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Viajando por Europa

en Hetero: General

Viajando por Europa

 

Unos días viajando a través de Europa les sirvió para tomar confianza. Con gran placer por parte de la joven fémina la desvirgó, cosa que seguramente le agradecerá toda la vida...

 

 

I thought on one could keep us from sharing the rest of our lives

like a fool I believed you were true and had no disguise

there's a clear blue sky outside

and the summer is fine.

 

But with tears in my eyes

I'm no longer pretending you're mine.

 

It's the same weary story of a woman abusing her man

so I have to forget your though I'm not even sure if I can

there's a clear blue sky outside

and the summer is fine.

 

But with tears in my eyes

I'm no longer pretending you're mine...

 

Tears in my eyes, URIAH HEEP

 

 

A Bruno le gustaban todas. No se privaba de nada y siempre buscaba alegrar la vista con la primera belleza femenina que se le cruzaba por delante. Oportunidades no le faltaban gracias a su trabajo de camionero en el que llevaba embarcado gran parte de su vida, recorriendo de arriba abajo los diferentes países de Europa. Portugal, Francia, Italia, Suiza, Austria, Alemania, Bélgica, Holanda así como el Reino Unido, Noruega, Suecia y Finlandia los conocía más que bien. Igualmente toda la Europa del Este la había recorrido gastando gasolina, pastillas de frenos y los diferentes elementos que el uso de su enorme camión requería. Treinta y cinco años dan para mucho, muchas experiencias de todo tipo y muchas aventuras que poder contar. Considerándose siempre fiel a su esposa con la que había tenido a sus dos hijas, los diversos encuentros que la carretera le ofrecía eran para él simples aventuras, simples escarceos con los que dar rienda suelta a las necesidades que cualquier hombre puede tener. Luego al volver satisfacía convenientemente a su esposa, con la que disfrutaba de las más tórridas relaciones tras los largos días de separación.

A sus sesenta años, Bruno se conservaba todavía en forma pudiendo cumplir en la cama sin grandes problemas. Dos polvos los aguantaba bien e incluso tres si la cosa se daba. De abundantes cabellos morenos, las sienes que las canas habían vuelto plateadas y que tan interesantes resultaban para el elemento femenino, la labia y su gracejo natural le servían en las cuantiosas relaciones que se le brindaban. Jóvenes, maduras, solteras, divorciadas, separadas, viudas y también más de una casada habían acabado cayendo en sus garras. Cualquier lugar era bueno para pasar un buen rato. La habitación de un motel de carretera, pisos a las afueras de alguna ciudad, los baños de la gasolinera en plena madrugada... Alguno de los encuentros eran más o menos fijos. La pobre Erika, a la que su marido no daba lo que necesitaba y a la que veía siempre que pasaba por Düsseldorf camino del Este. Otra conquista a la que veía de tanto en tanto era la francesita Florence, treintañera casada de la que disfrutaba cada vez que tenía viaje a Suiza. También la impresionante Sandrine, rubia cuarentona y de gran pecho a la que, en ausencia del marido, se había tirado dos veces en el despacho de la pequeña fábrica de conservas y a la que pensaba llamar tan pronto pasara cerca de Rennes. Las francesas tienen fama de calentorras, cosa de la que Bruno daba plena constancia. Pero también las italianas tiraban, especialmente fogosas por su carácter mediterráneo, como lo eran las españolas y las rumanas de las que guardaba un grato recuerdo.

Pero sin duda, el mejor lugar para sus cálidas entrevistas resultaba ser la cabina del propio camión. De espacio algo estrecho, ayudaba evidentemente a la cercanía entre los cuerpos. Bruno solía viajar moviéndose en autopista o autovía, aunque en ocasiones también tomaba las carreteras nacionales de los distintos países. Hacía los viajes más largos pero al tiempo sugestivos, pudiendo de ese modo encontrar más oportunidades para el solaz. En primavera y verano, con el buen tiempo los encuentros se hacen de lo más abundantes. No pueden imaginar el tráfico femenino que uno puede encontrar, deseando que alguien las acerque a su lugar de destino. En especial suelen ser chicas jóvenes haciendo autostop para así ahorrarse el dinero de otro medio de transporte. Bruno lo sabía bien tras sus muchos años en la carretera y lo aprovechaba para agenciarse compañía con la que hablar y llegar a otras cosas si se daba el caso. Un largo viaje en solitario puede ser de lo más aburrido y banal, llegando uno a pensar en multitud de temas con los que pasar kilómetro tras kilómetro.

Los encuentros se daban en los centros de reunión de camiones en algunas de las ciudades de la geografía europea. Las jóvenes lo sabían y hacía allí se dirigían en busca de alguien que las llevara, haciéndoles el viaje más económico. Las norteñas solían ser mucho más lanzadas y atrevidas. Alemanas, danesas y holandesas encontraban pocos problemas a la hora de subir al camión. Los últimos años resultaban mucho más beneficiosos para el maduro sesentón con el que los compañeros de profesión bromeaban diciéndole que, por su edad, les resultaba más tranquilizador a ellas a la hora de animarse a pedir que las llevara. Gracias a ello, Bruno se había agenciado a varias jóvenes en los últimos cinco años. Dos años atrás y con la joven y hermosa Danuta ocurrió eso. De grandes ojos claros, mejillas fuertemente arreboladas y larga cabellera rubia recogida en una media coleta lacia y bien cuidada, la encontró en Sevilla a la salida del polígono industrial. No más de diecinueve años tendría, quizá dieciocho. Camiseta verde pistacho, pantaloncillos y zapatillas blancas y cargada con una gran mochila a la espalda, entre el inglés, el español macarrónico de la muchacha y el medio alemán, medio polaco de Bruno pronto llegaron a un acuerdo. Enseguida tuvo a la joven a su lado, dándole millones de gracias por ayudarla.

Estuvieron hablando una larga hora o algo más. La bella polaca comentó malamente que volvía a la casa familiar tras un mes por Francia y España. ¡Madre mía, una muchacha apenas mayor de edad corriendo sola y libre por esos mundos de dios! -pensó el hombre para sí sin apartar los ojos de la carretera. Los muslos recios y rollizos pese a la juventud, le obligaban a desviar los ojos de forma disimulada para que la joven no apreciara donde residía su interés. Sin embargo y sin poder evitarlo, de tanto en tanto la vista se le iba irremediablemente a los bien expuestos encantos femeninos. La muchacha sonreía beatíficamente sin parar de hablar un segundo. Un pinchazo conocido notó Bruno entre las piernas, sintiéndose culpable por toda la cantidad de pensamientos pecaminosos que le corrían la cabeza. El miembro oculto le dolía buscando escapar a su encierro. ¡Dios mío, pero si podía ser su nieta! Cierto, podía serlo pero también una posible conquista que llevarse a la boca.

Tres cuartos de hora más tarde y con el sol dándole cara a cara mientras conducía, la hermosa polaca dormía plácidamente. Seguían robándole kilómetros a la carretera, pisando el acelerador de forma regular y a velocidad de crucero. Los ojos volvían a desviarse hacia ella, resultándole factible detectar la cabellera rubia recogida y sus grandes senos. Con manifiesta dificultad y un trallazo entre las piernas, retornó la atención al asfalto. No se trataba de tener un desagradable accidente. Pese a ello y aprovechando la tranquilidad de la joven, volvía a mirarla contemplándola una y otra vez. La respiración en calma, haciendo subir la tela lentamente cada vez que los pulmones se llenaban de aire. Tenía buenos pechos para su edad, escondidos bajo el pertinente sujetador y aún así se veían más grandes que los de muchas otras. Algo entrada en carnes, la muchacha tenía chicha donde coger. Apoyada la cabeza suavemente junto a la ventana, las piernas dobladas mostrando parte del trasero, a Bruno se le pasó por la cabeza llevar la mano hacia ella aunque evidentemente no lo hizo. Tan débil y delicada parecía, sin embargo la experiencia le hizo esperar su oportunidad. No debía precipitar los acontecimientos, sabiendo esperar su momento si este se daba. Poco a poco la tarde se iba echando, acercándose la noche a grandes pasos.

Danuta despertó hambrienta, llevaba algo en la mochila e invitó al hombre. Unas chocolatinas y algo de pan con lo que matar el apetito. No tardarían en parar a cenar algo. Luego, como hacía siempre, invitaría a la joven a continuar viaje si esta lo deseaba. Una buena parte de viaje le había ahorrado, estaba bien contenta y la sonrisa perenne de ella así lo demostraba. Cien kilómetros antes de llegar a Valencia, pararon invitando el hombre a la muchacha a cenar. Era lo menos que podía hacer por ella. La compañía era de lo más agradable para un hombre acostumbrado a la soledad de aquel vehículo. Un plato combinado para él y un gran filete acompañado de patatas que la joven devoró en apenas un corto rato. Estaba hambrienta, seguramente llevaría días sin probar algo caliente. Pagó y volvieron al camión en el que Bruno preguntó si quería pasar la noche o prefería que la dejara en algún sitio próximo y civilizado. Entre grandes aspavientos, la bella rubia aceptó pasar la noche a su lado. Un gracias y un beso en la mejilla que al hombre supieron a gloria.

De nuevo las disimuladas miradas, escapándose camino del discreto escote que la fina camiseta dejaba entrever. La cabina era estrecha así que debían buscar cada cual su espacio. De espaldas a ella, se deshizo de la camisa quedando el cuerpo velludo a la vista de su joven acompañante. Tras él escuchó un tímido suspiro de sorpresa que le hizo volver, encontrándola sentada y con las piernas entrecruzadas. La respiración se notaba ahora más acelerada, seguramente por la presencia del hombre maduro tan cerca de ella. No se atrevía a desvestirse y él lo entendió girándose nuevamente para darle la espalda al quedar estirado en su trozo de descanso. Débiles sonidos se escuchaban al poco rato, sin duda quitándose la camiseta y el mínimo pantalón. A Bruno se le hacía la boca agua pero nada intentó sintiéndola tumbarse a su lado.

Despertó con el brazo de la joven por encima. Abrazada a su lado, el cuerpo menudo y apetecible se notaba frío tras la noche pasada. Miró el reloj de pulsera mientras se desperezaba. Las siete de la mañana. Las luces eléctricas habían desaparecido, dando paso a los primeros rayos del amanecer. Con dificultad se quitó el brazo, ronroneando la rubilla entre sueños. Se notó trempar sin remedio, tan cerca de ella resultaba una tentación difícil de evitar. Se llevó la mano a la entrepierna en busca de alivio, dura como una piedra necesitaba pensar en otra cosa. Con cuidado de no darse en la cabeza, se separó dejándola dormir un rato más. Arreglándose los cabellos alborotados, desperezándose al recuperar la noción del tiempo, marchó a los servicios a arreglarse. Un baño rápido para dirigirse después a la cafetería donde pidió un café y una pasta que supusieron el mejor reconstituyente. Otra pasta y un zumo para la joven que seguro necesitaría cuando despertara.

De nuevo en el camión, Danuta continuaba durmiendo profundamente. El pecado le volvió a la mente imaginando miles de ideas a desarrollar con aquel cuerpo ya bien formado. Una pequeña camisola y solo las braguitas que le hicieron arder por dentro. Todo un bombón que podía hacer suyo en ese mismo momento. Pero de nuevo supo mantenerse firme en el control de su deseo. Si debía haber algo que fuera ella quien lo pidiera. Poniéndose en marcha tomó carretera adelante, quedaba mucho día por delante y muchos kilómetros por recorrer. Deseaba llegar a Lyon y para eso restaba un largo trecho.

El sueño femenino se cortó ya bien avanzada la mañana, al parecer la joven acumulaba sueño atrasado. Un saludo fresco y alegre al besarle débilmente en la mejilla una vez caída en su asiento. Despeinada de la noche, llevaba un vestido corto y veraniego con el que dejaba adivinar todos sus encantos. Que evidentemente eran muchos. Muchos más de los que el hombre maduro, lejos de su mujer y acompañado de semejante belleza podía resistir. Con un gesto de la mano, Bruno indicó a la muchacha la bolsa con el desayuno. Respondiendo con una sonrisa de oreja a oreja, en menos de cinco minutos devoró el alimento que el sesentón le había reservado. Al acabar un nuevo beso en la mejilla como el mejor agradecimiento.

La carretera seguía avanzando y los kilómetros quedando atrás, volviendo a departir para hacer más ameno el viaje. Hablaron de cosas sin importancia, sin entrar en temas personales, pero una conversación agradable con la que pasar el rato. Poco a poco Danuta fue ganando en confianza, apoyando en ocasiones la mano en el brazo del hombre y quedando al poco sentada con las piernas cruzadas en la amplia butaca. Se la veía alegre y contenta, la blanca dentadura ofrecida cada vez que hablaba. El hombre la miraba y no podía creer tener a su lado semejante encanto de criatura. Muchas cosas de las que decía no las entendía como le pasaba a ella, pero ello no fue óbice para que la mañana les pasara como un soplo de aire.

Pararon solo para comprar algo de comer y de nuevo siguieron carretera adelante. Bruno quería aprovechar el día todo lo posible. Tras comer las raciones de pasta, el sueño volvió a la muchacha. El hombre tuvo que beber con urgencia, notaba la boca y los labios resecos. El miembro quejándose bajo el tejano por la presencia tan cercana y a la que no quitaba ojo. Tenía que hacer algo si es que la joven no mostraba mayor interés. Con la cabeza suavemente apoyada junto a la ventana, el sol golpeaba con violencia todo el atractivo juvenil. Los párpados caídos, la nariz perfilada, el cutis claro y perfecto. Los ojos grandes color miel, de largas pestañas y ahora cerrados. Llevó la mirada cuerpo abajo recorriendo las curvas llenas de sensualidad. Curvas protegidas por el vestido pero que podía imaginar con facilidad gracias a la fina tela que las cubría. Inmediatamente, Bruno centró la atención en los pechos que subían y bajaban con cada respiración. Duros y de gran tamaño, el bulto que formaban parecía buscar romper el botón que los mantenía a buen recaudo. Tragó saliva, lo necesitaba. Ahora sí supo con seguridad que algo habría entre ellos, si no por parte de la muchacha, por su parte seguro. Cada vez le costaba más resistirse a tanto encanto y no sabía lo que una nueva noche juntos podría depararles. Necesitaba sexo, la compañía de un cuerpo joven y de firmes formas con el que poder disfrutar de un rato de solaz. La tentación de llevar la mano bajo el vestido acariciando su estómago para después subirla hasta la curva de sus pechos, le hizo sentir tenso. Hacía calor, un calor tremendo que le hacía notar la camisa pegajosa. Tendría que cambiarse, le picaba todo el cuerpo y no podría seguir mucho más así. Por suerte el día empezaba a cerrarse, ya mucho camino hecho en el interior del país galo. En apenas tres horas llegarían al destino indicado.

Bruno tuvo que hacer grandes esfuerzos para controlarse, para controlar las cálidas sensaciones que le corrían por dentro. Le gustaban todas y la joven Danuta era preciosa. Alta y con carnes, la polaca gozaba de unas curvas muy femeninas de las que los pechos resultaban seductoramente llenos. Los muslos recios y rollizos se mostraban en todo su esplendor, las piernas algo abiertas y por las que no hubiera sido difícil colocar la mano. Sin esperarlo y tan absorto como lo estaba, la rubilla despertó cogiéndole en falta.

-           ¿Qué  miras?

-           Oh perdona. ¿Dormiste bien? -preguntó carraspeando al sentirse cogido.

-           De maravilla -contestó desperezándose como una gatita, estirándose al sonreír con satisfacción.

El hombre clavó la mirada en la carretera, a esas horas había poco tráfico. Sin duda iría aumentando según llegaran a Lyon.

-           No me respondiste la pregunta. ¿Qué mirabas con tanto interés? -volvió a preguntar con una risilla floja.

           

-           Oh nada, solo te veía dormir.

           

-           ¿Sólo eso? -dijo ella divertida con el nerviosismo de su maduro compañero.

Ciertamente la joven no era tan inexperta como podía parecer. Pese a sus años o quizá precisamente por ello, no le habían pasado desapercibidas las miradas y la inclinación que Bruno mostraba hacia ella. Sin embargo, no supo muy bien cómo tomárselo. ¿Un hombre tan mayor interesado en una jovencita como ella? Ummm, ¿y por qué no? -pensó para sí viéndole callado y sin apartar la mirada del infinito. Eso la hizo sentir nerviosa y preocupada, tan lejos de casa y sola con aquel hombre que cualquier cosa podía hacerle. No había pensado en eso en todo el viaje. Pero al tiempo pensó en su carácter afable, en lo atento que había sido con ella y todo se le olvidó de golpe volviendo a su franca sonrisa que al hombre cautivaba.

-           ¿Queda mucho para llegar? -preguntó quedando con el vestido subido y las piernas cruzadas una vez más.

           

-           Unas tres horas o menos. Cenaremos al llegar y pronto a dormir, mañana nos espera un día largo -dijo con seguridad al apretar el volante entre las manos.

           

-           ¡Qué bien, estoy deseando llegar a casa y ver a mis padres! -declaró abriéndosele los hermosos ojos con la confesión.

           

-           Espero que lleguemos en dos, tres días máximo -respondió viendo sobrepasarles un autocar turístico.

El cielo empezaba a ennegrecer, las nubes cerrándose y el estómago comenzando a quejarse necesitado de algo que digerir.

-           ¿Tienes hambre?

           

-           Aún no, al comer tarde me encuentro bien.

           

-           ¿Qué tal un sandwich y una cerveza? -preguntó fijando los ojos en los de la chica.

           

-           Un sandwich sí, ¿por qué no?

           

-           Está bien -zanjó él.

Como la noche anterior pararon en un área de servicio donde pidieron dos sandwiches y dos cervezas. Acabaron con rapidez, dejándola sentada a la mesa al ir el hombre a pedir dos cafés. Desde donde se encontraba la miraba ensimismada en sus cosas tal como él lo estaba observando la belleza juvenil. Las piernas que el corto vestido dejaba ver, el cabello ahora suelto cayéndole a media espalda. Suspiró con fuerza, tanto que la mujer que tenía a su lado se giró a mirarle. Pagó volviendo a la mesa junto a ella. Estuvieron unos diez minutos más el uno frente al otro, charlando de manera lacónica. La muchacha parecía recogida en sí misma y Bruno poco o casi nada dijo. Abandonaron el establecimiento dirigiendo los pasos hacia el camión, no sin antes visitar los baños donde ambos orinaron con necesidad.

Ya de noche, los acontecimientos se precipitaron. El hombre se moría de ganas por cohabitar con la joven y a Danuta le corría la curiosidad por dentro, la curiosidad por conocer el cuerpo masculino, la curiosidad irrefrenable que da la juventud. A Bruno le bullía la sangre, necesitaba descargar tras varios días sin hacerlo. Las pajas están bien para aliviar tensiones pero llega un momento en que uno necesita algo más, un cuerpo femenino con el que poder abrazarse, con el que poder unirse en uno solo. De espaldas a la joven, se quitó la camisa algo sudorosa de todo el día, soltando el botón del tejano a continuación. Le apretaba la cintura y buscaba atenuar la molestia que el pantalón le producía. Ciertamente nada más... al menos por el momento. El cuerpo y la espalda velludos volvieron a llamar la atención de la muchacha. Nunca había visto un hombre tan velludo y varonil. Al menos así lo pensó para sí misma. Gimió débilmente aunque el gemido no le pasó a él inadvertido, tan próximos como estaban.

-           ¿Qué te ocurre?

           

-           No, no... nada -mintió miserablemente ella.

           

-           ¿Seguro que nada? ¿Te sientes incómoda por mi presencia?

           

-           No no, de verdad -carraspeó ella con una falsa sonrisa.

Sentada tras él y con las piernas entrecruzadas se la veía tan apetecible y delicada que el hombre sintió una rápida soflama cubrirle el rostro. Quedaron los dos en silencio, mirándose a los ojos sin decir palabra, la noche cómplice en su silencio tal vez buscado. Sólo se escuchaban las respiraciones de uno y otro, agitadas por el reducido espacio y la falta de escape. Él la deseaba sin remedio y ella no sabía dónde meterse. La curiosidad por el hombre maduro la atenazaba, un calor incontenible le subía entre las piernas.

-           ¿Nunca viste un hombre desnudo? -preguntó él jugándose el todo por el todo.

           

-           Nunca -confesó Danuta bajando la mirada como si no pudiera sostenerla tras la directa pregunta.

Él pensó que quizá había ido demasiado lejos, que quizá se había precipitado haciéndole aquella pregunta. Tardó ella en levantar la cabeza y en los ojos pudo ver la humedad de las primeras lágrimas.

-           Oh dios, ¿qué te pasa muchacha? -preguntó acercándose a ella hasta tomarla entre sus brazos.

           

-           Perdona, creerás que soy una tonta y seguramente es verdad -respondió entre continuos hipidos.

Abrazada al hombre se agarraba al poderoso brazo mientras Bruno la tenía recogida por la espalda. Temblaba entre sus brazos como una niña. La llamada al sexo era más fuerte que ella, sabía lo que podía ocurrir pero al tiempo parecía superior a sus fuerzas, no podía evitar el interés hacia él. El hombre experto supo bien lo que la muchacha quería, se moría de ganas de estar con él aunque su otro yo tratara de evitarlo. Sin control sobre su mano la vio bajar camino del objeto esperado. Nada más sentir la mano sobre su sexo, el maduro sesentón supo que ya era suya. Lo apretó con descaro, haciéndose al tamaño de aquel monstruo y sin dejar aún de gimotear.

-           ¿Te gusta pequeña?

           

-           Está muy duro -los ojos muy abiertos y sin dejar un momento de palpar la presencia amenazante.

Le tomó la barbilla entre los dedos, besándola con infinita dulzura al acercarse a ella. Los labios finos y perfilados de la joven temblaban junto a los suyos, mucho más avezados en aquella labor. Sin embargo, enseguida fue ella la que buscó los labios de Bruno en un nuevo beso corto y tímido.

-           Eres preciosa Danuta.

Ella sólo sonrió, limpiándose con la mano el rostro húmedo por las lágrimas. Los ojos como platos como si no creyera las palabras del hombre, se dejó besar volviendo a enganchar el brazo masculino entre sus dedos. No debía correr mucho, estaba seguro que la llamada de la naturaleza acabaría venciendo la curiosidad de su joven compañera.

-           Danuta muchacha, ¿quieres verla?

Asintió con la cabeza sin atreverse a ser ella quien lo hiciera. Para que la impresión no fuera tan grande, se volvió de espaldas al bajar el pantalón junto al slip. El trasero quedó a la vista de la polaca que no pudo más que humedecerse los labios de forma profusa. Algo tan desconocido para ella, aquel hombre tan cerca era algo totalmente distinto a los jóvenes muchachos con los que apenas había jugado. Porque en realidad, la hermosa Danuta no había hecho más que eso, algún beso robado con algún muchacho del pueblo, alguna caricia y poco más. Le quedaba mucho por conocer de los hombres y estaba segura que ya no había marcha atrás. La poca luz hacía difusa la escena, el cuerpo masculino quedaba ensombrecido en parte. Pese a los años, le pareció tremendamente varonil e interesante. Bruno se giró quedando bien visible el músculo atroz sobre el que los ojos cayeron llenos de impresión.

-           ¡Oh my God! -exclamó ella llevándose las manos a la boca al sonrojarse abriendo los ojos como platos. A continuación se santiguó una y mil veces.

El miembro caído y de tamaño más que respetable si bien todavía no enteramente erecto, le pareció a la muchacha lo más bello que nunca había visto. Grueso y palpitante por el nerviosismo que al hombre atenazaba, la piel medio cubriéndole el glande amoratado. Humedeciéndose de nuevo los labios, admiró el cuerpo delgado y de músculos marcados en el que sobresalía la barriga no excesivamente abultada. Se mantenía en buena forma y en el peso adecuado para su edad. Danuta tragó saliva garganta abajo. El hombre tomó suavemente el pene entre sus dedos, empezando a moverlos arriba y abajo poco a poco. Ella le vio hacer sin decir palabra. El silencio entre ellos se podía cortar con un cuchillo., él masturbándose complaciente y ella solo mirando cómo lo hacía.

-           ¿Quieres tocarla?

La joven rozó simplemente aquello como si se fuera a romper, con cuidado extremo. Con un grito retiró la mano, asustada sin avanzar más por el momento. Se sentía aturdida, inexperta frente al objeto cálido y bien dispuesto. Tres veces le llevó Bruno la mano y tres veces la retiró hasta que a la cuarta se la mantuvo firmemente apoyada sobre la dura herramienta sin dejar que la abandonara. Él la dejó que hiciera, que fuera ella misma la que descubriera el músculo cada vez más encabritado. Lo soltó lanzando un grito de triunfo ante el objeto que se le presentaba. El pene se enderezó apuntando adelante y ella lo volvió a tomar comenzando a masturbarlo como había visto hacer al maduro sesentón. Poco a poco se fue haciendo al mismo, llevando los dedos arriba y abajo haciéndolo crecer sin remedio. Y con ellos los ojos se agrandaban más y más. ¡Dios, aquella muñequita era verdaderamente encantadora! Por su inexperiencia, seguramente pocos de aquellos momentos habría vivido. La siguiente solicitud que le formuló confirmó aún más sus sospechas.

-           Por favor, desnúdate pequeña.

Tuvo que hacerlo él, de haber sido ella de seguro no lo hubiese logrado. Tan alterada se la veía y demasiada vergüenza la que la envolvía, sólo hacía que negar con la cabeza. Tratando de tranquilizarla, la besó dándole un pequeño piquillo al que Danuta respondió gimiendo de forma sonora.

-           ¿Prefieres que lo haga yo? -preguntó una nariz junto a la otra.

           

-           Tranquilízate muchacha, no haremos nada que no quieras.

Ella asintió con la cabeza al notar los dedos por encima del vestido. Respiraba con dificultad, inmóvil como una estatua de mármol y aceptando que el hombre la tratara del modo delicado en que lo hacía. Cerrando los ojos, le ofreció los labios temblorosos para que los besara. Él los tomó besándola suavemente, mordiéndoselos hasta hacerla gemir. Temblaba toda ella, deseaba que la besara, que la amase y acariciara haciéndola sentir miles de sensaciones desconocidas hasta entonces. El hombre maduro supo cómo llevarla, besándola con infinita ternura, posando los labios simplemente para poco a poco envolverlos presionando de forma más intensa. Al fin consiguió que la polaca respondiera, abriendo ella los labios para dar paso a la húmeda lengua del hombre. La notó mezclarse con la suya y eso la hizo sentir más nerviosa. La cabeza le daba vueltas, los cabellos le caían por el rostro inflamado, le sentía tan cerca de ella...

Bruno aprovechó la quietud femenina para besarla con más pasión, enredando una lengua con la otra en un combate de lo más provocativo. Ella se abandonó a su suerte, las manos corriéndole el cuerpo sin control alguno. La curvatura de la espalda, bajando una de ellas por el costado hasta alcanzarle la cadera prominente mientras la muchacha se agarraba con desesperación al brazo masculino. Gimió ahora sonoramente al devolver el beso con el que Bruno la encendía. Descontrolado la comía a besos, tocándola por encima de la ropa y haciéndola girar hasta quedar de espaldas al hombre. Se pegó a ella haciendo la unión insoportable para ambos. Tras ella pudo sentir el enorme bulto golpeándole el culo que echó atrás de forma instintiva y sin saber bien lo que hacía. Eso encantó al hombre, ese joven trasero valía oro y quizá con un poco de suerte podría ser suyo.

-           ¡Eres preciosa pequeña... una gatita realmente preciosa!

Danuta no entendía lo que le decía pero sí reconocía el cuerpo del hombre cubriendo el suyo. Más grande que ella, aquello tan duro continuaba detrás encendiéndola con cada nuevo golpe. Casi sollozando de placer, dejó caer la cabeza apoyada en el hombro de su amante. De espaldas, la visión para el hombre era perfecta. La contempló admirándola, el cabello suelto y lacio, los pechos a punto de estallar bajo el vestido, la mirada perdida por la pasión que la dominaba. Debía seguir tan ardua tarea, la joven se encontraba receptiva a cualquier cosa que su mente obscena pudiese planear. Lentamente buscó subir el vestido a lo que ella se negó plantando las manos en las del hombre.

-           ¡Nooooooooooooo!

Volviendo el rostro dejó que la besara, abriendo la boca en un beso largo y sensual que la hizo derretir entera. Estaba empapada, en su falta de costumbre no supo lo que aquello significaba, sólo que un cosquilleo agradable le subía entre las piernas. El maduro sesentón la envolvía por la cintura, apretado a la joven hasta notar el sexo dolerle.

-           ¡Ummmmmmmmmmmmmmmmm!

Las manos en los muslos, probó de nuevo a quitarle el vestido cosa que ahora sí le permitió aguantando la rubilla el aliento mientras lo hacía. Frente a él aparecieron las nalgas cubiertas por las negras bragas, grandes y poco sexys, dos montañas firmes y elevadas que al maduro hicieron perder la razón. De la parte baja de la espalda fue subiendo la tela del vestido hasta desaparecer el mismo por la cabeza. Un sujetador igual de poco sexy que las bragas apareció a la vista, cosa que a Bruno nada importó tan interesado en otras cosas estaba. Entre las manos atrapó los grandes pechos que las cazelotas ocultaban. En silencio y acercándose a ella, le hizo sentir el aliento en la nuca. Un escalofrío pleno de electricidad recorrió el cuerpo de la muchacha que se arqueó lanzando un suspiro satisfecho. Se enderezó toda ella, los músculos en tensión por la sensación recibida. De ese modo pudo escuchar en voz baja las palabras dulces que él le dedicaba:

-           ¿Te gusta verdad?

           

-           Gracias, gracias... sola seguramente no hubiese podido. Perdona, estoy muy nerviosa. Demasiada vergüenza...

           

-           Eres encantadora -exclamó tomándola entre sus brazos en los que la joven se dejó envolver.

Empezó a besarla, la lengua entrándole en la boca sin pedir permiso. Ella, perversa, se la mordió levemente degustándola junto a la suya. Los labios deseosos por ser besados, las lenguas jugando una con otra en un beso primero sosegado para luego hacerse apasionado y sensual entre los murmullos que producían. Ladeando mínimamente la cabeza, la joven aprendiendo a ser pérfida se rozó contra él al sentir los labios chupando y lamiéndole el cuello. Bruno se lo besó, apoyando su cintura en la de ella como antes había hecho con muchas de sus conquistas. ¡Estaba durísimo! Apoderándose de la orejilla se la comió con insolencia, avanzando así en la derrota de la muchacha. La piel femenina se erizó con la respiración entrecortada corriéndole por encima. Fue ella misma la que tiró abajo uno de los tirantes del sujetador, dejando a la vista el hermoso pecho. Deseaba entregarse al maduro, se notaba seguramente tan excitada o más que él, el feliz encuentro entre ambos resultaba inevitable. Nerviosa perdida, sintiendo la llamada del sexo en ella, el aliento ardiente seguía golpeándole la nuca, el cuello. Gimió enderezándose nuevamente al notar la boca recorriéndole la espalda, bajando por la nuca hasta media espalda para volver a subir al punto de partida. Bruno le dedicaba palabras afectivas y obscenas junto al oído, haciendo que los gemidos, los murmullos de la joven crecieran en intensidad. Ella le pidió que parara en un tímido susurro que él no entendió, tan enfrascado en seducirla como estaba. Le hablaba muy suavemente, alargando las palabras hasta hacerla rabiar, las manos deslizándose lentamente por los hombros camino del pecho que apetecía tocar. Con los ojos entrecerrados nublándole la vista, sintió el otro tirante caer ayudado por los dedos de su amante. En ese mismo momento se corrió notando el agradable hormigueo entre las piernas. Él supo lo que a la polaca le sucedía pero dejó que se fuera, creciendo imparable la mancha.

-           ¿Tiemblas? ¡Me tienes loco pequeña!

           

-           ¡Ummmmmmmmmmm! -murmuró sin saber bien lo que le pasaba, sólo que se encontraba a gusto en compañía de aquel hombre.

Dejándose llevar por el buen camino y ya más que encendida, respiraba acelerada quejándose entre continuos suspiros. La polaca era tímida aunque al tiempo vivaracha y de buen porte. Continuando con lo suyo, Bruno le susurró al oído lo mucho que le gustaba, lo mucho que le fascinaba y que deseaba besarle los pechos y amarla. Las manos en las manejables caderas y la espalda femenina caída sobre su pecho velludo, el hombre la cogió con fuerza obligándola a girar hasta quedar uno frente al otro. Ella temblaba y gimoteaba a partes iguales, todavía con los últimos estertores del orgasmo maltratándola.

-           ¡Dios, qué hermosos pechos tienes muchacha!

Notó los enormes pechos duros pero no quiso aún atacarlos. Los contempló devorándolos en su belleza. Duros, sensuales y parados, los pezones aparecían erectos y deseosos porque los tomara. Bruno se lanzó sobre ellos empezando a jugar con los oscuros botones, pasando del uno al otro, lamiéndolos con fiereza, mordiéndolos y pellizcándolos entre los dedos lo que la hizo gritar de dolor. Por abajo y mientras tanto, la otra mano acariciaba el culo de nalgas devastadoras, joven y en pompa por el que cualquier hombre hubiera suspirado. En un momento de descontrol, la llevó contra él dándole a sentir el miembro erecto sobre la braga mojada. Ella lanzó un grito complacido, las manos enredadas en el cabello del hombre haciéndole que la besara con desenfreno. Ardía como una perra en celo, la piel quemaba bajo sus dedos y ya la sentía lista para lo que quisiera hacerle. Cogiéndole la mano, la hizo caer sobre su sexo el cual envolvió con firmeza entre los dedos. Empezó a moverlos con lentitud extrema, el músculo recio y palpitante respondiendo satisfecho a la caricia.

Con curiosidad malsana observó la desnudez del hombre. Respiraba con paulatina dificultad. Bajó los ojos para empaparse con el cuerpo desnudo de Bruno. Era hermoso con su madurez bien conservada, los músculos fuertes y definidos por el duro trabajo, el gesto resuelto y sobre todo lo que más llamó su atención fue cómo no la herramienta erguida entre sus largos dedillos, elevada y firme, llena de venas y palpitante hasta el extremo. Ella lo miraba con gesto de total asombro, masturbándolo suavemente y notando entre los dedos cómo el pene respondía. Le masturbó con delicadeza, muy lentamente mirándose ambos a los ojos. Con la derecha le acarició los huevos que se notaban duros como piedras. Bajo la tenue luz el sexo masculino se veía imponente, parado y más que grueso. Con los dedos descubrió algo nuevo, corriendo el forro atrás y viendo aparecer al champiñón amoratado. Eso fue una nueva sorpresa para la muchacha que no por ello dejó de masturbar el miembro viril. Paso a paso pareció crecer aún más, mostrando un aspecto feroz que a la joven hizo sonrojar.

-           Ven cariño... vamos a tumbarnos.

Se tumbó él boca arriba con el pene caído a un lado. Danuta se acercó gateando sobre el camastro como había visto en una película de esas guarras. Con las piernas dobladas, quedó junto al hombre volviendo a tomar el objeto entre los dedos. Él gimió de forma sonora haciéndola dar un respingo de sorpresa. Volvió a masturbar el pene, ahora con los dedos envolviéndolo arriba y abajo. Parecía que empezaba a aprender, lo que el hombre agradeció la cabeza echada sobre la almohada. La levantó viéndola hacer, la mano moviéndose cada vez más rápido pero a un ritmo tolerable. Con la mirada le indicó que la chupara. Ella se mostró dubitativa al principio pero finalmente acercó su bello rostro entre las piernas velludas.

-           ¡Vamos pequeña... dale besitos! ¡Verás qué bien!

Con la mano la tomó del cabello haciéndola hundirse hasta acabar junto al músculo vibrante. A su lado la polla brincó dando en la cara de Danuta, la cual se apartó por la sorpresa. La muchacha inexperta no sabía qué hacer con aquello tan duro y cabeceante. Por fortuna, el hombre supo reconvertir la situación mostrando a su joven compañera el camino a llevar. Aquello ciertamente se veía duro y rocoso pero pronto supo aprender aquella segunda lección. Comenzó a lamer el helado, pasando la lengua casi rozándolo. Enseguida los roces se hicieron más continuos al notar el pene tan duro cabecear bajo sus caricias. Sonrió nerviosa al ver cómo el hombre la animaba a seguir. Levemente lo fue besando, dándole besitos a lo largo del tronco. Bruno, mirándole los pechos y luego el bonito rostro, le dijo que pasara la lengua por el glande. Lo hizo arrancando de su amante un temblor tras el que volvió a caer sobre la almohada. Chupó el grueso capuchón, pasando la lengua por encima en lentos movimientos. La polla excitada saltaba hacia arriba quedando tiesa frente a ella. Estuvo un rato largo repitiendo la operación, pasando la lengua arriba y abajo hasta acabar en el glande brillante de las babas. Entonces hizo algo más que eso. Con timidez se lo metió en la boca comenzando a succionar levemente. Buscando una vez más la polla de piel rosada y cabeza oscura, abrió la boca hasta engullirla toda. Bruno se estremeció loco por que lo hiciera, al levantar la cintura hacia delante. La joven polaca tragó de golpe teniendo que soltarlo al sentir arcadas por tan recio visitante. La inexperiencia le había jugado una mala pasada al no conocer el rival al que se enfrentaba. ¡Tremendo miembro el que gastaba el hombre maduro! Tras respirar unos segundos, el maduro sesentón la enterró volviendo a tragar el miembro. Empezó a chupar moviendo la cabeza arriba y abajo, chupando muy despacio, descubriendo poco a poco la forma de hacerlo.

-           ¡Así muchacha así... sigue chupando así preciosa!

La lengua lamía, succionando después con los labios hasta conseguir meterse la mitad del pene. Al tiempo, con los dedos le pajeaba acompañando el roce que los labios producían. En el silencio de la noche podía escucharse el chupar de la boca, metiéndosela y sacándola, saboreando sin descanso el bello juguete al que tan rápido se había aficionado. El rostro de la joven aparecía brillante y desencajado cada vez que se le hinchaba el carrillo. Con grandes esfuerzos consiguió hacerla montar encima en posición inversa. El 69 se hizo realidad, pudiendo de ese modo participar él de la fiesta. Apoderándose del coñito lo lamió notando los jugos amargos en la lengua. Danuta se removió gritando con el roce entre sus piernas, pero no se apartó permitiendo así que el hombre continuara. Pronto empezó a gemir con dificultad gracias al roce de la lengua entre sus paredes. Metiéndose el largo cimbel en la boca, los gemidos se escuchaban rodeados de emoción. Chupaba con ganas, ya sabía bien lo que hacer y cómo dar placer a su hombre. Por debajo, Bruno le golpeaba con el dedo el clitoris acompañando el roce que la lengua le daba. Eso la hacía gemir descontrolada, aullando de gusto como la mujer en que empezaba a convertirse. Removía el culillo disfrutando el trabajo que le hacían mientras, por su parte, las lamidas y succiones se hacían más intensas. Él trató de traspasar con el dedo el estrecho y oscuro agujero haciéndola saltar dando un respingo sofocado.

-           ¡Noooooooo please, nooooooooooo!

Intentó ahora meter el dedo en el otro agujero mucho más mojado y preparado, escuchándola quejarse al buscar presionar más adentro. De primeras no entendió las quejas de la joven, volviendo a probar escuchándola quejarse una vez más lo que le hizo desistir por el momento. Así la fue chupando, envolviendo la vulva con los labios para después pasar la lengua humedeciéndolo aún más de lo que lo estaba. Ella gimoteaba sollozando por el inmenso placer que sentía. Aquello era fantástico, no podía imaginar algo tan bueno y que la hiciera vibrar de aquel modo. Dejó caer la saliva por encima del grueso aparato, esparciéndola por el mismo con la mano y al metérselo en la boca. Con los dedos sobre el coñito, sentía cómo el hombre la masturbaba. Gemía, se agitaba entera mientras pequeños grititos escapaban de entre sus labios. Fue cuando, sin ayuda de las manos, se la metió entera en la boca succionando una y otra vez. ¡Hija de puta, qué bien aprendía!

-           Así muñeca, así... continúa con eso...

           

-           Glups, glups, glups.

Motu proprio se dedicó a lamer los huevos al alcanzar la base del encabritado animal, pasando la lengua y chupándolos bien cargados de fuerza masculina. Allí se apreciaba un buen cargamento guardado, que el experto macho sabía salvaguardar pese a los muchos intentos de la joven. Ni uno ni otro daban su brazo a torcer, ella cada vez queriendo saber más y más y él disfrutando la locura insaciable de aquella diablilla encantadora. Haciéndola levantar la hizo tumbar con las piernas bien abiertas. Se hundió entre ellas devorando la gruta de la que no paraban de emanar jugos. La lengua abriendo los labios hasta quedar enterrada mínimamente entre las paredes. Succionando con apetito desmedido y abandonando el objeto preciado para recorrer el pubis de vello recortadito. Llenándolo de besos, haciéndola retorcer, llenando de lamentos la exigua estancia. El calor les hacía sudar, las manos resbalándole sobre los muslos rollizos en los que las uñas se clavaban. Volvió a la carga jugando con la vulva mojada, pasando la lengua por encima de la rajilla entre los grititos desconsolados de su apetitosa amante. Sacando la lengua trató de meter una vez más uno de los dedos, notando dificultad junto al lamento que ella producía. Algo raro ocurría que no sabía descifrar. Estaba receptiva y mojada como una perra y sin embargo se quejaba cada vez que buscaba follarla. Cesó en su tarea dirigiendo los pasos al botón palpitante y rosado. Con pequeños golpes de lengua lo maltrató, respondiendo el diminuto órgano al endurecerse bajo el rápido contacto. Los gritos de la muchacha subieron de volumen, atrapándole la cabeza entre las manos para que no escapase.

-           ¡Sigue, sigueeeeeeee.... ummmmmmmmmmmmm!

De ese modo lo trabajó de la forma que sabía que tanto les gustaba, unos segundos ahí y podía uno lograr el mejor placer en ellas. Nada como aquello para hacerlas reventar desconsoladas. Y aquel coñito era tan sensible... Con el roce por encima del clítoris, se corrió por segunda vez entregándole el calor de su vulva. Bruno bebió el cálido manantial que le llenaba la boca, chupó y lamió empapándose de ella, saboreando el calor femenino hecho orgasmo. Le encantaba hacerlas correr y que le diesen sus jugos entre los labios. Nada como comer un buen coñito hasta conseguir del mismo toda la humedad líquida.

Se separó dejándola recuperarse del placer obtenido, escuchándola sollozar como una perrita satisfecha. Estirada sobre el falso camastro se la veía hermosa en su total desnudez. Los pechos elevándose orgullosos con el rápido respirar, el cabello cayéndole en pequeños mechones que le cubrían la mitad del rostro. Con los ojos cerrados, la imagen no podía ser más que excitante para el sesentón. Ahora necesitaba lo suyo, deseaba hacerla suya a toda costa y disfrutar de ese cuerpo joven y deseable. Cogiéndose la polla entre los dedos, la masturbó unos breves instantes.

-           ¡Quiero follarte pequeña!

Un gesto de temor cubrió el rostro de la muchacha al ver lo que el hombre pretendía. Ella negó con la cabeza a un lado y otro como si con ello fuera a lograr hacerle cambiar de opinión. Estaba demasiado encendido como para pararle. Aquello tan duro y firme le pareció aterrador. No podría hacerlo, estaba convencida de ello.

-           ¿Qué te pasa? ¿No quieres hacerlo?

Danuta no respondió a su pregunta, tapándose sólo con las manos como forma de defensa ante el macho excitado. Cayó sobre ella buscándole la boca, besándola como forma de alivio. Mordió el labio inferior tan tembloroso como hasta entonces lo había sentido. No solo era el labio, era todo el cuerpo el que a la polaca le temblaba. Débil, muy débil y entregada a lo que pudiera desear. Lanzó un grito profundo al sentir el miembro pegado a su pierna. Tan duro y espléndido aparecía que tuvo que cerrar los ojos asustada.

-           ¿Te da miedo? ¿Es eso? Tranquila que todo será fácil...

Junto a ella le llevó la mano para que la acariciara, cosa que ella hizo con extrema suavidad. Se santiguó nuevamente mostrando con ello lo reverenciable que le parecía. Sin embargo, no tardó en mover los dedos arriba y abajo haciéndole estallar en un largo suspiro.

-           ¡Quiero follarte pequeña... quiero follarte!- su voz hecha un tímido susurro.

           

-           No no... -respondía ella en voz baja.

           

-           Lo estás deseando... te gustará, ya lo verás.

Entre continuas protestas nada creíbles, el hombre hizo que abriera las piernas. No pensó ni siquiera en cubrirse con un preservativo, deseando entrarle a pelo para sentirla mejor. Apuntando la entrada buscó dejarse caer dentro de ella. La joven se quejó dolorida mientras Bruno notaba el himen dificultando la acción. Entonces a él se le encendió la luz del entendimiento. ¡Era virgen...! ¿cómo no se había dado cuenta antes? A su edad parecía un tonto inexperto. Ahora entendió las quejas y las protestas que la jovencita daba cada vez que trataba de  hacer presión.

-           ¿Eres virgen? -buscó con la pregunta el asentimiento de la polaca.

Ella dijo que sí entre hipidos entrecortados que la hacían ver más seductora. Gemía con placer y los fluidos le escapaban hecha un lago. Estaba lista y él no iba a detenerse ante nada. Saliendo, cayó abrazado a su joven conquista que le apretó con fuerza la espalda. Bruno le hablaba en voz baja junto al oído, tranquilizándola con el leve sonido de sus palabras. La besó mientras con las manos recorría la bella figura de piel erizada. Estaba a punto, estaba a punto para dejarse amar por entero. Una mano en su cara y la otra bajando peligrosamente camino de zonas hechas fuego. Sin dejar de besarla le acarició la entrada de la vulva, preparándola convenientemente para tan importante momento de su vida. Danuta protestaba pero al tiempo buscaba el contacto, elevando el pubis hacia la aviesa mano. El maduro se incorporó colocándose sobre ella y haciéndole abrir las piernas dobladas.

-           Aguanta un poco... verás qué fácil...

Sin más espera se cogió la polla llevándola al tesoro tan deseado. La muchacha aguantaba la respiración en espera de lo que venía. En el silencio de la cabina, él apoyó la cabeza dejándose resbalar poco a poco en ella. Entre las piernas Danuta notó el roce de la dura carne, el glande rozándole los labios vaginales lo que la hizo estremecer con el aliento en suspenso. Lo sintió de fuego sobre ella, aquello tan grueso la iba a cubrir haciéndola vivir el momento más bello que una mujer podía experimentar. La muchacha procuraba hacerse a la multitud de nuevas sensaciones que la envolvían, cuando sintió la amenazante presencia chocando antes de traspasarla. El hombre se sentía a gusto, la vulva de la joven estaba perfectamente lubricada y no sería difícil desflorarla. La rubita se mordió los labios resecos, agarrándose al brazo de su compañero al entrecerrar los ojos. El impulso juvenil la delató haciéndola abrir las piernas para así mostrarse mejor. Deseaba darle todo. Su cuerpo juvenil de tentadoras formas, su piel delicada, sus gruesos labios y su caliente juventud que él sabría bien cómo tratar. Las manos ásperas de Bruno corrían por la tersa figura, apretándola entre los dedos para arrancarle un tenue jadeo.

-           Tranquila, tranquila... será sólo un momento...

Echando el culo atrás al tomar impulso, se dejó caer sobre ella para ahora sí penetrarla de un fuerte envión. La pared femenina se quebró provocando en ella un grito de intenso dolor, un dolor tan fuerte que tuvo que agarrarse más a él al sentir nublársele el entendimiento. Por su parte, el maduro camionero se mantuvo quieto dentro de ella hasta la mitad, la respiración de la joven golpeándole el oído al adaptarse a la nueva fase en su vida. Se notaba llena, aquello tan grande y palpitante la llenaba haciéndola mujer. Sonrió pese al dolor que sentía. Tan lejos de sus padres y con un hombre al que no conocía de nada. Pero había sido considerado y había resultado precioso al menos para ella. Ambos gruñían, gemían levemente pegados el uno al otro. La joven notó una sensación nueva correrle piernas abajo.

Le dolía entre las piernas, la vulva le quemaba como nunca lo había sentido. ¿Era aquello lo tan maravilloso que sus amigas le habían hablado? Al momento el miembro empezó a moverse en su interior iniciando la lenta copula. Al hombre no le gustaba cubrirse con goma, de ese modo sentía más el roce de las paredes cada vez que resbalaba. Un gemido placentero emitió la polaca al verse penetrada de aquel modo tan lento y preciso. Bruno caía en ella para volver a salir dejándola respirar brevemente. Luego, una vez más dentro para volver a salir del estrecho reducto. La hermosa chica gemía soportando la infame presión al clavar las uñas en los hombros varoniles. Paso a paso, el empuje se fue haciendo más profundo entre los gritos y lamentos que ella producía. La jodía con decisión, con total descaro y empujando con toda la fuerza de su ser. Ella, hipando, se notaba abrir por el ariete que parecía querer romperla por dentro. Bombeaba con fuerza ayudado por el balanceo amable que ella prestaba. Sin saber cómo, su propio cuerpo respondía al ataque de su poderoso compañero. Eso a él le hizo tomar mayor seguridad.

Se dejaba hundir en ella, tomando impulso sobre las manos que tenía firmemente apoyadas a los lados de la cabeza de la joven. En la famosa posición del misionero, se sentía cómodo traspasando aquella tierna flor que tan amablemente se abría bajo su empuje. Arremetida tras arremetida, y grito tras grito de ella, bufaba con el control completo de la situación. Era suya, agarrada al hombro y a su espalda le pedía que la follara sin reservas. Nada podía hacer más que dejarse amar abrazada entre débiles sollozos. Un morbo desconocido envolvió a la joven, el estar descubriendo su sexualidad con aquel hombre y en la oscuridad de la estrecha cabina hacía que su mente corriese a mil por hora. Sin esperarlo notó el placer subirle de nuevo entre las piernas. ¿Iba a correrse bajo su peso? Ella gritaba descompuesta, cogida al culo del maduro. La fiereza masculina se había trasladado a la joven. El hombre no entendía lo que decía, hablaba en su propio idioma y él no sabía descifrar lo que decía. Hasta que escuchó la palabra mágica en inglés.

-           ¡Fuck me, yes fuck me!

Con las piernas cruzadas tras su poderoso amante, se corrió sin remedio con el continuo ir y venir al que la sometía. Él subía y bajaba ajeno a lo que ella sentía, disfrutando el mucho placer que la dulce vagina le hacía vivir. Estaba siendo aquel un polvo agradable y sincero, de los mejores que había disfrutado en mucho tiempo. La joven polaca era un encanto de muchacha, sabiendo entregarse por entero una vez desvirgada. El dolor inicial había dado paso a débiles gemidos placenteros, mezclados con los gritos desesperados de su hermosa conquista. Sin atender a razones ni darle un segundo de descanso, se movía con rapidez clavándose y desclavándose en la humedad femenina.

Descontrolado, la magreaba tomándole uno de los pechos con la mano al apretarlo con fruición. Entre los dedos lo sintió duro y firme, los pezones agrandados y oscuros. Se incorporó para coger una de las piernas y llevarla sobre el hombro. Ambos se miraban, moviéndose acompasados bajo el empuje del hombre. Entraba hasta lo más hondo alcanzando la profundidad del útero cada vez que la traspasaba.

-           ¡Harder, harder... fuck me harder please! -reclamaba la joven inquieta.

Bruno lo gozaba como nunca, su conocimiento le hacía retrasar su placer lo máximo posible. Empujando con fuerza y quedando inmóvil al notar el éxtasis querer abandonarle. Eso hacía que lo disfrutaran de un modo especial, ella aprovechándose de la experiencia del macho y él de todo lo contrario. La ternura juvenil le ayudaba a alargar más la noche, aquella muñequita le hacía rejuvenecer veinte años lo menos. ¡Qué maravilla de muchacha... aquel coñito tan húmedo y estrecho le tenía loco!

-           Ven pequeña... date la vuelta -pidió con voz difusa pero autoritaria.

El pene grueso y de venas bien marcadas apareció envuelto en jugos y sangre y a ella le supo aquello a gloria, había oído también lo bueno que aquella postura resultaba. Sabía que la quería de espaldas a él y poca o ninguna dificultad puso. Las manos bien apoyadas, la mirada echada atrás, la espalda curvada en la que el hombre fijó la vista, el culo elevado y pidiendo seguir. Al hombre maduro le excitaba horrores la curvatura de una espalda femenina, más en esa postura tan excitante. Con los dedos llevaba la piel atrás, dejando ver el prepucio separado del glande inflamado por el placer que le corría. Pegándose a ella le hizo sentir la dureza del músculo por encima del tentador trasero que Danuta removía con vicio inconfesado.

-           Abre las piernas nena, ábrelas y echa el cuerpo adelante...

La polaca gemía y ronroneaba esperando tenerlo nuevamente a su lado. Ayudándola con una mano y cogiéndose con la otra el miembro, se dispuso a penetrarla una vez más. De un solo golpe entró provocando un grito desgarrado en la muchacha.

-           ¡Aaaaaaaaagggg, aaaaggggggggggg... shit I like it!

           

-           ¿Te gusta eh? ¿te gusta verdad?

           

-           ¡Yes, yes... I want your cock, I need it!

           

-           Tómala pequeña zorrita, tómala toda -exclamó Bruno resbalando entre las paredes femeninas.

Volvieron a moverse, él adelante y ella atrás tirando el redondo culillo en busca de un placer distinto. Despacio, muy despacio se movía el hombre gozando la maravilla de cuerpo que se le ofrecía. Bien cogida de las caderas no dejaba que escapara, empujando lentamente para salir al momento escuchándola quejarse. Ahora Danuta protestaba por algo muy distinto a lo que antes lo hacía. Si antes era de dolor ahora lo hacía viéndole abandonarla de forma inesperada. Le necesitaba dentro y se lo hizo saber con un rugido y los ojos encendidos. Él comprendió entrándole hasta hacer tope en ella. Los huevos cargados la rozaban con cada nueva acometida, manteniendo esta vez un ritmo más que aceptable. La excitación le apretaba el vientre mientras los muslos se contraían alrededor del miembro que la penetraba sin descanso. Se corrió dos veces más, quizá tres pues perdió el control de sí misma y de las veces que la había hecho estallar. Por su parte, el sesentón la agarró del cabello haciéndola alzar hasta quedar la espalda pegada al pecho del hombre.

-           ¡Vamos pequeña sacámelo, sacámelo todo... necesito descargar!

Unidos en uno solo, gimiendo descontrolados, hablando él y respondiendo la joven al sentir la lengua pegada a la oreja se corrieron juntos entre aullidos y bufidos desconsolados. Los continuos empujones le hicieron correr sin pensar en salir de ella, tan embebido en lo suyo estaba. La leche saltó hecha río entre las paredes que la acogían. Empujó sin descanso hasta que las fuerzas empezaron a fallarle, el placer hecho orgasmo escapándole irremediablemente. La joven rubia sintió el gran falo quedar quieto, para volver a taladrarla sin respiro y cómo algo muy caliente le quemaba por dentro llenándola entre sus gritos complacidos. Cayó adelante notando la leche llenarla al mezclarse con el calor de su propio orgasmo. Con el peso del hombre encima de ella gritó su placer sintiéndose al tiempo cansada pero feliz. La había hecho mujer como nunca lo hubiera imaginado, si aquello era el amor entre un hombre y una mujer, la muchacha pensó que nada podía ser más maravilloso. Bruno la cubrió lanzándole el aliento entrecortado sobre la nuca, los dos agitados por los estertores del orgasmo. Los jadeos descompuestos fueron poco a poco rebajando el tono, abrazados el uno al otro y fue entonces cuando giró levemente la cabeza dejando que su compañero la besara ahogando los excitantes gemidos.

-           Gracias, gracias -la escuchó encogida sobre sí misma, los ojos vidriosos y sin parar de hipar feliz por la experiencia.

           

-           Oh pequeña, no llores... gracias a ti -respondió gratamente sorprendido por la inocencia de la joven.

Minutos más tarde y abrazado por detrás a ella, se durmieron descansando largamente el cálido encuentro.

...................................................................................

Por la mañana y con las primeras luces del alba, despertó con la agradable sensación de una boca alrededor de su sexo. Danuta sonreía perversa mientras devoraba el miembro, para después golpearlo con la lengua lamiéndolo una y otra vez hasta acabar dejándolo tieso y brillante. Ella sonreía mientras se la chupaba, los ojos brillantes por la lujuria. Ya sabía lo que hacer con aquello tan grueso y brillante y cómo dar placer a un hombre. Gimoteaba divertida al pasar la lengua por encima del miembro palpitante, haciéndolo saltar y encabritarse aún más de lo que ya lo estaba. Bruno la veía hacer, las piernas abiertas y la rubia cabecilla hundiéndose entre ellas sin darle respiro. Gimió también él, aquella brujilla le estaba dando el placer que necesitaba y estaba seguro que esperaba su recompensa en forma de líquido viscoso. Apoyó la mano suavemente en el cabello acompañando la deliciosa felatio, arriba y abajo arriba y abajo y así una y otra vez. Sintió el orgasmo llegarle, creciéndole imparable entre las piernas.

Ella lo supo, supo que se corría bajo sus cálidas caricias. Sacando el pene de la boca escupió sobre el mismo, moviendo la mano con rapidez. Él gemía jadeando cada vez más excitado. Una corriente eléctrica le corrió todo el cuerpo y en ese momento la muchacha aún inexperta hizo algo que le llevó al séptimo cielo. Sin darse cuenta de lo que hacía y sin esperarlo tan pronto, acercó la boca al glande del que saltó un chispazo hecho leche. Golpeó violentamente contra ella sin darle tiempo a retirarse, el semen ardiente llenándole los labios, la barbilla y la comisura de la boca. Parte llegándole a la nariz y más arriba cuando el hombre avisó que venía más. Y así fue, retorciéndose sobre el camastro al escupir otros dos lefazos gracias al movimiento de la mano alrededor del tronco enhiesto. Ahora sí logró atraparlo, disfrutando la corrida masculina al metérselo en la boca sintiendo el calor del hombre correrle por encima de la lengua y garganta abajo. Tragó todo con un gesto de inmenso placer, saboreando la calidez, el dulzor y amargor de la lefa. ¡Hija de puta, se lo había tragado sin apartarse en ningún momento, viéndole gozar y disfrutando del placer que le daba! Un gran cambio se había operado en Danuta, de joven inexperta había pasado a disfrutar de los placeres del sexo que ya nunca podría abandonar. Sin duda se había convertido en toda una mujer.

-           So sweet -dijo sonriendo traviesa, sacando la lengua y poniéndose a mirar la polla brillante de líquido blanquecino.

Pese a lo de la noche anterior, Bruno estaba bien cargado lo que la joven agradeció enormemente. Se dedicó a lamerle, chupando y saboreando el miembro que empezaba a perder fuerza. Pasaba la lengua arriba y abajo, para luego metérselo entero mamándolo y masajeándolo antes de dejarlo aparecer limpio de restos de lo que allí había ocurrido.

-           Déjame levantar, necesito arreglarme... tenemos un largo día por delante -dijo el hombre incorporándose en busca de los pantalones.

En la primera farmacia que encontraron Bruno compró la píldora del día después haciendo que ella la tomara. Había estado bien desflorarla y hacerla mujer pero otra cosa bien distinta era ir dejando posibles hijos por el camino.

Día y medio más tarde llegaron al pueblo de la joven, donde los padres de ella le llenaron de abrazos y besos. Él un hombre ajado, lleno de arrugas y al que su rostro le hacía parecer mucho mayor de lo que debía serlo; parecía un abuelo con su pelo y su barba blancos. La mujer era una eslava regordeta y bajita, el rostro de mejillas arreboladas igual que el de la hija, cabello rubio recogido bajo un pañuelo y los grandes y expresivos ojos mirándole una y otra vez. Bruno pensaba para sí en lo que dirían si supieran lo que había hecho con su querida hija. De forma cortés le invitaron a comer con ellos a lo que no pudo negarse a pesar de lo mal de tiempo que iba.

Dos horas más tarde y tras un corto trago de vodka que le quemó la garganta, subió a la cabina del camión y poniéndolo en marcha, vio a la muchacha correr junto al mismo unos doscientos metros hasta que poco a poco fue perdiendo de vista su bonito rostro a través del retrovisor. ¡Pobre muchacha! Seguramente no tardaría en encontrar un muchacho con el que casarse y formar una familia llenándola de hijos.

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Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo