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Las aventuras sexuales de Helenita (1)

en Grandes Series

 

Podéis llamarme Helenita, y podéis hacer lo que mejor os convenga con esta historia. ¿Pajearos? Por supuesto, yo he rememorado mucho esos momentos que voy a contar aquí, porque para eso lo cuento, no soy ninguna mojigata inocentona, como yo siempre he dicho, haz el mal y niégalo todo.

 

Esto me ocurrió hace cosa de dos semanas, yo soy una chica alta, pelirroja, tintado a veces a negro, tengo un cuerpo que, no queriendo presumir, es espectacular, pechos medianos y suaves, boca ancha, culo respingón, piernas delgadas pero turgentes, y, como es de esperar, me gusta el sexo, si, me gusta y mucho, lo practico siempre que puedo y no tengo novio, lo que me gusta es hacerlo con muchos hombres diferentes.

 

Esa tarde estaba en casa y por alguna razón me sentía excitada, hacía tiempo que no sentía el cuerpo desnudo de un hombre contra el mío, y a pesar de que tenía un amiguito a pilas en la mesita de noche, no me bastaba, estaréis de acuerdo en que donde esté otro ser humano que te bese, te toque y te penetre, que se quite todo lo demás.

 

El reloj daba las cuatro cuando salí de casa, era un mes de septiembre muy caluroso, me puse una falda negra corta, que se movía sexy cuando andaba, y una camiseta de tirantes con un sujetador debajo.

Estaba tan cachonda, y el deseo de un rabo humano latía tanto dentro de mí, que lo único que me llevé fue la llave de casa una sola llave, en el calcetín de mis zapatillas, un truco que usaba sobre todo el verano y si tenía que salir a un sitio que no requería bolso, como a por el pan, solo al pisar la calle me di cuenta de que me había dejado mi móvil en casa, pero algo me empujaba lejos de ella y pensé que a lo sumo un polvo sería una hora o menos.

Vivo cerca del mayor parque de mi cuidad, una extensión de árboles y césped, caminos y estatuas donde perderse, y que siempre se pone lleno de gente. No sabía que iba a hacer para conseguir una relación esporádica satisfactoria, de esas había tenido pocas, siempre existían un grupo de “amigos” con los que follaba, quedando ambos satisfechos, pero quería algo diferente y el peligro de hacerlo con un desconocido…. ¡Guau! Solo de pensarlo me excitaba.

Caminé sin rumbo durante media hora esperando que mis pies me llevasen a un oasis sexual en medio de ese desierto, no me detuve hasta que vi a un grupo de hombres hablando a un lado de un camino de adoquines lleno de bancos, vi un banco vacío a pocos metros de ellos y me senté.

El primero que me miró fue un negro, negro de África, oscuro como el pecado, fue como una reacción química, yo estaba sentada en el banco, con las piernas cruzadas, mi falda se bajaba dejando ver mis muslos brillantes, mis gestos dejaban claro una cosa, quería su nardo negro, sentirlo dentro de mi.

Durante unos minutos, el hablaba con sus amigos y me miraba con disimulo, cruzábamos miradas de deseo.

Me levanté y caminé despacio, vi como se despedía de sus colegas y comenzaba a seguirme, ¿A dónde? A donde yo quisiera, era mi presa, había quedado enganchado de mi cuerpo.

No sabía a donde ir realmente, no podía follármelo en medio del parque aunque lo hubiera hecho sin dudarlo, por fin encontré unos servicios públicos, estos, como casi todos los del parque, eran unos edificios grisáceos, algo escondidos y que, debido a la delincuencia, la poca higiene y cuidado del ayuntamiento, la maleza había devorado, ya casi nadie los usaba y como único remedio a ese problema había colocado un cartel en la puerta que decía “peligro no entrar”

Me detuve ante el cartel y giré la cabeza, el negro caminaba hacia mi con decisión, como no había puerta, había sido arrancada tiempo atrás, entré.

Esperaba que dentro oliera mal, pero no era así, lo que si vi fueron preservativos usados, que me decían que no era la primera guarra en tener esa idea.

El negro se acercó a la puerta y me miró, yo me sentí excitada y nerviosa y mi coño empezó a mojarse.

--Mira que cervatillo tenemos aquí—dijo el negro mirándome de arriba abajo.

Sonreí, el muy inocente creía que él era el cazador.

--¿Y tu que quieres?—pregunté.

--¿A que has venido aquí?—dijo él acercándose a mi—Este sitio es peligroso.

--A lo que a ti no te importa.

Se acercó más a mí con aire gallito.

--No te hagas la tonta—me dijo—He visto como me mirabas.

--Yo no dije nada, todo el cuerpo me temblaba tenía sus pectorales en primer plano, bajo una camiseta de tirantes adidas, sus pantalones de chándal me decían que tenía algo bueno para mi bajo ellos.

--Tu eres un gallito—atiné a decir.

--Y tu un bombón—dijo él.

Sin decir nada más quiso besarme, yo aparté la boca y besó mi mejilla, hizo otros tres intentos más sin lograr su propósito, entonces yo le miré y él me sujetó la barbilla con una mano y me besó la boca, sentí sus labios, su lengua entrando en mi y lamiendo la mía, saboree su saliva caliente y dulce, mi coño volvió a mojarse, mis piernas temblaron.

Cuando él dejó de comerme la boca casi me caigo al suelo.

--Que boquita mas dulce—me dijo el negro—Me pregunto si tienes todo igual de dulce que esos labios.

--Prueba a ver—dije yo, ya entregándome a él.

El sonrió, ambos estábamos cachondos, cogió mi mano derecha y la llevó a su nardo, palpé esa tubería de carne por encima del pantalón y casi me derrito, era enorme, caliente, palpitaba, lo quería, lo quería para mí.

--Vamos, sácalo—me animó el negro.

Yo me mordí el labio mientras rebuscaba el falo erecto, cuando lo sentí contra mi mano, desnudo, todo mi cuerpo tembló, lo saque fuera y lo miré en todo su esplendor, era grueso y largo, casi una lanza, venoso y de un negro profundo.

--Joder, que polla—dije impresionaba.

Comencé a acariciar ese nardo caliente, sentía sus latidos en mi mano, su tacto pegajoso, su olor a polla, mi coño comenzó a gotear de deseo.

El negro llevó sus manos a mis tetas y las apretó despacio, mis pezones se pusieron erectos al sentir sus dedos sobre mi camiseta.

--Tengo que meterme esa polla--pensé decidida.

El negro sonrió y puso las manos  sobre mis hombros, empujó hacia abajo, yo comprendí lo que quería al instante, quería la magia de mi boca en su miembro negro, me arrodillé y miré el nardo a pocos centímetros de mi cara, su glande relucía para mí, le miré, sonreí, saque mi lengua y lamí esa jugosa punta, su sabor de estremeció, mi coño se abría sediento y si no lo penetraban pronto iba a morirme de deseo allí mismo. Así que sin pensar mas abrí la boca y me tragué ese trabuco, no me cupo ni la mitad, pero llenó mi boca.

--Aummm—gemí.

Comencé a mamar esa verga, inmediatamente me corrompió, me sedujo, me hizo suya, había mamado muchos rabos pero nunca el de un negro, nunca así de grueso y largo, acariciaba los testículos despacio y oía gemir a ese mandingo.

--Oooohhhh, si, nenita, no pares…

Mis babas mojaban ese pollón y salían por doquier, goteando, y es alo que hacía a propósito, era una mamada guarra, ¡Que delicia! Yo estaba en el cielo mientras comía ese milagro anatómico y sexual, mi coño se abría y se cerraba y mis pezones sobresalían al exterior clamando placer.

--Oh, si, nena—decía el negro—Como la chupas, sabia que eras una guarra en cuanto te vi, que la chupas como una profesional.

--Mmmmhmm—gemía yo sin parar.

--En toda mi vida había conocido una zorra así—gemía el negro—Si, vamos, so puta, chupa, chupa y disfruta de mi nardo, si, te gusta, se que te gusta

Curiosamente esos insultos me excitaban, me sentía como una puta mal pagada y eso hacía que las ganas de tirarme a ese tipo crecieran.

Durante varios minutos más estuve mamando hasta que me detuve y me incorporé. Tenía toda la boca, el cuello y la camiseta llena de mis babas.

--¿Por qué paras?—me preguntó como regañándome.

--¿Qué por que paro?—pregunté—No me tengas así, que yo también quiero disfrutar.

Me puse de pie y me levanté la falda y dejé ver mis piernas desnudas coronadas por mi tanga negro, él me lanzó una mirada que solo podía significar una cosa.

--¿Te gusta esto?—pregunté.

--Ya te digo si me gusta—sonrió el negro.

--Pues si te gusta algo cógelo—dije yo.

El negro se acercó a mi y me atrajo hacia el con fuerza, me agarró el culo con ambas manos, alzó mi falda y agarró el hilo de mi tanga, lo rompió de un tirón, yo grité impresionada por ese ímpetu, me alzó y yo me agarré a su fuerte torso, me aferré a él con brazos y piernas, me llevó por aquel sucio lavabo hasta que sentí la pared en mi espalda.

--¡Fóllame!—supliqué—¡Fóllame ya!

La puerta de la calle quedaba frente a mí y de espaldas a él, temía que alguien entrase y nos viera, aunque después el negro se movió y sentí como su polla me abría y me olvidé de eso.

--Ahaaaa—gemí.

Comenzó a penetrarme, yo tenía la boca abierta y los ojos cerrados, sentía ese nardo me partía en dos, era dolor, como cuando un amigo de papa me desvirgó hace ya mucho tiempo, pero el placer, escondido primero y acompañando al dolor después, fundiéndose con él, haciendo que desease el dolor si podía sentirlo a él también, no tardó en venir y destrozarme con cada pollazo.

--Ahaa, aahhaaa—gemía no queriendo gritar mucho—Ohoo, es increíble, que polla.

El negro respiraba en mi oído como un animal excitado, su nardo llegaba hasta el fondo de mi ser y mis piernas se movían como electrificadas.

--Ahha, ahaaa.

Abrí los ojos extasiada y estuve a punto de gritar, una figura nos miraba desde la puerta, era un hombre mayor, no delgado, pero tampoco muy gordo, muchas amigas mías clasificaban esos tipos como papis, nunca habían sido mi tipo, y en ese momento no creía que lo fueran nunca.

El hombre miró unos minutos, yo estaba tan cachonda, con mi coño goteando como si llorase y sintiendo un placer exquisito, que decidí pasar, no podía ni quería apartar ese adonis de ébano de mí para espantar a ese mirón, además no tardó en irse algo avergonzado.

Cuando me olvidé del mirón volví de pleno al placer, sumergiéndome de lleno en él.

--Ahaaa, siiii—gemí.

--Vamos, vamos—me animó el negro de repente—Córrete conmigo.

--No—gemí yo—No te corras dentro, por favor.

El negro detuvo sus embestidas y me miró, se apartó de mí, sacando su nardo de mi coño ya dolorido.

--Pues ponte a chupar del grifo—me dijo.

Yo obedecí como una puta, me arrodillé y me quite la camiseta de tirantes, después me quité el sujetador, dejando mis tetas por fin libres, comencé a chupar el nardo con la misma, o más, devoción que antes, el negro puso la mano contra mi nuca y me movió la cabeza a un ritmo cadencioso, pronto sentí como me obligaba a tragar mas de su butifarra.

--Hghgggg—gemí mientras ese tubo inundaba mi boca.

El negro me dejó sacar un poco su polla y volvió a obligarme comerla, esta vez, sorprendentemente, me cupo toda, aunque miles de esputos salieron disparados cuando tosí molesta por esa invasión, aunque sus huevos daban en mi barbilla con cada empuje, aunque me sentía violada como una vulgar zorra en un callejón, me encantó ese gesto, que me obligase así, que me utilizase.

--Ohooo, nenita—gruñó el negro—Voy a darte toda mi leche.

--Joder, dámela ya—pensé yo casi enfadada.

Su nardo se hinchó y salió el precum, yo me encomendé al cielo y comencé a mamar yo sola, hasta el fondo, como una aprendiz que superase la lección de su maestro.

La corrida me llenó de improviso, mi garganta se volvió blanca y pegajosa, sentí ese sabor tan extraño y seductor de la lefa caliente, después se llenó mi boca y el esperma salió disparado al no poder contenerse dentro, me mojó la barbilla, el cuello y el pecho, cayó al suelo goteando…

El negro sacó su nardo de mi boca, todo mojado, hilillos de babas y semen quedaron colgando desde mi boca a su glande, le miré cogiendo aire.

--Joder, que bien, que bien—dijo guardándose el nardo—Eres una profesional.

--Si—dije yo con la cara llena de boceras—Ahora me toca, vamos, no me he corrido.

--Oh, pues cuanto lo siento—dijo el negro—Pero yo ni como almejas ni soy puto.

Salió sin más, dejándome allí, sentada, estupefacta y con un calentón de mil demonios.

--Será cabrón--dije levantándome.

No podía hacer nada con mi tanga, destrozado por ese semental, me puse el sujetador, la camiseta, me limpie como pude y salí de allí, fuera no había nadie, salvo el mirón, nadie había sido testigo de mi desliz.

Me jodía que todavía estuviera excitada, todavía sentía ese nardo negro en mi coño, dentro y fuera a una velocidad bestial, pero quería un orgasmo, una corrida. Mientras caminaba me dio por pensar en si el mirón nos había grabado con el móvil y si acabaría en Internet.

Volví sobre mis pasos ya sin esperanzas, tan solo con el consuelo de mi consolador, que me esperaba en casa, el paseo de vuelta estaba lleno de gente, familias enteras, padres, niños, gente de todas las edades, doblé a la derecha por un camino mas pequeño para llegar pronto a casa.

--Que cachonda estoy—pensé—En cuanto llegue a casa mi masturbo hasta correrme al menos tres veces.

Todavía me imaginaba desnuda en mi cama y abriéndome el coño cuando unos brazos me cogieron de improviso, eran fuertes y por un momento creí que el negro había vuelto a por más, me llevó fuera del camino unos cincuenta metros, hacia unos arbustos, me sentí mareada, dominada, pero pronto los brazos me dejaron caer, entonces vi que estaba en un rincón donde unos pinos muy altos formaban un cuadrado irregular, a mi alrededor, como no, había condones usados, clinex, hojas secas de pinos, spray de graffiti vacíos y botellas de cervezas, , era otro rincón donde follar, levante la mirada y le vi.

Era el mirón, estaba de mi frente a mi, seguramente tras verme me había seguido, el que me cogiera así solo respondía a una perversión suya, o a la crisis de los cuarenta.

Mi instinto de supervivencia me dijo que debía escapar de allí, me incorporé y corrí hacia el camino, pero él me empujó con fuerza y caí de nuevo de culo, me gire y comencé a gatear, le sentí cerca, me cogió de las pantorrillas y tiró hacia él, yo estaba muerta de miedo, me giró y vi que tenía los vaqueros semi bajados, su polla asomaba erecta, no era tan espectacular como la del negro pero no calzaba mala talla.

--Déjame—grité.

Intenté pegarle para espantarlo, el tipo se colocó sobre mi y agarró mis muñecas por encima de mi cabeza, sentí como con sus piernas abrían las mías, me soltó una mano para llevar la suya a su nardo, pero tampoco conseguí quitármelo en encima.

Iba a penetrarme, eso estaba claro.

Sentí la punta de su polla, mojada, contra mi sexo, creí que iba a metérmela de una pero comenzó a frotarla contra mis labios vaginales.

--No—gemí yo dando un respingo.

 

Su glande se frotaba contra mi sexo y pronto el placer me sorprendió de nuevo, dejé de forcejear, y comencé a estirarme en el suelo mientras mi coño goteaba pidiendo lo que el negro no había querido darle, un orgasmo,

--Mmmhmm—gemí apretando los labios.

La polla entró limpia, mi coño recibió ese manubrio, él no entendía de pollas, solo quería correrse, era como un animal con vida propia.

--Ahy—gemí.

Me la metió de un solo empujón, alzándome las caderas, yo abrí la boca muerta de puro placer, entonces comenzó a penetrarme como un animal.

Nunca pude clasificar eso ¿Violación? ¿Polvo esporádico? Mi resistencia fue mínima y la pasión salvaje, dos desconocidos follando allí, casi en público, en pleno día.

--No, no—gemí.

Estaba follándome a lo bestia, me penetraba como si fuera una guarra, como el negro había abierto mi sexo, yo gemía descontrolada, mis piernas se convulsionaban como locas y yo estaba fuera de mi, ya poco me importaba que ese cabrón me hubiera cogido a la fuerza, una polla era una polla.

--Nooo—gemí—Ahaaaa, ohooooo.

Sentía la tierra bajo mi culo y mi espalda, como era restregada por esta, su nardo en cada rincón de mi coño mojado, su respiración en mi cuello, que a veces me lo besaba dejándomelo babeado.

Fue sin que yo siquiera me diera cuenta que soltó mi mano, esta se quedó ahí, quieta, sumisa, empezó a tocarme mis tetas, a palparlas, a apretarlas, yo estaba como muerta, sacudiéndome, gimiendo casi mecánicamente, era como una muñeca hinchable que hablase y poco más.

--Ahaaa—gimió mi desconocido amante—Ahaaa, ahaaaa.

En ese momento mi cuerpo por fin recibió lo que quería, el ansiado orgasmo, sentí como venía, como mi sexo palpitaba doloroso y placentero, comencé a correrme como hacia tiempo no me corría.

--Siiii, siii—gemí no queriendo gritar por la misma razón que en los servicios—Ohooo, ohooo, me corrooo, cabrón, no se quien eres pero follame toda, siiii, dame, vamos, mas, maaasss, ssiiiiiii.

Mi coño se mojó, goteando sobre mi falda negra, mis piernas casi se salen de sus sitios de tanto que las estiré de gusto.

--Ahaahhh.

Me quedé casi desmayada, babeando, como si ese orgasms se hubiera llevado toda mi movilidad y su fuerza con él, quedé como muerta, y el cabrón continuó follandome, sacudiéndome, reventando mi coño saciado.

 

Yo continué disfrutando, a pesar del orgasmo, del placer, mirando al cielo me dejé llevar, gimiendo muy bajo y sintiendo los restos del orgasmo, hubiera estado allí horas, pero la polla se hinchó de repente y supe que iba a darme como regalo una buena tanta de semen caliente.

--No—reaccioné—No, dentro… no…

Intenté quitarme al tipo de encima, pero el no era el negro, volvió a sujetarme las manos y comenzó a empujar con más fuerza, iba a correrse dentro de mi útero desprotegido quisiera yo o no.

--Ohooo, toma—gimió.

Los chorros comenzaron a salir, he de confesar que me gustaron, un pequeño orgasmo me recorrió, me mordí el labio ensimismada, un gemido escapó con el segundo chorro, el tercero me hizo unas extrañas cosquillas, los demás, menos violentos, fueron como las últimos vestigios del placer de ese hombre.

El tipo se desplomó sobre mi dejando que su pene satisfecho soltase las últimas gotas de semen en mi interior, después sacó su polla, yo me quedé tumbada, mirando a mi derecha, como petrificada, cogiendo aire, no podía creerme lo que había hecho, no quería ni mirar a la cara a ese depravado que tanto me había hecho disfrutar.

Pensaba que el tipo se marcharía, pero no fue así, se arrodilló sobre mi y me miró detenidamente, sentí como me giraba y me alzaba la camiseta, desbrochó mi sujetador, quería el pack completo de mi cuerpo, volvió a girarme y dejó al descubierto mis tetas, las palpó, las estrujó, las pellizcó, sentí sus dedos apretando mis pezones rosados.

--Ahaaa--gemí.

Por fin tuve valor a mirarle, era algo maduro, no podía ser de la edad de mi padre, pero tampoco de la mía, no hizo gesto alguno cuando nuestras miradas se cruzaron, solamente siguió disfrutando de mis senos, se inclinó y comenzó a comerlos, yo comencé de nuevo a extasiarme casi sin yo quererlo, pero mi cuerpo me pedía más, algo que pocas veces me había pasado.

--Oho, si, mmmm—gemí.

Bañaba mis tetas con su lengua, lamía y mordía mis pezones y mamaba de ellos como si fuera mi bebé.

--Ohooo, mas, si, mas—suplique.

Él dejó de probar mis mediana ubres y volvió a mirarle, se apartó y se puso de pie, yo me incorporé también y le miré sin saber que iba a hacer, entonces él se desnudó por completo, allí, delante de mi, yo estaba entre petrificada y cachonda perdida, fueron, creo, tres segundos en los que pensé que hacer, decidí seguirle el juego, me quité la falta, la camiseta y el sujetador y me quedé completamente desnuda, era raro pero eso me excitaba estar desnuda en un sitio como aquel.

Tiró de mí, se sentó y yo me senté sobre él, me penetró de nuevo.

--Ahu—gemí.

Comenzaron a follar, esta vez mas dulcemente, mas acompasados, le miré, me miró y nos besamos, uniendo bocas, lengua y saliva, nos movíamos despacio, disfrutando el roce de nuestros cuerpos y el rozamiento de la unión sexual durante varios minutos, sentí dos pequeños orgasmos, juntábamos las lenguas fuera de nuestras bocas, intercambiamos mucha saliva como una especie de unión entre diferentes edades sexuales, él agarraba mi culo y me atraía hacia él, yo me aferraba a su espalda.

Me corrí otra vez, aunque menos que la primera, que casi me había matado de gusto.

--Ohooo, siii.

El me apartó y me giró, me vi a cuatro patas y adiviné lo que buscaba, mi culo, no por presumir, pero era y es maravilloso, respingón y blandito, todos mis ligues has disfrutado de él en cuanto han podido, se colocó detrás de mí y me dio dos cachetadas en mi culo, uno en cada glúteo, esto me excitó, estaba preparada para lo que fuera.

--Sepárate los glúteos—me dijo.

Yo obedecí, pegando mis tetas al suelo cuando me agaché para mostrarle la entrada a mi culo, sentí la punta de su rabo contra la entrada de este y como empujaba.

--Ahy, joder—gemí.

Casi había olvidado lo que dolía, al menos al principio.

El no iba a darme tregua, empujó y el glande entró de golpe, me encomendé al cielo intentando no gritar, ya no hacia falta que le abriese mi ano, ya podía hacerlo él, volví a ponerme a cuatro patas, él empujó, la polla entró otro poco, gemí, agarró mis caderas y me forzó de una sola vez.

--Aha, joder—gemí de dolor—Mi culo, joder…

El comenzó a follarme de nuevo, aunque tuvo la decencia de ser mas delicado, yo mantuve el tipo mientras sentía como mi culo se abría ante el badajo, latía caliente y pronto mi interior lo acogería.

--Ohoo, ohooo—gemía él.

Yo gemía por inercia, me gustaba sentir un rabo por la puerta trasera, aunque no solía correrme con eso, sentía sus cojones contra mi coño, pero no era suficiente, decidí dejarlo estar y, una vez me rellenase el culo, acabar con eso.

La follada se convirtió en algo fuerte cuando mi ano se amoldo a ese nardo y mi desconocido amante comenzó a empujar con fuerza.

--Ahy, ahaa, ahaaa—gemía yo con cada enculamiento.

El hombre también gemía, agarrando mis caderas para romperme mejor, todo mi cuerpo temblaba y mi boca babeaba sola.

--Relléname de una vez—dije—Córrete en mi culo y vete.

 Sin decir nada él me agarró y me irguió, desde detrás comenzó a tocarme las tetas con una mano y el coño con la otra.

--Siii, ahora mejor—gemí.

Juntos comenzamos a gemir acompasadamente, él me besaba el cuello y su pubis daba contra mi culo cuando me lo rompía, yo me corrí una vez, pero él no se detuvo, su polla continuó maltratando mi ano, casi llegaba hasta mis tripas y me pregunté que habría pasado si el negro me hubiera dado anal, a parte de no poder sentarme durante días, su nardo hubiera llegado mucho mas lejos que ese, hubiera sido algo enfermizo pero a la vez de una excitación épica.

Solo imaginarme eso me ponía enferma.

--Me corro ¡Me coroooo! Siii, follame, vamos, si, mi culo, es tuyo, si, ahaa

Me corrí de nuevo, de mi coño salí un orgiástico chorro que parecía una meada, mojando su mano y la tierra, me convulsioné casi desmayada de gusto por ese polvazo.

Creía que iba a rellenarme el ano de su corrida, pero no fue así, sacó su polla de mi culo, y me tumbó boca arriba, se puso sobre mí y se masturbó solo tres veces, eso fue suficiente para eyacular.

Yo estaba estupefacta, con la boca entreabierta y esperando a ver que cojones hacia, los chorros de semen, violentos y calientes, me dieron de lleno, en la cara, en el pecho, en mis tetas, en mi cuello, en mi boca, aproveché para probarlo, me bañó por todos lados.

El respiró cogiendo aliento, yo me quede tumbada de nuevo, se levantó y comenzó a vestirse, yo me incorporé y le mire.

Cuando se hubo vestido se acercó a un rincón del cuadrado.

--Adiós—dijo.

--Adiós—dije yo.

Saltó un seto y se marchó, estaba claro que no hacía falta ni nombre ni nada por el estilo.

 

Me sentía mareada, sucia, dolorida y zorra, pero joder, menuda satisfacción recorría mi cuerpo, me vestí como pude y tuve que limpiarme con unas hojas, salí de allí como una zombie, caminé intentando apartarme de la gente hasta que encontré una fuente donde me lavé la cara y los brazos, después regresé a casa sin despegar la mirada del suelo y allí ya me duche y metí la ropa en el cesto para lavar, nadie se enteró de mi salvaje escapada.

Pasaron días en los que no necesité de una polla humana, el recordar esos polvazos usando mi juguete me servían, días después caminaba por el parque y vi al mirón, iba con las que parecían su hija y su mujer, nos miramos un segundo, nada más, ambos éramos y seremos siempre cómplices de ese delito tan delicioso.

Al negro no volví a verlo, pero no me importó, hombre hay muchos, y negros también.

El parque continua siendo un buen lugar para encontrar sexo esporádico, la próxima vez que vaya seréis los primeros en saberlo.