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Patricia

en Orgías

Mi nombre es Patricia; tengo 38 años, 2 hijas de 8 y 5 años, y estoy felizmente casada con el hombre de mi vida, Jorge, que tiene 45 años. 

Esta historia sucedió hace unos meses, y realmente cambió mi vida sexual.  A Jorge y a mí nos gusta el sexo, y a pesar de que llevamos muchos años juntos,  follamos varias veces a la semana, y seguimos disfrutando el uno del otro.  Una de las cosas que hacemos para mantener el deseo, es salir a cenar con regularidad, al menos una o dos veces al mes. Esa noche, nos ponemos guapos, vamos a cenar a un buen restaurante de la ciudad y bebemos buen vino. Después nos tomamos una copa en algún local de moda, y terminamos follando apasionadamente cuando llegamos a casa. Alguna vez nos hemos ido a otra ciudad y vamos a un hotel, y otras, por dar más morbo al tema, hemos acabado follando en el coche, como cuando éramos jóvenes.

 A mí me gusta vestirme sexy para esas noches. Me pongo ropa interior cañera, medias de liga, vestidos ajustados, cortos y escotados, y taconazos. A Jorge le encanta verme así, y se pasa la noche con ganas locas de llegar  a casa y empotrarme en el mismo recibidor. Alguna vez incluso me atacado en el ascensor, jugando con el morbo de encontrarnos con algún vecino.

 Aquella noche yo me había puesto un vestido rojo de infarto. Ajustado como una segunda piel haciendo destacar mis apetecibles nalgas; bien escotado de forma que dejaba ver un canalillo interminable que realzaba mis buenas tetazas, grandes y firmes, y corto a mitad de mulso. Llevaba unas medias transparentes con blonda de encaje en la parte alta de los muslos, y un conjunto de tanga y sujetador negro y champagne que me quedaba espectacular. Sandalias doradas de tacón alto para completar. Jorge andaba caliente desde que me vio vestirme en casa. El iba muy guapo, con un traje negro italiano que le realza su cuerpo atlético, y una camisa blanca, sin corbata

 Fuimos a cenar a un sitio muy de moda de nuestra ciudad. Se trata de un sushi-bar muy animado, y con clientela más bien joven, pero de buen nivel. Antes de cenar habíamos estado tomado un coctel en la barra, y allí pude comprobar que tenía dificultades para tapar con mi falda el encaje de mis medias al sentarme en la silla alta. De hecho, más de uno se dio cuenta de este detalle, y permanecía con un ojo en guardia por si se veía algo más.  Jorge se dio cuenta, pero lejos de molestarse, esta situación le gustaba, pues le pone caliente que me miren.

 Tras degustar unas delicias japonesas regadas con un vinito blanco que entró con suma facilidad, decidimos ir a tomar una copa. Salimos del restaurante contentos y sin rumbo fijo, cogidos de la cintura, con idea de entrar en cualquier pub de la zona en el que viéramos buen ambiente. Fue entonces cuando pasamos por la puerta de un local de música latina en el se veía bastante animación en la puerta.

-¿Y si nos metemos aquí? Propuse

- ¿Aquí? ..ya sabes que no se me dan bien los ritmos latinos – dijo Jorge, pero si te apetece..

- Nos tomamos un roncito o una caipirinha y nos vamos.

- Bueno…

La verdad es que Jorge no se resistió mucho. Con tal de tomar una copa y oír música le daba igual.

Al poco de sentarnos en una mesa próxima a la pista de baile, y llevar medio cubalibre en el cuerpo, un joven mulato se nos acercó, y con educación y acentos caribeños, le pidió a Jorge permiso para sacarme a bailar. Jorge me miró para ver mi disposición. Asentí levemente con un gesto y Jorge le dijo: Adelante.

El mulato me tendió la mano, y con un estilo de otra época, me llevó de la mano a la pista de baile, cerca de nuestra mesa para que Jorge pudiera vernos.

Sonaba en ese momento una bachata, y Toni, así me dijo que se llamaba, me manejaba a su antojo con gran maestría, poniendo una mano en la parte baja de mi espalda. De hecho, cuando girábamos de forma que quedábamos de frente hacia la mesa, su mano se deslizaba y rozaba la parte alta de mis nalgas. Creo que ya entonces pudo notar la goma de mi tanga. Yo me dejaba llevar manejada por aquel chico joven (no tendía más de 25 años), alto, musculoso, y que juntaba su cuerpo con el mío, haciendo que mis pechos rozarán su torso, y su paquete mi vientre. Fue realmente muy sensual, pero tras un par de piezas consideró que era suficiente, y me llevó de la mano hasta la mesa.

-Muchas gracias, caballero. Su esposa, además de muy bella, es una gran bailarina.

Jorge asintió sonriendo y me miró divertido.

-       ¿Qué tal?

-       Muy bien, la verdad es que da gusta bailar con alguien que sabe, y no te lo tomes a mal

-       Tranquila, soy consciente de mis limitaciones; me gusta que te diviertas

Aun no nos habíamos terminado el cubata, cuando se acercó otro chico más negro que el anterior, y más fornido, pidiendo también bailar conmigo

-       Claro, faltaría más –respondió Jorge, animado con la situación.

John, que así se llamaba, me sacó a bailar un merengue. Se movía como una serpiente, y me llevaba de un lado a otro de la pista, dándome vueltas sin parar, haciendo conmigo lo que quería. Cuando se quedaba de tras de mí, cosa que hacía metiéndose entre la gente, arrimaba su aparato a mis nalgas de forma que yo lo notaba sin dificultad, y pasaba sus manos desde mis muslos hasta rozar mis tetas, mientras yo me contorneaba y cogía su cuello desde delante. Cuando me volvía a poner en frente suyo, bajaba sus manos hasta mis nalgas y las sobaba sin cortarse un pelo. Entre los meneos, la música, las luces y el alcohol que a esas alturas ya había bebido, yo estaba extasiada, y aquellos tocamientos me estaban poniendo muy caliente.

Regresé a la mesa tras recolocarme el vestido que se había subido un poco, mostrando el encaje de mis medias. Y me senté otra vez con Jorge, que ya iba por mitad de la segunda copa

-Uf, mi amor!. Como baila este tío!, y menudo sobeteo me ha pegado!

-¿En serio?- rió Jorge

- Me ha tocado el culo todo lo que ha querido, ha comprobado la consistencia de mis tetas, y me ha restregado su paquete por delante y por detrás

- Ah, sí?, y tú que estás, ¿caliente como el rabo de una sartén, o qué?, me dijo mientras me metía mano por debajo de la falda, hasta rozar mi tanguita que ya estaba húmedo

- Si mi amor. Entre el uno y el otro me están poniendo como una moto

- Ya lo noto, ya..-Jorge se reía, pensando en la faena adelantaba que llevaba para cuando nos fuéramos a casa..

Fue entonces cuando ambos bailarines se acercaron a al mesa, cubata en mano.

- Se presentaron de nuevo Toni y John, con unos tequilas a los que nos invitaron, y tras entablar algo de conversación trivial, volvieron a comentar a Jorge lo bella que era, el cuerpo que tenía, y lo bien que me movía.

Sonó entonces una lambada, y pidieron permiso a Jorge para bailarla los dos conmigo.

-       Por supuesto, se lo estáis haciendo pasar en grande- les dijo Jorge, que ya estaba un poco borracho, recostado sobre su sillón, y sin parecer importarle lo que aquellos dos pudieran hacer conmigo en la pista.

Ellos se dieron cuenta, y me llevaron hacia el lado opuesto de la pista, donde era imposible que Jorge nos viera, pues había una barra en medio, y estaba lleno de gente bailando

Comenzaron a moverse como dioses y pasarme el uno al otro como si fuera de goma. Metían su pierna entre las mías, haciendo que la falda subiera hasta casi verse mi tanga, me aprisionaban entre sus cuerpos metiéndome mano por todas partes y restregando sus pollas ya empalmadas contra mi cuerpo, a la vez, por delante y por detrás. Besaban mi cuello y me susurraban al oído, poniéndome a mil. No pude evitar bajar mis manos a sus paquetes, y comprobar los tamaños y grosores de aquellas herramientas, las cuales prometían cumplir con el tópico.

Nadie parecía darse cuenta del repaso que me estaban dando, o quizá sí, pero parecía lo más normal del mundo en aquel ambiente en el que el olor a maría lo inundaba todo.

Cuando acabó la lambada los dos me besaron en la boca y me susurraron que me fuera con ellos…

-       Joder, cómo me habéis puesto, cachonda perdida..necesito ir al baño.

Me dirigí hacia el pasillo que llevaba a los baños, y me siguieron. A mitad de pasillo, me cogieron de la mano y me metieron en un cuarto que servía de almacén para bebidas. John comenzó a morrearme, mientas metió su mano por debajo de la falda, y llegó hasta mi coño por encima de mi tanga. Puso allí su manaza y comenzó a frotar con fruición. Toni se puso detrás. Me tenía cogida por las tetas mientras besaba mi cuello y me chupaba una oreja. Entonces abrió el vestido por el escote, y sacó las tetas que salieron en todo su esplendor. John empezó a chuparme la izquierda, Toni la derecha, mientras seguían frotando mi coño y mis nalgas. Nunca me habían chupado las dos tetas a la vez, y la verdad es que fue un placer indescriptible. Yo mientras, seguía sobanado sus mástiles por encima de los pantalones.

Dejaron entonces mis tetas, y se sacaron sus pollas. Me quedé boquiabierta viendo aquellas imponentes vergas, negras, duras como piedras, la de Toni más larga, la de John más gruesa, pero ambas descomunales para lo que yo estaba acostumbrada.

-       Vamos preciosa, que lo estás deseando. Empieza a chupar.

Me puse en cuclillas entre ellos, las tetas fuera, la falda subida, y el tanga movido a un lado, y comencé a chupar aquellas pollas como si no hubiera un mañana: de arriba abajo, lamiendo, metiéndomelas en la boca hasta donde cabían, chupando sus huevos, metiendo los dos capullos en mi boca a la vez. Mientras ellos seguían sobando mis tetas a placer, moviéndome la cabeza a su antojo.

Entonces me levantaron, y Toni me puso apoyada de cara a unos cajones de bebida, subió la falda, apartó el tanga y me dijo.:

-       Ahora vas a ver como se siente una polla negra de verdad. Te vamos a follar aquí mismo..

Aquello me hizo reaccionar; Jorge debía ya estar preocupado, y las cosas habían llegado demasiado lejos..

-       No, esperad. Aquí no. Dejadme que hable con mi marido.

Me miraron con cara de incrédulos, desconcertados, y me dejaron salir, no sin antes recomponerme en la medida de lo posible. Llegué hasta la mesa donde estaba Jorge, que ya no sé cuantas copas llevaba..

-       Mi amor, ¿de donde sales? Por la cara de vicio que traes parece que el baile ha sido movidito.

-       Mi amor, no sabes como me han puesto. Estoy totalmente empapada- hice una pausa. Quiero que me follen los dos.

-       ¿Cómo? – A Jorge pareció que se la pasó la borrachera de golpe..

-       Que quiero que esos dos me claven sus pollazas negras y me hagan gozar como una perra. Y quiero que tú también me folles con ellos.

Jorge se quedó mirándome pensativo, mientras John y Toni nos lanzaban un saludo desde la barra. Jorge los miró, me volvió a mirar y dijo.

-       Vale. Un día es un día, y quiero que disfrutes del mejor sexo. Si eso es lo que quieres, vamos.

Le di un morreo húmedo y caliente mientras le acariciaba la polla por encima del pantalón y acto seguido hice un gesto a mis negros para que nos siguieran. Llegamos al parking donde habíamos dejado el coche, y sin mediar palabra, Toni y John se subieron en el asiento de atrás conmigo, uno a cada lado mientras Jorge conducía. En el trayecto a casa sacaron de nuevo mis tetas del vestido, y sus pollas a pasear. Yo me inclinaba primero hacia una, luego haca otra, tratando de que ellos gozaran al máximo de mi mamada, y saboreando aquellos fantásticos trozos de carne. Mientras se la chupaba a uno, el otro subía mi falda y me metía los dedos en mi coñito mojado. Jorge asistía por el retrovisor al tremendo espectáculo que le estábamos dando. A duras penas conseguía poner suficiente atención en la conducción.

Llegamos a casa y en trayecto del garaje hasta el ascensor y dentro de este seguían metiéndome mano por todas partes, morreándome con los tres.

Nada más entrar fuimos al salón. No tardaron ni cinco segundos en quitarme el vestido. Sacaron de nuevo mis tetas del sujetador y se abalanzaron cada uno sobre una de ellas. Mientras Jorge se puso detrás, y me metía la mano por dentro del tanga, frotando mi clítoris y metiéndome un par de dedos. ¡Dios, qué placer!

Hice sentar a los dos negracos en el sofá y les ordené quitarse la ropa. Allí estaban los dos con sus vergas apuntando hacia el cielo. Caminé a gatas hacia ellos como una gata en celo, con las tetas colgando, y el tanga, las medias y las sandalias como única indumentaria. Jorge se sentó en un sillón y contemplaba la escena mientras acariciaba lentamente su polla, también inhiesta.

En esa misma posición, cogí cada uno de aquellos rabos con una mano, y les di la mamada de su vida. Mientras Jorge se puso de tras, y tras darme unos cuantos lengüetazos en mi coño empapado, me la calvó de un solo golpe. Me follaba con fuerza, mientras me decía: - Vamos, puta. Chupa esas pollas como sólo tú sabes. Haz que vean las estrellas- Yo mientras pugnaba por mamar aquellas vergas, aguantando los fuertes envites que mi marido me atizaba desde atrás, mientras me agarraba de la cintura y me daba alguna que otra nalgada.

Paró a tiempo antes de correrse y entonces me dijo. – Ya estás lista para ellos, m amor.

Me levanté, me quité el tanga, y me decidí por Toni. Así, sentado en el sofá como estaba, me subí sobre su mástil. Me fui dejando caer lentamente para ir gozando cada centímetro que entraba en mi vagina. El mientras se cogía a mis nalgas para modular el movimiento, y me lanzaba lengüetazos a las tetas

-       Ooooooooohhh, --- grité una vez aquel falo llegó al fondo de mi vagina. Poco a poco aceleramos el ritmo y fui disfrutando de aquella follada. John y Jorge se pusieron de pie en el sofá, uno a cada lado, para que siguiera chupando sus pollas mientras Toni me follaba. Me corrí dos veces y después de un rato cambiamos. –Ahora quiero sentir tu rabo John.

-       Me puso a 4 patas sobre la alfombra. Restregó su enorme capullo por mi coño varias veces…- Vamos cabrón, métemela ya que no aguanto más-le grité.

Y de un solo golpe insertó aquella verga gruesa como un vaso de tubo en mi coño

-       Diossssss! Me vas a partir cabronazo. Sigue!- Yo ya estaba ida. Toni y Jorge se pusieron delante, ofreciéndome sus pollas mientras sobaban mis tetas que se balanceaban con los movimientos que aquella mala bestia me estaba propinando. La polla de John había entrado por completo en mi dilatado coño, y sus huevos chocaban contra mis nalgas, resonando en todo el salón, junto con mis jadeos. Metió un dedo en mi culo y luego otro, mientras me seguía dando candela. Me volví a correr.

Cambiaron de nuevo. Jorge se sentó en el sofá. Y me hizo sentarme encima, de espaldas a él. Pero esta vez dirigió su polla a mi culo, que ya estaba preparado para él. Me sentó poco a poco y me la clavó entera .Toni sobaba mi coño y mis tetas. John se puso al lado y me dio a chupar su verga.

Entonces Toni se puso delante y  dirigió su polla a mi enterrado coño. Jorge pará un momento sin sacar su polla de mi culo, y Toni comenzó a introducirme lentamente su interminable falo en mi vagina.

-       Hoooostia! – grité. Nunca me había metido dos pollas de carne y hueso a la vez, sólo de plástico, y  noté como mi cuerpo se llenaba de carne y se ofrecía entero. Me corrí varias veces más y cambiamos de nuevo.

-       Ahora fue John el que se sentó en el sofá y me subí encima de él, metiéndole las tetas en su cara y su polla en mi abierto y encharcado coño. Una vez encajada, Toni se pusó detras, y adentró su verga en mi culo. Por fin tenía lo que quería. Aquellas dos pollazas negras follándome a la vez, una en cada agujero. Disfruté de aquel momento interminable. Corriéndome una vez tras otra. Jorge me la metió de nuevo en la boca, para acallar mis bramidos y completar el cuadro.

Aun cambiaron una vez más, pues John no quería dejar de follarme el culo.

Toni se tumbó en el suelo, me subí a horcajadas encima de él, y John desde atrás consiguió meterme no si dificultad su tranca. Yo seguía chupando la polla de Jorge, que aguantaba más que nunca sin correrse.

Tras no sé cuantos orgasmos más, desinsertaron sus pollas y me tumbaron boca arriba. Jorge se masturbaba delante de mi cara. Toni puso su polla entre mis tetas, el capullo me llegaba a la boca. John, incansable, seguía follándome el coño frenéticamente.

Jorge y Toni se corrieron casi a la vez, llenado mi cara y mis tetas de abundante lefa. Un par de minutos después, y tras atizarme con toda su alma, John sacó su verga de mi coño y se corrió abundantemente, llegando sus chorros desde mi cuello hasta mi pubis.

Quedé tumbada en la alfombra del salón, exhausta y cubierta de lefa. Chupé las tres pollas hasta dejarlas limpias, mientras chorretones de lefa resbalaban por mi cuerpo.

En algún momento los negros se marcharon, y Jorge me llevó a la ducha y después a la cama donde me dormí profundamente hasta la tarde del día siguiente.

Cuando desperté pensé que todo había sido un sueño, de no ser por la irritación que sentía en todos los orificios de mi cuerpo y las marcas que había en mis nalgas y mis tetas. Sí, todo había sido cierto. Maravillosamente cierto.