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La profe de mates

en Fantasías Eróticas

En 1975 tenía quince años y en septiembre empecé segundo de BUP. Me tocó vivir una época muy oscura en cuanto al sexo. El cole no era mixto y la relación con las chicas era escasa por no decir nula. Con quince años ya se me había despertada la curiosidad por el sexo, pero había tan poca información que nos apañábamos como podíamos. En el cine se veían algunas chicas en bikini e incluso, a veces, en ropa interior, pero esas películas eran para adultos, en las revistas más de lo mismo. Teníamos los calendarios de chicas en bikini que algunos padres guardaban en el cajón de la mesilla. Mi padre era uno de ellos. Los descubrí un día que mi madre fue con mis hermanos al médico y como yo ya era mayor me quedé en casa “estudiando”. Cuando salieron por la puerta empecé a investigar y me encontré los famosos calendarios en el cajón de la mesilla de mi padre. Buscando en el armario de mis padres encontré unas revistas en alemán que estaban llenas de chicas y chicos desnudos. Después supe que mis primos estuvieron trabajando en Alemania y eran unas revistas “naturistas”. Por lo visto los alemanes vivían en determinadas zonas del país en pelota picada. ¡Que envidia!

Estuve mirando las fotos de la revista y la mayoría de las mujeres que salían desnudas podían ser mi abuela, ¡que asco!, pero entre todas ellas había alguna jovencita, con tetas pequeñas y unas pocas con unas tetas más “teutónicas”. Mi polla empezó a crecer e instintivamente me bajé los pantalones y me la empecé a tocar. La sensación era muy agradable y conforme aumentaba el ritmo de la manipulación me gustaba cada vez más. Empezó a salir un líquido transparente por la puntito y yo seguía masturbándome. Cada vez era más placentero y mis movimientos más rápidos hasta que sentí una descarga desde la cabeza a los pies y salió disparado una considerable cantidad de un líquido espeso y blanquecino. Suerte que mi polla estaba, en ese momento, dirigida hacia el centro de la habitación y no hacía la cama de mis padres. De todas formas había dejado el suelo lleno de ese líquido tan raro. Fui al lavabo y cogí el rollo de papel de water y lo limpié tan bien como supe. Gasté más de la mitad del rollo con la esperanza de que mi madre no se diera cuenta. Ingenuo de mí. Años más tarde mi madre me dijo que nada más entrar en la habitación supo que me había masturbado y que había pensado que ya era hora de que hubiese descubierto los secretos de mi cuerpo. A partir de ese día descubría restos de esperma en mis calzoncillos y en las sábanas de mi cama.

Pues a lo que iba. Ese año descubrí lo buena que era la masturbación y lo hacía cada vez que tenía un momento. En el instituto todo éramos chicos. Las únicas mujeres que teníamos cerca eran dos profesoras y tres administrativas de las oficinas. A estas últimas casi ni las veíamos y a una de las profesoras hubiese deseado no verla. Se trataba de la profe de francés, una señora que a mí me parecía viejísima, y que además era antipática y mala profesora. La tuve todo el bachillerato y no logré aprender nada de francés. Pero en cambio la otra, la profe de mates, me levantó todas las pasiones. Era una chica joven recién salida de la universidad y que a mí me pareció una belleza. No era muy alto, morena, con el pelo corto y una sonrisa muy sensual. Sus tetas eran pequeñas. Al principio del curso llevaba unos vestidos con un poco de escote. No se veía nada del otro mundo, a lo sumo el encaje del sujetador, pero de un día para otro cambió y comenzó a llevar cosas más recatadas. Supongo que en dirección le habían dado un toque. A partir de ese día mucha camisa cerrada y siempre faldas largas o pantalones. Se acabó verle la regatera y fantasear con ella cuando me masturbaba por las noches. Era meterme en la cama y sacar brillo al fusil. Y después dejaba todo perdido con el semen y cuando se secaba pensaba que mi madre no se daría cuenta, pero no era así. Como ya he comentado, años más tarde me lo dijo.

Llegó el verano y un día la profe se presentó con un vestido blanco recatado, pero cuando daba la lección le gustaba deambular por el aula y cuando pasó por delante de los ventanales tuve una visión que me hizo creer en un ser superior. Los rayos del sol entraban por los cristales y ella se puso en medio. La tela pasó de blanca a transparente y pude ver su ropa interior e incluso intuía la oscuridad de su vello púbico. El momento fue muy breve, pero cada vez que pasaba por ahí la visión fue en aumento y mi cerebro fantaseaba hasta que al final logré verla completamente desnuda. Lo que hace la imaginación. Esa noche la paja fue de campeonato. Me dormí con la visión en la cabeza y...

Me encontraba en el despacho de la profe y me decía que había sido un niño malo. Tenía que castigarme y cogía de encima de la mesa una regla de madera de un metro de largo. Se daba pequeños golpecitos en la palma de la mano y mientras me decía que me bajará los pantalones. Yo notaba mi polla gruesa y dura y le decía que no podía desnudarme, que no me encontraba bien. Al final tuve que bajármelos y también los calzoncillos y ella se dio cuenta de mi situación y me puse rojo como un tomate. Intentaba taparme la polla con las manos, pero ella, con voz suave me dijo que me acercara al tiempo que volvía a dejar la regla sobre la mesa. Me dio un beso en la mejilla y apartando mis manos me cogió con suavidad la polla.

-Tranquilo -me dijo- relájate, ya verás que bien que lo pasarás. Deslizó su mano derecha por toda la extensión como yo lo hacía cuando me masturbaba y durante unos minutos me masajeó con calma. Mi polla fue creciendo y endureciéndose y yo tenía un hormigueo en los huevos muy agradable. De repente paró y se humedeció los labios. La visión de su lengua me excito. Acercó su boca a mi polla y me la beso. Mi expresión fue de sorpresa, pero no me desagradó lo más mínimo, todo al contrario. Después sacó la lengua y la lamió. Cerré los ojos para disfrutar con su lengua. El siguiente paso fue metérsela hasta el fondo de la garganta y chupar como si mi polla fuera un “popeye”. Subía y bajaba. Cada vez estaba más excitado.  Me cogió los huevos y me los empezó a masajear y ya no pude aguantar más. Me corrí en su boca lanzando un considerable chorro de leche. Aunque tenía la boca bien cerrada se le escapó un poco por la comisura de los labios. Se la tragó toda y me sonrió.

Me desperté mojado. Me había corrido con el sueño y tenía el pijama empapado. Qué real había sido todo. Hay ver como es la imaginación y lo que nos engaña nuestro cerebro...

Pasaron los días y el final de curso llegó. Yo había aprobado todo menos el francés. Años más tarde supe que a la mamada o felación también se le decía francés y la profe de mates, por lo menos en mis sueños, era toda una experta.

Mis padres me apuntaron a un campamento de verano que organizaba el casal del barrio. Pasaríamos una semana en una casa rural en el Montseny. Y cual fue mi sorpresa al ver, entre los monitores, a mi profe de mates. Nos saludamos efusivamente y me dio un beso en la mejilla. Como era al único chico que conocía tuve un trato de favor y los demás compañeros me tuvieron envidia toda la semana. Iba con ella a todas partes. Como ya estaba fuera de la rigidez del insti, la profe vestía de manera más informal, es decir, mostrando más de su cuerpo: camisetas, que remarcaban sus tetas, pantalones cortos y un día una faldita que mostraba sus rotundos muslos. La casa estaba muy cerca de un río y cada mañana íbamos a nadar. Cada día nos acompañaba un monitor distinto, eran tres, y el día que le tocó a ella, que por cierto todavía no he dicho que se llamaba Mónica, fue el día más feliz del verano. Llevaba un bañador que se ajustaba perfectamente al cuerpo marcando sus tetas, con un escote que a mí me pareció muy contundente, y marcando su precioso culo. Estuvimos jugando en el agua y yo me ponía siempre lo más cerca posible de Mónica para disfrutar de su visión. Cuando un chico me empujó y caí de espaldas al agua. Mi cabeza estuvo un tiempo dentro del agua y me tragué un buen sorbo. Me puse blanco, me ahogaba. Mónica, que lo vio todo, corrió a sacarme del río y me tendió en la orilla. Al ver que no respiraba me dio unos golpes en el pecho y escupí una buena cantidad de agua, después puso sus labios sobre los míos y sopló con fuerza. Yo recobré el conocimiento, pero cuando ví lo que estaba pasando me hice el aturdido y ella continuó con la respiración boba a boca. Era un sueño hecho realidad. Estuvo unos minutos que fueron los más placenteros de mi vida. Cuando noté que mi polla estaba creciendo me “desperté” e intenté, como pude, disimular mi erección.

Esa noche me la pasé en la habitación muy excitado, recordando el “morreo” que me había dado. Y como no podía ser de otra manera empecé a masturbarme, pero por miedo a que los otros chicos de la habitación se dieran cuenta, salí y me dirigí al lavabo. Eran las tres de la madrugada y no esperaba encontrarme a nadie despierto, pero de una de las habitaciones de los monitores salían voces. Por curiosidad me acerqué a ver que pasaba. La puerta estaba entreabierta y pude ver claramente a un monitor sobre Mónica!!! Agudice la mirada y la pude ver claramente, desnuda, bajo el cuerpo de Ramón. Estaban follando y por lo que veía ella lo estaba pasando muy bien. El chico me movía penetrándola mientras le sobaba las tetas, la visión de las cuales me excitó muchísimo. Metí la mano bajo el pantalón del pijama y me comencé a tocar la polla. Ramón paró y ví como Mónica se incorporaba. Sus tetas se movieron y se las pude ver en todo su esplendor. Su mano se acercó a la polla del chico y como hacía en mi sueño, se la metió en la boca y empezó a chupársela. Él estaba tumbado y ella encima. Mientras se la chupaba sus tetas se movían acompasadamente y mi polla crecía. Ramón dio un pequeño giro y se puso bajo las piernas de Mónica. Observé atónito la situación. Estaba chupando su coño!!!! Ostras, pensé. A las chicas se las podía excitar con la boca en su sexo igual que a nosotros... es bueno saberlo.

La excitación de ambos iba en aumento y después de un nuevo movimiento, Mónica se puso sobre la polla de Ramón y empezó a cabalgar como una loca. Ahora podía ver todo su cuerpo, sudoroso, jadeante... mi polla explotó y como pude recogí el semen en mis manos y salí corriendo hacia el lavabo. Cuando volví a chafardear ya habían acabado. Me había perdido el orgasmo. Vaya pena.

Volví a la habitación, estaba exhausto entre la paja y la visión de Mónica follando. No podía sacar de mi mente esa imagen. Me dormí...

Estaba sobre una gran cama de matrimonio completamente desnudo. Mi polla estaba gorda y tiesa como un palo. Miré a mi derecha y allí estaba Mónica, también desnuda. Acerqué mi mano para ver si era real y entonces me dijo:

-Cariño, quiero que me comas el coño, quiero sentir tu lengua sobre la rajita y que me hagas la mujer más feliz del mundo.

No tuvo que insistir. Me metí entre sus piernas y comencé a lamer. Tenía una buena mata y mi boca se llenaba de pelos. Entonces separó los labios y me ofreció su sonrosada rajita. Metí la lengua y se la llené de babas. Lamía como un poseso sacando grititos de placer de su boca. No recuerdo el tiempo que estuve lamiendo. Me dolía la lengua y la boca la tenía seca. Entonces ella se acercó a mi boca y me besó. Su lengua llenaba mi boca y me devolvía los líquidos perdidos. Chupe sus pezones con gula hasta que se los puse duros y entonces ella se metió entre mis piernas y me empezó a chupar la polla. Cuando la tuve bien dura se sentó encima y se la introdujo en el coño. Cabalgó, subiendo y bajando, como si mi polla fuera un palo. Mientras lo hacía sus tetas se movían al compás y me dieron ganas de cogérselas y sobárselas. Le tuve que pedir que parará ya que me dolía todo el cuerpo, Mónica no era muy pesada, pero el esfuerzo físico había hecho mella en mi, y qué coño! Quería ser yo el que llevará las riendas. Se tumbó sobre la cama y se abrió de piernas. Mi polla se deslizó dentro de su conejito sin problema. Estaba tan húmeda y mi polla era tan estrecha que entraba con holgura. Después de unas embestidas hasta los huevos me corrí tras un orgasmo que recordaré toda la vida.

Ostras!!! de nuevo vuelvo a estar mojado. Me despertó la humedad del pijama. Me había vuelto a correr en sueños, aunque para mi cerebro había sido tan real...