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Excursión fin de semana

en Intercambios

La historia que os voy a contar sucedió hace varios años y es real. Los nombres que utilizo no son reales. Me llamo Arturo y  estoy casado con Silvia. Un día Alicia, la hermana de mi mujer, llamó y le dijo que su marido Roberto tenía que ir a Castellón por razones de trabajo el fin de semana y que como habían aparcado los niños si podíamos hacer lo mismo con los nuestros  porqué no los acompañábamos a lo que Silvia le dijo que por ella no había problema que me lo consultaría. Después de hablarlo pudimos dejarlos con los abuelos y nos fuimos los cuatro hacia Castellón. El viaje transcurría de manera muy apacible y como somos los cuatro prácticamente de la misma edad tenemos muchas cosas en común, por lo que lo pasábamos muy bien. Por lo que respecta a mi cuñada siempre la he mirado con muy buenos ojos, ya que aunque se parece mucho a mi mujer, tiene más pecho y sobre todo algo más de trasero, lo que a mí me pone loco. También he de decir que por la manera como Roberto mira a mi mujer no tengo la menor duda que no le disgustaría tener alguna historia con ella. A lo que íbamos, durante el viaje hablamos de infinidad de temas ya que teníamos 2 horas y media de trayecto, hasta que llegó el tema sexual. Roberto empezó con Silvia a tontear diciéndole que porqué no iba ella delante con él y Alicia se venía atrás conmigo, después de reírnos un buen rato con la propuesta, Silvia le dijo a su hermana que pasase atrás que ella se iba delante con Roberto, quedando pues mi cuñada y yo en los asientos traseros del vehículo. A partir de ese momento el viaje fue monotemático ya que solo hablamos de sexo. Dentro del cachondeo hubo discretos toques entre unos y otros, si bien estos eran en brazos, piernas y lugares no especialmente eróticos. El ambiente se fue caldeando hasta llegar a un punto que mi cuñado me dijo que yo que era un poco pervertido, a ver si me atrevía a montar alguna historia de índole sexual para llevar a cabo, cosa que las dos hermanas animaron. Yo les dije que no hacía nada ya que los que les propondría seguramente no serían capaces de llevarlo a cabo, con lo que medio se ofendieron conmigo, y después de llamarme desde fanfarrón hasta vanidoso me dijeron que eran capaces de hacer cualquier cosa que mi cabeza fuese capaz de pensar. Yo les dije que de acuerdo que si eran capaces pues por mi adelante pero que luego no dijeran nada. Todos prometieron seguir el juego hasta el final.

-         Bien entonces para el coche – le dije a mi cuñado.

-         Coged las bolsas de viaje y tu Silvia saca mi ropa y tu Alicia saca la de Roberto y ponedlas en la bolsa contraria. Mi juego es que durante este fin de semana cambiaremos las parejas hasta el domingo cuando salgamos del hotel.

Todos se quedaron boquiabiertos, realmente no se lo esperaban, pero como habían dicho que lo harían, nadie quiso echarse atrás y los tres dijeron que por ellos adelante.  

El viaje siguió con el buen rollo que había, llegamos al hotel, dejamos las bolsas en las habitaciones y nos fuimos a cenar, en un ambiente, hay que decirlo, cada vez más caldeado. Cuando terminamos de cenar, como estábamos cansados del viaje, nos fuimos a la habitación. Una vez dentro de la habitación y después de coger el pijama, empecé a desnudarme delante de ella, cosa que habíamos pactado los cuatro en la cena, primero la camisa y la camiseta, luego los calcetines, más tarde los pantalones y finalmente los calzoncillos, mostrando una verga con una erección considerable. Mi cuñada parecía nerviosa pero aguantó muy bien. En cuanto estuve desnudo me senté en la cama a la espera que ella hiciese lo mismo. Alicia empezó a desnudarse lentamente, primero se sacó el jersey, luego fue desabrochándose la camisa, mostrando un sujetador que  pedía a gritos ser arrancado, entonces se desabrochó los pantalones, bajándolos lentamente y mostrando unas braguitas a juego con el sujetador. A partir de entonces empezaba el momento de la verdad, cuando se sacó el sujetador mostrando los pechos que me elevaron al séptimo cielo y por último se bajó las braguitas mostrando una piel blanca de la marca del bikini y un pubis perfectamente arreglado que decía cómeme. Alicia se disculpo para ir un momento al baño y después de ir al lavabo, cosa que se oía perfectamente, se lavó antes de reaparecer. Cuando llegó a la cama, le abrí la misma para que entrase y no tuviese frío, metiéndome en ella yo también. Cerramos la luz general de la habitación y abrimos la de una mesilla de noche. Alicia se acercó a mi y nos besamos, yo estaba como loco, no me lo podía creer, uno de mis sueños se había hecho realidad. Nos besamos apasionadamente, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro tocándonos y acariciándonos. Alicia se apoyó en el cabezal dándome el pecho como a un lactante, lo lamí hasta cansarme mientras ella acariciaba mi pene arriba y abajo con mucha suavidad. Yo estaba empalmado como no recuerdo haberlo estado en mi vida. Después me pidió que la chupase. Se tumbó boca arriba sacando los pies por un lado de la cama, cogí una almohada que me puse en las rodillas y desde el suelo le elevé las piernas por encima de mis hombros e introduje mi lengua, muy lentamente en su interior moviéndola con suavidad pero sin parar. Cada vez se movía más rápidamente y unos ligeros gritos se escapaban de su boca. Llevaba un pequeño bote de aceite para niños que utilicé para mojarme los dedos e introducirle uno por el ano, siempre con mucho tacto y mojarle los pezones para ir excitándolos paulatinamente. A los pocos minutos se corrió en mi boca y quedó durante unos instantes tumbada en la cama como recuperándose. Minutos más tarde se reincorporó y cogiéndome por los brazos me tumbó en la cama, acercando su boca a mi pene hasta introducirlo por completo en su boca y succionarlo como si fuese la primera vez que succionaba uno, mientras iba acariciándome los testículos que había untado antes con el aceite, lo que incrementaba más si cabe aún mi sensación de placer. Cuando estaba a punto de correrme fui yo quien cogiéndola por los bazos la tumbó en la cama y la penetré hasta el fondo follándola hasta que me corrí. Quedamos tumbados el uno encima del otro durante un buen rato, nos tapamos y nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente después de ducharnos, por cierto juntos, bajamos a desayunar. El día transcurrió normal y la noche como la anterior. A la vuelta hablamos con Silvia de cómo nos había ido y hay que decir que no se había quedado atrás. Aún hoy recordamos de vez en cuando nuestra aventura que ha dado un nuevo enfoque a nuestra relación y soñamos que algún día tendremos otras historias  que poder contar.