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Amantes (2)

en Hetero: Infidelidad

Amantes (2)

 

En el baño continuaron la fiesta, entre la humedad del agua corriéndoles los cuerpos deseosos por el otro. Besos y más besos, caricias y más caricias que les llevaron a la completa locura…

 

El azul del mar inunda mis ojos,

El aroma de las flores me envuelve.

Contra las rocas se estrellan mis enojos

y así toda esperanza me devuelven.

 

Malos tiempos para la lírica.

 

Las ratas corren por la penumbra del callejón,

Tu madre baja con el cesto y saluda.

Seguro que ha acabado tu jersey de cotton

Puedes esbozar una sonrisa blanca y pura.

 

Malos tiempos para la lírica.

 

Seguro que algún día, cansado y aburrido,

Encontrarás a alguien de buen parecer,

Trabajo de banquero bien retribuido

Y tu madre con anteojos volverá a tejer.

 

Malos tiempos para la lírica…

 

Malos tiempos para la lírica, GOLPES BAJOS

 

 

En el baño y de forma muy, muy lenta la vi deshacerse de las ceñidas medias blancas que tan sexy la hacían ver. Ante mí, la pierna doblada y el culo puesto en pompa las fue dejando resbalar con suaves movimientos de dedos sobre la fina tela. No sé cómo logré mantener la compostura y no lanzarme en ese mismo momento sobre ella, pero lo conseguí la mano en el miembro masturbándolo arriba y abajo en espera de nuevas noticias. Con sonrisa burlona, me guiñó el ojo invitándome a unirme a ella, acompañando los besos la continua sinfonía de caricias sobre los cálidos cuerpos. La cabeza tomada entre mis manos, ladeó el rostro dejándose besar cariñosa. Por abajo, entre los dedos me pajeaba ahora ella tomándoselo con calma y disfrutando el ir y venir sobre mi sexo que, irremediable, volvía a responder ante tan agradable trasiego.

-          Espérame aquí, ahora vengo nena.

 

-          ¿Adónde vas?

 

-          A la cocina a por una botella de vino blanco y unas copas.

 

-          No debería beber más.

 

-          Tranquila, está frío y suave. Verás que te sentará bien.

 

-          Está bien pero una copa solo. Te espero aquí… no tardes.

Con la botella y las copas volví raudo junto a la mujer. Ayudándola a entrar en la bañera, me metí tras ella quedando sentado a su espalda mezclados entre el agua espumosa. Abriendo la botella, llené las copas brindando ambos por nosotros. A Violeta le gustó el sabor algo fuerte aunque dulzón del vino que le ofrecí. Los labios húmedos, dejamos las copas a un lado. Agarrando la esponja entre las manos, muy lentamente empecé a acariciarle la cálida y sensual espalda además del cuello, para luego besarle el hombro escuchándola gemir aliviada. Cayendo sobre mí se dejó enjabonar, el agua corriéndole el cuerpo con el tráfago de la esponja.

El cuello, los pechos, siguiendo hacia abajo llegué a la barriga que llené dejando caer una buena cantidad de agua lo que la hizo lanzar un grito divertido. La esponja arriba y abajo humedeciendo el cuerpo deseado, el cuello, los brazos, nuevamente la barriga para acabar ahora en el pubis hundido bajo el agua. Gimió débilmente, la espalda apoyada en mi torso y los ojos cerrados disfrutando la caricia. Me ponía, me ponía aquello mucho, tenerla entre mis manos gozando lo que le hacía. Volviéndose a mí me dio la boca para que la besara, cosa que hice sacando la lengua para encontrarla junto a la suya. Ambos nos removíamos dentro del agua, excitados por la cercanía extrema, temblando el uno y la otra sin remedio.

Los dos juntos dándonos un mínimo respiro, la acaricié pasando suavemente los dedos por el pecho. Violeta nada decía, solo notando el roce erizándole la piel. Abriendo ella los ojos y enfrentando las miradas, no pudimos evitar la necesidad de un nuevo beso, abriendo las bocas para unirlas de forma leve en un tímido pico, pico hecho delicia por aquella boca fresca y sensual que me embelesaba. Seguimos besándonos, reclamando ahora ella mis caricias sobre su cuerpo, la mano en el cuello para bajarla al pecho que encontré duro entre los dedos. La mujer gimoteó una vez más, la mirada perdida y los labios abiertos y temblorosos. Una tentación horrible era tenerlos ante mí, trémulos en su debilidad de hembra entregada al deseo. Los cubrí en un nuevo beso que pronto se hizo mucho más largo y lascivo, las lenguas una sobre otra, enredadas en el combate del amor.

-          Sigue Emilio, sigue… me siento tan a gusto contigo.

 

-          Me gusta verte así.

 

-          ¿Así cómo?

 

-          Así tan hermosa y débil, tan entregada y excitada.

 

-          Gracias cariño, bésame otra vez.

Nuevos besos esta vez tibios y delicados, disfrutando el calor de las bocas, las salivas mezcladas humedeciendo los labios tan juntos. Al tiempo que mi mano corría sobre su pecho acariciándolo inquieta, la de ella me abrazaba el cuello llevándome contra ella, pidiéndome continuar sin decir palabra. No hacía falta decir nada, los dos sabíamos lo que queríamos y deseábamos. Por mi parte, solo deseaba que aquel mágico momento no acabara nunca y tenerla a mi lado para siempre. Con los ojos me miraba pérfida, pasando la lengua al relamerse para finalmente morderse el labio inferior jadeando entre lamentos. Me encantaba tenerla a mi lado, tan dispuesta a seguir, besándonos con ternura saboreando cada nuevo beso que nos dábamos. Los dedos apoyados en su pecho, los mantenía quietos, moviéndolos solo un poco en pequeños círculos por encima del pezón. Mientras, las lenguas continuaban su trabajo golpeándose entre ellas, la mía tratando de buscar la suya en el interior de la boca.

Nos separamos y nuevamente me encontré con aquella mirada insinuante y llena de sugerencias, provocándome con su boca abierta en la que destacaban los pequeños dientes blancos y bien cuidados. Observó la mano bajarle entre los pechos, subiendo para jugar con la espuma sobre el grueso botón. Me miraba agradeciendo la suave caricia, gesto excitado e indicativo de querer seguir. Le acaricié el pezón obligándola a cerrar los ojos, pasando al otro pecho para apretárselo entre los dedos, retorciéndolo levemente como continuación al masaje que le dedicaba. Apretando los pezones la hice gritar y gemir al tiempo que le comía desaforado el cuello, goloso, de forma tan intensa que llegué a marcarle el chupetón sobre la delicada piel. Prueba inequívoca y que en los próximos días debería ocultar a miradas maliciosas en la oficina. Gimió quejándose por mi osadía pero no se retiró, señal clara invitándome a prolongar el momento.

-          Ummmmm cariño… con cuidado, no seas tan impulsivo.

 

-          Perdona, me dejé llevar por la pasión.

 

-          Te comprendo, pero soy una mujer casada con obligaciones que atender.

 

-          Iré con cuidado pero es que me pones tanto.

 

-          Tú a mí también mi amor… vuelve a besarme anda…

Llegué a pensar que lo de la mujer casada era una excusa con la que excitarme aún más, algo que le daba morbo para conseguir encenderme con ese simple comentario. Tal vez un juego en el que se escudaba viendo el éxito que sobre mí producía. Y seguramente también sobre ella, sabiendo lo poco considerada que en casa estaba. Volviendo sobre el cuello, lo lamí y besé arriba y abajo, mordiéndole la barbilla, el labio inferior sin poder disimular Violeta el azoramiento que la embargaba. Parecía una muchachita indefensa en su primera cita, su cuerpo de diosa envuelto en espuma y agua, la cabeza apoyada en el borde de la bañera. Allí tan débil y hermosa, me la comía con los ojos cayendo una vez más sobre su boca jugosa que besé y chupé con sensualidad obscena, las salivas hechas una, las lenguas batallando feroces, atrapándole el labio entre los dientes. La rubia treintañera respondía sin parar de suspirar y sollozar, las uñas corriéndome la espalda y el hombro, bajando raudas al brazo que tomada la tenía. Me llevó contra ella la boca hecha un puro lamento, temblando irrefrenable como una colegiala inexperta. Y así estuvimos largo rato, besándonos y sintiéndonos las pieles como si el tiempo hubiese parado su transcurrir. Los dos solos disfrutando el uno del otro, en agradable compañía y en completo silencio ya con las primeras luces del día invadiendo la estancia. Era ella, la mujer sumisa y hecha deseo, la que me buscaba con la mirada, aquellos ojos que no podía dejar de mirar como si me tuvieran hechizado. Incorporada hasta quedar arrodillada dejó que la amara, enganchándole el pezón que cubrí con los labios succionando del mismo. Lamiéndolo con gula lo sentí crecer, enderezándose bajo el roce de mi lengua, de mis labios apoderándose del oscuro botón. Jugando con la aureola en círculos para enseguida ser el pezón el centro de mis atenciones, mordisqueándolo, chupándolo, dándole el placer que reclamaba.

-          ¡Chúpalo sí… me gusta eso… sigue sigue, cómetelo bandido!

 

-          Oh sí, cómo me gusta eso… continúa chupando mi amor.

 

-          Está duro…

 

-          Lo está, me tienes muy cachonda.

 

-          Así quiero verte cariño… caliente y excitada.

Seguí comiéndole el pezón y luego el otro conocedor del éxito de mi empresa, devorándolo entre los labios, notándolo rebelarse ante el cálido ataque. Duro como una castaña, la lengua continuaba maltratándolo con fruición y ella sólo se dejaba hacer, gozando muda los placeres carnales. La piel húmeda, la boca y los dedos corrían con facilidad tratando de conseguir en ella nuevas emociones. Continué chupando y lamiendo, no me cansaba de hacerlo tan mimosa la veía. Con la mano en mi cabeza y la otra sobre su pecho, yo no paraba de acariciarla de forma lenta, sin prisa como si cada roce fuera una nueva aventura. Por abajo, los dedos descansaban sobre su sexo, mojado por la humedad de la bañera y por otras cosas. Los dos en silencio, sólo se escuchaba el suave lameteo en la piel sensible, haciendo el momento cada vez más complicado para ambos.

-          ¡Sí sí… cómo me pones Emilio, cómo me pones!

 

-          Tú sí que me pones a mí.

 

-          ¿De verdad lo dices?

 

-          Claro que sí, ¿acaso crees que puedo mentirte con eso?

 

-          No sé… los hombres sois como una veleta, en cuanto se os pone otra por delante… –respondió encendiéndome aún más con su respuesta.

 

-          Ven aquí nena… deja que te bese.

Nuevos juegos de lenguas, me encantaba probar el ardor de sus labios. Besándonos con audacia, las bocas se cerraban para volverse a abrir permitiendo el roce constante entre las lenguas. Tan pronto enlazadas como separadas, golpeando una con otra provocándonos con el turbio combate. Tomada por la cintura, nos morreábamos como adolescentes mordiéndonos con descaro, los dedos femeninos bajándome el pecho sin dejar de juguetear con los rizados vellos. Acariciándole la raja sin ir aún a más, retrasando todo lo posible el esperado instante. Empezó ahora sí a gemir deseando que lo hiciera, deseando ser penetrada por mis dedos o tal vez por un objeto mucho más contundente y conocido. Insistí en lo anterior, el pezón como punto principal de interés succionando del mismo, pasándole la lengua una y otra vez sin decir palabra pero perfecto sabedor de la respuesta inequívoca que provocaba en ella. Gemía ronroneando, apretando los labios para no gritar, los ojos cerrados al protestar el leve mordisco ultrajante. Avancé entre sus piernas haciéndose los gemidos más perceptibles aunque débiles, moviendo los dedos adelante y atrás sobre la empapada vulva. No quise todavía penetrarla, buscando hacerla rabiar con el retraso. De ese modo, estuve acariciándola por encima, abriéndole los labios a los lados para pasar de largo como al descuido. Ella suspiraba y jadeaba alterada, cada vez más alterada por la necesidad de algo más.

-          ¡Fóllame por favor, fóllame!

 

-          Por favor cariño, no me hagas sufrir más.

 

-          Estás muy cachonda nena, así me gusta verte.

 

-          Ummmmm, sigue sigue… fóllame vamos, no seas malo conmigo…

 

-          Me encanta hacer que lo desees.

 

-          Oh sí mi amor, fóllame… fó… llame.

La cabeza echada abajo observaba lo que le hacía, respirando entrecortada, comiéndole y llenándole de besos el pezón mientras entre las piernas comenzaba a tocarla con mayor firmeza. La masturbé moviendo los dedos por encima de la rajilla, arrancándole con ello un largo suspiro satisfecho. Adelante y atrás y de forma lenta, muy lentamente recreándome en su creciente placer. Moviéndolos cada vez más rápido, masturbándola y pasándole los dedos para luego meterlos suavemente favorecido por el agua jabonosa y la lubricidad femenina. Violeta sollozaba, el gesto hecho un poema, temblando toda ella al sentirse llena de mis dedos. Dos de ellos la penetraban traviesos, adentro y afuera para escapar sobre la tierna abertura hecha un charco. Yo aprovechaba para así correr sin darle un segundo de respiro, follándola con decisión hasta lo más hondo, saliendo de ella al besarla y así acallar la tensión que sufría.

-          Deprisa cariño, deprisa.

 

-          Estás muy mojada.

 

-          Culpa tuya –exclamó con voz ronca antes de sonreír inquieta por la caricia que la devoraba.

 

-          Bésame Emilio… ¡dios, qué bien lo haces!

Los dedos hechos un demonio la traspasaban, dejándola sin respiración al penetrarla profundamente. Elevándose bajo los dedos para de ese modo tratar de escapar al suplicio. Pero no se lo permití, sabía bien lo cachonda que se encontraba y que no le quedaba mucho para un nuevo orgasmo. Continué follándola una y otra vez, masturbándola luego por encima del sensible botón que creció perverso con el contacto que mis dedos le dispensaban. Violeta se agarraba a mí, gimiendo ahora sí desgañitada, jadeando sin control de sí misma, los ojos entreabiertos y fijos en un punto nebuloso y lejano. Parecía encontrarse muy lejos de allí, quizá solos ella y mis dedos que la acariciaban con premura y violencia. Ufanos se deslizaban entre las paredes de la bella damisela que no paraba de pedir más y más.

-          Me vuelves loco nena.

 

-          ¡Oh sí, continúa con eso… es fantástico!

Con la mano se agarraba al borde de la bañera, echada atrás y buscando alivio a su tormento. La mirada perdida y llena de lujuria, mostrando los dientes al respirar la pasión que la dominaba. Cerró los labios humedeciéndolos brevemente, para volver a respirar con dificultad extrema removiendo las caderas alrededor del dedo acusador. En su total desazón la follaba cada vez con mayor descaro, viéndola sollozar y gritar exigiendo mayor ritmo en mi penetrar. Los dedos llenos de sus jugos, se los di a probar cosa que hizo con evidente placer. La tenía muy perra, a punto de correrse una vez más pero soportando aún el martirio.

-          ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh sí sí… fóllame cariño, así así!

Se corrió abrazada y derrotada sobre mí, respirando con dificultad el aire que le faltaba. Le aparté el flequillo a un lado, viéndola cansada pero feliz, gozando la imagen de placer que presentaba. Caímos en un beso con el que acallar su delirio, morreándonos entre gemidos del uno y del otro, tan excitados nos sentíamos. La boca en sus peras, devorándolas de forma alternativa para de ese modo resistir el deseo que me oprimía por dentro. La deseaba tanto, tanto como a pocas mujeres había deseado antes. El pezón empitonado entre mis labios, succionando del mismo como un bebé y bajando después rodeando el ombligo y más allá hasta alcanzar los pelillos del pubis. Escalofríos de puro gusto le corrían de la cabeza a los pies al sentir el aliento cubrirle la piel, echándole el calor de mi boca sobre el húmedo sexo. La mujer se quejaba hermosa en su desnudez, gimoteando sonoramente con el constante ir y venir de mis dedos tratando de hundirse en la hendidura abierta.

Adoptando la mejor posición comencé a comerle el chichi, golpeando con la lengua los labios que se abrían como la flor al rocío. Hambriento, lamía y devoraba la vulva femenina pasando la punta una y otra vez en pequeños círculos por la rosada hendidura. Húmeda y jugosa se veía y a ella me amorré como un bendito, ofreciendo a la mujer un trabajo de lo más delicado y afanoso al tiempo. La lengua corriendo entre las paredes, se hundía mínimamente favorecida por lo muy mojada que Violeta se encontraba. Los pelillos se mezclaban en mi boca, subiendo al pubis para volver a bajar a la entrepierna que se dejaba llevar por mi ávida boca. La mujer tan entregada, gemía prorrumpiendo en un cúmulo de gemidos y lamentos que tuvieron la virtud, como no podía ser de otro modo, de animarme en mi labor. Entre los labios tomé el suyo abultado, tirando del mismo para enseguida continuar el movimiento continuo de mi lengua provocando multitud de estímulos en la zona afectada. Rápidos lametones que la hicieron gemir complacida y de forma mucho más ruidosa. Con los dedos acaricié la humedad, hundiéndolos para que se tensionara en un suspiro ahogado. Comencé a follarla, adelante y atrás, adentro y afuera observando la dulce ternura responder al ataque recibido. Ella se elevaba nerviosa ante la caricia, agradeciendo cada nuevo roce con aquel gesto que tanto me excitaba.

-          Así mi amor, así… muévelos más deprisa, no pares…

 

-          Disfruta preciosa, qué rica estás.

 

-          Fóllame mi vida, fó… llame toda… qué ganas tenía de algo así…

 

-          Deja que te acaricie pequeña.

 

-          Oh sí, hazlo. Ponme muy perra, lo deseo.

¡Qué encantadora resultaba, qué encanto gozar de su belleza y debilidad! Mostrándome su cuerpo desnudo, la besé chupándole luego las tetas mientras con la mano atrapaba la vulva enterrándole los dedos en la vagina. Cariñosa susurraba, exigiéndome continuar. Entre los dedos y bajo el agua me acariciaba, masturbándome muy lentamente como recreándose en ello. Se estremeció involuntariamente con la fuerza irrefrenable de mi sexo, la otra mano sobándome el brazo para rauda pasar al torso bronceado y fornido. Los ojos vidriosos, me sonrió coqueta e insinuante y yo le sostuve la mirada con lascivia contenida.

-          ¡Te deseo Violeta, te deseo! –pronuncié en voz baja al mirarle los senos con insultante descaro.

 

-          Agggggggggggggggggggggggh, sí sí.

Muy puta volvió a sonreír ante mis cálidas palabras, removiendo provocativa las nalgas y notándose mojada e inquieta. La mujer me imaginó tomándola y solo ese pensamiento la hizo estremecer, diciéndomelo directamente y jadeando entrecortada sin poder controlar su pasión. La empujé echándola atrás y tomándola por la cintura, la besé entrándole la lengua en la boca sin pedir permiso, ya no había necesidad de ello. Le apreté las nalgas entre las manos, clavándole los dedos al notarla querer separarse. El beso se hizo largo y profundo, tentador y ardiente, respondiendo ella sin recato, más bien todo lo contrario. Le comí las tetas a la vez que le manoseaba las nalgas redondas y prietas. Violeta gimoteaba complacida por el atrevimiento que le mostraba. Los pezones se le pusieron duros como piedras y ella misma empezó a enjabonarse la entrepierna moviendo la esponja con horrible dilación, despacio muy despacio distraída con el continuo frotar. Se masturbó, aflorándole de los rosados labios un lamento sofocado. Se masturbó con mayor rapidez, moviendo la esponja sobre la vulva jabonosa, cubriéndole la flor femenina con el blanco reparador. Así se corrió una vez más, sollozando sobre sí misma, mordiéndose el labio hasta hacer brotar un mínimo hilillo de sangre del mismo.

A través del cristal de la pared, observé el trasero en pompa con lo que no pude evitar un ramalazo entre las piernas. A la mujer le agradó ser contemplada con el inconfesable deseo que mis ojos mostraban. Volvimos a besarnos, besos apasionados, deliciosos, llenos de apetito por el otro. El aroma a fresca fragancia me subyugaba el entendimiento. Las manos me acariciaron la espalda apretándome a ella y yo solo las apoyé sobre las caderas, bajando seguidamente a los muslos lozanos de potranca a la que someter. Con los dedos tocó mi sexo llevando la piel atrás, haciendo el glande palpitar en su delicada sensibilidad. Gemí emocionado al sentir el lento ir y venir de los dedos a lo largo del tronco. Descapullándolo y cubriéndolo de forma alternativa, gemía como un bendito embaucado por la caricia femenina.

Cambiando de posición, quedó ahora sentada a mi espalda que pronto empezó a lamer pasando la lengua a lo largo de la columna. Eso me hizo temblar de la cabeza a los pies. Pero aún me hizo temblar más al hacerme sentir la respiración pegada, agitada sobre la nuca y el cuello para finalmente caer sobre la oreja izquierda que llenó de babas. Gemí loco de excitación por el exquisito roce, que continuó besándome suavemente la otra oreja y llevando después la locura al extremo al mordisquearla con levedad. Un escalofrío nervioso me recorrió nada más notar el tímido rozar de los dientes. Un susurro en forma de palabras obscenas escuché en su voz ronca. Con las piernas dobladas Violeta me envolvía, apoyando yo las manos en los muslos que acaricié con el agua jabonosa. Cogiéndome la polla bajo el agua, me masturbó mientras por detrás me provocaba con insana deferencia. Nuevas palabras procaces a las que respondí del mismo modo, girándome hacia ella para besarnos con urgencia malsana.

-          ¿Estás excitado Emilio?

 

-          Sí nena, sí… sigue con lo que haces.

 

-          ¡Qué dura se te ha puesto… me encanta!

 

-          Sigue, sigue… continúa…

 

-          ¿Dime, te hago sufrir con eso?

 

-          ¡Eres mala querida, continúa pajeándome así despacio.

El beso se hizo eterno en el interior de su boca, los jadeos alterados y con la mano tomándole los cabellos alborotados. Nos frotábamos el uno contra el otro, con fuerza y rapidez, los pechos clavados en mi espalda como si de dos pequeñas dagas se tratara. Y mientras con la mano removía mi sexo adelante y atrás, bien sujeto entre los dedos y haciendo saltar el agua a su alrededor. Curvado mi miembro escandalosamente en forma de plátano lubricado, el glande aparecía brillante y enhiesto, orgulloso en su hinchazón.

-          ¡Qué grande y hermosa!… deja que te la coma un rato, ¿quieres?

 

-          Uffffff, menuda arpía estás hecha.

 

-          Vaya, ¿es que no quieres que te lo haga? ¿No sabes que me tienen muy abandonada? –preguntó con voz de falso desencanto.

Haciéndome poner en pie quedé ante ella, el miembro curvado hacia arriba y deseoso de una boca que lo calmara. Violeta lo miró golosa, humedeciéndose los labios por el festín que iba a darse. Arrodillada, lo tomó con firmeza iniciando un lento lengüeteo a lo largo del pene. La lengua corría traviesa y mirándome a los ojos, cerró los suyos metiéndosela en la boca más de la mitad. Tuve que cogerme a ella para soportar el ataque, los dedos junto a su boca notando el suave deslizar de la gruesa barra. Sacándola se dedicó a chuparme los dedos, saboreándolos como si de mi sexo se tratase. Disfrutando su delirio, chupaba con desenfreno para enseguida cambiar al hinchado capuchón que envolvió con los labios produciéndome una extraña desazón.

-          Ummmmm, qué polla más rica… dámela toda sí.

 

-          Chupa nena, chupa.

 

-          Ummmmm sí sí… me encanta.

 

Sigue pequeña, ¿te gusta comer polla, eh?

 

Sí me encanta, ya me gustaría comer más de la que como.

 

¡Qué guarra eres!

 

Ummm, ummmmmmmmmmmmm.

La lengua por encima del tronco, lo lamía con maestría haciéndolo palpitar entre los dientes. La piel venosa aparecía oscura bajo sus labios que la recogían moviéndose arriba y abajo. Tan pronto rápido como mucho más lento, entretenida en lo que hacía, la chupaba con delicadeza disfrutando el grueso músculo que se comía. Yo gemía impaciente y sintiendo fallarme las piernas ante el ataque desbocado al que me sometía. Apoyado en ella seguí el ritmo de la felatio, adelante y atrás para de pronto sacarla volviendo a los rápidos lengüeteos de la juguetona lengua.

-          Así así, deprisa.

 

-          Agggggggggggggggggghhhh, me llena la boca… qué grande es.

 

-          Me tienes loco guarrilla, sigue más deprisa sí.

 

-          ¡Glups, glups!

Le llenaba la boca tal como ella decía, el pómulo ensanchado por la naturaleza descontrolada que lo maltrataba. Le costaba respirar cada vez más pero no por ello lo dejaba estar. De ese modo, se lo metía hasta lo más hondo produciéndole arcadas, los huevos golpeándole el labio lastimado. La tuvo unos segundos aguantando la respiración, para luego sacarla mostrando todo el vicio que la embargaba. Con el miembro sujeto, cayó sobre los huevos y el escroto a los que ofreció un placer de lo más agradable, entretenida en el juego de pasar y repasar la lengua por encima para seguidamente metérselos en la boca con fruición. Los chupó succionando de los mismos produciéndome con ello un agradable cosquilleo, el placer instalado en mí gracias a la boquita de la casada. Los ojos entrecerrados, los abría para clavarlos en los míos volviendo a meterse mi sexo con total complacencia. La mano en mi muslo se la veía cómoda en su quehacer. Adentro y afuera, adentro y afuera y así una y mil veces humedeciéndola con sus babas que le corrían por la comisura del labio.

Aquella perra lo disfrutaba era claro, lo que su marido no gozaba lo gozaba yo con creces. Me había costado pero allí la tenía entre mis piernas y completamente entregada, dándome una felatio que recordaría por mucho tiempo. No se cansaba de lamer muy lentamente y yo lo agradecía alargando mi placer. La punta de la lengua jugueteando con el glande que demandaba un mayor interés. Tremendo trabajo de labios y lengua me estaba dando, experta en su delicada suavidad. Con la mano acompañaba la dulce mamada, metiéndosela hasta la mitad y acariciando el largo tronco que respondía inquieto a la doble caricia. Nunca había visto una mujer tan dedicada a su tarea y eso que es algo que les encanta, pero Violeta era especial succionando hambrienta pero reposada sabiendo que cuanto más lo alargara más me haría disfrutar. Un ritmo ágil que parar convenientemente, ávida por aquel músculo que la fascinaba. De nuevo la lengua subiendo desde la base al glande en premiosos lametones con los que hacerme vibrar. Y vuelta a tragar, viéndolo desaparecer en la boca que lo devoraba como el mejor de los manjares. ¡Dios, qué placer me daba!

-          Muy bien nena, la chupas muy bien.

 

-          ¿Te gusta? –abrió los ojos al escuchar mis palabras.

 

-          Lo haces de maravilla, se nota que te gusta.

 

-          Me encanta, no hay nada mejor.

 

-          Cómetela así… cómetela despacio.

 

-          Ummmmm… glups, glups.

El miembro erecto brillaba con la luz de la mañana reflejada a través de la ventana. Sentado en el borde y las manos echadas atrás, sólo podía disfrutar lo que aquella brujilla me hacía. Gimiendo a cada paso con mayor ardor, me resultaba difícil mantener el tipo con el ritmo que ahora llevaba. Rápido, veloz, la lengua humedeciendo el glande que quedó oculto ante la insistencia de la boquita maligna. La redondez del culo femenino quedaba a mi vista como una tentación a tomar. Sin embargo, Violeta no me soltaba tan ocupada se encontraba en dar placer a mi pobre sexo. Deprisa, deprisa, la mano arriba y abajo junto a la boca que no cejaba en su empeño de procurarme mayor deleite. Mis gemidos se hicieron constantes ante el saber hacer de la experta mujer. Buscaba que se lo diera y yo estaba dispuesto a regarla con mi abundante lefada. Con pocas ganas de aguantar y sí en cambio de soltarlo todo.

-          Así nena así… me vengoooooo.

 

-          ¿Te queda poco? ¿vas a correrte?

 

-          Si sigues así no lo dudes pequeña.

 

-          Bien, eso es lo que quiero.

Nuevamente ciega en su pasión, chupaba y comía con fuerzas renovadas como si el aviso de mi próxima corrida fuera un aliciente para ella. Aún me dio un mínimo respiro al pasar la lengua y los labios a lo largo del tallo, la mano masturbándome camino de un punto sin retorno. Se lo hice saber pero no me hizo caso, engullendo el grueso plátano hasta ahogarse con el mismo. Lo soltó dejándolo ir pero solo fue un instante. Mis suspiros se mezclaban con los sonidos guturales que Violeta producía, tragando polla una y otra vez. No podía más, iba a correrme sin remedio. Quitándosela de entre los dedos, me pajeé furiosamente hasta que con un gruñido animalesco acabé eyaculando y echándoselo todo por encima. El semen blanquecino y viscoso saltó por el meato, por el mínimo canal escapando a su prisión, buscando la ansiada libertad en brazos de la hermosa mujer que lo acogiese. La dejé perdida, el primer goterón alargándose por cara, ojo y hasta el pelo. Tuvo que cerrar el ojo con celeridad para no verse sorprendida por la abundante corrida. Las peras cubiertas de semen pastoso y aún tuve fuerzas para dos nuevos lefazos que le fueron a dar en la boca abierta y de la que escapaba la lengua en espera de mucho más. En completo frenesí, la mirada nublada y sujeto a su cabeza el orgasmo se hizo tumultuoso recogido por los ronroneos de la casada mimosa.

-          Córrete nene, córrete… dámelo todo, dámelo todo.

 

-          Agggggggggggggggggg.

 

-          Sí qué bueno, qué bueno… qué corrida más buena muchacho.

 

-          Ufffff sí, tómalo todo brujilla, todo para ti.

 

-          Sí lo quiero, lo quiero todo.

Relamiéndose de gusto y con el rostro hecho vicio, degustó los fluidos mientras con los dedos se limpiaba llevando el resto al interior de la boca. Con la otra mano esparció el semen sobre sus pechos, enriqueciendo la piel y los pezones al dejarlo absorber. Temblé todo yo con los últimos espasmos del orgasmo, creyendo perder el equilibrio antes de mantenerme firme gracias a sujetarme a ella. Violeta sonreía con sonrisa aviesa el desastre que había cometido.

-          Ummmmmm, qué bueno qué bueno… menuda corrida más rica, estabas bien cargado.

 

-          ¡Maldita guarra, mira como me pusiste! –exclamé sin saber bien lo que decía.

 

-          ¿Guarra dices? Hace un momento no decías lo mismo –dijo sonriendo con la misma malicia al mostrarme el denso esperma reposar en la lengua.

Con un golpe y los ojos en blanco lo tragó como punto culminante a su locura, como punto y final necesario a la estupenda relación vivida. Respiré con fuerza tratando de separarme de ella. Pero Violeta no pensaba lo mismo o al menos parecía tener otros planes respecto a lo nuestro…

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Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo