miprimita.com

Perro malo

en Zoofilia

Brownie la había vuelto ha liar otra vez en el bar de Jens (más bien un club nocturno con muy poco glamour); Jens, el dueño y algo así como un amigo, llevaba toda la noche diciéndole lo mismo: que parase. Sin embargo, Brownie era muy bravucón y cuando no estaba metido en ningún jaleo por su orgullo, era demasiado chulo para este mundo. De hecho, ya había tenido varios percances de territorio con Rox, quien la última vez le meó en la cara como advertencia. Al final, como Jens se esperaba, la velada terminó en bronca y pelea por parte de Brownie con Rox, solo porque el primero había olisqueado las tetillas (y lo que no eran las tetillas) de Lily, la que se podría llamar "novia" de Rox. Así pues, Lily, con ayuda de Rox, dejaron fuera de combate a Brownie con un fuerte golpe en la testa. Jens puso su granito de arena, ignorando la situación.

 

Brownie, perro negro, se había metido en un lío a pesar de las numerosas advertencias del barman. Despertó al cabo de un rato bastante largo, en un sitio que no le sonaba de vista, pero su olfato le decía que si bien no había estado allí (al menos que él recordase), le sonaba de algo. Luego cayó en la cuenta de que se encontraba en una postura un poco incómoda... además de algo humillante. Sus patas traseras se encontraban estiradas, abiertas y encadenadas al techo; sus patas delanteras estaban sueltas y en equilibrio precario, apoyando la mayor parte de su peso en un banco... que tenía bastantes arañazos, cosa que no le gustó.

 

-Vaya, veo que por fin te has despertado -dijo la sensual voz de Lily.

 

Casi al mismo tiempo, notó las patas en sus peludos testítuclos. A Brownie se le hubiese caído la baba de no ser porque los olores (que nunca le solían mentir), no le encajaban en su deliciosa fantasía. Al mirar por encima de su trasero, vio la cara de felicidad malvada de Rox, que pasó de un tacto suave y delicado a uno bruto, bestia y que buscaba el dolor en cada fibra de su ser. Aquella imagen cercenó con un golpe brusco su creciente erección y decidió revolverse a ver si conseguía librarse de las cadenas, esfuerzo completamente inútil. 

 

-No malgastes energías, perrito -se rió Rox, agarrándolo de los muslos y clavándole las uñas en tan delicada piel, pues, si bien por fuera estaban recubiertos de pelo, hacia afuera estaban más al descubierto.

Brownie tragó saliva cuando vio que, por desgracia, Rox sí que se había empalmado y tenía serios motivos para utilizarlo. Sin molestarse en lubricar mínimamente el estrecho y negro túnel que iba a ser violado, Rox lo ensartó lentamente con su verga erecta, sonrosada y pringosa, para terminar con un golpe seco que arrancó un gemido de desesperación a Brownie.

-No, no, no... ¡déjame! -gritó, sintiendo que el dolor lo iba a partir por la mitad.

Rox, ignorando tales dulces súplicas continuó embistiéndolo, adquiriendo diferentes ritmos cada vez, haciendo tintinear las cadenas que ataban a Brownie. Este, en un intento de librarse del subyugo de Rox, se giró e intentó morder unas cuantas veces a este, quien lo esquivaba con risas provocativas.

 -Ya veo que tienes ganas de usar la boca -comentó Lily, con su papel de voyager.

Nada más decir eso, otro perro apareció en el campo visual de Brownie. El nuevo se subió al banco y forzó al violado a chuparle una verga insoportablemente dura y grande. Terminó por atarle también las patas delanteras al techo para estar más cómodo y facilitar el vaivén, creado por Rox.

-¿Ves que bien? -se rió Lily.

-Oh, sí, vamos, deja que tu culo se abra más para mí, perra -lo humilló Rox.

Lily se aproximó a Brownie, con una botella vacía en la mano y, con una sonrisa perversa, se agachó entre las patas del perro, dándole ligeros y tímidos lametones en la recubierta peluda de Brownie, de forma que, poco a poco, como si tuviera miedo, logró hacer salir sin mucha dificultad su sonrosada verga. Una vez logrado esto, la capturó con la botella de contacto frío. Sin embargo, el borde de la botella impedía al pellejo retraerse del todo, dejando expuesta su verga.

Brownie, atado, torturado y sometido, se preguntó para qué diantres sería aquello.

 

El perro que tenía delante, cuya polla no podía más que lamer y succionar, le agarró con fuerza de las orejas, aumentando el ritmo. Eso mismo hizo Rox, como consecuencia del efecto péndulo. Brownie se sintió morir, sobre todo cuando Lily comentó a masturbarse delante de él. Rox al fin se corrió con el conjunto de la escena, hincando su verga hasta el fondo de los intestinos de Brownie, cuyos gemidos quedaron ahogados por la verga del otro perro, quien no tardó mucho más en correrse, llenando su boca, garganta y estómago de fluidos, así como el aroma picante y sumamente desagradable del semen expulsado.

Brownie, sin quererlo ni desearlo, terminó por correrse dentro de la botella, ante las imágenes desvergonzadas que Lily le ofrecía. Notaba el cosquilleo en el pelaje del semen que brotaba copiosamente de su ano, pero tampoco podía hacer gran cosa para remediarlo.

Cuando tan extraño espectáculo hubo tocado a su fin, bajaron a Brownie de las cadenas y, mientras que el perro desconocido lo mantenía sujeto y Lily le habría la boca, Rox le obligó a tragarse su propio semen, que le supo a miedo y patetismo. Tras eso trajo otra botella pero esta vez llena de un líquido transparente que parecía agua. Obligaron a Brownie a ponerse a cuatro patas, le levantaron la cola y Lily, sin miramientos, le clavó el cuello en el enrojecido ano.

-¡Basta! -suplicó Brownie. 

Lily se rió y dejó caer la botella vacía al suelo.

-Que lo disfrutes -le dijo Rox con una sonrisa.

Luego lo dejaron solo en la habitación, libre de hacer lo que quisiera. Sin embargo, Brownie se quedó sentado en el suelo, aguantando las ganas que su ano maltratado tenía de expulsar el semen junto con el agua, con cierta violencia tal vez, no queriendo humillarse aún más.

Y, sin embargo, Lily y Rox dudaban en que hubiese aprendido la lección. No andaban muy mal desencaminados...