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Mi mujer y mi cuñada

en Voyerismo

 Acabamos el fin de semana en la playa, y a la vuelta, mi mujer, mi cuñada y yo, decidimos quedarnos en nuestra casa.

Su hermana, mi cuñada, vivía apenas cruzando la calle, en el chaflán de delante, pero para que no se quedara sola, porque el resto de la familia estaba en a playa, se quedó a dormir en casa.

 

Al dejar las bolsas, preguntó a su hermana, si tenía algo para ponerse para dormir.

 

Maria la hermana de mi mujer, es castaña, menuda, de pechos pequeños pero firmes. Un buen culo y una figura, en la que yo hasta entonces, no había reparado, pero estupenda, bien formada, de curvas pero muy delgada. Un sueño, emana erotismo por todos su cuerpo.

 

Llevaba unos vaqueros cortos ajustados, pero no en plan sexi ni apretados, ni marcando, pero sin querer excitar, siendo una prenda, sin ánimo alguno, a mí me excitaba.

Una camiseta normal, sin mangas, que no se ceñía en absoluto, pero que cuando se elevaba algún brazo, por el hueco de la manga, se veía el pecho al no llevar sujetador.

 

No había intención alguna de provocar, pero ella en sÍ misma provocaba.

 

Es más pequeña en tres años que mi esposa. Mi esposa, es una belleza. Guapa, una cara con unos rasgos de diosa. Boca perfilada, labios perfectos, barbilla partida, morena con reflejos caoba. Delgada, buenas caderas y un cuerpo que cada vez que lo veo me enamora. Un pecho perfecto de " copa de champán " con pezones pequeños, que se ponen como diamantes de duros cuando se excita. Entonces llevaba el vello púbico en forma de rectángulo vertical, estando depilada por los lados hasta llegar a sus labios, que emanan miel cuando le hago gozar con mi boca y mi lengua. Es una mujer de bandera. 

Hasta ese momento, yo no había reparado en mi cuñada como mujer. No me hacía falta, en absoluto, teniendo a mi esposa.

 

Pero ese fin de semana tuve a las dos mujeres más bellas a mi lado, en la playa. A mí esposa, y a mi cuñada.

En aquellas fechas, mi cuñada no tenía pareja, y como teníamos muchisima a confianza, dormíamos en la misma habitación, ya que en el apartamento había muchos familiares.

En concreto en ese fin de semana, dormimos en la salita.

Al salir el sol, yo me despierto, como siempre temprano, y pude ver cómo mis dos diosas, dormían en el sofá contiguo al mío. Estaban durmiendo con camisón. Pero al hacer calor, las sábanas no se utilizaban y estaban enrolladas. 

 

Mi cuñada, dormía boca arriba, con las piernas flexionadas y la planta de los píes apoyadas en el sofá, de forma que el camisón que llegaba a las rodillas, al estar en esa posición estaba por detrás pillado por la espalda, y por delante subido por encima de los muslos.

Al despertar, me di cuenta de a posición y en lugar de apartar la mirada, me deleité para ver su entrepierna.

Llevaba un tanga negro de hilo, que le cubría la mínima expresión de su sexo.

Desde atrás, desde el culo, el hilo no llegaba a tapar el ano, y se bebía una estrella de carne depilado, rosado y apetecible.

Siguiendo el recorrido visual, el hilo del tanga, iniciaba un triángulo que dejaba escapar por los lados el inicio de un recortado bello púbico, que lo llevaba igual que mi mujer, en forma de rectángulo alargado hacia los labios.

El triángulo que nacía a la altura del perineo, tapaba en su ascenso triangular sus labios, pero que se dibujaban perfectamente, y como la posición de mi cuñada era con las rodillas recogidas, dejaba un bulto sobresaliente, los labios de su sexo, recogidos por la minúscula tela negra del tanga.

Me deleité mirando. Estuve bastante rato, y hasta me atreví a acercar mi mano hacia su sexo.

La parte interior de los muslos, hace una pequeña curvatura, que es donde por detrás nacen las nalgas, y con mano temblorosa, me acerqué a tocar y acariciar su sexo.

Mi mujer estaba a su lado, también dormida.

Aun así acerque mi mano, y roce levemente los labios abultados recogidos por la tela triangular del tanga, en la parte más cercana al final del triángulo, de donde nace el hilo. 

Con el temblor de mi mano, ya que tenía las pulsaciones a cien, temí que se despertara. Y cambie la estrategia, acercando mi cabeza para oler su sexo.

El de mi mujer, huele fenomenal, y sabe mejor. Pensé, ¿cómo olería el de mi cuñada?

Y me acerqué, y me pareció, sin tocarlo con mi nariz, que olía igual que el de mi mujer, pensando que sabría igual.

Pero no me atreví a chuparlo.

Estaba muy empalmado. Así que me fui al baño y me hice una paja.

El resto del día, estuve pensando en esa visión, por lo que debieron de notarme raro, ya que era la primera vez que veía a mi cuñada como mujer y muy follable, por cierto.

Bajamos a la playa, mi cuñada con su bikini azul, mi mujer con su elegante y súper excitante bañador negro. Bufff, como le sienta.

Tumbados junto al mar, volví a mirar con las gafas de sol, a mi cuñada, que como de costumbre, se tumbaba, se recogía el bañador dejándolo en la mínima expresión, y lo levantaba por la parte de su bajo ombligo, llegando a ver desde mi estratégica posición su vello púbico cuando se arreglaba la braga del bikini.

 

En una ocasión al salir de la cala por las rocas, una ola le hizo moverse, y se quedó su pecho derecho fuera del bikini azul, y como estaba en posición de caerse, mantuvo el pezon fuera durante toda la operación de salida de la cala por las rocas a escasos pasos de mi, deleitándome viéndole su pecho y pezon, que era muy similar al d mi mujer. Encantador y para deleitarse chupándolo, pequeño y duro.

 

Algo debió e ver o sospechar, porque al acostarse en la toalla, cambió la posición, y empecé a notar que se cubría o se tomaba más precauciones al moverse.

Me sentí mal por eso, pero, Que diablos!

 

Por la tarde, volvimos a bajar a la playa, mi cuñada, le cogió un bañador a mi mujer, de color blanco, que transparentaba al salir del agua. Mi mujer se puso un bikini negro precioso, que le estilizaba.

Otra vez empalmado, y poniéndome boca abajo para no delatar mi calentón.

Mi mujer me extendió crema en la espalda, y me puse a mil. En ese momento mi cuñada se fue a bañar y nos quedamos. Mi mujer me acariciaba con la crema, y estaba que no podía más.

 

Al salir del agua mi cuñada, se le veía todo. Los pechos, que al igual que mi mujer, se ponen duros con facilidad, y por debajo, el bañador blanco, subido por ambos lados, dejaba en El Centro de sus piernas la forma del vello púbico, que esa misma mañana había visto a través del tanga negro, y ahora, lo veía a través de la tela del blanco bañador mojado.

 

Seguía empalmado, y finalmente decidí irme al agua, nadar hasta el fondo, y allí hacerme una paja espectacular en el agua.

 

Por la noche, al llegar la hora de acostarnos, nos quedamos mi cuñada, mi mujer y yo en los sofás de la salita.

 

Esa noche hacía calor. Y por la noche, me desperté, me acerqué al sofá donde estaban las dos diosas que emanaban sensualidad, me puse acostado al lado del sofá, en posición opuesta a la de mi cuñada.

 

Mis pies en la dirección de su cabeza y su cabeza en la dirección de mis pies.

Pero ella estaba en el borde del sofá, y yo en el suelo.

Estaba destapada y el camisón enrollado. De forma que me incorporé y al estar de medio lado, su trasero sobresalía del borde del sofá, sin tela alguna en sus nalgas, y un tanga cubriéndole entre sus glúteos; acerqué de nuevo mi nariz para oler su trasero, su sexo y olía como el de mi mujer, a hembra.

En su posición recostada de lado, dejando su culo expuesto a mí, le puse la mano en la nalga y muy despacio con las yemas de los dedos llegue a su entrepierna, mientras olía su sexo.

Mis dedos hicieron la curvatura de su culo, hasta donde se inicia el interior del muslo y la pierna, donde apoya la braga. Tacto sedoso, bien delicada y toqué por encima de la tela del tanga su sexo, caliente, suave.

De momento se movió cambiando de posición. Casi me pilla la mano debajo, pues se puso boca arriba.

Lo deje estar, y me volví a mi sofá al otro lado de la habitación.

 

De nuevo me desperté con los primeros rayos de sol. Temprano, y de nuevo, volví a ponerme en el sofá, a los pies de las dos diosas.

Al igual que el día anterior, mi cuñada, estaba con las piernas flexionadas, boca arriba y la planta de los píes apoyada en el sofá, dejando su trasero expuesto a mí.

Llevaba un tanga de color gris azulado, no de hilo, pero sí muy pequeño, que se perdía en su culo, dejando el ano de nuevo a la vista por ambos lados de la tela, y su sexo recogido en ese trozo de tela, que horas antes yo había acariciado.

Había una pequeña mancha, supongo que se había calentado por la noche y emanado algún flujo, quizás como consecuencia de mis caricias, que le hicieron moverse esa misma noche.

 

Mi mujer estaba tapada con la sábana a su lado.

 

No quería tener ningún problema, y hasta esas fechas nunca se me habría ocurrido ver a mi cuñada como mujer follable.

 

Al día siguiente, en el apartamento, mi cuñada salió de la ducha envuelta en una toalla de color morada, minúscula, que ceñida a su perfecto cuerpo, le cubría por arriba, desde la mitad de sus pechos, mostrando parte morena y gran parte blanca, señal de que ahí en esa zona no le daba el sol. No se le veían los pezones, pero parte de su pecho, abultado y ceñido por la toalla morada, luchaba por salirse de la toalla; por la parte baja, la toalla apenas llegaba a medio muslo, siendo el contraste con el morenazo color de sus contorneadas piernas un espectáculo.

 

Andaba sin preocupación por el pasillo hacia la salida, la mini toalla ceñida, estaba mojada a la altura de los pechos, o de la poca parte que de ellos cubría, y con una mano, se iba frotando sobre la toalla, secándose el agua de la ducha.

 

Se giró y su mano siguió secándose al roce con la toalla, y en su movimiento de mano, se levantó la toalla, dejando sus glúteos, por la parte más baja al descubierto, mostrando su culo, una doble U, perfecta, y con su concha, su sexo, su intimidad entre las dos nalgas.

Reparó en ello, y se estiró de la ceñida toalla, de forma que se vino abajo quedándose desnuda de espaldas a mí mientras se alejaba hacia el cuarto de baño. Se agachó al haber caído la toalla, y al reclinarse para recogerla del suelo, le pude ver su perfecto culo, en forma de pera, y de entre sus cachetes del culo, su coló. Fue un momento, de espaldas a mi, sin que supiera que la estaba mirando, pero me pareció un regalo precioso, entregado sin saberlo.

 

Se cerró en el cuarto de baño. Aproveche para acercarme a la puerta, y a pesar de que había varias personas en casa, no cene en m empeño de ver de nuevo a mi cuñada desnuda.

La puerta del baño, al ser un apartamento antiguo, tenía cerradura de llave antigua, y de ojo por donde ver el interior.

Me agaché y mire.

Vi a mi cuñada secándose de espaldas a la puerta con la toalla alrededor de su torso, semiflexionada hacia delante, de forma que su culo se abría hacia la puerta desde donde yo espiaba, viéndole de nuevo su culo y su sexo, se estaba húmedo, depilado por el culo por lo que enseñaba sus labios mayores como una hamburguesa en vertical, donde el pan eran sus labios mayores, y la hamburguesa su sexo.

 

Mi cuñada se giró y con la toalla enrollada en el torso, se deshizo de ella, mostrándome sus perfectos pechos, de pezones tentadores, apuntando a la puerta, tras la cual estaba yo. Su perfecta figura, sus curvas, y su pubis, que efectivamente lo llevaba como mi mujer, bien depilado. Escuché que alguien venía por el pasillo, me incorporé desde mi visión por el ojo de la cerradura, y eras mi mujer, que iba al baño. Al estar incorporado, ella se acercó y me pregunto.  ¿Vas al baño? Afirmando, creo que estás ocupado. Y abrió la puerta para entra ella, pudiendo ver desnuda a mi cuñada, que protestó... Oye que estoy desnuda. Mi mujer me guiñó un ojo mientras cerraba la puerta.

 

Esa noche, noche, al haberse ido unos sobrinos o cuñados, quedó una habitación libre, y decidimos dormir en ella. Mi mujer y yo en la cama y mi cuñada en el suelo en una colchoneta hinchable.

 

La cama miraba a la puerta y el cabezal estaba en dirección opuesta a como se había puesto para dormir mi cuñada.

 

De forma que por la mañana, de nuevo, me desperté pronto, y pasando por encima de mi mujer, me puse en el lado de la cama más cercano a mi cuñada. Ella con la cabeza hacia la puerta y la colchoneta bajo de la cama, me dejaba una visión perfecta de mi cuñada que llevaba solo una camiseta blanca para dormir y una braga roja, con calado en forma de florecitas en la parte de su pubis, para finalizar con una zona roja que tapaba su sexo.

 

De os laterales de la zona roja, se veían sin sobresalir, pelos del pubis, perfectamente recortados, a ambos lados, mostrando su hendidura y encima de esta, se veía con el calado de las bragas, su bello púbico y más arriba su ombligo y la camiseta, que se había ceñido a sus pechos, mostrando con claridad sus pezones.

 

Estaba a mil, mi esposa abrazándome por la espalda clavándome sus pechos, y yo con esa visión, estaba empalmado y mojando un poco la cama.

 

Decidí levantarme al baño y terminar la paja.

 

Nunca hasta ese momento hubiera pensado hacerme una paja pensando en mi cuñada, ni por necesidad, ni por ganas. Ya tenía a mi mujer, sin necesidad de otra.

 

Pero fue el destino, o la curiosidad, lo que me llevó a empezar a pensar en mi cuñada como mujer

 

Así, como decía al principio nos volvimos a Valencia, y nos quedamos los tres en casa. Y mi cuñada le preguntó a mi mujer si le podía dejar algo para dormir.

 

Mi mujer le sacó un picardías color azafrán o rosado, que sepuso. Vino a nuestra habitación para verse en el espejo. Yo estaba sentado en la cama y pude ver cómo se trasparentaban sus pechos debajo de la fina tela, y como destacaba las bragas negras que llevaba puestas, que al levantar los brazos para hacerse una coleta, mientras se miraba al espejo, estando de espaldas a mi, se le subió viendo su perfecto culo.

Salió mi mujer al baño.

En ese momento, mi cuñada, por el reflejo del espejo me miró a los ojos, y su reflejo era de escándalo. Sus pechos trasparentados se marcaban perfectamente. Sus pezones comenzaron a erguirse y sobresalir de la tela, su culo de pera, recogido por la braga negra, se me mostraba, y mientras mi cuñada me miraba con cara de pensar... coño que se me ve todo y tengo delante a mi cuñado.

 

Pero no dejo de hacerse la coleta, de mirarse en el espejo y aguanto hasta que llegó mi mujer del baño.

 

Mi mujer llegó en tanga de hilo negro, y con una camiseta fina de tirante que le marcaba los pezones.

 

Yo sentado en la cama veía por un lado a mi mujer, la que me dejaba sin aliento sólo con mirarla, y por otra parte a mi cuñada, en picardías rosado, sin sujetador, y con unas bragas negras que aún le hacía más apetecible.

 

Mi mujer con toda naturalidad se sentó a mi lado, y mirando a mi cuñada, se volvió a mi preguntándome: ¿te parece que está buena?

 

Me quede sin palabra y la cara de mi cuñada, igualmente denotaba sorpresa. 

 

Mi mujer le pidió a mi cuñada que se sentara a nuestro lado en la cama. Y comenzamos a hablar de la falta de pareja de mi cuñada. 

 

Mi mujer se reclinó apoyándose en los almuhadones sentándose de lado, dejando ver sus nalgas que tenían en el medio un hilo negro, y le pido a su hermana que se sentara a su lado.

 

Al sentarse mi cuñada apoyándose en los almuhadones, él picardías se le subió por encima de los muslos, dejándose ver las morenas piernas y las bragas negras.

 

Y me pidió que me acomodara entre las dos.

 

Me senté con la espalda en el cabezal, y mi mujer, llevó la mano de su hermana a mi entrepierna, comenzando a acariciarme mi mujer, con la mano izquierda de su hermana, por encima del pantalón.

 

Estaba empalmado, de forma que mi polla dura, sobresalía del pantalón, queriendo romper la tela.

 

Mi mujer pregunto a mi cuñada, ¿No era eso lo que querías?. Y a mí me dijo, y tú, llevas todo el fin de semana mirando a mi hermana. Ahora tienes la oportunidad de verla bien.

 

Y tras darme el beso más sucio, caliente y guarro que jamás me hubiera dado, giró mi cabeza hacia mi cuñada y me hizo besar de igual forma a su hermana. Un beso lento, húmedo, largo, lucha de lenguas, saliva por la comisura de los labios.

 

En ese momento, mi mujer, me desabrochaba el pantalón y mi polla saltaba como si tuviera un muelle o resorte, quedando liberada del pantalón.

 

Mi mujer, me cogió la polla con su mano, y tras ensalivarse la mano, comenzó a subir y bajar la mano por mi polla.

 

Al tiempo cogió por la nuca a su hermana, y acuerdo la cabeza a mi polla, para que con su boca, comenzará a juguetear con mi falo, y al tiempo, se puso ella misma a chuparme los huevos, metiéndoselos en la boca.

 

Con mis manos comencé a tocar el culo a mi cuñada con una mano y con la otra a mi mujer, metiéndola mano entre las nalgas. Mi mujer, que llevaba un tanga de hilo dental, se movía como una perra en celo, mientras que mi cuñada, con braga negra, tuve que apartarle la tela de la braga para llegara a su húmeda intimidad.

 

Ya no había marcha atrás. Ambas mujeres actuando como perras, se aferraban a mi polla, chupaban indistintamente él capullo, los huevos, la polla.

 

Y levante de la polla a mi cuñada, comencé a besarla mientras le acariciaba los pechos por encima del picardías. Se lo quitó rápidamente y mi mujer hizo lo mismo con su camiseta blanca de tirantes.

 

Ambas se miraron y me miraron a mi, para darme un beso a tres. Lenguas cruzadas, pechos con pezones duros contra mi cuerpo. Sus cuerpos, sus curvas, comenzaron un baile lujurioso, hasta que mi mujer, se puso a horcajadas sobre mí mientras que mi cuñada se sentó en mi cara dándome sus jugos, que sabían como los de mi esposa.

 

Y entre ellas, siendo hermanas, supongo que por el calentón, comenzaron a besarse de la forma más sucia que cualquier lesbiana hubiera podido imaginar.

 

Comencé a bombear sobre ella al ritmo que me imponía mi esposa, mientras que mi cuñada, gritaba de placer mientras el comía su coño, mi cara estaba completamente mojada de flujos.

 

No podía más, mi mujer se corrió y se levanto de mi, dejando mi polla tiesa como un sable, lo que aprovechó mi cuñada, sentándose en mi polla dándome la espalda. La agarre por los pechos, dandole un masaje en sus pezones, mientras que mi mujer recuperándose de su corrida, cogió unas bolas chinas.

 

Estaba a punto de estallar, cuando se levanto mi cuñada de mi, y se puso a cuatro patas pidiéndome que al no llevar protección, le petara el culo.

 

Mi mujer empezó a meter un dedo, dos, tres, poco a poco en el culo de su hermana, y apretó una de las bolas chinas. Dos unidas por un un hilo y un tirador en medio.

 

La bola de considerable tamaño, se perdió en el ano de mi cuñada. Y la otra bola, se la metió mi mujer a su hermana por el coño, quedando un hilo con tirador entre ambos agujeros.

 

Se retorcía de placer, buff, Aag, joder me encanta éste invento, y cada vez que se movía, las bolas chinas hacían su efecto y daban placer a mi cuñada, que aullaba como una perra. Me corrooo!!!

 

Mi mujer, se puso al lado de mi cuñada a cuatro patas, me levante y viendo sendos traseros, uno de ellos con las bolas chinas, y el otro pidiendo guerra, la cogí con ambas manos por sus caderas con mis manos, y me hizo metérsela de un solo golpe, hasta los huevos, moviéndose y atrapando mi polla con su coño, y soñando ese característico plaf, plaf, plaf,  hasta que Rocío hizo que me corriera en ella, dentro de su coño, pero se retiró enseguida y haciendo girar a su hermana y ella misma.

 

Los coletazos de lefa, fueron a parar a las caras de las dos perras, que chuparon mi polla hasta dejarme seco. Hummm, que gozada. Sonidos de bocas ávidas de sexo chupando mi polla.

 

Me tumbe sobre la cama, mientras mi cuñada seguía moviéndose con las bolas chinas dentro de su ano y de su coño, que seguían haciendo su labor masturbatoria.

 

Recuperé un poco el aliento, cuando mi cuñada se metió mi polla de nuevo en la boca, mientras mi mujer le quitaba las bolas chinas, para dárselas a chupar y ponérselas ella.

 

Recupere mi erección con la mamada, y me incorporé cayendo sobre mi cuñada, a la que comencé a chupar los pechos, mientras abierta, se la metía ora por el ano, ora por el coño.

 

Hasta que me corrí en su ano, mientras mi mujer le chupaba, a su propia hermana, el coño.

 

Mi mujer se corrió con las bolas chinas por enésima vez, y mi cuñada corrida tras corrida, quedó extenuada. Yo me tumbe sobre la cama, y nos abrazamos los tres quedándonos dormidos