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La caída de los héroes

en Parodias

  No ha pasado mucho tiempo desde que pasó. La villana más esquiva del mundo consiguió capturarme y, desde entonces, me convirtió en su esclavo personal.

   Todo sucedió el día que no decidimos reunir los mayores superhéroes de toda la zona. Vinimos: StardShadow, Gorrión Rojo, Flywoman y yo, RedWasp. En nuestra base secreta buscábamos una estrategia para capturar a los más peligrosos villanos internacionales.

   Acababa de entrar el colosal Clearweight cuando todo tembló, una lanza salió disparada de un agujero del suelo y atravesó el pecho de nuestro coloso compañero y empezó el caos.

   De todas partes surgieron peligrosos villanos, los más buscados, que habían seguido a Clearweight para encontrarnos. Salió Vibrer, un ser musculoso que controlaba el sonido y, de una onda sonora, nos lanzó en todas direcciones.

   Yo atravesé la pared y terminé en el pasillo, donde una chica de pelo color cobre me miraba con malicia mientras se relamía aquellos carnosos labios. Intenté levantarme, pero estaba paralizado, había cometido el error de mirar a sus hermosos ojos azules directamente y perdí, momentaneamente, el control de mi cuerpo.

   Por suerte, mi máscara tiene un compartimento en el cual guardo un poco de miel que da directamente a mi boca para consumo rápido. El alimento hazo que aumentaran considerablemente mis poderes y me permitiera romper el bloqueo mental.

   Esa mujer, conocida como Afrodita, además de controlar las emociones y la mente del adversario, manejaba el hielo. Usé los lanzallamas de mis muñequeras antes de que ella se moviera siquiera. Era la más peligrosa de aquel grupo de maleantes. El fuego no le hizo nada, no controlaba el hielo como yo creía, si no el agua, cambiando incluso su temperatura.

   Me pilló por sorpresa, una ráfaga de agua me impactó en el pecho y me estampó contra la pared del final del pasillo. Mis muñecas fueron apresadas por el hielo, destrozando mis muñequeras para impedir usar el fuego, mientras Afrodita se acercaba a mí. Su rostro, su cuerpo, sus esbeltas piernas, toda ella me hipnotizaba con su andar sinuoso.

   Me quitó la parte inferior de la máscara mientras sonreía con malicia, me tenía en una posición incómoda y apenas podía moverme. Acercó sus labios a los míos y no pude volver a pensar, mi voluntad se despedazaba con el movimiento de su lengua en mi garganta.

   Se apartó de mí mientras reía satisfecha, mi mente estaba apartada de la batalla campal que sucedía dentro del salón, sólo pensaba en los sabrosos labios de mi nueva diosa. La villana se bajó las bragas frente a mí, dispuesta a enseñarme su monte de venus. Pero no había tal monte, en su lugar había una gran polla tiesa, remarcada por las venas. Aquella herramienta no pegaba con el escultural cuerpo de tal divinidad, pero ahí estaba, apuntándome.

   Me obligó a abrir la boca con sus finos dedos y me instó a tragarme aquel enorme falo carnoso. Su regustillo salado hizo que, por un momento, recobrase el conocimiento mientras aquella escultural mujer me follaba la boca.

   Durante unos cuántos minutos continuó sin parar, hasta que me soltó la cabeza de golpe en su última embestida, impactando mi nuca con fuerza contra la pared.

   Desperté en una celda abierta, desnudo y desorientado, sólo conservaba la máscara. Me levanté y caminé a trompicones hasta la puerta, me encontré con una sala de torturas. Mire todo cuanto me rodeaba y mis ojos pararon en la figura que había en aquel cuarto.

   En mano derecha un látigo de siete colas, en la izquierda una fusta y, entre sus piernas, aquel miembro que poblaría mis pesadillas los últimos meses. Afrodita se acercó hacia mí con aquella sonrisa siniestra que le caracterizaba mientras yo veía como mi poder no volvería a ser útil, nunca más.

 

   Ésta es una obra de ficción ocurrida en un sueño lúcido del autor, cualquier parecido con personas reales o desaparecidas es pura coincidencia.