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Conociendo a Duke: Segundo día de entrenamiento

en Zoofilia

Mi segunda experiencia fue dos semanas después. Durante este tiempo, debo admitir, estuve prácticamente a gatas todos los días. Duke dormía conmigo en mi habitación, le compré una cama y la puse en un rincón, aprendió de inmediato a dormir ahí y no tratar de subir a mi cama.

Al iniciar mi día, me levantaba de mi cama y de inmediato me ponía a gatas, había ocasiones en que despertaba a Duke con un pequeño sobresalto porque me acercaba a él silenciosamente, en cuanto me veía movía su cola y se disponía a seguirme. Rondamos por la habitación unos cuantos minutos y después me puse de pie y bajamos a la cocina para desayunar. Usualmente le sirvo dos platos de alimento, los cuales devora en unos cuantos minutos.

Al terminar mi desayuno y lavar los trastes, vuelvo a ponerme a gatas, y recorro toda la casa junto con Duke, quien inmediatamente se pone a brincar, pero al pasar unos minutos deja de hacerlo, me sigue muy fielmente de una habitación a otra y la explora por sí mismo.

La rutina era la misma durante esas dos semanas, Duke se había acostumbrado a mi presencia. Una tarde, Rodrigo llegó temprano a casa.

-Hola Ada, ¿qué tal tu día?

-Muy Bien Rorro, gracias.

-¿Qué crees? Ayer le escribí a la “maestra” y le pregunté si podíamos dar el siguiente paso.

-Oh, ¿Y qué te dijo?

-Que sí podíamos, pero como siempre, debíamos ser muy cuidadosos, así que, ¿qué te parece si comenzamos de una vez?

-¿No tienes hambre?

-No, comí antes de regresar, gracias.

Se levantó y le abrió la puerta a Duke, volvimos a la sala, donde habíamos tenido nuestro primer encuentro, ya que la “maestra” nos dijo que los perros, así como asocian un lugar para hacer sus necesidades, también asocian un lugar para aparearse.

Esta vez me desnudé completamente, dejé mi ropa en el sillón y me recosté en la alfombra. Rodrigo ordenó a Duke echarse y de inmediato me acerqué a él.

Comencé a acariciarlo, lo hice como la primera vez, comencé por su cabeza y poco a poco fui bajando hasta llegar a su pene, escondido dentro de su prepucio. Duke reaccionó de la misma manera que la primera vez, volteó a verme y trató de lamer su pene, lo acaricié un poco para calmarlo y así lo hizo.

Lo masajeé por un tiempo, el pene de un perro no se puede manipular de la misma manera del de un hombre, debido al hueso que tienen, se mantiene en la misma posición. Comencé a tratar de masturbarlo, cosa que nunca había intentado, para ser honesta; bajé un poco su prepucio y la puntiaguda forma del pene apareció ante mis ojos, de un color rosado claro, a pesar de lo que yo imaginaba, no tenía un mal olor, no podría describirlo muy bien ya que es un olor único, puedo decir que es un poco ácido e impregna poco el ambiente.

Rodrigo me animó a descubrir totalmente el pene, cosa que es más fácil decir que hacer.

Su prepucio volvió a ocultar su pene, así que una vez más, lo jalé con cuidado, esta vez tratando de llegar hasta abajo. Al tenerlo así entre mis manos, con la mano derecha jalaba y con la izquierda retenía el prepucio, logré sentir su famoso nudo, el cual si uno pone atención, puede incluso verse dentro del prepucio.

-Espera un poco Ada.

--¿Qué pasa, lo estoy haciendo mal?

-No, para nada, vas muy bien, pero déjame explicarte lo que me dijo la “maestra” el otro día.

-OK, te escucho- dije mientras mantenía el pene de Duke expuesto, al principio estaba un poco brillante, pero al igual que con los hombres, comenzó a secarse poco a poco hasta llegar a un tono opaco.

-Bien, me explicó que para estimularlo debemos tener en cuenta que es totalmente opuesto que al pene de los hombres. Su parte sensible es el nudo, ahí es donde deberás concentrar tu atención, mientras que el cuerpo y la punta del pene son sensibles, no lo son tanto como el nudo. Me dijo que debes crear un círculo con tu pulgar y cualquier otro de tus dedos para encerrar el nudo y con ellos apretar intermitentemente para estimularlo, esto causará que su pene comience a ponerse erecto.

-OK, muy buena explicación, veré que puedo hacer.

Siguiendo esos consejos, me dispuse a tratar de descubrir todo el pene, al principio pensé que no se podría descubrir por completo, pero insistí, con la misma manera de sostenerlo, jalaba y mantenía abajo hasta llegar al nudo, la parte más difícil para alguien sin experiencia, debido a que el prepucio ya no cedía más. Duke comenzaba a impacientarse, movía su pata derecha, que era la que tenía en el aire, intentaba zafarse, pero pude contenerlo.

Seguí jalando su prepucio, lo hacía con cuidado, pero firmemente. Al fin logré sacar su nudo, Duke gimió un poco cuando lo hice, lo acaricié en su barriga para tranquilizarlo. Debo admitir que su pene no era gran cosa, pero me decidí a estimularlo. Como me dijo Rodrigo, hice un círculo con mis dedos índice y pulgar, con la mano izquierda frotaba el cuerpo del pene. Recordé que debía apretarlo constantemente y así lo hice, de nuevo Duke intentó liberarse, pero Rodrigo me ayudó a calmarlo.

Gracias a la estimulación noté que su pene comenzaba a crecer y a ponerse caliente, no inmediatamente, pero al pasar los minutos. También comenzaba a secretar líquido, primero eran unas pocas gotas, pero en cuanto comencé a estimular con un ritmo constante, se convirtieron en pequeños chorros intermitentes, los cuales hicieron que mi mano izquierda se empapara y pudiera frotar más fácilmente. Rodrigo y yo reímos un poco al ver salir sus chorros.

Al poco tiempo, no pude darme cuenta por lo gradual que fue, pero su pene ya había adquirido un tono más oscuro, no estaba totalmente erecto y su nudo comenzaba a crecer también.

-Hazlo Ada. Dijo Rodrigo susurrando.

Volteé a verlo y con la mirada le indiqué que no tenía idea de qué hablaba.

Con su mano y su lengua en su mejilla hizo el gracioso ademán de mamar.

Asentí con la cabeza e intenté acercarme. Su olor ahora era más penetrante, acerqué mi boca, pero no me animé a mamarlo al primer intento porque sentí su calor, cosa que me distrajo y no pude concentrarme. Rodrigo soltó una pequeña carcajada y me tranquilizó.

Reí también y al final me decidí, acerqué mi cara de nuevo, contemplé la punta de pene dudando, contemplaba su forma, cómo en la parte inferior se alarga más, me vino a la mente la imagen de una aguja hipodérmica.

Al fin lo hice. Abrí completamente mi boca y de un solo movimiento “engullí” el pene de Duke. Su sabor era muy raro, casi como el sabor del pene de un hombre, pero un poco más fuerte.

Podía sentir los chorros calientes golpeando mi boca, no estaba segura de como mamarlo así que simplemente lo hice como se lo hiciera a un hombre.

-Debes tener mucho cuidado, Ada. La “maestra” me dijo que su pene es muy delicado y que un pequeño rasguño de tus dientes puede hacerle sangrar intensamente.

Asentí con un murmullo, me detuve un poco para acomodar mi boca para evitar rasguñar su pene. Volví a mamarlo, con mi boca hacía vació los pequeños chasquidos de mi boca llenaban la sala. Intentaba meterlo lo más profundo posible, con la lengua tocaba su punta la cual se sentía completamente rara. Me detuve de nuevo, esto me permitió lamer `parte de su cuerpo y pude sentir algunas venas que ya comenzaban a endurecerse.

Con mi mano derecha seguía estimulándolo, apretaba cada tres segundos y ahora sí, su pene estaba erecto. Lo dejé de mamar por un momento y no pude creer lo grande que se había puesto, completamente caliente por la sangre que lo hinchaba y los chorros saliendo a intervalos cada vez más rápidos. Manipulé un poco su pene para acomodarme mejor y comencé a lamerlo, primero como si fuera paleta, abajo a arriba, mi saliva se combinaba con su líquido, cuando separaba mi boca de su pene se formaba un pequeño hilo de saliva, el cual se rompió cuando me separé más.

Después acomodé su pene de manera un poco horizontal, de esta manera comencé a lamerlo tratando de cubrir su diámetro con mi lengua.

Volví a mamarlo, esta vez su pene invadía mi boca casi por completo, intenté llegar hasta lo más profundo de nuevo, pero me dio una pequeña sensación de asco y desistí.

Yo esperaba que el perro eyaculara como un hombre, soltando espesos chorros de semen, pero ese momento nunca llegó.

Al final Duke se desesperó y logró liberarse de mi yugo y se alejó de nosotros, no sin antes lamer su pene erecto, el cual se tambaleaba y colgaba.

Sonreí a Rodrigo y el lo hizo también. Me quedé desnuda por el resto del día y decidí ir a hacer la cena para todos y mientras Rodrigo iba a su habitación a descansar un poco, Duke se quedó conmigo en la cocina, se echó en un rincón a descansar también.