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Encontrando a Lidia (5): Pegging y dilatación.

en Sexo Anal

Pasaron varios días y aun seguíamos hablando de lo ocurrido. Todos descubrimos facetas nuevas en nuestra manera de disfrutar del sexo.

Jorge abrió un nuevo abanico incorporando a su vida el sexo con mujeres, Lidia pudo a su vez disfrutar como una puta en celo los placeres del sexo duro y a veces forzado de montártelo con varios a la vez. Yo descubrí en mis propias carnes el placer más placentero de todos. La dilatación anal.

Lidia que aun que disfrutaba como una loca siendo el centro de atención del sexo salvaje aprendió que aun no siendo ella el centro disfrutaba más siendo ella quien impartiera el sexo brutal y/o humillante. Pero esto ya es otro relato…

Le comenté a Lidia todo el placer, todas las sensaciones que había sentido tras meterme a presión ese plug por el culo. Le comenté que me gustaría volver a hacerlo muchas más veces pero que me gustaría hacerlo bien para no hacerme daño.

Lidia como siempre no me defraudó. Investigo conmigo por internet sobre cómo conseguir sexo anal seguro, como introducir objetos, como dilatar con seguridad y no terminar en el hospital con una rotura de culo.

Empezamos a buscar material pornográfico y enseguida nos dimos cuenta que, aun que había mucho material lo que realmente predominaba por entonces era el fisting.

Buscamos más información sobre el tema, compramos lubricantes específicos para la dilatación anal. Aun que eran a base de silicona aseguraban una buena lubricación. Compramos dildos, plugs de mayor tamaño que los que teníamos, incluso compramos uno que por aquel entonces era solo un sueño metérselo, ahora ya es una realidad. Y por supuesto es otro relato que contaré más adelante.

Los primeros días tras el plug no fueron muy buenos. No me había roto el culo de milagro. Lo tenía muy escocido. Lo descubrí cuando al día siguiente intentamos repetir la operación pero no conseguí que Lidia me metiera un par de dedos en el culo. Incluso a veces sentía escozor al ir al baño.

Decidimos dejar pasar unos días y dejar reposar mi culo hasta que estuviera recuperado del todo.

Aunque no lo parezca, estos días fueron como cualquier otro día, como los días que tienen las parejas. Ir a cenar, al cine, a pasear, trabajar, disfrutar de la compañía del uno del otro… pero limitando el acceso a mi culo.

Cada vez que follábamos (los dos) Lidia parecía disfrutar cada vez más con el tipo de sexo donde era ella la mandaba, la que impartía las reglas y donde cada vez más hacia de dominante y yo de esclavo.

Cuando hablábamos del tema me comentaba que el sentimiento de mandar le ponía. Le gustaba dar órdenes y que se cumpliesen.

- Cariño, tu puedes mandarme lo que quieras que yo soy tu esclavo hasta la muerte- Solía decirle en tono medio burlón y medio pícaro

Pero ella, como a mí con el sexo anal, descubrió su vocación de dominatrix. Al principio lo que me pedía podía parecer pequeñas cosas de juegos sexuales, que incluso me hacía risa por la vergüenza de hacerlo por primera vez. Pero pronto descubrí que ella se lo tomaba muy en serio y empecé a hacerle caso y a tomármelo en serio.

Pero sólo era así en el ámbito sexual. En la vida normal era la persona más cariñosa y más amorosa que jamás ha existido.

-Ponte a cuatro patas y ladra como un perro que eres - Solía decirme muchas veces antes de que me penetrara con el strapon que teníamos.

Y bien que ladraba, ya que si no lo hacía era castigado. Pero rara vez no lo hacía. Me gustaba esta posición. Me gustaba ser mandado. Me gustaba ella y lo que me pedía.

Pasaron más de 10 días sin tener sexo anal y estaba deseoso empezar a probar el culo. Probar si se había recuperado.

- ¿Yo creo que ya estará bien no? Hace ya días que no me duele nada -

- Si quieres podemos probar esta noche, si estás seguro - Insinuó ella.

Al llegar la noche no perdimos tiempo. Tras la limpieza de rigor sacamos todo lo que habíamos comprado para mi culete. Los examinamos y nos reíamos de cómo sería posible que alguien llegara a meterse cosas tan gordas por el culo.

-¿En las pelis lo hacen no, no se meten todo esto? -

-Si pero en las pelis son trucos de cámara, seguro que no son tan gordos-

La verdad es que sí que se meten estos consoladores, pero nosotros no teníamos la experiencia necesaria para hacerlo aun. Uno de ellos, el más grande era un consolador con forma de polla gigante. Medía 32 cm de largo, de color café con leche oscuro, como si fuese la polla de un mulato, en la caja ponía 8,5 cm de diámetro pero parecía mucho más gordo que eso. En la base gozaba de unos buenos cojones de látex con una ventosa, especial para que no se moviera al empalarte con este monstruo.

Me puse como objetivo algo más modesto. Sabía que si intentaba realizar la azaña del plug, aparte de ser peligroso acabaría muy mal. Decidí ponerme como objetivo algo más pequeño. Algo un poquito más gordo que la polla de Jorge. Ya que esta me entraba muy bien y no me dolía nada.

Seguiríamos los pasos de un bloguero que contaba sus experiencias anales y como consiguió llegar a lo más alto de escalafón de las dilataciones.

Lo haríamos despacio, con paciencia. Mucha paciencia y en varias sesiones. Introduciríamos un consolador al que mi culo llegara al límite y lo utilizaríamos hasta que ese consolador ya entrara de forma natural, sin presiones ni dolores, cuando mi culo me empezara a pedir más subiríamos a algo más gordo.

Tras recibir una buena mamada de Lidia y llevarme al punto de excitación máximo me puse a cuatro patas para empezar con el proceso de dilatación.

Lidia se puso guantes. Compramos unos de color negro que le quedaban genial. Se untó con el lubricante bueno y empezó a meterme dedos en el culo.

Al principio fueron solo dos, luego añadió un tercero. Para seguir con mi excitación, ella desde atrás me cogía la polla y me pajeaba como cuando se ordeña una vaca mientras con la otra mano, hacía por dilatarme el culo.

Metía suavemente sus tres dedos dentro de mí, los dejaba unos segundos, los giraba, y los sacaba otra vez. Cambiaba los patrones de movimiento, a veces los dejaba un poco más de tiempo, o hacia movimientos en círculos dentro de mi culo. Logrando así que mí esfínter empezara a dilatarse.

Estuvo así un buen rato, hasta que pasó a la acción. Cogió el consolador tamaño estándar. Así lo llamaba yo, era un consolador del tamaño de la polla de Jorge. Lo metió casi del tirón, sin inmutarse nada entró todo dentro de mí.

Estaba nervioso por si me haría daño, pero no. Tenía un culo de hierro y estaba al cien por cien de salud. Entró muy bien. Suave sin ejercer mucha presión en mi esfínter.

- ¿Vas bien o meto el siguiente?- Preguntó Lidia

- Puedes meter el siguiente sin problemás.

Ya lo tenía preparado, era algo más gordo, liso, sin estrías ni nada, para facilitar la entrada. Lo puso justo en la entrada de mi culo y poco a poco, haciendo presión fue metiéndomelo por el culo.

Sí que notaba cierta presión. Ese aumento de polla me gustó. Me gustó mucho. Agache la cabeza y la acomodé a la cama a modo que mi culo quedara más en pompa.

Entró hasta el final. Me cabía todo dentro. No era muy largo, pero yo me sentía lleno. Lleno de placer y de satisfacción.

Notaba como las pareces de mi recto se abrían y dejaban paso a esa polla de látex lubricada. De cómo no recuperaban la forma cuando Lidia sacaba el consolador a la espera de que lo metiera otra vez.

-¿Te atreves con algo más?-

- No lo sé, noto como mi culo está muy dilatado pero no me duele. Es muy intenso y placentero. Prueba a ver y sino volvemos a este.-

El siguiente consolador tenía alguna diferencia más de tamaño. Aunque el gordo de este no era muy superior al que tenía metido en el culo sí que lo era su capullo. Este tenía la forma de capullo de pene enorme, de color negro brillante. Esta forma, facilitaba la entrada pero tenías que dilatar bastante si querías meter el capullo. Eso sí, una vez dentro el tronco de este era liso y suave.

Saco el que tenía dentro, yo mantuve la compostura. Noté como Lidia miraba dentro de mí.

-¿Se ve grande?- dije

-No lo sabes tú bien-

Lubricó a conciencia este último consolador. Y lo dirigió a lo que sería mi perdición.

Empezó a meter la punta poco a poco. Iba metiendo y cuando metía un centímetro, volvía a sacarlo. Cada vez metía más, pero poco a poco.

Este sí que empezada a ser de los buenos. Ahora sí que notaba una dilatación máxima. Sabía que posiblemente este sería mi tope.

Mi esfínter se abría a cada intento de Lidia. Y yo, a cada intento gemía. Gemía de placer, de locura, de dolor yd e excitación. Quería toda la polla esa dentro de mí, quería que me reventara, pero primero tenía que entrar.

-¿Te duele? -

- sigue, pero poco a poco - Apenas pude contestar entre jadeos y gemido.

Siguió metiendo cada vez más. Estaba a punto de rebosar el límite del capullo. La parte más ancha y gorda del consolador. Ahora mi culo estaba a punto de estallar. Apoyado que estaba en la cama pase mi mano a la parte trasera y pude comprobar con los dedos lo abierto que tenía el culo, de cómo le quedaba nada para meterse dentro y de que, una vez pasado el esfínter todo sería gloria.

¿Pero, porque tenía que pasar dentro? Me excita tenerlo abierto. Me pone cachondo estar así. Me da placer saber que mi culo se rompe, se abre hasta límites inalcanzables.

Aguanté la respiración, hice fuerza para disfrutar de este último empujón. Cogí el consolador con la mano, pude notar la de Lidia como sujetaba el consolador, y los dos, terminamos de ejercer la presión para metérmelo dentro de mí. Una vez dentro todo fue gloria.

Seguí metiéndolo, ahora sin dificultad hasta el final. La sensación era distinta a la del esfínter. Ahora notaba como ese consolador se abría paso a través de mí. Como por fin tocaba mi segundo esfínter, el esfínter interior y cómo hacia presión dentro. Todo mi culo estaba en éxtasis.

No entró todo porque era más largo que mi cavidad pero daba igual. Se sostenía solo. Lidia quedó maravillada ante mi cara de éxtasis, mis continuos gemidos, de la situación en sí, de cómo sobresalía parte del consolador sujeto en mi culo. Un panorama digno de ver.

En mi nube de placer no me di cuenta de las maniobras de Lidia. Ésta se había levantado y puesto el arnés, pero sin ningún consolador. Se acercó a mí con varios de sus juguetes favoritos. Y pasó a la acción.

- Ahora cariño disfrutaremos los dos.- Dijo con un sensual susurro en mi oído.

Pero era todo engaño. Sacó su lado más salvaje. Me puso el Bag (o bola) en la boca que tanto le gustaba a ella. Por supuesto ató mis manos con las esposas que teníamos. Sacó el consolador de mi culo.

Note como se abría paso otra vez pero esta vez hacia afuera. Noté una liberación anal y una buena dosis de dilatación cuando el capullo pasó otra vez por mi esfínter.

Lidia se puso el consolador en el arnés. Volvió a lubricarlo a la vez que lubricaba mi culo abierto. Esta vez con menos delicadeza y más velocidad metió poco a poco pero sin pararse todo el consolador hasta hacer tope dentro de mí.

Entró primero la punta luego el capullo se abrió paso dilatándome agujero del culo pero no se detuvo ahí, y siguió metiendo más y más.

Un gemido de excitación de dolor placentero recorrió todo mi cuerpo, dejándolo anestesiado. Ahora mismo solo vivía para el placer. Mi placer. Me importaba nada o bien poco lo que ocurría a mi alrededor. Me gustaba estar así. Quería ser sumiso, quería ser la puta de mi mujer. Quería que esta me follara siempre que quisiera. Ahora mismo podría hacerme lo que quisiera que yo aceptaría sin dudar ni un segundo cualquier propuesta.

Cuando se ponía salvaje y dominante es cuando más excitados estábamos los dos. Sus dotes de mandante eran muy buenos y hacia su papel a la perfección.

La bola de la boca, aun que molesta era excitante. Ahogaba mis gemidos, mis gritos de placer y mis suplicas de sexo.

El sexo amordazado me ponía muy cachondo. Me sentía indefenso a merced de cualquier otra persona. Y aunque solo tenía atadas las manos a la espalda me comportaba como si no pudiese moverme en absoluto.

Lidia disfrutaba de todo esto. Ya lo habíamos hablado en multitud de ocasiones. Yo le había dado carta blanca a hacer lo que quisiera, que no se preocupara. Si hacia algo que me molestara se le haría saber. Que disfrutara, que sacara al sargento que tenía dentro y no le pusiera límites a sus fantasías. Y eso es exactamente lo que estaba haciendo. Poco a poco iba imponiendo una autoridad cada vez más feroz.

Ella me cogía por la cintura mientras deslizaba el consolador dentro de mí. No debajo que me escapara, aunque no lo necesitaba. Empujaba hasta que ya no cabía más, y aun así seguía empujando hasta que me hacía avanzar hacia adelante, entonces me retraía hacia ella con sus movimientos de sus manos en mi cintura.

Empezó a follarme duro. Muy duro. Sacaba casi por completo el consolador dejando solo la puntita dentro y acto seguido volvía a meterlo hasta el final de un solo movimiento de cadera.

Empecé a gemir desesperadamente de placer y eso animó aún más a Lidia. Empezó a darme cachetes en el culo a la vez que me gritaba.

- ¿Te gusta a que si perrito mío? ¿Quieres que te folle duro?, empieza a gemir perra porque te voy a romper el culo-

Acto seguido sus movimientos aún se endurecieron más aún. Me agarraba el culo a la vez que me clavaba las uñas.

Me dolía, pero que puto placer y gozo me estaba haciendo sentir el sargento de mi mujer

-MAFFZZZZSSSS FUURFFFTE - Pude dejar escapar de mi boca

Ella lo entendió y así lo hizo. Cuando creía que no podía follarme más duro ello lo lograba. Sus polvos y sus embestidas eran salvajes, de animales de granja como los caballos en celo. Su forma de follarme hizo que llegara al clímax de mi excitación.

Sin tocarme, sin poder llegar a mi polla el polvazo de Lidia hizo que me corriera solo con tener sexo anal. Mi polla estalló en un surtido de semen que se repartió por la cama.

Se dio cuenta y fingió que ella también se corría pero dentro de mi culo a la vez que yo disfrutaba de mi súper orgasmo anal.