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    Paula llegó a través de una página de chat; y casi de casualidad. Ambos estábamos cansados de los niñatos y capullos del canal, por lo que rápido pasamos al messenger. Su nick, una frase que creí que iba con sus aficiones cuando en realidad, se trataba de la frase de una canción cuyo intérprete detesto.

   No sé cómo llegamos a ese punto, pero el caso es que conseguí convencerla de que me pusiera la webcam, y aunque todo iba en plan conversación de buen rollo, de repente me soltó la bombita... buscaba polvazo. Resulta que su chico no le daba suficiente caña (vivía con él), y ella quería que le dieran un poco más de lo que recibía en casa. Conseguí convencerla para que "me enseñara el género", y en cuanto vi lo que me esperaba al otro lado de Madrid, rápido tuve la polla en posición de guerra.

   He de reconocer que, al principio no me fiaba, y anulé el primer encuentro con una excusa barata, pero me empezó a mandar mensajes al móvil diciendo que estaba muy triste porque no quería quedar con ella, que si se sentía fea... el caso es que eso pudo más que mi temor a que apareciese con el novio para gastarme alguna.

   Me las apañé para salir media hora antes del trabajo; ella era cajera del Mercadona, y me esperaría mientras comía con unas compañeras tras su turno. Acudí a la cita, pero me equivoqué de gasolinera. Ella, mosqueada pensando que le había dado plantón, me llamó, y me dio la dirección correcta (¡qué despiste por mi parte! serían los nervios)

   Cuando llegué, me estaba esperando fuera, se la veía nerviosa e impaciente a la vez. No se quitó las gafas de sol; se metió en el coche, y me hizo largarme de inmediato. Sus compañeras sabían lo que se traía entre manos (no era la primera vez que lo hacía) , pero no quería que supiesen mucho más, pues por lo visto en su curro eran muy cabronas, y se podían chivar a su chico diciéndole incluso el número de matrícula de mi coche (y eso que, según ella, ellas eran unos zorrones de cuidado).

    Aprovechamos el viaje para saber un poco más el uno del otro y... ¡bingo! su novio la llamó al móvil. Le despachó rápido, pues teníamos poco tiempo y, en cuanto pudimos, nos metimos en una especie de descampado en un pueblo cercano.

   Cuando paré el motor, no tardó en lanzarse hacia mi; besándome con pasión y lujuria. Rápido la correspondí, y ella me dijo que era un gran besador; que de hecho, era fácil perder el control con mis labios. No mentía, pues rápido perdió la camiseta, y había desabrochado su pantalón (¡y eso que la cremallera era lateral!) sin oponer resistencia alguna.

   Mis dedos se entretuvieron algo en una cicatriz que tenía en la espalda, pero ella rápido me desvió la mano hacia su sujetador. La excitación subió; ella estaba totalmente ansiosa por llegar a ese momento, y me la sacó a través de la bragueta, sin entretenerse siquiera en quitarme los pantalones. Yo me entretuve más de lo normal con el cierre de su sujetador; ella se rió con malicia de mi torpeza y se lo desabrochó de la manera más natural. "Aquí las tienes" me dijo, y mis labios empezaron a succionar ansiosos sus pezones, recorriéndolos con la lengua, sin descansar hasta que estos estuvieran tan duros que pudieran romperme los dientes.

   Sus braguitas amarillas eran la última forntera. Ella agarró toscamente mi verga, y me la aplastó sin miramiento alguno contra mi abdomen mientras frotaba con fuerza. Eso me hizo detenerla un instante mientras mi cara de dolor lo decía todo. "Despacio" le susurré, y ella, dócil, decidió bajarme los pantalones y los calzoncillos. "Me encanta tu coche" Me dijo "puedo ponerme de pie del todo, y así poder quitarme las bragas". Tenía el coño con poco pelo; se notaba que se lo había rasurado hacía pocos días. Fue el poco rato que lo pude ver, pues enseguida se me montó encima. No me dejó ni meterle un dedito para comprobar la humedad. Se subió, y entró a la primera. Fue sorprendente no sólo lo fácil que entró, sin necesidad de guiarla con la mano; si no lo tremendamente mojada que estaba. Las paredes de su coño abrazaban y lamían mi polla, y esta deslizaba con mucha facilidad dentro de su cálido agujerito.

   Empezó a cabalgarme y... ¡Dios, que esa tía sí que sabía cómo moverse! Al segundo movimiento de cadera, ya sentía que iba a correrme; y no tenía goma puesta. Tenía que frenar eso como fuera, y la "marcha atrás" corta mucho el rollo; sobre todo porque lo que mola es correrse dentro hasta echar hasta la última gota, y aún así, bombear un poco más.

   La sujeté por los brazos con la intención de hacerla parar. "¿Tomas algo?" Le dije refiriéndome a la píldora. "No" respondió ella. "Entonces espera, que me pongo una goma" "¿Tú tienes algo? ¿alguna enfermedad?" "No" "Yo tampoco, sigue" "Me quedo más tranquilo con esto" "Puedes sacarla en el último momento y correrte fuera" "No creo que me de tiempo, estoy disfrutando mucho, y me gusta terminar dentro" Ella suspiró, pero me puso la goma en dos segundos (Increíble; no estoy acostumbrado a que sean ellas quienes me la pongan; siempre soy yo. Pero esta tía tuvo una habilidad tremenda; se notaba que tenía experiencia), y se la volvió a meter. Se ve que estaba bien ansiosa, pues siguió moviéndose de una manera que.... que no me importaría volver a repetir, pues ninguna me ha cabalgado como ella. Empezó a aumentar la velocidad y la intensidad. En el momento que más excitada estaba, se quitó las gafas de sol y me gritó: "¡Mira la cara de zorra que tiene la tía que te estás follando!". Eso, y un movimiento más de pelvis me hizo correrme de golpe. Con un solo movimiento me sacó toda la leche que tenía acumulada. Sé que ella aún no había terminado, pero era la primera vez que me había corrido de golpe, y me había bajado la erección de la misma. Una pena; ese coño era fabuloso, y la muy cabrona sabía bien cómo usarlo.

   Si hubiéramos estado en un sitio menos expuesto, me habría puesto manos a la obra para un segundo polvazo, pero a lo lejos vi dos marujas de paseo que podían vernos en cualquier momento, y eso nos cortó el rollo a los dos. Nos vestimos a toda prisa, y decidí llevarla a casa, pues el novio iba a llegar del trabajo, y si no la encontraba allí, podría mosquearse (él llevaba tiempo oliéndose que tenía cornamenta, pero no lo sabía al 100%). Quedamos en volver a vernos.

   Llegaron varios correos y mensajes. Yo disculpándome por correrme tan rápido, ella diciendo que no importaba tanto, pues le gustó como besaba, y que eso la puso a mil; y que había que repetir.

   La cosa fue que el novio casi la cazó una vez, y desde entonces, decidió "ser buena". Quedamos varias veces, pero no hicimos nada (aunque para que nadie en su pueblo nos viera, nos íbamos a un monte cercano donde pasábamos bastante rato charlando), por más que yo desease quitarme el mal sabor de boca de haber terminado tan pronto. Una lástima, pues fui sabiendo que a ella le gustaba dar sexo oral pero no recibirlo; que le gustó mucho el verme empalmado, y el ver cómo me empalmaba cada vez que quedábamos aunque no hiciéramos nada (las erecciones eran tan fuertes, que se notaban incluso a través de los vaqueros). 

   A día de hoy, está felizmente casada y (creo) con churumbeles; ha dejado atrás sus días locos de ser "mala", así que la idea de repetir aquel polvazo se me ha escurrido entre los dedos. Una pena, una enorme pena; pues ese coño, y lo que hacía con él, es inolvidable.