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Tiempo mafioso

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TIEMPO MAFIOSO

Corrían los años cincuenta y yo era un joven deseoso de conocer nuevos mundos. Vivía en una casa en un barrio acomodado. No me faltaba nada. Mi padre era un exitoso comerciante, nunca supe de que, pero bueno, a nadie le interesaba por esas épocas averiguar de donde venía el dinero que compraba todos nuestros sueños.

En casa todas las noches hacían fiestas maratónicas, mis hermanos y yo nos criamos en ese ambiente de ruido y bullicio. La champaña corría como río y los amigos de mi padre se tomaban todo lo que podían. Nosotros nos íbamos a dormir temprano porque al otro día los estudios en las escuelas privadas nos esperaban, entonces, nosotros no veíamos nada de lo que pasaba en aquellas fiestas.

Una noche de esas desperté sobresaltado escuchando ruidos cerca de mi habitación, que estaba del otro lado del ala de las fiestas. Murmullos, agudicé el oído. Me levanté despacio y abrí la puerta de mi dormitorio enorme. El pasillo estaba a oscuras. Caminé despacio y me detuve frente a la puerta de la biblioteca. Abrí la puerta y encendí la luz. Mis ojos se abrieron cuando descubrí al señor Volonte y a otro hombre de rodillas besando su erecta pija. El señor Volonte lejos de asustarse me sonrió

__¡Hola muchachito!¿Como estas? Me parece que te hemos despertado

__¡Así es señor!…__ el hombre desconocido para mi se había puesto de pie y se alejaba cerrando la puerta tras de si. El señor Volonte seguía semidesnudo con su pija alzada y sonriendo sin hacerse problema.

__Parece que mi amigo se ha ido y me dejado esto__ señalando su poronga grande y babosa.

__¡Tu podrías ayudarme!__ y fue acercándose a mi humanidad que se iba calentando con solo ver ese pedazo de carne que apuntaba hacia mi sin caer.

__¿Te animas?__ preguntó el, acercándose aún mas a mi. Me tomo por los hombros y acarició mi cara. No me había dado cuenta de que en una mano tenía una copa. Bebió un sorbo y me convidó perversamente. Mis labios apenas se mojaron con el líquido transparente. Luego tomo mi barbilla, la levantó un poco y acercó su boca a la mía y me beso en los labios suavemente. No pude o no supe resistirme. Me gustó aquella caricia. Volvió a besarme, esta vez un poco más fuerte , metiendo su lengua gruesa y pesada en mi boca ardiente. Mientras me besaba atrapó mi mano y la llevó  hasta su garrote. Lo palpé. El gimió. Yo sentí que la vara se endurecía mucho mas. Era una barra magnifica. El suspiraba caliente, sus bigotes gruesos me chocaban la piel y su lengua recorría mis labios vírgenes, pero no podía resistirme a sus caricias malvadas.

__¡Oh! Eres un buen chico! ¡Aprieta este mástil!¡Un poco más, oh sí!__  el señor Volonte guió mi mano un poco mas abajo y atrapé sus bolas. Eran duras. No se sentían vellos en esas bolas redondas. Así fue que lentamente fui cayendo de rodillas ante aquella magnifica espada que aquel maduro hombre ofrecía para mi. Abrí la boca y metí la herramienta dentro de ella. Le pasé la lengua como si fuera un helado. El señor Volonte empujaba su arma contra mi. La hundía y mi saliva bañaba aquel estupendo miembro. Aquel hombre cogía mi boca. Iba y venía dentro de mi boca. El sabor era agrio y dulce a la vez. Mi cabeza se mareaba de placer. Sentía que iba a explotar sin siquiera tocarme. Mis manos apretaban la cola del señor Volonte. El gruñía y embestía mi boca de una forma feroz. Así fue que empujando, empujando largo su crema en mi boca. Mi cueva se rebalsó. Largo tanto semen que mi hendidura no fue capaz de soportar el caudal y la comisura de mis labios fueron regadas por aquel líquido. El sacó su pija de mi, la saliva mezclada con leche colgaban hilos por todos lados. En tanto yo tragaba hasta lo que podía de aquella bebida pegajosa y salvaje. El acariciaba mi cabello, entonces alguien golpeó la puerta. El levantó sus pantalones que estaban en el piso. Me tomo por los hombros y me ayudo a ponerme en pie. Me besó largamente. Me limpió con su lengua los dientes, ayudándome a comer su semen. Mi lengua chocaba con la suya.

__¡Debo irme chico, me has hecho muy feliz, no lo olvidaré, ya continuaremos con esto!__ el señor Volonte me dio la espalda y abrió la puerta. Pude ver a quien era su chófer, luego lo conocería mejor. En ese momento quedé más caliente que antes. Saqué sin pensarlo mi verga dura del pijama y me masturbé febrilmente hasta llenar mi mano y el piso de semen. Luego me fui a dormir pensando que tal vez lo que había vivido era un sueño.

Unas semanas más tarde mi padre terminó preso. Las circunstancias no estaban muy claras. No pude ver cuando se lo llevaban. Solo oía llorar a mamá y trataba de consolar a mis hermanos. Los días pasaron. Una tarde mi madre dice que el señor Volonte mandaba a buscar por mi.

__¿Para qué mamá?__ pregunté pretendiendo que no sabía que quería de mi

__El nos cuidará, nos brindará protección, en tanto tu padre este en la cárcel

__¿Ellos son amigos?

__De muchos años, quiere que vayas conociendo algunas cosas

__¡Está bien mamá como tu digas!__ me preparé dándome un baño. Me perfume y cuando el timbre de casa sonó, mi cuerpo vibró. Corrí escaleras abajo. El auto del señor Volonte me esperaba. Subí en el y allí estaba el señor Volonte, aquel maduro señor que me mostraba su verga dura y apuntando al cielo. Me apretó contra el y hundió su boca dentro de la mía. Con mi mano tomé su garrote. Bajó mi cabeza y yo metí en mi boca hambrienta aquel jugoso fruto. Mi lengua volaba sobre aquel juguete que adoraba. Con mis manos la subía y la bajaba. La meneaba. La apretaba. La tocaba con desesperación. Besaba aquella pija con devoción. El señor Volonte gemía sin descanso. Acariciaba mi cabeza. Yo regaba con mi saliva mojando y mojando aquel instrumento febril.

__¡Ay muchacho, ay muchacho!__ se lamentaba aquel maduro que me daba comida y yo tragaba y tragaba sin desperdicio. El auto entretanto recorría calles. Hasta que en un momento se detuvo.

__¡Oh, llegamos, oh, detente, detente!__ rogó el señor Volonte. Detuve mis succiones. El hombre tomo mi cara entre sus manos y volvimos a besarnos.

__Ven bajemos__ dijo aquel hombre y entramos a una casita pequeña rodeada de frondosos y altos árboles.

__¡Este es mi refugio secreto! ¡Puedes marcharte Víctor, te llamaré!

__Sí señor__ dijo Víctor el chófer alejándose de allí. Nosotros entramos. La casita era cálida y bien iluminada. El señor Volonte se quito el abrigo y se sirvió un whisky. Me dio a beber unos tragos. Yo estaba tan caliente que ese trago me puso a reventar. El se acercó y me quitó mi abrigo. Me besó y mordisqueó mi cuello. Yo gemía como una niña alzada. Apretó mis nalgas por vez primera. Las sobó tiernamente. Mi aliento sopló sobre su oído. Sus manazas apretaron mas fuerte. Quitó mi camisa y aflojó el cinturón de mi pantalón. Tomándome de la mano llegamos al dormitorio. Besándonos caímos en la cama. Sentí su dura verga chocando contra mi panza. El canzoncillo voló por ahí y el metió mi dura pija en su boca. La mordía. La lamía. La masajeaba. Apretando mis bolas y besándolas sin descanso. Alcanzó entre tantas caricias el anillo que explotaba de calentura. Sentí uno de sus dedos hurgando y abriendo.

__¡Oh! Papi, que lindo, ahh, eso métemelo!!__ su dedo penetró mi interior, jugo dentro de mi. En tanto su boca no se despegaba de mi vara. Estaba a punto de estallar. Llegó con su traviesa lengua a mi culito que se abría paso a la humedad de aquella babosa que derretía mi entrada y mis defensas. Deseaba que aquel macho entrara en mi de una vez. Ahora mi amante ponía en mi orificio  dos dedos. Untaba con una crema mi cola y esos dedos se movían de locura. El señor Volonte se fue arrimando hasta la entrada de mi culo y en movimientos suaves fue penetrándome. El dolor prontamente fue reemplazado por el fuego de la pasión y el deseo. La verga inflamada del hombre me llenaba por completo. Abriéndome. Haciéndome sentir pleno. A cuatro patas como me tenía, estaba gozando de maravillas. El señor Volonte entraba y salía de mi. Me mordía el cuello. Me chupaba. Me lamía. Golpeando los huevos en mis nalgas duras.

__¿Quieres mi pija chico, la quieres?

__¡Sí papi dámela, duro, dámela quiero tu verga en mi!__ el señor Volonte me regaba con su esperma. Se aferraba a mis caderas y largaba y largaba leche en mis entrañas gozosas a mas no poder. Mi leche salpicaba las sábanas y caímos desparramados en la cama. Exhaustos. La verga del señor Volonte estaba dura y se movía con vida propia. Mi mano la acariciaba no dejándola caer. Los besos no dejaban enfriar a aquel macho que parecía no decaer nunca. Besaba sus tetillas duras y grandes. Mi lengua rodeaba y mojaba aquel pecho peludo y ancho. La respiración del hombre se agitaba, se convulsionaba, la rocosa verga palpitaba sin caer. Así como estaba sentí la furia de montarme en el. Abrí mis piernas, con mis manos abrí mis nalgas apoyando la cabeza de aquella hermosa tranca y empujando me la fui metiendo sin respirar hasta el fondo. Lo cabalgaba y el señor Volonte sonreía de felicidad.

__¡Eres un salvaje, aprendes rápido!

__Tengo un buen profesor, papito, déjame cabalgarte, ahhhh! Te voy a sacar más lechita__ veía los ojos brillosos de aquel hombre y mi calentura crecía junto con la cabalgata. De pronto me detenía y apretaba su pecho con mis manos. Pellizcaba sus tetillas haciendo gritar al hombre pero sentía que su verga crecía y palpitaba profundamente metida en mi culo abierto y lubricado. Me movía hacia atrás agarrando sus pelotas y el se levantaba y buscaba mi boca para besarla sin descanso. Un rato estuvimos así hasta que sentí que soltaba su espumosa leche dentro de mi. Nos abrazamos y quedamos enrollados con su pija aún metida dentro de mi. Al rato su animal desfalleció un poco y salió del tubo. El líquido cayó a raudales. Nos mezclamos con nuestro fluidos.

Aquellas visitas y encuentros con el señor Volonte se hicieron rutinarios. Nos cogíamos a cualquier hora y en cualquier lugar. En tanto mi padre no regresaba, seguía en prisión y nosotros dependíamos del señor Volonte que para nosotros era una especie de salvador. Así fue que una tarde el señor Volonte pidió un favor. Debía ayudarlo con un jugador de fútbol de un equipo de primera. A mi mucho no me gustaba la idea, pero el señor Volonte me hizo ver que debía pagar por lo que el hacía por nosotros, sin decirlo claramente, pero yo entendí perfectamente. Llegamos al club y entramos al vestuario. Allí estaba este rubio jugador  de fútbol. Me vio y se vino hacia mi. Cuando me mostró su verga. No dude en meterla en mi boca. Sacudírsela. El me mostraba sus músculos marcados.  Yo ansioso mordía y chupaba su instrumento colosal, el gemía casi a gritos. Me tiró en un banco sucio y mojado de sudor de los deportistas y clavaba su vara dentro de mi. Me penetraba. Ponía mis piernas por sobre sus hombros y me entraba esa preciosa verga. Yo acariciaba su pecho lampiño y apretaba sus tetillas. El me llenaba el culo con su líquido espeso. Y resoplaba como un animal cansado. Al rato vinieron a llevarme. Era Víctor. Al tiempo me entere de que habían fotografiado al muchacho aquel para extorsionarlo.

Con el señor Volonte nos veíamos cada vez menos. Ya casi no me cogía. Pero me llevaron a ver una pelea de box. Una noche de viernes. Luego de la pelea principal me llevaron al vestuario del ganador. Me presentaron a Julián , el matón, Gomez. Un morocho de cabello renegrido. Fuertes brazos, enormes manos. Al verme llegar me sonrió. Todos salieron de allí. Comprendí que el plan del señor Volonte era usarme para sus trampas. El morocho me rodeó con sus enormes brazos. Buscó mi boca y me besó. Noté que una tremenda verga salía por arriba de su pantaloncito. Acarició mi cuerpo.

__¡Eres muy bello jovencito!__ me susurró mientras me desnudaba. Yo apreté su poronga. A el le gustó. Sentándose en un banco largo tomó mi pija y la empezó a acariciar. Yo no dejaba de tocar la suya. Julián me comía la boca. La saliva chorreaba por nuestros labios. Gemíamos. Lentamente metí su verga en mi boca. Chupaba arrodillado frente a el. La meneaba con las manos. El suspiraba agitado, balbuceando palabras locas. Yo besaba su pija. Le chupaba la cabeza y luego engullía lo que más podía. Abría bien la boca. Tragaba. Apretaba sus huevos grandes. Los besaba y los metía en mi boca. Chupándolos insaciable. Un rato después “el matón” me puso de costado. Acarició mi anillo con la punta de su verga rocosa. Fue entrando despacio. Sin tiempo. Perdidos en aquel sopor del vestuario. Mi ojete jugoso recibió aquella poronga sin trabas. Resbalaba dentro de mi. Mi pija largaba el líquido rociando el piso. Julián largaba su leche dentro de mi. Mientras me apretaba el pecho y mordía mi oreja, eyaculaba completándome sin remedio. Era para el un regalo que le habían prometido si ganaba la pelea y no sé que otras cosas le habían prometido. La cuestión es que tuve que volver  aunque sea una vez a la semana para ayudar en su preparación, ya que cogerme a mi formaba parte de su entrenamiento. Debo decir que a mi me encantaba ayudar a que aquel muchacho fuera campeón del mundo. No faltaba a mi día de entrenamiento el salvaje boxeador me cogía de todas las formas posibles. Bajo la ducha era cuando mas me gustaba. Era un toro. Su verga siempre estaba lista para mi. Debo decir que me sentía usado, pero no me importaba. Yo bebía la leche de aquel macho alzado y era todo lo que a esa edad me importaba.

Uno de los días en que fui al gimnasio, “el matón” no estaba allí. Estaba solamente su entrenador que sabía bien de esta parte del entrenamiento de su pupilo.

__¿Qué paso con Julián?

__Se reportó enfermo. No podía levantarse de la cama

__¡Qué lastima!:__ dije yo.

__¿Estas muy apurado?

__No señor ¿Porqué?

__Necesito que me ayudes con esto__ diciendo así me mostró un descomunal pijón que se balanceaba levantándose, tratando de erguirse en toda su majestuosidad. Allá caí de rodillas y empecé a besarlo y a darle caricias con mis manos aún pequeñas que trataban de tomar aquel garrote que se pasaba por mi cara. Por mis mejillas. Mi lengua trataba de abrazarlo. La saliva que salía de mi boca lo iba mojando. El entrenador había empezado a quitarse la camisa y de un momento a otro quedó desnudo. Su figura era atractiva. Era un maduro que se conservaba en forma. Su miembro alcanzó a endurecerse, me sentí colmado. No cabía en mi boca pero no me importaba, el hombre gemía y gozaba de mis caricias.

__¡Ahhh, así que este es tu secreto, niño!!__ mis dedos rozaban unas enormes bolas redondas. Las sopesaba. Chupaba aquel caño que se había puesto como roca. Los gemidos del entrenador cada vez mas tronaban en la oficina de este. Lentamente me tomo de los hombros. Y me hizo llegar a su boca. Su lengua me entró en la boca. Era fuego lo que aquel amante despedía. Me quitó la ropa sin prejuicios. Llegó a  mi cola con sus dedos. Me abrió. Jugaba con mi ano. Hundió uno y luego dos dedos. En tanto no dejaba de besarme con desesperación. Yo como podía agarraba su garrote y lo movía de arriba a abajo. De un lado a otro. Era una víbora descomunal.

__¡Mira, mira pequeño, vez aquel cajón!__ dijo de pronto ese hombre alzado y caliente por demás

__¡¡Sí, sí, papi!!

__Busca, un frasco___ revisé las cosas y encontré un frasco de aceite aromática y se lo di. El roció su vergaza, luego metió los dedos en mi cola bañándolos y ayudando la penetración. Colocó la cabezota en mi culo. Me fui sentando en ella, sin dejar de ver la cara que se le iba transfigurando a aquel macho.

__¡¡¡Ahhh, papito, despacio, papi, oh, me vas a romper, ohhh, ohhh!!!__ gemía yo casi sollozando, actuando un poco, debo decir, y el rostro del entrenador era de un gozo, de un placer inimaginable. Con sus manazas apretaba mi pija y la masajeaba con ternura. Yo gemía. El gemía y me levantaba y me bajaba. El sudor iba ganado su pecho, su frente, sus brazos. Arrimaba su cara a la mía y me mordía los labios. Pasaba su lengua por ellos y su saliva chorreaba por toda mi boca. Con mis manos apretaba sus tetillas duritas y paradas. El mordía también mi cuello. Suavemente lamía mis orejas y sus sacudidas hacían de mi casi un muñequito de trapo. Su vergón ensartado hasta los huevos en mi cola me hacían vibrar de placer. Me hacía temblar de placer. Sentía que estaba lleno. El hombre de pronto se detenía en su envión. Se quedaba quieto y yo sentía latir su pijón en mi orto abierto y entregado a la locura y al placer. Yo aprovechaba y alcanzaba sus huevos y los acariciaba y el me abrazaba apretándome contra su pecho ancho y enorme.

__¡Oh, papi, me vas a llenar con tu lechita!!!__ le gemía al oído

__¡Sí, sí, diablillo, oh eres un demonio!¡Me voy, me voy, ahhhhhhhhhhhhh!!_ así se vino dentro de mi. Los chorros salían de su cañón. Golpeando mi interior. Era lava ardiente. Nuestras bocas se unieron una vez más y las lenguas se pegaban, mi semen chorreaba en su barriga y el aferraba a mi pija con una de sus manos ordeñándome y sacudiendo hasta la última gota de aquel néctar.

Nos costó despegar nuestros cuerpos unidos. Nos besamos un rato más. Luego tuvimos que despedirnos porque el tenía que marcharse. Salí a la calle y Víctor estaba esperándome.

__¿Me precisa el señor Volonte?__ pregunté

__No, sube ya__ subí al auto y el chófer partió raudamente. Anduvimos un rato, hasta que finalmente detuvo el auto entre una arboleda. Ya estaba oscureciendo en la ciudad.

__¡Ven aquí!__ dijo el y bajándose los pantalones me empujó hacia su endurecida pija. Yo abrí la boca y comencé a chuparlo. Víctor gemía y hacia fuerza con sus manos para que no despegará mi boca de su rocoso miembro.  Olía aquel olor a hombre y me enloquecía. Comí aquella verga sin reparos. La saliva cubría todo el tronco hermoso. Me aferraba a sus nalgas duras y redondas. El iba y venía dentro de mi. Sabía que iba a estallar en cualquier momento. Unas sacudidas más y el esperma inundó mi boca. Tragué todo lo que pude. Víctor cayó sobre uno de los asientos. La verga semidormida a un costado como un reptil herido y moribundo.

__¡Ahhh, chico, eres un maravilloso ser!__ dijo Víctor encendiendo un cigarrillo__ ¿Quieres?__ me dijo, alcanzándome uno. Tragué el humo y se mezcló con el sabor a su líquido. La bocanada de humo se perdió en el aire del atardecer. Su pija no se animaba a morir del todo. Estaba ahí. Yo con mis manos la acariciaba. El se acercó a mi y su lengua se hundió en mi boca.

__Deseaba tanto este momento__ me confesó, además de contarme que el señor Volonte, siempre hacía lo mismo. Cuando se entusiasmaba con alguien dejaba el pasado atrás y listo. O sea que entendía que yo ya era el pasado. Pero no me disgusté porque gracias a el, ya había tenido tantos amantes como nunca imaginé.

Luego que fumamos los cigarros. Nos acomodamos en el amplio asiento trasero. Allí me quitó la ropa y comenzó a chuparme el culo. Metía su lengua hasta donde más podía. Pasaba su lengua por mis bolas y atrapaba mi pija que se erizaba con cada chupada. Volvía a mi anillo y hundía su lengua otra vez y repetía todo otra vez. Yo gemía y gruñía caliente. Abrazaba su verga dura nuevamente. La besaba. Succionando las bolas y lamiendo su culo.

En un rato el puso mis piernas por sobre sus hombros y me fue penetrando. Pellizcaba mis tetillas. Me cogía despacio. Luego en pequeños arranques apuraba un poco las arremetidas y volvía a ser suave. Me masturbaba y no se detuvo hasta que largué toda mi leche. El apuro sus contoneos y se vino en mi interior besándome infinitamente. Se quedó un rato dentro mío. Dándonos lamidas y caricias. Creo que hasta nos quedamos un poco dormidos. La noche había llegado cuando nos vestimos y salimos de aquel lugar. Me llevó a su departamento. Allí en el  baño mientras nos duchábamos me cogió otra vez y me chupó hasta tomar mi semen. En la cama nos dormimos y amanecimos cogiendo, me tenía ensartado de costado. Me movía despacio. Apretaba mis huevos. Sobaba mi pija. Me hizo sentarme en su verga dura y allí largó su leche tibia. En tanto mordía mi cuello y mi nuca. Luego se metió mi verga en la boca y me chupó y me masturbó hasta que acabé en su boca otra vez.

Los días pasaron y yo me repartía el tiempo  con todos estos amantes. Además de que seguían apareciendo nuevos en el camino y yo no desaprovechaba ninguna oportunidad eso se lo debo al señor Volonte. El me enseñó a que la vida es una sola y hay que vivirla al máximo. Sin arrepentimientos.

Mi padre salió de la cárcel y volvió a casa. Volvieron las fiestas. Casi volvió todo a ser normal. Eso favoreció a mis intereses. Allí pude conocer mas gentes y eso fue muy beneficioso para mi vida sexual. También volví a encontrarme con el señor Volonte y le agradecí por lo que me había enseñado en el arte de amar. Le agradecí tanto que lo deje a cargo de la enseñanza en la vida sexual de mi hermanito menor que ya estaba curioseando y era tan o mas atrevido y salvaje que yo.-

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