miprimita.com

De Andrés a Andrea: Mi proceso de feminización (II

en Grandes Relatos

Durante las dos semanas siguientes me dediqué a buscar páginas web  de venta de ropa femenina. Lo difícil era como hacerme con ella sin despertar las sospechas de mi mujer, pero encontré algunas páginas que te dejaban la ropa en lugares acordados.  La guardaba en casa en un maletín, en mi despacho, en un lugar escondido al que mi mujer no accedía.

Antes de un mes había quedado de nuevo con Carla. Cuando le enseñe la ropa interior me felicitó por mi buen gusto, todo color gris y rosa. Esta vez me dijo lo siguiente:

“Para ser una buena putita tienes que ser limpia. Y, en tu caso, debes limpiarte bien tu agujerito, así que entra en la ducha, quita la alcachofa del tubo flexible de la ducha y ya sabes lo que tienes que hacer” 

Rojo de vergüenza lo hice, varias veces, hasta dejarlo totalmente limpio.  Después me volví a vestir, me puse un vestido que ella eligió, me maquilló, me puso los senos de silicona y me ordenó pasear de nuevo un ratito y luego me tumbó en una camilla médica, de tocología.  Me hizo separar bien las piernas, apoyarlas en lato sobre unos soportes e la misma, y me ató pies y manos esta vez trajo varios plugs. Me lubricó bastante y comenzó a meterlos, primero el más pequeño. El segundo me dolió bastante pero cuando me enseño el tercero me acojoné. Ella se rió de mí y me dijo:

“No te preocupes Andrea, que ese será tu nombre desde ahora, te voy a ir dilatando el ano hasta convertirlo en un culo como es debido, para que puedas ser follada por todo tipo de pollas”

Poco a poco comenzó a introducirlo; yo veía las estrellas pero ella no se amilanaba. A veces me lo sacaba y me volvía a lubricar; Otras veces sencillamente esperaba con movimientos suaves a que se dilatase mi esfínter anal lo suficiente. Al cabo de diez o quince minutos me lo introdujo enterito.  Comenzó un mete saca suave que me fue poniendo a cien. Cuando se dio cuenta, paró y me dijo:

“Andrea, ahora tienes que aprender a chupar pollas”

Me metió un consolador de polla en la boca, bastante gruesa y larga, y me obligaba a chupar introduciéndola hasta que me daban arcadas. Cuando le pareció bien me metió una más pequeña con un arnés que me ató a la cabeza, de modo que la tenía fija en la boca.

Con el plug metido, comenzó a utilizar el Hitachi y simultáneamente un mete saca hasta que no aguanté más y me corrí.

Me desató, me envió  la ducha y cuando salí me dio las nuevas instrucciones:

“Me encanta que te hayas corrido con el plug, como una buena putita. Te vas a llevar el plug y las tetas de silicona. El próximo día vendrás con tu ropa interior y con las tetas puestas. Te compraras unos pantalones de mujer, una blusa o camisa femenina y vendrás también con todo ello encima”.

Yo protesté diciendo que no podía hacerlo, pero ella se rió de mí y siguió:

“Claro que puedes, putita, no solo harás eso sino que diariamente te pondrás el plug durante algunos minutos, cada día más, para dilatarte, y me mandarás fotos con el móvil de tu culito perforado. Ah, y no quiero que te masturbes bajo ningún concepto, ni que te corras, por supuesto. No busques otra solución, Andrea, yo mando y tu obedeces”.

Durante las dos semanas siguientes me dediqué de nuevo a comprar lo que me había indicado Carla. También seguí sus instrucciones y le mandé fotos diariamente. Al cabo de un mes volví para nuestra cita. Llevé la ropa en mi maletín y cuando estaba cerca, en un bar, me cambié. Me puse la ropa interior, un vaquero de mujer que había comprado, algo ceñido pero no excesivamente femenino y una camisa de mujer, azul cielo, en la que solo las mangas 3/4 con lacitos y los botones denotaban que era femenina.  Me puse un jersey por encima y acudí a su gabinete.

Llamé, me abrió la puerta de la calle y antes de llegar a su casa, en el último tramo de escalera, me puse las tetas postizas.

Nada más abrirme Carla me dijo:

“Andrea, cariño, he visto que no has traído las tetas puestas, sino que te las has puesto aquí. Eso no me ha gustado nada de nada, así que vas a salir a la calle, irás  un bar o confitería y traerás unos bollos para desayunar juntas. Ah, y nada de jersey para disimular. Con la camisita esa que llevas, basta”.

La muy cabrona me había estado vigilando desde su casa. Yo le pedí por favor que no me obligase, le rogué, pero no cedió. Tuve que salir a la calle así. Crucé los brazos sobre el pecho para que no se me notase y fui a una confitería cercana. Había dos personas esperando; pedí la vez y me puse atrás con los brazos cruzados. Notaba el peso de los pechos de silicona, su tamaño y como abultaban bajo la blusa. Me daba la impresión de que todos me miraban, las dependientas y los clientes y yo no podía más de la vergüenza pero aguanté. Pedí lo mío, unos cruasanes, pagué con una mano mientras con la otra me tapaba el pecho y salí. Me pareció que una de las dependientas se reía por lo bajo. Volví a toda prisa y rojo como un tomate.

Carla se reía: “¿Lo has pasado mal, Andrea? He visto que te tapabas con los brazos y eso es algo que no volverás a repetir” Hoy te voy  vestir como la putita que eres, con un negligé, y vamos a seguir con tu entrenamiento”

Después de vestirme y maquillarme me ordenó tumbarme en la cama, me ató brazos y piernas y me enseñó el nuevo plug, el último. Un tamaño atroz, pero yo estaba seguro de que acabaría dentro de mí y en el fondo me empezaba a gustar aquello. Me lubricó y empezó a jugar conmigo hasta que me lo introdujo hasta el fondo. Estaba excitadísimo y ella se dio cuenta:

 “¿A que te va gustando, zorrita?”

Asentí con la cabeza, pues me estaba metiendo una polla hasta la garganta y me dijo:

“Hoy vamos a dar un paso más. Colócate atravesada en la cama” Cuando lo hubo conseguido me ató las piernas a una grúa, me las levantó y allí quedé, con ellas abiertas del todo y levantadas. La cabeza me colgaba por el otro lado. Acto seguido me puso un antifaz que me impedía ver y comenzó de nuevo un juego con el plug en mi ano y la polla en mi boca.

Estaba como una moto cuando sonó el timbre del portero automático. “No te preocupes, Andrea, será Amazon con un paquete que he pedido para ti”. Contestó y abrió al mensajero.

Al cabo de minuto llamaron a la puerta. Ella salió a abrir y volvió enseguida. “Es tu regalo, Andrea, voy a desenvolverlo”. A los pocos segundos noté que me cogía la cabeza y me metía la polla en la boca. Pero esta polla no era de plástico, era de verdad. Me agarró del pelo, y comenzó a metérmela y sacármela hasta el fondo de mi garganta hasta casi vomitar.

 “¿Te gusta tu regalo, Andrea, verdad?”.

La polla se había vuelto enorme, yo no podía casi ni respirar y me atragantaba pero el tipo, fuese quien fuese, seguía sin hacer caso de mis gestos ni de nada.

“Andrea, cariño, no se te ocurra morder, eh? Disfrútala y aprende a chuparla bien.”

 El tipo interrumpió sus movimientos y Carla comenzó a dirigirme:

 “Chúpala enterita por fuera, poco a poco, relamiéndola con la lengua y los labios, y chupa los huevos también. Yo te la sujeto y tú chupa. Introdúcetela poco a poco en la boca y deja que te crezca en ella, siente como te llena.”

Aquello me empezó a crecer dentro, yo lamia con precaución primero pero poco a poco me olvidé y disfruté como un salvaje, o como una puta. Llevaba un condón puesto así que no tenía ningún miedo de que se corriese en mi boca. Carla comenzó a meterme el plug en el ano mientras chupaba y  me corrí como nunca.

Carla paró. “Ya está bien por hoy, te has portado, putita”. El tipo aquel se fue, ella me quitó la venda, me desató y fui a asearme.

“Para la próxima vez quiero que vengas con la misma ropa que hoy, pero comprarás una camisa o blusa más femenina que esa, tu verás, pero no quiero verte disimulando con ropa poco femenina y sigue con tu entrenamiento. Cómprate un plug como este y utilízalo durante horas, diariamente y envíame fotos. El día que vengas tendrás que traerlo puesto. Cómprate también un par de tetas con arnés de 1000 gramos en esta tienda, Fetixe, y las traes puestas.

Ah, y quiero que comiences a depilarte el cuerpo entero. No me importa lo que tengas que hacer, ni mentir, pero lo vas a hacer sí o sí. Dile a tu mujer que es para ir al gimnasio o lo que te parezca, pero hazlo, putita”

Ni siquiera protesté, pues sabía que no serviría de nada. Sólo le rogué que en estas ocasiones me vendase los ojos, pues sentía vergüenza de ver la cara a alguien o que me la viese. Estuvo de acuerdo pero me dijo que ella decidiría el momento en que esa venda debía caer.