miprimita.com

Natalia en la granja (1) El caballo Capitán

en Zoofilia

El divorcio de sus padres había sido difícil para Natalia, para ella esa relación era la relación perfecta, pero se había roto aparentemente de golpe.

Por suerte, Natalia tenía veinticinco años, no era menor, así que estaba ya independizada, vivía sola y decidió visitar a sus padres.

Sexualmente, Natalia era activa, pero nunca se había enamorado, por no hablar que en la cama, aunque la dejaban satisfecha, no había encontrado ese placer que la volviera loca, ella sola con su consolador tenía mejores orgasmos que con todos sus amantes.

Ese día decidió ir a la granja de su padre, este era un criador de caballos y tenía una granja escuela, donde criaba caballos y daba clases de equitación, al separarse se había ido a vivir allí definitivamente.

A Natalia le encantaba ese sitio, casi perdido en el campo y donde se respiraba una paz increíble.

Su padre la recibió con los brazos abiertos, siempre le gustaba estar con su hija, pero, por desgracia, su trabajo era absorbente, sobre todo ahora que tenía que pagar un divorcio.

--Esta tarde tengo que ir a la ciudad a una reunión—le dijo--¿Podrás quedarte sola?

--¿No hay nadie?—preguntó ella.

--Hoy los trabajadores tienen el día libre—dijo él—Estarás completamente sola en toda la granja.

--Vale—dijo ella—Estaré en mi habitación leyendo.

Su padre se marchó después de comer, momento en el que Natalia aprovechó para caminar por la granja con libertad, distraída, pensaba en sus cosas cuando recibió un mensaje de texto.

Era uno de esos amigos con derecho a roce que tenía, uno que era especialmente pesado e insistía en tener algo más con ella, casualmente, era el peor follador del mundo según el criterio de Natalia.

--¡Por que nadie sabe follar como Dios manda!—pensó.

Vio a Duque, el mastín español de la granja, se acercó a ella y Natalia acarició su cabeza, después se marchó corriendo persiguiendo a un pájaro.

Entró en el establo y miró los caballos, conocía a algunos, que servían para que la gente aprendiera a cabalgar, su favorito era Capitán, un semental condenado a reproducirse, era blanco, de raza árabe y tranquilo de carácter, Natalia lo había montado de joven y quería a ese caballo como a una mascota.

--¡Hola, capitán!—dijo acariciando su crin después de entrar en su redil.

Capitán respondió con un relinche, como si conociera a la mujer.

Otro mensaje de texto llegó y Natalia sacó el móvil, una repentina torpeza hizo que se le escapase de las manos y cayera al suelo, se agachó para cogerlo, al hacerlo no pudo evitar fijarse en lo que sus ojos tenían delante.

Era el pene de Capitán, un gran pene, se levantó y acarició el lomo.

--Buen trabajo—le dijo—Si un tío tuviera tu nardo seguro que me corría como una puta.

Se sintió estúpido al contarse esas cosas a un caballo, salió del redil y se sentó sobre un montón de paja.

Pensó, no obstante, que era cierto, un rabo así haría milagros con su coño sediento, se casaría con ese tipo para poder jugar y sentir ese nardo dentro de ella.

Sin quererlo ella estaba mirando la polla equina, al darse cuenta apartó la mirada, pero volvió a su curiosa exploración.

Miró aquel rabo alargado y marrón con una extraña devoción, como si intentase no mirarlo, pero a la vez aquella visión la tenía petrificada, anonadada, poco sabía de caballos y sin embargo jamás habría pensado que un podenco pudiera tenerla así de grande.

Miró hacia la puerta, continuaba cerrada, y salvo que pasase algo, estaba sola, sintió de repente una gran excitación, era tan imprevista y salvaje que supo iba a masturbarse, donde fuera, pero en ese momento, sabía que no podría esperar a llegar a casa, sus pezones se asomaron bajo su camiseta y su coño se mojó bajo sus bragas y vaqueros cortos.

--Madre mía—pensó-Lo que daría por una polla ahora mismo.

Se sonrió, una polla tenía, la de ese caballo.

--Si fueras un hombre—le dijo—Te lo comería todo.

Abrió la verja y volvió dentro con el caballo, sin dejar de acariciarlo, se inclinó para ver el pene, como si quisiera cerciorarse de que sus ojos no le habían engañado, ahora lo tenía más cerca, miró su textura, su forma, todo alargado y liso y al final la punta, era extraña, le recordó al pie de una copa, se movió y vio el agujero, no pudo evitar pensar que sentiría una pobre yegua al sentir ese manubrio en su interior, en cómo se correría, pensó en una manguera que expulsase semen de caballo a chorros.

--Esto no está bien—se dijo de pronto, apartándose del animal.

Miró alrededor, confusa ¿Qué le ocurría? Estaba claro que le excitaba la naturaleza salvaje y sin consciencia que representaba ese caballo, y sobre todo el sentirse dominada, follada como una yegua.

Y estaba claro que no iba a marcharse sin masturbarse.

--Madre mía—dijo—Me follaría a quien fuera ahora.

Salió fuera, como queriendo tranquilizarse, miró alrededor, no había nadie, ni un trabajador, ni el mexicano que la miraba deseoso creyendo que ella no lo sabía, ni un ciclista que pasase por la carretera, solamente Duque, que corría jugando, y los caballos.

Sabía que iba a masturbarse, así que entró, tuvo la loca idea de hacerlo con Capitán, solamente mirando su nardo prodigioso, sabía que era una locura, pero estaba segura de que el placer que iba a sentir valdría la pena.

--Solo esta vez—se dijo.

Se adentró y se colocó frente al caballo, se quitó los pantalones vaqueros cortos y las bragas, dejándolo todo a un lado, estaba claro que iba a mancharse de paja, pero poco le importaba.

Con solo las botas y la camiseta de tirantes, se sentó en el suelo, desde allí podía ver el manubrio de la bestia de frente, una vista privilegiada, comenzó a acariciarse, a frotar con sus dedos su vulva sin apartar la mirada de ese rabo y a gemir despacio.

--Oh, sí—gemía—Como me pone el caballito de los huevos.

Se quitó la camiseta y quedó desnuda, comenzó a pellizcar y acariciar sus pechos erectos, el caballo continuaba quieto, a veces relinchaba, su pene se balanceaba como si nada, su respiración era profunda como si comprendiera la situación y le gustase ser observado por una mujer cachonda.

Natalia se detuvo y miró el rabo durante un minuto, ahora se preguntaba si tendría el valor para acariciarlo, para notar su tacto, no creía que fuera malo, sabía que los mamporreros lo hacían.

--Solo es un pene—pensó—Pero es de un caballo.

Aún así, estaba tan excitada que solamente se prohibió pensar, acallando a su estúpida conciencia moral, se arrodilló y rodeó al caballo por la derecha, casi se metió bajo él, y conforme lo hacía se excitó más, ahí estaba, el rabo, la polla, el miembro, el torpón, para ella sola, su imagen le resultó evocadora, rosado y suave en apariencia, pronto comprobaría que era tenerlo en sus manos.

Acercó su mano derecha al miembro y lo agarró, estaba caliente y, efectivamente, suave.

--Dios mío---gimió excitada—Que pollazo, joder.

Lo rodeó con ambas manos y Capitán relinchó, Natalia se preguntó si se excitaría, y que sería un honor para ella poder excitar a un ser como aquel, así que comenzó a masturbarlo como si fuera una paja humana, subiendo y bajando, pero con las dos manos.

Capitán relinchaba y movía sus patas como si quisiera cavar un hoyo tras él, Natalia continuaba su función, ensimismada.

--Vamos, Capi—decía mordiéndose el labio excitada.

De pronto el nabo creció, no creía que fuera posible, pero lo hizo, su punta se alargó y se mostró húmeda, Natalia abrió la boca ensimismada, impresionada, sin duda sentía deseos de ser follada por ese caballo, pero no podía, no quería, no era lo suficientemente valiente, además que temía ser destrozada por esa lanza de carne, pero sí lo era para hacer que aquella bestia se corriera con ella.

--No puedo más—se dijo—Voy a correrme con este nardo.

Se introdujo bajo el caballo y se sentó con las piernas abiertas frente al rabo, este estaba a apenas veinte centímetros de su cara y pudo ver bien la punta, que parecía mojada.

--Menuda polla—repitió excitada.

La agarró con su mano izquierda y con la derecha comenzó a masturbarse mientras se lo hacía al caballo, pronto ambos gemían, cada uno a su manera, Natalia jamás se había sentido tan excitada, se introducía los dedos en su coño mojado mientras veía aquella polla frente a ella, el agujero de esta le hipnotizaba, le atraía, sentía deseos de tocarlo y así lo hizo, agarró lo que supuso era el glande de aquel nardo y lo acarició, Capitán relinchó y comenzó a moverse como si follase, su respiración era ahora tan fuerte que si hubiera entrado alguien Natalia no le hubiera oído.

--Oh, Capitán—gemía ella—Si, dámelo, vamos.

En ese momento se dio cuenta de que estaba muy cerca de aquel pollón, de que la explosión iba a cogerla de lleno, pero el placer la dominaba, la tenía presa, además su mente, que ahora era la de una puta barata y sucia, se excitó al saber que su primer bukkake iba a ser con ese cabestro.

--Oh, Capitan, vamos, dame tu corrida.

Capitán se movía como loco, la polla casi tocaba la cara de Natalia, que apenas podía sujetarla, abrió la boca para gritar de placer y vio la punta abrirse, ¡Iba a correrse! Quiso quitarse de allí, sabiendo que al final si era una mala idea, pero fue tarde.

Un gran chorro blanco salió de la cola de Capitán y mojó su cara como si la enchufasen con una manguera, le mojó la cara completamente, después otro y otro más, entonces ella se corrió abundantemente.

--Ahaaa, si—gritó—Me corroooo, si, ahaaa.

Varios chorros más salieron del caballo, Natalia se mantuvo durante unos minutos más masturbando ese miembro mientras saboreaba el extraño manjar, no le sabía mal, o quizás era su mente de puta que atacaba de nuevo, tenía todo el cuerpo mojado por la lefa del caballo, continuó masturbando el badajo y vio los últimos chorros gotear al suelo, dejó la polla, que ya decrecía, y salió gateando, con el líquido de su cuerpo goteando.

--Oh—dijo cansada, atontada—Que he hecho.

Se sentía mal consigo misma, pero satisfecha, se puso de pie, desnuda y se miró, estaba pegajosa, se quitó un poco de lefada del pecho y la olió, era un olor desconocido y profundo, a pesar de que había saboreado ya ese líquido, se lo llevó a la boca para comprobar si ahora sabía mal, aunque estaba frío continuaba teniendo el mismo sabor, no supo con que compararlo, era algo completamente nuevo.

Se limpió con agua de un bidón y se puso su ropa, ahora sucia, se acercó de nuevo a Capitán y acarició su crin.

--Buen trabajo—le dijo como si él no tuviera la culpa de nada.

Le dio un azucarillo como premio y salió, entró en la casa y se duchó, una vez duchada salió con un albornoz puesto y vio que su padre llegaba del pueblo.

No sospechó nada, Natalia se prometió que no volvería a hacerlo, pero aquella noche en su cama no podía dejar de pensar en Capitán y en su majestuoso rabo. ¿Había hecho algo malo? Nadie había salido herido y además ambos, ella y Capitán, habían salido ganando, pero no, no estaba bien.

--Se acabó el hacer eso—se dijo antes de dormirse.

Pero algo le decía que de día sus pensamientos no serían los mismos.

CONTINUARÁ.