miprimita.com

Calor de verano

en Lésbicos

Calor de verano

 

Unos días de visita fueron suficientes para que la pasión de su amiga aflorara tras muchos años en silencio. El calor del verano ayudó a que se conocieran de modo íntimo, disfrutando la juventud de sus cuerpos deseosos de caricias…

 

 

Somebody’s gonna hurt someone

before the night is through

somebody’s gonna come undone

there’s nothin‘ we can do.

Everybody wants to touch somebody

if it takes all night

everybody wants to take a little chance,

make it come out right.

 

There’s gonna be a heartache tonight,

a heartache tonight, I know

there’s gonna be a heartache tonight, a heartache tonight I know

Lord, I know.

 

Some people like to stay out late

some folks can’t hold out that long

but nobody wants to go home now

there’s too much goin’ on...

 

Heartache tonight, THE EAGLES

 

 

Hacía un calor horrible. Por el día el cuerpo sudoroso mientras por las noches no había quien durmiera pese a la completa desnudez y las ventanas abiertas dejando correr algo de corriente. El verano ya se sabe lo que trae. Playa, helados, calor mucho calor y sexo mucho sexo claro.

La casa de Mª Rosa era un pequeño ático, coqueto y bien acondicionado, apenas dos habitaciones y una gran terraza que era lo mejor y donde solía desayunar y pasar las mañanas tumbada hasta conseguir al fin aquel moreno que era la envidia de sus amigos. Mª Rosa había invitado a su amiga Claudia a pasar unos días con ella. Se conocían desde pequeñas, habían estudiado juntas hasta que la universidad las separó un tiempo. Claudia eligió Derecho mientras Mª Rosa abandonaba la ciudad para marchar a Valencia donde estudiar Diseño Industrial. El dibujo siempre había sido su mayor afición ya desde bien joven. Seria, responsable, amiga de sus amigos, en Valencia había conocido a Rafa con el que llevaba saliendo seis largos años.

Tras acabar la carrera, encontrar trabajo aparecía como una ardua tarea y de resultados desalentadores. Currículums aquí y allá, de un lado a otro de la ciudad, apuntarse en todas las agencias de trabajo, muchos autobuses y metros cogidos, muchas calles pateadas y suelas de zapato gastadas para poco o nulo resultado. Seis meses en una zapatería, un corto tiempo en una cafetería poniendo horchatas y cafés, otros tres meses en una pequeña empresa donde el jefe trató de propasarse con ella, cursos de idiomas y diseño, entrevistas sueltas a las que hubiera hecho mejor en no ir. Nervios acumulados, momentos de euforia junto a períodos de apatía, desidia y también por qué no decirlo de total depresión y angustia. Largas noches de insomnio y de llorar, sintiéndose vacía e inútil. En fin, una vida como cualquier otra de nuestros días, quien lo haya sufrido podrá imaginar bien cómo podía sentirse nuestra protagonista. Al menos con Rafa le iba bien. Se querían y el sufrimiento era compartido, no es consuelo pero algo es algo.

Con la llegada del verano invitó a Claudia a visitarla. Estaría unos días sola pues él debía ir a Barcelona por una oferta de trabajo, el cambiar de ciudad no les daba miedo. Fue a buscarla a la estación de buses y enseguida la vio a través de la luna del vehículo. Besos y abrazos nada más bajarse y coger sus cosas, una bolsa de mano y una mochila para lo más necesario. Mª Rosa tenía lavadora y seguro que algo se compraría. Se vieron igual que siempre, tampoco hacía tanto que no se veían. Las dos morenas a rabiar, sandalias para ir cómodas, mínimos tops de tirantes arriba y diminutas faldas con las que enseñar las piernas bien cuidadas y de buen ver. Todo el camino de vuelta lo pasaron riendo y contándose cosas. La estación estaba lejos y no había pasta para un taxi, aunque la verdad es que preferían gastar ese dinero en otro menester.

Irían de compras, a la playa, le presentaría a sus amigos y por las noches aprovecharían para tomar algo y ver si encontraban alguien para Claudia que llevaba ya tiempo sin nadie. Ciertamente Claudia sirvió de soplo de aire fresco para el ánimo inconstante y lleno de altibajos de su amiga. Los primeros días los pasaron tostándose en la terraza por las mañanas mientras las tardes las dedicaban a ir de compras; todavía era temporada de rebajas y estuvieron entretenidas entre trapos y más trapos. Claudia se hubiese comprado todo lo que veía, era caprichosa de siempre y la ropa era una de sus locuras. Venga a revolver ropa y más ropa, de una tienda a otra y de probador en probador. Unas chanclas para la playa, dos camisetas escotadas y de tirantes que las hicieron reír nada más ponérselas en el probador, además de una minifalda roja con la que sería la tentación de quien la viese fue todo lo que al final encontró. Poco botín pero ya tenía para estrenar algo.

Hacía calor, mucho calor, un calor insoportable que llegaba a lo más hondo de uno. Las ropas pegajosas, había que ducharse y cambiarse nada más llegar a casa. La lavadora no paraba de funcionar pese a que Mª Rosa le dejó alguna prenda que otra. Por la mañana y en la playa el calor se aguantaba mejor pero las noches eran criminales. Se acostaban tarde, las dos o más, hablando y hablando pasaban el rato tras cenar, las dos tumbadas bajo el reflejo de la luna. También bajaban a tomar algo en las terrazas del barrio, viendo pasar muchachos y algún grupo de guiris con los que alegrarse la vista. Luego en la cama les costaba dormirse, venga a dar vueltas y sin una gota de aire. Y así uno, dos, tres, cuatro días…

Aquella noche Claudia se removía en la cama, a un lado y al otro, rodeado el cuerpo por la fina sábana con la que tan pronto se tapaba como se la quitaba, las tres y media vio marcar en el despertador de la mesilla. Calor insoportable, se levantó descalza en busca de un vaso de agua fría con el que hidratarse. La cocina estaba cerca del dormitorio así que encendió la luz y sin hacer ruido se acercó a la cocina donde tomó la botella de agua fría. Bebió medio vaso y luego otro medio notando el líquido correrle la garganta, se sintió bien y cerró la puerta del frigorífico. Llevó los pasos a la habitación de su amiga. Mª Rosa no dormía tampoco, leyendo un libro bajo la tenue luz de la lámpara.

-          ¿No puedes dormir? –preguntó los ojillos apareciendo bajo los diminutos cristales de las gafas.

-          ¿Puedo acostarme contigo? –respondió su amiga directamente y sin tapujos.

Mª Rosa sonrió con la petición que Claudia le planteaba. Sabía bien lo que significaba y pensó que era algo que le apetecía. Hacía días que no se masturbaba y la falta de Rafa empezaba a hacerse notar en ella. Por las noches le costaba dormir, aquel verano estaba siendo especialmente molesto y el cuerpo sudoroso y la necesidad de caricias la hizo poner alerta.

Animó a su amiga a tumbarse con ella, haciéndose a un lado en la estrecha cama. Era tan estrecha que resultaba imposible no rozarse, justo lo que ambas querían.

-          ¡Qué calor más pegajoso. Tuve que levantarme a por agua!

-          Yo tampoco podía dormir. Llevo media hora leyendo.

-          Vi la luz encendida y por eso entré.

-          Ven acércate –pidió notando el muslo de su amiga junto al suyo.

Claudia se pegó aún más, suspirando al buscar hueco en el pequeño camastro. La deseaba y necesitaba alguien con quien estar. Se notaba caliente, tan caliente como la noche que las rodeaba. Ya de jóvenes habían tenido algún ardoroso encuentro en el colegio de monjas al que iban. Una noche y fuera del dormitorio común, se metieron ambas en el baño escapando al control estricto que las hermanas ejercían. Todo culpa de Claudia a la que resultaba imposible no sentirse atraída por sus compañeras. Ya desde sus primeros contactos con el sexo supo de su interés por las chicas. Se declaraba abiertamente bisexual, le gustaban también los chicos sí pero con las chicas era distinto. Algo sucio y prohibido pero que la llamaba a pecar. Las primeras experiencias fueron con la hermana Consuelo en la celda de esta. A escondidas y sin levantar sospechas pasó dos noches con ella disfrutando del sexo entre dos mujeres, conociendo las primeras sensaciones en compañía de otro miembro de su mismo sexo. Nadie se enteró, la hermana Consuelo trató de repetir aquello pero Claudia se resistió convenientemente. Le interesaban más sus compañeras que no aquella mujer, ya cincuentona y entrada en carnes que sin embargo le había servido como entrada al amor lésbico.

La habitación de Mª Rosa era angosta y algo reducida. Alargada en forma rectangular, una pequeña ventana daba iluminación y aire al fondo. Un armario empotrado en la izquierda mientras de la pared de la derecha colgaban por encima de la cama estantes llenos de papeles y libros. Bajo la ventana, el portátil reposando sobre el escritorio de melanina y junto a este una gran estantería con más libros y documentos.

Sudorosas y sin una gota de brisa, los rostros uno contra el otro, los cuerpos cada vez más juntos. Claudia suspiró nuevamente al cerrar los ojos y refregar mimosa la mejilla sobre la de su amiga. No hablaban, solo se sentían unidas en aquella estrecha cama, sintiéndose bien en compañía de la otra. La muchacha alargó la mano hacia el largo y sedoso cabello de Mª Rosa. Tomándolo entre los dedos jugó con él, enredándolo entre los dedos, tirando con suavidad del mismo. Siempre le había gustado la larga y sedosa cabellera morena de su amiga, mucho más larga y mejor cuidada que sus cabellos castaños, de aspecto enmarañado, apagado y sin forma.

-          Me encanta tu pelo, tan largo y delicado, en cambio el mío míralo.

-          Necesitas un buen estilista, siempre lo has necesitado.

-          Me da pereza.

-          Para presumir hay que saber sufrir –comentó la otra sin dejar de notar la caricia de los dedos por encima del largo mechón.

-          Ufff, me da una pereza horrible.

-          Calla, calla… mañana vamos a la peluquería y te arreglas ese pelo.

Sin decir nada, Claudia se encogió de hombros al estirarse completamente sobre la cama. Las piernas mínimamente dobladas, rozándose unas a otras, haciendo encantador el momento. No podía más, necesitaba un rato de solaz y lo necesitaba ya. También llevaba tiempo sin compañía, cuatro meses desde que lo dejara con la apasionada y fogosa María. Siete años mayor, María era aún más voluble y caprichosa de lo que ella lo era. Día a día la relación iba a peor, se acostaban y lo pasaban bien pero el resto del tiempo las discusiones eran constantes haciendo la relación imposible. Fue Claudia la que rompió pese al mucho dolor que la ruptura le supuso. Todo tiene su final y el de ellas había llegado. Alargando la mano la posó en el hombro de Mª Rosa, respondiendo esta al dejar caer los dedos sobre el costado de su amiga.

-          Te deseo cariño… necesito pasar un rato contigo…

La otra nada dijo, sólo asintiendo y abriendo la boca al notar los labios pegarse. Se besaron con suavidad, rememorando tiempos agradables y pasados. Desde el encuentro secreto en la residencia, Mª Rosa no había estado con otra mujer. Con Rafa tenía bastante, era cariñoso y siempre preocupado por ella. No necesitaba de otra persona, de todos modos tantos días sin verle y la compañía de su amiga le hizo ver las cosas de otro modo. Sabía del interés de Claudia, nunca se lo había ocultado. Le gustaban las mujeres a rabiar, los hombres le aburrían solemnemente, decía que no le sabían sacar todo el jugo que podía dar. Tres relaciones había tenido y todas habían acabado igual, el interés por su propio sexo se hacía cada vez más patente.

Cogiéndole la cabeza entre las manos, el beso se hizo más y más intenso, rozándose los labios de forma contenida, aguantando las dos el aliento al reconocerse mutuamente. Se miraron a los ojos. Grises y vidriosos los de Mª Rosa, oscuros como la noche los de la otra. Se dieron la mano entrecruzando los dedos. Dedos temblorosos por el deseo que las atenazaba, la excitación les crecía subiéndoles por todo el cuerpo hasta desembocar en multitud de placenteras sensaciones. Mª Rosa era bella, con la sinceridad reflejada en aquellos ojos escondidos bajo las gafas que los resguardaban. Le echó el pelo atrás, acariciándolo levemente, pasando los dedos por encima. Acercaron las caras hasta hacer insoportable la proximidad. No había prisa alguna, la tenía para ella sola y sabía todo lo que podía llegar a dar. La joven era fuertemente afectiva, cuando se entregaba lo hacía con todas las consecuencias y eso Claudia lo sabía bien. El recuerdo en el baño le vino a la cabeza, hacía años de aquello pero en ese momento le resultó de lo más fresco y cercano. Fueron simples besos y caricias, sin llegar a más pero lo suficiente para conocer las debilidades que su guapa compañera atesoraba. Ahora aquello le iba a servir de mucho, porque esta vez no se le iba a escapar, la deseaba con locura y deseaba hacerla suya. La nariz apoyada en la de la morena, sonriéndole abiertamente para que se relajara. El cutis cuidado y bonito al pasar los dedos corriéndole por las mejillas.

Cerrando los ojos y echando la cabeza atrás Claudia le ofreció el cuello, respondiendo la muchacha lanzándose sobre ella para dejar suavemente posados los labios en el mismo. Empezó a besarlo con tenues caricias que la hicieron sentir en la gloria. Gimiendo débilmente en el silencio que las rodeaba, un escalofrío le corrió de la cabeza a los pies con el mínimo contacto. Abandonándose, llevó las manos al brazo y al cabello de su amiga al tratar de atraerla más. Las manos por encima de las camisetas y las pieles, subiendo por el cuello hasta acabar ambas en un beso lleno de ternura y amor.

Mordiéndose el labio para soportar la desazón que la abrumaba, los ojos clavados en los suyos, Claudia se dejó llevar por las caricias que su amiga le dispensaba. La joven era activa, siempre lo era pero en esa ocasión permitió que fuera la otra quien la fuera calentando convenientemente. Ya le llegaría el turno de demostrar sus dotes de seducción. Aguantando la respiración, las manos cayeron sobre los pechos que la fina camiseta ocultaba a la vista. Eran pequeños, la imagen de aquellos senos dulces y suaves había quedado grabada como un chispazo en la mente de Mª Rosa aquella noche en que se los vio en el baño. Volvió a recordarlos, apreciándolos bajo el roce de sus dedos, separados por la tela que imposibilitaba el contacto con la tersa piel. Pero, pese a imposibilitarlo, sí podía sentir la sensación que las manos producían en su compañera. Le gustaba era evidente, un gemido escapó de sus labios resecos al notar los pechitos apretados por los dedos. Los pezones se marcaban empitonados y sin control. Se sentía caliente, la sensibilidad irrefrenable que aquel par de diminutas piedras mostraba era prueba clara de ello.

Claudia apoyó suavemente las manos en las de su amiga, acompañando el lento movimiento que estas llevaban a cabo, masajeándola sin prisa alguna, entretenidas ambas en tan cálida caricia. Acercándose a la atractiva morena, la besó casi al descuido volviendo a mirarla con el gesto turbado por la emoción. El silencio se cortaba con un cuchillo, algún ruido se escuchaba apenas a lo lejos, solo el ritmo del respirar de una y otra haciéndose cada vez más entrecortado. Agarrándola del cabello fue ahora Mª Rosa quien la besó de forma mucho más apasionada. Uniendo los labios, los abrió notando la lengua vivaracha de Claudia entrar en su boca. Buscó en su interior, golpeando la lengua que sintió húmeda y golosa junto a la suya. Se besaron con desesperación, abrazadas y arrodilladas sobre la cama. La mano corriendo por la espalda mientras las otras se cogían a los brazos como si en ello les fuera la vida.

-          Bésame… bé… same –le pidió Mª Rosa en un susurro al oído.

-          ¿Echas de menos a Rafa? –preguntó su amiga pasándole la mano por el costado.

-          Le echo de menos sí –tuvo que confesar notándose temblar toda ella.

-          Tranquila cariño, estoy aquí contigo –la tranquilizó antes de un nuevo beso con el que sellar la unión entre ambas.

Los labios besaron la piel femenina, suavemente posados en la zona entre el pecho y el cuello. Apartando el pelo para hacerse con el cuello de cálida fragancia. Claudia se dejaba amar, le encantaba lo que la otra le hacía, parecía aprender pronto dejándose llevar por los placeres de Lesbos. Le gustaba su amiga, le gustaba a rabiar desde siempre, ojalá algún día pudiese ser suya. Notaba la lengua recorrerle la piel hasta llegar por encima del escote que mostraba el canalillo que ambas montañas formaban. Resistía las caricias con evidente dificultad, la estaba poniendo mucho, se sentía arder por dentro. Un nuevo beso envolviendo los labios con el calor de los otros, besos sinceros y de enamoradas, besos jugosos y muy lejos del recuerdo de Rafa.

-          Te deseo nena, te deseo –sonrió para volver a caer en un nuevo beso con el que hacerse saber lo mucho que se necesitaban.

Sacó la lengua, devolviéndole Mª Rosa el roce para un nuevo abrazo en el interior de la boca. Temblaban, un escalofrío de puro goce corriéndoles el cuerpo, la ternura llenándolo todo, ternura que solo el amor entre mujeres puede llegar a conseguir. Lanzada como estaba, la morena hizo caer hacía atrás a su joven amante. Resbalando la mano por encima de la blanca camiseta, quedando las dos cómodamente tumbadas en la cama. Luego le acarició el muslo bajando hacia la rodilla y subiéndola a la cintura, hablándose en silencio con cada uno de sus gestos. Sólo gemidos y suspiros de tanto en tanto para animar a la otra a continuar mucho más allá. Claudia no paraba de sonreír, disfrutaba viendo a su amiga tan entregada a un ataque continuo con el que hacerla vibrar entera. Mientras tanto, la guapa muchacha se mantenía seria y dispuesta a seguir con el primero de sus encuentros lésbicos. Nadie mejor que Claudia para ello, la hacía sentir segura al comprobar el éxito obtenido con cada una de las caricias a las que la sometía. Sin embargo, para ella quedaba todavía lo más difícil.

Tomándole la mano, Claudia se la hizo llevar por encima de la mínima braguilla. Trató de retirarla en un movimiento de defensa pero su amiga no le dejó ayudándola a desplazarla sobre la tela que se notaba húmeda de jugos. Estaba cachonda y eso a Mª Rosa la turbó un tanto. Saber la sensación que sus caricias podían producir en la otra la hizo sentir nerviosa. Ya no había marcha atrás para lo que las dos querían, Rafa no estaba con ella y deseaba amar y sentirse amada por unas manos amigas. Entonces Claudia retiró a un lado la tela para dejar ver un coño afeitado y rosado. Tan solo un triangulillo de vello presidía el pubis. Los dedos rozaron tímidamente el vello, enredándose en él para hacer que la otra gimiera presa del delirio.

-          ¿Lo tienes depilado? –preguntó con un tono de sorpresa.

-          ¿Te gusta? Acarícialo cariño, acarícialo… me tienes tan cachonda…

Con la mano ya firmemente posada en la entrepierna, la besó comiéndole el cuello con devoción, chupándolo y lamiéndolo para luego mordisquearlo entre los grititos que su amiga daba. No sabía qué le pasaba, pero Mª Rosa se sentía loca de deseo. Quizá el estar a solas con su amiga le hacía comportarse de aquel modo tan sucio y depravado. Claudia gemía y jadeaba inquieta, y aún más inquieta se mostró con el suave contacto de los dientes por encima de la sensibilidad de su piel. Gritó levemente, se notaba muy excitada con aquello, el cuello, los pechos y su sexo resultaban las zonas más fácilmente excitables de su hermoso cuerpo. Y la verdad, debía reconocer que su amiga se lo estaba haciendo de maravilla, sabiéndola llevar a los límites de su aguante. Se corrió sin poderlo resistir más, gritando con mayor vigor y retorciéndose bajo el ataque continuo que aquella boca le dispensaba. Un orgasmo cálido e intenso apretada a su amiga que no la dejaba descansar haciendo alargar el momento todo lo posible.

-          ¡Dios, qué bueno… qué bien me lo has hecho!

-          ¿Te ha gustado? –le preguntó sonriéndole, los rostros casi pegados.

-          ¿Qué si me ha gustado? Me ha encantado nena, me has puesto cachonda perdida. ¿O no lo has visto?

Pasándole la mano por detrás del cuello la atrajo para acabar en un simple piquillo, los labios delicadamente enfrentados. Tras un rato de asueto, fue ahora Claudia la que tomó la iniciativa, repitiendo con la otra lo que había recibido. Jugó con el largo cuello de la morena, chupándolo con la misma dedicación, haciéndola arquear hacia atrás hasta quedar sentada en la cama. Mª Rosa dobló las piernas abriéndolas en todo su esplendor, acercándose con lentitud para cogerla del rostro mientras su pareja tiraba con decisión del algodón de la camiseta. Se besaron con intensidad probando el calor de las bocas, el deseo las atenazaba, necesitaban del cuerpo sinuoso y lleno de juventud de la otra.

-          ¡Te deseo cariño, te deseo hace tanto!

-          Oh, por favor… no me digas esas cosas.

-          ¿Por qué no? ¿Acaso es malo? –preguntó lanzándole el aliento.

Sin esperar a más se abalanzó sobre su amiga, cayendo sobre los senos también pequeños pero que a ella le parecieron deliciosos. El escote en pico era toda una tentación imposible de frenar. Chupó el cuello con desenfreno, notando los pelos sobre sus labios. Los gemidos y lamentos de una se mezclaban con los de la otra. La bella Mª Rosa empezaba a vencerse, derrotada por la experiencia a la que se abandonaba sin remedio.

-          Eres hermosa nena –escuchó la tenue voz junto al oído.

Eso la hizo notarse arder, destilando jugos entre las piernas al verse deseada de un modo tan total por su amiga de toda la vida. Gimió con más fuerza al cerrar los ojos, estirando una de las piernas al tiempo que encogía la otra dejándose envolver por aquella sensación de alivio. Atraparon los hombros, mordiéndolo la castaña al notar la boca caer sobre el suyo.

-          Vamos, deja que te quite esto –pidió con el mismo tono tenue de antes.

Cogiendo la camisilla tiró de ella a los lados hasta rajarla por abajo. Notando la pasión en su amiga, subió la prenda hasta atrapar los pechos entre sus manos. Se besaron morreándose como nunca antes. Mª Rosa se encontraba inmersa en una sensación extraña, una sensación que nunca antes había vivido junto a Rafa. Sabía y había oído hablar del amor lésbico pero nunca hubiera imaginado algo así. Sollozando excitada, se dejó llevar por las manos poderosas y de largos dedos que la recorrían. Claudia le besó el pecho, hundiendo la cabeza para apoderarse del pezón que pronto respondió al ataque. Se lo chupó jugando con él para después hacer lo mismo con el otro que alcanzó el mismo nivel de excitación bajo los labios. La muchacha chupaba como un bebé, rozándolo con la lengua de manera perversa, notándolo crecer con cada roce. La joven sometida no aguantó tanto placer y buscando la camiseta de su amiga tiró de ella hasta dejar aparecer un seno rotundo y firme. Tomó ella las riendas, atrapando la cabeza entre sus manos para volver a besarse con desesperación malsana. Los labios temblorosos y jugosos, las lenguas tan jugosas como aquellos, el beso se hizo largo e interminable, pudiéndose escuchar el batallar encarnizado de las bocas.

-          ¡Dame tu boca, dámela… la deseo!

-          Sí sí, bésame… bésame Claudia, bé… same.

La mano encima del coñito, los dedos pasaban y repasaban reconociendo la vulva empapada de flujos. La muchacha se dejaba atrapar por las caricias algo torpes de su amiga. Tendría que enseñarle a hacerlo, poco a poco aprendería en los días que tenían hasta que Rafa volviese. Entreabrió los labios emitiendo un suspiro de satisfacción.

-          Mete los dedos, mételos y pásalos por encima…

-          ¿Así?

-          Sí cariño sí… despacio, hazlo despacio.

Puesta de lado se dejó acariciar, tomando la joven confianza en su quehacer. Abriéndole los labios introdujo dos dedos, arrancando así un largo gemido en su compañera de juegos. Los sacó al momento para moverlos por encima de la raja con ritmo creciente. La mano sobre la otra haciendo el masturbar más rápido y fascinante. Comiéndose las bocas la masturbaba cada vez con mayor decisión, haciéndola jadear como una perra.

-          Uffff mi amor, ufffff. Ven aquí –exclamó Claudia escapando a la caricia para devorar el pecho desnudo que frente a ella aparecía.

Igualmente devoró los labios y la barbilla mientras con la mano tenía cogida la redondez del seno. Imponiéndose a la morena, quedó a cuatro patas ayudándola a sacar la prenda por la cabeza. Lo mismo hicieron con la suya quedando así ambas con los pechos al aire y deseosos de mayor tormento. Elevándose entre las manos que la acogían, los labios femeninos la besaron corriéndole por toda ella. Arqueada con el culo echado atrás, los senos salientes camino de la boca que los cubriese, el cabello le caía alborotado por los hombros y la espalda.

-          Cómemelos Mari, cómemelos ummmmmmmmm.

La muchacha lo hizo, ofreciéndole todo el placer que reclamaba.

-          Ven, ahora me toca a mí –susurró echada sobre el torso desnudo.

La llenó de besos, bajando por los pechos, la barriga lisa y cuidada ascendiendo nuevamente hacia el seno pequeño pero redondo como una manzana. Los mamó aferrada a los pezones que golpeó con la lengua para acabar pellizcándolos provocando en su amiga un grito desesperado.

-          ¡Son tan hermosos, me encantan. Duritos como me gustan! –confesó sin dejar de lamerlos de forma alternativa.

La atractiva Mª Rosa dejaba que la amase, echada atrás en los codos que le servían de apoyo. No podía mantenerse quieta, revolviéndose inquieta con cada nuevo ataque. Su amiga sabía lo que se hacía y ella no pensaba poner pega alguna. Empezaba a descubrir el placer que una mujer podía darle y le gustaba a morir. Notaba los pechos duros bajo la boca que los besaba, el cuerpo lejos de su dominio, solo disfrutando aquel frenesí. Continuó la otra con las caricias, lamiendo, chupando, succionando los pezones de los que estiraba hasta hacerla quejar. Los labios en la barriga, alrededor del ombligo, besándola una y otra vez el interior de los muslos que la muchacha ofrecía sin vergüenza alguna.

Centró su atención en el coño de delicada raja y abundante pelambrera oscura. Pasó los dedos de uñas rojas arriba y abajo, jugando con ellos por encima de los abultados labios que se veían tan mojados como los suyos. La muchacha estaba ardiendo y había que aprovecharlo. Moviéndolos a buen ritmo la hacía gemir, masturbándola con rapidez y sabiendo donde acariciar. La joven disfrutaba, con las piernas dobladas y la boca de la otra comiéndole el rostro y el cuello. Mª Rosa respondió mordiendo el hombro que se le presentaba, acallando los lamentos en el mismo, su amiga lanzada ya en el abismo de la pasión que la reconcomía.

-          Chúpame… chúpamelo todo –se escuchó decir envuelta en ese mismo abismo pasional.

-          ¿Estás segura cariño?

-          ¡Oh sí sí, cómemelo Claudia me tienes loca!

Comenzó a hacerlo, pasando y repasando la lengua por encima de la abertura. Rozando la vulva de forma lenta y casi imperceptible la lengua experta fue madurando la tierna flor muy lentamente. Besos y lametones se apoderaron de la feminidad de la muchacha cuyo pubis se contorsionaba gracias al tratamiento al que la sometía. Los movimientos fueron ganando en vitalidad y osadía, moviéndose la lengua arriba y abajo sobre la raja que poco a poco se abrió a la caricia. Ahora era una llaga carnosa, húmeda y dispuesta a nuevos deleites. Claudia bebió los primeros jugos con los que la obsequiaba, mezclando los humores de sus babas con los de su bella compañera. Sabían amargos y dulces al tiempo y dulce le pareció la imagen que el cuerpo derrotado de Mª Rosa le mostraba. Siguió excitándola cada vez de forma más profunda, subiendo la mano al pecho mientras la lengua la chupaba y chupaba con fruición. La joven hacía poco entrada en la treintena, sollozaba y gruñía por un placer desconocido que la hacía vibrar entera. Rafa nunca se lo comía así, apenas practicaba el sexo oral con ella, al menos hacía tres meses que no se lo trabajaba de aquel modo tan perfecto. La excitaba convenientemente con diversas caricias por el cuerpo, besos, susurros, palabras sucias también con las que subirle la libido; follaban en diferentes posturas y lugares de la casa, sexo vaginal y anal pero lo cierto es que el sexo oral lo tenía casi olvidado.

Y ahora tenía a su amiga dándole la caña que tanto buscaba. Sabía bien cómo hacérselo, muchas chicas habían pasado por sus manos. Claudia nunca se había preocupado en exceso por su aspecto exterior, algo desaliñado y poco femenino. Sin embargo, todo ello lo suplía con creces gracias a otras habilidades con las que conseguir sus parejas de cama.

-          ¡Así, así continúa!

Las manos en los muslos, lamía y hundía la lengua entre las paredes de la vagina. Cada vez más deprisa y con mayor profundidad, la otra acariciándole el cabello como forma de soportar tanto gusto como sentía. La lengua adentro y afuera, follándola y haciéndola gritar. Apoderándose finalmente del delicado botón que se inflamó desbocado al alargarse poniéndose duro como una piedra. No dejó de mamarlo y chuparlo llevando a Mª Rosa a la gloria.

-          Mmmmmmmmm, sigue sí –gemía…

-          ¿Te lo hace así Rafa?

-          Ummmm, es distinto… más brusco y menos placentero.

-          Lo sé, ellos no saben hacerlo como nosotras.

Lamiéndole sin descanso, la lengua chocaba contra el clítoris, provocándole un latigazo en todo el cuerpo, la vagina empezaba a sufrir espasmos chorreándole de jugos como un manantial prolongado. Siguió acariciándole el clítoris. La cadera levantada, las piernas hechas de gallina y sólo acertaba a gemir disfrutando de ese placer que le provocaba. Iba a irse sin remedio, lo gozaba más y más y gritó agarrada a la cabeza que tenía pegada a su sexo.

-          ¡Dame más! ¡No te detengas por favor, no te pares… es tan bueno!

Metiéndole dos dedos en el coñito el tormento se hizo más grande, sollozando y contrayéndose entre continuos espasmos. Subiéndole el cuerpo la cubrió de besos, el vientre, el ombligo, los senos para acabar en un beso lleno de vicio y lujuria. Claudia se tumbó sobre ella, rozándose la una contra la otra, los sexos y las pelvis unidas en una danza de lo más lasciva y voluptuosa. Se rozaban follándose con ganas, moviéndose los sexos entre la sinfonía de gemidos que ambas protagonizaban. Mª Rosa dejó abandonadas las manos en el culillo redondo y firme de su amiga, redondez que se removía inquieta bajo el roce que las manos le procuraban. Le fascinaba aquel culo tan prieto y liso como el de un bebé, lo acarició acompañando el restregar de la otra sobre ella. Moría de gusto, moría de gusto y tuvo que cerrar los ojos dejándose envolver por tan mágico momento. Claudia la besaba, morreándola, envolviendo los labios en un abrazo feroz y con el que acallar los suspiros de la morena. Ella también estaba a punto de correrse, sentía el calor correrle entre las piernas, restregando los sexos como enloquecidas. Y así se corrieron al tiempo, deslizándose esta vez hacia abajo para saborear el aroma exquisito que la muchacha desprendía. Chupó las paredes de la vagina, bebiendo los abundantes jugos del orgasmo cálido y sonoro. La joven gritó mordiéndose los labios con rabia, gimiendo desconsolada entre las sábanas deshechas.

-          ¡Dios, qué bueno… qué orgasmo más rico, nunca me había corrido así!

Los gritos y lamentos se unieron a los de Claudia que hacía chocar su orgasmo en el sexo de la otra, ahogando los gemidos guturales en la fuente de líquidos que era la vulva. Arqueada hacia atrás, pataleando sin dejar de sollozar y gritar, la bella ninfa sintió el orgasmo alargarse como nunca antes, la había hecho correr como una perra, evidentemente lo hacía bien, muy bien desde luego. ¡Pedazo orgasmo le había hecho gozar! –pensó Mª Rosa para sí mientras poco a poco ambas iban recuperando el aliento todavía entrecortado.

Su amiga no dejaba de chupar, no se cansaba de aquella tarea, bebiendo y bebiendo hasta dejarla limpia de humores. Las manos en las caderas y los costados para tenerla bien enganchada y que no escapara.

-          ¡Joder, qué corrida más rica… para, para cariño… ummmmmmmmmm! –exclamó enredados los dedos en el cabello femenino, incorporada con dificultad para verla jugar con los dedos por encima del pubis y la rajilla.

Se lamió los labios resecos, humedeciéndolos y lanzando la cabeza atrás para disfrutar los últimos momentos de aquel placer que parecía no acabar nunca. Seguramente el orgasmo se unió a un segundo aunque en esos instantes la joven no podía pensar en nada. Sentada y apoyadas las manos en la cama, Claudia volvió a caer sobre los empitonados pezones, chupándolos y comiéndolos de manera exaltada. Sobre la cama cayeron las dos abrazadas, cubriendo la figura femenina las formas lindas y sinuosas que las manos joviales no podían abarcar.

-          Gracias mi amor, gracias… me has hecho muy feliz… muy feliz –aseguró enredadas en un beso delicado y dulce.

-          Tú también me has hecho feliz.

-          ¿De verdad? ¿De verdad lo dices?

-          Ssshhhhhhhhhh calla –pidió poniéndole los dedos en la boca para seguidamente tomarla del pelo y acercarla para disfrutar de un nuevo beso descarado y efusivo.

Claudia le mordió el labio inferior respondiendo la otra con igual caricia provocándole un gemido emocionado. Se entendían bien y la noche no hacía más que empezar. Fuera el silencio envolvía la inmensidad urbana, algún gato a lo lejos maullando en busca de su enamorada, en la habitación el mismo silencio casi sepulcral, las manos recorriendo la desnudez de una y otra. Tumbadas en la cama, el roce inevitable de los cuerpos volvió a ponerlas alerta. Era tan estrecho el camastro que resultaba imposible no tocarse. Eso les encantaba, a Mª Rosa la caricia de los dedos por encima de los muslos y a su amiga el tenerla a su lado preparada y dispuesta para un nuevo combate. Porque estaban las dos seguras de querer continuar. La muchacha ya iniciada deseaba hacer sentir a su amiga lo mismo que le había hecho sufrir. Quería que se retorciera entre sus manos, saborear los jugos de su sexo que imaginaba ardiente y necesitado de miles de caricias.

Se besaron una vez más, no se cansaban de ello, llevando la mirada a la entrepierna que se veía oculta por la braga. La delicada prenda femenina aparecía húmeda, la imagen frente a sus ojos no engañaba y Mª Rosa no pudo más que desearla. Le había visto el sexo antes, depilado y rosado cuando al apartar su amiga la prenda para mostrarlo en todo su esplendor. Ahora quería ser ella quien lo hiciera. Amarla de forma desesperada, abrazarla, besarla, devorarla hasta hacerla correr entre sus manos.

-          Deja que te bese cariño…

La besó hundiéndole la lengua entre los labios. Le encantaba aquel contacto fresco y jugoso, sentir el sabor de la saliva en su boca. Jugaron una vez más, dándose las lenguas para apartarlas al instante, irritadas ambas por aquel juego del que las dos formaban parte. Separándose de su amante, la ayudó a deshacerse de la braga, elevando las piernas hasta desaparecer suavemente por los pies. Le miró el sexo, afeitado y bien cuidado, solo una tirilla de vello cubriéndole el pubis. Tendría que hacer lo mismo con el suyo, seguro que sorprendería a Rafa con ello. Los labios femeninos tiritaban de deseo, como lo hacía la boca de su amiga que no esperaba otra cosa que sentir el roce de las caricias de la otra en cada uno de los rincones de su anatomía. Mª Rosa comprendió pronto el deseo que embargaba a la muchacha. Los músculos en tensión, los jugos volviéndole a abandonar, manteniendo la respiración con dificultad extrema.

Alargando la mano empezó a jugar con ella. Los dedos por encima, masturbándola hasta hacerla gemir emocionada. Claudia gimoteaba de puro gusto, los dedos corriéndole por la vulva y sin dejar de quejarse y jadear comiendo la boca de la otra. Moviéndose a buena velocidad entre los labios entreabiertos, Mª Rosa trataba de provocarle el nerviosismo que la muchacha reclamaba. Gemía inquieta, la pierna levantada y el pie tirante.

-          Sigue, sigue… vamos sigue Mari…

Gemía, gemía y no paraba de gemir cada vez más excitada. Metiéndole dos dedos, la folló una y otra vez, una y otra vez, dentro y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera, chillando sofocada. Abría y cerraba los ojos, la mirada clavada en la belleza de su amiga, la ponía a morir, cómo la estaba poniendo con aquellos dedos maliciosos y traviesos. El rostro congestionado por el placer, los ojos en blanco con la mirada perdida y el dedo acusador continuaba y continuaba entrándole hasta lo más profundo. Como si fuera un pequeño pene pero tal vez más intenso y excitante. La atrapó con los labios besando a la morena de forma frenética, pasando de la barbilla a los labios para perderlos una vez más entre sus lamentos desbocados. Quedaron arrodilladas, besándose nuevamente, los húmedos labios en perpetuo contacto. Mª Rosa era la que mandaba, era más fuerte y consiguió imponerse apoderándose de los bonitos pechos que se le mostraban. Los chupó y lamió sin vergüenza alguna, saboreándolos, disfrutando del cuerpo de su amiga que no hacía otra cosa más que retorcerse y gemir. Cogiéndole el pelo, Claudia dejó que le comiera, el cabello colgándole y la boca abierta para poder resoplar. La mano en la pelvis, masturbándola sin descanso, arriba y abajo y sobre la raja que se notaba empapada de jugos. Tanta abundancia ayudaba al movimiento incesante, arriba y abajo, adentro y afuera, miles de sensaciones a cual más placentera recorriendo la sinuosa figura femenina.

-          Uffff nena, continúa… continúa, cómo lo haces.

-          Sí córrete Claudia, córrete toda –gritó sacando los dedos para llevarlos a la boca temblorosa que los atrapó y lamió devorando el calor de su sexo.

La hizo tumbar boca abajo y a cuatro patas quedó sobre ella, tirándole el cabello a un lado para tomarle el cuello que chupó para luego bajar a la espalda. La lengua lamiéndola, Claudia se dejaba llevar elevando el torso al notar cómo su amiga bajaba por la curvatura de la espalda para alcanzar el culillo que besó y lamió produciéndole escalofríos de la cabeza a los pies. Era preciosa, el cabello cayéndole desordenado sobre la espalda curvada, el trasero picudo y de lo más tentador. Apoyada en los codos se dejó amar, sorprendida gratamente por su amiga de la que no esperaba una pasión semejante. Mª Rosa se encontraba fuera de sí, disfrutando las redondeces espléndidas de la entregada joven.

-          Eres hermosa mi amor… me encanta tu culo.

-          ¿Cómo dices? –preguntó sorprendida por las palabras de la otra.

-          Me encanta tu culo. Redondito y agradable de comer.

-          Ummmmmm, cielo qué bueno –removió aún más el culo para que lo tomara.

Resbalando sobre ella, el pubis quedó pegado a las nalgas, moviéndose adelante y atrás como si la follara. Así estuvo un largo minuto gozando las dos del constante refregar.

-          Vamos nena, vuélvete –le dijo haciéndola poner boca arriba.

Con las piernas abiertas y la bella Mª Rosa arrodillada frente a ella, se notó masturbar los dedos presionando las paredes vaginales, apoderándose del clítoris que trabajó con rapidez inusitada. Quería hacerla correr, no pensaba en otra cosa. La joven no podía hacer más que abandonarse al placer, el pubis removiéndose en círculos alrededor de la mano que lo maltrataba. Se arqueó sobre la cama. mostrándose los senos duros y firmes para volver a caer entre las sábanas arrugadas y deshechas. Los dedos en la boca para acallarla y los otros follándola y masturbando el tierno botón.

-          Te vas a volver loca cariño.

-          Ya me tienes loca maldita –gritó poco antes de caer en un orgasmo que la dejó derrotada y alegre.

Lágrimas le caían por el rostro, la había hecho correr como hacía tiempo no se corría. Si ella quisiese –pensó para sí viendo lo bien que se compenetraban en la cama. No sabía si reír de placer o de tristeza pensando que nunca llegaría a ser completamente suya. La muchacha la besó por enésima vez, secándole con las manos las lágrimas y acallando los sollozos que poco a poco iban perdiendo en intensidad. Abrazadas la una a la otra, se acariciaron los cuerpos, parecían no tener bastante y querer seguir sin descanso.

Mª Rosa probó el delicioso flujo de su amiga notándolo caer por los muslos, la vulva no paraba de mojarse, tanto lo hacía que parecía estarse meando. La castaña acabó separándose para ponerse en pie junto al camastro.

-          Ahora vengo.

-          ¿Adónde vas?

-          Voy al cuarto a por algo que te gustará.

-          ¿Y qué es? –preguntó llena de curiosidad.

-          Ya lo verás –respondió sonriendo con un halo de misterio.

Dándole la espalda desapareció sabiendo la mirada clavada en su culo. Mª Rosa se estiró en la cama satisfecha y en espera de que la otra volviese. ¿Realmente le gustaba su amiga? ¿Se sentía atraída por las mujeres más de lo que nunca había pensado? En la otra habitación escuchaba trastear en el armario. ¿Qué sería aquello? – frotándose los labios para soportar la impaciencia.

-          Tápate los ojos y no mires hasta que te lo diga –avisó antes de entrar en el cuarto.

-          ¿Es un juego? ¿Qué te traes entre manos?

-          Ya verás, tú no abras los ojos, ¿de acuerdo?

-          Sí sí, no los abro tranquila –se removió riendo por la confusión.

La sintió junto a ella, respirando ahora pausadamente y sin decir nada. Suspiraba por abrir los ojos pero Claudia le había pedido que no lo hiciera. Sin embargo, pensaba que no sería capaz de soportar mucho más rato el deseo de hacerlo.

-          Ya puedes abrirlos –el tono dulce de la otra le golpeó el oído.

Apartando las manos le costó acostumbrarse a la poca luz que la lámpara producía.

-          Ahhhhhhhh Dios, ¿qué es eso?

-          Es un amiguito que he traído – contestó riendo al ver la sorpresa reflejada en los ojos de la morena.

Un arnés atado a la cintura le dio la bienvenida. Un consolador negro mate de gran tamaño e imitando perfectamente la forma masculina.

-          Ummmm cariño, estás loca, estás completamente loca –chilló llevándose nuevamente las manos al rostro como si no quisiera creer lo que veía.

-          Tú déjate hacer... verás que te gustará.

Continuó estirada con la pierna algo doblada, removiéndose risueña entre las sábanas. Confiaba en su amiga, después de lo vivido estaba dispuesta a todo lo que le pidiera. Suspiró largamente al entrecerrar los ojos. Cogiéndole la mano, Claudia se la hizo llevar hacia la perturbadora presencia. Era muy grande, al menos más grande y larga que el pene de Rafa, cabezona y gruesa entre sus dedos. La tomó haciéndose al tamaño considerable que se le ofreció. La muchacha no pudo evitar una mueca de incredulidad al rozar con los dedos el enorme consolador.

-          Buffff, es tremendo –aseguró al besar el muslo de su amiga por encima de la rodilla.

-          Ten, coge esto. Te ayudará –le dijo la otra dándole un pequeño tubo de vaselina.

-          ¿Lo tenías todo pensado eh?

-          Siempre lo llevo, hay que ser previsora por lo que pueda pasar.

Boca abajo, la joven lo abrió tomando parte del contenido entre los dedos para después esparcirlo muy lentamente por encima del falso miembro. Acariciándolo arriba y abajo, haciéndolo brillar excitada, la otra le dio el dedo grueso para que lo chupara.

Luego la joven se arrodilló sobre ella, besando y lamiéndole las nalgas echadas hacia arriba. Haciéndoselas levantar se las comió amablemente, la cara hundida entre los cachetes. Pasaba del coño al agujero posterior para volver a repasar una y otra vez de un lado al otro. La lengua áspera e inquieta humedeció toda la zona con maestría, gimoteando Mª Rosa al recibir tan exquisita caricia. Así estuvo un buen rato, acariciándola y excitándola para el momento supremo que pronto llegaría. Se moría por hacerla suya, por penetrarla y despertar sus más íntimos arrebatos.

-          Bien Mari, ya estás lista. Ahora relájate…

Apuntando contra el culillo, se dejó caer contra el mismo encontrando enseguida la abertura femenina. La penetró tumbada sobre su amiga que jadeó débilmente ante el recio compañero. Poco a poco le fue entrando, hundiéndose más y más al conseguir que las paredes se fueran haciendo al tamaño. Mª Rosa gemía de contento mientras la otra le besaba la espalda, bajando por la misma hasta alcanzar el redondo trasero que tanto la encendía.

-          Anda, levanta el culo y ponlo en pompa.

A cuatro patas y Claudia arrodillada tras ella, agarró el grueso animal para acercarlo nuevamente a la húmeda hendidura. Entró muy lentamente, la mano en los riñones e introduciéndose centímetro a centímetro hasta notarse hundida. La bella joven aguantó bien la penetración, gimiendo y removiendo el culillo para acompañar los primeros movimientos de su amante. Empezaron a moverse, entregadas ambas al suave balanceo de la copula.

-          Ummmmmm, me gusta… me gustaaaaaaaaaaaaa –el cabello desmoronado por el rostro al sentirse follada de manera suave y acompasada.

Cogida por las caderas, su amiga la animó a moverse para disfrutar más de aquello. Y bien que lo disfrutó. El movimiento fue ganando en velocidad, empujando la una hacia delante mientras la otra echaba el culo atrás notándose llena. Aquel falso miembro la llenaba hasta el final, unidos los cuerpos para volver a separarse un mínimo momento y de vuelta a las andadas, follando divertidas, excitadas por el placer que ambas mujeres sentían.

-          Fóllame cariño, fóllame… más adentro, más adentro.

-          ¿Te gusta mi amor?

-          Me gusta, me gusta… continúa, continúa con fuerza.

La mano en la cintura y la otra corriéndole por la espalda, Claudia disfrutó con facilidad de ella. Ciertamente no pensó que fuera a ser tan fácil y que se mostrara tan dispuesta. Siguió follándola como si de un hombre se tratara, movimientos secos y bruscos para cambiar luego a otros mucho más suaves y delicados. Gemía y sollozaba con los ojos en blanco, lamiéndose los labios para humedecerlos. Estaba pasándolo realmente bien. Elevándose hacia atrás, le hizo subir las manos a los pechos para que se los tomara al tiempo que la follada continuaba y continuaba hasta el infinito. El pene de plástico se hundía con malicia, buscando lo más hondo de la muchacha, haciéndola sollozar, gritar y gemir soportando como mejor podía el calor que la envolvía. Un nuevo orgasmo se avecinaba y la otra no paraba de atormentarla, moviéndose adentro y afuera, adelante y atrás como el mejor de los machos. Las manos ahora en las nalgas subiéndolas a los hombros a lo largo de la espalda curvada, follándola sin descanso hablando las dos entrecortadamente debido al placer que les producía. Mª Rosa se corrió entre continuos lamentos, su amiga quieta tras ella permitiéndole gozar tan intenso momento.

-          Me corro, me corrooooooooooo –gritó mordiéndose el labio al notarse la catarata de jugos abandonarle entre las piernas.

-          Ufffff cariño, ufffffffffffffff qué bueno… qué polvo más rico me has echado –la respiración alterada al sentirla junto a ella besándola dulcemente.

Claudia salió de ella, abrazándola desde atrás, masajeándole nuevamente los pechos que aparecían duros como piedras. Le pellizcó los pezones arrancándole un grito lastimero. Tomando asiento dejó que la otra montara encima. Bien situada, comenzó a cabalgar agarrada a la barra metálica que servía de cabecero. Echando el pelo atrás, gozaba acostumbrada ya al tamaño del grueso aparato. Entraba y salía, entraba y salía, moviéndose a buen ritmo, llevando ella misma el control de la situación. Las manos apoyadas en los pechos de su amiga, cabalgaba notándose el sexo irritado por tan cálido encuentro. Se había corrido varias veces y aún había más, si algo tenía aquello de bueno es que nunca se cansaba pudiéndola follar una y mil veces. Claudia tan pronto la agarraba de los costados como de la cintura, bajando después a las nalgas prietas y rosadas. Los pechos frente a la boca, era un tentación difícil de rechazar. Los chupó pues, provocando en su amiga tenues grititos de emoción. Era Mª Rosa fogosa, lo demostraba con creces y a la muchacha le encantaba. Dejó que se moviera despacio, alargando el coito todo lo posible, las manos acariciándolas y las miradas nubladas por la pasión.

-          Me tienes loca, no pensé que pudiese ser así.

-          ¿Y te gusta?

-          Pues claro tonta, anda bésame maldita arpía.

Le comía el rostro, el cuello y no dejaba de cabalgar el eje ardiente que la taladraba incansable. Una y otra vez, una y otra vez. ¡Era fantástico, no se cansaba nunca!

-          Uffff, es tremendo... no se cansa nunca.

-          Es lo mejor que tiene, un compañero cómplice e incansable –respondió riendo el ingenuo comentario de la otra.

Se besaban, se mordían los labios de forma provocativa, buscándose las lenguas, golpeándose con ellas con total desvergüenza. La relación se hizo más vehemente, montando la joven de forma descontrolada, apretándola de las nalgas para sentirla hasta el final, sintiéndose traspasada por el rígido pene que su amiga tan bien sabía trabajar. Un nuevo latigazo le llegó, el último de aquella noche pensó esperando que así fuera pues el placer intenso podía con ella. Cansada y radiante saboreó una vez más los labios apetecibles y gordezuelos, besándola apasionadamente como prueba manifiesta de lo mucho que la había hecho gozar. No podía más, no podía más y cayó derrotada sobre la otra. Abrazó a su amiga, pasándole los brazos por detrás del cuello, atrayéndola para acabar morreándose silenciando de ese modo las respiraciones ahogadas.

Mª Rosa lloró en brazos de su amante, sabiéndose feliz tras el orgasmo vivido, cansada pero feliz dejándose abrazar por Claudia que la limpió de lágrimas corriéndole por el rostro mientras jugaba enredando los dedos entre los largos y sedosos cabellos de la muchacha.

-          Si tú quisieras…

-          Sabes bien que amo a Rafa. Hace tiempo que sé que me deseas pero también sé que nunca funcionaría.

-          Está bien, pero piénsalo… si alguna vez lo deseas sabes que ahí estaré esperando.

-          Necesito una ducha, me muero de calor –declaró zanjando la charla tras ofrecerse el último beso de aquella tórrida relación.

-          ¿Puedo acompañarte?

-          Claro, pero sólo ducharnos… ¿vale? –escapó riendo como enamorada permitiendo que la ávida mirada se perdiera tras su trasero desnudo.

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo