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En la zapatería

en Intercambios

Somos un matrimonio cerca de los 40, estábamos de puente en  Sevilla, los dos solos, dedicándonos al turismo, la gastronomía y el folleteo, aprovechando aquellos días solos, lejos de casa y sin preocupaciones.

Mi mujer es una guapísima morenaza de sensuales formas femeninas , con unas tetas impresionantes y un culo que atrae infinidad de miradas. Además es muy morbosa, le encanta arreglarse y para follar suele ponerse sensuales conjuntos de lencería, medias de liguero y zapatos de infinito tacón.

Una tarde, después de dar un paseo, mi mujer quiso entrar en una zapatería,  quería comprarse unas botas. En la tienda no había ningún cliente, pues la hora de cierre estaba próxima,  sólo estaban una mujer de mediana edad, la dueña, y un empleado, un chico de unos 18 o 19 años. Mi mujer pidió que le sacaran varios pares y se sentó a esperar  en un pequeño sofá. En ese momento la dueña se disculpó con nosotros porque tenía que salir y mandó al empleado que cerrara por dentro para que no entraran más clientes. Después de que la dueña se hubo marchado el joven desapareció en la trastienda a buscar las botas que le habíamos pedido.

            Cuando las trajo se arrodilló delante de mi mujer, primero le ayudó a quitarse los zapatos que llevaba.  A continuación fue sacando las botas de sus cajas y ella le indicó cual quería probarse primero. El joven le ayudó a calzarse la bota y cuando lo hizo no pudo evitar echar un rápido vistazo a la entrepierna. Mi mujer se dio cuenta y me sonrió pícaramente, cuando tenía los dos botas puestas se levantó para caminar unos pasos, lo hizo provocativamente, mostrando su estupendo culo, después se sentó y le pidió al joven que le quitara las botas. Para agradecerle el detalle, mi mujer le obsequió con otra apertura de piernas un poco mayor que la primera.

            Siguió la prueba de  los tres o cuatro pares de botas con el mismo ritual que tanto divertía a mi mujer  y estaba excitando al joven. Yo asistía divertido y curioso a lo que estaba ocurriendo. Llegó el último par de botas, unas negras de altísimo tacón, mi mujer insistió en que el chico le ayudara a calzárselas, dándole así la oportunidad de tocar sus piernas. Caminó un poco más que con las otras, contoneándose de manera muy sensual, se sentó en el sofá y abrió descaradamente las piernas mostrando el diminuto tanga que  llevaba. El chico, arrodillado frente a ella, tenía una erección más que evidente, mi mujer se recostó,  cogió las manos del chico y las puso sobre sus piernas y después de mirarle fijamente y sonreírle, le puso su mano en la cabeza y la empujo suavemente hacia su coño.

            El joven reaccionó como mi mujer esperaba, apartó el tanga y comenzó a besar  primero y  a chupar después el coño de mi mujer. Primero  movió su lengua de arriba abajo, hasta que lo dejo completamente mojado, después comenzó a mover la lengua en círculos alrededor del clítoris al que de vez en cuando daba un suave tirón con los labios. Ella  recostada en el sofá disfrutaba de los movimientos de  aquella lengua joven en su coño depilado.

-          Lo hace fenomenal, lo sé por experiencia.

Sobresaltado por la voz que acababa de escuchar a mi espalda, me giré y encontré a la dueña de la tienda. Había entrado, supongo, por una puerta trasera y entretenidos como estábamos los tres no nos habíamos dado cuenta. Terminó  de colocar unas cosas en el mostrador y se colocó junto a mí.

            Hasta ese momento no me había fijado en ella. Era una mujer de unos 50 años rubia teñida, de formas generosas y rotundas. Se colocó a mi lado y juntos contemplamos como su empleado seguí comiéndole el coño a su clienta.

En ese momento mi mujer dijo:.

-          Ahora quiero follarte.

Se puso de pie, se quitó la falda y el tanga, quedándose solo con las medias y las botas, y  le ordenó que se sacara la polla. Comprobó con las manos la dureza y el grosor mientras le sonreía,  le dio un par de lametones, después sacó del bolso un condón y le ordenó que se lo pusiera.

            Lo sentó de un empujón en el sofá  y se sentó  sobre él, dándole la espalda, metiéndose aquella polla hasta adentro. La  expresión de su cara era de completa satisfacción y vicio. Cogió una de las manos del chico, que estaban apoyadas en sus caderas, y se la colocó sobre el clítoris, que inmediatamente comenzó a recibir un suave masaje.

Por supuesto la visión de aquel joven follándose a mi mujer me había excitado y mi polla quería salir fuera. La dueña se fijó en mi erección y comenzó a acariciarla por fuera. Yo comencé también a tocarla y en un momento me apoyé en el mostrador, la agarré por las caderas, coloqué su culo sobre mi polla y con las manos le desabroché la blusa y comencé a tocarle las tetas. Eran grandes, con un tacto muy agradable y con grandes pezones rosados. Ella restregaba su culo contra mi polla, ninguno de los dos queríamos perdernos lo que ocurría en el sofá. Al poco tiempo se giró, me sacó la polla y comenzó a tocarla.  Lo hacía muy bien, también me acariciaba los huevos y me daba pellizcos suaves en ellos. Yo metí le desabroché la falda, que cayó al suelo, y metí mi mano dentro de su coño completamente empapado. Además intentaba comerle las tetas y saborear aquellos deliciosos pezones. Nos desnudamos  mutuamente y nos acercamos al sofá. Ella se sentó al lado de su empleado, mientras yo con la polla totalmente tiesa se la ofrecí a mi mujer para que me la chupara. Comenzó a  hacerme una mamada antológica, me comía la polla como nunca, escupía en ella y se la tragaba hasta el fondo ayudada por los pollazos que estaba recibiendo, al mismo tiempo no dejaba de mirarme. Después se la ofrecí a la dueña, que había contemplado la escena mientras se hacía un dedo, me la chupó muy bien, me comió los huevos mientras me pajeaba con la mano. Después cogí un condón del bolso de mi mujer y ella me ayudó a ponérmelo . Se puso a cuatro patas en el sofá y comencé a follarla agarrándola de las caderas. Daba gemidos y me pedía que la follara más fuerte y rápido. El chico, sentado a su lado  puso la mano en el coño de su jefa y comenzó a tocarle el clítoris. Mientras mi mujer no dejaba de saltar sobre la polla de su joven amante.

La escena era tremenda y mi pareja de polvo acababa de correrse. Y yo estaba a punto, le pedí que se sentara y me dejara correrme en sus tetas. Se giró, me quitó el condón y se colocó mi polla entre las tetas, después de unos pocos vaivenes acabé descargando un buen chorro de leche espesa y caliente sobre sus generosas y juguetonas tetas.

Mientras al lado, y seguramente por el cansancio de mi mujer, habían cambiado de postura. Mi mujer estaba siendo follada, tumbada boca arriba sobre el sofá, con sus piernas sobre los hombros del joven que estaba arrodillado en el suelo.

Mi mujer se corrió como una auténtica zorra con aquella polla joven dentro de ella. El chico sacó la polla de su coño se quitó el condón y se corrió sobre el vientre y las tetas de mi mujer que, encantada, recibió aquella corrida con una gran sonrisa.

Mi mujer se puso en pié sacó un pañuelo del bolso y  se lo dio al chico para que la limpiara. Mientras me dio un beso tremendamente húmedo y sensual mientras me decía lo mucho que había disfrutado del polvo.

            Nos vestimos y nos despedimos de nuestros anfitriones, invitándoles a visitarnos en nuestro hotel. Salimos de la tienda cansados pero muy satisfechos, sobre todo mi mujer, quién además del polvo se llevaba ¡unas botas nuevas gratis!

            Os seguiremos contado como acabó el viaje.