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Amantes (3)

en Hetero: Infidelidad

Amantes (3)

 

Los amantes continuaron la fiesta llevándola hasta el final. Tan excitados estaban que ya no podían parar. El hombre goloso quiso conocerla más, invitando a la mujer a quedarse y así seguir con lo suyo…

 

 

Come on

oh baby don’t you want to go

come on

oh baby don’t you want to go

back to that same old place

sweet home Chicago.

 

Come on

baby don’t you want to go

hidehey

baby don’t you want to go

back to that same old place

oh sweet home Chicago.

 

Well, one and one is two

six and two is eight

come on baby don’t ya make me late

hidehey

baby don’t you want to go

back to that same old place

sweet home Chicago...

 

Sweet home Chicago, THE BLUES BROTHERS

 

 

-          ¿Te quedas hasta mediodía o tienes cosas que hacer en casa?

 

-          ¿Te gustaría que me quedara?

 

-          Me gustaría sí.

 

-          Pues no lo había pensado, pero la oferta la verdad es que es de lo más tentadora. Mi marido como te dije está fuera y mis hijos con mis padres así que no tengo obligaciones que atender.

 

-          Quédate Violeta, prepararé zumo y tostadas para desayunar.

 

-          Buena idea tengo la boca pastosa de anoche, bebí demasiado para lo que en mí es habitual.

 

-          Espera aquí, voy a la cocina y traigo una bandeja con todo.

 

-          Un café bien cargado te lo agradecería, tengo la cabeza hecha un bombo. Pero antes, quédate un rato más conmigo. Tenemos tiempo para todo.

Abrazados en la bañera, nos acariciábamos viendo avanzar la mañana por la ventana. Solo las nueve y media de manera que quedaba mucho para disfrutar de la misma. Con los besos y las caricias femeninas, apenas tres cuartos de hora más tarde volví a estar en forma para seguir. La suavidad de los dedos moldeando la forma horrible adelante y atrás, haciéndola responder con el agradable tratamiento. Antes flácida y derrotada, empezaba ya a dar muestra de querer más.

-          Me encanta un buen baño y follar por la mañana, no hay nada mejor.

 

-          Un buen rato de relax con el que reponer las fuerzas perdidas durante la noche –reafirmé manoseándole el muslo firme.

 

-          Ummmmm cariño, ya vuelves a estar listo.

 

-          Listo para ti.

 

-          Me encanta, nos queda mucho por probar.

 

-          ¿Más aún?

 

-          Claro, no sabes lo perra que puedo llegar a ser si me lo propongo.

Comenzaba a imaginarlo con lo disfrutado junto a ella. Yo también tenía ganas de conocerla mucho más y saber todo lo bueno que podía ofrecerme. Deseaba hacerla mía con urgencia y mi pene parecía decir lo mismo, curvado nuevamente entre mis piernas, a media erección pero ya con un tamaño más que respetable. Lo miró mordiéndose el labio, la pasión reflejada una vez más en su rostro. Luego la lengua pasándola por los labios, al tiempo que movía los dedos muy lentamente provocando en mí un chispazo de electricidad. Dándome un pico, se separó de mí para ponerse en pie cuán hermosa era. Saliendo de la bañera secó con fruición y enérgicos golpes de manos el bonito cuerpo que pensaba agenciarme a la menor oportunidad que tuviese.

-          Voy a secarme –dijo saliendo de la bañera para dirigir los pasos al lavabo, frente al espejo del mismo se miró las huellas de la noche pasada.

 

-          ¿Vas a dejarme así? –protesté aturdido por el estado lamentable en que me hallaba, la polla a media asta y esperando seguir.

 

-          Todo a su debido tiempo, no te impacientes querido.

Paseando contoneándose ante mí, los brazos arriba y echando los pechos adelante, el espectáculo resultó de lo más sugerente. De puntillas y removiendo el culillo la vi cruzar el baño haciéndome tragar saliva para soportar la turbación que me atenazaba. Los amarillentos cabellos entre las manos, los echó atrás dejando el rostro libre de los mismos. Luego los removió con firmeza cayéndole por encima de los hombros. Un mechón tapándole el ojo, los rubios rizos entre los dedos en busca de acomodo.

-          Estoy hecha un desastre, necesito lavarme ¿Tienes un cepillo de dientes y toallas limpias?

 

-          En el otro baño, voy a buscarlas y enseguida te traigo todo.

 

-          Bien, no tardes –respondió poniendo el grifo en marcha para empezar a lavarse los restos de semen sobre los labios.

Allí la dejé para, con premura, coger del armario de mi habitación un par de toallas con las que volver en busca de mi enamorada. La encontré lavándose, el culo echado atrás en posición perfecta para las mayores perversiones. Observé su trasero firme y elevado y, sin poder evitarlo, tuve que llevar la mano entre las piernas en busca de un mínimo consuelo. Gotas de agua cubriéndole el rostro, pasé a su lado antes de tomar el cepillo del cajón del armario junto al espejo.

-          Aquí tienes el cepillo y las toallas –dije ofreciéndoselo entre los dedos para que lo tomara.

 

-          Oh gracias cariño, eres un cielo –exclamó con una sonrisa con la que desamarme por completo.

Perdiendo interés en mí, empezó a limpiarse los dientes produciendo abundante espuma sobre los mismos. Rápidos movimientos de mano a un lado y otro por encima de una dentadura y de la otra para acabar enjuagándose la boca, dejando correr la mezcla acuosa por el desagüe. Yo continuaba observándola en silencio, la pasión corriéndome el cuerpo sin freno. La pierna doblada y el culo atrás, parecía tentarme con sus lentos movimientos arreglándose ahora el pelo con los dedos. El cepillo cogió del baño para empezar a peinarse con secos tirones con los que desenredar los finos cabellos húmedos. Los ojos recorriéndole la figura, me notaba cada vez más excitado y con deseo de lanzarme sobre ella. Sin embargo, resistí la tentación esperando mi momento. Una vez acabó de arreglarse, su mirada se clavó en la mía que no dejaba de devorar las bellas formas que frente a ella se mostraban. Violeta sonrió volviendo a remover el culillo de forma perversa.

-          ¿Estás excitado nene?

 

-          Eres un bocado demasiado apetecible como para no estarlo –respondí con voz áspera al notar la garganta reseca.

 

-          ¿Demasiado apetecible? ¿Te parezco apetecible, dime qué te gustaría hacerme?

 

-          Muchas cosas, ya lo sabes. Comerte toda, chuparte, lamerte, follarte…

 

-          ¿Follarme? Ummmmmm, qué bien suena eso –aseguró tomando un dedo entre los dientes mientras continuaba contoneando las caderas en busca de mi deseo.

Alargando la mano me empujó a acercarme a ella. Me agaché hundiendo la cabeza entre sus piernas. Así comencé a comerle el coño y el culo, pasándole la lengua de forma alternativa entre las redondeces que me ofrecía. La mujer se quejaba riendo divertida cada vez que le lamía el agujero estrecho y oscuro. Yo, complacido con su respuesta, lamía y chupaba el anillo anal con mayor ahínco tratando de abrir con ello el esfínter. Ella emitía largos suspiros satisfechos, los muslos en tensión por un placer que la hacía estremecer. Quedando inmóvil, aguantó la respiración al notar mi lengua introducirse en la hendidura rosada de su sexo. Violeta levantó la pierna, permitiéndome de ese modo un fácil acceso.

-          Sí cariño sí, cómemelo todo… vamos sí.

 

-          Vuelves a estar mojada.

 

-          Siempre lo estoy… te sorprenderías de lo rápido que puedo excitarme.

 

-          ¿Y yo te lo hago bien?

 

-          No está mal la verdad, sabes mover bien la lengua y otras cosas –comentó con voz entrecortada empezando a mostrar los primeros síntomas de calentura.

Acariciándose ella misma el coño al tiempo que le pasaba y repasaba la lengua por encima del ano humedecido ya por mis babas, la mujer gemía levemente abriendo aún más las piernas con el trasero totalmente expuesto a mis caricias. Le besé el culo prieto y firme, mordiéndoselo con suaves mordiscos que la encendieron haciéndola vibrar. La boca sobre el par de redondas y abultadas nalgas, lamiéndoselas, metiéndole la lengua en la raja abierta. La bella mujer se abría con los dedos, dejándose chupar y succionar entre gemidos ahogados con los que animarme a seguir. Con la boca la besaba mientras la lengua le lamía hasta lo más profundo. Ella gemía soportando el ataque con complacencia, removiendo las caderas alrededor de mi boca. El roce constante le hacía el coño contraerse, la lengua saliendo para volver a penetrarla tímidamente. Los pezones le dolían de tan duros como los tenía, acariciándoselos entre las manos como el mejor de los bálsamos. Continué ahora en su culo presionando sobre el anillo que, poco a poco y gracias a mis salivazos, se fue abriendo dilatándose para acoger la lengua traviesa. Mientras, con los dedos la masturbaba moviéndolos por encima de la raja empapada, acompañando los juegos que ella misma se dedicaba. Acariciándole el ardiente clítoris, pasé por el mismo en pequeños círculos para abandonarlo entre sus jadeos de protesta.

-          Sigue Emilio, así sí… qué bueno, sigue sigue.

La lengua arriba y abajo, adelante y atrás saboreando el dulce néctar de la rubia. Abriéndole los labios con los dedos, los encontré abultados para chuparlos una y otra vez, raspándole el clítoris con la punta de la lengua, lengüeteando con rapidez entre sus grititos agradecidos. Así se corrió cayendo en un orgasmo largo y silencioso, apretando los labios para no gritar su placer, estremecida al agarrarse al grifo del lavabo para no caer. La hermosa Violeta se corrió sin remedio y con un placer infinito, sintiendo la lengua pasearse arriba y abajo de la almeja que no paraba de producir jugos que bebí satisfecho. Pese a ello continué sin cejar en mi empeño, chupando y chupando el endurecido botón hasta conseguir que se agitara completa, un escalofrío viajándole por el cuerpo hasta volver a correrse en mi boca como una nenita indefensa. Ahora sí gruñía sin saber dónde sujetarse, las piernas y el vientre temblorosos de tanto gusto sufrido. Gimoteando mordiéndose los nudillos hasta producirse dolor, la mujer adúltera se sacudía removiendo las caderas, jadeando entrecortada, reclamando un momento de cordura. Su deleite fue tan profundo que el gesto se le turbó, el rostro descompuesto que poco a poco fue relajando al mostrar una sonrisa callada y cómplice. A mi lado, la escuché gemir y jadear en su debilidad, recuperándose tras el tormentoso combate mantenido. Cerrando los ojos emitió un suspiro inaudible, empezando a removerse de nuevo. Volvió a abrirlos y en su mirada solo pude ver lujuria y ganas de sexo. Estaba para comérsela, arrebatadora en su desnudez. De ella me encantaban sus formas sensuales, su mirada lasciva pero delicada al tiempo, de niña mala y pícara pero a la vez de perfecta mujer casada a la que le gusta provocar, insinuar matándote con su caída de ojos.

-          Uffff cariño, cómo me has puesto… ha sido fantástico –declaró humedeciéndose los resecos labios.

 

-          ¿Te ha gustado?

 

-          Claro que sí, ya te digo que ha sido fantástico… bésame lo necesito.

Desnudo junto a ella, mi miembro aparecía palpitante y tenso por la exigencia de algo más. Necesitaba hacerla mía, los dos lo necesitábamos. Sin parar de besarnos, los dedos se movían masturbándome con decisión, la erección haciéndose presente con tan exquisito roce. De ese modo, el músculo viril quedó largo y grueso, listo para una nueva fase en la que explayarse convenientemente.

-          ¡Joder Emilio, qué polla más larga y gorda… es enorme! –exclamó los ojos como platos ante la presencia rebelde que se le brindaba.

Junto a su boca mi sexo se contraía, las venas marcándose desmedidas en espera de que me la chupara. Cogiéndome firmemente escupió descontrolada sobre la polla volviendo a comérsela y lamerla, demostrándome con ello lo muy aficionada a ello que era. Con esa era la tercera vez que me lo hacía, corriéndome en su boca dos veces. Aunque no habría una tercera, pues pensaba dárselo esta vez en un lugar más variado para mis intereses. Estuvo de ese modo, acuclillada con la cabeza metida entre las piernas en una felatio profunda y agradable que duró apenas dos minutos, lo suficiente para hacerme gimotear inquieto gracias a aquella boquita que tan bien sabía hacer trabajar.

-          ¿Tienes un condón? No quiero tener problemas luego por la locura de un momento.

 

-          Aquí tengo alguno -respondí cogiendo un par del cajón del lavabo. Siempre estaba preparado para ocasiones como aquella.

 

-          Muy bien, deja que te lo ponga querido.

Acuclillada nuevamente me lo puso con la boca, haciéndolo estirar hasta dejar el mandoble completamente cubierto. Lo hizo con maestría, con la misma maestría que ya había podido comprobar en ella. Pese a lo muy desconocida que había sido hasta entonces, Violeta no paraba de sorprenderme con nuevas muestras de su destreza. Tras ella y con las manos en sus caderas, me dediqué a pasarle el miembro erecto por el hueco que formaban las dos montañas de sus nalgas. Eso la hacía excitar viendo tan cercano el momento de la penetración. Yo me entretenía moviéndome adelante y atrás, disfrutando la redondez de aquel par de cachetes que pronto haría míos. Adelante y atrás, adelante y atrás, el grueso bálano se elevaba orgulloso con el roce de la piel femenina. La mujer gemía en voz baja, los ojos cerrados y el mismo gesto de entrega que le conocía. Era preciosa, el cabello echado por detrás de la oreja y la boca abierta en espera de la copula. Apoyada en el lavabo, las piernas abiertas y el culo en posición era una tentación demasiado grande como para no aprovecharla. Así y de un solo envión se la metí más de la mitad, quedando parado unos segundos para que se acomodara al tamaño del grueso animal.

-          Despacio cabrón… con cuidado, es demasiado grande.

 

-          ¿Te gusta pequeña?

 

-          Me gusta sí pero ve con cuidado para no lastimarme –dijo en voz baja soportando la presencia que la horadaba.

 

-          Toma polla, verás que te gustará…

La vulva empapada se abrió bajo el empuje de mi sexo, las paredes envolviendo el lento deslizar adentro y afuera. Ella gemía, sollozando levemente con cada nuevo golpe. Pronto los gemidos y lamentos fueron ganando en intensidad según el ritmo crecía en vigor. Los movimientos se hacían fáciles en el interior de aquel coñito tragón. Muy acostumbrado se veía a las lides del amor, muchas pollas había tragado en su larga aventura amorosa. Empujando con mayor brío, podía ver los rostros reflejados en la luna del espejo. Las miradas alteradas por el constante ir y venir. Follándola ahora lentamente, caí sobre ella besándole el hombro con suavidad lo que ella agradeció tirando el culo atrás para sentirse más llena. Llené el hombro de lentos y suaves besos, para luego subir por el delicado cuello que besé y mordí al escucharla pedir que siguiera. Lo pedía casi a gritos, removiendo las caderas en círculos alrededor de mi poderoso eje. Yo lo disfrutaba follándola despacio y deprisa según lo requería, según la veía responder a mis asaltos. Le comí la oreja cubriéndola del ardor de mis babas y de mis indecentes palabras que solo lograron hacerla responder del mismo modo.

-          Fóllame cabrón, fóllame… deprisa, deprisa no te pares.

 

-          Tómala nena, tómala… mueve el culillo vamos.

 

-          Oh sí, la siento la siento toda… métela hasta el fondo cabrón.

 

-          ¿Te duele?

 

-          Un poco, pero tranquilo que pronto pasará.

Continué moviéndome en el interior de aquel coñito que tanto me apasionaba. La mano corriéndole por la espalda arriba y abajo, subiéndole después al hombro acompañando el agradable follar. De ese modo la tenía bien sujeta, pudiéndome mover con la agilidad necesaria. Los gemidos y sollozos de mi compañera se hicieron más ruidosos, retumbando rotundos contra el espejo que servía de mudo espectador a nuestro cálido encuentro. La posición de perrito me facilitaba el dominio de la situación, llevando el ritmo que mejor me convenía. Entrándole hasta el fondo, los huevos cargados golpeaban su piel sensible una y otra vez, una y otra vez. Las manos se hicieron con los pechos que acaricié manoseándolos con devoción. Ayudando en su mayor excitación al notarse devorada por mis dedos, que le apretaban ahora con fuerza haciéndola caer hacia delante.

-          Uffff, qué bueno… sigue sigue así, me harás correr otra vez.

 

-          Sí nena, me encanta tu coñito… mueve las caderas y dame placer.

 

-          Sí sí –el puño tapándose la boca para no gritar el deseo que la oprimía.

Moviéndonos al tiempo la follada se hizo acompasada, empujando yo para responder Violeta echando el culo atrás aguantando la daga que la traspasaba. Los grititos y jadeos se mezclaban con mi alterado respirar al gozar de aquel coñito estrecho que tanto me conmovía. Allí la tenía entre mis manos, jodiéndola tratando de alargarlo todo lo posible. Las dos corridas anteriores me permitían aguantar los lentos y rápidos movimientos con los que complacer a mi bella compañera. Girando la cara me ofreció la boca que envolví con mi aliento hecho delirio, antes de tomar sus labios besándola apasionadamente. Haciéndola abrir los labios le metí la lengua hasta el paladar.

-          ¡Te deseaba tanto nena, me la he pelado tantas veces por ti!

 

-          ¡Qué apasionado eres… me encantaaaaa!

 

-          Muévete pequeña, muévete… toma polla, toma polla.

 

-          Dame sí, dame con fuerza… hazme tuya, ¡hazme lo que quieras, me muerooooo! –dijo ya totalmente doblegada y cachonda como una perra.

Aquella perra gritaba sin control, chillando desbocada ante la cercanía del orgasmo. Yo ayudé a ello golpeando con saña el interior de la rajilla que se dilataba bajo el empuje de mi ardiente cabalgar. Adentro y afuera, resbalando entre la comodidad de aquellas paredes ya bien abiertas al lento mete y saca. Al parar en mis embestidas, frenaba también su placer haciéndoselo más largo e intenso suspirando hondamente. Con el ceño fruncido sonreía al cruzar la mirada con la mía. Me volvía loco su gesto de total placer.

-          ¡Fóllame mi amor, fóllame no te pares… hasta el fondo, hasta el fondo!

Salí de ella unos instantes que la hicieron prorrumpir en multitud de imprecaciones, animándome a entrar en ella.

-          ¡No la saques, no la saques malditooooo!

Cogiéndome la polla entre los dedos, la llevó a la entrada para al momento acogerla entre sus pliegues abriéndose como una flor. Los huevos se pegaron a ella, con un golpe seco que la hizo sollozar dolorida.

-          ¡Ummmm cabrón, qué apasionado y fogoso eres… me vas a matar!

 

-          Tómala, tómala toda y gózala hasta el final. Qué ganas tenía de sentir tu coñito caliente y jugoso.

 

-          Oh sí, qué cosas me dices… vamos empuja, empuja.

La muy puta removía el culo, provocándome multitud de sensaciones con su lento movimiento adelante y atrás. Se retorcía hablando entrecortada, sin poder entender bien lo que decía cada vez que la traspasaba con un nuevo golpe seco. Entre las manos le apretaba las nalgas, clavándole los dedos sin recato, manoteándolas luego con rabia hasta hacerlas enrojecer. La pobre Violeta solo gritaba, sollozando del vivo dolor que sufría. Un orgasmo borrascoso le corrió el cuerpo agarrada al baño, el trasero vibrándole sobre mi vientre ahora parado dejándola disfrutar su placer.

-          ¡Me corro Emilio, me corro… dios, es fantástico! –chilló hecha una furia, el cuerpo medio vuelto para sujetarse a mi brazo con desesperación. Me voy, me voyyyyyyy cariño, qué polla más rica.

Volví a besarla acallando mínimamente sus placenteros jadeos. Las manos en sus caderas y muslos, la llevé contra mí haciéndola notar mi arma en su interior. La hermosa hembra gemía con evidente dificultad, recuperando el aliento a marchas forzadas, tan cansada se sentía. Mi torso caído sobre ella, dejé que se repusiera comiéndole la oreja para hacerle el momento más delicioso.

-          ¡Qué bueno maldito, qué corrida más rica me has hecho tener.

 

-          Me encantas muñeca, me encantas.

 

-          Sí sí, qué polvo más rico… y tú no te has corrido aún –confirmó los dedos sobre la raja rozando mi sexo con su lento remover.

Era verdad. Tras ella me mantenía firme pese a la tormentosa relación vivida, la atractiva Violeta agotada pero feliz entre mis brazos, suspirando de pura emoción. Aún empujé tímidamente contra ella, la mano en su pecho para resbalar enlazándole la cintura. Desde los muslos, las manos le subían por la espalda reconociéndole el contorno, esculpiéndole la silueta sin dejar de restregarme contra su trasero. Por delante jugaba con su sexo produciéndole pequeños espasmos en el vientre. Al oído le musité:

-          Estás hecha un charco, perfecta para follarte de nuevo.

 

-          Ummmmmmmm hazlo –reclamó los ojos brillándole de deseo.

De puntillas para tomar impulso la penetré furiosamente, dejándola sin respiración y con la mirada perdida. Puesta de lado le levanté la pierna para entrarle con mayor comodidad. Nuevo empujón que la hizo palidecer, la cabeza echada atrás al sentirse tan llena de mí. Agarrada a mi cuello se dejaba follar, entrándole y saliendo al empujar dentro de ella sin compasión. El sufrimiento se mezclaba con el goce en su rostro, aullando de placer, jadeando desgañitada. Se sentía muy puta, con un deseo, una pasión, una lujuria incontenible corriéndole el cuerpo. Los ojos le brillaban viéndome empujar enloquecido, feliz de verse poseída de aquel modo tan salvaje. Me dijo que me amaba y no sé cuántas cosas más, cosas que muchas veces no entendía en la total locura que la embargaba.

-          ¡Oh fóllame macho mío, fóllame… es tan grande!

 

-          Sí dios… empuja, dámela toda… la quiero toda.

 

-          Qué polla tan enorme, rómpeme… rómpeme todaaaaaaaaaaaa.

 

-          Toma zorrita, toma… toma polla, tómala.

 

-          Sí, quiero ser tu zorrita… sigue Emilio, más fuerte.

El rápido mete y saca se escuchaba al chocar los cojones contra ella, de forma brusca y fundidos el uno en el otro. Del muslo la tenía bien cogida y no paraba de taladrarla sin compasión, haciéndola gritar emocionada por aquel placer que parecía no acabar nunca. Tomándola del cabello la acerqué quedando ambos unidos en un beso largo y ardiente, enredados en el ardor que nos consumía. Violeta gritaba, vociferaba hecha un mar de nervios, aullando su inquietud por aquel polvo increíble y agotador. ¡El primer polvo que echábamos y menudo polvo! Era todo un placer poseer a semejante hembra, si me lo cuentan no lo hubiera creído y sin embargo allí la tenía entre mis brazos y entregada con descaro a mis más turbios pensamientos.

-          ¡Sí cabronazo, qué polvo… qué polvo más bestia cabrón!

 

-          Goza puta, goza… toma rabo, toma.

 

-          Sí, más fuerte… me vas a romper ummmmmmmm.

 

-          ¡Me voy, me voy otra vez… joder, joder!

El orgasmo se instaló en ella, enlazando un primero con un segundo muy seguido, aullando y berreando como la perra en que la había convertido. Los cabellos sudorosos cayéndole por el rostro herido por un dolor intenso, devastador e insoportable para la pobre mujer. Era ya mía, completamente mía y no iba a renunciar a ella tan fácilmente. El cornudo de su esposo debería compartirla de forma habitual, pensaba repetir aquello siempre que pudiera. La hembra adúltera valía mucho la pena, no había duda de ello.

Sacando la polla húmeda de sus jugos, brillante y apuntando al techo en posición autoritaria, la encontré de nuevo apoyada en el lavabo con el culo en pompa. Demasiada belleza para los sentidos. Empecé a comerle la raja y el culo, pasando la lengua como antes en una tarea que me encantaba. Al pasar la lengua rozándole el agujero del ano, la mujer dio un respingo placentero removiéndose sin parar de gimotear. Se juntaba a mí, ahogándome al darme a probar sus tersas nalgas que chupé y mordí con impaciencia. Me lo pedía con voz bronca y quebradiza, pidiéndome que la chupara, que su marido nunca se lo hacía. Yo le chupaba el anillo anal haciendo caso a sus súplicas mientras por delante le acariciaba el irritado chichi produciéndole grititos de éxtasis.

Tomada por la dureza de los muslos, la llevé al suelo cayendo junto a ella. Por detrás le hundí un dedo en la vagina para sacarlo al momento bien lubricado de sus jugos. Se lo di a probar saboreándolo Violeta con evidente placer. Lo llevé al culo empezando a presionar ligeramente, dio un brinco satisfecho al sentir la presión buscando ir más lejos. Me preguntó si quería follarle el culo y le dije que sí a lo que respondió cerrando los ojos en gesto de sumisión. Abriéndola con dificultad fui metiéndome en el culo, pidiéndome la mujer que se lo hiciera despacio, que no estaba acostumbrada. Lo tenía apretado, no se relajaba y costaba dilatarlo. Traté de tranquilizarla con suaves palabras al oído mientras continuaba apretando sin descanso. Se la veía nerviosa, pero también excitada por continuar con aquello. Poco a poco fui entrándole hasta conseguir tenerlo más de la mitad. Mi bella amante lanzó un lamento dolorido al notar como la penetraba ya con su total consentimiento. Empecé a follarla, moviendo el dedo lentamente mientras sus quejas se hacían débiles. Así estuve largo rato, trabajándola a conciencia para el próximo paso. Con el culo mojado y abierto, le hice levantar la pierna al quedar tras ella. Cogiéndome la polla, busqué la entrada con desazón y deseo por poseer el estrecho agujero.

-          Voy a follarte el culo.

 

-          Despacio…

 

-          Pídemelo nena.

 

-          Con cuidado cariño –solo dijo gimoteando pero sin apartarse como si ella también lo deseara.

 

-          -Relájate anda, verás que fácil.

Temblaba toda ella, el gesto fruncido y el pelo por la cara. Pasándole la cabeza por la raja y el anillo, comencé a empujar lo que resultó ciertamente difícil. Protestaba, gritaba tratando de separarse en una última muestra de cordura. Pero, más fuerte que ella, tomé pronto las riendas de la situación agarrándola con ánimo para que no escapara. Le dolía pero seguí enchufándola centímetro a centímetro en el férreo canal. Quedé quieto para que se dilatara y poco a poco así fue, notándola aflojar los músculos en actitud de entrega. Ahora sí, con más de media polla dentro empecé a follarla con gran placer, muy despacio y disfrutando cada nuevo envión. Violeta gritaba, sollozaba apretando los dientes hasta hacerlos rechinar. Los ojos vidriosos, declaraba su intenso dolor. Le quemaba según sus propias palabras. No por ello cejé en mi empeño ahora que la tenía entre mis brazos, sodomizándola con suavidad para que se fuera haciendo al enorme invitado que la rompía. Me encantaba aquel culo redondo y firme, poseer sus formas voluptuosas mientras con las manos le agarraba las tetas hechas dos flanes.

-          ¡Me quema bellaco, vas a rompermeeeeeee!

 

-          Tranquila muñeca, verás que pronto te gustará

 

-          ¿Tú crees cabronazo? –preguntó poniendo en duda mis palabras.

 

-          Seguro que sí, solo relájate y todo será más fácil.

 

-          Mmmmmmmmmmmm, me dueleeeeeee.

Paso a paso el ritmo se hizo más decidido, ganando en brío y dinamismo. Ella fue acomodándose a la cadencia que le imponía, abriendo más las piernas y moviendo el culillo contra mí. Con un golpe brusco de riñones se la metí entera. La rubia abrió la boca con desesperación nada más sentir la grosera estocada. Gritando y chillando rota bajo mi peso. Un pequeño grito le escapó después de entre los labios, mitad dolor mitad placer con el que suspirar al tenerme dentro.

-          ¿La sientes?... ¿dime la sientes dentro de ti?

 

-          Me vas a matar maldito… es demasiado grande para mi pobre culito.

Una manotada le di para que pensara en otra cosa, repitiendo con otras dos hasta dejarle la nalga encarnada. Cogida del cabello y la cadera, volví a los fuertes empujones. Entrando y saliendo más fácilmente, los huevos chocaban contra sus nalgas rompiéndoselas entre sus lamentos doloridos. Le daba sin hacer caso a sus súplicas, abandonada a su suerte y sin que mi miembro diera muestras de cansancio.

-          Ah ah ah, me duele me due… le… ¡ayyyyyyyyyyyy!

 

-          Toma perra… me encanta follarte el culito… qué rico lo tienes.

Gritos inundaron el baño como un torrente irrefrenable, aguantando mis embates, duros, violentos. Mis dedos en su clítoris pareció disfrutar, removiéndose con el roce, echando el vientre adelante para que la rozara. Las quejas dieron paso a suspiros de goce, aguantando inmóvil y siendo ella la que tomaba su sexo acariciándolo con premura. Empezó a excitarse, yo tras ella sin moverme esperando que se calentara. Se metía los dedos en el agujero empapado, follándose ella misma, pajeándose con el semblante demudado.

-          ¡Me voy, me voyyyyyy… me corro cabrónnnnnnn! –avisó moviendo los dedos frenéticamente, mordiéndose el labio sin parar de suspirar y jadear de puro gusto.

El gusto que le corría el cuerpo, agotada conmigo encima acariciándole el pecho y jugando con el pezón duro como una piedra. Chilló retorciéndose y estremecida por un nuevo placer que le abandonaba entre las piernas. Tomando el relevo y sin dejarla descansar, empujé contra ella sodomizándola una y otra vez, saliendo y entrando con fuerza en busca de mi propio placer. Me dolían los huevos y necesitaba descargar. Violeta estaba tan encendida que ya no podía decir que no. Además el morbo podía con ella, la mujer casada entregada por entero al amante de aquella noche de copas. Empecé a darle más duro, con fuerza desenfrenada, abriendo el ano ya roto por la infame enculada. La mujer se quejaba ya sin fuerzas, derrotada, hecha un guiñapo.

-          ¡Ayyyyyy, mi culo… me quema pedazo de burro!

 

-          ¡Me voy a correr nena, no aguanto más!

 

-          -¡No pares… sigue dándome con fuerza, me matas pero necesito que sigas… jódeme, jódeme el culo! –exclamó perdida la razón.

Parado entre sus nalgas, empecé a correrme llenando la goma con el semen que me quedaba. La cabeza me dolía y el cuerpo no me respondía, tan cansado estaba. Grité yo también al notar la leche brotar, apretado por el estrecho agujero que me ordeñaba hasta sacármelo todo. Le comí la nuca y el cuello, el aliento entrecortado por un orgasmo profundo que me había llevado a un estado desconocido hasta entonces. Caí sobre ella, agotado y cubriéndola con mis piernas, rodeándola para quedar fundidos en uno. La rubia se dejó abrazar, dándome la boca para besarnos con lascivia, tocándonos los miembros laxos por el esfuerzo. Respirando ahogadamente, el uno junto al otro caímos derrengados en el suelo, mi cuerpo encima de ella con la polla todavía dentro hasta que finalmente la saqué con un leve gruñido por su parte.

-          Maldito hijo de puta, eres un animal… no tenías bastante con mi coño que tuviste que romperme el culo.

 

-          No te quejes que te gustó.

 

-          Me gustó sí, al principio me dolió horrores pero luego me gustó –aseguró removiendo el culo en señal de asentimiento. El tonto de mi marido nunca me lo hizo.

 

-          Menudo gilipollas –enfaticé mis palabras lanzándome sobre ella para acabar unidos en un beso largo y sincero con el que mostrar mi amor incondicional por ella.

Violeta solo reía, encogida entre mis brazos y mi cuerpo que la rodeaban en su feminidad. Tras un baño reparador con el que relajarnos, dormimos hasta bien tarde para reponer las fuerzas perdidas en tantas horas de asueto. Su marido se encontraba ahora muy lejos de sus pensamientos.

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