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Habitación 303

en Bisexuales

Era uno de los primeros días calurosos de la ya moribunda primavera en Milán.  Entré en mi hotel después de una dura jornada de trabajo, repleta de reuniones, comida y más reuniones.

Justo al entrar en la recepción del hotel vi como alguien entraba en el ascensor, corrí un par de zancadas y en la última décima de segundo conseguí abrir la puerta evitando que el ascensor iniciara su vertical trayecto.

Al entrar me encontré con una severa mirada de unos increíbles ojos verdes que se endulzaron  un poco al cruzarse con mis ojos también verdes que sonreían a modo de disculpa.

Pulsé el seis añadiéndolo al tres que ya estaba pulsado mientras sonreí a la chica que me correspondió con una encantadora sonrisa mientras el ascensor inició su corto viaje.

Al cabo de unos segundos, tras una sacudida y un apagón que no dejó más luz que la de emergencia, el ascensor quedó totalmente parado.

La chica me miró con cierto temor y le dije:

- Tranquila, será un momento y pronto estaremos fuera – le dije a la chica mientras me sonreía tímidamente aún con cierto nerviosismo.

- Y no pienses que he provocado yo esto – le dije intentando dibujar la más encantadora de mis sonrisas.

- Y por qué iba a pensar yo eso? – me pregunto ya algo menos azorada.

- Bueno, quedarse encerrado en un ascensor con una chica tan guapa es el sueño de todo hombre y más de uno sería capaz de provocarlo – le dije con una profunda mirada a sus bellos ojos.

Después de una distendida risa y ya más calmada la chica se atrevió a replicar:

- Igual he sido yo la que lo ha provocado – me dijo con una mirada que derretiría al más duro de los mortales.

La verdad es que su contraataque me desarmó completamente y me quedé unos segundos asimilando su respuesta, hipnotizado por su mirada y atraído por sus labios que parecían pedir un beso con una sonrisa mareante.

Ne sé si fui yo quien se acercó o si fue ella, o si fuimos los dos al unísono, pero sin saber cómo me encontré besando a esos maravillosos labios con timidez al principio pero poco a poco con más pasión hasta llegar a un beso realmente apasionado, mientras mis manos y las suyas empezaron a recorrer el cuerpo del otro.

Mis manos acariciaron sus pechos por encima de su camisa consiguiendo un gemido de la chica y yo lancé otro algo más sonoro cuando noté que su mano se posaba en mi ya enhiesta polla por encima de mi pantalón.

Otro gemido mucho más estridente lancé al notar como su atrevida mano se abría paso por dentro del pantalón y el calzoncillo hasta llegar a su fálico objetivo, iniciando unas expertas y embriagadoras caricias que me doblaron de placer, acrecentando aún más la pasión del beso que aún persistía ávidamente entre las dos insaciables bocas.

Mis manos empezaron a tantear bajo su falda en sus muslos y en su coñito por encima de la braguita, haciendo que por fin se rompiera el beso al provocar en la chica un enorme gemido mirando al techo, el gemido se convirtió en grito al notar como mi boca había cambiado de labios y mi lengua empezó a acariciar su clítoris por encima de su braguita.

De repente volvió la luz y el ascensor continuó su ascensión, apenas tuvimos tiempo de recomponer nuestras ropas mientras se abría la puerta, la chica, sin dejar de mirarme con una sonrisa traviesa, me enseñó el número de su llave, 303.

Me quedé totalmente en blanco mirando ese, a partir de ahora para mí, mágico número. No sabía si parar las puertas y salir para ir ya con ella o no, y opté por la prudencia, la chica querría ducharse y ponerse más cómoda y a mí tampoco me iría nada mal hacer lo mismo.

Así que me dirigí a mi habitación me duché y me cambié de ropa, dejé pasar un tiempo prudencial, ya que las chicas suelen tardar más en asearse y cambiarse.

Unos cuantos minutos después me encontraba frente a la puerta 303, casi sin atreverme a llamar, pero al final lo hice.

Me pareció escuchar una voz, probablemente la de la chica, que decía:

- Por favor, abre la puerta, vamos a ser tres, espero que no te importe.

Me quedé totalmente de piedra al ver que era un chico alto (superaba por lo menos en 15 centímetros mi 1,80) y moreno el que me abrió, mi primera reacción fue volver a comprobar el número, 303, era totalmente correcto.

- En donde te ha conocido a ti? – me preguntó el chico con cierto tono reticente.

- En el ascensor – respondí  como un autómata, prácticamente sin pensarlo

- Pasa – me invitó -, a mí me ha conocido en un taxi.

- Eres taxista?  - le pregunté

- No, que va. Ella me oyó cuando le dije al taxista el hotel y se coló en mi taxi ‘para optimizar recursos’  - dijo el moreno con media sonrisa mientras cerraba la puerta.

- Vaya! Empiezo a pensar que igual si fue ella la que paró el ascensor – murmuré casi con la intención de no ser oído.

- Te he oído!  – escuché como protestaba la dulce voz de la chica a mis espaldas saliendo del baño -  Si he sido yo, soy algo bruja, la verdad es que lo estaba pensando justo cuando ha pasado – confesó la chica con una mirada traviesa.

- Bueno, me llamo… - un dedo de la chica en mis labios cortó en seco mi presentación.

- Nada de nombres, así tiene más morbo – sentenció la chica con una mirada y un tono de voz de lo más sensual.

Y sin mediar más palabras retiró su dedo de mis labios para sustituirlo por su deliciosa boca, después de entrelazar nuestras lenguas durante unos minutos, su boca se separó de la mía y se posó en la del moreno, sentí una pequeña punzada de celos y de fastidio pero la mano de la chica sobre mi polla hizo que esos sentimientos se convirtieran en morbo y excitación, que creció cuando la mano de la chica en mi mejilla me acercó a su beso con el moreno y vi la otra mano de la chica en la otra mejilla del moreno.

Entonces!!! … Una oleada de sensaciones indescriptibles me vino de repente al deducir que la mano que me acariciaba mi miembro ya por dentro del calzoncillo no era de la chica. Vergüenza, reticencia, morbo, excitación, deseo, y más sensaciones que no fui capaz de identificar me invadieron de golpe.

Si me hubieran preguntado lo que hubiera hecho en una situación así una hora antes, probablemente hubiera dicho que irme inmediatamente de esa habitación, pero en ese mágico instante, embriagado por la sensual excitación de ese momento, me lancé a unir mi boca y mi lengua al beso de la chica con el moreno y dirigí mi mano al bulto de su pantalón que era ya de medidas casi inhumanas.

Nuestras lenguas y bocas jugaron a tres bandas en un juego de besos increíble donde la sensación de excitación era indescriptible. No podía creer lo que estaba haciendo, acariciaba con mi lengua a las otras dos que se introducían en mi boca, pero una de ellas era la de otro hombre. Después mi lengua perseguía a las otras cuando se marchaban entrando unas veces en la boca de la chica y otras en la del chico.

Mientras él acariciaba mi polla por dentro del calzoncillo y yo hacía lo mismo con la de él, que parecía de un tamaño realmente descomunal.

La chica se retiró unos pasos, y antes de que protestáramos dijo:

- No os cortéis, seguir, la recompensa valdrá la pena, os lo garantizo – invitó la chica a que siguiéramos.

El moreno, que parecía algo más experto que yo en estas prácticas, intensificó tanto el beso que continuábamos dándonos como sus caricias en mi miembro y me dejé llevar haciendo lo mismo.

Al cabo de unos minutos, el moreno se separó se mi boca mirándome con una expresión de vicio indescriptible y se arrodilló mientras desabrochaba mi pantalón para bajar mis calzoncillos después e iniciar una serie de caricias con la punta de su lengua en mi glande que me volvieron loco.

Miré a la chica y nos observaba con deleite mientras se masturbaba muy suavemente, su dedo índice recorría en suaves círculos su clítoris, lo que acrecentó aún más mi excitación haciéndola llegar a niveles de record. El coñito de la chica estaba totalmente rasurado y era una preciosidad.

El moreno empezó a introducir todo mi glande en su boca mientras lo acariciaba magistralmente con su lengua e iniciando un bombeo con suavidad de mi polla en su boca. Nunca había llegado mi excitación a tales niveles y apunto estuve de explotar, pero no quise y por muy poco conseguí evitarlo sacando mi miembro de la boca del moreno, que se levantó con una mirada que decía:

- Ahora me toca a mí.

Sin saber si sería capaz de hacerlo me arrodillé y casi me mareo de ver la herramienta del chico. Si no llegaba a 25 cm., poco le faltaría, casi doblaba el tamaño de la mía, tanto en grosor como en longitud. Me consoló algo, al ver que, a pesar de estar en su grado máximo de excitación, se doblaba y no gozaba de la dureza de la mía, por lo menos le ganaba en algo, sonreí para mis adentros.

Inicié unas tímidas y torpes caricias con la punta de mi lengua sobre su glande, era muy suave y agradable al tacto, pero no me veía capaz de avanzar. Creo que la chica se dio cuenta y acudió en mi ayuda, se arrodilló a mi lado y me susurró al oído:

- Sígueme!

La chica inició una serie de lametones por todo el tronco de la enorme polla y yo la seguí por el otro lado, subiendo y bajando mientras con su experta mano acariciaba suavemente el descomunal glande del chico. La chica inició una ascensión con su lengua por todo el tronco del chico, y haciendo yo lo propio nuestras lenguas se juntaron en la punta y empezamos a besarnos con su glande entre nuestras bocas. Un casi aullido de placer nos anunció que el moreno también disfrutaba de ese momento. Porque la chica y yo también lo disfrutábamos con auténtico deleite.

Después de unos minutos de ese excitante y glanderiano beso, la chica se separó un poco y tomando la gran verga del moreno la dirigió a mi boca invitándome a que la devorara. No lo pensé para no negarme y abriendo la boca todo lo que pude me la introduje en la boca, casi no me dejaba espacio para mover mi lengua, pero al iniciar un suave bombeo sobre el miembro podía ir moviendo mi lengua acariciando el glande con ella.

La chica también continuó su trabajo por tronco y testículos, y el moreno no dejaba de estremecerse y gemir de placer, por lo que deduje que no estaría haciéndolo tan mal.

Unos minutos después el moreno se retiró y dijo:

- Ufff, ascensorista, vas a hacer que me corra. No lo haces mal por ser la primera vez.

La chica y yo nos levantamos y desprendiéndose de las braguitas que era la única prenda que le quedaba, la chica se estiró en la cama y nos dijo muy excitada:

- Bueno chicos, ahora me toca a mí – dijo abriéndose totalmente de piernas mostrándonos su precioso y ya muy mojado coñito.

Nos dirigimos a ella a la vez, el moreno se cogió el muslo derecho y yo el izquierdo y empezamos a besar y lamer muslos, alrededor de los labios y pubis. Vigilándonos el uno al otro para sincronizar nuestros movimientos en una simetría lo más perfecta que podíamos.

De cuando en cuando el moreno o yo nos escapábamos al clítoris una pequeña fracción de segundo, la chica nos lo agradecía con un gracioso gritito, seguido de un “Qué malos sois” cuando nos retirábamos, continuamos el divertido juego durante unos minutos, hasta que el moreno ya no retiró su lengua del clítoris. “Yo no voy a ser menos”, pensé, así que iniciamos una serie de caricias a dos lenguas sobre el clítoris de la chica que la hizo estremecerse y gritar con fuerza unos instantes.

Nuestras lenguas se peleaban por el preciado tesoro de la chica, pero de cuando en cuando se pedían las paces con un bisexual beso para volver a la batalla de nuevo. Poco después, algo cansado ya de la lucha, bajé a buscar la vagina de la chica. El moreno se colocó para facilitarme la tarea, e introduje toda mi lengua en su vagina, acariciándola por dentro con suavidad pero con firmeza. Varios minutos después, el moreno y yo empezamos a intercambiar posiciones sin dejar de obsequiar a la chica con ese doble cuni a dos lenguas que hacía que se volviera loca de placer, girando su cabeza de un lado al otro y gimiendo sonoramente de forma entrecortada.

Hasta que unos minutos después, el cuerpo de la chica se arqueó en medio de unas convulsiones y su interminable grito de placer nos anunció que la chica había llegado a su orgásmica meta.

El moreno me miró y me plantó un sensual beso, como felicitándonos mutuamente por el trabajo realizado. Al separarse me dijo:

- Enfúndate, que vamos a rematarla – propuso con una significativa sonrisa lujuriosa.

Como no pensaba que me sucedería todo esto no llevaba gomitas, pero la chica si era más precavida y en su mesita descansaba una tira de unos cuantos condones, así que cogí uno y me lo coloqué. El moreno trajo los suyos propios que vi en la caja que eran de tamaño maxi XXL.

La chica que aún se estaba reponiendo del orgasmo sufrido, dijo:

- Qué vais a hacer ahora? – preguntó con cierta preocupación.

- Tú ponte de lado y disfruta, y no te preocupes – la tranquilizó el moreno.

La chica obedeció sin rechistar y el moreno me susurró:

- Tú mejor por detrás, no te ofendas, pero la tuya no le hará daño – me dijo con complicidad y sin malicia alguna.

- Ofenderme? Por qué? La mía es más versátil y se pone más dura – le contesté con una sonrisa socarrona.

Me contestó con una sonrisa cómplice y nos pusimos manos a la obra. El moreno abrió un tarrito de vaselina y untó a la chica por su ano y alrededores. Cuando acabó me invitó a que iniciara mi trabajo.

Empecé a introducir mi polla por el ano de la chica, al principio parecía que costaba un poco pero con toda la suavidad y lentitud dela que fui capaz conseguí introducirla entera, la chica se quejó un poco pero al empezar a bombear muy despacio empezó a gemir dulcemente. El moreno le preguntó:

- Estás bien? Puedo metértela por delante? – preguntó el moreno con dulzura

- Como no lo hagas te pego – le contestó la chica excitada a tope.

Así que no la hizo esperar, inició una lenta y muy cuidadosa penetración y yo deje de bombear para facilitarle la tarea al moreno. Cuando la polla del moreno ya había entrado lo suficiente empezó a bombear con mucho cuidado, intenté seguir su mismo ritmo, con algo de torpeza al principio pero poco a poco fuimos sincronizándonos el moreno y yo y la chica empezó a gemir y a emitir entrecortados grititos de placer que nos animaban a seguir y a intensificar un poco el ritmo de bombeo lo que hacía que la chica gimiera cada vez más de un doble placer cada vez más intenso. El moreno empezó a besar a la chica y yo también por su nuca y cuello, haciendo que la chica se estremeciera de gusto. Continuamos bombeando cada vez con mayor fuerza e intensidad hasta que tras unas convulsiones entrecortadas de la chica y un grito, que debió oírse hasta en la recepción, se derrumbó sobre la cama, pero enseguida se levantó diciendo:

- Darme vuestra lecha, mmmmmm, dármela toda – solicitó la chica mientras se sentaba en la cama.

El moreno y yo nos quitamos las gomas de un solo estirón, y nos masturbamos con una desbocada ansia sobre la ávida boca de la chica, el moreno concluyó antes, soltando varios chorros que se repartieron entre boca, cara y pechos de la chica, y la mía explotó pocos segundos después realizando un reparto similar pero algo más escaso. La chica cogió las dos pollas y se las introdujo a la vez en su boca, besando, lamiendo y saboreándolas con igual agradecimiento por todo el placer recibido, finalmente se levantó y concluimos el encuentro con un interminable beso a tres lenguas.

La chica tenía razón, la recompensa valió la pena, sin lugar a dudas.