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Me follé a papá (2)

en Amor filial

Nada más llegar a él se abalanzó sobre mí y me alzó en el aire, yo grité, vi como se metía en un callejón lateral donde había unos cubos de basura y me soltó de golpe sobre algo blando, era un colchón.

Yo me quedé estupefacta, sin decir nada, él me miraba con una excitación que le hacía resoplar, allí, solo con ver cómo me miraba  supe que iba a metérmela por todos mis agujeros quisiera yo o no.

--Déjate o te mato—me dijo.

Yo titubeé. ¡Quería follarme! Sentía algo de miedo, pero sin duda era un hombretón y en cualquier otro lugar hubiera deseado follármelo.

--Vale—dije.

El tipo comenzó a desabrocharse el botón de los vaqueros, yo miré alrededor, si no gritaba mucho nadie podía descubriros, el lugar estaba especialmente ideado para follar a jovencitas incautas.

Cuando la polla salió me quedé alucinada, larga y gorda, era el mayor nardo que mis ojos había visto nunca.

--¡Me cago en todo, que polla!—exclamé.

El se desnudó por completo y yo me quité mis bragas, me miró con deseo y yo abrí las piernas para mostrare el coño, el cal a estaba palpitando de deseo otra vez.

--Vamos—le dije sin poder aguantar más—Fóllame, cabrón, dame ese pedazo de nardo.

Aquellas palabras parecieron excitarle, se tumbó sobre mí y me la metió de una vez y hasta el fondo.

--Hay—gemí.

Comenzó a penetrarme, sacudiéndome con violencia, y yo a gemir muerta de gusto, sentí un orgasmo que me recorría todo el cuerpo y como la cabeza de ese nardo llegaba hasta el fondo de mí ser.

La follada fue violenta y salvaje, el tipo me sacudía con sus empitonadas en ese colchón, como un animal excitado, yo gemía de un placer indescriptible, creía que iba a correrse dentro de mi coño cuando se separó y me alzó como si fuera de aire.

--No quiero disgustos—dijo—Así que voy a correrme en tu boquita de piñón.

Yo no dije nada, aunque ya me habían rellenado una  otra vez como un puta allí dentro, y por supuesto había preparado una píldora antes de acudir allí aún sin saber si entraría, por si acaso, me pareció bien saborear otra corrida.

Su nardo era descomunal, arrodillada, lo cogí con la mano y mis dedos apenas podían rodearlo, estaba caliente y palpitaba, miré su punta, relucía, saqué mi lengua y la lamí profundamente, haciéndole gemir.

--Cométela, vamos—dijo.

Yo abrí la boca y me la metí, apenas me cabía, su sabor a carne y a mi coño me sedujo y comencé a bombear, arriba y abajo, esperando la inevitable corrida, el tipo procuraba no gemir muy alto para no ser descubierto, yo estaba en una nube, comiendo ese calipo de carne que era exclusivamente para mí.

--Te lo voy a dar todo, muñeca—escuché.

Yo le miré sin dejar de mamar y sentía como ese pollón se hinchaba, salió el precum y después la lefa, me llenó tanto la boca que se me hincharon los carrillos, tragué y lo sentí bajar, era delicioso, pero los chorros salían como de una manguera y escaparon de mi boca, mojando mi barbilla, intentaba tragar como una buena chica, pero mucho se escapaba, él cogió mi cabeza y me hizo sacar el nabo, entonces riadas de semen chocaron contra mi cara, yo acepté aquello, y me excitaba también, él gemía mientras escupía su corrida en mi cara de niña, después me miró, todo mi rostro estaba manchado de semen, relamí lo que pude con la lengua.

--¡Que bestia!—dije.

--No te muevas—dijo él sacando su móvil—Quiero inmortalizar este momento.

--¡No!—dije yo.

--Es para mi colección—dijo él—Nadie la verá, te lo prometo.

Yo no dije nada, vio como me hacía varas fotos de mi cara toda lefada.  que, estoy segura, el muy cabrón las habrá puesto en internet, después saque un paquete de pañuelos del bolso y me limpié algo asqueada.

El tipo quiso darme su número de teléfono por si “Alguna vez necesitaba una buena polla”, yo lo guardé, pero sin intención de llamarle,  comencé a caminar hacia la estación de autobuses, quizás todavía pudiera coger alguno hacia casa.

La noche era calurosa, mientras caminaba pensé en el sexo que había tenido, con cuatro desconocidos y ¡Con mi propio padre! Ahora me parecía una locura, pero no me sentía arrepentida para nada, ese placer iba a recordarlo siempre, por no hablar que iba a masturbarme durante meses rememorándolo.

Unas luces aparecieron detrás de mí y un coche se detuvo, era mi padre.

--Sube—me dijo a través de la ventanilla bajada—Este barrio es peligroso.

Obedecí, pues estaba claro que era mejor opción volver con él que en el autobús, cuando mi padre aceleró pensé que quizás se sentía incómodo o arrepentido, no quise decir nada, pensando que seguramente no hablaríamos ya del tema, pero él no pensaba igual.

--¿Estas cansada?—me preguntó.

--Un poco—dije yo.

Me miró y sonrió.

--¿Te sientes culpable?—preguntó directamente.

Yo sonreí y negué con la cabeza, mis piernas estaban descubiertas, mí vestido corto se había subido hacia mis caderas al estar sentada allí, noté los ojos de mi padre en mis muslos desnudos.

--Lo he pasado muy bien—dije.

El estar en ese coche con papa, solos, me excitaba, recordaba su estupendo rabo, como me había llenado y su delicioso sabor a polla, jamás había pensado en él así, ni mucho menos imaginado su miembro, pero era inmenso.

Sin duda lo que más nos excitaba era que eso estaba prohibido, no podía follarme a mi papá, y esa prohibición hacía que le desease.

--No le digas nada a tu madre—me advirtió.

--Claro que no—dije yo—Será nuestro secreto.

Le miré mientras conducía, mi clítoris palpitaba de nuevo, al parecer mi cuerpo no había tenido suficiente sexo, me sorprendió sentir tanta pasión y pensé que seguramente era una puta, una fresca, y que me gustaba serlo.

--¿Lo he hecho bien?—pregunté.

--Si, cariño—dijo él sin mirarme—Mejor que otras muchas.

--Entonces ¿Te ha gustado?

--Mucho—dijo él--¿Y a ti?

--Muchísimo—dije yo --Como he disfrutado, joder. Pero me has follado muy fuerte.

Papá no dijo nada.

--¿Follas así a mama?—pregunté yo.

--Tu madre no se deja follar así—dijo él.

--Pues yo sí.

Él me miró, sonrió y llevó su mano derecha a mi pierna izquierda, el coche se había adentrado por una carretera que conducía a casa, algo lejos del lugar de la orgía, ambos habíamos escogido ese sitio para no encontrarnos con conocidos, y mira tú, que casualidad que me había encontrado con mi propio padre.

--Jamás pensé que fueras tan caliente—me dijo mientras me acariciaba la pierna.

--Ni yo que tuvieras ese pollón—dije llevando mi mano hacia su nardo, bajo sus pantalones.

Papá estaba de nuevo caliente y yo también,  acaricié su polla de arriba abajo, notándola caliente, latía por mí, por penetrarme de nuevo.

El metió la mano más adentro y me tocó mi coñete por encima de mis bragas.

--Oh, Marieta—dijo—Voy a tener que parar para follarte de nuevo.

Yo miré hacia la carretera, estaba claro que no íbamos a poder aguantar hasta llegar a casa, y allí iba a ser muy difícil hacerlo si mi madre estaba, aunque fuera dormida.

--Para donde sea, joder—dije—No aguanto más.

Mi padre centró toda su atención en el volante, mi coño había chorreado y mis bragas estaban mojadas.

--Conozco un sitio donde tendremos intimidad—dijo—Es una casa de campo de un amigo, frente a ella hay un buen escondite.

Condujo hasta allí, metió el coche por un camino y a dos kilómetros se detuvo, giró y se adentró en un pinar muy escondido, sin duda era un buen sitio para follar, ya que estaba lejos de cualquier lado.

Papá apagó el motor y dejó las luces encendidas, salimos, yo apenas aguantaba la excitación, vi como abría el maletero y sacaba una manta.

--Aquí—dijo extendiéndola delante de la luces—Aquí voy a follarte.

Yo caminé hacia allí y le miré, le sonreí tímidamente, el llevó las mano hacia mis pechitos y los palpó, apretándolos, me frotó los pezones que, al no llevar sujetador, salían marcándose bajo la tela, yo comencé a sobar su polla por encima de sus vaqueros.

--Que tetitas—decía excitado—Quiero comértelas hasta hacerte gemir.

Me atrajo hacia él y noté sus manos apretando mi culo, bajo mi corto vestido, sobre mis braguitas sexys de encaje, introduciendo su jugosa lengua dentro de mi boca, yo casi me corrí al sentirle dentro, su saliva salada me excitaba, su polla se pegaba a mi pubis.

Se separó y tiró de mi vestido hacia arriba, dejándome en bragas, me atrajo de nuevo hacia él y me cogió en volandas, yo me abracé a su fornido cuerpo y sentí como literalmente me rompía las braguitas.

--Que buena estás—me dijo.

--Quiero sentirte dentro—le dije—Quiero que me penetres.

No movimos, sincronizados, yo cogí su nardo y lo dispuse ante mi coño goteante y húmedo, él me dejó caer y me penetró de una vez y hasta el final.

--Ahaa—grité—Siii, mi coñete.

Comenzó a follarme como lo había hecho en la orgía, yo me abrazaba a él mientras gritaba de placer y le pedía más, sentía s calor, su sudor, su olor,  todo eso me excitaba como a una yegua que es follada por un semental.

--Ohooo, papi—suplicaba—Fóllame siempre que quieras, dame mas, mas.

Sus manos apretaban mi culo y nuestras bocas estaban muy juntas, sentía su aliento contra el mío, nos mirábamos excitados, saqué la lengua y la metí dentro de su boca, a lo que él respondió con la suya, sentí que me movía,  la manta bajo mi espalda  y papá ya estaba sobre mí, todo esto sin sacar su nardo de dentro de mi sexo, empujó con más fuerza y comenzó a follarme más fuerte, abriéndome con violencia, yo gritaba casi desmayada abriendo mis piernas todo lo que podía para entregarme más a él.

--Ahaa, ahaaa, papá, me destrozas, siiii.

Me besó de nuevo, jamás había visto a un hombre tan cachondo, y menos follándome a mí, me sentía feliz por satisfacerle.

--Oh, Marieta—gimió—Eres la mejor mujer que he probado.

Yo sentí un orgasmo que hizo que mis piernas se sacudieran como locas, después él giró y quedé sobre él, su ardo, que continuaba invadiéndome, continuaba erecto y palpitante, así que empecé a moverme, a botar encima de aquel extraordinario nabo.

Él tocaba mis pechitos, los apretaba y acariciaba mis pezones, yo gemía con una sonrisa de satisfacción en mi cara, calambres de placer recorría mi sexo abierto de arriba abajo mientras aquella polla entraba abriéndome en dos, avanzando sin piedad hacia mi útero, ambos gemíamos como animales salvajes que copulasen sin ninguna vergüenza.

--Ahaaa, ahaaa.

--Ohooo, hija mía, ohooo.

De repente la polla se hincó, ¡Aquí llegaba la lefada, por fin!

--Córrete dentro de mí, papa—le pedí—Quiero sentir tu corrida en mi coñete.

El se excitó al oír esas palabras y comenzó a moverse hacia arriba, yo comencé a convulsionarme como una auténtica puta, espasmos de placer me sacudían y me vino un orgasmo que no obstante era el que precedía a uno mucho mayor.

--Ahaaaa.

Continué moviéndome, quería más, mucho más, papá se incorporó y me abrazó, comenzó a comerme las tetas, sentí su lengua bañándolas, sus labios cerrándose alrededor de ellas, y como lamía y mordía mis pezones erectos, todo esto mientras me atraía hacia él a la vez que empujaba, mi coña ya dolía, pero era un dolor que incluso me excitaba todavía más, el momento de ser rellenada por la corrida de mi papá había llegado y ahora, el mayor orgasmo de mi vida, que casi me deja sin aliento, me sorprendió de golpe.

--¡Me corrooo!—grité—¡Me voy a correr!

Papá me soltó y me tumbó sobre la manta, entonces comenzó a follarme con una violencia increíble mientras me miraba a la cara, sujetándome las manos sobre la manta, ¿Acaso le excitaba dominara una mujer? ¡Jamás me habían penetrado así!, juntos llegamos a un indescriptible orgasmo.

--Ohooo—gimió--Toma mi leche, hija.

--Siiii—grité yo—Me corrooooo.

Sentí un gran chorro de semen caliente dentro de mí y me corrí como jamás me había corrido,  creo que incluso estuve a punto de desmayarme,  él continuaba envistiéndome como si fuera una vulgar zorra y sentí otro chorro que me hizo poner los ojos en blanco de placer, después me dio otro gran chorro y varios menores, que me gustaron igualmente, cuando se descargó por completo dentro de mi útero, se tumbó sobre mí y nos quedamos así, abrazados y todavía con su polla en mi interior, expulsando los últimos restos de esperma y besándonos.

--Dios mío—gemí con la voz entrecortada—Me has follado, papi, que gusto, que bien.

Unas luces nos cegaron de repente, me aparté de él deprisa. ¡Nos habían descubierto!

--¡Pero esto que es!—dijo alguien.

Dos guardia civiles del seprona estaban de pie al lado del coche, mirándonos, uno de ellos nos apuntaba con la interna.