miprimita.com

La noche es oscura, y alberga placeres...

en Dominación

Supongo que las cosas pasan siempre por algo, que las mejores casualidades suceden de repente, por sorpresa, sin previo aviso... Así era ella, una casualidad perfecta. Comenzare por definirme, soy un chico bastante normal, 1.90, moreno, de gran envergadura por mi trabajo ( trabajo de seguridad en un garito de Madrid, mi ciudad ), ojos castaños, tez oscura, aunque supongo que lo verdaderamente importante seria hablaros de ella, o mejor, de como la conocí.

Era una noche calurosa de Agosto, asfixiante, yo estaba trabajando como cada sábado noche en la discoteca Kapital, un garito de moda lleno de niñatos con coches caros y niñas buscando una copa gratis, la noche transcurría con tranquilidad, sin incidentes, serian las 4 de la mañana cuando la vi aparecer, tacones negros de infarto, mini-falda pegada al cuerpo, y una blusa que ceñía sus curvas, de piel blanca perlada, pelo rubio ( con alguna mecha morena ), pecho generoso y unos preciosos ojos del color del bosque... y sus labios, unos labios carnosos que incitaban al más puro deseo carnal.

Según se aproximaba a la puerta, algo se movía dentro de mí, una especie de cosquilleo que recorría con breves impulsos eléctricos cada palmo de mi anatomía, al ritmo que marcaban sus tacones resonando en la acera. Y por fin, llego.

- Buenas! - me dijo, al pasar

- Buenas noches - , la respondí, con un semblante demasiado serio, quizá, por los nervios

Pasó dentro, fugaz, y pasaron los minutos, lentos, demasiado lentos, hacia las 5:30 la volví a ver, salía para fumar  ( sola, lo cual me extraño, chicas así suelen ser perseguidas por el grupo de babosos de turno ), al salir, me saludo de nuevo, y me pidió fuego..

-  hola moreno ! ,  ¿ tienes fuego ?- me dijo.

-  que pasa rubia ! , claro, toma, - acto seguido, y encendiendo el pitillo, conseguí entrever ese brillo travieso en sus ojos que solo una leona se puede permitir mostrar.

-  gracias ! menos mal, llevaba sin fumar un buen rato.. - me respondió

-  ¿no te gusta mucho lo de dentro, o te puede el mono de verdad? - la dije, con media sonrisa

-  no mucho, la verdad, no es mi estilo, pero ya sabes, las amigas... bueno, es lo que hay,

   me llamo Elma, y tu ?  -

- soy Sergio - la respondí, junto a dos besos fugaces, acompañado de un leve roce en la comisura de los labios

Pasaron las horas, hablando, riendo, el contacto físico se acentuaba con el avance de la noche, pude comprobar el tacto sedoso de su piel, el olor afrutado de su pelo, el leve perfume en su cuello, acompañado de esas medias sonrisas que me hacían temblar.

Sobre las 7 de la mañana, terminando mi jornada de trabajo, me preguntó, nerviosa, que si iría directo a casa ( cosa que nunca hacía, siempre he dicho que al acabar de trabajar, algo hay que salir ), por tomar algo, quizás, mi respuesta fue más que afirmativa, la dije que si no la importaba, iría a casa a cambiarme, y si quería acompañarme, sonó a propuesta indecente... pero vaya... porque no ?

Mi piso de Madrid estaba en la zona de Opera, era uno de estos pisos señoriales con muchas habitaciones, unos 350 m2, recién reformado, y particularmente mi habitación, diseñada a mi gusto, una cama grande de matrimonio, paredes color verde, un gran escritorio de madera de roble, y mi propia caja fuerte...

Al entrar, la ofrecí una cerveza, que ella acepto encantada, y la dejé en el salón mientras me daba una ducha; una vez salí de ella, fui camino de mi habitación, solo cubierto por una toalla hasta la cintura, secando mi pelo con otra toalla más pequeña, al llegar a ella, la descubrí dentro, observando el interior de mi armario, interesada por unas rudas cuerdas color roto, que ella no podía alcanzar a imaginar para que estaban destinadas...

- tú lo de la intimidad... no lo llevas del todo bien ¿ verdad ? - la dije, con un tono desenfadado pero grave

- ¡ perdona, por favor ! simplemente quería saber qué tipo de ropa utilizas, como sueles vestir, saber un poco mas de tu exterior... ¿ para qué son estas cuerdas ? - me respondió con voz inocente, quizá algo insinuante, ladina

- no son para ti - la respondí serio - tu eres demasiado buena para ellas

- demasiado... ¿buena?- acto seguido, se lanzó a mi cuello, besando, mordiendo, lamiendo cada centímetro de mi boca - por favor... déjame saber para qué son esas cuerdas... - otra vez esa mirada -

- si quieres saberlo deberías dejar atrás toda clases de tabúes, todo lo que conozcas sobre el placer, el dolor, la intensidad... esos conceptos deben quedar atrás, has de abrir los ojos a otras experiencias más... ¿distintas, quizás?- su mirada ávida por saber que ocultaba, me dijo, que había captado toda su atención

- está bien, muéstramelo - me respondió, sumisa

Acto seguido, la desnude, arrancando cada jirón de ropa que había en su cuerpo, logrando vislumbrar un pecho perfecto, redondo, generoso, con una piel blanca y tersa, y unos pezones rosados, con una fina aureola, un vientre plano, que incitaba al más puro canibalismo, un pubis depilado, blanquecino, marcado por una translucida marca de bikini, totalmente depilado, y unos pequeños labios, que brillaban a la poca luz del Sol que se filtraba por mi ventana, de la humedad que se había desatado en ella.

Acto seguido, saqué 3 cosas de mi armario: una fusta de cuero, un pañuelo negro, y el resto de mis cuerdas.

La senté sobre la cama, y anude firmemente el pañuelo a sus ojos, impidiéndola ver absolutamente nada, salvo breves reflejos de luz.

Ate sus manos con mis cuerdas, de tacto árido, alrededor de sus muñecas, firmemente, dejando a ambos lados un largo tramo de cuerda, que lleve tras su cuello, el cual recorrí con la misma, ahogándola levemente, tras lo cual, la ate al cabecero, ella me hablaba, pero yo no escuchaba, ella misma había elegido.

Con otros dos tramos de cuerdas, la ate firmemente a la cama, tras lo cual, la hable.

- ¿ cómo te sientes ? - la dije, con una voz neutra, grave

- no sé cómo me siento... quizás nerviosa, mojada, algo asustada - me dijo, con un leve temblor en la voz

Acto seguido, cogí mi fusta, y se la puse en la nariz, para que reconociese ese penetrante olor a cuero, y recorrí su cuerpo con ella. Comencé por su cuello, baje por sus hombros, y me pare en su pecho, donde di cortos pero firmes latigazo con la fusta, lo cual enrojeció y  cargo de dureza sus pezones, al tercer golpe la arranque un gemido, leve, pero de placer.

Seguí el mismo proceso con su otro pecho, y camino la punta de mi fusta por su vientre, bajando por sus caderas, para volver a subir por la cara interior de su muslo, yo la notaba los temblores impacientes, pero nunca llegaba a su entrepierna... solo lo rozaba, la dejaba sentir un leve contacto, hasta que decidí darla un golpe seco con la misma, en su clítoris, y exploto, gritó, pidió más, y así se lo di, era una buena chica y lo merecía... cuando yo lo decidiera, la introduje la punta de la fusta en su húmeda vagina... y la deje que lo oliese, lo lamiese, que viese lo que el dolor había inducido.

Acto seguido, la desate los ojos, y también del cabecero, ella me miró con los ojos de la más absoluta sumisión.

- Ahora vendrá lo duro, espero estés preparada

- Si... -  asintió, levemente

- Si, amo, debe ser tu respuesta - la dije

- Si, amo - contestó sumisa

Tras ello, la deje los ojos abiertos, y las dos cuerdas sobrantes que salían de su cuello atado, recorrieron su espalda, dejándola marcada con su aspereza, recorriendo su culo, pasando por sus labios vaginales, lo que la hizo empapar, y volvieron a su cuello, para solo volver a sus pies, dejándola totalmente inmovilizada.

La puse boca abajo, culo en pompa, dejando su cabeza a un lado, mirándome atenta, y la azote, fuerte, directo, la vi un leve gesto de dolor, la volví azotar, esa vez recibí un gemido, ya que con cada azote la cuerda se deslizaba en ella, rozando su pecho, su clítoris, su ano, dejando que el dolor y el placer se entremezclasen en una vorágine de placentera sensualidad, casi como un baile, donde los bailarines principales chocan entre ellos dejando que el impacto haga vibrar al público.

Tras dejar que mi mano marcada en su culo enrojecido descansase sobre el, la desate por completo. Y la besé. Todo lo dulcemente que he podido llegar a besar a alguien. Y ella se abrazo a mí, como el naufrago se abraza a una trozo de madera buscando ser salvado, como el sediento que puede probar una gota de agua tras días de sequía.

La acaricie cada marca que había infligido en ella, palpando su humedad, bese sus pezones enrojecidos, su vulva hinchada por el calor interno que la inflamaba, la senté sobre la cama, y cogiéndola del pelo, empecé a empalar su garganta, poco a poco, dejando que su lengua recorriese el mástil de mi verga, para solo ensalivarla lo suficiente y poder atragantarla lo suficiente para rozar el punto de asfixia, sus ojos lloraban, su garganta emitía sonidos guturales de placer, y yo moría por penetrar esa boca aun mas salvajemente.

La tumbe sobre la cama, y mirándola a los ojos, la penetre, comprobé la facilidad de ello, de esa humedad que empapaba mis sabanas. Agarrándola del cuello, me recline sobre ella, y la penetre tan profundamente como pude, mordiéndola la boca, ahogándola, dándola placer, dejando que mi mano izquierda retorciese furiosa sus pezones con cada embestida, y con cada una de ellas, un nuevo gemido, con cada mordisco, notaba como sus uñas se clavaban en mi espalda rabiosas.

Nuestras respiraciones se entrelazaban, algo de saliva caía por su comisura, que recogí con mi lengua, dándola un beso.

.- por favor... necesito correrme - me dijo - nunca... nunca... nunca jamás me había pasado algo así, noto palpitaciones, dolor, placer, por favor, lo necesito, me correré cuando usted lo indique... mi Amo, pero por favor, permítamelo

- está bien, pequeña, lo harás, te lo permito, colócate - la dije

Sin nada más que añadir, se coloco a cuatro, con su espalda perfectamente recta, tras lo cual, me agache tras su culo, y deje que mi lengua recorriese la humedad de su entrepierna, saboreando el néctar de su coño, humedeciéndola aun mas... Tras lo cual, me coloque, y puse mi pene a su entrada, y ella se reclino hacia atrás, yo la saque, y la di un fuerte cachete

- ¡ ay ! porque... por favor... mi  Amo...  - me dijo suplicante

- aun has de aprender  que esto funciona a mi ritmo, a mi orden - respondí implacable

Coloque de nuevo mi la cabeza de mi verga a la entrada de esa entrepierna humeda, rojiza, preparada. Y la metí, poco a poco, lo más profundamente posible, con la mano izquierda, me agarre a su pelo, y mi mano derecha, se clavo en sus cachetes, y empecé a hacerselo, lento, pero intenso, incrementando el ritmo poco a poco, dejando que sus suplicas no encontrasen respuesta, y por pura respuesta notaba sus palpitaciones en mi verga, y en el momento adecuado la azote, con cada embestida, penetrandola, esta vez, cada vez más deprisa, me recline sobre su cuerpo, mi mano derecha agarro su cuello, y acercándome a su oído...

- córrete - susurré

Y explotó.

Se corrió tan fuerte que tuve que sujetarla para que no se cayese de la cama, se tumbo a mi lado, aun nadando entre sus flujos y mis sabanas, agarraba ávida mi pecho, respiraba profundamente, dormía, de puro cansancio, eran las 12 de la mañana, habíamos pasado horas, que habían parecido minutos, recluidos en esa habitación, disfrutando, aprendiendo ( en su caso ) , maravillándose de la fina línea que separa el placer del dolor.

Abrió los ojos - Buenos días - me dijo, con una leve sonrisa

- Buenos días, tienes hambre  - la respondí, sonriéndola a su vez

- tengo tanta hambre que podría comerte a ti - me dijo

Y yo respondí con una carcajada limpia, cristalina, de las que hacía años que no resonaban entre esas paredes, porque al final, ella también me había enseñado a disfrutar, disfrute enseñándola, y tras una breve conversación, desayunamos juntos, desnudos, en mi terraza, como si hiciese años que nos conocíamos, muriéndonos por ver el fondo del café, y redescubrir muchos más mundos, llenos de placer.