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El rulo, un perro exquisito

en Zoofilia

EL RULO, UN PERRO EXQUISITO

En las mañanas Benito saca a pasear a su mascota errante, Rulo, es un perro enorme de pelaje extrañamente gris. Patas anchas, una cabezota gigante y un hocico largo y dientes brillantes. Su cola parece aterciopelada y Benito se siente orgulloso de aquel bello animal que hace algunos años le regalo su abuelo.

Es costumbre llegarse hasta el parque a unas cuadras de su casa. Allí la verde naturaleza los hace relajar, tanto a perro como a ser humano. Rulo corretea feliz pareciera que sonriendo. Se aleja de su dueño y luego vuelve hacia el a toda carrera casi chocándolo. Le da unas vueltas le ladra y le salta. Casi pasando la altura de Benito que es un chico de veinte años. Elegante. Benito se sienta en algún banco, por lo general el mismo todos los días de lunes a viernes, su trabajo es llevar al animal a que se recreee y haga sus necesidades en la plaza, que luego con paciencia recojerá.

Benito se compra alguna golosina y le convida alguna cosa al goloso Rulo que come lo que su amo le da. Algunos animales han rodeado el parque y Rulo se va con sus congeneres a juguetear. Van y vienen divertidos. No se pelean, se tarasconean en broma y vuelven a correr en tropel por entre las plantas y entre los árboles.

La mediomañana se acerca intrépidamente. El sol está poniéndose alto en aquella primaveral mañana. Las flores hacen su aparición lenta, lo verde va ganando terreno a lo ocre. Todo se va poniendo de un color alegre y con vida. El Rulo vuelve cansado. Benito acaricia la cabeza de su perro. La lengua áspera y deliciosa de Rulo chorrea  saliva. Las gotas caen pesadamente al suelo y allí se escurren. Parece que Rulo sonríe. Se acurruca al lado del chico, que se se estira y se pone de pie. Rulo aguarda alerta. Se enderaza y se coloca al lado de su amo. Empiezan a caminar. La casa está cerca.

Benito sabe que no hay nadie en su casa. Sus padres se han marchado a un viaje a Europa que tenían programado desde hacía tiempo.

Entran a la casa de Benito que es enorme. Pasan por la sala coqueta y se dirigen al patio. Es un patio lleno de macetas y plantas que cuelgan aquí y allá. Parece un botanico pequeño. Allí Benito toma de las orejas al can y lo sacude de un lado a otro jugando. El perro lo entiende al instante. Se pone en dos patas sobre el pecho del chico. Este sale corriendo. El perro lo sigue de cerca. Se enredan en las plantas. Caen al suelo. Ruedan uno sobre el otro. El Rulo hace que lo muerde. Los brazos atleticos del chico abrazan el cuello de Rulo. Que se agita y ladra apenas un poco. Siguen rodando por el pasto cortado prolijamente., solo son ellos jugando como niños. Benito se quita los pantalones y las medias blancas. Se quita la remera y quedan todas las prendas despèrdigadas por el pasto verde.

La punta del capullo del Rulo asoma como al descuido. Vuelven a trenzarse en lucha feroz y las manos de Benito atrapan la herramienta del perro, que sabía que este momento iba a llegar. Se queda quieto. El chico aprieta un poco más. Suelta la preciosa herramienta y el perro salta sobre el cuerpo de Benito. Ahora el perro queda sobre el cuerpo estirado de Benito. Acerca el hocico a la cara del chico. La lengua de Benito se acerca a la del perro que juguetón lame la lengua que le ofrecen. Se lamen mutuamente. El chico se sienta sin dejar el hocico de Rulo. Agarra una vez más el pijón del Rulo que siente su sangre fluir. Benito siente que su pija también se pone dura. Se quita entonces el canzoncillo. Rulo se abalanza sobre el garrote venoso y lo lame avidamente. Husmea y vuelve a sacar su lengua y la pasa sobre el mástil. La fiebre corre por el cuerpo del chico. El animal también rodea al chico, siente el olor del cuerpo y quiere treparlo. Benito se abre los cachetes blancos y duritos y el perro entra con su hocico en aquella zanja y la lengua comre el orificio. El chico gime. Le gusta sentir aquella sensacion que hace unos años descubrió como al descuido y ya no pudo dejar de practicar. Le encanta tener sexo con su perro y con cualquier perro que encuentre por allí, sabe que su cuerpo no es de Rulo, solamente. Benito no deja pasar oprtunidad de hacerse coger con cualquier perro que ande por allí. No se han salvado los perros de sus vecinos. Inclusive alguna vez contaré cuando se dedico a pasear perros. Las orgias que tuvo con aquellos canes, algunos unos verdaderos salvajes, son inolvidables.

Rulo quería ya treparlo, trataba de montarlo. Benito se hacia desear y le hablaba a aquel animal que parecía entenderlo.

__¿Me quieres coger? Me vas a clavar tu estaca, perrito, ¡El quiere coger a su dueño!__ diciendo así volvía a tocar la verga del perro que gemía agitado. Cada vez eran más gruesas las gotas de saliva que caían de l hocico del can. El  chico volvía a colocar la verga en el hocico del perro y este lamía sin descanso. Lentamente se hizo seguir con el animal. Fueron a buscar la crema que siempre usaba. Se embardunó por todas partes. Asi fue que Rulo lo comía, en tanto la verga de Benito estaba tan dura como sus huevos. El perro también los lamía y lamía el orificio abierto de Benito que gemía gozando a pleno.

Inclinándose se colocó en cuatro patas y el Rulo lo montó de inmediato. Salvaje intentó clavar su aguja en el culo del muchacho. Resbaló y lanzó un chorro de semén  sobre las duras nalgas del chico. Volvió a embestirlo y el chico jugaba corriéndose imperceptiblemente para no dejarse penetrar y el animal se volvía loco. Bajaba daba un rodeo. Benito atrapaba la pija del animal, la acariciaba unos momentos y el enloquecido perro volvía a montarlo. Se acomodaba y volvía a intentar. Al fin entro. Benito se abrió y gimió. El vergón espléndido de Rulo  se fue hasta el fondo. Se movió un poco. Empujó y Benito dejó que el botón entrara también. Su ojete se expandió hasta el infinito, elásticamente. El chico sintió que se desgarraba pero lo dejó hacer porque su calentura estaba al máximo. En un momento el Rulo quedó montado sobre la espalda del chico, que sentía como corrían ríos de semen por su cola abierta y caliente. Rulo no se movía. La verga de Benito pulsaba y estaba tan dura, que sentía que si la tocaba largaría leche por todos lados. Se concentró en la estaca que tenía clavada en su culo y que parecía crecer en cada instante. El Rulo fue girando hasta quedar chocando su cola aterciopelada con las nalgas blancas de Benito que agarraba por las patas al animal para que no tirara por demás. Los dos latían como bestias. gemía el chico y el perro de vez en cuando daba pequeños tirones para tratar de zafar de su estuche. Benito sentía que la bola de Rulo había llegado a su máximo esplendor y que ahora empezaría a ceder en su diámetro. El perro tiraba y los fluidos saltaban por el costado de esa bola que se achicaba a cada minuto. Benito gemía y decía__¡¡¡Ahhhh, perro, me destrozas el culo, ahhhh como estoy gozando!!!!¡¡¡¡Ahhhhhhh!!!!__ el Rulo daba gemidos lastimosos pero no eran de dolor sino de placer. El tironeo dio sus resultados y una enorme bola surgió de las entrañas del chico además de una verga gigante, dura como una roca. Benito giro su cuerpo sintiéndo caer chorros de jugos de sus entrañas. Apresó con su boca la temible verga del animal y la fue engullendo en su boca. Tragando y sintiendo como el Rulo seguía descargando líquidos dentro de su hambrienta boca. La pija del perro no declinaba su poderío. Entonces Benito lo hizo acostar. Sin largar su vergota, se coloco a horcajadas del perro y lo montó haciendo entrar en su agujero toda la verga de aquel perro que gozaba tanto como el chico. Benito lo cabalgaba y besaba al perro que seguía largando fluidos dentro de la cola ardiente del muchacho que dejaba salir sus chorros de leche sobre el animal. Un terrible rugido salía de la garganta de Benito mientras largaba litros de leche espesa y blanquecina. Quedó unos momentos mas pegado al can y luego salió de su montura. Quedó  acostado en el pasto al lado de su animal que lentamente iba escondiendo su vergón nuevamente en su bolsa. Los dos tirados se recomponían para continuar durante todo aquel día disfrutando de su desenfreno.

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