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Polvos rápidos (8)

en Hetero: Infidelidad

Polvos rápidos (8)

 

Los tres compañeros de trabajo reservaron habitación en el hotel. Era la primera vez que se encontraban pero ello no fue óbice para dejar salir toda la pasión que les corría por dentro…

 

 

Look away from the sea

I can take you anywhere

spend a vision with me

a chase with the wind.

 

Move closer to me

I can make you anyone

I think you’re ready to see

the gates of Babylon.

 

The power of what has been before

rises to trap you within

a magic carpet ride a genie maybe more

a city of heavenly sin.

Sleep with the devil and then you must pay

sleep with the devil and the devil will take you away

oh gates of Babylon…

 

Gates of Babylon, RAINBOW

 

 

Habían reservado habitación en el sobrio y discreto hotel. Habitación no demasiado grande pero más que suficiente para lo que los tres buscaban. Jóvenes aunque expertos en las lides del amor, sabían bien lo que querían. Trabajaban en la misma empresa, una de las más importantes compañías de seguros a nivel nacional. Cecilio, Lina y Guiomar formaban parte del grupo de Flora desde tres años atrás. Los tres eran buenos con los seguros y los distintos tipos de pólizas no guardaban ya secretos para ellos. Todos ellos alrededor de la treintena, Guiomar era dos años más joven y la que llevaba menos tiempo en la empresa, apenas cuatro meses menos pues había entrado en el siguiente grupo al de Cecilio y Lina. Se desenvolvían bien en el terreno laboral así que la dura y exigente Flora no podía estar más que contenta con ellos aunque nunca tenía bastante.

Cecilio y Lina estaban casados cada uno por su lado, lo cual no era óbice para que de tanto en tanto se viesen, disfrutando de alguna que otra aventura. Esas cosas ocurren en las grandes empresas y en nuestra historia no iba a ser diferente. Bien parecido y atractivo como lo era, Cecilio era un claro objetivo para muchas de las mujeres de la oficina. Sabiendo el interés que mostraban por su persona, se dejaba querer y con más de una había tenido algún que otro roce. El estar todo el día entre mujeres resulta un bocado demasiado tentador y apetecible como para poder resistir al mismo. Con Lina pronto congeniaron. De caracteres similares, aprovechaban los descansos en la oficina para tomar algún café o algo que picar en la máquina. Aún sin hijos, tenían más puntos en común que con las respectivas parejas. Los mismos puntos de vista en muchos aspectos, la misma visión de la vida, a ambos les gustaba el cierto descontrol que dan la noche y los fines de semana pudiendo de ese modo escapar al día a día de la oficina.

No tardaron en acostarse, Lina no era una belleza pero lo suplía con otras cosas. De fácil relacionarse, su simpatía contagiosa junto al carácter alegre y desenfadado que mostraba hizo que Cecilio se fijara en ella nada más verla. Lina, de figura alta y poderosa, una hembra como pocas se ven. Roces de manos al darse papeles, roces de dedos al encontrarse por los pasillos, cualquier momento era bueno para un mínimo contacto. Todos los días viéndose, era aquella una buena forma de estar despierto y alerta a cualquier posible acercamiento. Cecilio quedaba embelesado cada vez que podía oler la fresca fragancia que la mujer desprendía. Por las tardes y tras las tareas de la mañana, cada uno en su mesa, observaba de soslayo y con disimulo el rostro pálido y redondo de su compañera. Ella, de vez en cuando, le miraba sonriéndole de forma cómplice. La palidez de su rostro contrastaba con el rubio brillante y amarillento de la larga melena rizada descansando sobre los hombros y la espalda. El flequillo oblicuo cayéndole por encima del ojo y que se echaba continuamente a un lado para que no le molestara. Deseaba tocarla, no podía esperar el momento en que se volviesen a ver. Él la buscaba y ella se dejó encontrar.

Por su parte, Guiomar era menuda y de cuerpo de avispa, culo prieto y parado bajo las faldas de lana y de cuero que solía llevar. Ese cuerpo menudo y de avispa y su culo prieto que le nublaban los sentidos y conseguían descontrolarle. De melena castaña y también larga aunque completamente lisa, se cuchicheaba en la oficina en torno a su posible relación con Flora de lo que por el momento todo ello no eran más que simples conjeturas al respecto. Nadie había visto nada que pudiera demostrarlo, lo que sí era vox populi era su aparente interés por las componentes de su mismo género. Pese a ello Cecilio se fijó igualmente en ella, aquellos pechos redondos y de buen tamaño bajo los finos jerseys de punto no era algo a desestimar. En su caso fue la guapa muchacha la que enganchó al joven casado, encontrándose juntos una noche de viernes después del trabajo. Sin pareja que la atara, Guiomar era un torbellino en la cama, todo le gustaba y todo se dejaba hacer. Todo tipo de caricias y besos, sexo oral, vaginal y anal, en el baño, sobre el sofá y en distintas posiciones… todo lo probaron en ese primer encuentro consiguiendo la mujer varios orgasmos que la dejaron agradablemente satisfecha. Cecilio sabía comportarse en la cama y de ello se aprovechaban ambas mujeres. Orgasmos tumultuosos y abundantes cantidades de semen fueron los que las dos gozaron en compañía del joven macho. De ahí a quedar los tres fue todo uno siendo liberales como lo eran.

Una vez abandonaron el pasillo y traspasaron el umbral de la puerta, las dos vampiras se lanzaron a por el hombre, acariciándole, besándole y chupándole por todos lados bajo los gemidos placenteros que él producía. El cazador era ahora el cazado, pasando de un papel presuntamente activo a ser el objetivo único de las muchachas. Se desnudaron con prisas pues iban a lo que iban, no había tiempo que perder y ni siquiera llegaron a la cama. Entre las dos le llevaron contra la pared, las manos de Cecilio corriendo inquietas por encima del cuerpo de la rubia. Con la mujer se besaron disfrutando de tan delicioso instante, las bocas abriéndose en busca de la del otro, la lengua del hombre jugando con su rival femenina gimiendo y jadeando los dos deseosos de mucho más. Ella se dejaba besar sonriéndole al separarse ligeramente. Gimiendo largamente, ladeó la cabeza permitiendo que él le comiera y besara el cuello y la oreja. Gracias a ello no pudo evitar un escalofrío correrle todo el cuerpo, arqueando la espalda al tiempo que dejaba caer la mano sobre el pecho de su amigo.

Cecilio volvió a apoderarse de la pequeña oreja, chupándola y lamiéndola hasta llenarla de babas, provocando que la mujer tuviera que morderse el labio para no gritar. Aquello la ponía mucho, la oreja era uno de sus puntos débiles cosa que el hombre bien conocía. Enlazándola por la cintura, pasaba del cuello a la oreja para bajar una vez más al cuello que chupó y mordió en medio de los gritos divertidos y entrecortados de la satisfecha hembra. Entre los dos la tenían bien cogida, las manos del hombre en la cintura y las de la otra chica moviéndose despiertas por encima de la espalda curvada. Era el turno de la muchacha. Al hombre le sorprendió ver a Guiomar buscar los labios jugosos que apenas un momento antes él había probado. También Lina se vio sorprendida pero, una vez pasado el primer desconcierto, no negó la boca ofreciendo los labios al beso sensual y ardiente. Eso puso al hombre al máximo notándose excitado y tenso bajo el tejano. La bella Guiomar buscaba la boca de su amiga con desesperación, cubriéndole los labios con los suyos, sintiéndola vibrar a su lado. Era aquel un buen inicio para ambas, al parecer Lina se dejaba hechizar por aquellos labios y lengua que tanto la subyugaban. Al separarse los ojos les brillaban de un modo especial y desconocido, se miraban de un modo distinto al de antes, las dos envueltas en el deseo mutuo por el cuerpo y los besos de la otra.

Pero enseguida volvieron a por el hombre. Lina con los pechos ya al aire y la otra todavía en ropa interior, la hermosa rubia se dejó caer hasta quedar enfrentada al bulto que el blanco tejano apenas podía controlar. A la vez Guiomar y Cecilio se besaban, morreándose con impaciencia, teniéndola él cogida del cuello mientras ella lo atraía pasándole amablemente la mano por detrás de la cabeza. La excitada rubia no paraba de manosear el bulto, notándolo duro como un madero a través de la fina tela que hasta el momento lo ocultaba. No tardaría en dejar de hacerlo. Se mordió el labio sabiéndose pronto poseedora del enfurecido animal. Con los dedos soltó el botón que mantenía en su lugar la prenda a punto de desaparecer. Sus compañeros de juegos seguían besándose ajenos a su labor, la mano de la joven en el cuello mientras la otra descansaba pacíficamente sobre el hombro, para resbalar rápidamente y acabar apoyada en el desnudo y velludo torso masculino. Se besaban con deseo inconfesado, comiéndose con frenesí como si fuera lo último que hicieran en sus vidas.

Lina, pese a la necesidad que la embargaba, se lo tomaba con calma infinita. Viendo a sus amigos disfrutar el uno del otro, fue soltando poco a poco los botones que mantenían aún los pantalones sujetos. Le excitaba la imagen de los otros besándose y dándose las lenguas de aquel modo tan procaz, ciertamente era una imagen de lo más perturbadora. Sin embargo, en esos momentos el interés de la mujer se centraba en otro punto de la anatomía del hombre. Finalmente la cabeza amoratada se mostró, provocando el brillo inconfundible en los bonitos ojos color ámbar que la observaban. Firme, gruesa y elevada para el mayor placer de la muchacha. Tomándola entre los dedos, acercó la lengua para enseguida y cerrando los ojos meterla en la boca empezando lo que tanto deseaba hacer. Chupó suavemente ayudándose de los dedos, mirando hacia arriba para ver la reacción de Cecilio ante el tratamiento que le dispensaba. El joven macho continuaba muy ocupado con su otra compañera, acariciándola por encima del pecho que el sujetador tapaba. Lina fue tomando confianza con el músculo arrollador, chupándolo de forma lenta para verlo responder con cada caricia que le daba. Era un pene tremendo, grueso, largo muy largo como le gustaban. Metía solamente la cabeza mientras con los dedos le masturbaba haciéndolos correr a lo largo del tronco. Sacándola se entretuvo pasando la lengua arriba y abajo, sintiendo el pene contraerse con cada golpe de lengua. Cerrando los ojos, volvió a metérselo pero esta vez hasta el final, ahogándose con aquella tremenda presencia que la obligó a sacarla en busca de aire.

No tardó Guiomar en agacharse quedando prendada con lo que la otra hacía. La lengua lamiendo arriba y abajo, de forma lenta para acabar en el brillante glande que se veía inquieto pero necesitado de mayores caricias. Uniéndose al festín fueron ahora ambas las que se entregaron a devorar el sexo que tanto les atraía. Cecilio gimió largamente al gozar los continuos lametones con los que las chicas le hacían sacudirse. Le costaba mantenerse en pie, las piernas le temblaban y los pies parecían no sostener su peso. Volviendo a gemir tuvo que apoyarse en las cabezas, enredando los dedos entre los cabellos alborotados. Guiomar arrebató el sexo masculino a su compañera, para rápidamente ser esta otra quien hiciera lo propio tragando el pene hasta la mitad. Empezaron a disputar entre ellas como si no quisieran compartir tan preciado trofeo.

¡Habrá para las dos, pequeñas… no pelearse! –exclamó él sintiendo la lengua de la bella Guiomar correrle por encima de los huevos.

Empezaron en ese momento a chupar y lamerle al tiempo, corriendo los labios tan pronto por encima del glande como a través del tallo que se veía curvado y enhiesto. Aquel par de gatillas le estaban dando un placer terrible, jugando con la polla con cara de inmenso disfrute. Tan pronto la una como la otra, no cejaban en su empeño por gozar el miembro masculino. Era tremenda la mamada que entre las dos le daban. Él, quieto como estaba, solo se dejaba hacer notando las caras y las lenguas correrle a lo largo del tronco, mamándolo sin descanso hasta dejarlo lleno de babas. Subiendo por el vientre antes de quedar en pie, Lina se puso a chuparle las tetillas al tiempo que la mano de su amiga se apoderaba del miembro duro y firme. Las dos le complacían, una lamiendo el pezón hasta hacerle gimotear mientras la otra se dedicaba a jugar entre sus piernas, las manos apoyadas en los muslos chupando la inquieta polla, los huevos cargados de líquido seminal. Arrodillada a sus pies era todo un placer ver aquella putilla juguetear entre los dedos con el miembro excitado. El glande cabeceante elevado al techo de la habitación y la lengua y los labios cubriendo el venoso tronco hasta hacerlo desaparecer de la vista.

¡Me encanta la polla que tienes!

Sí cariño… continúa chupando, sí…

Diosssss, es enorme… me encanta –aseguró antes de introducírsela en la boca hasta acabar hundiendo los testículos en los labios.

Cecilio aprovechaba para besar y lamer el cuello de la rubia del mismo modo que había hecho con Guiomar. Lina lo agradeció jadeando sin un momento de descanso, aquello le agradaba sobremanera pues él sabía cómo hacerlo. Entrecerrando los ojos, se mordía el labio mientras removía el cuello con cada roce de labios que recibía. La estaba poniendo cachonda, se conocían bien y sabía por dónde atacarla para ponerla a tope. Sin decir nada, llevó la mano por encima del poderoso brazo como respuesta a los masculinos besos. El hombre la tenía tomada de la barbilla mientras la otra mano subía y bajaba por la cadera hasta caer sobre las prietas carnes del muslo.

Bésame cariño, bésame… por favor, hazlo –pedía ella notándose altamente cachonda.

Tras largo rato de estar así, aparentemente se aburrieron de él. Abandonando a su feliz compañero, ambas mujeres se liaron entre ellas. Acariciándose lentamente los cuerpos, las manos por encima de los cuellos y los pechos, Lina aceptó la compañía de la atractiva Guiomar. Se besaron con interés malsano, uniendo las bocas, mezclando las lenguas en el interior de la boca nada más los labios se abrieron dando paso a la lengua invasora. Gemían, sollozaban abiertamente mientras las manos resbalaban ya sin recato por el cuerpo desnudo de la otra.

Bésame nena… -reclamó dejando paso a la lengua de la menuda muchacha que empezaba a seducirla ya con sus diabólicas artes.

La joven cubrió los labios húmedos y deliciosos, respondiendo Lina con entrecortados jadeos antes de caer sobre los labios que su amiga le ofrecía. Al hombre aquello le puso loco. Ver a las dos mujeres besándose de aquel modo tan sincero, siempre le había puesto ver a dos mujeres dándose la boca y en ese momento tenía ante él la imagen tan deseada. No pudo evitar llevar la mano a su sexo en busca de alivio. Ver a las dos hembras, con las que se había acostado y de las que había disfrutado, amándose de aquel modo tan completo supuso para el hombre toda una revelación. Le gustó verlas, cómo no gustarle ver a aquel par de arpías devorándose las bocas mientras las manos se hundían sobre las pieles tersas y llenas de juventud. Se veían hermosas, una imagen perturbadora e imborrable y él afortunado testigo del juego lésbico. Se masturbó, moviendo los dedos de forma lenta por encima del pene ahora en reposo. Quería disfrutar el espectáculo que ambas mujeres le ofrecían. Ellas por su parte y olvidadas de él, se besaban y comían con desesperación mordiéndole la muchacha el labio hasta hacerla gritar. La hizo separar pero fue solo un segundo, volviendo a entregarse entre los brazos que tan bien la sabían tratar.

¡Te deseo, te de… seo! –confesó Guiomar buscándole el cuello, para subir por el mismo y llegarle a la barbilla que tuvo que morder para calmar la creciente pasión.

La bella rubia se vio sorprendida por las palabras de su nueva compañera, agradablemente sorprendida pues la verdad no esperaba algo como aquello. En todo el tiempo que llevaban en la oficina nunca había notado algo que la hiciera sospechar el deseo de la muchacha por ella. Dejándose dominar, cerró los ojos olvidando los pensamientos que le llenaban la cabeza. Las manos corriendo por los cuerpos, masajeando los pechos de forma lenta pero urgente. Se besaban con delicadeza y cariño, disfrutando cada segundo y cada beso que se daban. Los pechos al aire y solo cubiertas con las diminutas braguitas, Cecilio las despojó de ellas buscando su recompensa. Lina, cada vez más excitada, se mordió el labio antes de posar la boca en aquella húmeda que incitaba a la lujuria. Abrazadas por la cintura, la perversa muchacha la acariciaba pasándole los dedos con rapidez por encima del coñito.

Uffff, sigue sigue… sigue cariño, me gusta… ummmmmm.

Los tres estaban ya en plena faena, el hombre comiéndole el sexo a Guiomar mientras esta continuaba los ataques sobre las sinuosas formas femeninas. Guiomar, con la pierna doblada, se dejaba acariciar por la lengua áspera y caliente que la devoraba. Volvieron a besarse, mirándose entre beso y beso, mostrando la intensa necesidad de caricias que tenían. Él continuó masturbándola, pasando los dedos por encima de la raja empapada en jugos. Estaba cachonda, era evidente… tan cachonda como ella lo estaba. Iba a ser aquel un encuentro de lo más interesante para ambas.

¿Te gusta cariño? –resonó la voz ronca del muchacho.

Me gusta sí, sigue vamos.

Con el pie firmemente apoyado en la pared, Guiomar vio cómo el hombre se empapaba de ella, chupándola y lamiéndola cada vez de forma más frenética. Cecilio sabía chupar y a ella le encantaba dejar que lo hiciera. Le había sacado algunos de sus mejores orgasmos con aquella lengua vivaracha y llena de posibilidades. Él se dirigió ahora a por la rubia, apoderándose de la húmeda vulva sin pedir permiso. Ella aguantó la respiración, con la pierna doblada y la mano apoyada suavemente en la cabeza de su amante. Se removía fascinada, gozando los roces de la lengua en cada rincón de su inquieta vagina. Los labios abiertos, notando los constantes avances de aquella lengua maravillosa que tanto la hacía conmover. Buscando con la mirada a la muchacha, abrió los labios para que se los tomara. Se besaron sintiéndose cada vez más unida a ella, la deseaba de forma imperiosa, las manos sobre su cuerpo haciéndola vibrar. Lina se encontraba en una nube de la que no salir, su bella compañera besándola y rozándola con sus uñas y dedos mientras él la comía con fruición, hundiéndole la lengua entre los carnosos labios para luego rozar con desvergüenza el botón más íntimo de la mujer. Gimió notándose morir, la estaban poniendo a tope y no quería que aquello parara. ¡Wow, era tremendo! y ella la destinataria de tanto placer como recibía. Le faltaba aire que respirar, jadeaba entrecortadamente, un placer creciente apoderándose de ella. Guiomar la provocaba con la mirada, le gustaba verla tan débil y entregada, aquel gesto alicaído por la pasión que la avasallaba. Los ojos entrecerrados, mordiéndose una vez más el labio inferior antes de abrir la boca para caer en un nuevo beso que la dejó sin respiración. Así siguieron un rato más, la pérfida muchacha chupándole el pezón entre los grititos que su boca producía. Le rozaba con la lengua la aureola para luego lamer el pezón que se puso erecto al instante. La estaba volviendo loca, iba a explotar si aquello seguía así.

Sigue cariño, sigue… me tienes muy cachonda, sííííííí –aseguró apoyada en la pared mientras entre los dos la maltrataban camino del inevitable orgasmo.

Sin embargo, la dejaron respirar al ponerse Cecilio en pie abandonando lo que le hacía. Por su parte y pasando la mano por detrás del cuello de Guiomar, las mujeres se dieron las bocas en un nuevo beso con el que aplacar mínimamente los ánimos. Los labios envueltos en un completo frenesí y las lenguas mezcladas en el interior de la cálida boca.

Vamos al cuarto –exclamó Guiomar haciendo que la acompañaran.

Los tres tomados de la mano llegaron a la espaciosa habitación en la que destacaba una amplia cama de matrimonio, ideal para lo que pretendían. Pronto la deshicieron, dedicándose las mujeres a sus cosas. Lina arrodillada en la cama y con las manos en el hombro y el cabello de su amiga, notaba la lengua y los labios someter nuevamente los sensibles pezones. Se los chupaba, se los mordía envolviéndolos después con los labios para hacer más profunda la caricia. Ella respondía bajando la mano por la curvada espalda hasta alcanzar el culo redondo y prieto que estrujó entre sus dedos. Era tan hermosa.

¡Túmbate anda! –le pidió Guiomar en un susurro, tomando el control total de la situación y haciéndola caer hacia atrás.

Sonriendo tímidamente se recostó con las piernas dobladas y abiertas. Esperaba con nerviosismo e interés lo que su amiga pudiera hacerle. La otra comenzó besando y mordisqueándole la parte interna del muslo aunque pronto entró en materia. El primer gemido se escuchó nada más entrar en contacto los labios con los otros mucho más abultados y receptivos. Lina, completamente tumbada hacia atrás, no podía creer tanto placer como el que comenzaba a experimentar. No se sintió extraña como había imaginado muchas veces que sucedería si aquello llegaba a pasar. Por el contrario se notó agradablemente unida a aquella lengua que tanto gusto le daba. Su compañera, hundida entre sus piernas y experta como lo era, saboreaba con la mejor intención el sexo que se le ofrecía. Jugó con los labios tirando de ellos, lamió la rosada rajilla enterrando la lengua entre los pliegues, escarbó la humedad de la vulva para beber los jugos que en abundancia se producían.

Ummmmmm, ¿qué me haces cariño?.... sigue, sigue…

Pasaba la lengua una y otra vez por encima de la empapada vagina, gozando el calor de la feminidad hasta acabar metiendo parte de la lengua en el interior de la vagina. La rubia se retorcía pidiendo más y más a cada nueva caricia. Las manos en el sedoso cabello de su ejecutora o bien en la almohada que bajo su cabeza reposaba callada y muda. Ella era la que gemía, sollozaba, jadeaba abiertamente ante el creciente placer apoderándose de su interior. Guiomar chupaba y lamía sin darle un segundo de respiro, provocándole continuos lamentos de súplica.

Así, así… chúpa, chú… pame mi vida, qué bien lo haces.

La lengua se hundía entre las paredes, los labios cubriendo la sensibilidad femenina haciéndola crecer y endurecer con cada roce de lengua trabajando el inquieto botón. Lina se encontraba en llamas, el sexo le quemaba y la otra no paraba de acariciarla y excitarla. Con las manos le manoseaba los pechos, predispuestos igualmente a la catarata de caricias.

¡No, no… para, para por favor! –gritó agarrándola del pelo para hacerla separar.

¿Qué pasa? –preguntó claramente contrariada.

Oh nada, me encanta lo que me haces… es solo que quiero que lo hagas más despacio, ¿quieres?

Claro cariño –sonrió con complicidad para enseguida volver a introducirse entre las piernas.

Sin embargo, cambió la táctica de avance dedicándose a los muslos que masajeó y besó de arriba abajo para luego subir la mano hasta el costado rozándolo simplemente con las yemas de los dedos. Eso dio un descanso a la joven que lo agradeció con un largo y sonoro suspiro. A Lina le gustaba que se lo hicieran despacio, que la fueran excitando poco a poco hasta conseguir de ella el mejor de los premios. Guiomar lo entendió al momento al deslizar de forma lenta pero incesante la lengua por los muslos, para bajar a las rodillas y mucho más allá hasta llegar al pie que lamió por encima del empeine produciendo en la hermosa mujer un grito de sorpresa. Viéndola tan rendida, la boca subió por la pierna hasta alcanzar el pubis poblado de cortos y rizados vellos. Sopló sobre ellos haciéndola reír, para cambiar las risas por un ronco gemido al notar la lengua sobre el clítoris.

Uffff sí… me gusta mi amor… sigue no pares…

De nuevo la lengua trabajándola, moviéndose de forma lenta por encima de la raja, besándola y mirándola para descubrir la respuesta obtenida. Lina gimoteaba, los ojos entrecerrados y la mirada perdida en un gesto de total entrega. Aquella brujilla era realmente buena, lo estaba comprobando en primera persona y no podía decir otra cosa más que era fantástica. Ningún hombre se lo había hecho así, era algo diferente a todo lo experimentado hasta el momento. Apenas dos minutos más tarde el orgasmo la invadió, disfrutando su amiga la calidez de los jugos que bebió abundantes ante los irrefrenables gritos que llenaban la habitación. Lina era ruidosa y eso gustó a la otra que gozó viéndola enganchar un segundo orgasmo con el primero. Gritos placenteros escapaban de sus labios mientras pataleaba en busca de la tan necesaria tranquilidad.

El hombre, que hasta el momento había permanecido ajeno a los placeres lésbicos, se aproximó a ellas convirtiendo el dúo en trío. El trasero alzado y dispuesto de Guiomar era demasiado tentador como para no atacarlo. La muchacha tenía un coño carnoso y rosado que apetecía probar. Evidentemente no era la primera vez que lo asaltaba, lo había probado ya en alguna otra ocasión y el olor intenso de aquellos jugos le fascinaba cada vez que lo tenía frente a sus labios. Así fue él quien complació a la muchacha abriéndole los cachetes para rápidamente comenzar a lamerla sin reparos. Los gemidos de una y otra se mezclaron en la amplitud de la estancia, aún no habían desaparecido los de la rubia que ya empezaban a brotar los de su amante. La joven giró mínimamente la cabeza al notar la compañía masculina entre sus piernas. Cecilio succionaba profusamente pasando la lengua por encima del coño hasta alcanzar el agujero trasero, cosa que ella agradeció atacando una vez más el sexo que frente a ella se mostraba. Los tres enredados en una inquietante imagen de la que todos ellos eran protagonistas. Lina respiraba nuevamente con dificultad, la lengua corriéndole vivaracha entre los sollozos de inquietud que emitía.

¡Dios, qué bueno… continúa mi amor, continúa… me vas a hacer correr otra vez sí!

Separándose unos instantes del brasero que era su coño, la otra gimió demostrando el placer que también empezaba a devorarla.

Sí cariño, sí… ponme cachonda, lo necesito –reclamó meneando el culillo contra la boca asaltante que no paraba de rasparla y lamerla.

Ambas mujeres se encontraban cada vez más preparadas para lo que pronto vendría. Como también lo estaba el hombre incapaz de sustraerse a tanta belleza como se le brindaba. No sabía si le gustaba más la una o la otra. Aunque pensándolo bien, ¿por qué elegir pudiendo disfrutar de cada una de ellas, cada una en su distinto encanto y hermosura? Acercando la cabeza del glande al sexo hambriento la penetró con comodidad, iniciando el movimiento conocido de la copula. La mujer, soportando los constantes embates masculinos, continuaba la tarea de saborear el coñito empapado y vibrante de la rubia. El trío en pleno fragor de la batalla, Cecilio follando a la bella y complaciente muchacha mientras esta hacía lo propio con su compañera succionando y lamiéndola sin descanso. El hombre se movía con mayor rapidez a cada segundo que pasaba, rebotando una y otra vez hasta quedar pegado a ella. Las nalgas redondas y firmes contra su vientre mientras las cargadas bolsas se refregaban por debajo notando a cada instante un placer mayor.

Ummmm –era lo único que pronunciaba la mujer, deslizando la lengua entre las paredes del coñito tragón.

Elevada y ahora a cuatro patas, la follada se hacía más fácil. El pene salía para enseguida quedar enterrado hasta lo más hondo del húmedo canal. La mujer echaba la mirada atrás viéndole empujar sin ofrecer un segundo de tregua. Era un buen macho, uno de los mejores. No se cansaba nunca y siempre estaba dispuesto a un rato de solaz. ¡Era tan bueno y aquella polla la llenaba tanto! –pensó mientras el movimiento continuaba provocando hilaridad en ella.

Empuja cariño, empuja… es tan grande y gruesa…

Abriendo los ojos se encontró frente a Lina ofreciéndole la boca, enfrascadas ambas en un beso con el que acallar mínimamente los gemidos que la abandonaban. Se sentía tan a gusto en esos momentos, seguramente aquello era la felicidad –pensó envuelta en la vorágine que la consumía. Se besaron apasionadamente, un beso largo y sentido con el que desear más a la otra. Jugando con las lenguas por encima de los labios y en el interior de la boca hasta encontrarle el paladar. La inexperta rubia parecía aprender pronto, besando y dejándose besar por su compañera mucho más entendida en dichas tareas. Guiomar, entregada a la copula, buscaba con la mirada a su amante en un gesto de auténtica necesidad. Por su parte, la hermosa Lina respondía la mirada con el mismo semblante de entrega que veía en su amiga. La mano en el cuello y el hombro, bajando rápidamente al brazo cuya piel se notaba tersa y suave, con la tersura y suavidad que dan los pocos años. La mujer parecía inestable, le costaba mantener la posición de tan cachonda como estaba. Sintió la mano apretarle la teta, estrujándosela entre los dedos hasta hacerla rabiar.

Bésame, bé… same… necesito que lo hagas.

Igualmente sintió a Cecilio salir de ella para quedar entre sus nalgas lamiéndola por toda la zona. El coño y la entrada del agujero anal, en especial esta, sufrieron las caricias y roces de la cálida lengua. La mujer supo bien lo que quería, era momento de ir mucho más allá… El estrecho y oscuro canal quedó listo para un nuevo acoplamiento. En la misma posición se mantuvo a la espera de lo que el hombre decidiera. Sin embargo, también ella apoyó la idea abriendo mucho más las piernas al tiempo que removía con lentitud las nalgas provocando así a su oponente. Notó la cabeza pegada y tratando de presionar sin fortuna. Pese a lo excitada que se encontraba, aquello siempre resultaba delicado y arduo de conseguir. Poco a poco el esfínter fue confiándose, ayudando a la gradual entrada. Abriendo los ojos como platos, contuvo la respiración al sentirse ensartada por el miembro masculino.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh… métela cabrón, métela.

Se la clavó a pelo y por el culo, sin consideración alguna, de un golpe y toda para adentro. Aquel culo le tenía sorbido el seso, era demasiado sugestivo como para andarse con remilgos. La muchacha agradeció la fuerza del hombre con un grito desgarrado que le animó a seguir. Unos simples momentos de relajo y enseguida empezaron a moverse, ella hacia atrás mientras Cecilio empujaba con energía y decisión abriéndose paso en el estrecho canal. La sodomizó entrándole con facilidad, aquel culo estaba acostumbrado al coito anal que ya no suponía ninguna novedad para el mismo. Muchas pollas había recibido y entre ellas la de Cecilio en varias ocasiones. Salió de ella permitiéndole un mínimo respiro. Una nueva estocada y volvió a estar dentro de ella, empujando una vez más con todo su poderío de joven macho. Guiomar, con el semblante compungido se dejaba llevar, mordiéndose el brazo para soportar el inmenso placer que la dominaba. Gritaba, aullaba y gritaba nuevamente, la polla resbalando en su interior como si de un hierro candente se tratase. Él la hizo gritar una vez más, golpeándole la nalga con saña hasta mostrar la misma un tono vivamente rojizo.

Clávamela sí, métemela toda hasta el fondo –los ojos llorosos por la mezcla de placer y dolor que sentía.

¿Así te gusta, eh? –preguntó él arreándole ahora en la otra nalga.

¡Sí sí, fóllame… rómpeme el culo vamos!

¡Pero qué puta estás hecha… me encanta el culillo ese precioso que tienes!

Con un golpe seco de riñones quedó enterrado en ella, saliendo y entrando al quedar ambos unidos en un movimiento lento y acompasado que les hacía sentir en la gloria. El culo y el vientre se unían en un constante ir y venir con el que gemir y jadear de forma entrecortada. El hombre le hablaba lanzándole frases inconexas a las que la muchacha replicaba con palabras igualmente inconexas y sin sentido alguno. Continuó sodomizándola, dándole a probar la totalidad del músculo para llenarla por completo. Los huevos rozándola para enseguida separarse de ella y así una y otra vez, una y otra vez. La afortunada beneficiaria, los cabellos cubriéndole el rostro, hipaba cayéndole lágrimas por los laterales, suplicando empero que siguiera.

Empuja, dámela toda… la quiero toda mi amor…

Lina, disfrutando la escena que frente a ella se desarrollaba, enmudeció los gritos y sollozos de su amiga con un beso ardiente y lleno de vicio. Cecilio continuó empujando sin descanso, entrando y saliendo, hundiéndose en el interior de aquel culo que era ahora mismo suyo. Tan pronto rápido como mucho más lento para alargar todo lo posible el placer que ambos sentían. Los polvos entre ellos eran largos y tumultuosos, se conocían bien y sabían lo que el otro reclamaba. Guiomar se arqueaba, elevando la cabeza y curvando la espalda con cada nuevo embate. El coñito abierto de la otra, le dio la idea de llevar la mano para masturbárselo mientras era follada por detrás. Los dedos se hundieron entre los labios hinchados y encharcados de flujo femenino. Saliendo y entrando al ritmo que el hombre imponía, premiosos tan pronto como acelerados y vertiginosos en sus movimientos.

Los tres suspiraban y jadeaban con el ardor del momento. No tardaron en correrse. Un largo suspiro junto a débiles grititos indicaron la llegada del orgasmo. Guiomar quedó tensa, caída sobre la sábana y con el hombre sobre ella. El fuerte y poderoso macho quedó encima, descansando y todavía dentro de la mujer. Aún no se había corrido, la dureza lo demostraba y la muchacha no pudo menos que sonreír antes de suspirar de nuevo buscando alivio. Mientras, Lina también se había corrido gracias a los dedos que tan bien la habían trabajado. No más de dos minutos había necesitado para hacerla caer hecha un ovillo sobre la cama. Se notaba cansada pero feliz junto a sus dos amigos. Había sido una buena idea quedar los tres. Al principio se mostró reticente y expectante pero ahora debía reconocer que Guiomar y Cecilio eran la mejor compañía para un buen momento de sexo.

Ahora te toca a ti, ven aquí pequeña –pidió él tomándola de la mano para colocarla convenientemente.

Completamente a su merced la observó detenidamente, los muslos y las nalgas mostrándose en todo su esplendor. Mucho menos escandalosa que la otra, se dejó penetrar sintiéndose bien llena de hombre. Con las piernas dobladas y firmemente apoyadas, la cubrió en posición misionero, cruzándole ella las piernas por detrás de las nalgas. Entrando poco a poco hasta llegarle al final, los amantes se fundieron en uno solo. Unos segundos de quietud hicieron que la joven se acomodara al miembro imparable. Cecilio empezó pronto a moverse adelante y atrás, favorecido por el coñito hambriento y jugoso que era ya el sexo de la muchacha. Estaba cachonda y un débil gemido escapó de sus labios nada más notar los decididos movimientos del hombre. Mirándose a los ojos, él llevaba el ritmo empujando de forma lenta pero hasta lo más hondo provocando en la mujer un gemido de placer tras otro. Teniéndolo abrazado con las piernas y los dos cara a cara, se besaron apasionadamente, mezclando los jadeos y gruñidos en el interior de las bocas.

Muévete Cecilio, muévete… con fuerza vamos.

Cayendo sobre ella, echándole todo su peso, traspasándola con fiereza una, dos, tres veces y dejándola sin respiración cada vez que le daba. ¡Dios, era verdaderamente fantástico y qué bien que lo hacía! La mujer se movía ayudando al encuentro, removiendo las caderas al notar la penetración mucho más profunda. Con las piernas abiertas y las manos del hombre en ellas, Lina llevó los dedos al clítoris iniciando una rápida masturbación. Los gemidos se hicieron más habituales, mirando a su amante y reclamando mayor velocidad en la follada. Él accedió hundiéndose hasta caer nuevamente sobre ella, lanzándole el aliento sobre la mejilla. Con las manos en las nalgas de su compañero, empujaba contra ella tratando de sentirlo más adentro. Empezó a darle duro, de forma casi salvaje y cuanto más le daba más lo disfrutaba. Ambos gemían, él caído sobre ella diciéndole palabras sucias junto al oído mientras la muchacha lo abrazaba con toda la fuerza de su ser. Abrió los ojos contemplando el blanco techo, las palabras continuaban junto a su oído, cálidas, entrecortadas y cada vez más llenas de pasión. Se besaron dándose las lenguas, eso a Lina le excitaba horrores, notar la saliva de su amante por encima de los labios y en el interior de la boca. Un golpe seco la hizo temblar entera, el cuerpo parecía fallarle, sollozaba y gemía con la cabeza recibiendo un montón de sensaciones a cada cual más agradable. Olvidados por entero de la otra, se amaron largo rato aprovechando el aguante del macho. Estaba claro que tenía suficiente para las dos y que aquel día ambas gozarían hasta el infinito.

Los pechos de la mujer se balanceaban descontrolados con cada nuevo golpe. Cecilio viéndolos bailotear, los enganchó entre sus dedos para acariciárselos con comodidad. Ella no apartaba los ojos de los de su hombre, los gestos de placer del uno y del otro eran demostrativos de lo que sentían. Él la penetraba con brusquedad, gruñendo al caer sobre su sudoroso cuerpo gracias al descontrol que se daban. Cogiéndole los pezones los apretó haciéndola gritar, los pellizcaba hasta retorcerlos pero el placer que le corría entre las piernas superaba todo dolor que pudiera sentir. Se humedeció los labios resecos, mordiéndoselos tímidamente después para soportar las miles de emociones que la envolvían.

Fóllame, fó… llame con fuerza maldito… qué polvo más bueno.

¿Te gusta nena? –escuchó la voz entrecortada junto a ella.

Uffff sí, me tienes loca… me vas a volver loca si sigues así.

Cambiaron de posición, respirando ella profundamente para recuperar las fuerzas perdidas. Sentada ahora sobre él, notaba las manos masculinas sobre las nalgas al tiempo que las suyas descansaban en los musculosos brazos del atractivo semental. Guiomar aprovechó el momento para chupar y devorar el miembro libre que tanto la ponía. Moviendo la lengua en pequeños círculos, lamió y saboreó el glande del modo delicado que a él tanto le gustaba. La escena que los tres formaban resultaba de lo más perversa y sensual. Cecilio jugando con el duro pezón de Lina al tiempo que por debajo la otra le excitaba con sus artes linguales. Envolvió el glande con los labios, húmedo de los jugos de su amiga. Le encantó el sabor que desprendían y a la tarea de saborear la gruesa cabeza se entregó metiéndola muy dentro de la boca. Una vez la notó lista y brillante de sus babas, la llevó al foco incandescente que era el coño de Lina.

Ummmmmmmmmmmmm.

Quedó sentada sobre el hombre, los huevos rozándola para enseguida notar el movimiento contra ella. Se besaban con delicadeza, los labios unidos en el ardor del coito. La perversa y aviesa Guiomar llenaba de besos el bello y desprotegido culillo de la rubia. Movimientos apenas perceptibles, se mantenían prácticamente quietos disfrutando el calor que el cuerpo del otro les transmitía. La mujer inició un lento cabalgar sin dejar de besarse un solo instante. Él la tenía cogida del cabello y las bocas se comían de forma frenética. Le comió el cuello mientras la polla iba ganando velocidad entre las paredes femeninas.

Métemela, métemela… la quiero, la quie… ro toda –pidió montada sobre su macho.

Muévete nena… cabalga putilla y siéntela dentro de ti.

Sí la siento… aaaaaaaaaaaaaaaaggggg, qué bien la siento.

Tómala nena, tómala toda –exclamó él levantándola casi en el aire con un fuerte golpe de riñones.

Ummmmmmm sí, eres perverso…

El momento tan deseado se acercaba y los tres lo sabían. Moviéndose cada vez con más ímpetu el orgasmo se iba apoderando de los dos jóvenes. Guiomar al lado de la rubia, se besaban las dos ofreciendo al hombre la mejor de las imágenes. La muchacha comía la boca de la otra como antes lo había hecho él, pero de un modo mucho más erótico e insultante, morreándose como dos guarras en un beso lleno de lascivia. La imagen frente a él provocó en Cecilio un latigazo de pasión que le hizo empujar el sexo empapado de su pareja.

¡Me voy a correr! –casi gritó al hacerla separar de su lado.

Poniéndose en pie, las muchachas quedaron arrodilladas luchando entre ellas por el líquido tan codiciado. Luchaban entre ellas quitándose el pene la una a la otra, lamiéndolo por encima, chupándolo brevemente cuando podían. Él se dejaba hacer disfrutando los últimos momentos de su placer cada vez más cercano. Cogido de la mano, Guiomar le masturbaba adelante y atrás mientras las caricias de la lengua continuaban su trabajo. Cecilio supo que no resistía más, en un grito de júbilo quedó parado con el miembro en ristre del que empezaron a salir hondonadas de cálido líquido blanquecino. También las dos mujeres gritaron al ver la leche caer sobre ellas. Cerrando los ojos, Lina pudo evitar que el disparo fuera a darle sobre uno de ellos. Se corrió llenándolas de líquido masculino, las caras rebosantes de semen cálido y espeso por encima de los labios, mejillas y cuellos. Había aguantado tanto que el orgasmo fue abundante y copioso, con la consiguiente alegría por parte de ellas que lo recibieron con fuertes carcajadas de triunfo. Al fin lo habían hecho suyo, el semen corriéndoles por encima como muestra del gran placer obtenido. Con un temblor de cuerpo, un último goterón de leche cayó sobre la baldosa del suelo que notó frío bajo sus pies.

Cecilio, echándose sobre ellas las besó con ternura sintiendo entre los labios el calor de su propio orgasmo. Habrían muchas más oportunidades de repetir aquello, por su parte seguro que no quedaría –pensó mientras veía a las muchachas sonriéndose antes de darse las lenguas con descaro. ¡Menudo par de putillas estaban hechas, si por separado eran tremendas juntas eran ya la bomba! Sin duda habría que aprovecharse de ello.

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