miprimita.com

Polvos rápidos (7)

en Sexo con maduros

Polvos rápidos (7)

 

Muchas veces se le había insinuado medio abiertamente aunque todavía no habían ido a más. Aquella tarde de sábado sin embargo todo fue diferente…

 

 

My funny Valentine

sweet comic Valentine

you make me smile with my heart.

 

Your looks are laughable

un-photographable

yet, you’re my favorite work of art.

 

Is your figure less than Greek?

Is your mouth a little weak?

When you open it to speak,

are you smart?

 

But don’t change a hair for me

not if you care for me

stay little Valentine stay

each day is Valentine’s day…

 

My funny Valentine, RICHARD RODGERS & LORENZ HART

 

 

Paula era una chica bella y hermosa, bella y hermosa como correspondía a sus 18 años y en la plenitud de la vida. Pequeñita pero bien formada, era vivaracha y de fácil relacionarse. Aquel año acababa de iniciar los estudios universitarios en la Facultad de Bellas Artes de la ciudad aunque, activa como lo era, aprovechaba el tiempo del día que siempre le faltaba para todo aquello por lo que se interesaba. Por las mañanas iba a la facultad mientras que por las tardes trabajaba en una tienda de moda para sacarse algo de dinero para sus cosas. Lo suyo era la pintura aunque también la escultura y la cerámica le atraían. En realidad cualquier cosa que tuviese relación con la creatividad era de su agrado así que Bellas Artes era la mejor opción para ella.

Los primeros meses se le hicieron fastidiosos a morir; pensaba que la Facultad se le quedaba pequeña y que tenía mucho más que poder dar. Quizá debía tomárselo con más calma, quién sabe. En el grupo en el que se movía había de todo, gente con verdadero talento y otros a los que los estudios poco o nada tenían que mostrarles. Marcos, Luna y Soraya eran realmente buenos en los trabajos que presentaban y así se lo recompensaban los resultados cosechados. Paula buscaba explotar las clases todo lo posible, relacionando diversas vertientes en busca del mejor rendimiento.

Pero no todo eran estudios en la vida de Paula. También había tiempo para la diversión aunque menos del que le hubiera gustado a una joven de su edad. De todos modos era lo suficientemente responsable como para priorizar intereses, lo primero era lo primero y a ello se entregaba con todas sus fuerzas. Algo caprichosa y voluble, cuando algo le interesaba no paraba hasta conseguirlo. Y ya hacía tiempo que le interesaba Tomás, el vecino maduro e interesante del sexto piso de su escalera, dos pisos más arriba de donde ella vivía. La pobre se excitaba sin remedio cada vez que le veía, notando un cosquilleo inconfundible en lo más hondo de su ser. Un amor platónico por el hombre maduro pero también un enorme deseo carnal era el que sentía, un deseo por conocer a Tomás en la intimidad. Muchas noches se había masturbado en la cama a oscuras o bien por las mañanas durante la ducha; eso la calmaba pero ciertamente no era suficiente para la joven muchacha. Necesitaba poner remedio a aquella especie de furor uterino o estaba segura que acabaría volviéndose loca. Desde un tiempo a esta parte, un mes y medio más o menos, no paraba de masturbarse pensando en él. Al menos dos veces al día, en ocasiones hasta tres o cuatro.

Una tarde de sábado en que se encontraba sola en casa, se echó la manta a la cabeza animándose a buscar la aventura por la que tanto suspiraba. ¿Cómo sería aquel hombre en las distancias cortas? ¿Cómo la recibiría? No le preocupaba recibir un chasco pues era difícil que ello ocurriera. Las miradas masculinas no engañaban y, como las de muchos otros hombres, las de Tomás demostraban un claro interés por la espléndida joven.

Divorciado hacía ya ocho largos años, nunca había funcionado su matrimonio con Nieves. Desde bien pronto la cosa no tiraba; pese al mucho tiempo festejando no es lo mismo la vida de novios que la de casados de lo que enseguida se percataron ambos. Caracteres contrarios y enfrentados los de uno y otro. El carácter flemático y apático de Nieves sublevaba a Tomás, de novios y con el enamoramiento propio de los inicios aquello no le resultaba especialmente molesto, pero una vez casados la cosa cambió por completo haciéndosele insoportable la vida en común. Apenas duraron año y medio de casados, formándose todo un revuelo entre la familia de ella la cual sin embargo fue quien mejor llevó la separación. Enseguida regularizaron la situación, marchando cada cual por su lado.

Solo y sin mujer, la belleza de Paula no le había pasado desapercibida como no podía ser de otro modo, era demasiado bonita como para no fijarse en ella. Muchas eran las pajas que se había echado a su salud y también a la de la madre de la joven, una hermosa y bien formada rubia de la que Paula era su vivo retrato con aquellos ojos achinados y rasgados, algo menudos y verdosos. De melenita corta de dorados cabellos, rubios amarillentos y lisos como la tersura de su fina piel. Pecosa y con una naricilla redonda y chata destacando en su gracioso rostro de labios finos y perfilados. La lengua con piercing, que alguna vez le había vislumbrado, era lo que más le ponía de ella, esa moda nueva y cada vez más extendida le excitaba sobremanera.

Al hombre le gustaba aquella muñequita, cómo no iba a gustarle aunque no había querido meterse en líos con una muchacha como aquella. Aún menor de edad no era plan de buscarse problemas aunque evidentemente ya le había echado el ojo a la muchachita divertida y pizpireta. Ahora y ya con los dieciocho años cumplidos, la cosa cambiaba totalmente para ambos. La rubita era toda una tentación difícil de obviar con sus ropitas cortas y delicadas que poco o nada dejaban a la imaginación. Camisetas y tops mínimos junto a minúsculos shorts que dejaban los muslos y piernas a la vista de quien quisiera disfrutarlos. Tenía un morbo tremendo, todos los chicos iban tras ella pero la guapa muchacha buscaba otra cosa. Como les ocurría a otras jóvenes de la facultad, los muchachos de su edad se le quedaban pequeños fijando la atención en hombres mayores los cuales resultaban irresistibles para nuestra protagonista. Así pasaba con Tomás. De sopetón y sin avisar se presentó en la puerta del hombre.

¿Me dejas pasar? –preguntó tuteándole directamente.

Oh sí claro –respondió sorprendido por la inesperada visita.

Los dos sabían a lo que iba, Paula se sentía preparada para entregarse a su vecino. Un cosquilleo agradable le llenaba el cuerpo mezclado con el nerviosismo propio de la primera vez. Estaba para comérselo –pensó para sí nada más cruzar el umbral de la puerta. Le recibió descalzo con unos tejanos anchos y raídos junto a una camiseta gris de manga corta con la que ir cómodo por casa, ropa que contrastaba totalmente con los trajes que vestía a diario para el trabajo.

¿Y tus padres?

Estarán fuera todo el fin de semana… No hablemos de eso, ¿quieres?

Bien, ¿y a qué has subido?

Necesitaba hablar con alguien y pensé en ti. Quería verte…

¿Verme?

Sí verte, ¿acaso te sorprende? –inquirió de espaldas al hombre mientras curioseaba por el amplio salón de la desconocida casa.

No, claro que no… me vendrá bien tener un rato de compañía.

¿Sólo un rato?

Bien, era una forma de hablar. Puedes quedarte todo el tiempo que desees. ¿Quieres tomar algo?

Pensé que no ibas a invitarme… una coca cola estará bien –aceptó dándole la espalda al maduro para continuar con su malsana curiosidad.

Aprovechando que no le veía, Tomás reconoció de arriba abajo la figura femenina. La melena suelta por encima de los hombros desnudos, la espalda medio al aire gracias al pequeño top con el que se cubría. En un primer vistazo había podido percatarse que no llevaba sujetador por cómo se marcaban los pezones bajo la tela. Una falda blanca, medias negras por debajo de las rodillas y unas Converse blancas formaban el resto del conjunto con el que la joven vestía aquella tarde. El hombre, disfrutando el espectáculo que se le mostraba, humedeció los labios imaginando miles de posibilidades. Un irremediable pinchazo sintió entre las piernas mientras devoraba en silencio tanta belleza. No llegó a la cocina pues sin aguantar por más tiempo la presencia que le acompañaba, se abalanzó sobre la muchacha en un instante de sana locura.

¡Oh sí, creí que nunca no lo harías! –exclamó ella dejándose envolver por los largos y poderosos brazos del hombre tan deseado.

Esto es lo que querías, ¿eh pequeña? –dijo él atrapándola bajo su cuerpo.

Sí, sí… tenía tantas ganas de estar contigo –aseguró Paula empezando a sentirse entregada.

Ámame… ámame sí –la voz ya nerviosa al notar las manos encima de sus pechos, manoseándoselos con descaro por encima de la ropa.

Arqueada por completo, los pechos elevados hacia delante y el culo peligrosamente en pompa, disfrutó el ataque masculino por el que tanto tiempo llevaba suspirando. Gimió con la ruda caricia de su compañero, apretándole los pechos con fuerza hasta hacerlos doler. El aliento del hombre pegado al cuello, respirando con dificultad bajo el hechizo de aquel cuerpo de bellas y rotundas formas. Era preciosa, una muñequita por la que cualquier hombre sería capaz de cualquier locura. Y ahora era suya, permitiendo que sus manos la excitaran hasta hacerla perder el control de su cuerpo. Una mano todavía en el pecho y la otra bajando al muslo, para acabar metiéndola bajo la falda camino de escondidos lugares de su anatomía. Cerró los ojos nada más la boca se apoderó del cuello, besándolo y chupándolo con fervor entre los tímidos grititos que la joven emitía. Un calor inconfundible se apoderó de su sexo, notándolo arder gracias a lo cachonda que se encontraba. Se sentía ya lista para lo que pudiera ocurrir, no deseaba otra cosa que no fuera entregarse al hombre maduro. Paula echó la cabeza atrás en busca de los besos de su amante que enseguida comprendió lo que la muchacha quería. La besó cubriéndole los labios en un beso largo y profundo, aprovechando la debilidad de ella para llevarla contra la pared. Más grande que ella no pudo hacer nada por contener la fuerza irrefrenable del ardiente macho.

Sí sí… bésame, bésame Tomás… lo deseo…

¡Eres preciosa! –dijo él volviéndola a besar con el mismo ímpetu de instantes antes.

Las manos sobre sus muslos, las sintió subir de forma lenta por el vientre y la barriga hasta acabar en los pechos que agarró una vez consiguió levantar el top. Los gemidos y suspiros de ella se hacían cada vez más reconocibles, no pudiendo evitar mostrar la flojedad que la dominaba. De hecho, le animaba a continuar entre gemidos y risas divertidas pidiéndole que siguiera con aquello. Echando el culo atrás, lo movió por encima del pubis masculino en el que pronto notó responder algo claramente patente.

Eres una putilla –exclamó Tomás en cuanto sintió el redondo trasero pegado a su sexo.

¿Y no te gusta eso? –preguntó ella mostrándose intranquila.

Claro que sí… eres un sueño pequeña.

Se besaron una vez más morreándose con lascivia, las bocas unidas de forma desesperada hasta que ella abrió los labios dejando que la lengua de Tomás atrapara la suya. Él sintió el piercing golpeándole la lengua con el frenesí de los besos. Eso le excitó de forma insospechada. Estuvieron un largo rato así, disfrutando la lujuria del momento y de aquellos morreos que les sabían a gloria. Las lenguas en lucha perpetua, mezclando las salivas en besos cálidos y llenos de sensualidad. Paula se dejaba llevar por la fuerza del hombre, le gustaba que fuera tan apasionado y varonil. Justo lo que buscaba, apasionado y fogoso como ella lo era. En un momento de descanso, Tomás la hizo volver para nuevamente caer sobre la muchacha envueltos en la locura de la creciente pasión. Boca fresca la de ella, con la dulce frescura que da la juventud. Las manos recorriendo el talle femenino mientras la joven las tenía clavadas en los fuertes y poderosos brazos de su pareja. Volvió a caer sobre el cuello, besándolo y lamiéndolo hasta producir escalofríos en la muchacha.

¡Me haces cosquillas! –rió jovial.

¿Te gusta eso verdad?

Sí me gusta… continúa besándome sí… hazme el amor…

El hombre subió por el cuello hasta apoderarse de los labios húmedos y jugosos que se le ofrecían. Se besaron esta vez de forma dulce e imperceptible, jugando con las lenguas. En un momento de desvergüenza ella le mordió tímidamente el labio inferior, provocando en el maduro un murmullo de satisfacción. Era perversa, una gata perversa y llena de morbo. El vicio se acrecentaba, ambos querían más. Tomás llevó la mano bajo la falda, tratando de separar la delicada prenda femenina en busca del sexo ya encharcado. Su joven amiga aulló al notar los dedos peleando con la braga hasta conseguir echarla a un lado. Teniéndolo cogido del rostro, dobló la pierna para así facilitar la caricia. Al fin alcanzó la vulva envuelta en jugos. La hermosa muchacha ardía en deseos y su excitado compañero estaba dispuesto a darle lo que pidiera.

Ummmmmm.

Los dedos se apoderaron de la hendidura húmeda y caliente. Paula no pudo menos que besarle con libidinosa impudicia nada más sentir los dedos en el interior de su vagina. Se encontraba tan cachonda que no quería otra cosa que no fuera seguir con aquello. Él movía los dedos adentro y afuera haciendo que la joven se empinara sobre la punta del pie. La folló sin prisas, entrándole y saliendo de forma lenta, escuchándola gemir y sollozar cada vez que lo hacía. Retrasaba las entradas, hundiendo los dedos muy lentamente entre las paredes femeninas que los recibían entre movimientos incontrolados de pelvis. Mientras, y a apenas unos centímetros de ella, disfrutaba la cara de felicidad que ella mostraba. La mirada del hombre se encontró con el piercing sobresaliendo en el ombligo de la muchacha. Pensó en ganar en velocidad y determinación, moviéndolos ahora de forma más rápida y exigente. Adentro y afuera, adentro y afuera y sin que la rubilla dejara un solo segundo de gemir y casi gritar, perdido el control de sí misma. El calor se apoderaba de ella, un placer intenso y turbio que le crecía subiéndole por el cuerpo hasta explotar en su cerebro debilitado y rendido. Los dedos continuaron su cometido, penetrándola hasta lo más hondo, entrando y saliendo una y otra vez. Paró un instante apoderándose de la habitación un silencio casi completo. Sólo algún gemido mezclado con la respiración agitada del hombre. Pero sólo fue un instante, volviendo enseguida el rápido trasiego al interior de la empapada rajilla. Los dedos se acomodaban con facilidad al coñito de la muchacha que los atrapaba y expulsaba sin temor alguno. Paula se agarraba allí donde podía, sujeta a los hombros de su amante o bien resbalándole las manos a lo largo de la fría pared en la que encontrar un mínimo consuelo, en la que encontrar asidero para poder proyectar todo el placer que la consumía. Aguantando las ganas de chillar, el orgasmo la invadió corriéndole entre las piernas.

¡Me corro… me corro aaaaaaggggghhhhhh!

Sí nena, córrete sí… estás preciosa cuando te abandonas.

¡Ufff, cómo me pones! ¡Qué corrida más rica!

Los dedos y la mano del hombre se llenaron de los jugos de la joven, una corrida amplia y abundante la que dejó ir entre lamentos desconsolados, gemidos y jadeos incontrolados bajo el gesto placentero que su rostro presentaba. La belleza de sus pocos años la hacían ver encantadora. Tomás la besó acallando tímidamente los gemidos cada vez más débiles que producía. Respondió al beso casi sin fuerzas, tan intenso había sido el orgasmo que la había hecho disfrutar.

¡Qué bueno… me ha gustado lo que me has hecho! –declaró en un breve momento de separación.

A mí también me ha gustado. Has estado maravillosa pequeña.

¿Sí? ¿De verdad te ha gustado?

Claro que sí. Eres una muchacha exquisita y llena de morbo –respondió él dándole a probar el sabor de los jugos que Paula devoró entre los dedos de su nuevo amigo.

Había probado ya sus jugos en muchas ocasiones cuando se había masturbado en la soledad de su cuarto, pero aquella vez ese sabor amargo le resultó de lo más dulce y apetecible. Se sentía cansada pero dispuesta a continuar, deseaba probar lo que el hombre le tenía reservado que a buen seguro sería mucho.

Desnúdame –le pidió.

Él lo hizo en silencio, sacándole el top por la cabeza para dejar libres el par de montañas que la muchacha tenía. Subió una vez más por el juvenil, terso y firme cuello femenino, pasando la lengua por el mismo hasta acabar en la barbilla la cual mordió de forma suave, arrancando de ella un sonoro lamento.

¡Ufff, cómo me pones… me pones cardíaca!

Tú sí que me pones cardíaco… no lo sabes tú bien…

Volvieron a mezclar las lenguas mientras las manos del hombre maduro se apoderaban de los tiernos pechos. Los masajeó envolviéndolos por completo, notándolos duros y lozanos bajo los dedos. Enseguida los pezones se encabritaron con el roce que les propinaba, al parecer eran bien sensibles a tan fascinante caricia. Estuvieron unos dos minutos de ese modo, entre besos y caricias por encima de los pechos. Paula tenía unas tetas morenas de oscuras aureolas y pezones erectos, tetas firmes y poderosas por su edad que al hombre lo tenían completamente embobado. Se agachó a lamerlas y chuparlas, consiguiendo de ella cantidad de sensaciones agradables entre las risitas nerviosas que emitía. Paula no pudo más que agarrarse a la cabeza de él al tiempo que con la otra mano buscaba lo que tanto deseaba.

Lo sintió firme y más que apetecible bajo el tejano que lo cubría. Se relamió de deseo por probarlo. Lo que sus dedos notaban era un bulto de buen tamaño como lo había imaginado las muchas veces en que había soñado con Tomás.

¿La quieres pequeña?

Ummmm sí, me muero de ganas por tenerla.

Ven déjame que te ayude –exclamó él tomándola de las muñecas para así obligarla a caer al suelo.

Con prisas fue él mismo quien buscó soltar la hebilla del cinturón. Raudo lo hizo, soltando luego el botón del pantalón y de ahí la cremallera dejando el camino libre para que la joven continuara. Paula le miró sonriéndole con aquella cara de perversa que tanto le gustaba. Tenía morbo y se merecía un buen repaso por su maldad. Aquella muchachita le ponía loco e iba a recibir su merecido. Sin embargo, no dejó todavía que ella tomara su sexo apartándole las manos que se acercaban ya peligrosamente a la entrepierna.

A ver lo que tienes… por favor, por favor… déjame verla, lo necesito –suplicó como una gatita herida a su maduro compañero.

Él no ponía facilidades y eso la hacía poner frenética. Le gustaba verla sufrir, que lo deseara a morir. Así luego la entrega sería más completa. En silencio, le hizo apoyar en la pared para a continuación bajar el tejano junto al slip de un blanco inmaculado. La polla saltó disparada quedando curvada frente a la joven que la observó con gesto de devoción. Los ojos y la boca abiertos, era aquel un pene largo y grueso que la hizo gruñir de emoción. La cabeza medio descapullada con la piel sin retraer, se veía la piel rosada con las venas todavía no muy marcadas. El miembro del hombre era enorme o al menos eso le pareció a Paula que no conocía pene de esas proporciones en sus jóvenes compañeros de estudios, jóvenes todavía inmaduros y sin saber llevar las riendas de una relación mínimamente seria. Él era todo lo contrario, bello, hermoso y bien seguro de sí mismo en su seguridad de hombre maduro y mucho mayor que ella. Deseaba conocerle mucho más íntimamente que no un simple saludo al ir a coger el ascensor camino de casa.

Chúpala.

Se la metió en la boca sin esperar a más, sacándola al escuchar el primer gemido de su guapo vecino. Le gustaba aquel tipo, pensaba probarlo siempre que tuviera ocasión, no iba a dejarlo escapar tan fácilmente. Abriendo con gula la boca, comía y tragaba el largo mango del macho, metiéndose la cabeza y envolviéndola con los labios al tiempo que se ayudaba de la mano. Los ojos cerrados, entregada a la feliz tarea que tenía encomendada. Sabía comer una polla, había disfrutado ya de muchas pese a sus pocos años. El hombre pronto pudo comprobarlo pues la chiquilla se aplicó como si le fuera la vida en ello. Teniéndola entre los dedos, levantó la cabeza para chuparle y besarle el vientre, lamiéndole y besándole para ir bajando poco a poco hasta encontrar de nuevo el objeto deseado. Sacando la lengua lo golpeó con maestría provocando en Tomás un temblor desconocido. Estaba acostumbrado a aquellas caricias pero que fuera Paula, la alegre y coqueta vecinita a la que tanto llevaba deseando, era para él mucho más de lo que podía esperar. Entrecerrando los ojillos se dedicó a lamer el grueso tronco en toda su extensión, de arriba abajo y de abajo arriba, entretenida en su labor al pasar la traviesa lengua por encima del palpitante miembro. Mientras tragaba buena parte del pene erecto, con los dedos acariciaba muy suavemente los testículos que notó cargados y duros. Era un buen macho de eso no había duda, era evidente que tenía mucho que ofrecerle.

Sigue muchacha, sigue…

La guapa Paula lo hacía sabiendo controlar el ritmo de la felatio. Lamía y chupaba con intención y, cuando veía crecer el temblor y los jadeos del hombre, paraba dándole un mínimo respiro. Tomás lo agradecía, no quería irse tan pronto. Llevaba mucho tiempo esperando aquello y ahora que lo tenía no quería fallar a su encantadora conquista. El roce del metálico piercing le excitaba como antes lo había hecho en su lengua. Lo notaba frío encima del brillante e inflamado glande, y aquello le encantaba. Con las manos ayudó a la muchacha, acompañando el movimiento de la boca envolviendo y expulsando el largo músculo de forma lenta pero precisa. Él también colaboraba, empujando contra la chiquilla que tuvo alguna que otra vez que toser al verse llena la boca. Paula jugaba con la lengua, golpeando el glande, pasándola una y otra vez a lo largo del músculo de venas ahora sí bien marcadas por el placer obtenido.

Eres fantástica, sigue sigue sí.

Siguió jugando con la lengua viendo el éxito conseguido, era algo que nunca fallaba. Los labios atrapando el grueso capuchón hasta metérselo por entero para después sacarlo y lamerlo sin descanso dejándolo radiante y lustroso. Moviendo los dedos a buen ritmo mientras con la boca maltrataba una y otra vez el miembro masculino. Bajando hasta la base, se apoderó de los testículos para chuparlos y lamerlos con tiernas caricias. Tomás vibraba sometido al mágico momento que aquella brujilla le hacía vivir. La chiquilla volvió a las andadas, masturbándole y chupándole esta vez de forma mucho más rápida. Era momento de hacerle correr, quería sentir la leche caer por encima de la cara y los pechos, disfrutar del orgasmo del maduro hasta lograr hacerlo suyo por completo.

Vamos mi amor… córrete, có… rrete vamos… lo quiero todo…

Así así muñeca, qué bien lo haces cabrona… me vas a hacer ir si sigues así.

¡Sí dámelo, dámelo todo vamos…! –pidió los ojos clavados en los del hombre, viéndolo tembloroso y a punto de explotar.

Un rugido placentero llenó la habitación mientras la leche saltaba por los aires, yendo a parar sobre el bello y juvenil rostro de la muchacha. Paula tuvo que cerrar los ojos con urgencia pues una de las descargas fue a dar sobre uno de ellos y la nariz, cayéndole el resto por los labios y la barbilla. Fueron tres o cuatro disparos poderosos y llenos de vigor los que el maduro lanzó, llevaba varios días sin correrse y la necesidad ayudó al violento placer. Tomás se sintió liberado, notándose débil y relajado gracias al orgasmo obtenido, toda la tensión sexual reprimida un rato antes y ahora una sensación de agradable sosiego y quietud. Ella acercó la boca para limpiarle, saboreando los restos de semen con evidente gesto de triunfo. La lengua por encima del glande lastimado y luego tomando entre los dedos el líquido blanquecino para llevarlo a la boca. Tragó los espesos grumos, abriendo a continuación la boca para mostrarle lo mucho que lo había disfrutado.

Estabas bien cargado, me encanta.

Eres una brujilla, ven aquí –le dijo ayudándola a levantar para acabar ambos en un beso apasionado y lascivo, comiéndose las bocas con desesperación y sin freno.

Al verla poner en pie pudo apreciar la figura femenina hecha pecado, lo buena que su joven vecinita estaba. La imagen del cuerpo desnudo, la espalda curvada y el trasero suave y bien formado tratando de escapar al dominio de la braga. Ella se abrazó a su amante, dejándose tomar por las manos y los brazos que la hacían conmover por entero. Necesitaban más, no tenían suficiente con aquello y ambos lo sabían. Paula deseaba tenerlo dentro, sentir la potencia masculina en su interior hasta acabar entregada al macho que tanto la excitaba.

¡Te deseo cariño, te deseo!

¿Qué quieres ahora nena?

Oh calla, ya sabes bien lo que quiero… –exclamó loca de entusiasmo.

Apenas diez minutos más tarde, volvió a ponerlo a tono. El miembro hace nada derrotado y flácido, mostraba nuevamente el aspecto arrogante y altivo que ya le conocía. Paula se relamió de gusto al refregarse contra su hombre. Él la hizo poner de espaldas apoyada en la pared. Gritó gozosa, dispuesta a lo que pudiera venir.

Me tienes loco muchachita, ahora vas a ver.

Gimió al verse envuelta por el cuerpo masculino, cuerpos unidos el uno al otro en el silencio del cuarto. Tomás la besó en el cuello mientras las manos bajaban y subían las sinuosas formas de la joven. Subió y bajó la curva de la espalda, llegando a las nalgas firmes y prietas que tanto le interesaban. Era un culillo de lo más prometedor, respingón y de cachetes elevados y desafiantes. El aliento sobre la cara, sin decirse nada, solo hablando con los gestos y los gemidos. Apoderándose de la oreja la lamió y chupó provocando en Paula un escalofrío de puro deseo.

¡Hazme el amor, hazme el amor por favor! –reclamó echando el cuerpo hacia atrás para sentirse más atrapada.

Tomás cayó tras ella, tomando entre los dedos la prenda femenina para muy lentamente hacerla descender hasta los pies. La joven colaboró elevando un pie y luego el otro hasta verse libre de la braguilla que rápidamente quedó en el suelo junto a ellos. Paula gimió de forma ronca y más gimió al notar los dientes morderle la nalga. Sonrió mordiéndose ella el labio como mejor forma de aguantar la emoción. Él atacó pasando la boca por encima de la piel firme y rosada. Abriéndole las piernas, inició un lento movimiento entre los cachetes. Acariciándola con los dedos por encima del sexo que encontró húmedo de flujos. Estaba ya muy excitada, de eso no había duda. Al hombre le encantó que lo tuviera así de recortado.

¿Te gusta?

Me encanta nena… recortado y arregladito como me gusta.

Ummmmm.

Mordió nuevamente una nalga y la otra haciéndola gritar fascinada. Sacando la lengua la pasó por encima del agujero trasero que se veía oscuro y cerrado. La muchacha tembló sorprendida por la inesperada caricia.

¿Te gusta pequeña? –preguntó él buscando conocer la respuesta.

Sí sí claro –respondió sin saber lo que decía.

Agarrándola por la cintura chupó y lamió el agujero abierto a las caricias. La muchacha se sintió extraña, una sensación rara la que le hacía vivir. Pese a todo le gustó dejándole continuar con los roces. La lengua buscó humedecerla al tiempo que por delante los dedos continuaban masturbándola cada vez más rápido. Ella cerraba los ojos entre constantes jadeos y sollozos placenteros. Se sentía morir y aún quedaba lo mejor. Las manos pegadas a la pared resbalando por la misma como muertas. Se corrió sin poderlo soportar más, el clítoris en carne viva y pidiendo mayores atenciones. Era tan hermoso verla así de entregada…

Dios, qué bueno… qué bueno cariño…

Ven aquí pequeña.

Teniéndola ya lista se entregaron al placer carnal de los cuerpos. Haciéndola caer al suelo empezaron a hacer el amor. La madre de Paula ni por asomo podría imaginar donde se encontraba en esos momentos su querida hijita. Arrodillada y con las manos apoyadas en la pared, la obligó a abrir las piernas quedando así lista para la copula. Escuchándola jadear llevó el miembro a la encharcada entrada para enseguida quedar ambos unidos. Gimió ahogadamente al notar la lenta entrada, resbalando envuelto en las paredes vaginales de la joven amazona. El coñito tragón no era inexperto, llevaba ya alguna que otra experiencia encima y se notaba. Rápidamente y tras los primeros instantes de reconocimiento, se acoplaron al lento movimiento de los cuerpos. Tomada de la cadera la follaba con lentos movimientos que la hacían poner los ojos en blanco. Era grande, muy grande y así lo disfrutaba más. No sentía dolor sino un placer intenso con cada golpe que él le daba.

Así así métela… la sien… to, la siento entera…

Sí… muévete, muévete nena.

La polla le entraba hasta el fondo, notando los huevos pegados a ella hasta quedar casi ahogada. De ahí nuevamente hacia afuera, sacándola casi y de nuevo adentro resbalando con facilidad en el interior de la joven sometida. El culillo acogía el balanceo con suaves movimientos circulares alrededor del ariete. Intenso placer el que envolvía a los amantes llevados por la pasión del momento. Metiendo la mano entre las piernas, Paula acarició los testículos cargados una vez más del líquido del amor. Con la cabeza hundida en el frío suelo y el hombre dejándose caer hasta quedar completamente enterrado en el interior del coñito de su amiga. Se movían el uno contra el otro, ganando a cada instante mayor velocidad e interés en la follada. Tomás disfrutaba el cuerpo juvenil que le había tocado en suerte. Aún no podía creer tenerla entre sus manos y poderla gozar con total complacencia por parte de la muchacha.

Más deprisa… métela con fuerza, toda la quiero toda.

Y él se la daba haciéndola gritar y gruñir según los golpes fuesen más o menos fuertes.

Ummmm, fóllame fóllame. ¡La siento, cómo la siento!

Paula veía el poderío con el que su amante la sometía y echando la mirada atrás le sonrió de forma maliciosa provocando de ese modo un deseo irrefrenable en él.

Eres preciosa pequeña… eres preciosa…

Parando y volviendo a continuar, él trataba de alargar el encuentro todo lo posible. Aquella muñequita era espléndida y quería disfrutarla al máximo. Sacando el miembro la hacía quejarse, buscando con los dedos atrapar el ardiente sexo. Pero Tomás tenía otras ideas en mente…

La había follado sin preservativo, debía estar loco. ¿Y si la dejaba preñada? –pensó en un momento de lucidez. Pero era tan agradable entrarle a pelo… -se dijo volviendo sobre sus turbios pensamientos. Le hubiese encantado follar a la madre, estaba tan buena como la hija pero con veintitantos años más. También le había servido de inspiración en muchos de sus momentos de soledad. Ya habría oportunidad para ello –pensó volviendo a lo que se traía entre manos.

Espera nena, ahora vuelvo… no quiero que tengamos un susto.

¿Queeeeeeeé? ¿Adónde vas? No me dejes ahora maldito –gritó con los ojos brillándole en cólera.

Tranquila, vuelvo ya mismo. No tardo nada –aseguró dándole un cachete en la nalga antes de separarse de ella.

La rubita emitió un gruñido lastimero al verse sola. Al fin volvió del baño con un preservativo entre los dedos, mejor prevenir que curar. Ella le ayudó a ponerlo con expertas caricias de su lengua y sus labios.

Quiero follarte el culo.

¿El culo? –preguntó con voz miedosa.

Sí el culo… ¿nunca te lo han hecho por ahí?

Sí sí claro –mintió sabiéndose en falta.

Bien pues vamos a ello –zanjó él antes de caer entre los cachetes empezando a lamer con fruición.

El hombre no sabía lo que le preocupaba, pero no estaba para preguntar entregado a la feliz tarea como estaba. Así chupó y lamió, humedeciendo la entrada del esfínter hasta repartir convenientemente la saliva. Ella gozaba la caricia en tan sensible zona de su cuerpo sin imaginar lo que le esperaba. Había oído mucho de lo doloroso que aquello resultaba pero de momento no sentía más que placer con lo que la lengua le ofrecía. Tomás se entretuvo largo tiempo con aquello, lamiendo una y otra vez toda la zona hasta dejarla bien preparada. Paula removía el culillo con cada roce de la lengua por encima del agujero anal, lamiendo y escarbando ásperamente entre los tímidos gemidos que ella producía. Viéndola ya lista, el maduro cuarentón se colocó dispuesto a penetrarla.

Así lo hizo entrando con decisión aunque de forma lenta. Mordiéndose el labio hasta hacerlo sangrar, la muchacha notó entrar poco a poco la cabeza y cómo se abría paso el resto haciéndola desgarrar por dentro. Aguantó la respiración hasta no poder más, acabando por emitir un grito lastimoso sin poder soportar el agudo dolor. El hombre se paró sintiendo el intenso dolor en ella que sin embargo no trataba de separarse.

¿Eres virgen por detrás?

Sí –reconoció con mirada llorosa.

¿Y por qué no me dijiste nada?

Tenía miedo que me tomaras por una niña –exclamó hipando.

¡Qué tontería! –dijo antes de salir de ella.

De nuevo le comió el culo y también el coño, preparándola entre los hipidos y murmullos de la joven que se removía inquieta, satisfecha aunque algo dolorida. Sabiéndola virgen debía ser cuidadoso para que no le resultara algo odioso. Con los dedos y la lengua trabajó el coñito, masturbando el clítoris al tiempo que metía dos de sus dedos en el interior de la vagina. Aquello le gustaba de forma que no pudo más que gemir y sollozar, relajándose gracias a lo agradable que las caricias le resultaban.

Así así… acaríciame –pidió removiendo las caderas en busca de un placer mayor.

De tanto en tanto el hombre cambiaba el coño por el ano, pasando la lengua por encima para después usar uno de los dedos metiéndolo muy tímidamente entre los jadeos de ella. Ese primer dedo lo acompañó por un segundo, haciendo ahora la presión más profunda. Paula soportó bien el empuje, abriendo las nalgas para permitir la entrada. Poco a poco fue acostumbrándose, disfrutando los dedos al deslizarse por el estrecho canal. Él los sacó humedeciéndolos entre los labios para enseguida volver a enterrarlos entre las paredes cada vez más confiadas a la caricia.

Ummmmmm, me gusta… me gusta sigue –el sensual culillo removiéndose claramente intranquilo.

El hombre, sabiendo lo que se traía entre manos, se lo tomó con calma sin apremiarla a más. Solo lo harían si ella realmente lo deseaba y para ello era necesario darle el tiempo preciso. Largo tiempo estuvieron así entre lamentos y caricias. Paula se corrió dos veces cayendo derrotada y abandonada, era una buena chica.

Fóllame fóllame, no lo aguanto más… me tienes muy cachonda.

Fue ella misma la que se puso a cuatro patas pidiéndole que la penetrara. Su delicado amante entró en ella metiéndole la polla con suavidad, pegándola a él para dedicarle tiernas palabras que la hicieron enloquecer. Era tierno y delicado sí, sin las prisas ni la brusquedad de los muchachos con los que se relacionaba. Se sentía segura a su lado, le daba la seguridad que buscaba ella en una relación de pareja, una relación entre iguales y no en la que se moviera sometida a los deseos del hombre. Al tiempo que la follaba de forma lenta, Tomás pasó y repasó las manos por los muslos acariciándola mientras le lanzaba el aliento cansado por encima del cuello. La masturbó moviendo los dedos de forma alternativa, ahora deprisa, ahora despacio provocando en la rubia temblores espasmódicos. Un nuevo orgasmo le llegaba, la iba a matar si seguía así. Paró en las caricias, aprovechando para follarla con rapidez inaudita. Ella gemía, sollozaba, rugía, los ojos en blanco y sin saber dónde se encontraba. Tenía el coño rezumando jugos con los que envolver el músculo perverso que la atravesaba.

¡Me matas, me matas… qué polvo más rico diossssssssssssss!

Él salió una vez más dándole un respiro, escuchándola gimotear de puro gusto. Sin dejarla escapar, la tenía tomada de los pechos manoseándolos entre los dedos, apretándolos y pellizcando los pezones duros al tacto.

Me tienes loco muñeca…

Tú sí que me tienes loca cabrón… anda métemela y córrete de una buena vez, lo necesito.

Entró en ella ahora de un solo golpe, dejándola sin respiración, la mirada perdida en un lugar lejano y desconocido. Empezaron a moverse de forma acompasada y cada vez más veloz. Pidiéndole más y más y más, acompañando la follada con movimientos de caderas y echando el culo atrás para que las penetraciones fuesen más profundas. Era tremendo, realmente tremendo pero no solo para ella. También él lo disfrutaba, la locura juvenil le tenía trastornado. El hombre aguantaba el cercano orgasmo como buenamente podía, cosa de la que la muchacha se beneficiaba con evidente placer. No tardaría en correrse, trataba de prolongar el orgasmo pero sentía las fuerzas abandonarle a cada nuevo golpe. La avisó al oído una vez comprendió que se iba.

Córrete mi amor, có… rrete vamos… échamelo encima…

El hombre escapó deshaciéndose de la goma en el último segundo, apenas un mínimo instante antes de que un nuevo orgasmo le visitara. El semen llenó el trasero femenino en copiosas y abundantes lefadas. Tanta fue la fuerza e intensidad que parte de la corrida fue a parar a la espalda, escupiendo leche de forma descontrolada y sin parar de gritar. La cotilla vecina de rellano seguro le pediría explicaciones de todo aquello. Paula, la hermosa Paula se corrió también uniendo un orgasmo a un segundo que la dejó muerta de cansancio pero bien satisfecha. Había sido abrumador, bien seguro que aquel había sido el mejor polvo que nunca había echado, se sentía agotada pero dispuesta a repetir aquello tan pronto como la ocasión se diera.

Cariño, cariño… ha sido estupendo… no puedo ni moverme… ven bésame.

La besó acercándola a él para tomarle la barbilla y mezclar las lenguas de forma débil. Con la mano le recorría el cuerpo de piel erizada, había sido un encuentro de lo más tórrido y aún un rato después le duraba la turbación. Le gustaba notar la mano por encima del cuello para de ahí bajar a las caderas, recorriéndole el muslo y las nalgas en toda su extensión. Era un gran amante sí señor, la había dejado exhausta, con su poderío varonil de macho maduro y experto, como nunca nadie lo había hecho. Separándose de él se puso en pie en busca de sus cosas. Se fue vistiendo dejándose observar por la mirada escrutadora del amante.

¿Adónde vas?

Voy a casa a ducharme. Más tarde subo y pasamos la noche juntos, ¿quieres? –preguntó buscando la boca que la calmase.

Claro muñeca, será un placer.

Hecha un manojo de nervios abandonó la casa con cuidado de que nadie les viera. Deseaba repetir aquello, Tomás había sido de lo más gentil y agradable con ella. Por su parte y una vez solo, el maduro encendió un cigarrillo mientras pensaba en lo sucedido. A él también le había gustado. Paula era una zarigüeya vivaracha y picaruela, un encanto de jovencita con la que pasar un buen rato. El próximo objetivo sería la madre, estaba decidido a ello y tarde o temprano caería en sus brazos como lo había hecho la hija –pensó sonriendo para sí mismo mientras las volutas de humo se elevaban cubriendo la habitación.

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo