miprimita.com

Poder caribeño

en Interracial

Poder caribeño

 

En el apartamento de casado del mulato aprovecharon para conocerse mejor y dar rienda suelta a todas las necesidades que sus cuerpos reclamaban. Que por cierto eran muchas…

 

 

I pulled into Nazareth, was feelin’ about half past dead

I just need some place where I can lay my head.

“Hey, mister, can you tell me where a man might find a bed?”

he just grinned and shook my hand, “no” was all he said.

 

Take a load off, Fanny

take a load for free

take a load off, Fanny.

And (and) (and) you put the load right on me

(you put the load right on me).

 

I picked up my bag, I went lookin’ for a place to hide

When I saw Carmen and the Devil walkin’ side by side.

I said, “Hey, Carmen, come on let’s go downtown“

she said, “I gotta go but my friend can stick around“.

 

Take a load off, Fanny

take a load for free

take a load off, Fanny.

And (and) (and) you put the load right on me

(you put the load right on me)…

 

The weight, THE BAND

 

 

Se encontraban solos en el apartamento de casado del hombre. La culona mujer del atractivo mulato limpiando casas y escaleras y ella que se había dejado llevar por él deseando con todas sus fuerzas que la hiciera suya. Él de origen cubano, cuarentón y sin oficio ni beneficio pero fornido y absolutamente irresistible para el elemento femenino. Mujeriego empedernido, muchas eran las mujeres a las que había probado y todas ellas habían quedado agradablemente satisfechas por la fuerza del Caribe. Mientras, Mayka era una joven muchachita vivaracha y divertida, de apenas diecisiete años y en la flor de la vida. Todavía sin problemas y aún en los primeros años del instituto por sus muchas locuras de adolescente.

Se conocían del barrio. Uno y otra eran difíciles de pasar desapercibidos. Roberto era bello como pocos hombres lo son. Alto, delgado y fornido con un cuerpo musculoso y trazado para el pecado. De grandes espaldas, labios gruesos y carnosos y unos ojos negros como el carbón con los que te atravesaba. Las mujeres andaban locas tras él y no era para menos. Rosaura, su pobre mujer, una cubana culona y de carnes abundantes a la que complacía con asiduidad pero con la que no tenía bastante para despachar el carácter fogoso del macho caribeño. Roberto necesitaba más y no le resultaba difícil encontrar lo que buscaba. Las maduras y casadas eran sus preferidas pero tampoco le hacía ascos a cualquier jovencita que se pusiera a tiro. Eso ocurrió con la pizpireta Mayka.

De larga y ondulada melena pelirroja, ojos color miel recogidos en un amplio flequillo que le cubría la frente, pecosa y de labios gordezuelos y con un mínimo corte en el inferior con el que hacerla interesante, pronto Roberto se fijó en aquella gatita de bellas formas y a la que poder poseer. El calor de primavera apretaba y los cuerpos aparecían desprendidos de ropas. Cortos pantaloncillos y faldas mostrando las piernas al descubierto, finas blusas y escotados tops con los que apreciar la belleza femenina. Mayka era coqueta, amante de todo lo que tuviera relación con la moda. Gastaba en ropa y su locura era el calzado del que tenía de todo tipo y color. Zapatillas, bailarinas, mocasines, botas, botines, cualquier modelo era bueno para estrenar.

Los bares y pubs del fin de semana son el lugar perfecto para el encuentro. Roberto se lo montaba bien, salía con sus amigos mientras su mujer quedaba a cargo de la casa para acabar en la solitaria cama llorando las penas al saber lo que el descarado de su esposo estaría haciendo por ahí. La complacía abundantemente como mujer pero también conocía de sus muchas correrías disfrutando de una y otra. El atractivo mulato tenía aguante para una y varias mujeres y de ello se aprovechaba dejando satisfechas a todas ellas. Raro era el día que quedaba solitario de compañía femenina.

Una noche se encontraron en varias ocasiones en la zona de pubs y más tarde en la discoteca acabando casi al amanecer. Se habían visto por el barrio y la muchacha se le había insinuado de forma más o menos abierta, tomando Roberto el anzuelo sin muchos problemas. Era una jovencita hermosa y de formas curvilíneas que cualquier hombre en su sano juicio hubiera deseado probar. Tetitas pequeñas y redondas cuyos pezones se remarcaban libres de sujetador y un culo de lo más apetitoso para la edad que aquella ninfa debía tener. Respingón y elevado, provocativo y al que daban ganas de morder viéndolo apreciable bajo los tejanos y diminutas minifaldas con que lo cubría.

Al fin acabaron intimando en la discoteca entre bailes sueltos y agarrados, los cuerpos pegados y moviéndose uno contra otro de manera fugaz pero atrayente. Escapando de su grupo de amigas, la hizo suya por vez primera en el baño de hombres. Un polvo apresurado y corto pero con el que la joven descubrió el poderío del macho caribeño. En el pequeño cubículo en el que apenas podían moverse, los gritos femeninos quedaron acallados por los sofocados besos y el ruido de la música del exterior. Saciada y feliz, quedaron para un próximo encuentro a no mucho tardar. Ahora que le conocía, le deseaba aún más sin poder esperar al fin de semana siguiente para volver a entregarse a su hombre. Así quedaron para el siguiente miércoles en el que él estaría solo en casa.

En el apartamento y ya los dos solos, Roberto se encontraba tumbado en el diván que presidía la parte izquierda del salón. Grandes ventanales iluminaban la estancia, permitiendo la visión perfecta de lo que allí estaba a punto de suceder. Ambos se comían con la mirada. Se deseaban y se encontraban solos y sin nadie que pudiera molestarles. Él descalzo y completamente vestido de blanco con lo que destacaba aún más el oscuro de su piel. Una simple camiseta y un pantalón de fino lino eran las pocas ropas que llevaba. Mayka se le acercó caminando muy lentamente hasta quedar frente a él, apoyada suavemente la espalda sobre la pared.

Descalza igualmente sobre los altos calcetines color fucsia que le llegaban a la rodilla, aparecía hermosa con aquella blusa blanca y el estampado tanga en tonos rosas y blancos que a duras penas podía tapar los cachetes que buscaban escapar a su prisión. Frente al mulato, soltó los botones de la blusa quedando así a la vista el amable sujetador de un fuerte fucsia que tanta belleza ocultaba. Roberto tragó saliva como ella lo hizo, se devoraban con los ojos aguantando sin embargo las muchas ganas que tenían del otro. Alargando el momento, lo desearían mucho más. No había prisa alguna, tenían todo el tiempo del mundo pues la mujer culona no volvería hasta la hora de la cena. Él recorrió el cuerpo femenino con un rápido vistazo. El rostro bello y juvenil, las pecas cubriéndole la naricilla y los labios sonrosados y gordezuelos que tan jugosos se veían. Sonrosados y jugosos y que se moría por besar…

Continuó por los muslos que la muchacha acariciaba con las manos mientras se contoneaba sensualmente buscando la excitación de su amante. Las manos cayendo por encima de los pechitos, para bajarlas luego al pequeño triángulo que el tanga formaba y de nuevo hacia arriba al cerrar los ojos entre cálidos suspiros. El piercing metálico en el ombligo a la vista, las manos acariciándose con descaro por encima de las ropas, removiéndose inquieta con cada nuevo roce. Ella misma se deshizo de la prenda interior, echándola a un lado y quedando ante el hombre desnuda en su más tierna intimidad. Un coñito depilado y rosado se le ofreció, una tirilla mínimamente abierta en el que le pareció intuir la humedad que empezaba a torturarla. Suspiraba ahora de forma entrecortada, ofrecida a los ojos de su maduro acompañante que no podía hacer más que humedecerse los labios imaginando el festín que pronto se daría. Los labios temblorosos de Mayka, se acercó a ella tomándole la muchacha del cabello para tirarle hacia atrás buscando alargar la seducción.

-          Eres hermosa muchacha…

-          Oh, por favor. Continúa diciéndome esas cosas –respondió ella entre suspiros y jadeos encadenados.

Él siguió adulándola, era un seductor nato y sabía lo que la joven más necesitaba en esos momentos. Le dijo lo muy bella que se veía, lo mucho que deseaba besarla y acariciarla. Ella le creyó, no podía creer otra cosa que no fueran las cálidas palabras del mulato. Dejó que se aproximara, reposando plácidamente las manos en el pecho y los encrespados cabellos oscuros de su compañero.

-          ¡Ámame, oh sí ámame! –pidió nada más sentir la boca correr junto a su piel.

El ardiente aliento cubriéndola, haciéndola sentir la piel erizarse al tiempo que se sentía estremecer toda ella. Aquello era muy diferente a lo que vivía junto a sus jóvenes amantes. Desde la otra noche no pensaba en otra cosa que no fuera estar con él, se sentía el seso comido por las miles de sensaciones nuevas que le llenaban su juvenil cuerpo.

-          Ummmm, bésame mi amor… bésame –exclamó mordiéndose el labio para no gritar lo mucho que lo deseaba.

-          Eres hermosa pequeña…

-          Gracias cariño. Me encanta que me digas cosas bonitas –susurró ella de forma apenas perceptible.

Los labios se posaron sobre ella, besándole la pelvis, ambos muslos, sacando luego la lengua para hacer la caricia más sucia. La guapa Mayka entrecerró los ojos, aullando su placer al notarse amada de aquel modo. Él continuó su labor lamiendo el pubis desnudo, corriendo la lengua por encima de la estrecha rajilla pero sin presionar aún en ella, escuchándola gemir y sollozar en su terrible suplicio. Con la espalda apoyada en la pared y el vientre echado adelante, se entregaba con las piernas bien abiertas y de puntillas en el suelo. El experto mulato incidió en las caricias, pasando la lengua ahora por encima de los labios húmedos de jugos. Los recorrió y lamió, saboreando el dulce néctar que la joven producía. Tan intensa se hizo la caricia que Roberto tomó los labios con los suyos, tirando con decisión de ellos hasta conseguir arrancar un grito de desesperación de su joven compañera. Continuó moviendo la lengua a un lado y otro, arriba y abajo y sin darle un segundo de respiro. Ella creía que se moría, nadie le había hecho algo así. Solo follar y de forma rápida era lo mucho que conseguía de sus jóvenes amantes del instituto. Pero aquello era muy distinto. Con Roberto estaba empezando a conocer todo lo que su cuerpo podía ofrecerle, lo mucho y bueno que un hombre experimentado como aquel podía hacerle sentir.

-          Sigue Roberto, vamos sigue… me encantaaaaaaaa.

La lengua hambrienta le abrió al fin los labios, apoderándose así de lo rosado de su sexo. La lengua enterrada en ella, lanzando gemidos continuos al notarse amada por aquella boca diabólica. Con las manos se alborotaba los cabellos para bajarlas con rapidez a la cabeza que tan loca la tenía. Golpeándole la flor abierta de forma rápida, la muchacha se creyó volar en el aire, las piernas no pudiendo sostenerla en un placer cada vez más profundo y que le llegaba a lo más hondo de su ser. La lengua sonrosada se introdujo entre las paredes de la vagina haciéndola gimotear débilmente, lengüeteando en pequeños círculos y moviéndose adentro y afuera para finalmente salir y con los labios hacerse dueño de su más delicado botón que rápidamente respondió endureciéndose bajo la decisiva caricia. Una diminuta piedra era el clítoris con el estímulo, acariciándoselo y volviendo sobre él de forma ávida, pasándole la lengua sobre la tan sensible parte de su cuerpo.

Acercándose a la entrepierna le lanzó el aliento entre las piernas, sintiendo un agradable calorcillo entre ellas. Luego introdujo la mano, acariciándole el pubis depilado y bien cuidado. Los dedos la recorrían haciéndola excitar levemente. Empezó a lamerla, pasándole la lengua y creciendo su deleite. Los labios abultados abriéndose bajo el empuje de la lengua, acariciándola, rabiando ella de placer al notarla sobre el clítoris. Entre los muslos, Roberto le hundió la cabeza metiéndosela en la vagina, escarbando en ella, provocando en la muchacha un gusto infinito. Entraba y salía, lentamente y adentro y afuera, ronroneando Mayka sin poder evitarlo. Húmeda y suave, raspándole la empapada vulva. Ella se manoseaba los pechos, apreciando el progresivo endurecimiento de los pezones erguidos con prontitud con el roce de sus dedos. Él continuó lamiéndole el clítoris pero, al tiempo, un dedo y luego otro entraron en su sexo. Masturbándola con delicadeza, entrándole hasta el final, resbalando tranquilamente entre sus paredes. Sabía que no tardaría en correrse si aquello seguía así, pero estaba tan cachonda que no había posible marcha atrás. La joven dirigió su mano al punto encendido, acariciándose el clítoris al descubrir los dedos ganar intensidad en su interior.

Fuera de sus casillas y perdido completamente el control de ella misma, la joven ninfa se corrió entre gritos desconsolados y palabras sin sentido alguno. Un abundante caudal le entregó, bebiéndolo él con evidentes muestras de placer. La calidez de flujos le corrió por el interior de los muslos, degustándolos el hombre con el mayor interés. Se sentía tan dulce y ardiente, al tiempo que Roberto no pudo menos que hacerla volver dedicándole un beso negro de lo más obsceno. Aquello era también nuevo para la muchacha que empezaba a conocer con rapidez todo el arsenal de caricias que un hombre puede dedicar a su pareja. Tomada con fuerza de las piernas para que no escapara, los gemidos y grititos volvieron convirtiéndose con el paso del tiempo en alaridos descontrolados que desembocaron en un nuevo orgasmo mucho más salvaje que el anterior. ¡Dios, dios… qué le estaba pasando!

-          ¡Me corroooooo, me corro cariño… dios qué bueno es esto! –gritó notándose las piernas flaquearle de tanto gusto como sentía.

El hombre nada dijo, disfrutando como estaba de tan delicado y sensible punto de la joven anatomía de su amiga. Sonidos guturales se escuchaban cada vez que la lengua recorría la estrechez del esfínter, presionando levemente para tratar de introducirse en tan oscuro agujero. Tras unos segundos de trasiego, observó el canal abrirse bajo el empuje de la lengua, estallando la muchacha en un nuevo gemido placentero. La tenía loca, la tenía completamente loca y entregada. Mordiéndose el labio inferior, se volvió enfrentándole y mostrándose ante el hombre con deseo inconfesado.

-          Eres una nenita preciosa.

-          ¿De verdad lo dices?

-          Pues claro, ¿por qué iba a engañarte?

-          ¡Oh gracias, gracias! –exclamó lanzándose sobre él y agarrada al cuello dejó que la besara.

Se besaron con pasión desconocida, dándose las lenguas y saboreando Roberto el frescor de aquellos sonrosados y jugosos labios que tanto rato llevaba esperando besar. Arrodillados frente a frente, las manos en las cinturas, las bocas reclamaban el calor del otro. Las manos subiéndole de las redondas nalgas a la espalda, para apretarla haciéndola sentir más unida a él. Bajándolas nuevamente, el redondo trasero se marcaba a la perfección bajo las manos que lo estrujaban y sopesaban entre los grititos que Mayka producía. Mientras, el pequeño par de peras que eran sus pechos parecían querer escapar al control del sujetador con el constante palpitar de su respiración desbocada. En su aspecto juvenil, la joven pelirroja se veía realmente preciosa y apetecible a los ojos del hombre. Soltando el cierre del sujetador, aparecieron ante él el par de redondeces más hermoso que uno pudiese imaginar. Los pechitos se veían duros y tersos, apetecibles y listos para ser acariciados. No grandes pero tampoco pequeños, los pezones eran sí grandes y oscuros. Enseguida los notó ponerse erectos gracias a la creciente excitación que su joven amante experimentaba.

Sin dejar de besarse, ella le ayudó a desprenderse de la camiseta. Descendiendo lentamente, alcanzó el pecho de su amigo, llenándolo de besos para seguir bajando hasta la barriga que cubrió de continuos besos y lametones. Subiendo y bajando las manos, pudo disfrutar del bien cuidado cuerpo y de todo el poderío masculino del mulato. No era extraño el mucho éxito que tenía entre las mujeres. Mayka se quedó obnubilada por aquellos músculos sin un gramo de grasa entre los que perderse imaginando multitud de aberraciones. Buscándole la boca, se besaron abriendo los labios con descaro, mezclando las lenguas una con otra en el interior de la boca masculina. Rozando la lengua con los dientes, el hombre provocó en ella un escalofrío que notó correrle de arriba abajo. La bella muchacha sacaba y escondía la lengua, ofreciéndola para después quitársela en un juego de lo más grosero. La barba incipiente le raspaba con el constante ir y venir de los besos y las lenguas. Abriendo los ojos y separándose de su hombre, ella sonrió mimosa para caer en un nuevo beso con el que perder la respiración.

-          ¡Te deseo, te deseo… abrázame con fuerza… lo deseo tanto!

Los besos entre ellos se hicieron interminables, parecía todo aquello no tener fin. Una vez acostumbrada no quería dejarle marchar, es lo que tiene el acostumbrarse a lo bueno que luego uno no quiere dejarlo perder. Embobándole con la mirada, bajó a los pectorales masculinos pasando del uno al otro para acabar apoderándose de los pezones que lamió y chupó arrancando un sonoro gemido a aquel bello animal.

-          Ahora deja que te chupe y acaricie las tetas –pidió él con voz ronca y un ademán de urgencia.

El mulato sonrió, devolviéndole la sonrisa con la que la joven le tenía embobado hacía ya rato. Los largos cabellos cayéndole por el rostro encendido por el deseo y un mechón descontrolado ocultándole el ojo, que Roberto descubrió con un suave movimiento de mano. Inició el dulce tratamiento con unas suaves caricias en lentos movimientos circulares, sopesándolos entre las manos y haciéndose a la redondez de aquel par de pechitos. Ella gimió tímidamente disfrutando la caricia. De las caricias, el guapo mulato pasó a un manoseo mucho más descarado y ágil provocando que los oscuros pezones se irguieran duros como el granito. Mayka volvió a gemir esta vez de forma mucho más rotunda, los pezones aparecían enormes y no pudo evitar decir:

-          ¿Qué me estás haciendo? Me estás poniendo rara, nadie me ha acariciado así antes…

-          Calla pequeña… tú solo calla y disfruta lo que te haga.

Acercándola más a él, comenzó a besárselas de modo lento y tomándose su tiempo. Atrapó un pezón con la boca y succionó con fruición del mismo. Teniendo bien cogida la tetita, la llenó de besos, chupando y lamiendo el grueso pezón para jugar luego con la aureola pasando la lengua una y otra vez. La joven muchacha reía con ganas, gimiendo y suspirando cada vez que la lengua la maltrataba. Los ojos entreabiertos para ver todo lo que su hombre le hacía. Le atrajo hacia ella, enganchándole la cabeza hasta ahogarle entre los pechos. De forma autoritaria le pidió que continuara. Sin parar un solo segundo, Roberto acompañó las caricias con otras a lo largo de las sinuosas formas de la bella ninfa. Le encantaban aquellos labios gordezuelos y jugosos, el cuello largo que apetecía morder, los pechitos redondos, además de los muslos y el firme trasero que más tarde haría suyo. Aquel cuerpo estaba hecho para el pecado y la joven resultaba tierna e inspiradora de nuevas e inmorales ideas.

-          Anda, déjame verla… me muero por ello –reclamó con voz mimosa y ronroneando como si de una gatita mala se tratara.

Sin bajarle aún el pantalón observó el bulto que allí se apreciaba. Grande, muy grande y tentador, se humedeció los labios de forma maligna. Quedando él a la altura de su cabeza, acercó la boquita comenzando un agradable movimiento por encima del bulto que la tela ocultaba. Largo y echado a un lado, la prenda apenas podía soportar la fuerza arrolladora de aquel músculo salvaje. Ambos gimieron, Roberto por que la caricia se hiciera mucho más intensa y ella por tenerlo ya entre los labios. Las imágenes del anterior encuentro resultaban difusas para la muchacha, lo recordaba todo con dificultad a causa del alcohol que había bebido. Lo recordaba como algo bonito pero muchos de los aspectos parecían haberle pasado de largo. Aquel era uno de ellos, recordaba los golpes duros con los que la folló pero no el objeto martilleante que la taladraba. Anhelaba tenerla entre las manos y contemplarla en todo su esplendor, disfrutar la imagen del miembro oscuro frente a su rostro descompuesto por el deseo. Estuvo todavía un rato más martirizándole, pasando los labios a lo largo sin dejar de mirarle fijamente a los ojos descubriendo el caudal de emociones que al apuesto hombre embargaban. Era hermoso verle así, tan enorme y masculino, los ojos vidriosos y suspirando de puro goce por el placer que nunca acababa de llegar.

-          ¡Eres mala nena… cómemela anda, no me hagas sufrir más!

-          ¿Ya no puedes más eh? Bien, veamos eso que tienes soldado.

Tirando del fino pantalón hacia abajo y luego del bóxer, la enorme erección cabeceó saltando hacia adelante en actitud amenazante. Hermoso y oscuro músculo, pronto se curvó hacia arriba mostrando a la fémina todo el potencial que guardaba. Cubierto levemente todavía por la piel, el glande resultaba escondido a medias a la mirada ansiosa de la joven. Ella puso cara de sorpresa aunque ya nada la intimidaba, mientras Roberto lanzaba un suspiro largo y profundo al verse desnudo frente a su amiga.

-          ¡Menudo rabo, me encanta! –exclamó con la boca y los ojos abiertos por la sorpresa del primer momento.

Hundiendo la cara entre los muslos del mulato, empezó a besarla con suaves besitos que tuvieron la virtud de hacer que el glande cabeceara aún más. Grueso, muy largo y las venas marcándose escandalosamente lo acogió entre los dedos empezando a hacerle una mamada espectacular. La muchacha era experta en esas cosas y en otras muchas pese a su corta edad. Así lo entendió Roberto, viendo la experiencia que mostraba en dichas lides. Se lo tomaba con calma, metiéndosela poco a poco en la boca para luego soltarla y masturbarla con el ritmo lento de los dedos. Arriba y abajo, arriba y abajo y una y otra vez, clavada la mirada en cada uno de los gestos del macho complacido. La lengua a lo largo del tallo, lamiéndolo y cubriéndolo de la humedad de su saliva que lo hacía ver brillante y orgulloso. Elevado hacia el techo, la imagen era de lo más perturbadora viéndose con ello obligada a volver a la deliciosa felatio con la que le obsequiaba.

-          ¿Te gusta? Dime, ¿te gusta? –preguntó sacándola de la boca al sonreírle con cara de viciosa.

-          Me encanta muchachita… eres una arpía deliciosa.

-          Ummmmm, ¿eso piensas de mí? –preguntó una vez más con gesto de falsa aflicción, antes de introducirse el miembro arrancando de su hombre un sollozo ahogado.

Él pudo ver los blancos y bien cuidados dientes rozarle la sensible piel del tronco al quedar cubierto por los labios que lo envolvían en un movimiento lento y pausado en el interior de la boca. Aulló de satisfacción bajo el influjo de la perversa boca. El combate que los amantes mantenían se igualaba paso a paso gracias al saber hacer de aquella mamona. El apuesto mulato tenía buen aguante, resultando difícil hacerle correr con facilidad. Sin embargo, aquella boquita era demasiado incluso para él. Suspirando profundamente, ayudaba moviéndose dentro de ella con fuertes golpes de riñones, follándole la boca sin descanso. Cerrando los ojos disfrutó la mamada, ahora rápida y enlazando el pene con la lengua en una lucha feroz. Se la metía hasta la garganta, abandonándola solo para respirar mínimamente y de nuevo a la carga hasta el final. También los huevos recibieron lo suyo, lamiéndolos y saboreándolos por entero, mordisqueándolos hasta hacerle gritar desfallecido.

-          Uffffff muchachita, qué bien la chupas… sigue así.

-          ¡Me encanta. Me encanta comer pollas y la tuya es de las mejores.

-          Ummmm –volvió a tragarla con la mirada perdida y sin decir más.

El pedazo de carne la ahogaba, le costaba respirar pero no podía dejar de trabajarla al observar como el hombre temblaba todo él. La pelirroja cabeza se movía arriba y abajo, acompañada por la mano que la ayudaba en la lenta cadencia que le dedicaba. Se la metía entre los labios, llenándose la boquita y luego mordisqueando la amoratada cabeza que vibraba con el tímido roce que los dientes le dispensaban. Entre los dedos se la comió con devoción, llenándose la boca con ella mientras por abajo se masturbaba adentro y afuera. De repente paró al sacarla y preguntarle:

-          ¿Cómo vas? ¿te queda poco soldado?

-          Tranquila muñeca, puedo aguantar un rato más.

Ella sonrió complacida con el aguante de su macho y continuó chupando y lamiendo el grueso animal sin darle un momento de respiro. Al fin, tomándola entre los pechos le brindó una estupenda cubana, masturbándola arriba y abajo y golpeándola con la lengua cada vez que el glande aparecía. El pene se removía adelante y atrás, abrazado por aquel par de tetitas que tanto placer le procuraban. Roberto se dejaba llevar por el movimiento descontrolado de su sexo y el de la jovencita que le miraba con la sonrisa perversa propia de ella.

-          Así nene, así… disfrútalo como yo lo hago…

-          Eres fantástica, verdaderamente fantástica.

Aquello duró dos minutos más entre la sonrisa beatífica que el mulato mostraba. Acabando con el tratamiento, Mayka escupió sobre el miembro para rápidamente mover los dedos esparciendo las babas a lo largo del tronco.

Haciéndola levantar para ponerla de espaldas a él, la linda cabecita descansando sobre el hombro masculino, le acarició los pechos respondiendo ella al abandonar el muslo velludo y tomarle la polla moviendo los dedos lentamente arriba y abajo. El miembro hecho roca agradeció la masturbación, cabeceando inquieto y ya con la piel echada atrás. El glande amoratado y muy brillante se distinguía vanidoso e inflamado, escapando del mismo las primeras gotas de líquido preseminal. Cogiéndolo entre los dedos lo llevó a la boca saboreándolo con placer infinito, le encantaba el sabor del semen y aquello era buena prueba de ello. Enseguida puesta en pompa, Roberto le comió el coño y el culo haciéndola vibrar como loca. Sentía perder el sentido con aquella caricia perversa. Sabía que no podría aguantar el deseo por sodomizarla y estaba dispuesta a dárselo a probar. Confiaba en él y pretendía entregarse al mulato por entero.

-          Ufffff, cómo me pones… me pones cardíaca soldado…

Le ponía cardíaca el roce áspero de aquella lengua por encima de su sexo y su más estrecho agujero. La vulva llena de jugos que el hombre bebió y saboreó para luego pasar al cerrado esfínter que trató de abrir mínimamente. Al principio le costó, pese a lo muy dispuesta que la muchacha se encontraba. Gimoteaba una y otra vez con el roce alternativo en uno y otro agujero, dándole la caña que en esos momentos necesitaba. Apretando con decisión y tras conseguir que se relajara, el estrecho canal se fue abriendo a la caricia maligna permitiendo el paso de la húmeda punta. Un escalofrío la envolvió, aguantando la respiración con dificultad extrema. El placer le corría el cuerpo de forma imparable, explotando en una sinfonía de gemidos y sollozos con los que animarle a seguir. Las manos apoyadas firmemente en los cachetes de las nalgas, la lengua le lamía percutiendo en sus más íntimos rincones, pasando y repasando para mezclar el calor de la saliva con el de los flujos que el coñito producía. Luego todo ello lo aprovechaba para humedecer convenientemente el ano, ya dispuesto a todo.

-          Ummmm cariño, sigue así…. sigueeeeeee. ¡Cómo me pones!

La lengua se apretaba ya con emoción irrefrenable, avanzando en su ataque sobre la hembra sometida a lo que quisiera hacerle. Ella echaba el culo atrás provocando el continuo roce entre los cachetes, gimiendo complacida y animándole a seguir. Por su parte, el macho enloquecido por tanta belleza golpeó con saña ahora una redondez, ahora la otra arrancándole un grito exasperado. Grito exasperado, casi un aullido que no tardó en desembocar en un nuevo orgasmo, cayendo boca abajo y mordiendo la tela del diván.

-          ¡Dios, dios… qué gusto me das… tienes la fama bien merecida cabrón! –aseguró echando la mirada atrás para sonreírle entre los cabellos alborotados que le cubrían el rostro.

-          Eres una perrita cachonda – respondió él antes de volver a chuparle el ano con un último contacto sobre la zona excitada.

Sobre el suelo y de cara al hombre la penetró empezando a hacerla suya. La vulva jugosa y rosada tragó el largo ariete con facilidad y simpleza, pese al tamaño más que considerable que la abría. Mayka lanzó un largo y placentero gemido, al sentir entrarle lentamente y centímetro a centímetro hasta quedar llena de él. Los huevos hicieron tope contra la piel, quedando ambos amantes quietos y disfrutando la unión que formaban. Él miraba a la muchacha, observando el rostro satisfecho y cómo se relamía de gusto. Moviéndose poco a poco, se fue acomodando entre las paredes femeninas que le acogían para pronto acomodarse al ritmo de la copula. El experto mulato golpeaba, acelerando el movimiento de mete y saca cada vez que empujaba. Resultaba fácil follarla, pues aquel coñito parecía tener ya horas de aprendizaje, tragándole con soltura y respondiendo a los avances de la mejor manera. Los ojos cerrados, la joven producía lamentos desconsolados con los que estimular la locura del macho.

-          Empuja, vamos empuja… despacio, fó… llame despacio…

-          Tienes un coñito tragón nena… me encanta follártelo… ¡Toma!

-          ¡Ayyyyyy, con cuidado cabrón! –respondió ella abriendo los ojos por completo al notar el fuerte golpe con el que el hombre la obsequió.

De nuevo llena hasta lo más hondo parecía quedar sin respiración, tan enorme era el oscuro animal que la taladraba, entrando y saliendo para volver a entrar y así una, dos, tres, mil veces haciéndola perder la razón. Con la mano se tomó un pecho, acariciándolo por abajo para llevarlo a la boca y chupar el pezón. Eso le gustó pues notó la aureola vibrar bajo la caricia que ella misma se prodigaba. Gimió levemente volviendo a repetir la acción, envolviendo el duro pezón con los labios para tirar del mismo provocándose un fuerte gemido. Mientras, la polla continuaba su labor por abajo arrancándole todo un manantial de jugos que le corrían entre las piernas.

-          ¡Eres hermosa pequeña… sin duda una de las mejores!

-          Gracias soldado. Tú tampoco te portas nada mal… continúa, vamos continúa.

Roberto la amó con ritmo acompasado, follándola fuera y dentro desapareciendo el espléndido tallo en el interior de la vagina que se veía empapada. Bien cogida de la cintura, el movimiento siguió largo rato rebotando entre las paredes los suspiros y grititos de la guapa pelirroja. Aquel macho era realmente bueno, se iba a acostumbrar a él no tenía dudas de ello. Quedó quieto unos segundos y enseguida volvió al fuerte percutir que tanto la enloquecía. Con las piernas bien abiertas, las miradas entre ellos se cruzaban sabiendo solo con ello lo que ambos deseaban. El poderoso mulato aumentó la velocidad embistiendo contra la joven sin compasión alguna, rompiendo las paredes femeninas que se abrían bajo el fuerte empuje.

-          ¡Ahhhhhhhhh cariño, sigue sigue… me matas, me mataaaaaaaaaaaaaassssssssss!

-          Toma perra, toma… eres una putita adorable.

La boca abriéndose sin control, soportando la fuerza del músculo que la follaba. Gruñía, se quejaba, pedía más, en ocasiones no sabía bien lo que decía. Y el miembro oscuro no cesaba en su avance irrefrenable, empalándola adentro y afuera entre los chillidos desconsolados que Mayka emitía. Ayudándole a meterla, la folló esta vez de lado recogido por la abertura enorme que era el coño. Nuevamente a la carga, sin tomar apenas descanso y soportando el ataque feroz del macho. La pierna doblada para elevarla al momento, las embestidas volvieron a sacudirla del modo que tan bien conocía. La fuerza del Caribe estaba en él, esa fuerza que solo los hombres de aquellos lugares saben mostrar. No se hablaban, no podían de tan entregados a la copula como estaban. Solo gemir y jadear, mezclándose el placer del uno con el de la otra. La joven muchachita gozaba como nunca, aquel tío era increíble y hacía honor a su popularidad bien ganada.

La pierna apoyada firmemente en el hombro del mulato, la folló a gran velocidad en busca de un nuevo orgasmo para ella. El cuerpo oscuro del macho se mezclaba con el blanco de la piel femenina en un combinado de lo más sensual y atractivo. Piel sobre piel, miembros sobre miembros, la mano se aferraba al brazo como si fuera lo último que hiciera en su vida. Se iba a correr, se iba a correr sin duda una vez más y todo debía agradecérselo a ese animal tan vigoroso y viril. El pedazo de carne se le clavaba con decisión, rompiéndola por dentro hasta hacer tope. La guapa Mayka alcanzó un nuevo orgasmo al fin, meándose casi de lo tumultuoso que le resultó. Tumbada en el suelo hecha un guiñapo, le costó recuperarse un rato largo. El corazón le latía a mil por hora, el cuerpo no le respondía, casi no podía articular palabra de tan cansada como se sentía. Jadeaba respirando entrecortada, sin embargo la naturaleza sabia supo darle el respiro necesario para continuar la marcha. Él salió de ella, lanzándose a comérsela la hambrienta joven.

-          Dámela soldado… necesito tenerla en la boca… Ummmmmmmmmmmm.

El miembro erecto y doblado hacia arriba parecía querer atemorizarla, un ejemplar tan hermoso que deseaba una que no acabara nunca. Se la comió con experiencia, dejándola llenarle el interior de los pómulos, sacándola de la boca para adorarla con la mirada, admirada por aquella forma perfecta hecha tótem. La tomaba entre los labios y la abandonaba brevemente. De nuevo dentro hasta sentirla golpearle el paladar. Le costaba respirar, tan loca estaba que no sabía cuándo parar. Roberto se llevaba por ella, con cara de inmenso placer y enredando los dedos entre las ondas de la pelirroja cabellera.

-          ¿Te gusta eh nena? Chúpala, chúpala… menuda mamona estás hecha.

Una vez más la imagen de los labios sonrosados y jugosos alrededor del grueso tronco, le hizo estremecer de pies de cabeza. Aquella cabecita moviéndose arriba y abajo de aquel modo tan premioso para que no se corriera, conseguía en el hombre un desarrollo suplementario en su virilidad que parecía recobrar fuerzas a marchas forzadas. Follándole la boca, toda para él y su miembro desbocado que escapaba de vez en cuando dándole un mínimo respiro. Mayka se la introducía, cogida con las dos manos para masturbarla al ritmo de la mamada. Los dos en el suelo, la posición resultaba cómoda para la chiquilla que no paraba de jugar con el glande, lengüeteándolo, lamiéndolo en su totalidad, de la base al glande para bajar y empezar con los huevos que se notaban duros bajo los labios que los cubrían.

Llevando Roberto su sexo al coño empapado, quedó ella montada sobre el terso y oscuro eje. Sentada lentamente sobre el pene, que se fue enterrando poco a poco en la juvenil rajilla hasta acabar desapareciendo dentro de ella. Humedeciéndose los labios para soportar el placer que el miembro le daba, quedaron los amantes mirándose. Sin pronunciar palabra Mayka empezó a subir y bajar, cabalgando lentamente hasta empezar a ganar ritmo. Tomando las manos del hombre, las llevó a sus pechitos para que se los acariciara. Continuó con el sube y baja, moviéndose sin dejarle escapar, arqueándose con el rostro mirando al techo, los ojos cerrados al morderse los labios. Emitiendo unos grititos ahogados con los que coger fuerzas para seguir.

-          Ummmmmmmmmmmm, me gusta… me gusta tu polla cabrón.

Las oscuras y callosas manos le agarraban las nalgas, abriéndoselas bajo el empuje del miembro viril. Se movían acompasados, empujando el hombre y cabalgando la jovencita al ritmo que se imponían. La vagina envolvía el sexo, que escapaba mínimamente para de nuevo verse ahogado por la caída de la pelvis que lo maltrataba. Corriéndole el cuerpo, tan pronto en las nalgas y muslos como subiendo a la espalda para abrazarla y llevarla contra él. La besó juntando los labios apenas, para hacerse enseguida el beso mucho más perverso y sucio. Se besaron apasionadamente, riendo ella al dejar que la lengua la atravesara. Enlazadas en el interior de su boca, el deseo les corrió el cuerpo ayudados por la tensión del momento. Salivas mezcladas entre los labios y el interior de las bocas, bocas destilando calor, lenguas buscando lo más hondo del otro.

Tan malo era el hombre como la joven muchachita, sabiéndose acomodar el uno al otro del mejor modo. Viéndola querer volver a cabalgar, su macho no la dejó atrayéndola de nuevo para tomarle el cabello y tirar del mismo. El cuello desnudo tan próximo a él, no pudo soportar la tentación al darle un fuerte chupetón que Mayka agradeció con un profundo gemido. Unos días quedaría aquella marca como muestra inconfundible de su pasión. La vivaracha y hermosa Mayka bufaba y gruñía su placer, un placer muy superior a todo lo conocido hasta entonces. ¡Tremendo era el mulato, realmente tremendo!

-          ¡Cabalga putita, vamos cabalga deprisa!

-          ¡Sí, ummmmmmmmmmmmmmm sí…!

Elevada ahora sí, él le chupaba los pechos pasando del uno al otro como un bebé y entretenido en la sensibilidad de los pezones que le agradaban especialmente. La lengua rosada sobre el oscuro pezón, provocaba en ella una sensación de alivio y desahogo. Aquella polla era tremenda, golpeándola con dureza hasta dejarla sin aliento. Dentro y fuera, el músculo se relajaba para al momento tensarse al resbalar entre las paredes femeninas. Teniéndola abrazada, el folleteo se hizo rápido y vigoroso entre los gritos descompuestos que la pelirroja producía. Incorporándose, fue ella la que tomó el relevo de la copula, moviéndose arriba y abajo en busca de un nuevo placer. La melena saltando descontrolada, también el cabello le caía por el rostro. Sopló el mechón que le molestaba sin dejar de tragar y expulsar el eje ardiente. Las manos en los costados, el hombre solo acompañaba el ávido cabalgar de la muchacha.

En una de esas pararon, enganchándola por la cintura para quedar de pie sin salir de ella. Tomada por la cintura y la parte baja del muslo mientras ella se sujetaba al hombro, el grueso aparato volvió al ritmo anterior golpeándola con saña y decisión. Tan fuertes eran los golpes que le daba que se escuchaban cada vez que los cuerpos se fundían. Los huevos se pegaban llenándola por completo y ella no podía hacer más que dejarse llevar por aquel polvo tan furioso. Sintiéndose volar, los gemidos y sollozos envolvían la habitación para ser luego relevados por palabras obscenas y de fuerte carga erótica.

-          ¡Maldita perra… toma, toma… menudo coñito más tragón tienes!

-          ¡Sí fóllame… métemela hasta el fondo maldito cabrón…. síííííííííííí!

Nunca la habían follado de aquel modo y la fuerza del mulato parecía no ceder al cansancio. De pie y colgada de él como un koala, la elevaba por los aires con su fuerza inagotable de macho del Caribe. No podía creerlo, la amaba y amaba sin un instante de respiro. Con los ojos en blanco, aullaba el placer tan terrible que la embargaba. Jadeaba con dificultad, aquello era superior a sus fuerzas y parecía no acabar nunca. Pero aún quedaba lo mejor…

Tumbado en el suelo e incitándola a montar esta vez de espaldas a él, buscó la entrada posterior tras humedecerla convenientemente. Los jadeos y suspiros se convirtieron en un gemido ronco al reconocer lo que pretendía. Tan cachonda estaba que no costó que la penetrara. Quedó muda, ahogada por la sensación de aquella barra de carne en el interior de su estrecho agujero. Quietos unos largos segundos, permitiendo a la joven amazona acostumbrarse al tamaño de aquel miembro que la quemaba. Sin embargo, soportó bien la prueba relajándose pronto al empezar a moverse los dos. Echando la vista abajo, Mayka pudo observar la unión y cómo la oscura forma se enterraba hasta lo más recóndito de su ser. El hombre la ayudó en el lento cabalgar, dedicándole palabras dulces para que se relajara.

-          ¡Me quema… me quema malditoooooo!

-          Tranquila muñequita, ya pasó lo peor. Ahora sólo queda disfrutar.

Ella creyó que la engañaba pero poco a poco fue dándose cuenta que era verdad, acomodándose al movimiento continuo y buscando ella misma que la sodomizara. Cogida de los muslos y luego de las caderas, comenzaron a moverse con naturalidad, suspirando ella bajo el empuje y el lento cabalgar. Cómoda como se encontraba, Roberto llevó la mano a su vulva acariciándole los labios mientras continuaba acometiéndola.

-          Fóllame el culo, vamos fóllamelo con fuerza.

-          ¿Estás segura pequeña? ¿no te dolerá?

-          Nooooooo, fóllamelo… fóllamelo tranquilo, lo estoy deseando.

No era la primera vez que lo hacía pero nunca con un animal como aquel. Sin embargo y para su sorpresa, el estrecho esfínter se había hecho al grueso pene resultando mucho más fácil el suave meneo que se daban. Él se hundía con decisión entre los grititos y lamentos que la joven emitía, animándole a seguir con sus gritos desgarrados. Echada atrás y con la mano apoyada en el suelo, pudo ser ella la que tomara la iniciativa follándose hasta conseguir que el miembro la cubriera por entero. Sin aliento y nuevamente con la mirada perdida, se movían el uno contra el otro en una danza macabra pero deliciosa. Tantas eran las veces que se había corrido que ya ni las reconocía. Lo que sí notaba era lo cansada que se encontraba, pero pese a ello no quería parar. De lado, volvió a penetrarla del mismo modo procaz. ¡Aquel cabrón no cejaba nunca en su empeño por dejarla saciada! Siguiendo de esa manera un rato más, las últimas posturas fueron a cuatro patas, follándola tan pronto el coño como el culo cambiando del uno al otro entre los gritos lastimosos de aquella perra. De ahí, nuevamente cara a cara para acabar corriéndose en la boca y la cara descompuesta por el enorme placer de  una tarde inolvidable de vicio y perversión. Un polvo mucho más tranquilo y reposado que el primero disfrutado en el baño de la discoteca, aunque también salvaje y furioso. Relamiéndose y ronroneando como la gatita viciosa en que la había convertido aquel mulato encantador.

Masturbado por su propia mano y más tarde por las de la joven, las dos manos se movían en busca de la explosión final. Arriba y abajo, con la lengua rozándole el glande y cada vez más deprisa hasta hacer la paja insoportable. Él gemía y jadeaba animándola a seguir con palabras enérgicas y agresivas. Enloquecida por el deseo de hacerle correr no veía más allá de lo que hacía. Parando un momento para volver a reiniciar el ritmo agotador. La caricia resultaba suave, notándose los huevos doler por las ganas de descargar. Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo hasta escuchar los gemidos hacerse incontrolables anunciando la inmediata corrida. Ella continuó, escapando al fin el primero de los chorros de leche caliente y blanquecina. Como un surtidor saltó llenándole la cara de líquido viscoso. Apenas sin tiempo a responder, un segundo se hizo visible resbalando por la barbilla hasta acabar sobre el vientre masculino que se removía inquieto. Por fin consiguió meterla en la boca, saboreando la lechada hasta dejar el miembro limpio y sin restos de lo que allí había pasado. La agradable putilla chupó y chupó el miembro erecto, haciendo deslizar la piel a lo largo del tronco entre los últimos estertores del poderoso macho al que finalmente había derrotado.

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo