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Jugando con mi amiga y mi novio (1)

en Lésbicos

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

 

Había invitado a su amiga a pasar quince días en el apartamento de su familia. Las relaciones con su novio y ella eran habituales, disfrutando de buenas sesiones que a los tres satisfacían convenientemente. De todos modos, también apetecían de encuentros lésbicos entre ellas y esto es lo que pasó...

 

 

I can't afford a ticket on an old Dakota airplane

I gotta jump a ride on a cattle trucking slow train

I guess it doesn't matter

as long as I can get my head down in the sun.

 

I wrote a rockin' song, gonna sing it at the station

I'll finish all the words when I reach my destination

I guess it doesn't matter

as long as I can get my head down in the sun.

 

Hey mama, please now don't you fret none

don't worry, but please don't you forget

hey mama, please don't get upset none

I gotta leave to find me something better.

 

Hey mama, things gonna work out fine now

believe me, no need for you to write

hey mama, things gonna work out fine now

I gotta friend who said that she'd invite me...

 

Slow train, STATUS QUO

 

 

Era pleno verano y el tiempo nos visitaba con un calor sofocante que no invitaba a otra cosa que al descanso, la playa o la piscina. Salir por la noche a tomar algo fresco y luego mover el esqueleto en alguno de los locales de moda que en el pueblo había. Con mis padres, mi hermano y Ricardo mi novio llevaba dos días disfrutando del calor, el agua y la fiesta en el apartamento que tenemos en la costa de Alicante y a donde solíamos escapar tan pronto teníamos unos días libres en el trabajo.

Mi nombre es Olivia y llevo saliendo con Ricardo tres años largos en los cuales nos hemos ido conociendo mejor día a día. Tiempo más que suficiente para ir madurando la relación a todos los niveles, en el aspecto personal y de pareja. Ricardo era ya uno más de la familia como yo lo era de la suya, la relación entre ambos iba viento en pompa aunque todavía no pensábamos más allá. A nuestra edad nos encontrábamos bien así, festejando uno con otro en los ratos libres que nuestros trabajos nos permitían.

Como digo nos conocíamos más que bien, en el sexo también gozando de buenos ratos que a los dos nos gustaría fueran más abundantes. Morbosos ambos, Ricardo me daba lo que necesitaba, esto es dos o tres polvos semanales con los que dejarnos llevar por el furor juvenil que nos embargaba. Incluso habíamos disfrutado de ciertos encuentros añadiendo a los mismos a un tercero, bien alguna amiga del trabajo o algún chico con el que habíamos contactado en alguna noche loca. Me considero abiertamente bisexual, me van igual los chicos que las chicas aunque el sexo lo disfruto de manera distinta. Con ellas es diferente, más delicado y sensual de como siento con Ricardo. Seguramente mejor, pues entre nosotras conocemos bien los puntos más sensibles de la otra consiguiendo con ello una relación mucho más profunda y sincera.

La protagonista de nuestra historia es Mónica, amiga desde la facultad y compañera mía también en el trabajo con quien habíamos compartido más de uno de nuestros amables escarceos a tres. Bisexual como yo, le gustaba Ricardo en la cama como sé que ella le gustaba a él aunque ello no era óbice para que los ojos de mi chico se olvidaran de mí. Sólo era sexo, mi chico para las dos poniendo la pimienta necesaria con la que poder experimentar los mejores momentos a tres.

Había invitado a Mónica a pasar quince días con nosotros. Mis padres sabían de ella de mucho tiempo atrás aunque evidentemente no de la relación estrecha que con ella manteníamos. En el trabajo y tras muchas pesquisas, habíamos conseguido hacer coincidir las vacaciones de las que llevábamos charlando ya un tiempo, buscando preparar algo para poder vernos. Ambas nos deseábamos, habíamos disfrutado de diversos encuentros a solas a espaldas de mi novio.

Con Mónica gozaba de gran complicidad, la conocía de mucho antes de entablar relación con Ricardo y ambas sabíamos bien lo que la otra deseaba y necesitaba en cada momento. Yo llevaba las riendas en nuestras relaciones lésbicas, dejando el papel pasivo para mi querida amiga. Altas las dos y de sinuosas y bien cuidadas siluetas treintañeras, de tez blanca y larga melena ondulada y morena con mechas rubias a diferencia de mí que la tenía completamente lacia y rubia, de un rubio blanquecino y reluciente. En nuestros encuentros lésbicos, puedo asegurar sin temor a equivocarme que con Mónica había disfrutado los mejores orgasmos de mi vida. Los besos llenos de ternura, los jadeos entrecortados de una y otra, el roce de sus uñas por encima de la piel me hacían estremecer sin remedio.

El cuarto día de las vacaciones fue testigo del tan deseado acercamiento, ayudados por lo tórrido del clima y dejándonos llevar por la lujuria de los cuerpos y mentes pecaminosas. A media mañana y con mis padres y mi hermano fuera hasta la noche, me encontraba en el sofá junto a Mónica las dos sentadas con las piernas cruzadas mientras Ricardo disfrutaba de la piscina tumbado al borde de la misma. A través del amplio ventanal le había visto jugar, la ancha espalda bronceada destacando el brillo de las gotas sobre lo oscuro de la piel. Los tres solos, era aquella la oportunidad perfecta para gozar de un rato de solaz.

-           ¿Te gustaría disfrutar de un buen rato con Ricardo? -pregunté enredando los dedos en los morenos cabellos de mi amiga.

-           La verdad que preferiría estar las dos solas pero si Ricardo entra en el lote no diré que no -respondió sentada de espaldas a mí y con los ondulados mechones resbalándole suavemente por encima de mi piel.

Temblé de pura emoción con su respuesta. Deseaba estar con ella pero también disfrutar de la compañía de Ricardo. En esos momentos precisaba de lo delicado del elemento femenino combinado con lo mucho más rudo que mi novio me podía ofrecer. Tomándola del rostro al hacerla volver, nos besamos juntando los labios de forma deliciosa. Las narices pegadas una a la otra, notando el lento respirar de mi amiga por encima del rostro, le busqué la boca uniendo nuevamente los labios a los suyos. Los sentí húmedos y cálidos al tiempo que un gemido ahogado le escapaba de entre los mismos. Ambas susurrábamos turbias palabras así como frases cortas con las que encendernos. Mónica se dejaba envolver por mis brazos, los ojos entrecerrados en actitud sumisa. La cercanía de mi amiga me hizo desearla aún más, acariciándole su bello rostro al pasarle el dorso de mi mano de manera suave y delicada. Volvió a gemir abandonada por completo a mi lento ataque.

-           ¡Eres tan hermosa cariño!

-           ¡Oh sí, dime esas cosas... dímelas! -exclamó paralizada entre mis manos que no dejaban de rozarle lo erizado de su piel.

Una vez más le acaricié la mejilla con enorme ternura y cariño. Sin esperar más la tomé de la barbilla para acercarla, pudiendo sentir lo fresco de su epidermis. Sus trémulos labios preguntaban por los míos, abriéndose golosos al posarse sin que tuviera fuerza alguna para negarme. Empezamos a luchar una con otra, sacando las lenguas en un choque de lo más divertido y sensual, riendo tímidamente entregadas al juego del amor. Notaba los labios quemarme con la presión cálida y ardiente que los de mi amiga ejercían.

Elevándome sobre ella, le retiré los largos cabellos morenos a un lado para lanzarle el aliento a la oreja desnuda. Sollozó de puro gusto, respirando alterada bajo lo perverso de mi caricia. Aproximada peligrosamente a mi amiga, le rodeé con mis labios la oreja comenzando a lamerla y chuparla con urgencia malsana. Ella se estremeció de los pies a la cabeza, corriéndole un escalofrío por todo el cuerpo. Haciendo más osado mi empuje le besé el cuello, lamiéndolo y chupándolo al pasarle la lengua de arriba abajo para volver a subir apoderándome de la pequeña orejilla que maltraté llenándola con mi saliva.

-           ¡Ufff Oli cómo me pones... así así... sigue así! -me animó a que siguiera creciendo en volumen sus jadeos completamente entregados.

Para hacer callar sus cada vez más inquietos gemidos, llevé mi mano a su boca que abrió enganchando mis dedos para chupar de ellos como desesperada. Su mirada febril, el rostro cubierto por los alborotados cabellos y descompuesto por el deseo me hizo verla aún más bella. No tardé en cambiar las lamidas y chupetones por pequeños mordiscos en su oreja, que tuvieron la virtud de hacerla lanzar un profundo suspiro satisfecho demostrando con ello lo mucho que aquello le gustaba. Mientras, por abajo mis manos no paraban de reconocer su cuerpo, cubierto con el bonito bañador color amarillo que aquella mañana se había puesto. ¡Estaba realmente para comérsela!

-           ¡Me vuelves loca cariño... me vuelves loca con lo que me haces... sigue sigue! -aullaba casi entregada por entero a cualquier cosa que pudiera hacerle.

Lo lascivo de mi actitud creció de forma exponencial, al empezar a recorrer su hermosa figura atrapándole uno de los pechos mientras descansaba la otra mano sobre el rollizo y turgente muslo, escuchando a mi amiga gemir al apretárselo entre los dedos. Con voz sensual y femenina le hablé al oído, estremeciéndose Mónica al recordar seguramente la anterior caricia con la que la había provocado. En esos momentos no me acordaba para nada de Ricardo, teniendo toda mi atención centrada en el bello cuerpo de mi amiga. La deseaba, la deseaba en esos momentos como ninguna otra cosa en este mundo.

-           ¡Te deseo mi niña, te deseo! -le susurré al oído con voz envolvente.

Tembló nuevamente, gimiendo entrecortada con el solo roce de mis palabras. Quedamos mudas unos segundos llevadas por lo amable del momento. Seguí recorriendo la suavidad de su piel, entretenida en cada nueva caricia sobre el cuerpo tan deseable. Volvimos a besarnos con apetito creciente, mordisqueándole el trémulo labio de forma apenas perceptible. Cogida su cabeza entre las manos, podía disfrutar a mi antojo del calor de su boca. ¡Dulce Mónica, sin poder resistirlo nos morreamos de forma obscena obligándola a abrir los labios hasta conseguir enredar las lenguas en el interior de su boca! Un nuevo escalofrío la invadió, sollozando quedamente allí tumbada a mi lado. La intimidad de las tenues palabras, los lamentos exánimes que de su boca brotaban, lo sensual de los cuerpos pegados animándome a ser más perversa. La lujuria ardiendo en las miradas de ambas, mis ojos clavados en sus bonitos ojos verdes para luego abandonarlos en busca de lo pronunciado de sus formas, mientras ella no paraba de suplicar por algo más que calmase lo muy alterado de su estado.

-           ¡Abrázame Oli por favor, diosss qué cachonda me tienes!

Con sonrisa traviesa provocó que me acercara, fundiéndonos en un beso tórrido y que un montón de cosas decía. Tomándola por detrás de la nuca, enredé luego los dedos en sus cabellos al presionarle los labios con la lengua, haciéndoselos abrir dejando paso libre a mi pasión más pérfida. Mezclamos las salivas de un modo sensual y apasionado, acallados los murmullos que las dos producíamos con el roce continuo de los labios.

Luchando a brazo partido, su mano se atrevió a bajar el costado alcanzándome el glúteo que masajeó con clara intención. Me gustó su osadía y así se lo hice saber con un gesto de manifiesta aprobación. La mano apoyada firmemente en el muslo para subir después a la cadera, produjo en mí una corriente eléctrica subiéndome la espalda. Sin esperar más volvió a dejar caer la mano por encima del muslo clavando los dedos y manoseándolo de forma decidida. Agitada, solté un ligero suspiro con la simple presión de aquellos dedos corriéndome la piel. Creí marearme y cerrando los ojos me apoderé de su boca besándola de manera furiosa y desenfrenada, haciéndola gritar al morderle el labio inferior de un modo descontrolado.

-           ¡Ahhh, con cuidado bruta! -exclamó gritando dolorida.

-           Perdona mi niña, me dejé llevar por la emoción.

Reconciliándonos la una en brazos de la otra, la besé esta vez con un simple piquillo moderado al que respondió gimoteando levemente. En silencio descansé la mano de manera breve en su vientre, abandonándolo al momento para volver a subirla acariciándole ahora la mejilla. Mónica gimió puesta en alerta en espera de mi próximo movimiento. Volví a rozarle la mejilla con el dorso de la mano sintiéndola temblar al suspirar inquieta. Viéndola turbada y tremendamente excitada, con los dedos tiré a un lado los escasos cabellos que le caían sobre el rostro. Las dos excitadas sin duda por querer ir más allá, el reposo más completo llenaba la habitación allí las dos solas llevadas por lo sensual del momento. No quería correr, me encantaba observarla tan débil y entregada por entero al hechizo que mi mirada ejercía sobre ella. Con Ricardo tan cerca, quise sin embargo continuar un poco más con el juego de la seducción.

-           ¡Cariño, deja que te bese... me encanta la humedad de tus labios!

-           Ummmm -murmuramos ambas besándonos sin reparos tan próximas la una a la otra.

Las manos enlazadas, le musité al oído si le agradaban mis besos a lo que contestó abriendo pasiva la boca. Eso me hizo envalentonar con lo inmóvil de su actitud, me ponía tanto que no pude menos que besarla una vez más de manera tierna, para poco a poco hacer el beso mucho más ardiente. Metí la lengua en su boca y ella me entregó la suya, saboreando el calor de su saliva al rasparle la lengua entre mis dientes. Noté los labios suaves, sin dejar de besarla jugueteábamos las lenguas una con otra, bajándole la mano por el brazo hasta cambiar al pecho que acaricié tomándolo por encima de la tela amarilla. Gimió Mónica lastimosamente con la caricia y pude sentir los pezones endurecerse encabritados. Le abracé la espalda, subiendo y bajando la mano para alcanzar la redondez de la nalga. Ahí me detuve masajeando la nalga derecha que noté parada y dura bajo mis dedos.

-           Acaríciamelo Oli, ya sabes lo mucho que me gusta eso.

-           Lo sé pequeña -asentí agarrándole el culo con fuerza.

Se arqueó entera, alterada por lo intenso de la presión. Devoré su cuerpo con mirada ávida de los peores pensamientos, sonriendo a mi sometida presa como mejor forma de tranquilizarla. Abrazándola por la cintura la acerqué a mí, los cuerpos tan cerca que nos frotábamos las pieles. Acurrucada, le besé el hombro posando mínimamente los labios para provocar en ella un escalofrío de inquietud.

-           Eres tan bonita pequeña -declaré llevada por la emoción que me consumía por dentro.

-           Oh sí, cómo me gusta que me digas esas cosas, continúa cariño, continúa diciéndomelo.

Frente a frente ahora, la besé dulcemente mientras las manos de Mónica reposaban sobre mis muslos. Las mías no paraban de sentir la piel femenina, corriéndole los brazos sin prisas y con delicadeza, las yemas de los dedos arriba y abajo muy lentamente. Volví a caer llenando el hombro de besos al tomarle el culo con la mano. Ahí la dejé unos breves segundos para enseguida subirla a la espalda disfrutando las miles de sensaciones que a ambas nos dominaban. Nos apretamos la una a la otra en el momento que un nuevo beso sellaba la tierna escena que formábamos.

Separadas, nos miramos sonriéndonos de forma cómplice y maliciosa. Comiéndole el cuello, solté el nudo cogiéndolo entre los dedos para pasar la lengua con lascivia favorecida por el gesto de ella al lanzar la cabeza atrás. Una vez más suspiró largamente y así pude gozar lo desnudo de aquel cuello resbalando la lengua con total entusiasmo. La tenía a mi completa disposición, tan hermosa y bella, tan femenina y atractiva. Nos abrazamos y de nuevo la sensible orejilla recibió el ataque feroz de mis labios, sorbiendo de la misma, llenándola de mis abundantes babas hasta acabar metiendo la lengua dentro de ella. Las manos en sus nalgas, calmé el ímpetu que me envolvía al morrearnos hambrientas.

Volviéndola de espaldas, las manos bajaron sobre sus pechos para saborearlos con infinito placer al notarlos duros y prestos a nuevas caricias. Levemente hundí unos de mis dedos en el escote para, con rapidez y con ambas manos, hacer descender la prenda dejando a la vista la redondez pujante de aquel par de senos. Entre los dedos los sopesé mientras mis ojos se clavaban en los pezones grandes y oscuros que parecían llamarlos.

Un largo rato me deleité jugando con sus pechos, acariciándolos apenas con los dedos entre el bisbiseo que los labios de Mónica producían. Yo le besaba la nuca, el cuello, el lóbulo de la oreja para acabar lamiendo la parte alta del hueco de la espalda. Eso la hizo jadear con vehemencia al echar la cabeza atrás rozándome con el pelo al abandonar la cabeza sobre mi hombro. Aspiré profundamente la fragancia que desprendía, aquella fresca fragancia que tan bien conocía y que en más de una ocasión habíamos compartido.

-           Sigue Oli, sigue... ámame, ámame lo deseo tanto...

Tras un amplio sobeteo, bajé las manos a la cintura apareciendo pronto las anchas caderas al hacer caer el bañador. De forma experta la despojé de la amarilla prenda quedando al aire el frondoso monte de Venus cubierto de delicados pelillos castaños.

-           Ahhhhhh mi amor, eres perversa... sigue, sigue.

No sé qué respondí a sus palabras, imagino quizá que me dediqué a disfrutar de lo muy excitada que entre mis manos la tenía. Fijándome en su tripilla al aire, observé el pequeño piercing metálico presidiendo la redondez del ombligo y destacando brillante sobre lo blanco de su piel. Mis manos resbalaron golosas por encima de su entrepierna, moviéndose llenas de inquietud entre lo muy sensible de aquella fina piel erizada bajo mis dedos. Mónica se arqueaba mimosa, tenso el cuerpo al tratar de romper la fuerte resistencia que el mismo creaba.

-           ¡Bella Mónica, bella Mónica! -le susurré tenuemente al oído mientras notaba lo firme de su culo pegarse a mi sexo.

Pude escucharla gimotear débilmente, ronroneando como una gatita a mi oído mientras mis dedos se movían expertos bajando por el interior de sus muslos. Entre los abundantes pelos, la raja todavía cerrada se vislumbraba tímidamente reclamando mi total atención. Obligándola a girar la cara, enmudecí sus entrecortados jadeos con un nuevo beso lleno de intención. Entonces fue cuando una de sus manos se unió a la mía en busca de un mayor interés por mi parte. Con mi otra mano se la retiré apoderándome ahora sí del trofeo tan deseado. Gimiendo esta vez yo de emoción, me humedecí el labio inferior pasando la lengua por encima del mismo. No pensaba más que en el tremendo festín que iba a darme a costa de tanta belleza como se me ofrecía.

Mordisqueé la lengua de mi amiga al ver cómo me la entregaba ofreciéndola juguetona. Los dedos sobre su sexo, empecé a maltratarlo pasándolos por encima de los labios para de pronto hundir dos de ellos ayudados por lo muy mojada que se encontraba. Permaneció inmóvil, aguantando unos instantes la respiración con el maravilloso placer que el tormentoso ataque le provocaba. Removiendo las caderas, acompañó el lento entrar y salir de los dedos entre las paredes de la vagina. Gimió sollozante, disfrutando la caricia y enseguida volvimos a caer en un nuevo beso de enamoradas. Separándome de Mónica, sonreí maliciosa al notar entre los dedos la humedad que de su sexo escapaba. Le entregué los dedos para darle a saborear el aroma de sus jugos y de ahí los llevé a mis labios gozando el sabor amargo de su feminidad.

El cuello nuevamente a mi disposición, me lancé sobre el mismo dándole un fuerte lametón que la hizo estremecer con tan inesperado roce. Mis manos recorrían sus formas arriba y abajo, subiéndole los muslos para de ahí escalar por los costados en busca de sus pechos. Acaricié los duros pezones, apretándolos levemente entre las yemas y vuelta abajo apoderándome sin ambages del mar de flujos que era su vulva.

-           Uffff cariño, cómo me pones de perra...

El aliento se le aceleró irrefrenable, palpitante la abultada vulva por un nuevo contacto que la excitara. De su entrada voluminosa escurría un hilillo de líquido lubricante. Estaba muy mojada...

-           Estás completamente mojada nena... ¿todo eso es por mí? -pregunté sonriente y traviesa viendo el lamentable aspecto que mi amiga presentaba.

-           Ummmm, me tienes cachonda perdida Oli... fóllame, fóllame quieres.

Elevé la mano a la desnuda tripilla y ese simple roce la hizo gemir lastimera, cerrando los ojos en gesto de debilidad. La pobre Mónica no paraba de jadear y lamentarse, perdido completamente el control y buscando agarrarse allí donde pudiera. Mientras, los dedos resbalaban deslizándose pausados entre los labios vaginales.

Vuelta hacia mí, nos besábamos uniendo los labios y las lenguas con deseo creciente. Corriéndole la comisura del labio, atrapé la naricilla en un leve roce lleno de encanto. Y vuelta a los besos con los que aplacar la tremenda tensión que nos envolvía. Fue entonces ella la que cayó sobre mi mejilla cubriéndola de besos, pasando a la barbilla y con decisión malsana al cuello que hizo suyo sorbiendo y chupándolo del mismo modo que yo había hecho antes con ella. ¡Me encantó, juro que me encantó siendo ahora yo la que no pudo reprimir un lamento de emoción! La lengua se paseaba cuello arriba, devorándolo con avidez entre el continuo murmullo que de mis temblorosos labios escapaba. En esos momentos era yo el elemento pasivo de la relación y me encantaba jugar ese papel, dominada por la actitud impetuosa que Mónica mostraba.

-           ¡Oh sí mi vida... continúa de ese modo tan obsceno!

Sin escucharme, continuó comiéndome el cuello mientras yo no podía más que agarrarme a ella tomándola suavemente de la nuca. Los labios carnosos cubriéndome la piel, la lengua lengüeteando perversa en busca de nuevos caminos inexplorados, el aliento desbocado quemándome con cada nuevo roce.

-           ¡Sigue nena, sigue... me vuelves loca mi vida!

Fuera de sí no paraba de comerme y lamer, descontrolada en su turbio quehacer con el que tratar de vencer la fuerte resistencia que mi persona aún lograba mantener. Aunque cada vez me costaba más, tan bien lo hacía. La humedad de la lengua corría la piel, produciendo en mi cerebro multitud de cálidas sensaciones transitándome el cuerpo. Unos breves segundos abandonó su tarea, siendo yo la que la atrajo estimulándola a seguir con tan exquisita locura. Los dedos enredados en sus cabellos, movía la cabeza adelante y atrás retorciéndome con el constante lamer de aquella lengua diabólica que tan bien sabía sacar lo peor de mí misma. ¡Me estaba volviendo loca! Ya sabría bien cómo hacérselo pagar después.

-           ¡Me vas a hacer correr... me vas a hacer correr! -avisé en un susurro y eso solo con el irrefrenable ir y venir de aquella lengua procaz y llena de vicio.

Sin esperarlo, desvalida y en total desamparo debido al estado en el que estaba, sentí un tibio roce encima del pubis. Era la mano de mi amiga, posada en la braguilla del bikini jugueteando y tratando de separarla en busca de mi entrepierna. Curiosa y excitada, me dejé llevar cerrando los ojos y permitiendo que los dedos me tocaran resbalando el vientre por debajo de la tela.

Tomada la iniciativa y sin obstáculos que la molestaran, noté la mano deslizarse subiendo, lenta y experta, abajo y arriba recorriendo mi cuerpo moviéndose los dedos por el hueco de los pechos para ir bajando camino de mi sexo. Pasó más allá del mismo alcanzando las ingles y después los muslos. En ese momento, sólo podía gemir con el roce apenas perceptible de los dedos de mi amiga ayudados de las uñas cuidadas y que sentía correr encima de mi piel.

Vueltas la una a la otra nos besábamos mientras los dedillos corrían reconociendo mi figura, descendiendo el costado, llegando a mis nalgas y más allá al volver a caer la mano vivaracha apoderándose de la vagina empapada de excitación.

-           Estás ardiendo cariño -envuelta en una nebulosa escuché sus palabras.

-           Todo es culpa tuya -respondí entrecortada y sin saber muy bien lo que decía.

Con las endorfinas disparadas e inmóvil por el deseo que me consumía, removí el vientre pretendiendo el contacto con aquellos dedos que sentía circular las inmediaciones de la rajilla pero sin buscar aún traspasarla. Giré la mirada en ademán suplicante, encontrando los ojos brillantes de Mónica que parecían comerme. Un respingo de satisfacción me sobrevino, nada más el roce de sus uñas visitó la pequeñez de mi clítoris. Me corrí sintiendo los músculos en tensión, sin poder moverme en el momento en que un mar de jugos me abandonaba piernas abajo.

Gimoteé sollozando, estremecida de placer con el lento movimiento circular de aquellos dedos malvados y angelicales al tiempo. Las uñas rascando apenas el sensible botón, las yemas de los dedos lo rodeaban para luego presionar encendiéndolo palpitante. Yo jadeaba completamente enloquecida, elevando el vientre deseando mayores atenciones por parte de mi amiga. Lubricada por entero, los dedos resbalaban entre los abultados labios, abriéndolos al fin para entrar hundiéndose entre ellos mínimamente. De nuevo saliendo, subieron al clítoris que maltrataron unos segundos para escurrirse atrás tanteando traviesos la entrada estrecha de mi ano. Con eso me enderecé conteniendo la respiración y un segundo orgasmo más intenso que el primero me visitó haciéndome caer derrotada y feliz.

-           ¡Hija de puta, qué buena eres maldita! -agradecí en mi flaqueza, los ojos entreabiertos y respirando con evidente dificultad.

-           Encantada de hacerte disfrutar cariño -la calidez de su voz me envolvió para enseguida quedar abrazadas al sellar el intenso momento con un beso feroz que terminó en un pequeño mordisquillo por encima de mi labio inferior.

-           Ahora vas a ver -grité incorporándome hacia ella al hacerla tumbar atrás en el sofá.

-           ¿Qué pretendes? -preguntó riendo apoyada en el respaldo y con las piernas colgándole dobladas.

Acercándome sin responder a su pregunta nos dimos un profundo beso en los labios. A su lado, empecé a acariciarle las piernas por encima de los muslos para poco a poco ir bajando rodillas abajo. Luego fueron mis labios los que probaron sus piernas corriendo abajo y arriba. Mónica gemía levemente agradeciendo el roce por encima de la fina piel. Miles de besos le entregué, lamiendo luego el interior del muslo descendiendo hasta la rodilla. Animándome a continuar al elevarse atrás en busca de una mejor postura, la hice vencer hundiendo la cara entre las piernas dobladas y abiertas.

Respirando el intenso aroma a sexo, me dediqué a ella desde el primer momento. Mi amiga se dejó llevar por la lujuria haciendo descansar blandamente la mano sobre mis pelos. Así, empecé a trabajarla dando paso a los gratos movimientos de lengua por encima de la rajilla. Mónica gimió entrecortada con el solo roce entre los abultados labios. Sabía bien lo mucho que aquello le gustaba. Sin embargo y abandonando mi atención en su sexo unos instantes, levanté la vista curioseando el discreto tatuaje que en la parte izquierda del pubis se veía, un diminuto tatuaje en forma de gato que hasta entonces no le había visto. Pregunté con voz tenue por el mismo, contestándome ella con un susurro que se lo había hecho apenas dos semanas antes.

Con el mismo tono de voz interrogó si me gustaba, respondiéndole de forma afirmativa en el momento que le lamía el interior de los muslos y las ingles sintiéndola encogerse con esa simple caricia. Subí en pequeños círculos de la punta de la lengua, besándole el estómago así como el vientre y rodeando la fina piel hasta alcanzar el ombligo y el piercing para luego bajar a la carnosa abertura que fui chupando y lamiendo con exquisita dedicación, metiendo mínimamente la lengua para enseguida sacarla nada más escuchar el gruñido gozoso que mi amiga producía. Me apretó contra ella, la mano enredada en mis cabellos mientras raspaba su sexo elevando el interés en la creciente humedad que presentaba.

-           Chúpame mi vida, chúpame... continúa, continúa con eso tan maravilloso que me haces...

La pobre se removía, sollozaba lamentándose turbada con el agradable contacto que la lengua le producía. Yo disfrutaba saboreando los cálidos efluvios que cada vez en mayor abundancia me entregaba. Hundía la lengua, provocando en ella débiles grititos que pronto fueron ganando en volumen según la velocidad de mis roces acentuaba la intensidad. A mi querida Mónica le encantaba que la hiciera rabiar, que la maltratara haciéndola retorcer aullando de puro gusto. Los gimoteos y jadeos se percibían ahora claros por encima de mi cabeza, llenando la habitación con lo lascivo de sus palabras.

-           ¡Continúa, con... tinúa de ese modo, qué cachonda me estás poniendo!

-           Ummmm, qué rico y sabroso está... qué caliente lo siento querida -murmuré devorando los labios al pasar y repasar la lengua.

La follé sacando y metiendo la lengua entre las paredes de la vagina, introduciéndola con perversa osadía animada por sus gritos y gemidos. Un respingo emocionado le hice dar al envolver con los labios el clítoris empezando a chuparlo. La pequeña sensibilidad no tardó en responder a tan amable tratamiento, aumentando de tamaño como por ensalmo.

-           ¡Ah sí, cómemelo... cómemelo entero Oli! -se removió pataleando ante el furibundo ataque al que la sometía.

-           ¡Así, así... sigue chupándomelo, me vuelves loca mi amor! -gritaba con los dedos clavados en mis cabellos al notar los labios apoderarse de nuevo del diminuto botón.

-           ¿Te gusta eso verdad? -indagué permitiéndole un breve instante de respiro.

-           Ufff bien lo sabes... eres mala conmigo -sonrió con gesto beatífico antes de respirar de forma jadeante.

Enterré la cara en su sexo, lamiendo y chupando con rapidez el manantial de jugos en que se había convertido. La lengua por encima de la raja, abriendo los labios con los dedos para meter tímidamente la lengüecilla entre las paredes de la vagina y volver a sacarla subiéndola hasta alcanzar la humedad del clítoris. A él me dediqué entre los sollozos y lamentos desconsolados de mi pobre amiga. Pasé y repasé la lengua en círculos sobre el botón atormentado, rebajando y aumentando la tensión al jugar con el mismo succionándolo y mordisqueándolo sutilmente hasta que la escuché gritar no más de veinte segundos después cuando el orgasmo se hizo presente en ella.

-           ¡Me corro, me corro Oli... dame placer sí, oh sí nena eres la mejor, eres la me...!

No pudo terminar, entregándome todo el néctar de su sexo jugoso, pataleando descontrolada y con el cuerpo en completa tensión. Hundí la nariz embebida en los aromas de aquella vulva a la que tan buen rato había dado, saboreando seguidamente los cálidos efluvios de mi joven amiga. Me encantaba verla disfrutar, tan entregada y débil frente a los diabólicos roces de mi boca y mi lengua.

-           Eres la mejor cariño, nadie como tú sabe hacérmelo... tienes una lengua que me enloquece -exclamó retomando la frase anterior una vez pudo recuperar el resuello mínimamente.

Derrotada y feliz temblaba toda ella de puro deseo tras el duro combate al que la había sometido. Sonrió, el gesto congestionado al resoplar con dificultad. Jadeando inquieta, cerró los ojos dejándose abandonar sobre el sofá, la cabeza recostada en el amplio almohadón color gris petróleo.

Con la mano empecé a rozarle la cadera ligeramente, subiendo y bajándola entre los gemidos placenteros que su boca de gruesos labios producía. Subí más arriba acariciando ahora la redondez de sus nalgas. Un par de redondeces poderosas y firmes que me volvía loca tocar, ¡eran realmente fantásticas! Mónica sólo gimoteaba en voz baja, cansada como estaba pero totalmente receptiva a cualquier cosa que le hiciera.

Tan excitada se la veía que no pude menos que continuar trabajándola con nuevas caricias. Recorrí las piernas de muslos recios y duros, sintiendo la piel arder bajo mis dedos. Estaba segura que necesitaba más, el temblor que mostraba y los jadeos así lo confirmaban. La mano saboreándola arriba y abajo, bajando y subiendo la pierna encontrando de nuevo el sexo envuelto en fluidos. Quise volver a probarlo y así se lo hice saber escuchándola bramar de emoción.

-           ¡Quiero seguir dándote caña! ¿qué te parece mi vida?

-           Oh, nunca tienes bastante y yo tampoco claro.

-           Cierto, las dos somos tan perras que nunca tenemos bastante la una con la otra.

Pasándose la mano esta vez ella por encima de la pierna, reclamó de ese modo inequívoco lo que un momento antes me había hecho saber con sus palabras. Se mostraba tan hermosa, desnuda allí tumbada y sólo levemente incorporada hacia delante. Sonriéndome y gimoteando mimosa, la vi llevarse los dedos por encima del monte de Venus rodeando sin buscarla la vulva tan deseada. Ahora fui yo la que dirigí la mano entre sus piernas camino de nuevas lluvias de jugos.

Noté el pubis calentito, esperando evidentemente el roce de mis dedos y quizá algo más. La acaricié con timidez, los dedos mezclándose en lo mojado de los labios femeninos. Ella se retorció sollozando en un tono más alto. Froté los labios resbaladizos, entreabriéndolos con suavidad con dos de mis dedos. La vulva se veía caliente y húmeda y la mirada suplicante de mi amiga junto a los pequeños quejidos que emitía me hicieron desearla más.

-           Sí sí, fóllame con los dedillos... -exclamó víctima de la inquietud que la dominaba.

-           ¿Eso quieres?

-           ¡Sí sí... oh sí, hazlo... métemelos Oli!

Comencé a acariciar sus nalgas, obsequiándola con un par de azotes secos en los glúteos con los que hacerla gemir. Mónica removía el culillo con cada manotazo en una mezcla extraña de placer y dolor.

-           ¿Te duele nena?

-           No no tranquila... me gusta sigue -contestó sin dejar de removerse sobre el sofá.

Un último manotazo le di haciéndola quejarse de nuevo pero, al tiempo, parecía querer más. Nunca había probado eso con ella y con su respuesta aparentemente favorable me daba a conocer una nueva faceta suya sobre la que explorar.

Mis manos no paraban de acariciarla y estimularla, centrándome en los lugares que sabía que la más la excitaban. Llevando las manos a sus pechos la besé, respondiendo ella al beso con un murmullo complacido apenas perceptible. La tiré atrás quedando indefensa y con las piernas listas a cualquier provocación. Metí la cabeza entre ellas para alcanzar la vagina que comencé a succionar y besar, reconociendo los labios y el clítoris. Al mismo tiempo corrí los dedos por encima de la entreabierta rajilla, enterrándolos entre las paredes iniciando un movimiento rápido de masturbación en el orificio lubricado y hecho fuego. La vagina más y más humedecida, deslicé uno de ellos arrancándole un bramido de confusión.

Continué acariciándole la entrada, acompañando el suave contacto con golpes rudos y secos en la redondez de su culo lo que la hacía quejarse pero removerlo al tiempo. Otro más y un tercero le metí, estimulándole el punto G al llevar dos de los dedos hacia delante temblando toda ella estremecida en estado de éxtasis, los ojos en blanco por el enorme placer que sentía. La follé adentro y afuera, metiendo y sacando los dedos favorecida por lo empapado del surco abierto. Deprisa, cada vez más deprisa haciéndola aullar de gusto. Abandonando el tierno coñito, llevé la atención al culo tentador que frente a mí se mostraba. Quise darle placer también por ahí y así uno de los dedillos buscó explorar en lo estrecho y escondido de su agujero.

-           ¿Qué haces Oli? ¿qué me haces maldita? -rugió para enseguida hacerse su voz un débil hilillo satisfecho.

Los ojos fuertemente cerrados, gimoteó largamente al remover el culillo demostrando lo mucho que le gustaba. Pese a lo cerrado del anillo, no tardó en dilatar dando paso al dedo curioso e indiscreto. Empecé a moverlo como antes había hecho con su sexo, resbalando adelante y atrás entre los movimientos pélvicos y en forma de círculo con los que mi amiga respondía. Acercándome a ella la besé en lo alto del brazo, subiendo al hombro que besé posando levemente los labios en lo frío de su piel. Mientras y aprovechando su total entrega, le penetré la vagina con dos de mis dedos amplificando el tormento de la pobre Mónica.

La follé por delante y por detrás, escuchándola agradecerme mi osado movimiento, pidiendo más de forma apagada, mordiéndose los labios y sin casi poder hablar. Adelante y atrás, adelante y atrás y de forma rápida y sincera, los dedos resbalaban por cada uno de sus agujeros provocando en ella aullidos complacidos, de hembra hecha loba en que se había convertido. Las caderas buscando la penetración como la buscaban las dos manzanas de sus nalgas, tirándolas atrás para ser ella misma la que se follaba con descaro. Y así le llegó el orgasmo, quedando quieta entre mis manos al lanzar un grito apagado de placer. Una nueva catarata de jugos llenó mis dedos con lo empapado de su sexo escocido. Bramaba, gemía rítmicamente, se quejaba y sollozaba sin querer que aquello acabara. Susurrando en lo alterado de su estado.

-           ¡Ya... ya... Me corro nena, me corro... dios qué sensación tan intensa y placentera... continúa, continúa mi amor!

La hice callar besándola profundamente, morreándonos ambas mientras mis manos le acariciaban las nalgas, subiendo luego la curvatura de la espalda hasta alcanzar lo sensible de la nuca. Mónica demostró con un gesto bobalicón de su rostro lo acertado de mi caricia, agitándole los dedos por la nuca arriba y abajo. Abrazadas la una junto a la otra, nos recorríamos los cuerpos con las manos al tiempo que nos comíamos las bocas apaciguando de ese modo los últimos estertores de sedienta sensualidad que a ambas nos consumían...

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