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Taranee. Prólogo: ¿Por qué a mí?

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Tara abrió los ojos con mucho esfuerzo. Se giró hacia el reloj y ya pasaban las dos del mediodía. Había estado toda la noche llorando. Se quedó un rato mirando hacia el techo pensando en todo lo que había sucedido la noche anterior y no pudo evitar sentir de nuevo cómo se le llenaban los ojos de lágrimas por la rabia. Sus padres, que ya llevaban tiempo viviendo juntos pero durmiendo en distintas habitaciones habían decidido separar sus caminos. El día de su decimoctavo cumpleaños.

Su madre fue madre soltera durante los primeros 4 años de vida de Taranee ya que su padre las había abandonado, pero un hombre entró en sus vidas. Su nombre era Adrián. Tara siempre le vio como su auténtico padre ya que se comportó como tal. Cuando Tara cumplió 16 la pareja se estaba desmoronando, y decidieron por el bien de Tara seguir haciendo vida juntos, ya que iba a un prestigioso instituto privado muy religioso  en el que desde luego no aceptaban hijos de padres separados. Ahora que ella era mayor de edad, no tenían que seguir fingiendo.

Taranee, con su profunda convicción de que la familia era lo más importante, sentía que su mundo se desmoronaba a su alrededor Sus padres, que tanto la habían amado y protegido, ahora no querían ni verse, y prueba de ello era la decisión de su madre de irse inmediatamente a otro piso a vivir, en otra ciudad. No dejaba de pensar en la conversación de la noche anterior.

“-¡Pero mamá no puedes dejarnos solos!

-No seas dramática Tara, estaré sólo a un tren de distancia, y cuando acabe el curso podrás venir a vivir conmigo.

-A un tren de tres horas mamá, y yo no quiero ir contigo, quiero que estemos los tres juntos, no me hagas elegir.

-¿Tienes que elegir entre tu madre y su exnovio?

-No mamá, entre mi madre y mi padre. Solo piensas en ti y por eso te quedarás sola y arruinarás nuestras vidas.”

Después de eso se fue llorando a su habitación, su madre se iría por la mañana y los dejaría a ella y su padre solos.

Él las había observado en silencio, siempre les dejaba su espacio cuando debían discutir algo entre ellas, además de que él seguía enamorado de Carmen y no quería hablar y causar más daños. Ya habían hablado mucho de ello, ella ya no sentía nada por él, y no había nada que él pudiera hacer.

Tara decidió al fin levantarse, se miró en un espejo lleno de fotos pegadas en los márgenes con sus amigas y su familia. Las arrancó todas y las tiró, esa ya no era su vida. Volvió a mirarse, Tenía los ojos hinchados de llorar y apenas se veía su color azul claro, heredado de su madre. Tenía el pelo muy enredado, llevaba puesta la ropa del día anterior, su falda de tablas por las rodillas y su camisa blanca del instituto. Se acercó al armario y sacó el pijama, no iría a clase ya. Cuando empezó a desvestirse entró Adrián en su habitación.

-¿Te encuentras mejor? Tu madre ya se ha ido pero se ha dejado varias cosas, volverá en una semana a por ellas, quizá deberías pensarte hasta entonces lo que le dijiste anoche, y pedirle perdón.

-¿Perdón? ¿A esa abandonahogares? ¿A esa egoísta? Seguro que tú aun le quieres y ella solo piensa en sí misma, ¿y qué hay de nosotros?

-Verás Tara, tu madre y yo lo hemos intentado arreglar muchas veces, pero no es posible, tenemos que continuar con nuestras vidas y separarnos es la única forma de hacerlo, hemos estado juntos dos años más por ti, ya es hora de buscar otra persona.

-¡¿Qué?! ¿Otra persona? Lo que me faltaba por oír, no se quedará tranquila hasta haber estado con todos los hombres de Esp..

-¡Calla! - la cortó Adrián - No te consiento que hables así de tu madre, además yo también tendré que rehacer mi vida en algún momento, no podemos vivir siempre conforme a tus deseos.

Tara le miró buscando sus ojos, Adrián sólo miraba al suelo, al fin y al cabo, aunque la hubiese visto crecer no dejaba de ser ya toda una mujer en ropa interior en la habitación. No había pensado en eso, él también querría salir con otras mujeres y entonces… Entonces sus padres nunca volverían a ser sus padres, entonces… ¿Entonces tendría tres padres y dos madres? ¡No! No podía consentirlo. En su cabeza todo daba vueltas, a pesar de tener ya cuerpo de mujer tenía mentalidad de niña, y como tal, había cosas que no podía asumir. Un papá y una mamá, eso le habían enseñado en el colegio. Un hombre y una mujer. Entonces… Entonces debía luchar por que sus padres no encontraran otras personas y que con el tiempo volvieran a estar juntos.

-Papá…

Él siguió mirando al suelo.

-Adrián, mírame.

Se giró extrañado, y vio que ella estaba ya completamente desnuda, la había visto varias veces así, en esa casa no solían cerrarse las puertas para prácticamente nada, pero nunca se había detenido a mirarla y esa vez no pudo evitarlo. Taranee se había convertido en una curiosa mezcla de niña y mujer. Siempre había sido muy blanquita, y con sus ojos azules y su pelo largo y anaranjado, nunca terminaba de parecer adulta. Sin embargo su cuerpo le recordaba tanto al de su madre cuando era joven. Tenía unos grandes pechos todavía bien puestos seguidos de un vientre plano, y más abajo una pequeña mata de vello cubría su tesoro. Se puso muy tenso, no debía mirar a su hija con esos ojos, los cerró y volvió a abrirlos mirando al suelo.

-Sé lo que piensas, pero tú no eres mi padre. Yo te quiero y quiero que mamá vuelva con nosotros, y sé que ya no hacéis el amor desde hace tiempo, y que por eso has empezado a verte con esa otra mujer… Alicia.

-Pero cómo sabes tú eso, ¿acaso nos espías cuando hablamos?

-No, pero desde aquí se os oye en la habitación.

-Así que es eso… En cualquier caso no es asunto tuyo, nuestros problemas de pareja son de tu madre y míos, y me siento violento hablando contigo de esto.

-Pero Adrián, son nuestros problemas de familia… Si tan solo pudieras conformarte conmigo hasta que mamá vuelva…

Tara no estaba segura de lo que estaba diciendo, pero a toda costa debía mantener su familia unida, y ella quería de verdad a su padrastro, y que su madre volviera y no le encontrara en la cama de otra.

- No Taranee, se acabó la conversación, eso es una locura.

Adrián se levantó y se dirigió a su habitación improvisada desde hacía dos años en el despacho. Se recostó en la cama y se puso a pensar. A pensar en Carmen, en Alicia a la que hacía tres meses que no visitaba con la esperanza de evitar lo inevitable, en… Tara. ¿Cuándo había crecido tanto? ¿Cómo podía ofrecerle algo así alguien que hasta hacía unas horas le llamaba “papá”? Se sentía tan confuso… Un ruido al otro lado de la puerta le sacó de sus pensamientos, era Taranee tocando despacio.

-Adrián… No tienes que decidirlo ahora, solo digo que… La próxima vez que necesites buscar a otra mujer, no sea fuera de casa. Me tendrás en la habitación de enfrente cuando me necesites.

Adrián no contestó, cerró los ojos de nuevo, sumiéndose en su espiral de pensamientos confusos.

Tara bajó al salón, ahora ya más decidida. Sí, debía hacer cualquier cosa por mantener su familia unida. Encendió la televisión, buscó algo que ver mientras pensaba qué comerían ese día.

Sí… Cualquier cosa.