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Casting porno (2)

en Trios

Casting porno (2)

 

Su primera experiencia en el sector resultó de lo más gratificante. Ambas mujeres le ayudaron en la dura tarea para pasar un rato de lo más agradable. Todos quedaron contentos asegurando de ese modo futuros trabajos…

 

 

From the start through all time

here upon the wind

disorder reigned hand in hand with spring

earth and the fire

air and the water

moulded the sea and landscape

moving, flowing with no seeming purpose

endlessly changing

survival

spring into summer

time for reflection

time to grow

world full of meaning

place re-arranging

face ever changing

for all our lives

these are our roots and it's our way

we grow, we reap and sow

we reap and sow the seasons of our day...

 

A song for all seasons, RENAISSANCE

 

 

-           ¿Salva?

           

-           ¿Sí... quién es?

           

-           Hola soy Berta... ¿te pillé durmiendo?

           

-           Ah hola Berta... pues sí estaba durmiendo... ayer me acosté tarde.

           

-           Oh disculpa entonces... te llamo más tarde si quieres.

           

-           No no, tranquila... dime -dije mientras me desperezaba pasando la mano por encima del cabello y la barba de tres días.

           

-           Escucha -la voz conocida se mostró imperativa al otro lado de la línea. Tengo algo para ti... ¿puedes pasarte por la oficina tan pronto puedas?

           

-           Ummmmm, déjame mirar -tomando el reloj de pulsera que descansaba en la mesilla de noche observé la hora que era. Las diez media... Berta, me ducho y arreglo y en hora y media, seguramente antes, estoy ahí.

           

-           Ok, no tardes. Tengo un trabajo que seguro me agradecerás.

           

-           Estoy ahí en nada -dije antes de escuchar la línea del móvil cortarse.

Volví a estirarme entre las sábanas revueltas, aún dormido y con la boca pastosa de la noche anterior. La persiana entrecerrada dejando pasar pequeños huecos de luz, me retorcí en la cama bostezando sonoramente. Dos minutos más tarde estaba camino del baño abrochándome el botón del tejano. Llevaba tres días esperando su llamada. Necesitaba pasta con urgencia pues tenía pagos que hacer. La casera me reclamaba el alquiler pendiente, además de facturas de distinto tipo que no permitían el más mínimo retraso. Una vez desnudo y encendida la radio que siempre necesito me acompañe mientras me ducho, puse en marcha el grifo para empezar a lavarme restregando el gel por el cuerpo y luego el champú hidratante para la cabeza. Como siempre me ocurre, no pude evitar llevar la mano a la entrepierna notándome pronto duro y excitado. La voz de Berta me puso alerta al recordar el encuentro con ella o tal vez sus palabras sobre ese posible trabajo que me esperaba, actuaron en mí de la mejor de las maneras. Estaba en forma, el día parecía presentarse bien... veríamos qué tal se daba. Me vestí con rapidez frente al espejo, el tejano y una camiseta azul marino para enseguida mesarme los cabellos echándolos atrás. Descalzo, volví al dormitorio donde me calcé sentado en el borde de la cama. No quería causar mala impresión así que traté de no dejar nada al azar. Berta bien lo merecía por la confianza prestada.

Ya en la calle y poniéndome el casco, monté en la moto tomando rumbo a la oficina. Antes de subir, aprovecharía para tomar algo caliente en la cafetería que conocía en la misma esquina del edificio donde mi primer trabajo me aguardaba. La llamada había sido rápida y ni pensé en preguntar algo acerca del mismo. Media hora más tarde y ya en la cafetería, tomé una pasta y un café bien cargado con el que entrar en calor. Lo necesitaba. Todavía notaba la boca pastosa de las copas ingeridas horas antes. Necesitaba evadirme y estuve hasta las dos en uno de esos locales de luz difusa y ambiente discreto. Había buenas hembras por allí, jóvenes y maduras pero aquella noche no estaba para muchos romances. Sólo pasar un rato escuchando música y tomando algo mientras alegraba la vista.

Una vez acabé con la consumición, pagué a la agradable camarera de sonrisa perenne y formas más que prominentes. Jovencita, no más de diecinueve años, morenita de media melena y tetas y culo de infarto. Presentándome para hacer contacto, me dijo que se llamaba Gloria y que hacía el turno de mañanas para por las tardes ir a la academia donde estaba a punto de acabar un curso de inglés. Me pareció encantadora y más cuando la muy ladina me guiñó el ojo, mientras me sonreía abiertamente mostrando una perfecta y bien cuidada dentadura. Uno, dos y tres polvos seguro que tenía. No tardaría en volver por allí, sin duda me haría cliente habitual solo por disfrutar de aquel cuerpo bajo el uniforme ceñido que tan bien le remarcaba la figura. Pero ahora debía estar a otras cosas. El ascensor en el que la amplia luna te reflejaba, me llevó a la octava planta donde nuevamente me encontré con las mismas horribles láminas colgando de las paredes que ya conocía. Como también me encontré con la joven de la recepción, a la que vi distinta gracias al par de lentes de montura roja y pequeños cristales rectangulares bajo los que escondía sus grandes ojos azules como bien los recordaba.

Sonrió nada más verme, sentada a lo lejos con las piernas cruzadas en la mesa que servía de recepción. Me acerqué a ella entrando al momento en conversación.

-           Hola, tengo cita con Berta.

           

-           ¿Hola qué tal? Te conozco del otro día. ¿Vienes a ver a la jefa?

           

-           ¿La jefa? -pregunté mostrándome falsamente extrañado.

           

-           Bueno, por aquí casi todo el mundo la llama así.

           

-           Ah, no sabía...

           

-           No te preocupes... ya te irás enterando si sigues viniendo por aquí. Por cierto, me llamo Olivia -comentó alargándome la mano.

           

-           Oh disculpa... me llamo Salva, encantado de conocerte.

           

-           Tranquilo, no te disculpes. Conozco tu nombre de los papeles del otro día. Por cierto, tuviste buena entrada...

           

-           ¿Perdona?

           

-           Sí, no te hagas el tonto. Las paredes son anchas pero se os oía... menudo escándalo.

           

-           ¿Te gustaría probar? -la enfrenté acercándome a ella y plantándole un piquillo en los labios que noté húmedos y cálidos.

           

-           ¿Eres muy lanzado no crees?

           

-           Me gusta serlo con quien lo merece.

           

-           Oh, gracias por el piropo... me gusta. Quién sabe... lo pensaré -dijo divertida al cruzar el par de piernas sobre el que se me iba la vista de manera irremediable.

           

-           ¿Sabes? Es un buen comienzo, si consigues tener contenta a Berta todo irá bien para ti -declaró entrando de ese modo en mayor confianza.

           

-           Tomo nota del consejo -respondí a la sonrisa de la rubita.

           

-           Harás bien si lo haces. Siéntate, por favor... aviso a Berta que estás aquí.

Dándole la espalda me dirigí a una de las sillas en la que tomé asiento. Tuve que esperar unos cinco minutos, en los que aproveché para ojear con rapidez el periódico que había comprado antes de subir. De nuevo la mirada se me iba, de tanto en tanto, camino de la muchacha a la que veía sonreírme al otro lado del vestíbulo. Aquel día vestía un jersey fino de punto en color crudo bajo el que se marcaban insinuantes los pechos, vaqueros elásticos desgastados y zapatos de alto tacón en un rojo intenso. Ocupada en sus cosas, me permitía observarla de forma disimulada, a la altura de mis ojos y por debajo de la mesa de cristal transparente. Bastante más joven que yo, veinticuatro años le calculé, resultaba agradable a la vista pese a los pómulos caídos y la cicatriz en el labio inferior, sin duda debida a una astilla clavada por debajo de la comisura del mismo. La nariz chata favorecía las facciones haciéndolas suaves y lisas, dibujándole el rostro ovalado. El peinado cambiado, dejando caer el mechón rubio platino a un lado hasta casi taparle el ojo. Separando la vista de ella continué revisando las páginas de deportes del diario.

-           Salva, ¿te apetece un café? -la escuché decir desde su mesa.

           

-           Gracias pero acabo de tomar uno antes de llegar.

           

-           Venga, te invito. ¿Uno suave y me acompañas? -preguntó con gesto de necesidad.

           

-           Está bien -respondí aceptando la invitación.

Puesta en pie, cruzó la estancia taconeando hasta alcanzar la máquina de café donde quedó parada. Nuevamente pude disfrutar la imagen femenina como la primera vez que la vi. Alta muy alta, al menos uno setenta, y aún más alta parecía sobre aquellos salones de tacón kilométrico que la hacían ver imponente. Tragué saliva ante tanta belleza mientras la veía esperar la salida del primero de los cafés. Me acerqué a ella, al escucharla lanzar un lamento de queja al notar el líquido ardiente del pequeño vaso. Los dos juntos bebimos a pequeños sorbos, las miradas del uno en el otro. Cada vez me gustaba más, no era tan pánfila y lela como me lo pareció la primera vez. Por el contrario, tenía una conversación de lo más interesante cambiando de un tema a otro con rapidez inaudita. Separándonos, se dirigió a su mesa al tiempo que volvía a tomar asiento en la silla de antes. De espaldas a mí, no pude evitar clavar la mirada en el contoneo de sus redondas nalgas, seguramente tratando de provocarme con ello.

La escuché hablar con el interior y finalmente me invitó a pasar, llevándose luego el lapicero entre los dientes mientras me repasaba de arriba abajo al verme caminar al encuentro con Berta. Me puso cachondo el morbo de aquella guarrilla, debo reconocerlo. Antes de escapar a su mirada, me echó un beso al aire, los ojos brillándole de un modo especial. ¡Hija de puta, tuve que llevarme la mano a la entrepierna para calmar mínimamente la sensación que me produjo! Cualquier día de estos la invitaría a cenar y ver qué se daba.

Ya dentro del despacho me encontré con Berta, indicándome sentar frente a ella. Esperé mientras hablaba con alguien por teléfono de espaldas a mí, parecía preocupada aunque no entendí la razón. Al fin colgó volviéndose, dejando unos papeles a su lado y centrando ahora sí la atención en mi persona.

-           Tengo algo para ti.

           

-           ¿De qué se trata? -pregunté interesado.

           

-           Un buen trabajo, para empezar no está nada mal. A ver qué tal te portas.

           

-           Ya te dije el otro día que quedaras tranquila, que no te fallaría.

           

-           Me lo dijiste sí pero nunca va mal volver a recordarlo.

           

-           Queda tranquila. Soy serio en el trabajo.

           

-           Veamos... ¿cuánto hace que no descargas? -preguntó sin más rodeos.

           

-           Unos tres días.

           

-           Ummm eso está bien... a la gente le gustan las grandes lefadas.

De nuevo sonó el teléfono interrumpiendo la conversación entre ambos. Con un gesto de la mano, se disculpó empezando a hablar animadamente. Al parecer era alguien habitual y de confianza máxima. Marina -según descubrí de sus labios mientras charlaba con la otra persona. Volvió a girarse esta vez de lado gracias a la silla giratoria. De ese modo, pude aprovechar para observarla detenidamente. Completamente profesional como si nada hubiera pasado entre nosotros días antes, con los ojos seguí cada uno de los movimientos de la hermosa mujer. Berta estaba tan guapa y apetecible como la conocía. Seguramente más incluso con aquel conjunto todo en negro formado por cazadora de piel por encima de una camiseta gris, pantalón ceñido de cuero y botines de altísimo tacón con cremallera frontal en dorado. Me hubiera lanzado sobre ella allí mismo pero en ese momento, como con la muchacha de la cafetería y Olivia, debía estar a otra cosa. Ya habría tiempo para volver a estar con ella aunque no pude evitar el notar la entrepierna responder bajo el tejano. El pelo recogido aquella mañana en un amplio moño y dos grandes pendientes de aro embelleciéndole las orejas y el rostro, de vez en cuando me sonreía mientras continuaba charlando amistosamente con la tal Marina. Al fin colgó, habían pasado apenas tres minutos.

-           Bien, como te decía tengo algo para ti.

           

-           ¿Qué es?

           

-           Una reunión a las afueras de la ciudad para esta misma noche. Aquí tienes la dirección -dijo alargándome una tarjeta con grandes letras en azul marino sobre fondo ocre.

           

-           Arréglate bien... la barba puedes dejártela... te da un aspecto masculino y juvenil. Eso y el cabello largo te hará parecer más joven.

           

            Aquí tienes una parte por el trabajo -me alargó esta vez un sobre en el que encontré una cantidad importante de dinero.

           

-           Es mucho dinero -comenté un tanto sorprendido por la cantidad que allí había. Con eso mis problemas de deudas se solucionaban de un plumazo además de permitirme llevar unos días de forma desahogada.

           

-           Es sólo una parte... el resto lo tendrás al acabar la escena. Será un trío con dos de nuestras actrices así que deberás esmerarte. Pásate por aquí de aquí unos días y hablaremos... tendrás el resto del dinero de forma puntual.

           

-           Ok, te llamaré ¿a la hora del almuerzo va bien? -pregunté poniéndome en pie mientras guardaba el sobre en el bolsillo del abrigo.

           

-           Perfecto sí... debes estar sobre las ocho y media para los preparativos antes de la escena. Sé puntual y de nuevo no me falles -volvió a repetir acercándose a mi lado para acabar ofreciéndome los labios en un beso suave y delicado.

Un ramalazo me corrió el cuerpo al disfrutar el beso jugoso y húmedo. No pude ir más allá pues no me lo permitió, al separarse dejándome con la lengua en busca de la suya. Despidiéndome al verla sentar, salí para encontrarme con Olivia a la que invité a un café fuera de la oficina cualquier día de estos. La joven muchacha aceptó complacida, dándome su número de móvil para que la llamara. Antes de despedirme, caí sobre ella dándole un nuevo piquillo al que respondió apretándome el brazo con fuerza. Los labios invitadores y tórridos que no tardaría en volver a probar.

-           Llámame a la hora de las brujas... me gusta que me llamen mientras me remuevo envuelta en las sábanas... -dijo con la mayor intención, los ojos brillándole en fuego.

           

-           Lo haré -contesté entregándole la lengua que no había dado a Berta.

Nos separamos con el fuerte carraspeo. En la puerta de su despacho, Berta se encontraba pidiéndole comprensiva a la muchacha que estuviera a lo que había que estar. Salí de allí zumbando y sin decir palabra.

Por la tarde y ya empezando a anochecer, llegué a la dirección indicada. Era un chalé rodeado por un alto seto ofreciendo total intimidad al interior. Montado en la moto, marqué el botón de entrada al garaje al que enseguida accedí una vez presentado. Ocho y cuarto, quise llegar antes de tiempo superando incluso la petición que Berta me había hecho. En mi primer trabajo no quería dejar nada a la improvisación, siempre hay cosas con las que hay que tener especial cuidado. La puntualidad, evidentemente, es una de ellas. Un amplio jardín de césped rodeaba el chalé, en plena sierra y a aquella hora el clima resultaba algo frío gracias a la brisa procedente de las montañas cercanas. Una mujer de unos cuarenta años salió a recibirme, dándome la bienvenida y empezando a hacerme preguntas de todo tipo. Se presentó como Adela y me dijo que Berta ya le había hablado de mí pero que quería conocerme cara a cara antes de empezar. En dos horas comenzaríamos, las chicas estaban dentro preparándose. Más tarde las conocería -me comentó mientras dirigíamos los pasos hacia el interior. Me agradeció la puntualidad al invitarme a sentar junto a ella en uno de los dos sillones, que junto al sofá, la mesa y las sillas formaban el acogedor conjunto bajo el porche a la entrada del inmueble.

Un zumo refrescante al que me invitó y enseguida empezó a contarme de qué iba la escena. La cuarentona mostrando un panorama de lo más sugerente con las piernas cruzadas sobre las que la mirada se me iba, blusa de gasa de un rosa cálido, de cuello en pico y falda a medio muslo color berenjena en consonancia esta última con las medias y las sandalias de alto tacón en el mismo tono. Estaría bien acompañado por las dos actrices que Berta ya me había comentado, compañeras en el mismo piso. De la mano llegaríamos a casa, representando cualquiera de esas parejas de enamorados que tanto se dan. Húmedos besos en plena escalera, dejándose mi joven compañera amar y acariciar por encima de las ropas. Ciertamente no pintaba mal el inicio. De ahí subiríamos al piso donde encontraríamos a su madura compañera, dormida plácidamente y cogida a la almohada. Pese a mis protestas empezaríamos a jugar, mi joven compañera ayudando en la tarea de quitarme la ropa. Mil y una caricias buscando excitarme y entonces se acercaría a la otra, completamente desnuda entre las sábanas y a la que pronto haría despertar. Jugando entre ellas, sería partícipe de la fiesta viéndolas comerse y besarse en un inicio de juego lésbico. Luego los tres y haciéndome entre las dos tumbar en la cama, la rubia madura me desharía del slip comenzando una turbia felatio mientras con la otra nos besábamos sin perder tiempo. Más juegos lésbicos, trío con las dos mujeres hasta acabar corriéndome sobre una de ellas o las dos. Sobre la marcha ya se vería. La escena finalizaría con las dos mujeres disfrutando entre ellas, dándose las bocas y acariciándose los cuerpos totalmente olvidadas de mí.

-           Tiene que estar todo muy medido, ¿de acuerdo? -me dijo Adela siguiendo el plan establecido sin perder un momento la pauta. Lo único en lo que podéis improvisar es en el final, puedes correrte donde mejor te parezca y según lo excitados que estéis. Eso sí, avisa cuando te corras para que el cámara esté atento.

           

-           ¿Dime, te corres fácil? ¿Puedes repetir sin problemas? Verás... deberás correrte con las dos chicas. Luego los técnicos lo juntan y no se nota, además que en eso el público es en lo que menos se fija -comentó aguantándose la risa. Estaría bien que pudieras correrte dos veces, ¿cómo lo ves?

           

-           No creo que haya problema para ello, con la necesaria compañía no será difícil.

           

-           Muy bien, eso espero -exclamó dándome confianza con una amplia sonrisa. Salva, esto es más difícil de lo que pueda parecer... no es tan fácil mostrarse en forma tras un primer asalto.

           

-           Berta ya me habló de ello, soy consciente -respondí con seguridad en mí mismo lo cual gustó a la mujer.

           

-           Muy bien perfecto, en una media hora conocerás al director y a las muchachas. Claudio es muy exigente, ya lo verás. Sigue todo al pie de la letra y no te salgas de lo que él te diga. Acompáñame adentro, te darán ropa y arreglarán mientras te vas aprendiendo el pequeño guión de la escena. Para empezar no está mal, diez o quince minutos en los que tendrás que dar lo mejor de ti mismo -me iba comentando caminando por diversas estancias hasta alcanzar la amplia habitación donde me arreglarían.

Allí había dos maquilladoras que me hicieron sentar frente al espejo en el que me mojaron algo el pelo antes de peinarme mínimamente. La barba la dejaron tal cual, dándome el perfecto aspecto para la escena. Una bolsa con la ropa con la que vestirme y me dejaron solo unos minutos. Me vestí con rapidez con la camiseta gris de manga corta, bermudas tejanos y mis zapatillas de deporte. Mirándome al espejo me vi listo para la acción, no podía fallar en mi primer trabajo. La mano por encima de la entrepierna la sentí palpitar inquieta, imaginando lo que le esperaba. Entonces conocí a Claudio, un tipo peculiar charlando a grandes voces con Adela y al que ella me presentó sin que en realidad me hiciera mucho caso. Quizá fuera así mejor -pensé para mí mismo. También conocí a las dos chicas, quedaba ya poco para empezar y el nerviosismo se notaba en todos. Una de ellas Alicia con la que iniciaría la escena, enfundada en una chaqueta azul eléctrico junto a las ceñidas mallas grises que le remarcaban las redondeces, así como unas botas militares en el mismo tono azul. Una agraciada morena de esas que quitan el hipo, de larga melena lacia cayéndole por la espalda y nariz perfecta. De algo más de veinticinco años, no excesivamente alta y pequeños ojos color avellana y rasgados que le daban un cierto aire oriental. Luego supe que así era, entre latina y oriental gracias a la mezcla de padre italiano y madre coreana. Una preciosidad de muchacha con la que no deseaba otra cosa que ponerme pronto en acción. Al conocer que era mi primera escena, me tranquilizó con un suave apretón en la mano diciendo que era normal y que a todos les había pasado, que me dejara llevar y que ellas me ayudarían. Sonreí agradeciéndole el gesto y enseguida conocí a Cloe, mi otra partenaire. De cuarenta y tantos años muy bien llevados, rubia también de larguísima melena en este caso ondulada y cubierta con un bonito albornoz verde oliva que, como en el caso de la otra, dejaba poco o nada a la imaginación. Mi amigo respondió palpitando bajo el pantalón ante el espectáculo que aquel par de hembras le proporcionaban.

Al fin todo el equipo preparado, la iluminación a media luz para crear la atmósfera necesaria, planos a contraluz con los que destacar los cuerpos. Con Alicia esperando ambos el momento de empezar, me apretaba cogidos de la mano frente a la puerta del edificio al que nos dirigíamos. Claudio dio orden de grabar, poniéndonos todos en marcha.

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Alicia compartía casa aunque eso, evidentemente, yo no lo sabía. Una casa compartida a las afueras de la ciudad, bien comunicada y que le permitía bien en bus o en tren llegar cada mañana a la facultad donde estudiaba tercero de Económicas. Yo también estudiaba en su mismo curso y de eso nos conocimos, entablando amistad en el grupo al que ambos pertenecíamos. Un grupo reducido pero bien avenido de cuatro chicos y tres chicas, que habíamos formado desde el primer curso. Nos conocíamos aunque, en realidad, Alicia había llegado ese mismo año arrimándose a las chicas del grupo. No tardé en fijarme en ella lo cual fue recíproco, empezando pronto a salir. Nos acostamos a las pocas semanas, entendiéndonos de maravilla en la cama. Alicia era perversa, no diciendo a nada que no y dejándose llevar por mis deseos. Todas las posturas probamos, en la cama y en cualquier sitio donde las ganas nos urgían. Todo ocurrió en uno de los primeros días en que me llevó a su casa compartida, cosa que no me dijo siguiéndola así completamente a ciegas y sin saber lo que me encontraría.

Nos hallábamos ya en el segundo cuatrimestre y cada vez nos deseábamos más. Una noche en pleno campo y bajo el manto de estrellas como testigo, me dejó probar su entrada posterior tomándola yo con el mayor placer apoyada en el capó del coche. Alicia se mostraba más y más perversa y activa, dando ella misma ideas para el buen funcionamiento de la relación. Con cualquier cosa se mostraba divertida y alegre lo cual redundaba en el enamoramiento entre ambos. A finales de semana, generalmente los viernes aunque también algún jueves se daba la circunstancia, Alicia se venía a casa donde estudiábamos anatomía aplicada de todo tipo. El Kamasutra lo recorrimos de arriba abajo, la lavadora en la cocina, el sofá y la mesa del salón e incluso el propio suelo eran buen lugar para nuestros cálidos escarceos.

Como decía, un día duro de clases y mientras tomábamos un café, Alicia me invitó a su casa. Era la primera vez que me lo proponía y lo cierto es que yo tampoco se lo había pedido. Con los encuentros en mi casa tenía más que suficiente. Así cogimos el coche y en apenas media hora estábamos frente al alto edificio de cuatro plantas, fachada de amplios ventanales y pizarra oscura. En el coche Alicia se había mostrado juguetona y mimosa, alargando siempre que podía la mano a mi entrepierna y el muslo como preludio a una noche movida. En los semáforos nos besábamos apasionados, las lenguas enredadas hasta que la luz verde y el claxon del coche de atrás nos separaba. Iba a ver lo que era bueno.

-           Subamos, quiero que conozcas mi casa.

Tomados de la mano me hizo acompañarla, abriendo la puerta de la calle con nerviosismo y presteza. No había tiempo que perder, sabía lo que aquello significaba y me moría de ganas de poseerla y más con el modelito juvenil que aquella noche llevaba. No esperamos a empezar, parando en uno de los escalones de la amplia escalera para comenzar a jugar y acariciarnos. Con la pierna doblada, la mano caía por encima de la rodilla femenina al tiempo que nos besábamos con delicadeza y ternura. Me gustaba mi compañera de escena y quería aprovecharlo, excitándola y excitándome al máximo para el disfrute de ambos. La lengua presionando los labios conseguí que los abriera permitiéndome el paso. En la soledad y el silencio que nos rodeaba, escuché el primer quejido escapar de entre los labios de Alicia. La cosa comenzaba de la mejor manera. Echada atrás se dejaba besar, las lenguas unidas en un beso cálido y todavía delicado. Quería ir poco a poco, gozar de la preciosidad de aquella hembra a la que mis manos revoltosas no paraban de acariciar. Apenas dos escalones más arriba y quedó parada al otro lado, continuando los besos al engancharla por la cintura. Ella misma se abrió la chaqueta, quedando la camisola negro satén al descubierto y sobre la que rápidamente cayeron mis manos recorriéndola con fiereza.

Nuevos gemidos cada vez más acentuados por parte de ella junto a mi respiración acelerada, demostrando el mucho deseo que nos atenazaba. Había química entre ambos, la atracción era mutua e imagino que eso la cámara lo recogía en las imágenes. Besaba bien, lanzándose a por mi boca al ofrecerme la lengua húmeda y ardiente. Con la mano en mi cuello y el rostro, me atraía hacia ella haciendo el beso más profundo. Echando las manos a los hombros, tiró la chaqueta atrás dejando el escote libre a mis miradas perversas a las que Alicia respondió con las suyas lascivas. Me miró sin parpadear diciéndome muchas cosas al hacerlo. Sabía lo que se traía entre manos, era mucho más experta que yo en esas lides y ello me hacía seguirla. Jugábamos sin decir palabra y con tranquilidad infinita, como al descuido. La respiración de la joven desbocada bajo la prenda, sin duda excitada. Sonriendo como una niña traviesa, se acercó juntando el rostro al mío. Los labios temblorosos y necesitados de más besos, se movía entre tímidos gemidos, palabras entre dientes y que no entendí. Miradas prohibidas y sutiles insinuaciones con las que seguir el juego.

-           Bésame... bé... same sí -la entendí ahora perfectamente.

La boca entreabierta, los pequeños y rasgados ojos además de esa expresión de asombro y necesidad imperiosa me volvían loco. Me ponía mucho y ahora tan cerca de ella más aún. Recorrí su amable figura con movimientos acelerados y torpes, bajando y subiendo sin dejar rincón por catar. Me tenía extasiado, completamente seducido por aquel rostro de suaves facciones, por aquellos labios pidiendo ser besados. Y volví a besarla, apretándome ella con fuerza del brazo al entregarse gimiendo levemente.

Separándonos subimos las escaleras hasta el cuarto piso, parándonos de vez en cuando al continuar con los besos y las caricias. Besos en el cuello que la hicieron vibrar complacida. Se lo comí y besé de modo irrefrenable y la joven no hacía más que suplicar que lo hiciera. Temblaba toda ella de la cabeza a los pies y eso me hizo redoblar mis atenciones en parte tan sensible de su cuerpo. Con un golpe fuerte de mano dejé que sus pequeños pechos quedaran frente a mí. Pequeños y redondos como dos tiernas manzanas y de oscuros y grandes pezones sobre los que me abalancé hambriento por probarlos. Los chupé y lamí, succionando entre los grititos que Alicia producía. Bajo los labios los noté endurecerse al momento, saboreándolos como si de un exquisito helado de fresa y nata se tratase, la piel erizada por el deseo contenido que la dominaba. Al parecer iba por buen camino, debía continuar del mismo modo para conseguir que mi bella compañera quedara satisfecha. Al menos eso buscaba. Con la lengua repasé la aureola, lamiéndola una y otra vez en pequeños círculos para luego hacer lo mismo con el otro pezón en el cual me entretuve más chupando y enganchándolo con los dientes hasta tirar del mismo. Al mismo tiempo que le besaba los senos, hundí la mano bajo las mallas acariciándole la vagina por encima de la prenda íntima la cual noté más que mojada. La excitada muchacha se vio forzada a gritar levemente. Abandonando el buen par de razones, subí cuello arriba hasta alcanzar la boca en un beso ahora apasionado y sensual. Alicia me tomaba, mezclando los dedos entre mis cabellos al responder el ataque con sus entrecortados jadeos.

-           Así cariño así... lo haces muy bien, me estás poniendo a cien...

           

-           Bésame... bésame, continúa haciéndolo -la voz hecha un susurro me animaba a seguir con lo mío.

           

-           Me gustas nena... tú también me pones mucho.

           

-           Oh sí... me encanta que me digas esas cosas -la mano me apretaba la espalda haciéndome caer sobre ella.

La joven y experta muchacha se hizo perversa al devorarme el cuello y la nuca con sus besos cargados de pasión. Un ramalazo violento me recorrió la espina dorsal. Estaba cachonda, tan cachonda y alterada como yo lo estaba y así me lo hizo saber atrapándome el cuello entre los labios, enganchándolo descontrolada al chuparlo y morderlo. Me revolví para ser yo quien me apoderara del mentón, mordiéndoselo con lujuria infinita entre los sollozos que la joven emitía. Las manos en el rostro, bajaron enseguida al pecho y los brazos para acabar subiéndolas a la parte alta de la espalda al abrazarme desesperada. Mientras, le apretaba las nalgas por encima de las molestas mallas clavando los dedos en las mismas lo poco que la prenda permitía. Alicia jadeaba y jadeaba, conmovida por mi total osadía. Con indudable dificultad, se separó acabando al fin en el rellano frente a la puerta del piso. Abriendo, dejó el paso franco haciéndome entrar tras ella.

-           Ven pasa.

No me fijé mucho o nada en la casa, en esos momentos estaba mucho más interesado en otras cosas.

-           Vamos al dormitorio, no aguanto más -declaró la urgencia presente en cada una de sus palabras.

           

-           Uuhhhhh, mira que tenemos aquí -la escuché en voz baja.

Sonriendo maliciosa, con el dedo me indicó que entrara. En la cama y completamente desnuda me encontré con la inquietante figura de una tremenda madura. A media luz, se había quedado dormida con el televisor encendido.

-           ¿Quién es? Vámonos.

           

-           Tranquilo no pasa nada, es mi compañera de piso.

           

-           ¿Tu compañera de piso?

           

-           Sí tonto, es Cloe... mi compañera de piso. ¿No te había hablado de ella?

           

-           ¿Qué haces? ¿Estás loca? -pregunté tratando de hacer que marcháramos.

Pero no me hizo caso, siguiendo con los juegos que habíamos iniciado en las escaleras. No pude resistirme a sus nuevas atenciones, sentado en aquella silla y con la muchacha echada encima besándome una y otra vez. Me gustaba demasiado para decir que no, así que respondí a los besos de aquella morena con los míos llenos de la peor intención. La mano en el largo y sedoso pelo, que acaricié con denuedo para bajar después a la espalda mientras nos besábamos como enamorados. Un silencio sepulcral nos rodeaba, no se escuchaba una mosca por parte del equipo de rodaje. Continuamos a lo nuestro. Con las manos Alicia me ayudó a quitar la camiseta, entre los dedos y muy lentamente hasta conseguir hacerla desaparecer por la cabeza. Me rodeó por la espalda, besándome el hombro, el cuello y la nuca para sonreír mimosa haciéndome ver a su hermosa compañera. Una impresionante rubia con la suficiente edad como para no ser considerada una joven y tierna señorita. Completamente desnuda como dios la trajo al mundo, dormía plácidamente en brazos de Morfeo. Las piernas dobladas y los brazos encogidos, no me había equivocado mucho al conocerla minutos antes con el albornoz puesto. Sentado muy cerca de ella tragué saliva profusamente, lo necesitaba imaginando el plan que se avecinaba. No sabía si me gustaba más una o la otra.

Gateando sobre la cama, Alicia se acercó sigilosa a la rubia cuarentona. A su lado y volviendo a sonreírme, la acarició suavemente por encima de las nalgas desnudas para bajar seguidamente el roce de las uñas a través del muslo. La otra todavía no respondía, inmersa en sus propias ensoñaciones.

-           Tranquilo cariño, es muy amiga mía. Lo pasaremos bien, ya lo verás.

Se veía que eran más que amigas, de eso no había duda. ¿Pero hasta qué punto? -pensé para mí mientras veía la mano de la joven por encima del cuerpo de su amiga. No sabía de posibles tendencias lésbicas en Alicia. ¿Era todo aquello cierto o lo hacía sólo para excitarme? No tardé mucho en comprobarlo.

Al despertar, la gacela de facciones dulces y rubios cabellos sonrió levemente al encontrar a su lado la sonrisa de su compañera. Exquisita en sus redondeces y formas, resultaba imposible no sentirse cautivado ante tanta belleza.

-           Mira cariño, traje buena compañía.

           

-           ¿Quién es? -preguntó aún medio adormilada.

           

-           Es Salva, mi novio... ya te hablé de él. ¿Qué te parece?

           

-           No está mal, es mono -confirmó centrando ahora la atención en mi persona.

           

-           ¿Te gustaría probarlo? -quedé pasmado al escuchar la pregunta directa de Alicia.

¿Acaso pretendía compartirme? El solo pensamiento hizo que mi miembro se encabritara, empujando impetuoso bajo el pantalón en busca de tiernas caricias. El rostro de la madura se iluminó con el comentario que la otra le hacía. Sus ojos grandes y verdosos se posaron en los míos, descarados y atrevidos al despertar su dueña mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Comprendí lo que me esperaba y quise participar en ello. Aquel par de hembras valía mucho la pena y no todos los días se daba una oportunidad como aquella. Y más con Alicia como instigadora y mostrando completa conformidad.

-           Ven cariño -la mano de Alicia tomó la mía haciéndola llevar sobre el muslo poderoso y firme.

Girada levemente hasta quedar boca arriba pude contemplar a la mujer en toda su belleza, un par de senos redondos y de buen tamaño y el pubis de poco vello, apenas una tirilla, castaño y recortado por encima de la rajilla de labios abultados. Pasé la mano notando el muslo frío y de piel delicada, bajándola muy despacio hasta la rodilla en la que la boca de Alicia se posó besándola amorosa. La besó con suaves besitos, recorriendo la rodilla y descendiendo por la pantorrilla hasta encontrarse con mi boca que la esperaba golosa.

-           ¿Te gusta mi regalo? -musitó rostro contra rostro, viéndose divertida para al momento volver a besarme con delicadeza envolviendo mis labios con los suyos.

Separándose deslizó la mano por la pierna femenina mientras la rubia se incorporaba pretendiendo el contacto entre ambas. Se besaron con ganas y sin mayores problemas, sin preocuparse para nada por mi presencia. Quieto mirándolas, no traté de separarlas sino más bien todo lo contrario. La imagen resultaba tan sugestiva que disfruté contemplándolas. Las bocas unidas, presionando los labios con insistencia. Ambas mujeres se besaban con delicadeza suprema, inmersas en lo suyo y olvidadas por completo de mí. Tenía que parar aquello si no quería ser un simple espectador de sus juegos. Carraspeé haciéndolas separar.

-           ¡Ey chicas, yo también quiero lo mío!

           

-           Pues claro cariño, ¿creías que nos habíamos olvidado de ti? Pobre...

Con esa sonrisa que tanto me enamoraba, Alicia se acercó haciéndome partícipe de su compañía. Besándome con ella, noté la mano de la madura corriendo sobre el pelo. Pronto fueron los labios de esta los que probé por vez primera, Alicia besándome el hombro provocándome temblores por todo el cuerpo. Convertido en el objeto del deseo de las mujeres, la mano de la muchacha me bajaba y subía la espalda al tiempo que degustaba la boca jugosa de Cloe. Sacando la suya con descaro, las lenguas se enzarzaron jugueteando las puntas de manera encarnizada para acabar mezcladas una con otra en el interior de la boca femenina. El roce de la boca de Alicia me ponía a mil, acariciándome el hueco de la espalda para hacerse con la nuca que chupó obscena. De ahí no le costó mucho alcanzar la oreja, que chupó y lamió envolviéndola con sus cálidas palabras.

-           Te quiero mi amor... disfrútala, es muy buena amante ya lo verás.

Con Cloe seguía besándome, chupándole y mordiéndole los labios ardientes de deseo. También lo hizo ella, abriendo la boca apasionada para recoger los míos con lascivia, la mano por encima del pecho en su tímido reconocimiento. Por detrás, la morena me envolvió en un nuevo beso igual de lascivo y profundo. De la una a la otra, pasé como una pelota para acabar junto a la rubia en un último beso antes de bajar por mi pecho velludo que llenó de besos.

-           Me gusta tu chico Alicia, me gusta mucho...

           

-           Me alegro cariño.

Las palabras de ambas mujeres me corrían el cerebro casi sin sentirlas, a un ritmo acompasado y placentero. Notaba sus gestos curiosos, gimiendo en voz baja y sin dejar de moverse mimosas a mi alrededor, arrodillada la una a mi lado y la otra con su mano derecha posada en mis hombros, cayendo posesiva por la espalda y el pecho. Entregado a ellas, sentí el corazón acelerado y palpitante como si fuera a salirse. Yo también gemí dejándome llevar por sus sabias caricias. Mi nerviosismo era patente, juntando Cloe sus labios a mi oído para decirme susurrando:

-           Túmbate cariño... lo vas a pasar bien.

Tendido boca arriba empezaron a jugar conmigo, acariciándome el pecho y el vientre con sus uñas largas y bien cuidadas. La mano de una de ellas sobre el bulto, pasando lenta y premiosa. Cayeron sobre mí, besándome Alicia mientras su amiga lamía y besaba el vientre musculoso. Sin prisa fue soltando el cinturón, echándolo a un lado para hacerse los dedos con el botón. Aproximadas la una a la otra se besaron dulcemente, lengua contra lengua excitándome con la maravillosa imagen. Mi chica volvió junto a mí, al tiempo que la rubia continuaba ocupada con el botón que al fin logró desabrochar. Pantalón para abajo, comenzando a pasar la mano por encima del groso amenazante.

-           Me encanta... menuda cosa tiene...

           

-           Y lo mejor es lo bien que la maneja -respondió Alicia el comentario provocativo de la rubia.

           

-           Uffffff, ¿crees que podrá con las dos?

           

-           Seguro que sí... es  joven y poderoso, un buen amante te lo aseguro.

           

-           Habrá que probarlo pues.

Tras deshacerse de las botas y las mallas, Alicia quedó arrodillada en la cama con la camisola y el diminuto culotte turquesa. Vuelta a las andadas besándonos y comiéndonos, mientras la mano desconocida masajeaba el horrible músculo haciéndolo crecer aún más. Me sentía en la gloria, respirando los tres ansiosos por continuar con aquello. Entre las dos echaron el slip atrás, apareciendo el miembro grueso y erecto a la vista. La encantadora rubia tiró la prenda íntima a lo lejos, quedando de ese modo desnudo para su placer.

-           Madreeeeeeeeeee -exclamó rugiendo al engancharla entre los dedos, haciéndose al arrollador tamaño.

Sin apartar la mirada de mi sexo lo masturbó con suavidad unos segundos, moviendo la mano muy lentamente.

-           ¿Te gusta cariño? -le preguntó mi chica antes de bajarse los tirantes dejando ver los pechos empitonados y firmes.

           

-           Es enorme -empezó a pasar la lengua por el lateral hasta alcanzar el glande descapullado.

La ligera caricia me hizo temblar, disfrutando la lengua vivaracha por encima de tan sensible terminal. Acariciando las sinuosas formas de Alicia sin dejar de besarnos, noté cómo la madura tragaba mi sexo comenzando a succionar el mismo. La mano moviéndose arriba y abajo para acompañar el suave movimiento de la boca. Nuevamente la lengua humedeciendo el tronco, para después hacer lo mismo con la inflamada cabeza a la que dispensó leves lengüeteos circulares con los que hacerme enloquecer. Hambrienta se la metió en la boca con un gruñido satisfecho, cómo no le gustaba aquel juego. Alicia se retorcía sobre mí y pronto llevó las manos atrás, soltando los botones con los que la fina camisola se sostenía. Se la quitó para dirigirse sobre su amiga a la que empezó a acariciar, rozando la espalda curvada y sensual.

-           Cómesela sí, le gusta mucho eso.

Me gustaba sí. Siempre me ha gustado una buena felatio y si la mujer sabe hacerlo, el placer puede multiplicarse hasta el infinito. Cloe era buena en eso, tan buena como Alicia puedo decir tras haber disfrutado el trato de la experta hembra. Dejando caer la mano en el sedoso pelo, acompañé los movimientos haciéndola seguir. Mientras, débiles gemidos salían de mis labios demostrando lo bien que me sentía. Me faltaban manos para acariciar tanta espalda cálida, tanta nalga prominente, tanta curva sensual.

-           Sigue cariño, sigue...

           

-           ¿Te gusta?

           

-           Me vuelves loco nena.

           

-           ¿Ves cómo sabía que le iba a gustar? -escuché a Alicia decirle resbalando junto a la otra.

 

De ese modo, las dos entre mis piernas observé sonriente a Cloe ofrecerle el firme trofeo. Sin hacerse de rogar y cerrando los ojos, mi chica se introdujo el pene iniciando un lento masajeo arriba y abajo. Los gemidos de ambos llenaban la habitación, los de ella por la dura tarea emprendida y los míos entrecerrando los ojos al notar la vista nublarse. Lamiéndome el glande, rozando la lengua por encima, envolviéndolo con los labios hasta producirme escalofríos con la sensibilidad de sus caricias. De forma lenta subía y bajaba por el tronco sin dejar de mirarme, provocando multitud de actitudes en mi persona con sus ojillos aviesos. Pasó a los huevos metiéndoselos en la boca para enseguida lamerlos con maestría, golpeándolos con la punta de la lengua hasta sacarme profundos gemidos de satisfacción. Y luego la lengua nuevamente arriba, golpeando ahora el amoratado glande de forma intensa. Una erección tremenda aparecía frente a las dos mujeres. Ambas sonrieron con malicia. El masaje de Alicia resultaba de lo más excitante, trabajándome con la lengua y acompañándolo al tiempo con la suavidad de sus dedos con los que me masturbaba arriba y abajo.

Con un gesto de complicidad se la pasó a la madura. Hincadas a mis pies, la rubia compañera empezó a chupar del mismo modo que la otra. La lengua por todo el tronco que palpitaba con cada uno de los roces. Escupiendo encima para esparcir con violencia las babas por todo el miembro. Una vez más dentro de la boca hasta conseguir metérsela entera. Los labios pegados a los huevos, aguantó la respiración soportando la presión del recio músculo. Sólo unos segundos estuvo así para sacarla, abriendo los ojos al hacerlo.

-           Me gusta tu polla, me gusta sí -exclamó dirigiéndose a Alicia la cual aprovechaba para lamerme la parte interna del muslo.

Con los dientes me raspaba, mordisqueando levemente la dureza brillante. Entonces empezaron a chuparme al mismo tiempo, divirtiéndose con las lenguas por encima del pene que cabeceaba sin remedio con cada nueva atención. Aquellas dos arpías sonreían, un roce tras otro para acabar jugando entre ellas, golpeándose las lenguas con impudicia, brindándome un espectáculo lleno de erotismo. ¡Cabronas, qué cabronas... cómo me ponía verlas! Allí entre mis piernas, disputándose el objeto de su deseo, lamiéndolo, chupándolo, succionando una y otra vez llevándome al séptimo cielo.

Una y otra sin embargo, lo hacía de un modo distinto. Mientras Alicia chupaba con mayor calma y pausa, la rubia se mostraba mucho más apasionada, devorándola por entero, metiéndosela hasta el fondo como si se la quisiera comer. ¡Me encantaba! Una trempada escandalosa lograron entre ambas, la polla elevada y mirando al techo, sedienta por seguir hasta el final. Aguantaba bien, aún me quedaba para echarlo todo. Metiéndosela entre las tetas, me masturbó comenzando una cubana mientras Alicia la miraba interesada. La mujer buscaba alcanzar mi dura herramienta con la lengua. Cerré los ojos con la cabeza tirada atrás, soportando el ataque femenino. Levantando la vista observé a Cloe apoderarse una vez más del falo, tomándolo entre los labios sin necesidad de las manos. Los ojos clavados en los míos, descubrí una mueca de profundo deseo. Se mordía el labio inferior con los ojos cerrados y las manos temblándole mientras su respiración se alteraba por momentos.

-           ¡Me fascina tu chico... tienes suerte de poder disfrutarlo siempre que quieras! -subió acariciándome el cuerpo.

Resbalando piel sobre piel, entretenida en las tetillas que lamió succionando de los pezones para bajar luego a la barriga donde estuvo unos segundos antes de seguir hacia abajo. Entre los dedos me agarró el pene, pajeándolo muy despacio y agachándose para lamerlo. Comenzó a chuparlo nuevamente, abriendo la boca todo lo que daba para metérselo ávida de mí, jugando con la lengua.

-           ¿Qué tal vas... te queda mucho? Voy a sacártelo todo, verás... quiero que me lo des todo muchacho.

           

-           ¡Qué directa querida! -casi gritó Alicia riendo la locura de su amiga, acariciándome el pecho mientras la madura volvía sobre mí.

Lanzándole la mano a la cabeza, la ayudé a mamar, apretando con fuerza al acompañar el movimiento cada vez más rápido. Gemía débilmente dándole a entender lo mucho que me gustaba. Sabía que quería mi leche y yo también deseaba dársela.

-           Ven cariño... vamos a hacer que este bello macho se corra, ¿quieres? Me muero de ganas de ver lo que es capaz...

A mi lado y con los ojos fulgurantes, empezaron a comer entre las dos produciéndome con ello un placer inmenso. Me iba a correr encima de ellas, las dos guarrillas devorándome sin descanso en busca de mi orgasmo. ¡Dios, qué bueno! Cloe me masturbaba y Alicia me comía los huevos, la una lamía y la otra me besaba el muslo con suaves besitos. Luego entre las dos me agarraron las nalgas, chupando enloquecidas, masturbándome una y otra vez.

-           ¡Chicas, me voy a correr... es fantástico! -gruñí arrebatándoles el músculo para ser yo quien me masturbaba.

           

-           Sí mocetón, córrete... queremos que nos lo des todo vamos -gritó mi chica espoleándome a que lo hiciera.

Me vine saltando la leche sin control alguno, escupiendo por los aires el líquido blanquecino que fue a dar sobre ellas dejándolas perdidas. Las caras llenas de semen con las miradas idas, disputaban entre ellas por mi miembro que poco a poco iba perdiendo vigor. Besándose complacidas para saborear el semen en sus bocas, mezclando las lenguas, la leche viscosa por encima de la nariz de una, de la mejilla y la frente de la otra e incluso sobre los cabellos revueltos de ambas. Me limpiaron entre las dos sin dejar un mínimo rastro fuera de su examen. ¡Bufffff, una buena corrida me habían dado aquellas dos brujillas, sí señor!

-           ¡Corten! ¡Perfecto, buena corrida! -se escuchó la voz de Claudio dando fin a la escena, mientras el resto del equipo nos envolvía entre silbidos y continuos vítores.

Había ido bien. Un rato largo para lavarnos, comer algo, reponernos y de nuevo al tajo, había que volver a cumplir con el duro trabajo aunque tenía verdaderas ganas de continuar. Esta vez empezaron a jugar entre ellas mientras yo tomaba asiento en una butaca cercana y con perfecta visión de lo que ocurría. En la cama, Cloe lanzaba tenues gemidos al rozarse el cuerpo lentamente con las manos. Desnuda por completo bajó una mano por el cuello para cogerse un pecho que acarició con suavidad y delicadeza, tirando de la piel antes de apoderarse del oscuro pezón. Mientras, con la otra se masajeaba la rajilla pasando los dedos por encima. Estaba húmeda y los jugos se veían escapar de la vulva abierta, los dedos ayudando a abrirla para dejar ver el espectáculo. Gemía y sollozaba al meterse un dedo, sacándolo y metiéndolo sin parar de gemir y jadear. Alicia se acercó a ella uniéndose en el inicio de un placer lésbico que me hizo sentir un escalofrío entre las piernas. Siempre me ha puesto eso, dos mujeres jugando entre ellas, besándose, comiéndose las bocas...

Alicia aprovechó la debilidad de la otra para besarla con dulzura y ternura, empezando a probar los labios temblorosos y resecos. A Cloe se la veía emocionada, acariciándose los pechos con los ojos cerrados y dejando que la otra la amase. Frente a ellas, me masturbaba ligeramente notando mi sexo todavía fláccido. La rubia madura, estirada hermosa como era, abrió los ojos respondiendo al ataque de su amiga. Se besaron enredando las lenguas, golpeándose con ellas al sonreírse aviesas. Una imagen que poco a poco iba haciendo mella en mí. Bajo la luz difusa de la habitación pude ver a Alicia abrir las piernas, mostrando la pequeña línea de vello que cubría su pubis. También estaba mojada y en ese momento me hubiera gustado lanzarme sobre ella como una bestia desesperada. Pero me contuve prefiriendo disfrutar de cómo se lo hacían entre ellas.

Desde mi posición pude verlas acariciarse y rozarse, dejando ver los pechos redondos y firmes entre las sombras que los hacían aún más sugerentes. Se acercaron más, cogiéndole la madura la mano a Alicia y llevándole la otra al mentón para subirla a la mejilla. Cerrando los ojos se morrearon de manera sensual y ardiente. La habitación quemaba puedo jurarlo, un silencio sepulcral las envolvía recogiendo la cámara cada uno de los pasos que las amigas desplegaban. Cloe deslizó la mano en busca de la vulva caliente y empapada en jugos. El gemido de la joven muchacha se escuchó largo y sibilante al sentir los dedos introducirse en ella, sacándolos para después rodear el clítoris apretándoselo con descaro. La mujer llena de experiencia, resbaló colocándose entre las piernas que le obligó a abrir. Con un silencio cortante se introdujo para subir la lengua camino del sensible botón. La mano encima del pecho de Alicia, jugueteó con ella aspirando los aromas que producía, inspirando para ella, lanzándole el aliento cargado de mala intención, provocando sensaciones ardientes en la morena que no paraba de retorcerse y reclamar más.

Con la lengua la fue maltratando y Alicia no pudo más que morderse los labios para soportarlo, mientras se removía en la cama deshecha. Pataleaba con angustia, tan intenso era el placer que le hacía sentir. La humedad de la lengua se mezcló con la otra, abundante y corriéndole muslo abajo. Los gemidos y sollozos se convirtieron en gritos de puro erotismo, chillando y pidiéndole seguir. La rubia introdujo la lengua entre los labios, succionando y chupando una y otra vez, lengua adentro y afuera para luego ser los dedos los que tomaron el relevo. Con la lengua se dedicó al clítoris que se notaba ahora duro e inflamado por el continuo roce. Pataleando sin control alguno sobre sí misma, los ojos en blanco y sonidos inconexos que emitía, la muchacha se corrió cayendo la cabeza atrás entre jadeos desbocados. La cámara no se detuvo alargando la escena entre ellas un rato más.

Tumbada ahora Cloe con la cabeza apoyada en la almohada, le ordenó a la otra que le chupara los pechos. Alicia los tomó rodeándolos con los labios, envolviéndolos golosa, pasándole la lengua con lentitud exasperante. Se los chupaba y mordía al tiempo que la madura se trabajaba ella misma, penetrándose hasta el final para sacar los dedos y llevarlos a la boca saboreando los cálidos aromas. Bajándole entre las piernas, mi chica se entretuvo en lamer el sexo hecho un río, chupando los abultados labios, metiéndole dos de sus dedos para follarla amablemente, subiendo la viveza de las operaciones según los lamentos y suspiros de la otra se hacían notar más. Se arqueaba sobre sí misma, las manos hundidas en las sábanas, la lengua se hizo con el clítoris llevándola a la gloria. Las respiraciones de ambas agitadas por un deseo en aumento, no podían parar en su total perversión. Alicia cayó encima de su amiga, besándose apasionadas, morreos descontrolados y pequeños piquillos se dedicaban entre miradas llenas de vicio. Tenía la polla dura como un poste con la imagen que me ofrecían, masturbándome lentamente para no irme de forma irremediable. Se abrazaron llevando las manos por los rostros, los pechos, los vientres lisos y las caderas prominentes. Las pieles ahora sudorosas se mezclaban, resbalando unas con otras.

            ¡Bésame cariño, bé... same te deseo! -confesó Alicia en un gesto de desfallecimiento.

La otra se la comió mordiendo los labios, obligándola a abrirlos para meter la lengua imparable. La traviesa mano volvió a las andadas buscando el coñito, provocando aullidos en la rubia al jugar con el mismo. Adentro y afuera, el dedo escapaba chorreante para enseguida lamerle el muslo arriba y abajo hasta alcanzar la rodilla. Haciéndola girar al ponerla a cuatro patas, se apoderó de la redondez trasera, chupando y mordisqueándole el culillo de adolescente sobre el que mis ojos cayeron ansiosos por probarlo. Abriéndole los cachetes, se lo chupó y lamió con intención devorando ambos agujeros con el raspar de la lengua.

-           ¡Sigue mi amor, sigue... me voy a correr nena... diosssssssssssss!

           

-           ¿Te gusta eh cabrona? -Alicia asaltaba sin darle respiro, follándole el coñito y pasando la lengua por la entrada del agujero anal mientras le apretaba la teta por delante.

Cloe se quejaba, murmuraba con el rostro congestionado. Ya no había palabras procaces entre ellas, sólo suspiros débiles y agradecidos. La madura recuperaba el aliento tumbada por entero con el culillo levantado, abandonada al éxtasis que mi chica le había hecho vivir. Las dos algo relajadas tras el combate feroz, Alicia besaba la espalda de su amante, la piel erizada entre los leves gemidos que producían. ¡Tremendo lo de aquellas chicas, verdaderamente tremendo!

Vuelta hacia mí, Alicia me invitó a unirme a ellas. Me acerqué encaramándome por la cama, pegándome a ellas que me recibieron con gestos de evidente anhelo. Mi chica abrió los ojos como platos al ver el estado en que me encontraba.

-           ¡Joder nene, cómo la tienes de dura!

           

-           Culpa vuestra brujillas.

           

-           Tendremos que hacer algo con eso -comentó Alicia en voz baja dirigiéndose a la otra.

Cogiéndomela entre los labios comenzó una nueva felatio, metiéndosela poco a poco para expulsarla y jugar con la lengua. El glande recibió sus caricias, elevándose el pene curvado en busca de su boca. Mientras, con la mano acariciaba el tronco con lentos movimientos arriba y abajo, cubriendo y desplegando la piel adelante y atrás hasta dejar el grueso capuchón libre de molestias. Gemí sin poder evitarlo, lo hacía tan bien que no podía más que dejarme hacer mientras seguía con la mirada cada uno de sus gestos. La rubia a mi lado, nos besábamos con las lenguas en el interior de su boca. Me abandonó para dirigirse a la otra, bajando y subiendo la mano por el trasero femenino al volver a entregarme la dulzura de sus labios. Alicia continuaba excitándome, estimulando el músculo palpitante con cada nueva succión. La lengua por el tronco, pasaba y repasaba adelante y atrás, rodeando el glande para humedecerlo con el rosado de sus labios. Escupió encima haciendo correr la saliva a lo largo del tronco.

-           ¡Buen muchacho... verás lo bien que lo vas a pasar!

           

-           No tengo duda alguna de ello pequeña...

Sin decir palabra, cerró los ojos para metérsela entera saboreándola hasta hacer tope con los huevos. Por detrás, Cloe aprovechaba para chupar y lamer el culo tan ofrecido. Lo llenó de besos en una caricia de lo más frugal, tomándose su tiempo con cada nuevo beso. La una comiéndome y la otra jugando con las nalgas respingonas, la escena resultaba de lo más interesante. La rubia experta se dedicaba a su tarea, la cabeza hundida entre los cachetes pudiéndose escuchar el roce que la lengua producía.

-           Sigue cariño, sigue -Alicia suplicó descuidando mínimamente mi sexo.

           

-           ¿Quieres que te folle el culito? -exclamó la madura cayéndole sobre la espalda para llenarla de besos.

La muchacha se estremeció con aquellas palabras. Al principio no entendí lo que pretendía pero pronto lo supe. Separada de nosotros, no tardé en ver de qué se trataba. En la mano llevaba un arnés poniéndoselo con inusitada rapidez hecho un hombre. El falso pene imaginé que se vería aterrador para Alicia. Negro y brillante, largo muy largo y grueso muy grueso semejando perfectamente la forma masculina. A cuatro patas, se colocó con el culo en pompa sin dejar por ello lo suyo. La otra aún estuvo un poco más humedeciéndole la entrada, preparándola convenientemente para lo que deseaba. Fue cuando sentí el largo lamento de la morena al notarse penetrada. Me encantó la imagen de las mujeres unidas por el grueso miembro. Un momento quedaron quietas para rápidamente ponerse en marcha, echando Alicia el trasero atrás. Se movían con exquisita lentitud, diciéndole la madura palabras obscenas al oído. La joven sonreía, frunciendo el ceño al momento al sentirse llena. Se movían adelante y atrás, acompasadas la una a la otra como si lo hubieran hecho toda la vida. Los gemidos se oían profundos, roncos lamentos con cada nueva penetración. Tomada de la cintura, la mujer empujaba resbalando con facilidad en el agujero avezado en tales lides. Las dos gemían y se hablaban con deseo inconfesado, echando Alicia la mirada atrás para enfrentarla a la de su amiga.

-           Métela sí, mé... tela... hasta el fondo sí.

           

-           Me gustas nena, me gustas.

           

-           Lo sé cabrona, lo sé... sigue.

           

-           Con fuerza... métela con fuerza, no pares.

           

-           Sí cariño, sí... mueve el culillo.

           

-           ¿Por qué no me follas el culo? -preguntó ella misma removiéndolo de forma viciosa.

           

-           Claro que sí, me encanta eso ya lo sabes.

           

-           Ummmmm sí... ¡hazlo!

Al momento cambió de agujero, quedando enganchada con un grito dolorido pero de intenso placer al tiempo. Suavemente le besaba el hombro, el cabello teniéndola bien cogida por la cintura. La mujer hecha hombre empezó a moverse, resbalando con facilidad pasmosa en el interior del estrecho agujero, el grueso aparato abriéndose paso entre las paredes que lo acogían más y más con cada nuevo empujón. Por delante, Alicia se acariciaba con los dedos gruñendo la satisfacción que eso le producía. Paso a paso la follada fue ganando en velocidad, clavándose el vientre femenino en las turgencias expuestas. Con los ojos en blanco y atrapando el labio al morderlo para soportar la sensación de dolor, la muchacha se sintió llena de su amiga. Liberando palabras sin sentido al entrecerrar los ojos en ademán sumiso.

-           Empuja mi amor, empuja... la quiero toda, la quiero toda...

Alargando la mano, la rubia atrapó uno de los bonitos pechos de la muchacha masajeándolo con lentos movimientos circulares. Luego la tomó del cabello haciéndola echar atrás al quedar pegadas la una a la otra, las tetas maduras sobre la espalda de su joven amante a la que sometía. Así la respiración entrecortada caía sobre la bella morena. Alicia no hacía más que pedir que siguiera, suplicándole por mucho más, no deseaba otra cosa que la hiciera suya, que la follara como si de un macho joven y brioso se tratara.

-           Fóllame Cloe, fóllame... dios, qué gusto siento... más más.

           

-           ¿Quieres correrte? Dime, ¿quieres correrte putita?

           

-           ¡Oh sí, mi amor... me tienes loca, no aguanto más... fóllame, fóllame.

Enseguida los movimientos de la mujer se hicieron mucho más bruscos y secos, arrancando de la joven grititos desesperados de pura emoción. La otra empujaba con fuerza, clavándose entera y haciéndola caer hacia delante. Una, dos y mil veces repitió el mismo tratamiento hasta que se escuchó el último grito cayendo ahíta de placer, un placer agradable e intenso que le corría el cuerpo de la cabeza a los pies. Suspiró con la mirada perdida cerrando los ojos a continuación.

-           Joder nena, me tienes cansada... qué polvo más rico me has dado.

           

-           Te has portado bien cariño... eres una putita insaciable -pude escuchar la voz tenue de la otra junto al oído.

           

-           Ufffff no puedo más... fóllala tú ahora quieres.

Deshaciéndose del arnés y complacida por la petición de su amiga, fue la madura la que quedó sobre mí llevando el miembro erecto a la entrada de su coñito. Acomodándose el cabello se dejó penetrar sin mayor problema. La lubricidad del condón me ayudó a correr dentro de ella, aguantando la respiración al sentirse ensartada. De espaldas a mí pude ver el culillo moverse arriba y abajo, cabalgando lentamente sin parar de jadear. Al tiempo, Alicia se lanzaba sobre su amiga chupándole un seno para hacerle la excitación mayor. Arriba y abajo cayendo sobre el duro eje, se besaron una vez más acallando de ese modo el placer de la madura. Por abajo notaba el roce de los dedos por encima de los huevos, sin duda la estaba masturbando. Con las manos atrás, Cloe se dejaba follar clavándose ella misma ahora de forma más rápida. Salí de ella de tanta emoción como se daba, agarrándola de forma precisa y volviendo a suspirar al metérsela ella misma. Mi chica vino hacia mí, comenzando a besarnos con delicada ternura.

-           ¿Te gusta mi amiga eh? Fóllala, fóllala... la pobre no puede pasar sin eso...

La muy putilla me la estaba poniendo a huevo, disfrutando al verme con la otra. Le excitaba aquello, vernos fornicando ante su atenta mirada. Nada dije, sólo quedar quieto soportando el continuo trotar de la otra. Volvieron a besarse entre ellas, las cabezas suavemente ladeadas una sobre la otra. Desde mi posición, los largos cabellos no me permitían contemplarlas, sólo escucharlas ronronear como gatitas satisfechas.

-           Sí sí... me gusta... dame con fuerza muchacho, eres un buen chico.

           

-           La noto, la noto toda dentro de mí -exclamaba gritando cada vez que se sentaba, herida en lo más hondo de sí misma.

Yo continuaba quieto, sólo subiendo la mano a uno de sus pechos para apretarlo entre los dedos o bien tomándola de las caderas. Se retorcía toda ella, arqueada al tirar la cabeza atrás sollozando y gimiendo hecha un puro lamento. Descabalgó cambiando al instante de posición al caer con las piernas levantadas y abiertas. Cogiéndome la polla pronto entré en ella comenzando el agradable movimiento de la cópula. Cloe cerró los ojos al abrir la boca en busca del aire que le faltaba. Gritó como loca rasgándome con las uñas la espalda al pedir que la follara. En posición del misionero y con una de sus piernas en el hombro, inicié las lentas embestidas recreándome en la imagen que la bella hembra presentaba. Un gesto de total abandono, los ojos entrecerrados al gemir desconsolada junto a un grito desesperado con cada nueva entrada. Ahora era yo quien llevaba las riendas y quería aprovecharlo. Moviéndome con extrema parsimonia, buscaba alargar aquello todo lo posible. La hembra bien lo valía y era evidente lo mucho que lo disfrutaba. La posición me era propicia, pudiendo resbalar entre las húmedas paredes con total libertad. Nuevamente los besos entre ellas me animaron en mi labor. Cogida de la pierna, la follaba empujando con decisión al oír cómo gimoteaba alentándome a seguir.

-           Métela... mé... tela cariño, diossssss clávamela hasta el fondo...

           

-           Es buen muchacho, ya te lo dije -le musitó mi chica llena de lujuria a su lado.

           

-           Sigue, sigue... me muerooooooooooo.

Caí encima haciéndola callar, cubriendo mis labios los suyos al abrazarnos con fuerza desmedida. La mujer cruzó las piernas por detrás para acompañar así el suave balanceo. Las caricias de Alicia se reprodujeron por mi espalda, subiendo a la nuca y el cuello produciéndome un íntimo placer. Elevado esta vez, podía besar a mi joven amante mientras ella daba a probar su cálido fruto, sentada como estaba sobre la boca de la rubia. Comiéndose las bocas tumbada la una sobre la otra, disfruté el follar a mi nueva amante a cuatro patas como se hallaba tras un repentino cambio de posiciones. Golpeándole las nalgas con fuertes manotadas, la penetraba a mi antojo entrando y saliendo del agujero provocador. Llevando adelante el trío amoroso, las mujeres se besaban devorándose las bocas mientras por detrás me dedicaba a la noble tarea del folleteo. Me excitaba la escena, aquellas dos hembras representaban el mejor estímulo para un buen rato de solaz. Ya no me acordaba de la cámara, sólo pensaba en penetrar y hundirme entre las cálidas paredes que tan bien me acogían.

-           Muévete nena, muévete... mueve ese culillo que tienes.

           

-           Sí cabrón sí... sigue así, fóllame con fuerza, me matas.

Envolviéndola con el cuerpo, caí sobre su cuello para al tiempo notar la mano de mi chica sobre el rostro. Nos miramos sin decir palabra. La besé en el hombro, la espalda, comiéndole la oreja y haciéndola estremecer al meterle la lengua en el oído lo que la enardeció aún más si cabe. Mientras, mi polla se incrustaba en la empapada concha propiciado por la perfecta postura del culo elevado. Escapé dándole un momento de alivio, para entrar una vez más el miembro descarado y curvado hacia arriba. Cloe se mordió el labio, los ojos en blanco al sollozar herida por el aguijonazo ardiente.

-           ¡Me corro muchacho, me corro! -bramó desgañitada por el orgasmo que la vencía.

Continué sin detenerme haciéndola enlazar un orgasmo con otro inmediato, gritando satisfecha con la mirada clavada en la mía. Cara de vicio y cansancio era la que mostraba, lo que me animó a moverme con mayor virulencia. Por abajo sentí unos dedos acariciarme los huevos, apretándolos con fuerza sin previo aviso. Aquello me hizo gritar de puro dolor, pero al tiempo avivó la necesidad de correrme que tanto tiempo llevaba retardando.

-           Me viene... me voy a correr chicas -avisé antes de deshacerme con celeridad del preservativo.

           

-           Sí sí córrete vamos -la voz de las dos se escuchaba reclamando la vehemencia del orgasmo.

Pocos segundos y unos movimientos de dedos después, el semen saltó para ir a parar sobre el redondo trasero y la espalda femenina. El líquido blanquecino y viscoso, cayó sobre la fina piel, cubriendo buena parte del trasero y alargándose por la espalda gracias al fuerte latigazo. Tres andanadas lancé, abundantes y pastosas que dejaron a las muchachas plenamente satisfechas. Alargando la mano, Alicia tomó pequeños restos entre los dedos, dándoselos a probar a su gimoteante amiga que los saboreó como si del mejor manjar se tratase. Luego se besaron con lascivia acabando de ese modo la escena.

Todos quedamos contentos del resultado obtenido, los actores como no podía ser de otro modo y el resto del equipo por la naturalidad y la pasión que le pusimos. Claudio, en particular, quedó gratamente satisfecho de mi trabajo invitándome a futuras escenas a lo que respondí de forma afirmativa. Tres días más tarde fue Berta la que me felicitó, requiriéndome para que pasara por su despacho lo antes posible.

-           Buen trabajo Salva, me han hablado muy bien de ti... Sabía que no me fallarías. Tienes un sobre esperándote con el resto de lo pactado.

-           Gracias Berta, paso a verte esta tarde. Tengo ganas de verte.

-           Yo también tengo ganas de verte hombretón.

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