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Swinger Black Club

en Interracial

Swinger Black Club

Llevábamos tiempo Inés y yo comentando que nos iría bien variar en nuestra vida sexual, cambiar ambiente, decorado y protagonistas, aunque esto último eramos algo vergonzosos en admitirlo tranquilamente. El componente de cuernos estaba latente y tanto ella como yo debíamos aceptar antes el que no nos importase ver a nuestra pareja, conyugue, en brazos de otro u otra, según se mire. No eran cuernos realmente ya que el otro estaba consintiendo y presente, nó lo que pasó al final con mi esposa cuando decidimos iniciar una escapada a otra ciudad con clubes de dicha categoría y visitar uno de los más afamados.

Nuestro sexo había sido de novios primero, donde la desvirgué en el trastero de casa de sus abuelos que aún se preguntan de donde provenía el espantoso ruido que provocamos mi novia y yo al empujar sin querer unas cajas llenas de piezas ruidosas en el momento en que yo me corría. Eso fueron tres veces contadas antes de casarnos y siempre con goma. Luego, desde el viaje de bodas, el apartamento para nosotros solos, todo adecuado para estar cómodos, pues se nos daba que teníamos que aprovechar tanta libertad e intimidad, para ampliar y disfrutar todo lo posible el tema del sexo tan poco conocido en los ambientes en que nuestro entorno se movía. Yo estaba algo preocupado puesto que no había tenido ninguna experiencia con más chicas y menos con mujeres profesionales del sexo. Además no sabía si lo que disfrutaba Inés era el máximo, si llegaba al orgasmo realmento o no, puesto que cuando le preguntaba me decía que si, que había disfrutado muchísimo, creo ahora que era por que me quería en su ignorancia, ya tenía bastante.

Llevábamos pues un año y medio y se nos hacía perentorio conseguir más disfrute ambos, tanto por nuestras propias reacciones en la cama como por lo que se podía ver en cines, tv, etc., así como comentarios medio cachondos de nuestros amigos poniendo ellas los ojos en blanco al revivir situaciones medio explicadas en las sobremesas de cenas con generosos consumos de vinos y licores, antes y después.

Por todo, nos dispusimos para la excitante visita a un club swinger, advirtiéndonos reciprocamente, que solo iríamos a mirar.

A la entrada ya todo predisponía a excitarte, tras exhibir los dos el certificado de análisis médico en cuanto a asegurar eliminar contágios posibles. Primero ya la música, empalagosa y lenta, como el bombeo de un coño, valga el ejemplo pensado pero no dicho para no asustar a mi mujer. Luego la mínima intensidad de luz cenital que, rebotando en las paredes, tapizadas en telas de distintos tonos de rojos, desde los casi cárdenos, a los fucsia y rojo vivo, hacían que casi sintieras la sangre caliente de los que se movían por pasillos y salas del local, bien perfumado por un sutil aroma a Hermès hombre, más soportable que cualquier perfume de mujer, por lo intensos.

Nos explicaron qué podíamos hacer y casi nos suplicaron lo que no. Esto último era no interrumpir, no acosar, no hacer ruidos, no gritar, etc., los típicos de unos locales de club privado con intención de conseguir fama de distinguido, aunque la gente fuera medio desnuda por zonas comúnes y desnuda en salitas de actividad sexual propiamente dicha. Todo era alucinante para Inés y para mi, como embobados admirando más que a las propias personas, a la tranquilidad en que se hablaban las gentes con los pechos a la vista y  las pollas tal cual casi erectas.  

Tras la primera impresión, me dediqué a mirar ya con ojo de seleccionador, el tipo de mujeres que escogería para mi, si de eso fueramos mi mujer y yo aquella noche.  Solo era comprobar qué tipo de personajes habían en esos clubes, para hacernos una idea de si nos involucráramos como cualquiera de ellos. Vi a varias mujeres negras que no me desagradaron, ni por su porte, belleza y edad aparente, todas las que seleccioné estaban haciéndome cosquillas dentro de mi discreto calzoncillo, que era la única prenda que llevaba por ser principiante pero a la vez sumido en una vergüenza terrible de ser yo uno de ellos. Inés llevaba un tanga y un tipo pareo sobre sus considerables tetas. Yo la miraba de tanto en tanto y  me fijaba a quién miraba y donde miraba pues los socios y expertos asíduos iban desnudos del todo.

Me di cuenta que blancos eramos tres parejas en donde estábamos, no sabía si habían más en otras salas o en habitaciones. Estaban bastante separados y a veces tanto el como ella hablaban con los que se les acercaban para, supongo, concretar.

Inés miraba a algunos negros que iban sin pareja y me daba codazos, que yo disimuladamente advertía para que mirara lo que ella estaba mirando: unas pollas considerables, para mi más que normales, como mangueras rebotando entre los dos muslos y en algún caso, medio erectas cuando estaban hablando con alguna de las mujeres blancas cerca de nuestra posición. Otro codazo, este mucho más tenso, en que apreciamos como debieron de ponerse de acuerdo y gustarse (?), por que se cogieron de la mano y ella le dijo a su acompañante o marido.

-Me voy con Joao cariño, estaremos en la trece.

-Muy bien Katy.

Y se fueron, ella ondulando el culo blanco, enorme, que me puso fuerte y el con su negrísima polla ya iniciando una subida espectacular.

Inés y yo nos miramos, yo como espantado y ella relamiéndose.

-Qué te ha parecido César?

-Uf, vaya pareja hacían, blanca y negro, como un helado, jeje…

Un poco desconcertado, no acababa de admitir el hecho y no supe qué comentarle a mi mujer, estaba bloqueado al parecerme que la próxíma a la que se llevarían a la sala trece sería a mi Inés. En cambio ella me dijo

-Pues si se trata de aprender sexo y no con putos ni putas, eso parece lo más normal, no?

Dimos un par de vueltas con curiosidad de voyeurs, entando en algunas puertas medio abiertas –ninguna puerta podía cerarse-, donde, la mayoría estaban ya follando, sobre todo interracial, ninguna de hombre mujer del mismo color. Además casi siempre negro con blanca y no blanco con negra, por lo que vimos parecía que en las parejas blancas la única que follaba era la mujer y los acompañantes se quedaban en la elegante barra o meramente miraban en rincones de las habitaciones como un negro desconocido se follaba a su pareja.

Precisamente en una de las últimas Inés me hizo quedarme para ver la pareja que estaban follando. Ella, una blanca rubia espectacular, más alta que su partenair, con unas tetas operadas pero muy bien proporcionadas y con las piernas en los hombros de aquel macho negro rechoncho y lustroso, que se la follaba a golpes de riñón. Lo gracioso es que, sin seguramente conocerse, no paraban de hablar

-Uf Carmen, que buena estás…

-Oh si, me va tu estilo Big Daw

-Vendrás otra vez?

-Por supuesto y tu? Todavía con la misma polla o te la habrá comprado alguna puta blanca, jajaja…

Y no paraban de follar, hasta Inés se acercó a mi oido para comentarme en susuros

-No acaba el negro? lleva más de veinte minutos

Aquello me dejó sorprendido por que estoy dos minutos como mucho y ella no se había extrañado nunca. No se que sería a partir de ahora.

Salimos congestionados de la habitación y entramos en otra, de inercia, sin proponérnoslo, estábamos en la vorágine de lo nuevo, de lo ignorado, era un estado de morbo y susto que yo llevaba todo el rato, casi asqueado.

Así vimos parejas de negros con blancas de todo tipo y contraste. En una, un viejo negro por lo gordo y canoso, con una polla espectacular de larga y gorda, se estaba follando a una casi niña –toda persona es mínimo 18 años-, que gemía como lastimeramente, con sus delgadas piernas alrededor de la cintura del viejo y pronunciando su nombre en el transcurso del bombeo a que la sometía su casi anciano macho

-Oh Jamal… que bien me follas hoy que no ha venido mi marido… ahhh…

-Si mi princesa, hoy me has puesto muy macho, has tomado la píldora?

-No, como te dije me las han retirado por que me causan otro transtorno que no me conviene, pero no te preocupes… estoy en mis días sin peligro.

Inés se quiso quedar hasta ver cuándo y cómo acababa aquella sesión de tan dispares protagonistas. Yo sudaba solo con ver como se follaba el viejo a la nena casada y llevaban media hora cuando el negro soltó

-Uf mi reina, ahí te va, te lleno…!

-Siiiiii… métemela hasta el fondo y préñame!!!

-Así! así!, toma mi leche y hazme el bebito negro en tu vientre…

-Siiiiiiiiiii……. soy tuya mi macho… fóllame toda mi viejo…

Suponía que hacían comedia por lo que acababa de decir ella, pero resultaba altamente excitante tanto para los que estaban en la cama, como para los dos espectadores que estábamos con la boca y los ojos desmesuradamente abiertos.

Inés se estaba corriendo cuando me giré a mirarla, para ver cómo compartía mi asombro por aquella manera de tener sexo entre aquellos dos incomprensible amantes. Me llevó mi mano a su entrepierna y comprobé que era un mar de jugos y seguían saliéndole, cosa que jamás  había visto le ocurriera. En otras circunstancias me habría excitado como para magrearla y luego penetrarla pero estaba en out, insensible al resultado de ver con qué libertad en el sexo, dos personas tan distintas lo habían llevado a cabo. Me afectaba pero en sentido contrario a lo pretendido.

Llegamos a casa extraños, cada uno sentía algo pero no sabíamos comunicárnoslo, al menos yo no supe sacar una conclusión a lo que habíamos dedicado la noche y me quedé contrito y confuso en mi papel de marido. Pasamos la semana sin tocar el tema y el jueves siguiente fue ella que me habló

-Sabes César, estuvo bien, no te parece?, ha valido la pena, ahora creo que debemos imitar todo lo que hemos visto, aunque tal vez nos falta experimentar para encontrarnos cómodos, pues hemos cogido un poco de teoría al contemplar a aquellos protagonistas pero nos falta práctica para utilizar todos los recursos que vímos.

Se refería Inés a como se metían dedos en el culo, como se morreaban con salivas en toda la cara, las posturas que hacían estando los dos conectados por sus sexos, etc., en fin, todo lo que vimos la noche del viernes pasado en aquel club swinger. Me atreví a contestarla

-Pues a mi… no me gusto mucho… creo que el sexo sin amor es raro… sí, te doy la razón que es diferente a lo que hacemos pero no se si nos conviene practicar de esa forma, al menos yo no se si lo necesito…

-Pues creo deberíamos volver y practicar.  

-Si crees que no te sentirás mal como yo, ves tu sola, mira mañana es viernes

-Me dejas ir sola al club swinger?

-Seguro que aprendes más que yo…

Continuará