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Película, Kebab y leche...

en Fantasías Eróticas

Subía el primero por las escaleras mientras hablábamos. Ella me seguía de cerca y esperó tras de mí mientras abría la puerta y la invitaba a pasar. Cuando ella cruzó la puerta de mi casa la primera, no pude evitar mirarle el culo, oculto bajo una falda elástica oscura corta.

   Sus piernas estaban libres, sin medias. Y sus caderas se contoneaban con cada paso invitándome a seguirlas, así que lo hice. Cerré la puerta tras de mí y la guie hacía mi habitación, había sopesado anteriormente si el transcurso de la cita la pasaríamos en ella o en el comedor, pero acabé decantándome por la primera debido a que esta me parecía mucho más íntima.

 

Entré el primero, señalándole la silla para que dejase su enorme bolso. Tenía la necesidad de agarrarla, empotrarla contra la pared y follármela sin más tardanza, pero no iba a hacerlo. Ese día no, iba a ser diferente.

— Recuerdas cual es el plan para hoy. ¿No? -le pregunté mirándola a los ojos. Priss rió.

— Ya sé, ya sé. Ver una peli, comer kebab y beber. ¿Desde cuándo te volviste tan aburrido? -preguntó juguetona, sentándose en la cama-. ¿Y qué peli vamos a ver, cari? ¿Conseguiremos terminarla?

— Hoy sí, porque no vamos a hacer nada -mentí. Y ella también sabía que no lo decía en serio, pero era parte del juego. Follaríamos cuando yo quisiese, no antes. A mí me ponía dominar la situación de esa manera, pero sí me excitaba la idea de que ella se quedase con las ganas. Jugar con su deseo endurecía y hacía crecer la polla debajo de mi pantalón.

 

En las últimas ocasiones no había hecho las cosas bien. No la había hecho esperar, y la había follado sin demora, pero eso no iba a pasar esa vez.

— Eso no te lo crees ni tú, cariño -aseguró abriéndose sutilmente de piernas. Yo no le hice caso, no iba a caer tan pronto en su juego. Me acerqué al portátil, lo conecté a la tele y encendí ambos.

— Puedes ir poniéndote cómoda -dije señalando hacia la cabecera de mi cama. Se me ocurrían muchas cosas para hacerle en ese momento, y tuve que controlarme mucho para no elegir una sola de ellas. Recordé la vez anterior, cuando se duchó y vino a mi habitación en toalla. O cuando le hice un masaje en el sofá del comedor con aceite de oliva, el cual pareció gustarle.

 

Pero aquella vez era distinta. Ya tenía la peli preparada, y ella estaba lista para verla. Me recreé en su escote, el cual siempre me mostraba más de lo que quería ver. Siempre que se lo veía me daban ganas de sacarle las tetas con los dientes. ¡Cómo le gustaba provocar!

   Entonces me saqué la camisa y me quité el cinturón, me estiré junto a ella y le planté un beso en la boca, explorando la suya con mi lengua, y una vez hecho esto me separé. Evidentemente ella quiso más, pero yo no se lo di. Me abrazó y comenzó a acariciarme; no me besaba pero me manoseaba, y sus manos no tardaron en dirigirse a mi polla, pero yo se lo prohibí, satisfecho de que hubiese caído en la trampa.

— Ah, ah, ah! Hoy no hay polla -bromeé divertido, pero ella no se rindió y eso me encantó. Se tuvo que conformar con acariciarme el torso y frotar sus manos contra mi piel. Ella se quejó, insistió, pero yo no iba a ceder.

— Venga… ¿Hasta cuándo vas a dejarme así? -se quejó en un intento fallido para intentar convencerme.

— ¿No decías que te podías aguantar?

— Puedo… ¿Pero para que esperar? -dijo, también es verdad. La agarré suavemente del pelo para ejercer una presión y hacer que torciese la cabeza, le comí la boca dándole un pequeño adelanto de lo que estaba por venir.

— ¿No tienes hambre? -pregunté, la polla me crecía de nuevo bajo el calzoncillo.

— Me muero de hambre -respondió mirándome a los ojos. Detecté un brillo de perversión en los suyos, y satisfecho me levanté y salí de la habitación. Volví con 2 pares de esposas y una venda para los ojos-. ¿Vas a esposarme, cari? -inquirió divertida.

— Si quieres que te de de comer, será esposada -dije, mientras le colocaba las esposas alrededor de ambas muñecas. Repetí lo mismo con los tobillos, y para rematar le coloqué la venda alrededor de los ojos, sabiendo que no podía ver nada.

— ¿Cómo quieres que coma así? -preguntó riendo. Continuaba estirada en la cama, ahora con los ojos tapados y las manos y los pies atados.

— Dijimos que hoy tocaba kebab. ¿Te acuerdas? Yo te lo daré -dije poniendo énfasis al pronunciar el plato que se iba a comer.

— Oh, sí… Kebab -repitió con una risita.

 

Yo fui a la cocina, realmente había comprado un kebab. Era parte de mi juego, una fantasía que había tenido desde hacía mucho tiempo, y es que las indirectas con comida como preliminar me volvía loco. La mayor compatibilidad que tenía con Priss era que nunca me había dicho que no a nada, y además de que nos entendíamos, me permitía explorar algunas fantasías platónicas… como aquella.

   Volví a la habitación y cerré la puerta, bajé la persiana sin llegar a cerrarla, para tener un tono de luz más íntimo y sensual. Fui al ordenador y puse música de fondo para romper el incómodo silencio, normalmente no me importaba con Priss, pero aquella vez necesitaba una melodía de ambiente.

— Perdona por hacerte esperar… Traigo tu comida.

— ¿En serio me vas a hacer comer un kebab, cari?

— ¿No te gusta? -pregunté mientras sacaba el kebab de la bolsa y le quitaba el papel de plata, le pegué un mordisco. Si ella no lo quería…

— Sí… pero nunca puedo terminármelos. Llenan mucho.

— Bueno, tranquila. Si no puedes, te ayudaré -Ella alzó la ceja y preguntó cómo-. Si no te cabe, lo meto a presión y ya. -Ella se rio-. Venga va, esta no es la primera vez que comes una barra de carne. Abre la boca y saca la lengua…

 

Ella obedeció, y a ciegas dejó que yo le acercase lo que fuera que fuese aquello a la boca, mordió y tragó.

— No está tan malo -dije, mientras para la segunda vez la agarraba de la nuca y la empujaba hacia mi entrepierna, donde tenía listo el kebab que acababa de morder-. Aquí va el segundo mordisco -Ella abrió la boca y se encontró con el kebab, el cual derramó unas gotas de salsa de yogur sobre su escote. Yo acudí al rescate lamiéndoselo, y tuve que resistirme a no comerle nada más-. ¿Ya estás llena?

— Aún no -dijo a ciegas. Yo me bajé la cremallera y descubrí mi polla, con la música de fondo ella no podía oír ningún ruido que yo hiciese, y para eso lo había hecho, para pillarla por sorpresa en todo.

— Supongo que te toca seguir comiendo entonces... Abre la boca y saca la lengua -dije mientras me agarraba la polla con una mano y me comenzaba a masturbar. Con la otra le acerqué el kebab a la boca y le dejé dar otro mordisco, ella masticó antes de tragar-. ¿A qué huele un kebab? ¿Sabrías identificar su olor?

— Claro que sí…

— Entonces dime, Priss.. ¿A qué huele? Dije acercándole la punta de mi polla a la nariz. Exudaba feromonas debido a la excitación, y la tenía increíblemente hinchada.

— Huele a kebab.

— ¿Te has quedado con hambre?

— Sí. Entonces abre la boca y saca la lengua -repetí y eso hizo. Yo continué masturbándome frente a ella hasta que finalmente posé el glande sobre su lengua y ella cerró la boca entorno a este. Aquello se convirtió en una mamada en toda regla.  Dejé el kebab sobre la mesa y apoyé ambas manos en su nuca, obligándola a tragar más de lo normal. ¡Menudas mamadas hacía mi mamasita!

 

Entonces se la saqué de la boca, la cogí de las esposas y la empujé hacia el otro lado del colchón, haciéndola ponerse a cuatro patas.

— Esto no es justo… Tú comiendo y yo aquí con hambre -Ella puso el culo en pompa, invitándome a que se lo comiese.

— Vaya memoria tengo… Aquí tengo una pita. Cómemela -dijo contoneando sus caderas, yo obedecí. Agarré su falda elástica y tiré de ella hacia arriba… Me encantaba aquella falda. Entonces quedó a la vista aquel tanga de hilo que tanto me gustaba, entonces agarré de un extremo y tiré de él, se metió entre su coño, el cual estaba ya humedecido, listo para la acción. ``El coño de Priss siempre listo para jugar´´ pensé mientras daba pequeños tirones al hilo. Ella gemía y me pedía que parase, pero yo lo único que hice fue suavizar esa pequeña tortura.

 

Hambriento, comencé a besar la cada interna de sus muslos. Estaban mojados, no sabía si era sudor o agua vaginal, pero me daba igual. Fui acercando mi boca a su coño, pero nunca sin llegar a tocarlo. Le pegué mordiscos y le lamí de abajo arriba y al revés.

— No seas cabrón y hazlo ya -gruño enfadada. Estaba temblando, y movía de derecha a izquierda el culo, exigiendo que se lo comiese.

— Suplícame…

— Cómemelo, cari -dijo por fin.

 

Como recompensa aparte la mano, me propuse usar solo la boca. Empotre mi boca contra su falda, buscando el límite del hilo del tanga, para bajarlo con los dientes. Una vez el coño estuvo descubierto, separé la cara y empecé a acariciar con los dedos los muslos y los labios exteriores de su coño, pero sin entrar dentro. Estaba cada vez más desesperada.

— ¿Quieres que los meta?

— Sí… Métemelos.

— ¿O prefieres que te lo coma?

— Cómemelo…

— Decídete.

— Cómemelo -y gustoso empotré mi boca contra su coño. Mi lengua exploró sus labios internos, y mis dientes rascaron con suavidad los externos. Imité la técnica del chupetón en varios puntos de este, y mientras mi nariz rozaba con su ano, mi lengua exploraba cada punto de su interior. Escupí sobre el coño, y eso pareció gustarle. Escupí sobre mis dedos y los llevé hacia su clítoris donde lo masturbé mientras le hacía pequeños chupetones en el coño.

 

Para hacer bien la comida de coño tendría que ser muy diferente. Habría estado más cómodo con ella boca arriba, abierta de piernas. Tendría mucha más libertad y comodidad para comérselo. Pero ahora no quería comerle el coño, y no iba a esperar a que me lo pidiese.

    No me hizo falta lubricar nada. Simplemente la apunté hacia el interior y la clavé. No fue un comienzo suave para ir escalando; fue solo una follada violenta, porque la sentía. No iba a correrme pronto, no sentía el orgasmo cerca, y en aquel momento solo quería partirla por la mitad y hacerla gemir como si no hubiese mañana.

 

Comenzó a hacerlo, mientras su culo y mis muslos chocaban, con un sonoro ruido mojado. La agarré del pelo y comencé a comerle el cuello, ella gemía al compás. Giró la cara y me besó, yo profundicé las embestidas.

   Su coño parecía tragarme más y más, me apretaba la polla y eso me volvía loco. Estrujé entre mis manos sus nalgas, separándolas y dejando a la vista su ano. No era la primera vez, pero cada vez sentía más curiosidad por él.

   Escupí sobre mi pulgar y con suavidad lo metí, ella gimió de un modo diferente, pero no se quejó. Era diferente, una invasión placentera. Tenía preparado el papel para limpiar después y no tener que hacer ninguna pausa indeseada. No quería parar de follármela, pero esta vez era distinto.

   Normalmente me gustaba que ella tomase la iniciativa, poniéndose encima o de otras maneras, pero esta vez ella estaba ciega y esposada, y eso me  dejaba total libertad.

   La derribé y la puse de lado, comencé a follármela como pude en aquella posición. El orgasmo estaba cerca. La puse boca arriba, la agarré por los esposados tobillos y levanté sus piernas, metiéndosela en la estrecha vagina. Me apretaba de tal forma que comencé a gemir.

 

No demasiado tiempo atrás me había dado cuenta que no emitía casi sonidos mientras follaba, y me había mentalizado en corregirlo. Al ser alguien empático, yo necesitaba sentir cuando mi pareja disfrutaba mediante sonidos, expresiones y gemidos. Por lo que yo decidí a hacer lo mismo, y la avisé de lo mucho que estaba disfrutando y lo poco que me quedaba.

— Abre la boca, Priss… Saca la lengua. Así… Sí. Hemos visto la peli -dije mientras le daba las últimas embestidas-. Hemos comido… Y ahora te toca beber, lechita fresca -dije. Pegué un último spring buscando el orgasmo, me costó y tuve que pegar unas embestidas bastante fuertes hasta que el orgasmo se acumuló en mis pelotas. Me agarré la polla y la llevé hasta su cara, donde descargué acertando en la lengua, en su boca y en su cara….

 

Hice que me la limpiara, y la muy cabrona me pegó un chupetón en el glande sabiendo que estaba sensible.

 

Yo me recosté, completamente sudado. Aún quedaban muchas horas en mi casa, y no tardaría en recuperarme. Había impregnado su cara, pero ahora iba a impregnar su interior. Ella me abrazó y continuó acariciándome, dándome a entender que quería más… mucho más.

De zorro para priss, porque tú lo pediste.