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Malvo el guerrero

en Gays

MALVO EL GUERRERO

El hombre fuerte había entrado en las calles de la ciudad en su enorme y bello caballo negro. Mientras andaba en su corcel iba mirando hacia todos lados. Era una ciudad bulliciosa y de andar ruidoso y rapido. La tarde se estaba volviendo noche. Se sentía cansado. Había cabalgado durante todo el día bajo el sol abrasador de un desierto infinito que había cruzado en su deambular por este mundo que se destruía año tras año.

El frenetico andar de aquel lugar en principio lo abrumo. Cuando llegó a la taberna detuvo su andar. Un hombrecito pequeño se acercó raudo a el y preguntó __ ¡¡Cuido su caballo señor!!!__ el hombre recio lo miró con ojos destellantes pero con una cierta bondad. Sin decir palabra le cedió las riendas del animal brilloso y cansado.

Entró al lugar con su enorme espada sostenida a la espalda ancha y musculosa. Miro a la muchedumbre y las risotadas cortaron el aire pesado de aquel lugar. Mujeres correteaban avanzando con jarras entre los hombres que allí habitaban sentados en mesas redondas y de madera fuerte y gruesa.

Avanzó por entre la gente y noto que algunos lo observaban, como era común en aquellas épocas. Se sentó en un rincón poco iliminado por las antochas refulgentes y amarillas. El hombre apoyo sus brazos en la redonda mesa y se notó transiprado y sucio. El polvo del camino había hecho estargos en su cuerpo gigante para el normal de los tiempos.

A los minutos se le acercó una mujer madura con el vestido manchado con lamparones de grasa. Sonreía y el notó unos dientes fuertes y parejos.

__¡Señor, que desea!__ el hombre forzó una pequeña sonrisa y balbuceo una cosa parecida a una jarra de vino. La mujer desapareció entre el humo de aquel lugar. Al momento llegaron unos tres muchachos riéndose y haciéndose bromas entre ellos. Se sentaron junto a la mesa del hombre.

__¡Entonces cuenta las últimas novedades Erno!__ dijo uno de los muchachos

__Bueno te digo que el rey está muy asustado

__Es cierto entonces que han secuestrado al principe

__Claro, y ya han pasado mas de cinco lunas….__ el hombre afino el oído y no dudo en acercarse a los muchachos.

__¡Perdonen jóvenes, pero no he podido dejar de escuchar, ¿Es cierto lo que han dicho?

__Claro señor…¿Usted no es de aquí?

__No, vengo de lejanas tierras…Y al rey ¿Cómo podré llegar?

__Erno puede ayudarlo__ dijo uno de ellos

__Yo atiendo en palacio, señor

__¿Es posible hablar con el rey? Yo podría ayudarlo a recuperar a su hijo

__Si es por eso diría que si__ llegó la jarra de vino. El hombre dio una moneda a la mujer. Esta se retiro. El hombre levantó el jarrón y empinándoselo lo bebió de un golpe. Los muchachos vieron sus enormes brazos y quedaron boquiabiertos. Una vez que termino.

__¿Y bien Erno?

__Si quiere podríamos ir ya mismo.

__Primero quisiera darme un baño__ dicho esto el hombre recio se levantó y se dirigió a hablar con el mesero que dibujó una sonrisa en sus labios. Una de las chicas lo guió hasta los baños. Al rato el hombre regresó con los largos cabellos humedos y con una sensación de limpieza que hacía rato no sentía. Se acercó a Erno, este sonrió y se paro al lado del hombre que le sacaba una cabeza y media. Este siguió a Erno.

Salieron de la taberna y de pronto las calles se habían sosegado en su movimiento. Montaron a caballo y partieron.

__Puedo preguntar de donde vienes

__Vengo del reino de Lamar, soy un guerrero

__Debo saber tu  nombre

__Soy Malvo, llamame Malvo

Los caballos entraron en el palacio rodeado de guardias. Erno era el salvoconducto. Pasaron por varias guardias. Todos miraban a aquel gigante temerario. En la última entrada una especie de sacerdote miro a Malvo de arriba abajo y se perdió por un pasillo oscuro. Al rato el sacerdote volvió y le hizo una seña para que lo siguiera. Entraron a una sala enorme. Los pasos retumbaban en el interior. El rey estaba sentado en una especie de banqueta acolchonada. Se veía sencillo y preocupado.

__¡Majestad, aquí esta el hombre que trajo Erno!__ dijo el sacerdote

__Retirate ahora__ ordenó el magnanimo. Miró al extraño.

__Asi que tu eres Malvo

__Si majestad

__¿Y dices que puedes rescatar a mi hijo?

__Si majestad. Soy un antiguo guerrero que conoce la tierra, puede confiarme que fue lo que paso

__Mi hijo, se lo llevaron unos bárbaros. El es un muchacho aún. Nuestro enemigos aprovecharon un descuido y se lo han llevado. Tal vez este en alguna de sus mazmorras

__Y esos barbaros estan lejos de aquí, ¿Han pedido rescate?

__No aún no han pedido nada, espero que el este vivo. ¡Oh dioses! La reina esta destrozada.

Malvo partió de palacio con la luna redonda y gigante a sus espaldas. Sabía que tardaría un tiempo en cruzar por el bosque hacia el norte que era donde se dirigía. El joven Erno lo acompañaba por expresa orden del rey. Debía ayudarlo a llegar a la frontera de sus enemigos. Una vez allí estaba solo. Cabalgaron unas cuantas horas, cruzaron por el bosque cerrado y salieron a los valles profundos y volvieron a penetrar por los montes frutales. Allí se detuvieron. El guerrero ató su córcel a uno de los árboles. Erno hizo lo mismo. Malvo recogió unas cuantas frutas y le dio al muchacho que le sonrió. Luego el guerrero comiendo una de ellas se recostó sobra la hierba fresca. La luna seguía allí alumbrando las caras de los dos buscadores del principe.

__Y dime Erno ¿Conoces al principe?

__Sí Malvo, es un chico bastante malcriado

__Veo que no le tienes mucho aprecio

__El no se hace querer

__Tal vez no has descubierto su secreto

__Conozco varias de sus secretos

__¿Así?

__Pero no pienso hablar de ellos

__Está bien como quieras__ Malvo enderézó su cuerpo enorme y se quitó la casaca que cubría su torso. Los músculos brillaron en la noche por el sudor que corría por sus grandes pechos. Erno no pudo dejar de conmoverse. Sus ojos se abrieron de una forma que el guerrero se dio cuenta.

__Erno ¿quieres tocar estos músculos?

__Malvo, ¿Tu crees?

__¿Y qué te detiene?__ dicho esto el chico se fue acercando. Los brazos de Malvo fueron recorridos por el muchacho que sonreía y sentía un hormigueo en su cuerpo. Toco los pectorales. Se aferró a ellos. Los acarició. Mientras tanto Malvo se quito el resto de sus prendas. Las caricias del muchacho continuaron. La enorme verga del guerrero apareció empinándose. Era enorme. Erno la acarició. Sintió suspirar al hombre. Se fundieron en un beso. El chico parecía mucho más pequeño. Erno tanteó los huevos enormes y redondos. Notó que el guerrero ya estaba humedo. Apretaba esa verga y las bolas alternativamente y sus lenguas se fundían la una en la otra. La noche se volvió un fuego quemante. El guerrero hacía un tiempo que no se acostaba con nadie. Pensaba en esto mientras hundía sus dedos en el culito joven de Erno que dejaba que aquel hombre lo cogiera con sus dedos. De a poco Erno se apoderó de la barra dura del hombre. Tragó y los gruñidos de Malvo retumbaban en la noche clara.

__¡Oh! ¡Erno, muchacho sigue, sigue, ahhhhh!!!!__ los gemidos de Malvo se hacían oir. Sacudía la verga del hombre. La babeaba. Engullía. Ese muchacho se acomodaba la herramienta en lo profundo de la caverna que era su boca y tragaba. Malvo sacudió la pija de Erno. La atrapó. El chico tembló. Su sexo vibró. Estaba muy caliente. Su pija estaba dura como una piedra. El guerrero dio un giro y llegó con su boca y se metió de un golpe la verga del muchacho. Le dio unas fuertes chupadas. Recibía el mismo tratamiento de parte de Erno. La leche del muchacho invadió la boca. Malvo la exprimió hasta la última gota. Erno se retocía. El líquido bañaba el cuello grueso de aquel guerrero que tenía en su mano la pija de Erno que gozaba.

Después de unos momentos el chico siguió chupando la poronga del guerrero. Besaba las bolas enormes. Los dedos de Malvo se clavaban en el interior del muchacho y entre movimientos y algunos gemidos la espesa crema del guerrero estalló en la boca de Erno que tragaba abundantemente aquel néctar frutal. Erno lamía el perno grande. Lo sacudía. Este seguía enhiesto. Firme. Aún latiendo vivo, rocoso. Erno sin dejar de atrapar esa vara, llegó al cuello del guerrero y le daba pequeños besos. Con la otra mano acariciaba los hermosos pectorales de Malvo que suspiraba y buscaba la boca del muchacho y ambos intercambiaban sus lenguas mojadas.

En un momento Malvo se entredurmió y Erno se abrazó a el. Cuando despertó el muchacho lo observaba extasiado. Sintió su verga empinada. Volvió a besarse con Erno. Lentamente se fue moviendo de tal forma que sentó al muchacho en su cara y abriendo las nalgas de este entró con toda la furia en el anillo de Erno que se retorcía hirviendo. Jugaba con el molusco en ese aro delicioso. La saliva lo dilataba. Abría ese canal. Entonces Erno se puso de pie. Se fue luego agachando sentándose en esa vara gruesa. La fue hundiendo. Erno lo cabalgo. Se sentaba, quedaba quieto, volvía a cabalgar. Se aferraba al pecho enorme de Malvo que gemía. Gritaba. Gruñí. Sintiendo su animal enterrado hasta las bolas en aquel culito apretado del joven Erno. La leche del guerrero saltó en las entrañas del muchacho amante. Lo regó por dentro. Los amantes se abrazaron. Se acariciaron. Erno se veía sobre el cuerpo del guerrero mucho mas pequeño de lo que en realidad era.

Las primeras luces del día se anunciaban. Habían llegado a la frontera. El muchacho se sintió triste. Debía regresar según la orden del rey. Los amantes bajaron de sus cabalgaduras. Se abrazaron. Se dieron un largo beso. Luego Malvo, acostumbrado a partir de todas partes, montó a caballo y partió sin mirar atrás.

Diviso las montañas bárbaras cerca del sol abrazador del mediodía. Avanzó con mucho mas cuidado. Despacio. Una vez que estuvo cerca de las cuevas bajo de su brioso animal. Lo dejo amarrado y continuo a pie. Llegó a las cuevas y vio algunos guardias. Dio un rodeo y observó que había un hueco en la montaña que podría aprovechar así lo hizo. Los pasillos de la roca eran oscuros. No conocía bien el camino. Escuchó algunos ruidos. Se alejaba cada vez más de donde había visto apostado los guardias. Pero siempre por las entrañas de la montaña. Escucho murmullos. Aguzó el oído. Se movía cada vez mas despacio.

 Llegó casi arrastrándose hasta un lugar en donde observó un muchacho joven observando por una pequeña ventana en la piedra por donde entraba luz. Parecía observar el horizonte. Su chaqueta demarcaba que era de la realeza. Supuso que era el principe. De pronto se acercó un enorme negro por su espalda. Así parado como estaban vio que el negro se pegaba a la espalda del chico y que este no se retiraba. Vio también que de la cintura para abajo el muchacho no tenía ropa. Con las nalgas el chico pegaba en la víbora despierta del negro que se notaba era su guardia.

__¡Majestad usted es insaciable!__ hablo el negro

__¡Tu no te quedas atrás Bel, dame esa enorme vara, hundete en mi!!__ diciendo esto el principe sacaba su cola caliente hacia atrás. Bel, el guardia, dirigió su tranca, hacia el agujero que esperaba. Cuando esa vara se hundió en el, tiro la nuca hacia atrás, chocando con el cuerpo del guardia. Se escucharon gemidos y suspiros. Los cuerpos se empezaron a mover. El muchachito se aferraba a la pared y empujaba hacia atrás. Se clavaba la vara hasta el fondo. El negro gemía y entrecerraba los ojos perforando a su custodiado. Malvo miraba sin dar crédito a lo que sus ojos observaban. Asi y todo se fue enervando con lo que veía y recordaba las tibias caricias en su cuerpo de Erno.

__¡¡Ohhhhhhh majestad me voy a vaciar!!!

__¡¡¡¡Siiii, siiii hazzzzloooooo, siiiiii!!!!__ gritaba el principito. Grandes sacudidas del negro. Sus manos grandes aferrándose a las caderas del amante. Dio unos estertores y casi desfalleciendo se balanceo como mareado de placer.

El negro Bel casi desmayado fue cayendo con todo el peso de su cuerpo y quedó apoyado en una de las paredes de la roca. La serpiente semi dormida estaba hacia un costado. El principito chorreando nécar de su cola se apretujo contra el gigante. Acurrucado junto al negro parecía aún más niño. Las manos del principe acariciaban la verga grande de Bel que entrecerraba los ojos y casi dormitaba. La vara fue alzándose. Viboreando contra el cielo.

__¡Ohhhh!!! ¡Majestad usted no tiene límites!!__ mientras decía esto la verga de Malvo crecía descomunal y la vara de Bel también. El principe acariciaba una y otra vez la vara. Las bolas oscuras estaban erizadas. La mano del joven apretaba suave y arrancaba suspiros en el hombre. La verga estaba como fierro. Allí se montó este joven desquiciado por las vergas. Lo cabalgo. El mismo se abría las nalgas y el negro Bel lo penetraba con furia. Abajo. Arriba. El principe bailoteaba en esa poronga tremenda. Gemía el chico y gemía el guardia.la verga de Malvo acabó entre las sombras. La calentura lo había llevado al paroxismo total. Bel entre gruñidos fue llenando el agujero abierto del principe que se retorcía y gritaba de locura. Besaba al negro y lamía la boca gruesa de este que aferraba las nalgas del muchacho en tanto clavaba lo más profundo que podía la estaca poderosa. El principe daba saltos en la hermosa verga. Apretando los hombros del pequeño, el negro fue largando la leche tibia. El principe lleno de calentura lo vaciaba moviéndose ritmicamente. Los gruñidos de Bel eran estruendosos. Chorreaba la leche por el canal abierto del pequeño que besaba el cuello del negro. Lo mordía, insaciable.

En eso entraron tres guardias, sorprendidos al ver la escena.

__¿Pero que diablos?¿Qué haces Bel? Es nuestro prisionero

__¡Oh señor!!_ alcanzó a decir Bel

Malvo no vio de donde vino la espada que remató a Bel sin piedad. Su sangre manchó al principe que gritaba horrorizado y cayendo en los brazos de Bel lo saludo en el final de su vida.

__¡¡Y tu te salvas porque eres el prisionero del rey!!__ dijo el guardia de pelo gris al muchacho que sollozaba cual una niña perdida y sola. Aún gruesas gotas caían de su culo infernal. Estaba acurrucado junto al cuerpo del negro que poco a poco se convertía en una mancha roja.

Malvo apareció de la nada. Espada en mano. Cortando el aire y no demorando mas de unos minutos en deshacerse de los hombres que allí estaban. Casi no se dieron cuenta de que estaban muertos.

__¿Y tu quién eres?__ preguntó el chico

__Me manda tu padre ha rescatarte, soy Malvo, majestad es mejor que nos vayamos

__Pero…__ no alcanzó a decir más, pués el guerrero lo alzó hasta sus hombros cual si fuera un muñeco de trapo. No escuchó los insultos. Ni las amensazas que lanzaba el principe. Malvo tapó su boca con una de sus enormes manos. Lo cargó hasta encontrar la salida de aquellas cuevas en la roca. La luz del atardecer se presentó ante ellos. El principe lo siguió, confiando un poco más en aquel guerrero. Cuando el principe lo miro mejor ya le empezaba a gustar. Vio su enorme espalda. Sus gruesos y musculosos brazos. Su larga cabellera y sus recias piernas.

Cabalgaron a traves de la montaña y llegaron ya entrada la noche al monte frutal. Allí a pasos del río se detuvieron. Malvo estaba cansado. El silencio era casi total. Se escuchaba a unos pasos un ruido como a chocar de piedras. El guerrero se levantó y se dirigió hasta allí. Detrás de unos árboles apareció una maravillosa catarata que caía suavemente hasta el espejo de agua. El guerrero la observó un momento y luego quitándose la ropa se hundío en ella.

El agua caía sobre el cuerpo del guerrero. El principe viendo esa imagen no pudo con su calentura. El gigante sintio que lo tomaban de su verga. Era el muchachito metiéndola en la boca. La poronga de Malvo creció instantaneamente. La boca del aquel ser lo tragaba. Las manos del pequeño se prendían a las enormes nalgas del guerrero. Se prendían a ellas. Clavaban las uñas en ellas. Eran duras. Rocosas. Como todo el glorioso cuerpo de aquel hombre que gemía con su vara atrapada en la boca del principe. Las manos del chico iban y venían tironeando del garrote. Haciéndolo venir en escupitajos salvajes. El chico tragaba la leche. Hasta la última gota. Tambaleante termino de bañarse. Salió del agua y se tiro en el borde de aquel lago. El principe continuo con sus caricias. Despojado de sus ropas los dos amantes rodaron por la hierba. El guerrero trago la pija del chico que estaba dura. Fogosa.

La vergota del guerrero también se levantaba endurecida, empinándose hacia el cielo.

__¡Majestad, es un exquisito amante, es furioso, ahhhh, como quiere usted una pija!!!

__¡Me encantan los hombres, no puedo evitarlo!!!__ la estaca de Malvo fue otra vez a la boca del muchachito. Malvo pasaba su lengua sobre la verga del principe. La meneaba con ganas y ferviertemente. Las bolas del chico fueron tragadas por la boca del hombre. Malvo las saboreaba con pasión y dulzura. En tanto el chico se dejaba ir en aquellos labios. El semen fue saliendo en borbotones. El guerrero bebía aquel líquido. Su verga en tanto era una roca que el muchachito de un salto estaba cabalgando. Los gemidos se sucedían. El ojete del chico había tragado la pija enorme. Las nalgas del insaciable golpeaban las bolas del guerrero. Malvo hacia grandes esfuierzos por no lanzar allí mismo su leche. El guerrero apretaba las tetillas paradas del principe, las masajeaba y los jadeos de ambos eran guturales, salvajes, poseídos. La leche del hombre fue escupida en las entrañas abiertas del chico que gozaba y se mordía los labios. Exaustos cayeron uno al lado del otro y la luna los miraba dormir.

Cuando llegaron a palacio el Rey abrazo a su hijo. Agradeció a Malvo. La recompensa fue abundante. El principe lo vio marcharse pensando que nunca lo volvería a ver. Malvo, el guerrero se vio nuevamente en las calles de aquel reino y enró a la taberna que ya estaba llena de personas, humo y girterío.-

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