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El deseo prohibido x

en Autosatisfacción

Llegó a su mesa con las piernas temblándola y con unos nervios que no podía con ellos. Intentó hablarle pero sólo le salió un pequeño hilillo de voz.

Él debió de intuir algo y alzó la vista. La vió y sonrió. Dios! Esa sonrisa. Creía que se derretía entera por dentro. Sintió que se licuaba.

- Te necesito -dijo con una voz segura.

A lo que ella no logró contestar. Parecía una quinceañera.

- Tienes...

Y hasta aquí oyó. Se abalanzó por encima de la mesa, se sentó sobre él y le besó apasionadamente.

Sus manos agarraban su culo apretándolo firmemente. La estaba besando el cuello con una lujuría indescriptible.

Sus manos estaban subiendo su falda acariciando sus muslos. Apartó a un lado la braguita, se bajó la bragueta y de un golpe, se la clavó entera. Se sentía llena.

La cogió del culo y la ayudó a cabalgarlo. Le montaba como a un potro salvaje, notando como entraba y salía su polla con fuerza.

Sentía oleadas de placer procedente de su interior y no podía parar de gemir y gritar.

Sentía sus labios jugando con los suyos en un eterno beso que hacía que se confundiesen sus gemidos.

- Qué si tienes los datos de Luzán, sociedad limitada.

-Perdona...-farfulló- ahora te los traigo.

Madre mía, pensaría que era una pánfila. Sentía su humedad escurriendo por sus muslos.

Se fue a su mesa intentando contonear su culo para que él se deleitara.

Decidido: tendría que dejar de tener fantasías en el trabajo.

 

Continuará...