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Cronicas Animales: Ana y el Cerdo Salvaje

en Zoofilia

Ana y el Cerdo Salvaje

 

El anciano había estado haciendo reclamos durante años acerca de un cerdo gigante, tal vez muchos, El cerdo había estado haciendo ataques a su granja que quedaba al borde del pantano.

No mucha gente cree en el viejo Toño, después de escuchar a una vida de historias asombrosas contadas en cada oportunidad y para cualquiera que quisiera escuchar. Aún persistía con su más grande de las historias habituales, la del cerdo.

 “Yo lo digo!” Insistía “Ese cerdo es gigante, parece un gran jabalí, debe ser trescientos o cuatrocientos kilos. Es enorme, lo vi tratando de llegar a mis cerdas el otro día y lo ahuyenté con un tiro de mi escopeta”.

Ana hubo escuchado estas historias la mayor parte de su vida y como casi toda la gente en el pueblo había prestado poca atención el viejo Toño. Como joven solía pasear por la periferia de la ciénaga cual parque infantil en su juventud, ahora, casi a sus veinte años, acampaba a menudo por el pantano durante días para pintar y fotografiar la abundante vida silvestre. Claro, ella había visto en ocasiones los cerdos desenraizar hortalizas buscando comida, pero aparte de esos breves contactos nunca observó nada extraordinario.

Algo perturba a Ana mientras luchaba con su paleta de colores tratando de captar la  variada luz que se filtraba a través de los arbustos que bordeaban el pantano. Ella dejó de pintar un momento y observó la mortecina luz del pantano. Sí, allí estaba de nuevo, un gruñido apenas audible y el chasquido de una ramita, algo estaba por ahí, un animal, uno grande que se movía con cuidado, Ana escuchó con atención durante unos diez minutos pero no captó nada más, volvió a concentrarse en su pintura, pero ya la luz se había ido, decidió parar por ese día, cubrió su caballete, se quitó la pintura de las manos y se guareció en la pequeña tienda de campaña para protegerse del rocío de la noche que ya empezaba a caer, Ana se recostó un rato, permaneció atenta a los sonidos del pantano, como no escuchaba nada extraño decidió salir y darse un baño en el pequeño arroyo que estaba cerca antes de prepararse algo de comer.

Alrededor de veinte metros en la maleza espesa dos pequeñas ojos rojos asomaban el rostro negro del enorme cerdo, la bestia observó a la chica mientras se quitaba la blusa y los vaqueros, ella se lavó rápidamente en agua fresca. Luego, como era su costumbre vistió sólo con una bata blanca de esas que se coloca cuando suele pintar, la utiliza para dormir, regresó a la tienda para preparar su cena, la bestia permaneció inmóvil pero vigilante.

Ana terminó su comida y caminó varios metros hacia el bosquecillo para hacer sus necesidades, los ojos brillantes se mantuvieron fijos en la chica, observó como orinaba agachada, la bestia olisqueó el aire con sus fosas nasales, levantó un poco la cabeza y volvió a olfatear.

Terminado, Ana volvió a su tienda de campaña, ahora era lo suficientemente tarde como para encender la lámpara de gas y acostarse a leer un poco. El zumbido de los mosquitos y otros insectos nocturnos atraídos por aquella luz opacaban el sonido, sorprendentemente sigiloso para un animal de su tamaño, del cerdo que se aproximaba, alcanzó el punto donde Ana hubo orinado y aspiró profundamente, tan profundamente que Ana alzó la vista brevemente por aquel ruido inusual, no le dio mucha importancia y volviendo a la lectura decidió que era sólo un pájaro o un murciélago revoloteando por allí.

El animal ahora estaba seguro de que había encontrado lo que buscaba, una hembra en celo. Si, para el era una bestia extraña pero había visto su rosada y pálida piel que para su conocimiento era igual que la de los cerdos de los agricultores. Desde que había perdido las hembras de su manada por aquel joven y ágil cerdo salvaje el había estado buscando una nueva pareja. El granjero le había estado persiguiendo, pero el siempre regresaba por aquellas cerdas jóvenes y como premio de consolación esta extraña cerda estaba cerca y en temporada para aparearse.

Para Ana el día había sido largo, se levantó temprano e hizo una caminata de quince kilómetros, sólo para llegar hasta allí, estaba muy cansada, levantarse temprano en la mañana le permitiría fotografiar mejor a las aves antes de que partieran en su búsqueda de comida, ella decidió dormirse pero debido a la luz que había colocado en un soporte en la entrada fuera de su tienda los insectos se sentían atraídos, ella tenía que salir para apagarla y poder descansar tranquila.

El gran cerdo, negro como la noche más obscura, había visto el movimiento, la silueta en el interior de carpa y retrocedió un poco, entonces sus ojos afilados vieron a la chica salir de la tienda, su olor a hembra ovulando flotó hacia él, gruñó con anticipación por la excitación que le causaba.

Ana detuvo su mano a escasos centímetros de la lámpara, caminó y observó en la oscuridad tratando de conseguir la fuente de aquel extraño sonido, esta vez fue más fuerte y  sonaba como un cerdo que estaba muy cerca, Ana sabía que los cerdos salvajes podrían ser peligrosos pero también eran reservados y no se aventuraban demasiado cerca de los seres humanos, ¿Qué estaba haciendo éste tan cerca?. cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad Ana vio la gran masa del enorme animal sólo a escasos metros de ella, éste fué acercándose mientras su hocico seguía olfateando el aire.

Ana se congeló de miedo cuando el cerdo entró en el resplandor de la luz, ahora a sólo cinco metros de distancia la chica podía olfatear el penetrante olor del animal, ella caminó rápido de vuelta a la tienda, pero mientras lo hacía supo que no ofrecería ninguna protección que digamos, sería mejor detenerse y así lo hizo.

El animal la observó de arriba hacia abajo, lentamente mientras se acercaba, olfateando fuertemente mientras lo hacía, por ahora estaba seguro de que se trataba de una hembra en celo, lo que no podía entender era por qué esta hembra estaba de pie sobre dos de sus patas traseras, a medida que la enorme bestia se acercaba ella se apartó y la siguió.

Ana sabía que cuando los cerdos salvajes se asustan o acorralan se pueden poner violentos, pero esto no mostró ninguna señal de violencia y se mantuvo inmóvil. La nariz del cerdo estaba ahora sólo a centímetros de su pierna desnuda, ella sintió la calidez del soplido del cerdo, ella se apartó un poco y el hocico de éste la tomó por la pierna, ella dio un saltó y cuando lo hizo se enredó con la cuerda de la esquina de la tienda y cayó de boca hacia el suelo, la bata que tenía se levantó exponiendo su rosado y suave culo, el cerdo se apresuró y se aseguró por sí mismo el género de este extraño animal, al principio, el simplemente se levantó y miró a la chica aturdida con su cabeza inclinada ligeramente hacia un lado como lo hacen los perros, parecía como si el estuviera pensando, luego bajó la cabeza hacia las temblorosas caderas de la chicas, olió fuertemente, finalmente había encontrado la fuente del embriagante olor que buscaba.

Petrificada, Ana hizo un débil gesto de levantarse, pero se dio un codazo cuando el verraco la golpeó en la espalda para obligarla a estar en cuatro patas, el cerdo se puso por encima de ella y la olfateó por la parte más vulnerable de l cuello, dio unos gruñidos cerca de su cara y chilló nuevamente mientras la exploraba, a continuación, se rodó nuevamente hasta que su cabeza estuvo justo detrás del hermoso trasero de Ana, nuevamente empezó a olfatear su vagina.

Ana volteó la cabeza hacia la entrepierna del cerdo en un intento de ver lo que estaba sucediendo, ella empujó con fuerza contra la bestia en un vano esfuerzo de escaparse de el, pero éste se mantuvo firme, seguidamente, el se movió de nuevo y ella se topó con el gran saco de bolas, tan grandes como una pelota de fútbol. El se alejó caminando hacia atrás y ella pensó que la estaba dejando sola, pero sólo lo hizo para tomar impulso y treparse sobre su espalda de un salto, la enorme masa aterrizó sobre sus obligándola a doblar y extender sus piernas por el peso.

Las patas delanteras del cerdo arañaron a lo largo de sus costillas cuando éste se afianzó sobre el pequeño cuerpo que tenía debajo de él, afortunadamente para Ana la bata que cubría parcialmente su cuerpo pudo protegerla de algunos de estos arañazos.

Después de unos fuertes embistes el cerdo empezó a calmarse, ella sintió algo húmedo y delgado que se retorcía a través de sus nalgas e iba hacia la zona púbica, fue entonces cuando ella se dio cuenta que este monstruoso animal estaba tratando de violarla.

La bestia bajó la cabeza hacia el cuello de Ana, esto cambió la mayor parte del peso del animal hacia Ana ya que el no se apoyada plenamente en sus patas traseras, por un segundo o dos ella se esforzaba por aguantar la carga, era demasiado para ella y se dejó caer hacia delante, las piernas del berraco estaban ahora apoyadas totalmente en el suelo, justo detrás de los brazos de Ana, el peso de la bestia ya no la inmovilizaba, por un breve momento  consideró que era posible escapar y rampando estilo comando se dispuso a hacerlo, al instante el cerdo saltó hacia adelante para permanecer en contacto con la chica, al mismo tiempo, sus patas delanteras sujetan con fuerza contra las costillas de Ana atrayéndola hacia su pene prensil, el hizo unos fuertes gruñidos mostrando su enojo y mordió el cuello de Ana, afortunadamente el pelo de ella estaba cubriéndola salvándola de una mordedura grave.

Calientes ráfagas de respiración acompañaban cada ronco soplido, la bestia seguía sondeando su área genital de forma errática, Ana se rindió y renunció a su destino, había dejado de luchar por temor a una mordedura más grave proveniente de los fétidos dientes del animal, varias veces el miembro del cerdo se deslizó por los suaves pliegues del sexo de la chica, cada contacto la estremecía aumentando su temor, para su propia consternación y rabia se sintió excitada, contrariada, se humedecía con el toque erótico del miembro resbaladizo que se movía a través de sus labios vaginales cual dedo juguetón de un amante humano.

Frustrado, el cerdo empujó su cuerpo hacia el que yacía debajo de él, Ana emitió agudos gruñidos cuando el peso de la bestia voluminosa forzaba la salida del aire de sus pulmones, ahora el delgado pene estaba cerca de su meta, se deslizaba a lo largo del área perianal, entre las nalgas mientras derramaba fluidos de precoito producto de su excitación. Luego, cuando aquel elemento se retrajo hacia atrás a lo largo del culo sintió el calor de las vagina de aquella hembra que ya estaba húmeda por la excitación, el tenía mucha experiencia apareándose, aquella humedad y calor se le hizo muy familiar, incluso siendo esta hembra diferente a otras que el había montado, el se detuvo y se inclinó hacia adelante, exploraba, Ana se quedó sin aliento bruscamente cuando el extremo móvil de la punta de aquel pene se introdujo en su húmeda y calida cueva, la estaban montando como a una cerda en celo, se estaban apareando.

A continuación, tres rápidos empujes condujeron el largo y fino pene profundamente dentro de aquella cerda humana, Ana se quedó nuevamente sin aliento, no era el tamaño sino el calor de aquel miembro que la invadía retorciéndose dentro de su vagina, ella empezó a excitarse aun más cuando aquello tocaba sus oquedades, rozando su cuello uterino, tratando de abrir la puerta hasta a sus más intimas profundidades, la bestia se apareaba empujando rítmicamente con la punta de su pene en el interior de aquella hembra, eso es todo pensó ella.

Ana no sentía ningún dolor, ni ira, de hecho no sentía ninguna emoción en absoluto salvó excitación cuando el pene del cerdo exploraba sus húmedas y cálidas  profundidades, luego ella gritó al sentir un fuerte dolor, una daga se adentró en su vientre, el dio un vigoroso empujón, otra vez , cada una provocó un chillido en la cerda que e estaba montando, la punta del pene se había alojado en la estrecha abertura del cuello uterino de ella, el tenia que asegurarse que estaba afianzado firmemente dentro antes de que detener sus envites.

Las lágrimas corrían por las mejillas de ella hasta que el dolor se calmó, el cerdo se detuvo, sólo se escuchaba su jadeo y sus fuertes gruñidos, el con la boca parcialmente abierta había intentado de nuevo morder la cerda humana debajo de él, el chilló y Ana se quedó sin aliento cuando sintió una oleada caliente dentro de su vientre, sentía fuego, lava caliente, el cerdo claramente estaba disfrutando su orgasmo, estaba descargando de sus enormes bolas meses de esperma reprimida, chilló para mostrar su enorme satisfacción.

Ana podía sentir cada chorro de semen caliente que vertía dentro de ella, aquello parecía no tener fin, después de muchos minutos, interminables para ella, los chorros iniciales de semen disminuyeron al igual que los chillidos sólo para ser reemplazados por una sensación caliente que se propagaba por su abdomen, para ella aquello era como si un líquido de consistencia liviana fuese reemplazado por uno más espeso, en realidad así era, después de lo que le pareció una eternidad el cerdo se echó hacia atrás un poco y sacó su  pene de cuello uterino de ella haciéndole sentir otra punzada de dolor, un pequeño grito, luego calma.

Ana creía que el jabalí había terminado, pero él sólo retiró su pene hasta la entrada de la vagina de su hembra, la chica volvió a sentir un líquido caliente esparcirse dentro de ella pero esta vez en su vagina. Varios minutos más pasaron antes de que el comenzara a retirarse lentamente, incluso mientras se retiraba las oleadas calientes de esperma continuaron siendo depositadas en el interior del canal de la chica, finalmente se había retirado aquel extraño pene invasor, así el cerdo se desplazó hacia atrás respirando con dificultad y la desmontó. Una olfateada final y una nueva lamida a la vagina de aquella hembra satisficieron al cerdo quien dejó su semilla dentro de aquella cerda para fecundarla y garantizar su prole, se desplazó más allá de donde daba la luz de la lámpara y se dejó caer pesadamente al suelo.

Durante unos minutos Ana quedó como el cerdo, su plano vientre había quedado abultado como el de una mujer de dos meses, un dolor le punzaba en sus entrañas, se sentía hinchada como un globo allí dentro, la había dejado aturdida y agitada incapaz de creer lo que le había sucedido, un cerdo la había violado, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, al principio lentamente y luego a borbotones, comenzó a llorar en silencio, poco a poco, sin pensar, se arrastró a la tienda de campaña bajo la atenta mirada del cerdo ahora satisfecho, algunos minutos más tarde ella se durmió.

Los primeros rayos de sol golpearon la tienda era todo lo que necesitaba para despertar a la angustiada chica, en posición fetal había dormido acurrucada en la parte superior del saco de dormir, cansada y confundida, sin meterse debajo de las sábanas, los recuerdos de la noche anterior llegaron en tropel y ella comenzó de nuevo a sollozar en silencio, poco a poco se adentró en sus pensamientos e inmediatamente se dio cuenta de la humedad en su vulva, en algún momento durante la noche el tapón de semen porcino se había disuelto y la copiosa eyaculada de aquel animal que habían estado reprimidas por meses fluyeron libremente sobre su saco de dormir.

Ana tocó entre sus piernas y su mano se desprendió pegajosa y húmeda, de olor penetrante, ella todavía estaba goteando semen porcino. El cerdo, giró la mirada hacia la puerta de la tienda abierta donde dormía ella, él no estaba donde se había desplomado la noche anterior, ella miró hacia fuera y sintió una repentina sensación de alivio, pero un gruñido pronto rompió su alegría tísica, justo a la derecha de la puerta de la tienda se encontraba el gran cerdo del pantano, era enorme, más grande de lo que Ana había calculado en la penumbra de la noche anterior.

Ana se encogió, se prepara para huir, pero rápidamente recordó lo que había pasado la noche anterior, no tenía medios para escapar de esa criatura, el cerdo ya la había visto, evidentemente, estaba despierta y le gruñó varias veces, luego bajó su hocico al suelo hundió su nariz en la tierra húmeda y se fue hacia delante, hizo un empuje enorme con la fuerza de sus patas traseras en un alarde de poder, tanto fue que creó un surco de doce centímetros de ancho y aproximadamente metro y medio de largo antes de levantar la cabeza y chillar de nuevo, plantó su cara a sólo centímetros de la puerta de la tienda, espuma blanca había sobre sus labios salpicados de suciedad, los ojos pequeños y brillantes perforaron los ojos de Ana formulando una demanda sin palabras.

“¡Dios no otra vez!” pensó mientras se ponía de rodillas saliendo de la tienda, una vez fuera dejó de hacer cualquier intento de ponerse de pie, el se acercó a ella y le levantó la cara juguetonamente con su hocico, así como en broma. Él bajó su trompa hacia el vientre de ella y suavemente la tocó con la punta de su nariz antes de recorrer su hocico húmedo y pegajoso a lo largo de sus costillas hasta llevar cerca de sus hermosos senos, luego con su papada le acarició la espalda, finalmente restregó sus mejillas con las de ella.

Con su nariz contra la mejilla de Ana resopló nuevamente “Hugh, Hugh, Hugh”, rociaba la cara de ella cual aerosol antes de empujar el hombro de su pequeño cuerpo obligándola a alejarse un poco, Ana se volteó dándole la espalda al cerdo, el fué hasta su trasero y la olfateó brevemente, volvió a chillar, Ana supo lo que venía después, el se movió sobre ella y su pene prensil empezó a acariciar la húmeda y resbaladiza entrada de ella, comenzó su búsqueda.

La mochila de Ana estaba cerca, tanto como para tirar de ella y tomarla como apoyo adicional para descansar sus brazos, posando su pecho sobre el descansando los codos. Con la espalda recta el cerdo distribuyó su peso uniformemente desde las caderas hasta los hombros, a diferencia de la noche anterior era más acertado en la búsqueda de su vagina, a medida que la bestia se movía rápidamente hacia adelante y hacia atrás en su intento de penetrarla aruñó con sus patas delanteras la espalda de la chica sacándole sangre, ella dio un grito de dolor.

En una respuesta natural, la chica movió sus piernas separándolas para evitar nuevas lesiones, mientras lo hacía facilitó que la punta torneada del pene del cerdo hurgara mejor dentro de ella, dentro de su vagina el continuó chillando y gruñendo mientras daba cada empuje sobre el pequeño cuerpo que yacía debajo de él. Después de varios minutos de embate el pene estaba firmemente arraigado en el interior del cuello del útero de su compañera sexual. A ella le faltaba el aire de los golpes que le había dado la impaciente bestia, el delgado pene que giraba como taladro le había ocasionado de nuevo dolor en su vientre, pero no fué tan malo como la primera vez y sin duda no fue algo inesperado.

Con el contacto estrecho entre sus cuerpos Ana sintió la semilla que surgió de las profundidades testiculares del enorme cerdo cuando comenzó a fecundar su útero con su caliente semen. Ahora que la bestia había calmado sus vigorosos embates la chica sintió una sensación casi reconfortante desde el bajo vientre, su piel estaba erizada mientras ella explotaba en un enorme y saciante orgasmo,se sentía sucia y excitada, contrariada pero entrega completamente en una especie de transe sentía el calor que emanaba del abdomen de aquella bestia que la estaba tomando para si, que la poseía.

El no tenía prisa, descargaba toda su semilla para fecundar a esta pequeña cerda, el sentía su cuerpo, la suave piel, todo lo estimulaba él no quería nada más que permanecer unido a ella todo el tiempo que pudiera.

Por su parte Ana había encontrado placer en la calidez del semen que se vertía dentro de ella, los chorros parecían no acabar. No fue hasta que el cerdo se separó finalmente del cuello uterino causándole nuevamente dolor punzante a la chica, dolor que le devolvió de golpe a la realidad de lo que estaba sucediéndole.

El cerdo, aún sin terminar, le ofreció su abundante ofrenda con esa tercera etapa eyaculatoria, taponándole todo su semen en las entrañas, mientras retiraba su delgado y largo pene de mala gana de las profundidades de aquella pequeña y extraña cerda.