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Sexo negro (3)

en Sexo con maduras

Sexo negro (3)

 

Se entregaron el uno al otro en la soledad de la amplia terraza. Los dos ansiosos por mucho más, no tardaron en empezar a jugar de forma perversa y llena de lujuria. La madura hembra se dejó amar por su joven compañero...

 

 

She says I smell like safety and home

I named both of her eyes "Forever" and "Please don't go"

I could be a morning sunrise all the time, all the time yeah

this could be good, this could be good.

 

And I can't change, even if I tried

even if I wanted to.

And I can't change, even if I tried

even if I wanted to.

My love, my love, my love, my love

she keeps me warm, she keeps me warm.

 

What's your middle name?

Do you hate your job?

Do you fall in love too easily?

What's your favorite word?

You like kissing girls?

Can I call you baby?

Yeah, yeah...

 

She keeps me warm, MARY LAMBERT

 

 

Sin embargo ella no lo dejaba, los dos de pie pajeándolo entre los dedos dueña del horrible fenómeno de la naturaleza. Entre besos cargados de pasión, él consiguió deshacerse del pantalón sacando una pierna y luego la otra. Se besaban morreándose con descaro, las lenguas entrelazadas en una danza de lo más apetecible. Pasándose las salivas de una boca a la otra, las lenguas combatían con fiereza por un lugar en la boca del otro.

-           Te deseo, te de... seo muchacho... qué cachonda me pones... -dijo coqueta y con un mucho de picardía.

-           Eres encantadora pequeña... deja que te bese -le tomó la barbilla entre los dedos obligándola a ladear ligeramente la cabeza.

-           Ummmmm sigue maldito... qué bien sabes excitarme -reconoció nada más notar los labios recorrerle el cuello con avidez.

Mientras por abajo continuaba masturbando el gran rabo negro, sintiéndolo palpitar bajo sus dedos demostrando Alfonso lo gustoso que ese roce le resultaba. Ambos gimieron entusiasmados, ella por el tremendo deseo que le corría el cuerpo y él por la ternura de la caricia femenina. Pese a lo excitada que estaba Nuria le masturbaba con calma, moviendo la mano despacio alrededor del recio grosor. ¡Dios qué enorme que era, qué pedazo de polla tenía el cabrón!

-           ¡Ven, quiero follarte! -le susurró al oído con voz ronca y altamente excitada.

-           ¿Estás seguro? ¿Crees que podrás repetir soldado?

-           Claro pequeña, tú eres el mejor estímulo.

-           Ummm no sé... ¿Seguro que podrás tras lo de anoche? -preguntó provocativa, sonriéndole maliciosa.

Estaba bien segura que podría, aquello que tenía entre los dedos no engañaba. Desde la primera vez que lo hicieron pudo comprobar la fuerza inagotable del macho. Repetían una y otra vez, nunca tenían bastante, lo hacían en todas las posturas posibles e imaginables. Nuria se corría un montón de veces entre gritos y escarceos descontrolados mientras el hombre lo hacía dos veces de manera abundante entregándole todo el elixir que su cuerpo fibrado guardaba. Su mente calenturienta volaba evocando todo aquello.

-           Eres insaciable.

-           Tú me has vuelto así.

-           ¿Acaso te arrepientes de ello?

-           ¡Oh no, claro que no! Me haces muy feliz mi vida.

-           Calla y bésame, ¿quieres? -le pidió con gesto total de enamorada.

Se besaron con fruición, las lenguas enredadas en el interior de la boca femenina. Agarrándola de la cintura la atrajo al tiempo que las manos femeninas se recogían alrededor de su cuello, quedando así los cuerpos fundidos en perfecta comunión. Las manos de largos dedos le devoraban el cuerpo, cogiéndola por todos lados. Los muslos, los glúteos recibieron su visita dejándose manosear entre continuos grititos satisfechos. Para entonces ya estaba caliente como una perra y deseosa de ser penetrada por el poderoso joven. Aquel moreno la ponía cachonda como nunca lo había estado antes, los flujos de su total calentura le caían piernas abajo dispuesta por entero a lo que el hombre tanto deseaba. Un débil lamento le escapó de los labios y Alfonso, emitiendo un gruñido animalesco, la levantó en brazos con toda su fuerza haciéndola rodearle la cintura con sus piernas. Ella gritó sorprendida al verse abrazada al moreno, la locura del chico la subyugaba. ¡Dios, qué loco era!

Se sintió liviana en brazos del hombre, creyéndose volar por los aires con la ternura de aquellos labios haciéndola gimotear inquieta. Se comían las bocas excitadísimos los dos. Colgada del macho como si de un koala en el tronco del árbol se tratara, se dejó coger de las nalgas por aquellas fuertes manos. Agarrada al musculoso brazo para no caer y rodeándole el cuello por detrás se besaban suavemente, jugando con las bocas y las lenguas en una sinfonía continua de besos y lengüeteos. Él, por abajo y con las manos posadas en el trasero femenino, apretaba sin disimulo las deliciosas esferas de las nalgas haciéndola gemir débilmente. Fue entonces cuando pudo sentir la terrible erección rozándose contra ella. Junto al oído y en un susurro apenas inaudible le pidió que la hiciera suya, necesitaba sentirse llena de él, que la penetrase con su furia incansable.

-           Hazme el amor… por favor, hazme el amor. No aguanto más.

-           ¿De veras quieres que lo haga? –le preguntó dibujándosele una ligera sonrisa maliciosa en los labios y con sus negrísimos ojos clavados en los de ella.

-           Sí, fóllame vamos… métemela de una vez... estoy empapada -casi gritó acercándolo con las manos.

-           Está bien pequeña, tus deseos son órdenes -respondió recargándola sobre él al quedar apoyado firmemente en la pared de piedra.

Bien cogida del culo y buscando abrirle los cachetes, Alfonso le restregaba la polla por la raja, presionándole los labios y respirando entrecortado al tratar de penetrarla. Fue ella misma la que, sosteniéndolo entre los dedos, llevó el rígido ariete a la entrada del coñito. Cerrando los ojos, los apretó mientras aguantaba el aliento esperando la terrible tortura.

-           Con cuidado cariño... es demasiado grande -musitó en voz baja mezclándose las voces en la tensión que les dominaba.

Notando el glande apretarle la vulva, empujó abajo dejándose caer despacito al sentir cada centímetro de aquella barra de carne entrarle poco a poco. Muy lentamente, centímetro a centímetro y de manera fácil la fue penetrando, quedando unida al eje que la abría sin aparente esfuerzo. Nuria no pudo evitar emitir un grito desgarrado pero placentero al tiempo, dando un pequeño respingo al cogerse con fuerza a su compañero. Al fin lo tenía dentro, los dos parados y un gesto dolorido formándose en el rostro congestionado de la hembra.

-           ¡Me quema… me quema! –anunció poniendo los ojos en blanco y tratando de hacerse al tamaño de aquel enorme miembro.

Con un segundo golpe de riñones, una firme y sola estocada que la hizo flotar, quedó ahora sí completamente metido dentro. La madura complacida mordió el hombro de su joven amante para así poder frenar mínimamente la locura instalada en ella. Los dos quietos disfrutando tan grato momento, se apretó a él al clavarle las uñas en las espalda tratando de sentirle más. Alfonso la hizo aullar de placer al lamerle el cuello de manera sensual mientras por abajo la recargaba cogiéndola bien de las nalgas. La polla la llenaba palpitante en el interior de su empapada vagina.

Empezó la veterana a moverse arriba y abajo, adelante y atrás llevando ella el ritmo de la follada, un lento balanceo alrededor del eje ardiente que la traspasaba. La pelvis se movía al ritmo de las caderas, subiendo y bajando entre pequeños hipidos que la hacían sollozar lastimera y loca de contento. Los movimientos de ambos fueron ganando en intensidad, cabalgando la mujer bien abierta de piernas, a buen ritmo y con desenfreno camino del mejor de los placeres. El moreno, teniéndola bien sujeta por los muslos, acompañó el cabalgar empujándola contra él para hacer la penetración más profunda. La madura suspiraba rota por dentro, tremenda cara de gusto la suya tocándose las tetas con la mano que le quedaba libre, temblándole el cuerpo con la polla entrándole hasta lo más hondo, golpeándola los cargados huevos de manera brusca, casi brutal. Acercó la cara al hombre para que la besara, lo necesitaba, necesitaba un gesto tierno por parte de él.

-           ¡Hazme tuya cariño, fóllame... mé... temela toda cabrón!

Los gemidos y gruñidos iniciales dieron paso a fuertes sollozos y a las palabras más soeces envolviéndoles, entregados ambos a la pasión más extrema. El mete y saca se hacía rápido, notando la cabeza resbalar entre las paredes de la vagina, abriéndola con cada nueva embestida, desgarrándola toda. Nuria disfrutaba la copula, cabalgando fuerte, sollozando y mascullando jadeante entre gemidos de pasión al apartarse los cabellos del rostro, pasándose luego la mano por los temblorosos labios.

-           Sigue muchacho, sigue... dios qué tremendo eres.

-           ¿Te gusta esto verdad? ¿Quieres polla, eh putita?

-           Sí dame dame... lléname toda... me gusta...

Gritó de puro dolor sintiéndose abierta por aquel animal que la traspasaba sin descanso una y otra vez. Pese al deseo y empuje todo tiene un límite y el del chico fue parar dejándola caer al suelo, suavemente tomada de la cintura como la tenía.

-           Busquemos una postura más cómoda.

-           Jajaja, ¿ya te cansaste? ¿tanto peso hombretón? -preguntó mitad riendo mitad falsamente molesta.

-           ¡Qué guarra eres!

Todavía de pie se besaban con deseo contenido, masturbándole ella como si temiera que su amigo rebajara la tensión. Era claro que no era así, le quedaba aún mucho por ofrecerle. Ambos precisaban más.

-           Túmbate anda, ponte cómodo.

Quedando él en la tumbona, se montó encima comenzando a cabalgar. Le gustaba esa posición, de esa manera se sentía dueña de la situación y del hombre al que se entregaba. No podía pasar sin él. Como poco antes la penetración volvió a hacerse fácil, entrándole más de la mitad sin esfuerzo aparente. Cómodamente sentada empezó a notar los golpes del muchacho, elevándola con la fuerza de su juventud. Ambos se movían acoplados, los dos sexos perfectamente sincronizados en la agradable copula que empezaba ya a hacerse habitual entre ellos.

-           Sííííí te siento... me encanta tu polla muchacho.

Echándose adelante el miembro le entraba profundo, haciéndose el chico con sus nalgas al agarrarlas entre los dedos. Despacio, muy despacio se movían ahora gozando el empuje continuo, gimoteando la madura ante lo abrasivo del roce. El coño le quemaba, lo sentía irritado pero no deseaba otra cosa que no fuera continuar. Alfonso la tenía bien enganchada de la espalda mientras le clavaba en el culo las uñas de la otra mano. Ella se removía arriba y abajo, mordiéndose el labio para acallar la angustia que la dominaba. Empujando con fuerza la barra de carne y besándose de manera suave, dándose pequeños piquillos con los que hacerse saber lo mucho que lo disfrutaban.

-           Sigue, sigue así... qué fuerte te siento.

-           Muévete pequeña, muévete...

Cogida de las caderas montaba clavándose el eje casi entero, follándose adelante y atrás en su lento cabalgar. Él le agarró el pezón que se le brindaba, chupándolo y lamiéndolo goloso entre los leves gemidos que ella lanzaba. Abrazados no se soltaban, copulando sin descanso envueltos en la suave brisa que les acompañaba. La mataba, todo aquello la mataba ardiéndole el coño con aquel fuego continuo que la consumía. Excitada, Nuria se incorporó sabiéndose poderosa y dueña del joven macho, dejando que las manos le tomaran los pechos mientras echaba el culo atrás arqueándose como una gatita.

-           ¡Me matas Alfonso, me matas... qué potencia!

La larga melena cayéndole a un lado, gimoteando débilmente y con el rostro contraído en un rictus de placer y abandono Nuria estaba al borde del éxtasis. La imagen que al hombre se le ofrecía era de lo más estimulante y turbia, la madura encima de él ronroneando sin dejar de moverse un solo instante en busca de su placer. Cayó sobre él hipando entrecortada, besándole mientras el orgasmo la abandonaba en una sucesión de chispazos que le subían la espalda hasta acabar explotándole en la cabeza, dejándola derrotada y satisfecha.

Las manos masculinas bajándole los costados al incorporarse nuevamente la mujer hermosa en su belleza femenina. El miembro firme y enorme continuaba palpitante en su interior reclamando seguir. Cómodamente sentada removió el culo de carnes prietas y redondas alrededor del grueso aguijón, haciéndole saber de ese modo las ganas de ella por lo mismo. No se cansaba de aquello, de esa polla ofreciéndole placer a raudales, del negro muchacho que para su fortuna tan incansable se mostraba. Volvió a cabalgar hecha una culebrilla vivaracha, sensual en sus movimientos de hembra impaciente y a la que su macho sabía bien lo que deseaba.

Moviéndose arriba y abajo con la mano caída en el muslo, la espalda curvilínea, la cabeza a un lado y suavemente apoyada en el hombro, la imagen de los amantes resultaba plena de lujuria y voluptuosidad. Mientras, las manos del hombre se encontraban firmemente plantadas en los pechos de ella sujetándola en su lento trotar. La propia Nuria se acariciaba, subiendo y bajando las manos por sus encendidas formas, devorándose ella misma en su total locura. Acariciándose el cabello entre los dedos para mostrarse mucho más sugerente.

-           Continúa muchacho, continúa... qué polvo más formidable... ¿es que no te cansas nunca? -preguntó maravillada por la tremenda potencia del chico.

Cayó de nuevo sobre él, besándose enamorados el uno del otro, la mano enganchándola del trasero disfrutando de tan apetecible región de su anatomía. Alfonso murmuró ruidosamente, los eróticos movimientos de vaivén que la mujer excitada realizaba gimoteando le encendían también a él sobremanera. Elevada se cogió la camiseta de los lados, haciéndola correr arriba ayudada de su hombre hasta hacerla desaparecer por la cabeza. Los pechos abultados y turgentes aparecieron elevándose orgullosos. Él se los comía con los ojos, devorando la sinuosa figura femenina que en toda su belleza se le presentaba.

-           Eres hermosa pequeña.

-           ¿Tú crees? -preguntó escapándosele una sonrisilla de orgullosa complacencia.

-           Lo eres sí -aseguró el joven al notar las manos caerle en el pecho.

Ella volvió a moverse, nuevamente concentrada en la enérgica daga que la traspasaba arrancándole un suspiro ahogado. Abrazados follaron bien acompasados, moviéndose Nuria atrás al empujar el hombre para luego caer ella abrazando la carne entre sus húmedos labios al morrearse para así silenciar mínimamente la terrible angustia. Abriéndose al impulso, las paredes de la vagina recibían el pene para enseguida soltarlo y de nuevo adentro llenándose de él. Los alientos cansados de uno y otro se mezclaban, tan unidos se encontraban. Allí buscó la lengua entre los labios masculinos, hurgando voraz y ávida al unirse en perfecta comunión con la otra. Los labios succionando hambrientos envolviendo los de ella con los suyos carnosos, mordisqueándolos suavemente y luego un poco más fuerte, la lengua penetrando en el interior de su boca con las respiraciones cada vez más agitadas. Cogida del cuello se lo comía, lamiéndolo y haciéndola gritar al mordérselo descontrolado en forma de excitante chupetón que quedaría marcado en ella.

-           ¡Con cuidado loco! ¿quieres que mi marido me descubra? -gritó riendo divertida y nada preocupada por ello.

-           Me tienes demasiado loco nena... ven acércate -le dijo atrayéndola entre sus brazos.

Abrazándola le acariciaba la espalda pasándole las manos hasta subirlas a los hombros. Jadeantes se buscaban con las bocas, con las manos por encima de los cuerpos, con los sexos candentes y abrazados el uno al otro. Ella le pedía seguir, los ojos cerrados y los labios temblándole de pura pasión. A cuatro patas sobre su amable compañero, se follaba ella misma clavándose la gruesa herramienta hasta el final, removiendo las caderas y el culillo adelante y atrás al recoger y soltar la polla ardiente en un lento ajetreo de lo más interesante.

-           ¡Joder joder, qué polvo... eres tremendo muchacho!

-           Muévete cariño, muévete... tómala toda, tómala...

Nuria se mordía los labios, los apretaba con fuerza uno con otro, humedeciéndolos con lascivia ante lo espléndido del coito. Sintiéndose llena de él, con un seductor golpe de mano se apartó la melena haciéndola caer atrás. Agarrada de las nalgas, un respingo dio al sentir la cálida caricia correrle por encima del estrecho agujero posterior. Nuria sabía más que bien lo que eso significaba. El hombre lo deseaba y bien se lo había hecho saber la noche anterior. El moreno deseaba follarla por detrás, probar su otro agujero y ella creyó estar lista para ello.

-           ¿Qué me haces? ¿Qué me haces maldito? -preguntó dejando susurrar las palabras entre los labios.

Retorciéndose ante lo rudo del dedo tanteando horadarle el anillo, se removía sin embargo buscándose ella misma el roce. Alfonso le llevó el dedo a la boca, dejando que fuera ella la que lo humedeciera preparándolo convenientemente, para de nuevo abrazar la peligrosa zona que tanto le interesaba. La madura se agarró al brazo del hombre, notando por detrás el dedo rodearle el esfínter, haciendo pequeños circulillos alrededor como mejor forma de relajarla. Pronto apretó levemente consiguiendo que el anillo se abriera a la presión. La hermosa morena creyó sentirse en el cielo, el dedo penetrándola muy poco a poco entre los complacidos gimoteos que ella producía.

-           Me gusta nene, me gus... ta -se apretaba los labios con fruición, disfrutando la sucia caricia, disfrutando la perversión del hombre.

Tomándola de la cintura estuvieron un rato más relajados con todo aquello, moviéndose las caderas de ambos rítmicamente en un ritual de placer con el que dejar volar la imaginación hacia lugares y sensaciones desconocidas. Las gargantas eran un continuo ir y venir de palabras inconexas y sonidos guturales, una especie de mantra que les hacía perder la conciencia cayendo los dos en un grito de júbilo, los dedos fuertemente enlazados en la mano del hombre. Levantándose, dejó que el recio aguijón saliese de ella dándose un respiro. De forma experta se echó a un lado para cambiar de postura quedando ahora montada de espaldas a su amante.

-           Quiero follarte el culo...

-           ¿Sí, eso quieres muchacho? -preguntó con un ademán temeroso pero que reflejaba al mismo tiempo el deseo que ella misma sufría.

Llevaba largo tiempo esperando la petición de su joven amigo, desde la noche anterior Alfonso le había hecho saber el interés por su estrecha entrada trasera sabiendo de todos modos aguardar pacientemente su momento. Era un buen muchacho y pensó que lo merecía al fin. Se notaba tan excitada que sabía lo deseaba tanto o más que él. Deseaba sentir esa gran polla negra desgarrándola entera, el sexo anal resultaba duro y doloroso pero valía la pena -sonrió perversa mientras sentía los dedos acariciarla con descaro. Húmedos de la saliva del chico, la lubricaba al penetrarla suavemente. Ella removía el culillo alrededor de los traviesos asaltantes que la traspasaban, moviéndose lentamente camino de la necesaria dilatación.

-           ¡Mételos muchacho, mételos sí! -pedía soportando la cálida presencia al notar cómo se mojaba sin remedio, gimoteando y corriéndose de forma abundante entre los dedos que la sodomizaban.

Nada más acabó de correrse, la penetración se había convertido ya en un amable mete y saca en el interior de su agujero. Los dedos salieron para dar paso al miembro masculino que Alfonso se dedicó a pasar sobre el surco de las nalgas, rozándola por encima en lentos movimientos de follada. Ella se pajeaba, pasando y repasando los dedos sobre la vulva para acabar metiéndolos entre lo mojado de los labios. Entonces fue cuando el moreno llevó el glande junto al oscuro agujero,  Nuria se estremeció nada más notar la presión, sollozó en voz baja esperando que la penetrara. Tomándolo entre sus dedos se dejó caer sobre el grueso dardo, apretando ambos varias veces para hacer la entrada más fácil. Sin embargo, un gesto de profundo dolor se dibujó en su bello rostro, gimiendo la madura de forma ronca y dolorida los ojos en blanco por la intensa sensación que aquello le producía. Sólo le había entrado parte del glande y ya creía morir de puro dolor y placer. Elevándose sobre los pies trató de zafarse pero él no la dejó sujetándola firmemente de la cadera y de uno de los pechos.

-           Con cuidado muchacho, con cuidado... es tan grande... suplicó viendo que no había posible escapatoria para ella.

El hombre empujaba despacio para retirarse al instante, una y otra vez para así conseguir que el agujerillo se acostumbrara a la presión. La cabeza entraba y salía entre los continuos y desgarrados ayes que la mujer lanzaba. Así se fue acomodando, cogiéndole el gusto al temible mango que empujaba contra ella haciéndola abrirse algo más. La hermosa morena se mostraba tensa, temblando de la emoción que el apasionado momento le provocaba. Removía el trasero sin darse cuenta que con ello incitaba el entusiasmo de su pareja.

-           Empuja despacio, empuja des... pacio... ¡Oh cabrón, me rompes... con cuidado, con cuidado... me vas a romper! -exclamó al resbalarle en su interior el enorme intruso, ahogándola en su angustia al entrarle una buena parte del mismo.

Quietos los dos, el culo generoso acogía entre sus paredes la generosidad del miembro masculino. Él no se movía, aguantando el peso de la mujer tomada por las caderas como la tenía. Unos largos segundos estuvieron así, soportando Nuria el temible ardor que la quemaba. Jadeando inquieta, comenzó a moverse cabalgando lentamente en busca del profundo roce. La penetración se hizo más acentuada, el esfínter se fue abriendo para dar paso a la barra de carne que paso a paso y centímetro a centímetro fue apoderándose de la mujer la cual finalmente se dejó caer suspirando ahogada al sentirse llena de él, los huevos pegados como si no pudiera llegar a creerlo.

-           La siento, la si... ento sí... oh dios, toda dentro, la siento toda dentro...

Todo dentro de ella y sin dejar de quejarse e hipar, el estrecho canal fue acostumbrándose poco a poco a aquella perturbadora presencia. El pie firmemente apoyado en el suelo, pronto lo levantó quedando bien dispuesta a horcajadas sobre el eje masculino. Echada atrás y con las manos cómodamente apoyadas a los lados, empezó a montar al joven macho moviéndose arriba y abajo disfrutando la cálida penetración. Ayudó en su placer llevándose ella misma los dedos para acariciarse desesperada el clítoris irritado. Se notaba excitadísima, cada vez más, completamente loca al gozar como nunca antes lo había hecho. Aquellas últimas horas estaban siendo las mejores en su relación con el sexo.

La madura lo pasaba en grande gracias a su poderoso amigo. De espaldas le cabalgaba satisfactoriamente aprovechando la posición preeminente que tenía. Al mismo tiempo y desde su situación de privilegio podía ver la polla entrar y salirle brillante de los jugos de ambos, el grueso músculo aparecía enorme como lo conocía. Los gritos de placer se combinaban unos con otros moviéndose ambos de forma acompasada, arriba y abajo, adelante y atrás. Nuria chillaba cada vez con más fuerza, desgañitándose al escucharle también a él unirse en su sentido placer. Así continuaron un largo rato, aquel hombre la hacía derretir con su fuerza inmensa.

-           Fóllame, fó... llame Alfonso... dame polla, dame...

-           Toma putita, ¿te gusta que te den con fuerza, ¿eh?

-           ¡Oh sí, me encanta... rómpeme, róm... peme toda!

Y él accedió levantándola por los aires con su fuerza portentosa al empujar con un potente golpe de riñones que la hizo estremecer entera. La cabeza parecía que le iba a explotar de tanto placer como sentía, el dolor iba desapareciendo en ella para dar paso a un placer y deseo cada vez mayores. Jamás hubiera imaginado poder gozar de un modo tan extremo, tan salvaje pero lo cierto es que así era. Un nuevo orgasmo le creció entre las piernas masturbándose furibunda como lo hacía, arqueándose en su belleza de hembra satisfecha por la que cualquier hombre en esos momentos hubiera suspirado.

El miembro goloso se mantenía parado dentro de ella, teniéndola empalada como la tenía y sin dar muestras aún de cansancio. Todavía no se había corrido, seguramente como respuesta lógica al encuentro de horas antes que le hacía aguantar bien, mientras ella lo había hecho no sabía ya cuántas veces. Un verdadero portento, un prodigio de la naturaleza era el joven al que tan entregada se sabía. Una idea loca le corrió la cabeza de manera fugaz. ¿cómo sería hacérselo con Rafael? ¿el maduro cincuentón y padre del muchacho, unos siete años mayor que ella, sería capaz de darle la caña que su atractivo hijo le daba? ¿cuánto de fogoso sería? Rafael estaba casado, Nuria lo sabía aunque seguramente aquello no sería un problema si se daba el caso. Relamiéndose de gusto por el último orgasmo vivido, la madura pensó en ello de manera pasajera, un breve pensamiento del que pronto volvió pero que quedó inserto en su mente y sobre el que habría que retornar en el futuro.

Cayeron los dos de lado sin que el hombre saliese de ella un solo instante. El esfínter ya dilatado le tenía bien apretado y Alfonso se sentía cómodamente instalado en su interior.

-           Fóllame cariño, vamos fóllame... em... puja.

-           ¿Ya no te duele nena?

-           Un poco todavía pero ya no tanto... vamos sigue.

Alfonso se la endiñó nuevamente hasta el final, ahogándola con su potencia, dejándola sin respiración de tan fuerte como le dio. ¡Qué pedazo animal! Le encantaba ese punto de brusquedad que mostraba. Nuevos empujones tuvo la madura que sufrir, sodomizándola de forma lenta para subir el ritmo poco después. Rugían ambos, bramaban de emoción, sollozando y lamentándose la mujer aceptando el empuje continuo al que la sometía. Atrayéndola al enlazarla por la cintura y doblando ella las piernas, Alfonso la fue sodomizando despacio, muy despacio ahora disfrutando cada nuevo balanceo que le daba. Vuelta hacia él se besaban, mordiéndose el uno al otro, uniendo las lenguas, acallando los gemidos que ambos emitían alternados con las palabras y frases ardientes y sucias que la mujer nunca hubiera pensado pronunciar. Excitantes y morbosas sonaban a oídos de su amante el cual se encendía con ellas, clavándola sin compasión alguna.

-           ¡Cabrón, sigue cabrón... me matas muchacho, me matas!

Él apretaba la pelvis contra el redondo culo sin encontrar freno alguno por parte de ella, más bien al contrario. Excitada como lo estaba, Nuria rozaba su culo en círculos con deseo y necesidad. El aliento entrecortado del uno golpeaba a la otra, la respiración acelerada pegada a su cuello y su nuca. Girada hacia él dejó que la besara, morreándose en la locura que les envolvía, saboreando las salivas que sus bocas ofrecían. Mientras y con la pierna elevada, la madura dejaba que la larga culebra negra la traspasara, atormentándola en su lento percutir. Y así siguieron entregados al calor del sexo anal que tan placentero les resultaba.

El joven se sentía apretado entre las paredes de aquel estrecho canal mientras ella se removía tirando el culo atrás para ayudar en la follada. Sollozaba desconsolada, temblándole y mordiéndose los labios en su desenfreno, murmurando frases llenas de vicio e indecencia con las que animarle a darle más. Sí, Nuria era arrebatada, pérfida, depravada y llena de lujuria. Durante mucho tiempo no lo supo o no lo quiso saber, haciéndose la tonta, creyéndose feliz y entregada a un hombre que no la merecía. Ahora en cambio, se sentía plenamente consciente de sus muchas necesidades como mujer. El guapo moreno le había hecho al fin abrir los ojos.

Alfonso salió de ella dándose esta vez un leve y cariñoso piquillo. Ella se dejó llevar, buscando sobre la tumbona la posición a cuatro patas que tanto le gustaba. Su amigo la complació llenando la redondez de la nalga de cálidos y suaves besitos que provocaron en la mujer un largo gemido de aprobación. La hermosa sensación de aquellos labios posados en lo terso de la piel produjo un chispazo eléctrico en toda ella que la hizo caer adelante con el trasero ofrecido y en pompa. Tentadora era su actitud que el joven no desaprovechó, colocándose tras ella camino de una nueva penetración. Los ojos profundos y dilatados del hombre quedaron prendados en la belleza redonda, firme y saliente de aquel par de ancas provocativas y levantadas.

-           ¡Vamos fóllamelo cariño... métemela de nuevo, lo deseo tanto! -reclamó con voz autoritaria, incorporándose y volviendo la mirada hacia él al tiempo que removía el pompis en círculos antes de golpeárselo con una suave cachetada.

Aquello fue una completa sorpresa para ella misma, jamás se imaginó tan atrevida y procaz. Sonriéndole con una sonrisa abierta que la hizo derretir, Alfonso aprovechó su posición tan dispuesta para hacerla gritar fascinada bajo el empuje de la mano cacheteándola con descaro como antes había hecho ella. La golpeó una, dos, tres veces con fuerza quedando la nalga enrojecida y levemente cárdena para su delirio.

-           Métemela mi amor, métemela... no me hagas esperar más -musitaba entrecortada y en voz baja, a cuatro patas como se encontraba sobre la tumbona.

Su rostro congestionado reflejaba lujuria y desenfreno y entonces el moreno le puso las manos en las caderas enganchándolas con fuerza. Ella extrañamente se relajó, abriendo más las piernas para dejarle el camino expedito. Poco a poco fue entrando en ella, con cuidado pues la mujer todavía se quejaba dolorida. ¡Era tan inmensa la salchicha aquella! Los amantes respiraban entrecortados, quietos los dos en la unión más perfecta que mente calenturienta pueda imaginar. Se les veía tan entregados y descuidados en su propia debilidad.

Fue ella la que empezó a moverse, moviendo el culo adelante y atrás al notar buena parte de aquel cilindro en su interior. De sus labios escaparon las palabras más sucias y audaces, impropias para una mujer decente como ella lo era. Pero en esos momentos nada de eso le importaba, tan solo sentirse llena de él excitándola sin descanso. Por delante, su experto amante le llevó una de las manos entre las piernas que encontró encharcadas y rezumantes de jugos. Abierta como la tenía, empezó un rítmico movimiento de adentro afuera, un pausado mete y saca que Nuria acompañó meneando el culillo adelante y atrás hasta pegarlo sobre el vientre masculino. Se supo completamente llena de él, todo aquel largo y grueso músculo en su interior y sin aparente esfuerzo. Tan acostumbrada parecía estar ya a la horrible presencia. Los movimientos crecieron en intensidad, produciéndose un constante chop chop cada vez que el recio eje le resbalaba afuera. La madura aullaba afligida, escuchándose el constante bufar que el hombre producía tras ella.

-           ¡Eres fantástico muchacho, sigue, si... gue... menudo animal estás hecho!

-           ¡Muévete putita, muévete... me encanta el culito que tienes!

-           Ahhhh sí, sigue sigueeeee.

A la madura le gustaba la caña, fogosa por naturaleza como lo era aunque se había mantenido adormecida durante mucho tiempo, demasiado seguramente. Con los dedos se apretaba los pezones llevándoselos a la boca para rozarlos apenas con la punta de la lengua. Alfonso la follaba hasta lo más hondo, profundo y con golpes secos que la llevaban a la gloria, donde él mismo se encontraba. Había follado ya muchos culos, culos de jovencitas perversas y también de maduras casadas e insatisfechas como aquella a las que los maridos tenían tontamente abandonadas. De esa carencia se aprovechaba él bien, seduciéndolas y amándolas del modo que ellas tanto necesitaban. No conocía una mujer a la que no gustara el sexo anal si uno sabía hacérselo de la mejor manera. Al principio costaba claro pero una vez probado pocas abandonaban esa sensación sin volver a insistir en ella. El culo de Nuria conseguía sacar lo peor o mejor del chico según como se mirase. Era aquel uno de los mejores que había conocido, de carnes prietas y abundantes aunque no excesivas.

La pobre mujer no hacía otra cosa que pedir más y más, aguantaba bien las embestidas que le daba y de eso se aprovechaba el moreno, atravesándola y atormentándola con la dureza de sus golpes. Bien acoplados la penetraba al fondo haciéndola casi levantar con su fuerza, saliendo para volver a insertarla con violencia inaudita. Ella aullaba con una mezcla aguda de dolor y placer intensos que la hacía creer en el desmayo. Perdido el control de sí mismo, sacudía enrojeciéndole las nalgas ahora una ahora la otra mano mientras por detrás le atizaba apasionado dejando a su compañera sin aliento. Lloró de la presión que soportaba, apaciguando los ánimos al notar detenerse a su hombre tras ella.

-           Despacio, despacio o me dejarás para el arrastre... tardaré días en recuperarme, ¿eso quieres?

-           No te preocupes pequeña, no te preocupes... me dejé llevar por la emoción.

-           ¡Oh sí, bésame nene... eres tan maravilloso!

Pegado a ella, le hacía sentir su tremenda humanidad cubriéndola la espalda mientras las manos caían reposando en la tumbona. Se besaban con delicadeza extrema, unos segundos de respiro con los que relajar mínimamente los miembros cansados. Él le respiraba al oído, besándole luego la parte alta de la espalda para enseguida caer sobre la casada apoderándose de la pequeña orejilla que lamió y chupó arrancándole un suspiro de gusto. Se derretía, se derretía toda sabiéndose tratada de aquel modo.

-           Sigue muchacho sigue... nadie me ha tratado nunca así...

-           ¿Nunca? -le preguntó algo extrañado por la confesión.

-           Nunca sí... mi marido está siempre demasiado ocupado con otras cosas... ya sabes... -continuó con las confesiones dejándose aprisionar por los poderosos brazos del macho.

Confiaba en él, al menos tanto como para confiarle sus muchos problemas maritales, para confiarle las infidelidades de las que era objeto día sí y día también. Poco más había que contar...

Acomodado tras ella, Alfonso empezó a hundirse de nuevo con suavidad y lentitud. El miembro resbalando hasta la mitad para salir quedando parado un breve lapso de tiempo. Nuria agradecía aquello, ese empujar premioso la fascinaba. Apretaba los labios uno con otro conmovida por la emoción que todo aquello le provocaba. Allí los dos solos, en el jardín de su casa y entregada al hermoso moreno al que enseguida notó moverse reanudando el suplicio en su dolorido culito.

-           Fóllame Alfonso, fó... llame... no te pares mi vida.

El dardo fue ganando en velocidad arrancando de la mujer tímidos grititos satisfechos. Clavándose y desclavándose de forma lenta ahora, sabía bien cuándo parar y cuándo coger impulso. Entre sus brazos se retorcía, estremecida de placer, ronroneando como una gatita mimosa mientras él la perforaba dándole adelante y atrás. El músculo ardiente le entraba haciéndola perder la noción del tiempo, haciéndola perder la noción de donde estaba, tan sólo preocupada por aquella barra de carne que la traspasaba.

-           Con fuerza nene, dame más fuerte.

-           ¡Qué puta estás hecha... cómo te gusta!

Haciéndola doblar una de las piernas, la sodomía se hizo más fácil enterrándose en el canal con decisión y firmeza. El culo bien levantado, se dejaba caer con toda su fuerza inhumana, llenándola hasta acabar golpeándola con su vientre. Toda la polla dentro de ella, hasta el final y más allá. ¡Tremendo... qué tremendo era! La cogía del cuello mientras la enculaba con ganas, dándole una y otra vez con inaudita violencia. Los ojos en blanco, los cerraba para entreabrirlos en la aridez de su profunda aflicción. De ese modo podía sentir todo el peso del macho, agarrado a sus caderas para después engancharla del hombro y de sus largos cabellos iniciando un galope infernal. ¡Menuda bestia inmunda, dominada por entero por sus más primarios instintos!

-           Ahhhhh, ahhhhhhh... métemela, métemela sigue.

El polvo tan salvaje la consumía, la mirada perdida en el infinito, los rayos del sol cegándola cada vez que entreabría los ojos. Alfonso bajaba y subía, retirándose para seguidamente hacerle notar toda su fuerza de joven macho rendido a la violencia del momento. Nuria se acariciaba el coñito, pasándose los dedos por encima necesitada de un nuevo orgasmo que la calmara. ¿Cuándo se correría el muchacho? Al menos llevaban veinte minutos largos follando y no se cansaba de darle. La noche anterior al parecer le hacía durar incansable, disfrutando ambos del prolongado encuentro.

-           Vuélvete cariño... vuélvete quieres -pidió tras ella para gruñir su deleite encima de la orejilla de su madura compañera.

Todavía envuelta por él y volviendo la cara, los labios carnosos del hombre rodearon los de Nuria en un beso sincero y enamorado. Ella abría la boca dejándose besar con desenfreno malsano. ¡Cómo le gustaba aquel hombre... cómo le gustaba! Le ponía sí, aquel joven muchacho era un regalo al que agarrarse mientras durara el sueño en el que se creía envuelta. No podía ser real aquello, no podía serlo... demasiado bueno como para que durara. El beso se alargó mientras las embestidas del hombre continuaban lentas e irrefrenables.

-           Me encanta follarte... me encanta follarte preciosa.

-           ¿En serio lo dices? -preguntó entrecortada, sonriendo ante la inesperada confesión del joven lo que la hizo sentir poderosa y agradecida.

-           Me gusta sí... me pones Nuria... me pones mucho -volvió a confirmar al escapar de ella la cual aprovechó girándose de cara a él.

Sentada bien derecha, la mujer subrayaba sus pechos cruzando al tiempo las piernas para así mostrarse lo más atractiva posible. Y la verdad es que las tenía bonitas, largas y estilizadas y todavía bien cuidadas las levantó queriéndose ver sexy frente a su amante. Los muslos aparecían a la vista del chico sin problemas, rollizos en sus formas rotundas de mujer madura y apetecible. Estaba para comérsela y ella le provocó aún más haciendo resaltar sus labios con muecas y movimientos sensuales, arqueando la espalda y acentuando sus atributos al inclinarse hacia delante para dejar las tetas apresadas entre los brazos. Respiró hondo elevando los pechos en los que el hombre clavó la mirada de forma indecente.

-           Estás muy sexy pequeña.

-           ¿Eso crees? ¿De verdad lo piensas, no me mientes? -preguntó continuando con sus movimientos lentos y voluptuosos con los que excitarle.

Le observó de pie frente a ella, colgándole la cola entre las piernas apuntándola amenazante. Tuvo que cerrar los ojos ante lo tremendo de la imagen. El glande se veía descapullado con la piel atrás y brillante de los jugos de ambos. Se relamió deseándolo, viéndolo palpitante y apuntando arriba con la fuerza de la juventud.

-           Vamos fóllame y acaba ya, ¿o no piensas correrte nunca?

-           Tranquila, todo a su debido tiempo -dijo él haciéndola reír con dificultad, tan exhausta como estaba.

Nuria se echó atrás quedando acodada en espera de que él se le uniera. Con las piernas abiertas se le acercó haciéndola levantar el culo, penetrándola sin darle respiro al clavarse de nuevo en ella. Más de media polla le entró, centímetro a centímetro y de manera continua sacándole un prolongado lamento de placer. Un segundo empujón y ya le tuvo dentro, estirándose sobre ella para quedar ambos en la conocida posición del misionero. De ese modo podían besarse a su gusto, jugando con las lenguas, respirando de forma irregular mientras por abajo el grueso aguijón iniciaba su agradable tarea. Doblando ella las piernas al elevarlas, empezaron a follar de forma pausada, gimiendo ella y diciéndole palabras ardientes al oído del muchacho. El miembro se movía ya sin dificultad en su interior, arremetiendo contra ella, sacándole el aliento al horadarla con un golpe seco y preciso. Nuria, la más turbia pasión reflejada en sus ojos, ayudaba removiendo con picardía y ritmo acompasado la pelvis en movimientos circulares que a él estimulaban aún más.

-           Clávamela Alfonso, la quiero toda mi amor.

-           Tienes un culito muy tragón.

-           Culpa tuya maldito que lo abriste bien -respondió marcándole las uñas en los brazos al sentirle caer sobre ella con toda su energía.

La dejaba sin respiración, el aliento le fallaba. Apoyado en los puños se dejaba caer una y otra vez traspasándola sin compasión, haciéndola quejarse y jadear con cada nuevo embate. Echándose atrás se dejó descansar la pierna de ella en el hombro y así estuvieron unos segundos fornicando desesperados hasta que de nuevo cayó sobre ella quedando ambos abrazados, las manos de la bella morena tomándole de los hombros. La madura mujer cruzó amablemente las piernas tras su amante el cual empujaba sodomizándola con su brusco y rudo golpear. Arriba y abajo y cada vez más deprisa, entregados ambos a un ritmo vertiginoso con el que sentirse plenos el uno del otro. Nuria supo que volvía a correrse y se lo hizo saber. Al mismo tiempo notó también que él estaba a punto de eyacular y entre gritos y lamentos le pidió que se corriera con ella. El joven y musculoso muchacho accedió a ello, incorporándose y saliendo del estrecho agujero para dejar que la mano femenina le masturbara con decisión y delicadeza.

-           ¡Me voy a correrrrr!

-           ¡Oh sí, córrete... córrete vamos, échamelo todo encima muchacho!

Y se corrieron al fin ambos casi al tiempo. Una gran corrida la de los dos. Notando la mujer escaparle un nuevo placer entre las piernas y explotando él entre gritos lastimeros al lanzar tres largos trallazos, espesos y tibios goterones con los que llenarla por encima. La larga espera le había hecho quedar bien cargado. Ardientes, abundantes y violentos los disparos le llegaron al rostro y al cabello, mirando ella caerle buena parte de la lefada por los senos y el vientre que recogió esparciéndola complacida por su piel para llevarla a la boca saboreando el cálido elixir de su hombre. Jugó con el líquido viscoso saboreándolo entre los labios, notándolo caliente y amargo sobre la lengua como hacía mucho no lo disfrutaba. Él la animó a que lo tomara.

-           Vamos trágalo... verás que te gustará.

Tras unos segundos saboreándolo y con un gesto travieso tragó la totalidad del semen, engulléndolo y dejándolo correr garganta abajo sin apartar un solo instante los ojos de los del chico. Luego, placentera, lamió la polla hasta dejarla bien limpita y reluciente de jugos. Sonrió con cara de viciosa...

-           ¡Te lo has tragado! ¡Menuda puta estás hecha! -declaró llevado por la sorpresa.

-           ¿Creías que no lo haría? -preguntó Nuria relamiéndose de gusto tras la completa locura realizada.

-           En realidad no creía nada. Es sólo que me sorprendió gratamente.

-           Deseaba probarlo y sentir cómo sería.

-           ¿Y te gustó?

-           Me gustó sí, me encanta que lo hagas durar. Una buena corrida, estabas cargado sí señor... creo que voy a aficionarme mucho a él -aseguró incitándole con la mirada a muchas y excitantes cosas en el futuro.

-           Ven aquí putita - dijo Alfonso cayendo sobre ella para besarla suave y deliciosamente.

Se separó con lentitud de la mujer, respirando con evidente dificultad, broncos sonidos guturales escapándole por la boca y volviendo a acercarse la besó agradeciéndole aquel estupendo polvo. Luego del ardiente encuentro ambos se metieron a la piscina, chapoteando y jugueteando entre risas y golpes de agua con los que relajarse y conocerse más.

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