de la pareja. Eva se mordió el labio inferior, girándose hasta darle la espalda.

-          Wow… me encanta tu culo nena –exclamó llevando las manos encima del trasero de la mujer.

Un culo hecho para el pecado y que había probado en más de una ocasión para regocijo de la hermosa rubia a la que le excitaba sobremanera que se lo acariciasen. Redondito y con dos montañas poderosas y firmes, a Joaquín le gustaba comérselo y escucharla suspirar y ronronear cada vez que sus labios se posaban en la piel cálida y tierna de la amable secretaria. Hacía tiempo que no hacía aquellas cosas con su mujer, mujer algo mojigata y a la que le costaba horrores experimentar nuevas sensaciones. Con Eva era todo lo contrario, siempre dispuesta a probar nuevas caricias y posturas que enriqueciesen los encuentros que mantenían. Con los dedos acarició ligeramente las redondeces traseras haciéndola gemir agradecida. Se removía inquieta, dispuesta a lo que pronto vendría. Él también ronroneó, encandilado una vez más por aquel culillo que le excitaba hasta el infinito cada vez que lo tenía delante.

-          ¿Te gusta?

El hombre no respondió, solo un sonido de aprobación escapó de sus labios mientras caía besando levemente la nalga izquierda de la rubia. La mujer, pegada a la pared, se chupaba el dedo pulgar para controlar la lujuria que empezaba a dominarla. Nuevos gemidos placenteros le hicieron ver que iba por el buen camino y que debía continuar. Eva volvió a chuparse el dedo de uñas largas y bien cuidadas, imaginando que era otra cosa lo que chupaba. Su amante, agachado tras ella, seguía provocándola con el roce de sus labios por encima de la fina piel. Varias pequeñas cachetadas en la redondez del trasero la hicieron gritar complacida al volver a girarse de cara a su amigo.

Sonriéndole, Joaquín se puso en pie enlazándola por las caderas para volver a besarse entregándole esta vez la lengua que ella atrapó con la suya en el interior de su boca. Los dos gemían, jadeando de placer y de deseo desmedido por el otro. La mujer gimió abriendo sus bonitos ojos color ceniza para clavarlos en los de su amante. Ojos brillantes y prometedores de todo un sinfín de nuevos placeres con los que demostrarle las ganas que tenía de él. Cogiéndole de la ropa le hizo acompañarla.

-          Ven cariño… estaremos más cómodos.

-          ¿En qué estás pensando? –preguntó el maduro solícito.

-          ¿Acaso no lo sabes?

-          Ummm, eres mala… siempre pensando en lo mismo.

-          ¿Es que tú no lo piensas? –preguntó nuevamente mostrándose esta vez falsamente sorprendida.

Llegaron junto a la cama entregados al placer de los besos, sonriendo ella al dejar que le cubriera los labios. Las lenguas luchando en un combate feroz con el que desahogar el creciente delirio que ya les superaba. Las manos sobre los cuerpos bajando y subiendo, sin control alguno por parte de cada uno de ellos. Las del hombre acariciándole los muslos para subir por los costados hasta los pechos que parecían querer romper la prenda que los cubría. Las de la mujer bajando y subiendo por la espalda, apretándolo con fuerza contra ella mientras continuaban besándose de forma húmeda y apasionada.

-          ¡Bé…same Joaquín, bésame mi amor!

-          ¿Estás cachonda?

-          Un poco… ¿no lo notas? –dijo con cara de vicio al tiempo que volvía a entregarle la boca en un beso largo e intenso que les dejó sin aliento.

Se morreaban como si no hubiera un mañana, como si con aquello se acabara el mundo y hubiera que aprovechar hasta el final aquel momento de turbia pasión. A la mujer le gustaba que la besara, la lengua enredada en la suya buscándole cada rincón de su boca y llegándole al paladar haciéndola perder el sentido. Los gemidos y jadeos llenaban la fría habitación del hotel, habitación impersonal y testigo mudo de tantos y tantos encuentros entre aquellas paredes. Si las paredes de los hoteles hablaran… Se sentía cada vez más excitada y a gusto. Joaquín sabía cómo trabajarla para ponerla a cien. La boca femenina también excitaba al hombre, boca jugosa y de trémulos labios que gustaba devorar entre los suyos en besos interminables que tenían la virtud de arrancar temblores de placer del cuerpo de la hermosa mujer. La conocía bien y sabía cuándo se encontraba ya lista para recibir nuevas caricias con las que avanzar en el cachondeo que la envolvía. Y a ello se entregó sin duda.

Tumbados sobre la amplia cama empezó a darle placer, ayudada por él que con la mano acompañaba el movimiento lento y premioso de la linda cabecita. Le chupaba muy lentamente, viendo el sensible aparato crecer con cada roce de la lengua. Sujeto entre los dedos, la experta hembra observó el glande brillante y descapullado y dirigiéndose hacia el mismo con mirada felina chupó el grueso tronco para enseguida introducirse el inflamado capuchón en la boca. Lo chupó con delicadeza y entrega, trabajándolo con la lengua y los labios ofreciéndole un roce cada vez más rápido. Los labios por encima del venoso tronco en un masaje preciso y continuo con el que hizo gemir a su compañero. Un suave lametón sobre el glande para masturbarle dándole un mínimo descanso. No fue mucho pues, sin dejar de mirar la abominable presencia, Eva dejó caer un pequeño reguero de saliva sobre el glande desnudo. Vuelta a las andadas, metiéndose la polla una vez más dedicada a la agradable tarea de chupar y lamer. Sonidos guturales cada vez que tragaba el pene cabeceante y satisfecho por un deleite a cada paso más profundo.

Eva era hermosa y en la cama aún lo era más cuando la pasión carnal la embargaba por completo, entregada a un placer sin límites. Le gustaba follar, cualquier idea y postura era buena para gozar de un buen momento de solaz. A cuatro patas, abrazada a su hombre mientras se enterraba la dura herramienta hasta el final o bien de pie contra la pared aunque también le encantaba cabalgarle como una auténtica amazona. Joaquín le daba lo que necesitaba, arrancándole tormentosos y feroces orgasmos con los que saciar su inagotable apetito. Sollozaba, gritaba, rugía al notar el néctar masculino corriéndole por dentro como prueba palpable de la más sincera unión que una pareja de enamorados podía ofrecerse.

Entre las piernas de su amante, siguió lamiendo y comiendo el pene que tanto le calentaba. Un pene grueso, largo y durísimo y que le llenaba la boquita haciéndola casi ahogar. Apenas podía con él, tan enorme era. Pero precisamente su tamaño y grosor era lo que le animaba a continuar batallando con aquel músculo que le obnubilaba por entero la razón. Le gustaba notarlo palpitar en el interior de su boca y entre los labios, resbalando arriba y abajo en una sinfonía de movimientos plena de lujuria. Y así una y otra vez, jugando con la lengua por encima de la cabeza inflamada y herida para enseguida pasarla a lo largo del tronco desde la base hasta la cima y volviendo a bajar apoderándose de los huevos cargados de cálido semen que obtener. Los orgasmos de Joaquín también eran tormentosos y feroces, llenos de líquido blanquecino que la guapa mujer sabía disfrutar, sintiéndolo correr por su vagina o la estrechez de su ano o bien saboreándolo al notarlo caer garganta abajo.

Movía la mano arriba y abajo haciendo el placer aún mayor para su hombre. Mientras, con la otra mano acariciaba los huevos moviendo los dedos sobre los mismos. Él gemía encantado al ver a la mujer entregada a tan intensa labor. Cada vez más rápido pero sabiendo parar cuando sentía que los gemidos y lamentos de Joaquín se hacían más profundos. Les gustaba alargar el placer, haciendo de ese modo aumentar el sufrimiento por la llegada cercana del necesario orgasmo. Cuanto más lo alargaban mayor era el deleite posterior.

-          Chupa nena, chupa… así sí, lo haces muy bien cariño –exclamó viéndola mirarle sin dejar en ningún momento de darle lo que pedía.

-          ¿Te gusta eh?

-          Eres la mejor nena… ¡oh sí, eres fantástica continúa!

-          ¿Te queda poco?

-          Tranquila que aún puedo aguantar… -respondió invitándola a seguir tomándole los cabellos con la mano.

Ella jugaba con su juguete favorito, entretenida en las miles de caricias que sus dedos y su boca le conferían. No se cansaba de chupar y lamer, le encantaba hacerlo y escuchar a su amante gimotear y gozar con cada roce de la lengua. Era un miembro agradecido con cada ataque femenino, mostrándose palpitante y ardiente cada vez que la mujer le complacía. El placer iba en aumento para cada uno de ellos. Eva, en una de esas y enloquecida por completo, consiguió meterse la casi totalidad del pene hasta verse obligada a sacarlo para poder respirar. Él gimió sonoramente ante la audacia de su compañera.

-          ¡Eres una viciosa, una gatita viciosa a la que darle su merecido!

La mujer nada dijo continuando con lo que tan ocupada la tenía. Sacándolo de la boca apareció el miembro brillante y lleno de babas. Lo adoraba e idolatraba como si de un tótem se tratara. Las manos rozándolo tímidamente y con los labios posados sobre el glande y el tronco, acabando con un casi inapreciable lametón que al hombre le supo a gloria. Dejándolo reposar sobre el vientre masculino, se dedicó ahora a lamer y saborear los cargados testículos para subir de tanto en tanto hacia arriba haciendo sufrir así el sexo que la hechizaba. Nuevos lametones para luego hacerle vibrar con pequeños y constantes golpes de lengua. Era una hermosa imagen el verla sonreírle con los bellos ojos clavados en los suyos.

-          Eres tremenda nena… me tienes loco con lo que me haces.

-          Bien cariño, ya estás listo… ahora te toca a ti –declaró incorporándose hasta quedar elevada sobre el lecho.

Tumbada sobre la cama quedó perfectamente acomodada, las piernas abiertas en espera de lo que el hombre le hiciera. Joaquín empezó quitándole las bragas, ayudado por ella al levantar las piernas cuán largas eran. Poco a poco la íntima prenda fue desapareciendo, muslos, pantorrillas hasta acabar dejándola abandonada junto a ellos. Tras besar suavemente la mano que Eva le entregó, quedó enfrentado al peludo y frondoso coño de la agradable secretaria. Coño oscuro y muy peludo como a él le gustaban. Acarició la raja pasando los dedos mínimamente por encima para enseguida caer sobre el vello besándolo con extrema delicadeza. Ella empezaba a vibrar con aquello aunque más iba a vibrar. El macho experto se apoderó de la humedad de la vulva, dedicándole las primeras atenciones que lograron arrancar leves gemidos en su compañera. Suaves gemidos guturales acompañados de suspiros con los que mostrarle lo muy dispuesta que se encontraba.

-          Chúpalo cariño… chú… palo.

-          ¡Qué húmedo está!

-          Culpa tuya… vamos, no me hagas esperar –pidió echando la cabeza atrás para volver a levantarla en busca de la imagen gloriosa.

Las piernas dobladas y elevadas, permitiendo que la lengua la explorara. ¡Y había tanto que explorar! El hombre cubría con sus labios los otros labios gruesos e inflamados, empapados en el calor femenino que era todo un placer saborear. Pasó la lengua entre los pliegues jugando con los mismos, notándolos palpitar necesitados de caricias. Llevó un dedo metiéndolo entre las paredes de la vagina, medio dedo que fue introduciendo algo más según los gemidos de la mujer le indicaban. Lo fue moviendo al mismo tiempo que chupaba el cálido tesoro camino de nuevas sensaciones. La hermosa hembra, con uno de sus dedos en la boca, lo lamía tratando de calmar el nerviosismo que empezaba a dominarla. Él introdujo ahora dos dedos provocando en ella un gemido mucho más intenso. Así la fue follando de forma lenta pero continua, adelante y atrás, adelante y atrás entre las quejas constantes que Eva emitía. Cayó sobre la colcha, los ojos cerrados disfrutando el furibundo ataque al que la sometía.

-          ¡Qué gusto… qué gusto sí… continúa así mi amor! –exclamó la cabeza caída por la calidez de aquella lengua que la atormentaba de aquel modo.

La comía y chupaba con decisión, corriendo la lengua arriba y abajo y en el interior de la flor abierta que le ofrecía. Jugueteaba con la mujer, haciéndola morderse los labios para no gritar. Lengua mezclando la saliva con los jugos femeninos, más y más abundantes con cada roce que le propinaba. Tomó el punto más sensible de la mujer y eso la hizo volver a gemir derrotada, gimiendo y jadeando de forma descontrolada con cada nuevo roce. El clítoris se enderezó ante el ataque al que lo sometían, grueso, rosado y brillante de humedad. Joaquín lo maltrató convenientemente, cubriéndolo con los labios para tirar del mismo hasta escucharla gritar ahora sí llena de emoción.

-          ¡Así mi amor, así… chúpalo entero… me estás poniendo cardíacaaaa!

-          Ummmm, ummmm –eran los únicos sonidos que el macho producía, entregado como estaba a conseguir el deleite en la mujer.

-          ¡Mi vida… mi vida, sigue… no te pares!

Se humedecía los labios resecos por el deseo, se notaba cansada pero no quería parar. Joaquín sabía trabajarla, tenía una lengua maravillosa que sabía cómo utilizar. Con él era todo tan fácil… Se retorcía entre la colcha, las uñas clavadas sin conseguir el sosiego necesario, antes al contrario, con cada nuevo contacto se notaba más y más inquieta. La lengua inició un rápido movimiento bajo la respuesta femenina que no paraba de buscar el contacto. Los gemidos y jadeos se hicieron constantes, se la veía entregada al martirio de aquella diabólica boca que no cejaba en su empeño. Con los dedos le abrió los labios para rasparla con la lengua una y otra vez, pasándola hasta conseguir incrustarla en su interior. La movía adelante y atrás entre los sollozos y lamentos de la bella mujer. Cada vez más rápido por encima de los labios y el clítoris hasta acabar en un orgasmo que la hizo caer rendida. Gritando derrotada, sin control sobre sí misma, el mundo muy lejos de donde se encontraba.

-          ¡Me corro mi amor… me corroooooo sí! –anunció medio sollozando y mordiéndose el labio nuevamente para encontrar algo de alivio.

El cuerpo no le respondía, las piernas descontroladas pataleando al notar el calor del orgasmo abandonarle sin remedio. Joaquín chupaba y lamía, empapándose del elixir que la agradecida hembra le entregaba. Le sorprendió con un segundo orgasmo unido al primero. En ocasiones le ocurría cuando estaba especialmente cachonda, lo cual era más que a menudo para el placer de ambos. Él bebió el líquido salado dejándola completamente limpia de jugos. Tocaba ahora una nueva fase en su placer.

-          ¡Ven aquí toro! Dame todo lo que necesito.

-          Es tarde para eso. Mañana será otro día duro.

-          Ummm, ¿vas a dejarme así? –preguntó con cara de niña buena.

-          Ya sabes que no, preciosa –respondió uniéndose a la mujer.

Se besaron, morreándose y dándose las lenguas hasta alcanzar lo más hondo de la boca femenina. Jadeando ambos, con las manos bajaban y subían por los cuerpos cálidos de lujuria.

-          Me tienes muy cachonda, cariño.

-          Lo sé… es tan bueno verte así.

-          Oh, bésame por favor –reclamó atrayéndolo hasta acabar fundidos una vez más en un beso largo y lleno de pasión.

-          Fóllame, lo necesito –fue su petición mientras se colocaba boca abajo y con la pierna doblada.

El amable macho apuntó llevando la cabeza del miembro a la entrada ya perfectamente preparada. Lentamente fue entrando hasta quedar enterrado en el interior de su compañera. La penetración fue profunda y sincera, quedando la mujer unida al clavo ardiendo con el que Joaquín la obsequiaba. Lanzó un suspiro satisfecho al tiempo que cerraba los ojos tratando de acomodarse al músculo masculino.

-          Sí toda… ummm, dámela toda sí… muévete cariño…

-          Tómala nena… estás muy mojada.

El hombre la folló moviéndose con facilidad en el interior del sexo femenino, provocando en ella gemidos lastimeros con cada golpe de riñones que daba. La polla curvada se enterraba de forma lenta, haciéndola gemir y quejarse ante la invasión que le venía encima. Se la veía hermosa con el rostro cansado por las miles de sensaciones que su cuerpo vivía. Eva reía aceptando el aguijonazo del miembro duro y grueso que la horadaba con delicadeza. La mirada echada atrás hacia la del hombre que, a cada paso, se movía resbalando con mayor decisión entre las paredes que tan placenteramente le acogían. Ambos disfrutaban la imagen del rostro inflamado del otro, ella viéndole caer con fuerza y él haciéndola cerrar los ojos al sentirse llena de aquel músculo punzante. Tuvo que morder la colcha para acallar el placer que la devoraba. La polla salió mínimamente, ofreciéndole un breve momento de relajo.

-          Fóllame cabrón… fó… llame entera maldito. Me vuelves loca…

-          ¿Te gusta nena?

-          Me gusta sí… clávamela toda, la quiero toda.

Él aceptó el desafío que la guapa rubia le ofrecía, golpeándola una y otra vez para deslizarse en el interior de su estrecha vagina. Empezaron a moverse con mayor rapidez, perfectamente acoplados el uno al otro. El culo pegado al vientre que la golpeaba mientras la mujer se mordía los temblorosos labios. Cada vez las entradas se hacían más duras, escuchándose el golpeteo continuo del vientre contra las redondeces que lo recibían.

-          Me encanta ese coñito tragón que tienes –dijo él en un momento de descanso.

-          ¿Sí verdad? Cariño, deja que te relaje…

-          Eres una viciosa.

-          Lo sé pero te encanta que lo sea. Además tú también lo eres –rió abiertamente al dejarse atrapar por el hombre.

La tenía enganchada bajo su cuerpo sin darle posibilidad alguna de escapar, cosa que evidentemente no pensaba hacer. Casi no notaba el peso del cuerpo de su amante, tan a gusto se sentía en esos momentos.

-          Deja que te quite esto –le requirió ayudándola con prisas a deshacerse del salto de cama.

-          Eres hermosa –aseveró al observar los pechos redondos y firmes de la madura, sobre uno de los cuales cayó la mano acariciándolo con premura.

Ella solo ronroneaba como una gata herida, agradecida por tan tierna caricia. Él volvió a los movimientos de antes, follándola con golpes secos y duros que la hacían aullar. Una, dos, tres veces y vuelta a la carga sin darse un instante de reposo. Eva gemía, jadeaba y lloraba de emoción con los lametones que la boca inquieta le daba. Sentía los pezones duros gracias al roce de la lengua y los labios. Con los dedos, ella misma se masturbaba acompañando de ese modo el constante golpear del pene que la taladraba. Puestos de lado, podían notar el aliento quemarles, las bocas cerca la una de la otra exhalando jadeo tras jadeo. El placer era explosivo y agotador para los amantes. Él a punto de irse y ella dispuesta a acompañarle. Los ojos en blanco, la mirada perdida por un orgasmo a punto de visitarla. Gemía, sollozaba, reía divertida y gozosa gracias a los movimientos continuos de su amable compañero, traspasándola hasta lo más hondo de su ser. Aquel pene era incansable y no cejaba en su empeño de darle el placer que tanto reclamaba. El hombre aguantaba a duras penas el orgasmo que parecía querer escaparle. Al fin paró buscando alargar el placer todo lo posible.

-          ¿Qué tal por el culo?

-          ¿La quieres por ahí?

-          Sí claro, ¿por qué no? –dijo removiendo el culillo de forma procaz.

-          Eres una putilla.

-          Lo soy pero eso te pone… vamos métemela toda…

Se la metió traspasándola muy lentamente, haciéndola ahogar con aquella presencia conocida pero a la que le costaba acostumbrarse. Era un pene enorme que la llenaba por entero, dándole el placer que reclamaba. Gruñó al notarse empalada hasta lo más hondo de su estrecho agujero. Le dolía pero le daba un placer tremendo al mismo tiempo, una sensación de lo más extraña pero que ya bien conocía. La quietud no tardó en dar paso a la copula, moviéndose de forma acompasada según el ritmo que él imponía. La mujer gemía y gritaba ahogadamente al notar cómo la barra de carne la traspasaba haciéndole doler. Joaquín la tenía bien enlazada de la cintura y así podía empujar con facilidad, sodomizando a su pareja con golpes cada vez más feroces. Los huevos golpeándola del mismo modo que lo habían hecho antes, pero esta vez el culo le quemaba bajo aquella presencia inhumana que la hacía perder el sentido. La hermosa rubia, ahora más hermosa que nunca, gritaba y aullaba de dolor llenando la habitación con toda una prolongada sucesión de sollozos y lamentos.

-          ¿Te gusta que te den duro, eh perra?

-          ¡Oh sí, me encanta… dime esas palabras guarras y sucias!

Era un juego entre los dos que les ayudaba a excitarse hasta límites insospechados. Se sabían a punto del orgasmo, no aguantarían ya mucho más. Aún estuvieron un largo minuto más, enganchados como perros sin parar de bufar y gruñir como dos animales salvajes. Gracias a la insonoridad de las paredes nadie les podía escuchar así que se entregaban a la locura del momento sin cortapisa de ningún tipo.

-          ¡Me voy, me voy! –avisó él antes de deshacerse del preservativo escupiendo el abundante líquido por encima del pubis y el vientre femeninos.

Hasta el pecho le llegaron dos goterones de cálido semen, prueba inequívoca del poderío desatado. Ella también se corrió como no podía ser de otro modo, dejando ir un nuevo manantial en forma de placer femenino. Uno y otro jadeaban murmurando palabras entrecortadas, imposible era entender lo que decían. El orgasmo les había atrapado en aquella locura que tanto les apetecía cada vez que se unían. Cada orgasmo era mejor al anterior, acabando derrotados sobre la cama medio revuelta. La mano masculina sobre el cuerpo de la mujer buscando ambos relajarse tras el tormentoso combate mantenido. Eva saboreó parte del semen caído sobre su vientre, para a continuación esparcir con los dedos el resto por encima de la piel. Joaquín la besó en el cuello, arrancándole un nuevo suspiro satisfecho. Los gemidos fueron apagándose con el transcurrir de los segundos. Todo había terminado.

-          ¿Ves cómo me mira Uchida?

-          Se le salen los ojos y no es para menos. Deberías hacértelo con él –respondió él recuperando aquella idea que tanto le excitaba.

-          ¿Eso quieres?

-          ¿Por qué no? He oído que son muy fogosos en la cama.

-          Bueno todo es probar –espetó notando la mano masculina corriéndole pierna abajo.

-          ¡Ven aquí maldita! –la tomó besándola de forma sensual e irrefrenable.

Sabía que se excitaba con esas cosas. Le ponía hablar de otros, de cómo hacérselo con otra mujer o de que ella estuviera con otros hombres. Alguna vez le había propuesto algún trío o algún intercambio con otra pareja aunque todavía no se había dado la ocasión. A Eva le atraía eso, alguna vez se había acostado con alguna amiga o había tenido algún encuentro inesperado con alguien de su mismo sexo aunque en realidad lo que le iba eran los hombres, si era posible mejor dos. Uno por delante y el otro por detrás dándole al mismo tiempo, con ello alcanzaba los mejores orgasmos que nunca había vivido. Leche por todos los lados, la cara, la boca, el pelo, el culo y el vientre… Le apetecía el líquido blanquecino masculino corriéndole el cuerpo, saboreándolo entre los dedos. Se ducharon juntos entre risas y caricias para finalmente acabar la noche abrazados entre la suavidad de las blancas sábanas. No había estado mal, realmente nada mal.

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Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo