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Crónicas Animales: Ana y el cerdo salvaje Cap 2

en Zoofilia

Crónicas Animales: Ana y el cerdo salvaje – La incursión.

Continuación del relato: Crónicas Animales: Ana y el cerdo salvaje

Después de una aspiración y un pequeño empujoncito el animal se alejó varios metros, sólo para acostarse bajo un árbol en el borde del claro, Ana lo vio moverse antes de que ella se levantara desde la posición en que estaba, de pie se inspeccionó, estaba cubierta de barro de pies a cabeza y detrás de sus caderas, las piernas cubiertas de los fluidos secos del cerdo, sus costillas y caderas estaban arañadas, algunos hematomas estaban empezando a aparecer en ambos lugares, había un corte algo feo sangrando en su pantorrilla, su pelo estaba enmarañado, tenia excoriaciones en el cuello y varias lágrimas secas en su bata de pintar fueron parte de lo que heredó de aquella experiencia de sexo duro con el gigante animal, una breve inspección de su otrora apertura virginal denotaba la hinchazón, revelando un leve sangrado con algunos puntos sensibles, pero ningún daño evidente, internamente Ana sentía el fuerte tapón de pegajosa y gelatinosa contextura que le produjo el semen porcino, ella quería quitarlo en ese justo instante pero decidió hacerlo cuando se fuese a lavar, por el momento su vientre ligeramente redondeado cual mujer embarazada en sus primeros meses daban pruebas del fluido que nadaba en su interior.

Una serie de gruñidos atrajeron su atención hacia el cerdo, éste se puso de pie, Ana se quejó con un pequeño ademán de susto ya que el negro animal se acercaba balanceándose hacia ella, no lo pensó dos veces y agachándose a cuatro patas se posó en el suelo a la espera de otra buena cogida, se abrió a la bestia ofreciéndole nuevamente su sexo, el la olió y acariciándole a lo largo de su cuerpo finalizando en la cara como lo había hecho en los dos apareamientos anteriores, luego un par de rápidas olfateadas en el trasero de la hembra, que ya le pertenecía, se escurrió entre los arbustos cercanos a la orilla del pantano y desapareció.

Sorprendida y aliviada se incorporó rápidamente, agarró un poco de jabón y una toalla y se precipitó hacia el riachuelo, tan rápido como podía pues el semen en su interior le presionaba causándole un poco de incomodidad y sorpresa, pues a pesar de su caminata el tapón de gel permanecía firmemente en su vagina, frustrada y sin poder sacar lo que dentro tenía, se resignó a dejarlo allí. Después de aplicarse un poco de primeros auxilios, esencialmente para el corte en su pantorrilla, cocino algo para desayunar incluyendo una buena taza de café.

El sol estaba alto cuando hubo terminado, aproximadamente las 11 de la mañana supuso, no era buena calculando la hora con el sol, había permanecido desnuda hasta este punto en la espera de que su bata se secara, el cerdo no había regresado por lo que ella concluyó que aquel animal había conseguido lo que buscada y que por ahora la dejaría en paz, ya no le tenía miedo y para su propia sorpresa tampoco sentía rabia hacia el, de todos modos probablemente lo mejor sería marcharse aún cuando sería difícil de explicar un poco el obvio daño que tenía su cuerpo incluyendo lo que su útero guardaba.

Ella cavilaba acerca de los diversos puntos entre irse o quedarse, en ese momento la bestia regresó, - “¡mierda!” - pensó ella, el estaba cubierto de una fresca capa de barro del pantano y tenía algunos rastros de raíces colgando en su boca, el gran cerdo aún no había terminado con la chica, sólo se había ausentado para alimentarse, pues debía recobrar fuerzas, la bestia se desplazó en línea recta hasta Ana y aunque ella no se había vuelto a poner en cuatro el la volvió a olfatear, el animal se puso directamente detrás de ella abriéndole sus redondas nalgas introduciendo su hocico, pensando que quería aparearse con ella nuevamente se dejó caer sobre sus manos y rodillas agarrando su mochila y el saco de dormir para tener mejor apoyo, una vez más Ana fué empujada por el cerdo y gateó un poco hacia adelante manteniéndose en cuatro patas, después del tercer empujón el animal se alejó unos 5 metros y se detuvo, se dio la vuelta mirando directamente a la pequeña chica que yacía desnuda, Ana se dio cuenta de que el quería que la siguiera, se puso de pie y se acercó a la cabeza del animal, él le empujó levemente por la cadera, más suave esta vez y ella se alejó caminando con la enorme bestia a su lado, la satisfecha-cerda-rosada-que-caminaba-en-dos-patas entendió lo que quería el animal: acelerar el ritmo.

Ana tuvo que acelerar para mantenerse al lado del animal pero el bamboleo en su panza le recordó que aún no se le había salido el tapón de esperma que tenía desde hacia unas tres horas, por una media hora más viajaron manteniendo ese ritmo, las constantes sacudidas causaron que la semilla del animal contenida dentro de ella provocaran la liberación del tapón gelatinoso, brotando así grandes cantidades de espermatozoides porcinos atrapados en su útero, cubriéndole los muslos y el interior de las piernas.

Finalmente se detuvieron, hacia adelante a una centena de metros entre pantano y matorrales habían unos graneros y una casa, aún más cerca de todo habían unos corrales y dentro de éstos visualizó a los cerdos.

El animal se dejó caer pesadamente en una pequeña isla de hierba emitiendo un gruñido, ella le secundó, la isla era apenas lo suficientemente grande para ellos dos en la orilla del pantano, se quedaron allí durante unos diez minutos, por primera vez Ana fue capaz de obtener una buena vista de su bestia compañera, su cabeza y corto cuello tenían el doble de grande que la de ella, su vientre estaba cubierto escasamente de vello negro y los testículos, del tamaño de una bola de baloncesto, se movían lentamente a medida que el cerdo respiraba superficialmente, se giró lentamente para obtener una mejor “visión” de su “pareja”, - “¡Que bolas tan impresionantes!” - Pensó ella mientras hacía la comparación con las de sus hermanos, - “no es de extrañar que pudiera llenarme con tanto semen en cada cogida” - pensó nuevamente.

 

El cerdo bramó detrás de ella y ésta giró su cabeza para ver que sucedía, el hocico aspiraba el aire, devorando el aroma que Ana le estaba ofreciendo tan cerca de su rostro, ella se volteó rápidamente girándose, pero el animal había sentido de nuevo su esencia y se puso de pie, Ana también se acomodó a cuatro patas y se puso algo del musgo suelto del pantano debajo para soportar el peso de aquel macho, una revisión rápida de los labios vaginales le indicó que ella todavía estaba goteando y su entrada estaba bien lubricada, el no perdió tiempo mientras erguía todo su peso sobre el diminuto cuerpo, en comparación, comenzó a tantearla con su pene, sus embestidas eran menos vigorosas que en la mañana, pero más precisas, Ana sintió el resbaladizo miembro a través de las caderas y luego en la cara interna del muslo derecho, el prensil y móvil órgano en un momento tocó su cóccix, ella separó las rodillas un poco para bajar más su cuerpo y mantener sus caderas entre las patas del animal, al rato luego de intentarlo varias veces aquel taladro de carne se deslizó dentro de ella y se salió nuevamente, Ana se empujó hacia el cerdo y sintió su pene hacer contacto con sus labios vaginales, al mismo tiempo que la punta torcida se ubicaba en la entrada de su vagina, el embestía menos que la vez anterior y Ana conjeturaba pensando que se debía a la estrecha cercanía de la granja, a el le tomó varios minutos sentir el cuello del útero de la cerda, todo era más lento, más silenciosos en ese momento, el gruñó y resopló mientras hacía todos su esfuerzo posible para aparearse con aquella hembra que le excitaba tanto, Ana por su parte totalmente desnuda se sentía protegida por la calidez y el gran tamaño del animal, tenía los vellos de su cuerpo totalmente erizados, incluso, por la cercanía, podía sentir el aumento en los latidos del corazón de su amante cuando se deslizó dentro de su útero, a continuación sintió una súbita elevación de los latidos del corazón de aquel animal, la empujó fuerte, cuatro o cinco veces, Ana gritó fuertemente, no pudo evitarlo, retorciendo la punta del pene sentía como éste se clavaba en su vientre, sin duda alguna esta vez fue más profunda que las veces anteriores, ¡vaya que dolor!.

 

El grito había sido escuchado por los perros en la granja, los ladridos atrajeron la atención del agricultor, dos hijos y una mujer quienes salieron al patio de la casa, el cerdo se quedó muy quieto, había dejado de gruñir pero su frecuencia cardiaca se mantenía alta.

 

El malestar que le producía aquello cada vez que invadía su espacio más sagrado no disminuía, ella se quejó tratando de no hacer ruido, la cabeza del animal se levantó, irguió sus orejas para captar mejor cada sonido que provenía de la granja mientras su baba salpicaba el cabello y el cuello de la chica.

 

–  “¿Viste lo que era Mario,” – dijo el viejo sobre la parte trasera de un tractor preguntando a ver si habían visto algo, – “no pa” – respondió el muchacho, – “no podría decir de qué dirección venía o bien podría haber sido un puma, pero no he visto uno en bastante tiempo, ¿dejo salir a los perros?” –  preguntó, mientras el viejo Toño respondía – “No, mejor no, si escuchas algo de nuevo pudiera ser.” con la que el anciano volvió dentro de la casa, el viento soplaba en contra, en sentido contrario de la granja por lo que los perros no estaban percibiendo ningún olor de la pareja que se apareaba un par de hectáreas afuera, una vez más, todo quedó en silencio.

El negro animal había estado dentro del útero de la chica desde hacían ya unos buenos diez minutos, permanecía sin moverse, la incomodidad de la profunda penetración se había vuelto un poco más tolerable, en lo que el cerdo comenzó a mecer sus caderas lentamente, casi imperceptible la punta de aquel miembro se comenzó a torcer cual taladro hasta que se afianzó aún más en los limites internos del vientre de aquella muchacha, Ana se quejaba cada vez más, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas tratando de soportar el dolor que le causaba mientras ahogaba los gritos que podían haberle ofrecido cierto alivio psicológico.

 

Por los minutos siguientes el único movimiento eran las ondulaciones del pene del animal, oleadas que iban desde sus enormes bolas y desembocaban en las profundidades de la hembra tratando de preñarla con su semilla, el malestar disminuyó y desapareció casi al mismo tiempo en que la bestia comenzó a eyacular copiosamente, en la medida que el calor se extendía dentro de la chica ella se quedaba en silencio. Debe haber tomado una buena media hora antes de que el se empezara a desenganchar, Ana mordió un bocado de musgo para sofocar sus gritos de dolor, treinta segundos tomó la retirada del pene de su cuello uterino, parecía una eternidad, luego, el malestar se fue, ella no supo cuando el animal finalmente hubo terminado con ella, pues, ésta se había desmayado.

Ana volvió en sí lentamente, todavía tenía aferrado al suave musgo contra sus pechos y en su boca, no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, no podía calcularlo, lo que sí sabía era que su amante se había vuelto a sentar a su lado y tenía su enorme cabeza descansando sobre sus patas delanteras con las orejas erguidas apuntando hacia la granja, ella se enderezó y cuando lo hizo un pequeño tirón de dolor se disparó en su abdomen inferior – “¡Me has herido! tu… ¡gran trozo de tocino con patas!” – increpó ella con rabia al gran animal que yacía a su lado, el giró su cabeza bruscamente hacia ella golpeándole en el hombro, el movimiento repentino parecía una advertencia para que ella se estuviese tranquila el cual se cumplió, en ese momento tenía pocas opciones, al final de cuentas ¿que podía hacer?, ¿correr a la granja desnuda cubierta de barro, con los cabellos cubiertos de babas mientras el semen del cerdo se escurría desde su vagina hasta sus pies?, No! eso no era en absoluto opción alguna si quería seguir viviendo en aquel poblado, su otra opción era quedarse con el animal hasta que perdiera interés en ella como hembra, se quedó tranquila sin más nada que hacer, al rato se giró sobre su espalda y con el dedo medio trató de tocar dentro de su vagina, – “maldición”, pensó –nuevamente estaba completamente taponada.

Estaba atardeciendo cuando Ana se despertó de un sobresalto, habían voces y los perros ladraban fuerte, el cerdo ya no estaba a su lado, ella permaneció completamente inmóvil, con miedo a ser descubierta, se dio cuenta que los perros se dirigían al sur lejos de la posición de ella, permaneció en silencio, casi sin moverse en lo absoluto por quizá otra hora más hasta que la sed y la inminente necesidad fisiológica se convirtiesen en un motivo de fuerza mayor para moverse, recordó que de regreso, a corta distancia, había un arroyo que parecía tener agua fresca y muy clara, se dirigió hacia allá, se había ido por unos quince minutos, cuando volvió el animal estaba de vuelta y los ladridos se escuchaba lejos en la distancia, del resto todo lo demás estaba en silencio.

Con los últimos rayos del sol detrás de ellos el cerdo se movió lentamente hacia los corrales que estaban al lado del granero, Ana vaciló, pero igualmente le siguió, llegaron hasta la granja pasando desapercibido, excepto por los cerdos en el chiquero, el animal inteligentemente comenzó a empujar la puerta, el ruido fue aumentando y Ana se estaba poniendo nerviosa e incomoda, entonces una voz exclamó desde la casa, – “¡eh!, ¿quién está ahí?” –, era el viejo Toño, poniéndose en acción ella sacudió el pestillo de la puerta y la abrió, el salvaje animal dio un chillido y comenzó a correr rápidamente hacia el pantano, detrás iban Ana y algunas cerdas escapadas que les seguían.

Tomó una hora y media para llegar al campamento de Ana, tres cerdas domésticas y el cerdo salvaje se echaron para descansar, ella lo hizo igualmente, el malestar en su vientre se hacía notar, esta vez el animal le había dado una buena eyaculada – “pareciera que preñadaza de varios meses” – pensó, mientras tanto el animal se mantuvo alerta y nervioso todo el tiempo mientras escuchaba, una media hora pasó y el reaccionaba a cada sonido, se levantó y llegó hasta donde estaba Ana, olió su entrepierna y parecía estar satisfecho, a continuación, se giró hasta donde estaban las cerdas antes de emitir una serie de gruñidos, las cerdas jóvenes se pusieron de pie inmediatamente, pero Ana no se movió, el se le acercó y la empujó para que se levantara pero no lo hizo, ella estaba ensimismada en sus pensamientos, finalmente, el se dirigió al borde del claro con las tres cerdas, se detuvo una vez más, se giró, la miró y le volvió a gruñir como pidiéndole que le siguiera, al ver que esta otra hembra de dos patas no reaccionaba el se giró y desapareció en la pantanosa oscuridad. Ella como pudo, adolorida como estaba, llegó hasta su carpa y simplemente de desplomó sobre su bolsa de dormir.

Ana se levantó temprano, se dio un baño reparador y luego preparó un buen desayuno, empacó sus pertenencias cuando los ladridos de los perros se aproximaban rápidamente hacia ella, hizo una pausa en medio de su última tarea, apagó el fuego, alguien estaba detrás de ella, era el viejo Toño y sus hijos, se detuvo y los sabuesos comenzaron a rondar por los alrededores.

–  “¿Qué más Toño?” –, le preguntó tan casualmente como pudo.

– “Hola joven Ana, anoche perdí algunos animales por culpa de ese desgraciado cerdo salvaje del que he estado hablando, ¿has visto algunas cerdas con un enorme cerdo negro?” –, preguntó el viejo mientras ella le respondió – “No puedo decir que he visto ninguna gran animal pero había algunos cerdos aquí ayer en la noche, se detuvieron por un tiempo y luego se fueron por la derecha, estaba en mi carpa a punto de acostarme cuando llegaron, me molestó un poco, ellos se detuvieron cerca pero no se acercaron a mi tienda” –

– “¿Estás segura que no había un cerdo gigante con ellas” –, preguntó toño nuevamente,

– “Estoy 100% segura viejo Toño” – Ana le respondió al anciano.

– “¿No viste una persona con el supongo, una mujer tal vez?” – preguntó nuevamente el viejo, Ana sacudió la cabeza y sonrió, a continuación uno de los muchachos dice desde unos metros más adelante que los perros tienen la pista nuevamente, los hombres y los perros se alejaron dejando a Ana sola nuevamente en el pantano.