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Una noche inesperada

en Fantasías Eróticas

Regresaba agotada del trabajo, el intenso calor que había en verano no me permitía relajarme, odiaba sentirme sudorosa y como el aire caliente  me sofocaba durante el día. Al intentar abrir la puerta de mi apartamento, me di cuenta que alguien más ya había entrado antes que yo.

¿Será que Daniela ya regresó? No creo, mi compañera aún debe seguir en su viaje en los Estados Unidos, pasando un buen rato con su familia y que ella no volvería hasta dentro de una semana. Abrí la puerta para encontrar a mi novio Gustavo  sentado en el pequeño comedor, con camisa blanca y pantalones jean. Me saludó con un beso como siempre lo hacemos, y en  seguida noté un olor extraño, nuevo perfume, eso es lo que pensé, sin embargo empecé a sentirme extraña  después de olerlo, sentía mucho más calor en ese momento y sentía como el sudor aumentaba en mi cuerpo.

Un poco consternada por lo que estaba sintiendo me dirijo a la cocina para alcanzar un vaso de las alacenas, debido a que soy de baja estatura (1.60)  le pedí a Gustavo   que alcanzara el vaso por mí, él se colocó detrás de mí, chocando mis glúteos contra su miembro y no pude evitar mojarme por sentir su gran erección, me dio el vaso con una aparente tranquilidad que se contrarrestaba con el bulto que se formaba entre sus piernas. Abrí el refrigerador y me serví agua helada, pero no me tranquilizaba, estaba tan agitada que empecé a respirar con la boca abierta él solo me miraba, con una pequeña sonrisa de lado como si se divirtiera por verme así.

Su actitud empezaba a molestarme, así que le dije que se fuera, que sus bromas no servirían conmigo, me dirigía al comedor cuando  sujetó mi mano izquierda y me hizo girar chocando su cuerpo contra él. Entonces:

-          A mí no me vengas a decir eso, yo soy el que manda-me nalguea  el culo con brusquedad- y espero que te quede bien claro ¿me entiendes?

Solté una liguera risa en su cara y le respondí:

-          Pruébamelo 

Excitado por mi respuesta, nos besamos frenéticamente y me llevó sujetándome  las piernas, nos fuimos  a mi habitación, abrió la puerta y me arrojó en la cama, al caer me di cuenta que a mi lado había ropa, luego me di cuenta que era un traje de colegiala.

-          Hijo de puta, lo tenías planeado- le dije

-          Claro que estaba planeado –  me respondió riendo – ahora ponte ese lindo disfraz  que te compré.

Me dirigí al baño con el disfraz en mis manos, cerré la puerta  y lo miré, una falda a cuadros muy corta, una camisa blanca, y medias altas. Me coloqué la ropa, me peiné haciéndome dos coletas a los lados y salí del baño, Gustavo  estaba sentado al borde de la cama esperándome, apenas me vio quedo embobado por cómo el traje resaltaba mi cuerpo, no pude evitar sonrojarme y tratar de cubrirme un poco.

-No te cubras – dijo – y siéntate aquí- señalado su regazo.

Me acerqué tímidamente y  me senté sobre él, colocó su mano  sobre mis piernas y acarició mi mejilla con la otra mano.

-          A ver,  alumna, ¿ha traído su tarea? 

-          No, profesor - respondí cabizbaja- no la hice.

-          Ay, Carla, ¿qué voy hacer contigo?- con voz seria – vas a tener que recibir  tu castigo.

Me colocó en cuatro y acarició mi espalda avanzando  hacia mi culo. No me acuerdo de  lo que me dijo en ese momento, lo único que recordé es que me iba a dar cuatro nalgadas.

Una, fuerte y dolorosa; dos,  más potente pero excitante a la vez; tres, me mordía el labio; cuatro, solté un gemido sutil. Después de eso, pasó su mano  por mi sexo haciendo presión con su dedo, viendo  cómo mis jugos mojaban mi ropa interior. Sin dudarlo dos veces, me tiro a la cama boca arriba y literalmente me arrancó la ropa, quedando completamente desnuda frente a él,  se quitó la camisa, desabrochó su pantalón y saco su miembro completamente duro y erecto; me mordí el labio otra vez, yo también lo deseaba, lo quería dentro de mí. Abrí más mis piernas, para que vea como me excitaba, como mis jugos chorreaban de mi vagina, se colocó sobre mí y sin previo aviso, me penetró, me sujeté de las sábanas e intenté ahogar  un gemido, se quedó quieto por unos segundos viendo mi expresión con una sonrisa, viendo lo que él era capaz de provocarme en mí.

-          Amo esa carita que pones - dijo mordiéndose el labio.

Empezó suave y lento, como si quisiera sentir cada parte de mi interior, un escalofrío recorrió mi cuerpo haciendo que me estremeciera; sin embargo necesitaba más, quería más. Con mis  piernas, lo atraje con fuerza, chocando sus caderas con las mías, suspiré hondo por la sensación y él se dio cuenta que de lo que quería. Así que, aumentó la intensidad, mientras  yo le correspondía abriendo más las piernas y con gemidos. Nos olvidamos de los roles,  del caluroso clima, sólo éramos él y yo, con el placer invadiendo nuestros sentidos.

-          Ah… si… - era lo único que llegaba a decir.

El calor era  mayor en la habitación, no podía razonar y lo único que sentía era la sensación de humedad bajando hasta mi sexo, indicándome que estaba cerca del orgasmo, pero Gustavo no tenía planeado eso, entonces, se detuvo y sacó su miembro y me lo colocó frente a mi boca, me quejé, aun  así no le importó y me forzó a tragarme su polla; mi lengua saboreaba su  textura mezclado con mis fluidos,  y con mi mano derecha empecé a masturbarlo con fuerza mientras lamia la punta como si fuera un helado, haciendo contacto visual poniendo un mirada inocente, como si fuera una niña buena. Le encantaba mi expresión y  poco a poco, su respiración era más agitada indicándome que estaba cerca, agarró una de mis coletas, me enterró su miembro hasta la garganta y se corrió en mi boca. Me tragué todo sin chistar y me relamí los labios de la satisfacción, saboreando lo poco que quedaba de él en mi lengua.

-          No pensarás que he terminado ¿o sí?

Ante de que pudiera responderle,  sujetó mis muslos atrayéndolos hacia él y comenzó a lamer mi clítoris suavemente con movimientos circulares. Arqueé la espalda del gusto, y sentí como además de estimular mi clítoris, me metía dos dedos en la vagina, sintiendo lo húmeda y caliente que estaba. Mis jugos resbalaban por mis muslos, su lengua pasaba de un lado a otro, dándome el máximo placer. No contento con eso, empezó a succionar mi clítoris con unas ganas, que no pude evitar correrme en su boca, gritando su nombre. Me recosté tratando de recuperar el aliento, hasta que Gustavo se levantó y pude ver que su miembro estaba completamente erecto, indicándome que había más.

-          ¿Qué, acaso estás pensando en dejarme así? – dijo señalando su erección

-          No,… - respondí  agitada - pero primero…

Me costaba hablar, simplemente quería descansar, recostarme boca abajo y dormir, pero sabía perfectamente que con él eso no pasaría. Al no ver una respuesta concreta y verme en esa pose, con sus manos firmes levantó mi culo, de tal manera que quedé en cuatro y empezó a penetrarme otra vez, se me nublaban los sentidos y no paraba de gritar lo bien que se sentía tenerlo dentro de mí, me jalaba el cabello, me nalgueaba, la intensidad de su penetración aumentaba a cada momento y yo recibía gustosa su miembro. Nuestras respiraciones se agitaban aún más, yo gritaba, él se sujetaba fuertemente de mis glúteos; hasta que nos corrimos al mismo tiempo, pude sentir su semen caliente llenándome el coño.

Ambos terminamos exhaustos, recostados en la cama, coloqué mi cabeza en su hombro mientras que él me abrazaba. Tratando de recuperar el aliento me dijo:

-          Descansa, que cuando nos volvamos a despertar vas a ver que otra sorpresa te traje.

-          ¿Aparte de ese afrodisiaco que te pusiste de perfume  y el traje de colegiala?- respondí

-          Sí, hay mucho más- atinó a decir.

No pude evitar sonreír por lo que dijo, ahora que estaba libre, era la oportunidad perfecta para dejarnos llevar, solo él y yo, entregándonos el uno al otro sin límites ni fronteras  que nos separen, para cumplir nuestras más morbosas fantasías.

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