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El despertar de sara 2

en Bisexuales

A  los pocos días Sara volvió a quedar con Bea para tomar unos vinos, le había comentado que había descubierto un Tempranillo, que la hacía perder la cabeza.

A las nueve pasare a buscarte.

A la hora convenida estoy preparada, miro por la ventana varias veces, como  si estuviera esperando una cita con mi amado adolescente, ya estoy impaciente, el tiempo se me hace eterno, a eso de las nueve y cuarto, oigo el coche y salgo casi corriendo para recibirla, está esperando con la ventanilla abierta y veo como destaca su sonrisa, se ha teñido de negro, veo que la favorece, no me había dicho nada, no se lo perdonare nunca, subo al coche y la veo, esta preciosa, lleva una falda clara de tonos pastel y una blusa blanca, al subir me da un beso en la mejilla, yo se lo devuelvo, casi emocionada.

¿Dónde vamos?

Pronto lo veras, me contesta.

Cruzamos la cuidad entera y al final de una larga calle desconocida para mí, me dice ya estamos.

La entrada del local no puede ser más austera, una pequeña puerta de madera, al traspasarla me doy cuenta que desde la entrada hasta el pasillo, está demasiado oscuro para ser un restaurante, el interior es mucho más luminoso, las mesas están ocupadas excepto una o dos, los camareros son en su totalidad hombres, todos vestidos con pantalón negro y camisa blanca, sobre la camisa,  un chaleco granate, uno de ellos lleva una especie de brazalete rojo en el brazo derecho, que me llama la atención, el camarero del brazalete rojo nos conduce a una mesa con dos cubiertos, en todo momento se muestra sonriente, con un gesto nos indica nuestra mesa, separa las sillas para que podamos sentarnos, no ha dicho una palabra, Bea observa todos mis movimientos y gestos.

¿Te gusta el sitio?

La verdad que no sé, me parece un lugar un poco extraño.

Es un restaurante, no te hagas ilusiones, y suelta una carcajada que suena en todo el local, los pocos  comensales que hay  en el local, se giran para mirarla.

 El local es amplio, tiene unas quince mesas, todas están perfectamente alineadas, son pequeñas mesas para dos comensales, los manteles son de color azul oscuro, en el fondo del local unas grandes cortinas también azules, cortan el espacio por la mitad, por una puerta al lado de aquel gran cortinón, los camareros salen con los diferentes platos y botellas de vino que tratan como si fuera un tesoro que tienen que guardar.

Sin perder la compostura Bea llama al camarero.

Al poco rato aparece nuestro camarero con una botella de vino y una parsimonia increíble introduce lentamente el descorchador y lo gira muy despacio y con gran maestría, abre la botella, la  calma de este hombre casi me exaspera,  huele el corcho,  el gesto de su cara aprueba el contenido de la botella y nos sirve un poco de vino en una copa.

Las dos a la vez llevamos la copa a la nariz y de repente entran por ella los efluvios de un vino sublime, tengo que cerrar los ojos,  para así apreciar mejor los aromas divinos que desprende aquella maravilla que los Dioses nos han regalado.

Bea me comenta que es un vino elaborado con uvas de Garnacha y Tempranillo tinto, además de un pequeño porcentaje de Mencia, envejecido en barricas nuevas durante dos años.

Para mi gusto resalta demasiado el tanino, pero el sabor es a la vez suave y potente, lo mas encantador de este vino, son los restos sublimes de sabor que deja en la boca, me recuerda a un buen amante, que aunque se haya ido sigues saboreando sus besos.

Bea me miraba fijamente a los ojos esperando mi aprobación, con una sonrisa le hago saber que su elección ha sido acertada.

Habíamos adquirido la costumbre de pedir el vino antes de la cena o el aperitivo, según mi deseo este excelente caldo iría muy bien con una carne roja, Bea,  por el contrario dice acertadamente que era un poco tarde para digerir ese tipo de carne,  sin más discusión nos decidimos por un filete de ternera y una ensalada, el postre sería su sorpresa.

Mi amiga se estaba comportando como si nunca hubiera ocurrido nada entre nosotras, desde que la vi no podía apartar de mi cabeza lo vivido hacia unas semanas, creo que era lo único que cavia en mi cabeza en ese momento, solo la abstracción que me producía cada sorbo de vino me sacaba de mis pensamientos lúbricos, era como si esa noche la hubiera trazado en mi mente con la única intención de gozar.

El camarero del brazalete rojo se nos acerco trayéndonos la ensalada que habíamos pedido, escarola, aliñada con vinagre de Módena y Jerez en la misma proporción, en el centro Boletus Edulis con tropezones de panceta ahumada y uvas pasas, puedo notar el sabor de alguna especia que aun no se identificar, todo el conjunto de sabores son un despropósito de placer para los sentidos, el aroma de los Boletus inunda la mesa, quizás todo el salón.

La conversación esa noche había sido casi inexistente,  me dedico únicamente a otear los rincones del lugar y el extraño ambiente que se respiraba.

Noto como Bea está observando cada uno de mis gestos y movimientos.

Yo sigo embelesada con el vino y los sabores que me ofrece la excelente composición de sabores de la ensalada.

¿Estás muy callada? Me dice.

Estoy gozando, la respondo, con los ojos casi cerrados, es como si los sabores que estaba disfrutando, se convirtieran para mí en un orgasmo continuo de sensaciones culinarias.

¿Qué era eso tan importante que querías comentarme?

Ahora no me apetece hablar del tema.

Como quieras.

¿Desde cuándo conoces este lugar? Pregunto

Ufffffffffffff, hace años, he venido varias veces con Pablo.

Parece un lugar extraño, dentro de la más absoluta normalidad.

Bea sonríe con descaro, depende de lo que tú llames extraño.

No sé, es como si en el aire flotara algo que se escapa a mi intuición.

No te preocupes, puedes estar segura de que esta será una hermosa noche no se te olvidara en la vida.

El extraño camarero del brazalete rojo  aun no ha pronunciado una palabra, se acerca, recoge los platos vacíos de la ensalada y retira la botella de vino, de la que ya habíamos dado buena cuenta.

 A los pocos minutos vuelve con el filete de ternera, acompañado de pequeñas patatas asadas y una salsera de cristal, a través del vidrio trasparente, puedo ver que contiene una especie de salsa oscura, a continuación regresa con otra botella de vino.

 Esta vez un clarete,  Ribera del Duero,  con la misma parsimonia abre la segunda botella, como si de un ritual se tratara vuelve a oler el corcho y repite su gesto de aprobación.

Tanta parsimonia y ceremonia me resultan curiosas, en ningún momento nos ha mirado a los ojos,  atiende solamente nuestra mesa, con escrupulosa solicitud y eficiencia, sin decir una palabra.

La carne tiene un sabor muy especial, se nota que el animal que la ha producido ha gozado de una crianza excelente, en tiempo y alimentación, la salsa es una combinación de el propio jugo del filete, reducido con algún vino blanco y seguramente pimienta blanca molida, las patatas seguro que están deliciosas, pero no quiero cargar demasiado el estomago y las dejo a un lado.

Bea llena mi vaso de vino, mientras me mira a los ojos, noto que en su dulce mirada se refleja el deseo, a continuación sirve su copa y la levanta al aire, tenemos que brindar por nuestra amistad, para que momentos como este se repitan a menudo. Mantengo su mirada sin rubor, levanto a la vez mi copa y hacemos entrechocar los vidrios en el aire.

 “Porque estos momentos de placer se repitan”

Con los ojos sigo la estela de su mano y veo que en la copa ha dejado impresos sus labios color rojo.

Una vez acabado el filete y parte de la segunda botella, nuestro mudo camarero, se acerca, se lleva los platos y los restos de la cena, con la misma parsimonia y eficacia que al principio de la velada.

Serio y callado como siempre aparece con el postre, helado de chocolate y cerezas, acompañados de unos barquillos rellenos de crema pastelera, Bea sabe lo que me gusta, no me ha sorprendido, al llevar la cuchara a la boca, con el helado, noto que la textura del chocolate inunda todas mis papilas gustativas, es un chocolate suave seguramente con alguna mezcla láctea que le hace mas esponjoso al paladar, las cerezas tienen un toque de maceración con algún licor o vino espirituoso, que las dan un sabor especial, incluso creo percibir un toque de canela, los barquillos rellenos de crema siempre han sido mi debilidad, me siento llena, quizás he cenado demasiado.

Tomo una infusión de manzanilla con una gotita de anís, espero que relaje mi estomago. El camarero se acerca de nuevo y nos trae un chupito de crema de moras, el licor desprende un aroma especial, el sabor, quizás muy dulce, pero deja en la lengua el sabor fuerte a la baya en la que se ha macerado, el conjunto es delicioso, tantos sabores diferentes están atrofiando mi percepción esta noche…….. o quizás sea el vino.

Al mirar a mi amiga noto por la expresión de su cara, que el postre no es la última sorpresa de la noche.

Hemos cenado como si hubiéramos asistido a un espectáculo en  vivo, apenas nos hemos dirigido la palabra, he concentrado todos mis sentidos en la cena y el extraño y servicial camarero del brazalete rojo.

Aparece de nuevo por la puerta que está al lado del cortinón azul, me fijo en su fisonomía por primera vez en toda la noche,  es moreno de unos 35 o más años, no muy alto pero por su forma de moverse se nota que esta delgado, pero sus brazos aunque tapados se delata en su camisa que  son fuertes y musculados.

Bea apenas ha probado bocado, desde su silla seguía  mirándome, observa todos mis movimientos,  en algún momento creo ver a parece un felino que se prepara para abalanzarse sobre su presa.

Desde el principio de la noche creo darme cuenta, que seré presa de mi amiga, o eso deseo.

Después del postre miro a mi alrededor y me fijo en el resto de comensales, casi todos son parejas, chico y chica, excepto otras dos mujeres de unos 30 años que están sentadas al otro lado del salón, una es rubia con melena lisa y larga, la otra morena con media melena, hablan sin parar, sonríen divertidas, se las nota una gran complicidad..

Comienzo a mirar a los clientes del local,  hay algún hombre que me parece físicamente interesante, en la mesa de al lado hay un chico que no llegara a la treintena, tiene cara de ángel, facciones suaves y pelo castaño revuelto, dedica toda su atención a una mujer bastante mayor que él, a ella se la nota encantada,  la expresión de su cara la delata, su lenguaje corporal da a entender que quiere agradarle por todos los medios.

En ese preciso momento, Bea me mira sonriente y me dice.

Ahora viene mi sorpresa, si en algún momento algo de lo que ocurra aquí no te gusta, dímelo y nos vamos.

Me quedo callada, solo puedo observar.

La luz de la sala se apaga,  el lugar queda totalmente a oscuras, detrás de la gran cortina azul que dividía el local se enciende la luz,  la cortina se abre en dos dejando ver lo que se ocultaba detrás  de ella.

Una luz fuerte, muy blanca ilumina todo el interior, en el que  se puede ver una gran cama alargada, de unos tres metros de ancho y más o menos cinco de largo, las sabanas son totalmente blancas, desperdigados por encima unos cuantos almohadones también blancos, las paredes están recubiertas de espejos así como el techo, a los lados, apoyadas sobre la pared hay seis sillas también pintadas de blanco, no se ven al primer golpe de vista, están camufladas entre el color blanco de todos los elementos del lugar, la conjunción de toda aquella parafernalia, me produce un morbo difícil de describir, miro a los lados con cierta curiosidad, quiero ver la cara de las personas con las que hace un momento cenaba, poco a poco se van levantando de las mesas, y se acomodan alrededor de la gran cama que está en la zona que ahora hay luz, unos se tumban directamente,  otros se sientan en el borde tímidamente, comienzan a verse las primeras caricias, toqueteos, besos.

El chico guapo acaricia la espalda desnuda de su acompañante y la besa con delirio, ella se deja hacer mientras el joven la desnuda, dejándola solamente con las bragas y el sujetador.

Tomo asiento en una de las sillas que están colocadas en los laterales, quiero ver, necesito saber que pasa exactamente en este misterioso  lugar donde Bea me ha traído.

Una pareja de unos cuarenta años se quitan la ropa mutuamente, hasta quedar completamente desnudos, una de las dos chicas que cenaban juntas se les acerca, va vestida solamente con unas braguitas y les hace un gesto, el hombre le responde con un movimiento de cabeza afirmativo,  se posiciona entre la pareja, el hombre se pone detrás de ella,  la chica comienza a besar y recibir besos,  caricias entre los dos la soban todo el cuerpo, ella se deja hacer impúdicamente, el mete la mano entre las bragas de la ella, la chica abre las piernas  sin ningún pudor,  cierra los ojos, en sus labios asoma un rictus de placer y morbo,  la compañera del hombre se pone al otro lado y comienza acariciarla las caderas y besarla los pechos.

Una morbosa sensación de lujuria y vicio se apodera de mi cuerpo, busco a Bea entre la gente y no soy capaz de verla, lo que hace un rato era una cena normal entre extraños, ahora es una autentica orgia llena de perversión y sexo excitante.

 La situación  me produce una incontenible  sensación de excitación sexual. En mi mente aparece la extraña e irrefrenable idea de disfrutar de mi cuerpo como sea.

Sentada en la silla, excitada, sola, meto mi mano entre las piernas por encima de la falda, cierro los ojos.

¿Qué haces?

Oigo la voz de  Bea, por fin.

¿De dónde vienes, me has dejado sola?

He ido al baño, ¿te gusta lo que ves?

Uffffffffff, me excita, ¿Dónde está el baño? Necesito hacer un pis.

Cruza la cortina y a la izquierda, me indica.

Al fondo aparece entre la penumbra del lugar la puerta del baño, unos pasos más adelante, me cruzo con mi silencioso camarero del brazalete rojo, no mueve un músculo de la cara al verme.

Hola, le digo.

Con un gesto de la cabeza y una mueca casi imperceptible me responde.

Una idea loca pasa por mi cabeza, voy detrás de él y le abordo.

Ven conmigo.

Mira hacia los lados y me contesta en voz baja.

Lo siento, no puedo.

Ven, lo atraigo hacia mí y le beso los labios.

Sígueme, me dice.

Agarra con fuerza mi brazo derecho y abre una puerta, es a una especie de trastero, en la que hay un camastro desecho, de un golpe cierra la puerta a su espalda y se gira hacia mí, con prisa comienza a quitarme la ropa y a besarme entera, me dejo hacer, esta sobreexcitado, una mano poderosa se cuela entre mis bragas, con el dedo índice, acaricia de arriba abajo, no puedo más.

Estas muy mojada,  me dice.

De un tirón,  me arranca las bragas y  las tira a un lado, me apoya sobre unas cajas de refrescos, oigo como se baja la cremallera,  siento caer el pantalón, le  adivino detrás,  agarra mis caderas con las dos manos, me acaricia el culo e introduce una mano entre mis muslos abiertos y los abre un poco más aun,  ahí se acaban los preámbulos, noto como enfila su polla muy dura  y entra dentro de mí de un golpe seco, el placer que siento es increíble estoy fuera de control, comienza un mete saca salvaje, con una mano acaricia mis pechos debajo del la blusa y con la otra me tapa la boca para que no pueda gemir y los demás no puedan  oírnos, después de unos minutos , se sienta en una silla y me ordena que me ponga encima de el dándole la espalda, obedezco su orden y comienzo a botar sobre ese trozo de carne  que me está volviendo loca, dirijo mi mirada hacia la puerta, me doy cuenta que  nos están espiando,  he creído ver a alguien moviéndose detrás de  la puerta,  ahora esta entreabierta y distingo a alguien mirando través de la rendija que deja, mi mirada se cruza con la del intruso o intrusa, le sonrío, confiado entra en el almacén, ahora puedo ver que es uno de los camareros, entra  y se acerca a mí, saca la polla y la pone a la altura de mi boca, la agarro con las dos  manos,  y me la llevo a la boca, la sensación de lujuria desmedida se apodera de mi y succiono con glotonería, me doy cuenta que mi camarero del brazalete rojo se ha corrido dentro de mis entrañas ,  no hemos usado ningún tipo de protección, llegado este punto todo me da igual, al otro chico se retuerce de placer y me doy cuenta que se va a derramar  en mi boca de forma inminente, el camarero del brazalete rojo se levanta, sale de mi interior y se va sin decir nada, el miembro del segundo camarero esta delante de mi cara, en volandas me lleva al camastro, con un gesto me indica que me ponga a cuatro patas y comienza a moverse dentro de mi ser, como si en ello le fuera la vida, mis piernas tiemblan,  casi no me sostienen estoy rendida, el segundo camarero se tensa de repente y después de tres o embestidas más fuertes se queda parado y sale de mis vagina dolorida, ni siquiera se ha desnudado, abrocha la bragueta y se va.

Estoy rendida, he perdido la noción del tiempo y la realidad, tengo que esforzarme para saber donde estoy, me visto como puedo, mi elegante ropa de esta noche ahora esta arrugada, sucia.

Me siento como mi ropa (sucia y arrugada), no soy capaz de encontrar las bragas, quizás las hayamos pisado y estén llenas de la suciedad del lugar, dejo de buscarlas y salgo sin mirar atrás.

Asomo al salón donde se encuentran los comensales, todo es morbo y sexo descontrolado, un detalle me llama la atención, la mujer mayor está sentada en una  de las sillas laterales, tiene las piernas muy abiertas, se  masturba mientras mira el espectáculo, el chico que la acompañaba sodomiza a una mujer morena que está justo frente a ella, el resto es sexo y mas sexo.

Entre la gente veo e Bea, se da cuenta que la busco y viene a mi encuentro.

 ¿Qué te ha pasado?  ¿Dónde te has metido? Parece que te hubiera pasado un tren por encima.

Ya te lo contare., ahora quiero irme.

¿Puedes esperarme unos minutos?

Claro que sí.

Me siento en una silla al lado de la mujer mayor,  ahora esta acariciándose los pechos mientras chupa con delicadeza el miembro de su joven acompañante, mi cabeza no da para más esa noche, todo lo que pasa ante mis ojos,  discurre por mi mente como una película que no tiene interés.

Un hombre se acerca a mi oído,  dice algo imperceptible, sin entender bien lo que me ha susurrado, hago un gesto de negación con la cabeza, se aparta sin decir nada más.

Bea, es penetrada sin piedad por un hombre moreno, no muy atractivo, mientras besa  y lame el sexo  de una mujer delgada, muy hermosa.

Minutos después, salimos del lugar y subimos al coche.

En el camino casi no hablamos.

Cuando estamos entrando en mi calle, me dice.

Creo que no debimos venir a este lugar, quizás no estés preparada para esto.

Detiene el coche a mi puerta.

¿Necesitas algo, me dice?

Sí, quiero que te quedes conmigo esta noche, no quiero estar sola.

Eso está hecho, me dice mientras me sonríe.

Al salir del coche y noto que la leche de los dos tíos, que se corrieron dentro de mí, resbala por el interior de mis muslos.

Me siento muy sucia, como una puta.

¿Qué te ha pasado? ¿Dónde te has metido, toda la noche?

No sé qué contestar y me ruborizo como una colegiala que ha hecho algo malo.

Voy a asearme.

Mi amiga entra al baño detrás de mí, y se me queda mirando dejo caer la falda y queda al aire mi coño depilado y el brillo en mis muslos de la eyaculación de los dos camareros.

Abro el agua de la ducha y hago ademán de meterme debajo del agua, Bea si previo aviso acaricia mi vulva, su dedo índice  saca de mis labios un gemido sordo y seco.

Como estas ¿qué ha pasado?

Me doy una ducha caliente, Bea con una esponja extiende con gran delicadeza el gel de baño por todo mi cuerpo, se desnuda y entra conmigo debajo del agua, sigue acariciándome con la esponja y yo hago lo mismo, mientras comienzo a besarla, como te necesito esta noche.

No te preocupes estaré contigo, no te dejare sola.

Recién duchadas, limpias impolutas, a mi mente vino una frase que mi amiga Clara decía cuando aun éramos unas jovencitas, “todo lo que se lava se estrena”, no puedo por menos que sonreír.

¿De qué te ríes ahora?

De nada, cosas mías.

Nos metimos en la cama, me da un beso en los labios y se da la vuelta

Hasta mañana.

Hasta mañana cielo.

Me pongo a su espalda y acoplo mi cuerpo al suyo, siento en mis manos sus poderosos pechos, duros, turgentes, deseables.

El sueño no llega, no quiero molestar a Bea,  ella duerme plácidamente, no puedo resistirme y comienzo a acariciarla el culo, las piernas, los muslos, los pechos, ella duerme, o eso parece, impasible ante mis caricias, beso su espalda, su hombro, aparto su melena y la beso el cuello, debe tener un sueño muy pesado, aun así sigo acariciando su cuerpo, solo para mi disfrute, toco con mis dedos sus pezones, están duros, erectos, suaves, los pellizco ligeramente, creo oír un suspiro ahogado, sigo con mi labor exploratoria, mi mano baja despacio por su espalda y me encuentro de nuevo su culo duro suave, sigue acostada de lado ofreciéndome su espalda, está casi en posición fetal, mis dedos temblorosos se aventuran entre su intimidad más profunda y deseada, toco con las yemas sus labios mayores, recién depilados, meto mi dedo índice con cierta dificultad y creo notar como abre ligeramente sus piernas, su cueva de placer está muy húmeda, acaricio suavemente.

En ese momento cambia de posición y se pone boca arriba,

Separo sus piernas y acaricio su vulva, está totalmente mojada, suspira, veo que se muerde los labios, se agita, mientras  acaricio beso y lamo sus pezones, me acuerdo que mi rojo amigo casi olvidado esta el  cajón de la  mesilla, lo cojo y lo pongo en marcha, su sonido ronroneante rompe el silencio de la habitación lo dejo entre las piernas de mi amiga, se lo meto despacio, con un dedo acaricio su clítoris, noto que está a punto de correrse ha mojado las  sabanas  juego con mi amigo, dentro de su adorable coño, y comienzo un mete saca que la lleva a un orgasmo, un gesto delata que no estaba dormida.

Se da la vuelta de nuevo y ahora soy yo quien  está totalmente excitada, pellizco mis pezones, están duros como una piedra, los acaricio con movimientos de arriba abajo, estoy chorreando, abro las piernas de par en par y dejo que mi rojo amigo explore mi interior llenándome de un placer infinito.

El orgasmo llega despacio, como un sopor, de pronto noto las contracciones que me elevan al infinito del placer.

 Apago amigo y lo dejo en la mesilla,  me acoplo de nuevo al cuerpo de mi amiga,  ahora si duerme plácidamente.

Yo dormiré toda lo noche.

 FERNANDO