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Erasmus, la amistad hecha amor

en Hetero: General

Y allí estaban los dos, rodeados de extranjeros, aunque al final ellos también lo éran en aquel viejo país del norte.

Habían pasado unos meses en los que la relación de amistad se había afianzado entre ellos dos pues siendo los únicos españoles en la zona, al final Sergio y Carmen se tenían que llevar bien ¿no?.

El día en cuestión empezó con una cena común con el resto de Erasmus que se alargo un poco y acabo en película. Compartían el sofá, ella acurrucada encima de él, con su cabeza apoyada a la altura del pecho. Ella jugaba con su mano izquierda, el mientras acariciaba su muslo cubierto por unos leggins, le encantaba el olor de su pelo, notar su calor le hacía sentir como en casa, sin duda sentía algo por ella, pero no quería dar un paso y perderla para siempre.

-          Entre tu mano y el calorcito de la manta, como sigas así me voy a poner tontorrona – le susurró ella.

-          Jajaja es que me encanta la suavidad de esta tela, yo creo que al 80 % de los tíos les ponen los leggings.

-          Si vamos son supersexys, sobre todo con las botas que llevamos todos aquí.

-          Pues a mí me pone el rollo des jaja, te queda bien.

Ella no contesto, lo cual al pobre Sergio le sentó mal, “he ido demasiado lejos pensó”.

Un rato después, cuando Sergio se estaba empezando a dormir noto una mano rozando sus muslos.

-          ¿Qué haces?

-          Ver si estás despierto.

-          Si sí, si lo estoy –dijo él mientras veía como ella le miraba a los ojos con una sonrisa picarona- ¿qué te pasa?

-          ¿Tú qué crees?

-          No sé, soy un tío y siempre voy a lo mismo…lo mismo es aventurarme demasiado.

-          Pues hoy estas en lo cierto, ¿te apetece?

Sergio estaba en shock, pues tenía muchas ganas de follar, pero con ella era distinto, tenía ganas de amar.

-          Oye que si no quieres no pasa nada ¿eh? – susurro ella algo contrariada

-          Vale Carmencita, no te reconozco, ¿en tu casa o en la mía?

Tras esto y ante las miradas de perplejidad del resto del grupo, ella le cogió de la mano y juntos dijeron adiós al resto. El camino hasta la habitación de ella fue en silencio, juntos de la mano, Sergio la miraba, ella lo sabía e iba algo cortada.

Ya en la habitación, Sergio la vio algo arrepentida.

-          ¿Oye estás segura de esto?

-          Sí, tú no tienes pareja, yo tampoco, a mi me apetece follar y a ti también, lo he notado al rozarte, porque eso no era el móvil ¿no?

-          No, no lo era.

Tras esto Sergio se lanzo a ella, a sus labios, la besaba como llevaba meses soñando, desde el momento en que se dio cuenta que una chica así no se quiere sólo como amiga, ella le removía la sangre, a esto Carmen le respondía abriendo su boca y juntando su lengua con la suya. A estas alturas sus manos volvían a estar juntas, y dándole un momento a la respiración ambos sonrieron.

-          Me encantas Carmen, para mí esto es especial, no es solo sexo.

Tras esto la llevo a la cama, ella se tumbo, y él encima la beso, en la boca, en el cuello, oliéndola jugando con su nariz, ella cerraba los ojos, disfrutando del momento. El sonreía, se quito la camiseta, y ella también allí estaba con sujetador gris cubriendo sus dos bonitos pechos, el seguía besando pero sin destapar, en el pecho, uno encima de cada uno, ella suspiraba, mientras Sergio seguía bajando, besando su ombligo.

Se puso de pie, y con cuidado retiro las botas y tiro despacio de los leggings dejándola en bragas. Ese momento lo aprovecho para quedarse en bóxers y volver rápido a la cama,

-          ¡Espera! ella salió corriendo al servicio.

Al volver se la veía sexy, desnuda, con su melena castaña suelta a lo largo de su espalda, andando despacito hasta él.

-          Pensándolo bien, así sin botas me gustas más.

Ella sonrío y  se acerco despacito. El sentado en la cama, ella con sus manos en el cuello, las de él en su culo, tocando, a ella esos apretones la hacían suspirar, los dos se fundieron en un beso apasionado. Ella le empujo a la cama y se arrodilló.

Tiro de los bóxers negros dejando libre un miembro muy entusiasmado ante sus caricias. Sus ojos castaños lo miraron con picardía antes de metérsela en la boca, eso produjo un suspiro de placer en Sergio. Tenía a su amiga entre las piernas, haciéndole la mamada que llevaba tanto tiempo deseando.

La lengua de ella subía y bajaba, como si fuese una piruleta, jugaba con su glande, chupaba la puntita, la respiración de él se aceleraba.

-          Joder qué bien!

Ella decidió ser un pelin mala y mordió su muslo. El pego un respingo. Ella se levanto y le dio la espalda haciendo un ademan de retirarse.

-          ¿A dónde te crees que vas muchacha?

Con sus brazos la rodeo, los pechos en las palmas, ella suspirando. El busco su cuello desde detrás, la planto un beso, y disfruto de su aroma, mezcla de colonia y sudor. Sergio decidió que era su turno. Se tiro de rodillas al suelo y la giró de espaldas, allí estaba su culo, sus manos en los muslos rozándolos suavemente, su boca en donde acaban las piernas.

Desde ahí podía ver el hilito de humedad de su amiguita, ese aroma indescriptible que le invitaba a lamer y a chupar, definitivamente ella estaba cachonda y a el su olor a mujer le embriagaba.

Ella se tumbo bocabajo en la cama y abrió las piernas ofreciéndoselo, el subía poco a poco besando esas piernas, le encantaba tocar esos muslos. Llego al culo y no lo dudo, hundió su cara entre las piernas lamiendo todo lo que se podía lamer. La mezcla de sudor y fluidos era tremenda pero los dos disfrutaban como locos.

Ella empezó a gemir cuando la lengua de él alcanzaba su clítoris, desde esa postura los labios abiertos le permitían jugar con la lengua de arriba abajo. En un momento dado ella se giro, el subió con su miembro empalmado tocando su piel y la beso. Desde esa posición la miraba a los ojos y disfrutaba de las vistas. Sus dos tetas esperando ser comidas. Chupando, succionando ella gimiendo como loca, los dos tenían acelerado el pulso eso estaba claro.

-          Métemela por favor.

El dirigió su pene a la entrada de su coño, y ahí estaban los dos por fin unidos. Dos amigos que en la soledad del Erasmus decidieron darse calorcito. El bombeaba, la espalda de ella se arqueaba, las tetas bamboleaban y ella con sus ojos cerrados gemia. Después de un rato de embestidas y de gemir al son el se corrió dentro.

-          Siiiiii joder, que calentita.

El sonrió y la beso.

-          Espero que tengas más ganas de marcha, porque yo tengo más ganas de Carmen.

Tras esto los dos juntos tumbados descansaron para los posteriores polvos que la noche daría de sí.