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El camino y consagración de Clara. En video.

en Zoofilia

El camino y consagración de Clara. En video.

1. Minutos antes de la grabación.

El tan temido, el tan ansiado momento había llegado.

Clara adquirió esa mirada de recelo, tan suya. Sus ojos claros se desviaban para de reojo prestarles atención a los cambios en la habitación. De pie en esa postura que resaltaba sus encantos, consecuencia de los tacones de aguja que con inesperada naturalidad portaba, la espalda recta, las largas piernas separadas de esa forma que destacaba las curvas de sus caderas. Cruzándose de brazos, haciendo que sus ya grandes pechos exaltaran aún más.

— No empieces hasta que te diga. — Dijo tajante en un tono que no dejaba lugar a dudas.

Leo asintió con la cabeza. De los tres en la habitación era el único con pantalones puestos, y aun así se sentía casi acorralado, tratando de no recorrerla con sus ojos, sin poder evitarlo, el hombro descubierto con la cinta de encaje del sujetador, los muslos sin nada encima dejando ver un poco más arriba el ajustado tejido de la ropa interior. 

Después de todo era su hermana.

Verla así era extraño, y pronto lo sería aún más.

A Clara no parecía importarle su hermano con la cámara montada sobre el estabilizador, a solo un clic de grabarla en esas fachas. El sensual calzado, las ajustadas medias blancas que le llegaban por encima de las rodillas, eso y la delgada camisa por la que se trasparentaba la diminuta ropa interior. La chica sabiéndose admirada con sus labios recién pintados de carmesí, formo una sutil sonrisa.

El perro Tony se paseaba de un lado para otro, olisqueado de vez en cuando los zapatos de su ama. Moviendo la cola.

Esa mirada que intimidaba a bestia y hermano menor, indicaba que era ella quien estaba en dominio de la situación.

— ¿Todo eso? ¿para qué es? — pregunto la chica, apenas moviendo un poco los ojos en la dirección de los objetos.

— Los hice con los empaques de la tele y del refrigerador nuevo. Los forre con sábanas blancas… — se interrumpió así mismo, dándose cuenta que las explicaciones no parecen interesarle mucho a ella. — … son para reflejar la luz. Apuntan hacia la cama, harán que tu piel, que luzcas mejor. Cuando… ya sabes, tú y Tony…

— Muy bien. — le interrumpió, pero esta vez se giró a los improvisados reflectores.

Camino hacia el más grande, el que estaba sobre la silla. Nunca le había visto unos zapatos como esos, que la hacían caminar de forma tan insinuante. Tendría que haber practicado para moverse con tanta naturalidad. Dándole la espalda con una vista privilegiada del redondo trasero que se meneaba tan sensual con una línea del panti hundida entre las nalgas. Regresó después de mover el cartón, comprobando como afectaba la iluminación, aprovechando de forma sorprendente la luz que entraba por las cortinas. — Veo que hiciste tu tarea.

Eso sonó casi un cumplido.

— Leí el manual y todas las recomendaciones. Va a quedar bien. — Aseguro, aunque había hecho más que eso. Consultado cada artículo de fotografía digital y material que pudo encontrar. Hasta algunos consejos en un sitio de porno amateur en otro idioma que se tardó en traducir. — este equipo no es profesional. Pero es bueno.

Clara cerro los ojos.

— Entonces supongo que lo mejor será aprovechar la luz.

Luego fue hacia el espejo. Empezó por el maquillaje, delineando con grandes manchas obscuras los bordes de sus ojos, extendiendo con los dedos. Después tomo un pincel, previamente puesto en pintura color plata, dejando una segunda capa de metálicos destellos, a modo de antifaz.

Extendió la mano hacia la peluca…

— Tal vez deberías, — trago saliva antes de decirlo. — Quitarte la camisa, digo no sea que se te atore con la peluca.

Clara que ya la tenía en sus manos, se quedó un momento pensativa. Con el pelo recogido ya parecía complicado ponerse la peluca.

— No importa, debe quedar bien sujeta. — Le contesta, pero de todas formas se pasa los brazos por la cintura y en un elegante movimiento arroja la prenda a un lado, quedando únicamente en ropa interior, igual que todo lo demás de blanco material.

— ¿Qué tal? — girando para mostrarse. Todo blanco como sus dientes que adornaban su maravillosa sonrisa. Tan solo complementos que acentuaban el cuerpo tentador de su hermana.

Con los tacones parece más alta. En conjunto con el maquillaje, realmente sería difícil reconocerla. Lo que tenía frente a si no era una hermana malhumorada y fría, era una diosa sexual. Una con un perro saltando a su alrededor.

— Bi… bien. — Trato de decir.

No dio muestras de entender o que le importara la respuesta.

— Ahora me vas a grabar mientras hago el amor con el perro. — Dijo, haciéndole una señal para que comenzara a grabar.

2. Un mes antes.

A su hermana Clara se le habría tenido que olvidar que ese día su hermano Leo, salía de vacaciones. Solo había tenido que ir a la escuela para ver calificaciones. Lo cual no era extraño porque últimamente a ella no parecían importarle sus propias notas, ni mucho menos lo que hiciera el chico.

Leo pudo haber ido con alguno de sus amigos, pero últimamente el ambiente que se vivía en casa lo tenía intranquilo. Eso y que en un gesto de culpabilidad sus padres le habían regalado un nuevo teléfono, y no le había podido instalar todas las aplicaciones que usaba. El aparato aún era nuevo y la cámara en alta resolución le invitaba a probar capacidades.

Fue en su cuarto mientras probaba el aparato que escucho los ruidos que venían desde afuera.

Tony el perro golden estaba como inquieto. Tendría que haber visto una ardilla o algo… solo que no ladraba. Más bien hacia otros ruidos como si chillara… tampoco era eso. Sonaba ansioso. Ya lo había sacado a pasear en la mañana. ¿Qué más podría ser?

Por un momento temió que algo malo le pasara. No es que sonara así. No, para nada, pero mejor ir a ver, eso y las ganas de probar la cámara en exteriores. Saldría al balcón de la planta alta, desde el que se dominaba el patio amplio y las instalaciones del jacuzzi al aire libre. La casa era grande, sus padres se habían dedicado a hacer dinero, más que a su propia relación.

No sabía que sería de la casa si es que se separaban.

Unas risas.

De una chica.

Hacía tiempo no las escuchaba, pero supo que eran las de su hermana. La que había estado tan rara, fría y distante, descuidando hasta sus estudios. Solo una de tantas cosas que se estaban descomponiendo como el matrimonio de sus padres. Bueno, la verdad es que siempre fue muy orgullosa, mas desde que se había convertido en toda una belleza de larga cabellera. Pudiera estar descuidando tantas cosas, pero hasta el momento no su aspecto personal.

 ¿Qué es lo que estaba haciendo en casa a esa hora?

En su escuela aún faltaba una semana para salir de vacaciones. No es que fuera raro que se saltara la escuela, solo que siendo tan guapa era como extraño que en lugar de irse a algún lado con sus novios vinera a casa.

No es que se le conociera novio alguno. Solo que tan guapa y arreglándose tan bien que sería una locura que no lo tuviera.

Permaneció donde estaba sin atreverse a salir por la terraza. La chica estaba en el patio, con Tony el perro. Otra vez esos sonidos que no eran ni chillidos ni ladridos. Ella decía algo en tono dulce sin que se le entendiera.

Por un momento pensó lo peor, más de una vez había sentido miedo con la mirada fría de su hermana. Los hermosos labios apretados con desprecio. ¿Por qué así? ¿Por qué ver a alguien de ese modo? Con una especie de locura.

Le vino a la cabeza que ella se pensaba sola en casa. ¿Y si no fueran imaginaciones suyas? ¿Y si se le hubiera zafado un tornillo? Luego dejando volar aún más su imaginación. ¿Y si le estaba haciendo daño al perro?

Despacio, procurando no hacer ruido camino por la terraza. Buscando con los ojos en el patio. Recordando que el perro Tony había sido criado desde muy chico por Clara, sería imposible pensar que le hiciera algo. ¿verdad?

No fue hasta que se fijó en el área del jacuzzi, sobre el piso de madera en una de las sillas de playa, que al verla desnuda con el perro Tony sobre ella, supo que se había equivocado.

Al principio no entendió lo que estaba viendo. Se trataba de su hermana, sí. ¿Quién más podría ser esa chica de cuerpo de infarto y larga cabellera? A un lado estaban los jeans y esa camisa rosa que gustaba llevar en casa. Solo que no la estaba usando, ni eso ni la ropa interior.

No era la primera vez que se le pasaba por la cabeza ver a su hermana desnuda. Ideas que enseguida apartaba de su cabeza, sin que en realidad pudiera apreciar nada a detalle desde esa distancia.

Atrapado por el espectáculo, el chico se dio cuenta que en una de sus manos apretaba el teléfono. La aplicación de fotografía estaba corriendo, bastaría un clic para pasar a modo de video.

No lo pensó. Tan solo en automático apunto el aparato y empezó a grabar lo que allí ocurría. Que aún no tenía muy claro lo que era.

Su engreída hermana estaba desnuda.

También estaba el perro. Tony, a menos que otro Golden parecido se hubiera metido a la casa y tuviera la confianza con su hermana como para estar sobre de ella.

No es que solo estuviera sobre de ella.

Estaban haciendo algo más.

Eso es lo que le costó entender, lo que su cerebro se negó aceptar en primer momento.

Un gemido de su hermana, pero a la vez nada parecido a ella, como sacado de los videos que todo adolescente saludable veía desde chico. Seguido de otro sonido más familiar. Chistó decepcionada cuando el perro se bajó de ella.

— Ven, vamos, aquí — le dijo con afabilidad casi inexplicable, invitando a Toni a volver a intentarlo.

¿Intentar qué?

Leo aun no sabía que era lo que iba a volver a intentar. Solo que su hermana estaba recostada en la silla de playa, completamente desnuda, boca arriba con las piernas abiertas, la piel blanca con los redondos pechos a la vista, bajo la luz del sol. Entre sus piernas el perro dio un lametón con su lengua rosa sobre la línea de rasurado vello púbico.

— ¡AAaahhh! — gimió la chica, estirando las rodillas en direcciones opuestas.

No fue un solo lametazo, siguió uno después de otro. Los ojos de Clara se cerraron a la vez que su boca se habría en expresiones de placer. Una de sus manos fue directa hacia la cabeza del perro, incitándolo a continuar haciéndolo. Crispando todos los dedos, en especial los de los pies que en el aire se agitaban. — ¡Dame perrito! ¡Lame más!

Para ese momento Leo ya estaba entendiendo lo que ocurría. Con distintas equivalencias había visto cosas parecidas. En videos, entre seres humanos. No de esa forma. Por más que le costara creerlo, su guapa hermana, la que podría conseguir al hombre que deseara, se estaba dando placer con su propio perro.

Concentrada en lo que hacía no le pasaba por la cabeza que la estuvieran viendo.

Alguna vez se había topado con el inciso de zoofilia entre las muchas clasificaciones de material pornográfico. No se había atrevido a ver nada, tan solo hacer una mueca y tratar de comprender hasta donde podía llegar la gente. O eso pensó. Estaba pasando en su propia casa, frente a él. Tampoco parecía posible que alguien como su hermana hiciera o tuviera necesidad ni por dinero, ni por nada.

¿Entonces por qué?

— ¡Toni! ¡Me gusta Toni! — decía Clara sacudiendo el cuerpo de puro gusto.

Allí estaba la respuesta.

Lo hacía por sí misma. Por satisfacción propia.

Ciertamente a su hermana no parecían gustarle mucho las personas. Una belleza joven que fácilmente saldría en fotos para adultos o posando con ropa de marca para revistas de moda. Dejándose lamer por un perro.

De alguna manera lucia tan bien o incluso más que en los casos anteriores. Lo estaba disfrutando. Ya era hermosa, ahora lucia simplemente increíble.

El perro dejo lo que hacía, para tratar lo de antes, cuando estaba sobre de ella.

Clara agitaba la cabeza con el deseo encendido, abrió los ojos y fue en ese momento que se dio cuenta que la estaban observando.

También, por supuesto vio el teléfono apuntando hacia ella.

3. Comienza la grabación.

Un dedo que se deslizo sobre el interruptor, como una caricia sobre la cámara. Tan simple tan irremediable, los datos empezaron a fluir a la memoria digital, registrando el comienzo de aquel acto inmoral.

Clara se palmeo suavemente en uno de sus muslos por sobre la media. Siendo la indicación para que el perro supiera que era momento de empezar. Su ama, su hembra pronto dejaría de estar en esa posición en dos piernas en que le era tan inaccesible.

La chica sonreía.

Algo que al chico se le hacía tan difícil en ella, pero al igual que con los tacones lo hacía con maestría.

Leo apunto hacia ella dejando que la cámara testificara las curvas quebradas y la cintura tan delgada. Se dio la vuelta para enseñarse toda. Mostrándose como joya aparador. El objeto del deseo que sería entregado a los placeres con un perro.

Uno que apenas podía esperar.

Con gracia se sentó sobre sus piernas, extendiendo sus manos para mantener el equilibrio. Maniobra que debió aprender de las clases de ballet que había abandonado hacia algunos años. Quedando sobre la alfombrilla. Aun no era el momento de la cama. Antes del plato principal habría que degustar al perruno, ponerlo a punto. Así como con los tacones, prácticas y practicas la estaban llevando a donde sabía qué hacer y como hacerlo.

Se palmeo otra vez, en el pecho haciendo que las tetas atrapadas en el sostén vibraran. Tony agudizo las orejas. Normalmente había que repetirle las indicaciones, pero no en esta ocasión, supo que debía ir hacia ella.

Se dejó acariciar por las manos que le habían cargado cuando era un cachorrito. Las que ahora le obsequiaban de otra forma, pasando por el lomo y bajando hasta las patas traseras.

Le dedico un atisbo a su hermano, o más bien a la cámara. Quien no recordaba que le hubiese sonreído tan radiante desde hacía tiempo. Luego siguió con esas caricias indebidas, las que se suponía ninguna chica debía dar a su mascota. Al principio con lentitud, susurrándole al perro, tranquilizándolo, recordándole que debía de permanecer quieto.

— Así Tony, así. — Dijo la chica.

El perro expectante trataba de permanecer quieto, soltando algunas lamidas que por la posición apenas tocaban la piel de su ama, haciéndola estremecer a cada leve roce. Poco a poco fueron escalando. Deslizando el cuerpo completo como una serpiente, lisonjeando al can con los magnos pechos. El encaje susurraba al deslizar por la piel peluda. Empujándolo y a la vez reteniéndolo con las manos.

Leo se acercó un poco, para cambiar el encuadre de la cámara.

La chica sin mirarlo por un momento adquirió una expresión irresoluta, como si dudara. La estaban plasmando, en una situación sexual con un macho de otra especia. De la mano de su propio hermano.

Tal vez fue lo que pensó, o solo recordó el guion que ella misma había hecho.

 “Primero se debe empezar por los besos” — es lo que había dicho sin aclarar nada, sin que Leo tuviera idea de si sería posible o no.

Se acomodó frente al perro sin dejarle de acariciar entre las patas. Este teniéndola a su alcance comenzó otra vez con los lengüetazos.

Con rostro de encanto acepto las lamidas, dejando que le pasara por toda la cara, dejándose los labios. Saboreando.

Entonces abrió la boca.

4. Semanas antes.

Cuando la vio de pie junto al marco de la puerta de su cuarto, supo que no había escape. No había hablado con ella ni sabido cómo hacerlo. Al perro parecía darle igual, pero él no podía mirarlo sin recordar lo ocurrido. No es que la hubiera evitado, simplemente el uno había desaparecido al otro como por arte de magia en esos días.

Leo tenía la esperanza de que hubiera pensado las cosas. Solo que no había mucho que pensar. Su hermana se dejaba lamer por el perro, no como otras chicas, de forma sexual con las piernas abiertas y no solo eso, revisando la grabación estaba claro que la lengua en el sexo de su hermana no era lo único que habían tratado.

En esos días había buscado información en la red, queriendo entender lo que pasaba. ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo decirle que la verdad no le importaba? o más bien le importaba más su hermana que lo que hiciera con su perro. Las cosas ya estaban raras como para que empeorasen. Haría como si lo olvidara, y si la situación regresaba a como estaba, pues se daría por agradecido.

¿Cómo decirlo?

— Hola. — fue lo único que se le ocurrió.

Clara permanecío con la mirada gélida y los labios apretados. Las pupilas parecían dilatarse, en reacción a los espinosos pensamientos que le estarían cruzando por la cabeza. Acomodo el rostro contra el marco de la puerta y cruzo los brazos como siempre. Ninguno de los dos aún era consciente de que se trataba de un código entre ellos.

Ella, una constante en su vida. Descubrir esa faceta lo dejo impactado, pero haría hasta donde fuera humanamente posible por superarla. Tenía que decirlo. Ya presentía que no sería ella quien hablase.

— No tienes que preocuparte… Yo… yo no voy a decirle a nadie… de eso que paso… yo… no vi nada estaba lejos, no entendí, no supe si… — las palabras se le enredaban siempre que hablaba con su hermana, a pesar de ser un año mayor que ella, estaba claro quien intimidaba a quien. — De ser posible… quisiera… — dudo en decirlo, ella lo miraba con atención, pero sin reacción alguna, de todas maneras, lo dijo. —  ayu… ayudarte.

Como respuesta la chica cerro los ojos, para luego suspirar, como si el que hubiera hecho algo innombrable fuera él y no ella. Los labios torcidos en gesto de impaciencia, cuando levanto los parpados solo fue hasta la mitad. Las pupilas hacia la izquierda, derecha y luego se fijaron en él.

— ¿Tienes el video? — pregunto.

Asintió con la cabeza. Si lo dejo en el teléfono fue con la idea de mostrarle como lo eliminaba de la memoria.

— ¿Lo viste? — esta vez dio un paso hacia él.

Leo que lo había repasado al menos cien veces y eso solo el primer día, supo que no importaba lo que respondiese. Clara avanzo, recta y determinada. Tan cerca de su hermano para que este pudiera olerla recién bañada. Aun sin saber que contestarle, ella lo sorprendió con otra pregunta.

— ¿Quedo bien? — esta vez fue claro que la pregunta era realmente eso, nada de ironía, ni reproche, tan solo un genuino interés.

Tomado por sorpresa Leo tomo el teléfono y lanzo el reproductor de video. Hasta el momento el único que había tomado. En automático le paso el aparato sin saber si volvería a ver su dispositivo.

Esta lo sostuvo frente así, observando atenta. Por un momento dejo de ser la orgullosa princesa para ser solo una chica que, sin poder ocultar su fascinación, miraba hipnotizada el pasar de las imágenes. Las bocinas del aparato reprodujeron sus propios jadeos.

Aunque sabía que su hermana no era de explotar, ni de aventar las cosas, por un momento la preocupación por el teléfono paso a segundo término. Se creía preparado para ello. Lamento no tener otro aparato para capturar la expresión atenta de su hermana con los ojos abiertos para dejar pasar mejor el fluir de los fotogramas en su cabeza.

Sorprendentemente le regreso el aparato.

Más aun cuando con voz casi calmada dijo:

— Envíamelo. — lo estaba pidiendo, no exigiendo. Luego agrego en un tono poco común en ella. — Quedo bien.

5. Los labios en la grabación.

De entre sus labios rojos salió la lengua de Clara mientras avanzaba el rostro. El perro extrañado permaneció con el hocico cerrado, mirándola con pasmo, mientras ella pasaba la punta sobre los labiales del canino. Levanto una mano poniéndola con suavidad a un costado de la cabeza peluda, sin sostenerlo realmente, apenas tocando.

Como se toca a un amante.

Tony primero en tímidas lengüetadas probo a su ama, apenas con la punta. Sabiendo que tenía que tener permiso para eso, al no encontrar reticencia pronto empezó a responder. Al poco las lenguas se enfrascaron, dientes contra colmillos. Solo la boca de ella era capaz de succionar y lo hacía tanto como le era posible sobre la lengua rosada, con avidez en los rincones de las fauces abiertas.

Así era el beso que había mencionado. Tanto como podía ser entre dos anatomías tan distintas. Frecuentemente acomodaban las cabezas buscando mejor ángulo para las relamidas. Se separaban y volvían acercar sus bocas.

— Bésame. — decía la muchacha en endulzada inflexión. — Bésame.

El perro la buscaba nuevamente para lamer la boca de su ama, tanto para que sus paladares intercambiasen líquidos. En ningún momento Clara pareció disgustar de ello, al contrario, los labios en abierta sonrisa invitaban al animal a probarla toda.  

Leo acomodaba la cámara para seguir la acción. El estabilizador compensaba adecuadamente los movimientos. Así como el lente absorbía los detalles de aquel beso bestial y como la pareja disfrutaba.

La chica con los ojos entrecerrados, ya de lado sosteniéndose con un codo se impregnaba alegremente del hocico del perro Tony.

— Bésame. — repetía con voz melosa.

Cambio de pose, conduciéndolo con sus caricias hasta que quedo en el piso boca arriba. Sobre de él con los redondos pechos aplastándose contra el pelaje. Inclinada, hundiendo sus labios en las fauces caninas. Nuevamente una de sus manos bajo hacia las patas traseras.

Donde con sus dedos adornados con uñas pintadas, (también de blanco) constato como ya se podía sentir una dureza bajo la piel que en esa parte se tenía con pelaje más corto.

Aun no se dejaba ver.

Leo sin decidirse a enfocar en una u otra acción, abrió el encuadre para captar los cuerpos al completo.

Clara levanto el rostro mirando complacida al can bajo de ella, concentrándose en acariciar la parte que más le interesaba. El animal permaneció contemplándola, con la lengua de fuera. Al corriente de los beneficios que estaban por venir, de los cuales lamerse en la boca solo era una parte.

El rosado órgano asomo al poco con ayuda de los magros dedos que tan hábilmente desataban los innaturales deseos.

La chica con su otra mano acomodo los dedos. Seña de que quería que le enfocase el rostro.

Su hermano lo hizo al momento. Justo para captar como pasaba de cerrar los labios, a saborear con la codicia de un suculento plato servido. Para luego abrir una vez más y bajar hacia el miembro duro del perro.

6. Semanas antes.

Clara traía una bolsa de la que extrajo primero el empaque de la cámara tipo go pro, y luego el estuche del estabilizador que puso sobre la mesita de la sala, donde segundos antes el chico se encontraba viendo una película. Al lado de ella el perro Tony como su sombra inseparable.

— ¿Qué te parecen? — le pregunto sin demostrar lo nerviosa que estaba.

Leo tomo los empaques que aún estaban sellados. Algo había leído de aparatos de ese tipo. Examino las especificaciones, el que más le llamo la atención era el estabilizador, semejante a un bastón que serviría para que las tomas no saltaran llevando la cámara en mano.

— Guauu. No es equipo profesional, pero es bueno y esta nuevo. ¿De dónde los sacaste? 

Clara hizo un gesto con la mano, descartándole importancia al asunto, luego giro la cabeza con elegancia, como si hubiera descubierto algo interesante a lo lejos, aunque mirase a la pared. En pans y chándal, vestimentas recatadas que últimamente lucia en casa.

—  Por favor no me interrumpas. — dijo y luego se aclaró la garganta. 

Siempre contradictoria se le quedo mirando un rato en silencio. Leo puso los empaques sobre la mesa, indicándole que tenía toda su atención.

— Dijiste que me ayudarías. — empezó la muchacha, sin ocultar cuán difícil le costaba hablar sobre eso.

Le había mandado el video, sin saber si eso mejoraría las cosas, lo de la ayuda la verdad es que había querido decir que era para buscar un psicólogo, o algo parecido.

— El video que me tomaste. — continuo apenas audible. — quedo muy bien. ¡No debiste hacerlo a escondidas! Pero quedo bien. — por un instante levantó la voz sin parecer muy enojada. — Estos aparatos son para hacerlo aún mejor. — agrego muy lentamente. A la vez que bajaba una de sus manos para acariciar la cabeza del perro, indicando a que se refería.

Leo abrió la boca.

— Clara, eso no…

— No interrumpas. — le repitió esta vez de una forma más común en ella. — Tampoco me hagas repetirlo. — recobro esa inseguridad que revelaba lo difícil que le resultaba decirlo. — Si es enserio eso de ayudarme, entonces estudia cómo usar esto, que quede mejor. — Guardo un momento pensando en que decir a continuación. — No solo en eso. Quiero que me grabes con Tony, pero aun no.

Con la boca abierta Leo continúo escuchando.

— También necesito que me cubras. Aun me falta para llegar al nivel que quiero, antes de mostrarlo. Que me avises si alguien llega, para que pueda practicar con calma. Hasta ahora no he logrado mucho más que lo que ya viste, necesito mejorar. No es así como así.

Clara se abrazó a sí misma y volteo suplicante hacia su hermano.

— ¿Me ayudaras?

7. Sigue la grabación.

Rojo, surcado de húmeda carne, el reluciente miembro del perro contrastaba con la piel blanca de los dedos de la chica.

La resolución del video permitiría ver hasta las venas oscuras que le surcaban. Captado el momento en que los labios de Clara entraron en contacto con la punta seudo triangular del pene animal. Primero lo roso con el labio inferior, deslizándolo levemente hacia los lados, como aplicándose un obsceno lápiz labial. Sobando suavemente en círculos, dejando que entrase hasta el interior del labio, casi tocando las encías.

Sobra decir que para ese momento del maquillaje de los labios apenas quedaban restos, algunos por las mejillas. Lo poco que quedaba era dejado en la parte más inflamada de Tony el perro.

Formo una U con la lengua, como dando forma para alojar al cilindro de carne, que de poco fue introduciendo en su boca. Solo la parte superior, sin prisa, jugando. Saboreando a manera de un caramelo. Haciendo pequeños círculos en la textura de su lengua como hizo con los labios.

El encuadre es tan cerrado que solo cubre el miembro inflamado y los labios que le miman con dulzura. Se abre un poco para inmortalizar las miradas coquetas en esos ojos rodeados de pintura color plata.

 No por primera vez pensó en lo abrumadoramente erótica que podía ser su hermana.

Lo inconsciente de sus verdaderos encantos. Leo contra todos sus instintos siente como le aprieta la ropa interior. Es su hermana y en ese momento debe concentrarse en manejar la cámara lo mejor que pueda. Por dentro la maldice por ser tan bella, tan deseable, pero logra enfocarse, así como el foco electrónico mantiene nítida la escena.

Cambia de ángulo, cubriendo las tomas que venían en el “guion” y que se ha aprendido de memoria.

Fascinado por lo que ocurre, e impaciente por lo que sigue.

8. Unos días antes.

Tardo un tiempo en darse una idea de lo que le había dicho su hermana. Eso del “nivel” que deseaba mostrar. En aquel primer video accidental el perro Tony había tratado de penetrar a Clara, sin haberlo conseguido. No lo relaciono hasta que se vio haciendo guardia mientras ella “practicaba”.

No es así como así.

También dijo.

Jamás habría pensado que para eso se necesitaba práctica o algo así. Ella que había tomado el valet con seriedad, sí que sabía a qué se refería.

Así que practicaba.

Estando solos, ella buscaba al chico como siempre mirándolo sin hablar con las cejas juntas como enojada, cruzando los brazos. En esa ropa deportiva que se había convertido en otra de sus características. Leo se daba cuenta de las ventajas que ofrecía la ropa esa, sin seguros ni nada que abotonar, algo que se podía poner y quitar en instantes.

— ¿Cómo vas con lo de la cámara? — le pregunto.

— Mas que bien, no es nada difícil de usar, solo apunto y tengo cuidado de usar los controles de la pantallita. — Era un poco más complejo que eso.

En verdad para conseguir buenas tomas tendría que desactivar los controles manuales y hacerlo todo a mano. Pensó no tenía caso explicarlo. El por su parte también practicaba. Sin saber muy bien cómo, se había metido en eso que pintaba para ser el primer y fatal error de su corta vida. Algunas veces había fantaseado como todos en eso de ser cineasta y filmar películas, sin saber qué tipo de futuro le esperaba como cómplice de las extrañas costumbres de su hermana.

Porque en esos días eran tan frecuentes que eso eran, costumbres.

— Voy a subir con Tony, así que por favor avísame si alguien llega, en caso necesario entretenlos tanto como puedas. — decía siempre mirando hacia otro lado.

Se daba la vuelta y subía o se dirigía a su cuarto, dependiendo donde lo encontrara. Siempre con el perro pegado a sus piernas.

Entonces, también dependiendo de donde se encontraba, empezaban los ruidos.

Estando las habitaciones una al lado del de la otra, escuchaba. Sin poder evitar que su imaginación tratara de reconstruir lo que estaba ocurriendo. Cosas que se reacomodaban o jalaban. Actividad como de ella caminando de un lado a otro. Los pasos secos que el día de la grabación sabría que se trataba de ella probando los tacones de aguja.

Luego los otros ruidos.

Los que eran suaves y los que eran casi violentos. Ladridos y chillidos del animal. Risas de ella y por supuestos suspiros. El placer de su hermana mientras se aplicaba en ese proyecto extraño. Nada le costaba al chico cerrar los ojos y que su hermana apareciera desnuda. Con ese cuerpo sensual haciendo algo con el perro.

Quizás con las piernas abiertas.

Lo peor es que se tenía que quedar allí sin poderse concentrar en nada, solo esperando a que nadie llegara de improviso. Escuchando lo que pasaba.

Los movimientos que a veces cobraban ritmo al compás de los jadeos.

¿Cómo se había metido en eso?

A veces bajaba a la planta inferior para escuchar menos. Tampoco es que pudiera encender la tele para que el sonido le impidiese escuchar que alguien viniera. Se daba vueltas por la sala y casi siempre acababa regresando.

Sin más remedio que pegar la oreja a la pared.

Con algo de suerte escucharía la cama crujir. A Clara gritar blasfemias inconfesables.

Tal vez fueran sus imaginaciones, pero sonaba como si estuviera mejorando.

9. Más de la grabación.

Bajo los labios con gracia hasta cubrir la mitad del miembro, que había crecido tanto como para intimidar. ¿Dónde escondía tanta cosa? Subiendo el ritmo, sosteniendo con habilidad la base del pene del perro, mientras con la otra se acariciaba entre las piernas.

A veces el perro forcejeaba, participado en el entrenamiento o no los instintos le estaban ganando. La naturaleza le llamaba en algo que no fuera tan pasivo.

Leo tenía instrucciones de no intervenir ni ayudarla de ninguna forma. Tendría que ser ella sola y lo que pudiera hacer con su mascota. Lo que ella llamaba “autentico”. Una relación sexual real con un animal sin nadie más que interviniera. Pensando en la idea, el chico hasta había hecho tomas previas para saber dónde colocarse y donde no, para no salir reflejado en el espejo, ni siquiera como una sombra.

Se sintió culpable por no haberse preparado aún mejor, conseguir un par de reflectores de luz eléctrica. Aun si le estaba gustando la calidad del material que estaba grabando.

La piel de su hermana lucia estupenda, casi la mitad de espectacular que verla en la realidad.

Con entusiasmo Clara siguió mamando, sabiendo controlar al perro. No fue que se levantó hasta que considero era el momento. Al hacerlo su sonrisa se vio adornada con los fluidos trasparentes que le había dejado el pene al tenerlo entre sus labios. Era increíble la cantidad de líquido que podía derramar el perro, y eso que realmente aún no se había venido. Un par de hilos brillantes le bajaban por la fina barbilla, pasando por el cuello hasta cruzar uno de sus pechos.

Partes que era momento de liberar. Le hizo la seña para que la tomase entera mientras se desprendía de las prendas que no tenían lugar en lo que vendría.

De pie haciendo equilibrio con los zapatos se pasó los dedos por el elástico de las pantis, que sin ser de encaje se le ceñían como segunda piel. Deslizo los pulgares por las líneas laterales y empezó a bajar, pegándose a ella como negándose a desprenderse de esa piel, de esas partes. Descubriendo poco a poco el sexo de su hermana. Al bajar a los tobillos Clara se sentó en la cama, levantando con elegancia una pierna después de la otra para deslizar la prenda fuera de sus pies y arrojarla hacia la cámara.

Cayo a los pies de Leo. Sin apartar la cámara de su objetivo, este miro que las pantis estaban húmedas en el centro.

Una de las medias blancas se le había rasgado.

Clara separo las piernas mostrando sin reparo el sexo desnudo, sabiendo exactamente como debía de verse. El rostro radiante de quien disfruta ser admirada. Se palmeo sobre los labios vaginales, en seña para que el perro fuera hacia ella.

Este ya estimulado por los aromas de su ama, la olfateo entre las piernas pero enseguida trato de subirse en ella, igualando la altura con su tremenda erección. Lo bajo con una mano mientras con la otra tanteaba el broche del brasier.

Tony subía con ansias y ella lo bajaba, con calculados movimientos. Con una sonrisa perversa finalmente libero sus redondos pechos, que saltaron al aire y recibieron un par de lametones mientras el perro trataba nuevamente de subir. Los pezones ya rígidos subieron y bajaron con suavidad.

Leo tenía el rostro lleno de sudor.

El perro se separó un poco. Ladro frustrado. Sin que nada en la expresión de Clara le indicara que hiciera otra cosa que la que le estaba indicando, palmeándose otra vez sobre el pubis. Moviendo apenas las caderas, invitándolo sin darle opción. Trato una vez más de subirse en ella y después de un momento, resignado empezó a lamerle entre las piernas.

Clara no se quedó quieta, levanto una pierna estirada con el fino tacón apuntando casi al techo, abriéndose más para darle acceso.

¿Era su imaginación o estaba subiendo la temperatura en el cuarto? Pensó Leo. La habitación de las visitas que había acondicionado para la ocasión. Más tarde comprobaría que el pequeño micrófono que apuntaba hacia su hermana, gravo con sorprendente fidelidad los sonidos, desde los lametazos sobre la piel sudada, los labios escurriendo sobre la verga canina, hasta las uñas que trataban de tomar soporte sobre la cama.

Porque allí se dirigían. Al centro de la cama.

Sin dejarlo hacer otra cosa que lamerle el sexo, Clara se acomodaba y reacomodaba entre la cama que chirriaba con el peso de ama y bestia

Clara también estaba en el límite de lo que sus ansias le permitían. En algún momento los zapatos con tacones de aguja se le habían salido de los pies.

Entre lamidas y posiciones fue que quedo sobre sus manos y rodillas. Tony lamiéndole por detrás, se dio cuenta que su ama ya no le impedía lo que sus instintos animales le urgían atender a toda prisa. Sin importar que no fuera una hembra de su especie, ofreciendo las amplias y suaves caderas. Estaba dispuesta a recibirlo dentro. Sin nada más que impidiese el acto sexual entre chica y perro.

Leo supo que había llegado el momento. Su hermana le había advertido que la parte que venía podría no durar mucho y que se tendría que asegurar de captarla en toda su gloria.

10. Un día antes.

La sesión debió ser intensa, duro más de lo normal. Eran vacaciones y supo nadie vendría, si acaso un vendedor, al que podría despachar con rapidez. Así que bajo a tomar leche helada y hacerse un sándwich mientras esperaba a que terminaran.

Ya sea por los placenteros sonidos o por la frecuencia de las practicas, supo que ya estaba cerca el momento de…

… de hablar con ella y de una vez por todas terminar con esa locura, antes de que las cosas llegaran demasiado lejos.

Solo que por los gritos de su hermana la situación ya había llegado a un punto sin retorno.

¿Podría dejar de hacer eso a lo que le había agarrado tanto gusto? Regresar a ser una hermana normal. ¿Alguna vez había sido normal?

Incluso en el improbable caso de aceptar lo que hacía. De pensar algo como: Es su vida y puede hacer lo que quiera. Mirar hacia otro lado era muy distinto a grabarla haciéndolo con el perro.

Tan guapa como era, de tantas opciones posibles. ¿Por qué? ¿Por qué, porque porque?

Lo peor del caso, lo más preocupante es que la situación lo estaba cambiando. No solo no sentía repugnancia por la situación, si no que realmente quería verla. ¡Su propia hermana! No podía negar la insana curiosidad por ver el resultado del entrenamiento que día a día pasaba en la habitación al lado suyo.

Ya pensar tanto en ver a su hermana desnuda era algo inconfesable, mil veces peor el quererla ver fornicando con su perro.

Escucho los pasos en las escaleras. Clara bajaba con los pies descalzos.

Esta vez no tenía la sudadera, tan solo una camisa larga que apenas le llegaba al comienzo de los muslos.

Cuando entró en la cocina, lo hizo con su caminar digno, con señas por todas partes de lo que había pasado entre ella y su perro; la piel cubierta de sudor, con pelos pegados por todas partes, gotas bajándole por las mejillas con el pelo desaliñado. Otros fluidos de no tan definida procedencia le mojaban entre las piernas.

También los aromas de hembra satisfecha, los de su hermana llevada los placeres del lado obscuro. Eso y por supuesto el rostro relajado lleno de insana satisfacción.

Sin pedirlo tomo el vaso de leche que Leo se había servido y se lo empino en largos y sonoros tragos, dejando que hilos blancos se le derramaran por el cuello, empapando la delgada camiseta que de todas formas no ocultaba demasiado. Teniéndola tan cerca se podía apreciar que no tenía nada por debajo.

El punto positivo si es que había alguno, es que ella ahora confiaba en él. Confiaba demasiado. Los degenerados hábitos de su hermana los estaban acercando. De una forma extraña.

Dejo el vaso vacío para ir al refrigerador. Se inclinó buscando la botella para seguir bebiendo. Al hacerlo la camisa se le levanto, confirmando en el glorioso culo desnudo, la ausencia de ninguna otra prenda.

Sin cortarse, desenfadada bebió directo de la botella, hasta que la barbilla le quedo cubierta de blanco líquido. Se trajo el recipiente y lo puso sobre la mesa mientras se sentaba al lado de su hermano.

— ¿Y Tony? — pregunto sin saber que decirle a una hermana en tales fachas.

— Se quedó en mi recamara. — contesto mirándolo con complicidad. Se pasó la lengua por los labios y luego agrego. — Mañana es el día. — dijo sonriente, los labios húmedos de lácteos y quien sabe que cosas más.

A Leo se le hizo piel de gallina de solo pensarlo.

De susto y gusto en medidas difíciles de comparar.

Hablarle sobre detener esa locura en ese momento no parecía buena idea, no viéndola tan contenta. No cuando parecía que finalmente había alcanzado el nivel ese que tanto buscaba.  Pero si no lo hacía en ese momento tal vez ya no hubiera oportunidad.

— Clara. — dijo con voz firme, dispuesto a ser la voz de la razón.

Los ojos de la chica se fueron abriendo conforme le fue expuesto el sermón, de su cómplice, su protector, su hermano. Palabras que poco a poco fueron adquiriendo fuerza. Temas como lo que estaba haciendo con su vida, la moral y hasta la salvación de su alma. La Clara de hacia solo unas semanas habría hecho oídos sordos, solo que ya no podía, no de algo tan serio, ni de la persona que le hablaba.

Leo en heroico estoicismo, logro decir más o menos lo que se había estado guardando.  Al final cuando ambos quedaron en silencio no pudo evitar fijarse en ella, fascinado por verla tan vulnerable.

Eso y los magníficos pechos expuestos por la leche que le trasparentaba la camisa.

11. Lo mejor de la grabación.

Una última lamida sobre las ya lubricadas partes de Clara, mientras acomodaba manos y rodillas en el centro de la cama, unos centímetros adelante otros atrás. Concentrada y ansiosa, su cuerpo, lo que hiciera con el perro, sus gestos y todo lo que estaba ocurriendo era registrado en la memoria de la cámara. Eso daba una textura muy especial a la situación.

Tony subió sus patas delanteras, sobre la blanca superficie del redondo trasero que estaba servido para la ocasión. En los días anteriores había repasado tantas veces como hacerlo, pero los instintos inflamados como su miembro le ganaban a cualquier disciplina que hubiera podido lograr.

Tan fácil, su ama la ahora hembra ofreciéndose en esa pose que todo perro reconociera de su especie, traspirando los aromas que había aprendido a identificar como señal de apareamiento. Un par de movimientos pélvicos perrunos en los que solo llego a restregar el miembro en los muslos de la chica, para luego perder el equilibrio y bajarse de ella. 

Ansioso, le dio una vuelta la fémina que permaneció en la misma posición sobre manos y rodillas. Moviendo la cola, dejando escuchar la respiración acelerada de bestia.

— Vamos, ¡Vamos! Hazlo Tony. — lo apremiaba con voz melosa. Ávida, girando la peluca plateada al seguir los movimientos del perro. Reacomodo las extremidades, a penas a tiempo para que nuevamente tratara de subírsele encima. Las patas entre la cintura y la pronunciada curva de la cadera. Esta vez al empujar en ella, la cosa roja se adentró sin problemas en las redondas posaderas. Por alguna razón se bajó, para rodearla nuevamente.

“Normalmente no atina hasta la tercera o cuarta vez” había anotado Clara en la especia de guion donde le explicaba paso a paso lo que haría con el perro y lo que deseaba saliera en las tomas. Así que el chico estaba preparado, sabiendo que vendría la buena.

Fue cuando Leo tomo el teléfono en su bolsillo. Al que le había deshabilitado las llamadas para ponerlo justo bajo los flancos de humana y perro. Siendo nuevo el aparato era la segunda mejor cámara que tenían y quería unas tomas cerradas de los dos sexos que se unían.

“Solo durara un poco, asegúrate de grabarlo todo” también le había anotado.

Una vez más las patas en la curva de la cadera. Lugar en que parecía acomodaban a la perfección, como si tal parte de su anatomía fuera especial para el propósito. El perro Tony metió nuevamente el miembro en las nalgas de Clara, y enseguida empezó en vaivén que comenzaba en las patas traseras del animal, hasta los rasgos descompuestos en placer del rostro de la chica.

El pene que entraba y salía de ella, en una o dos embestidas con lentitud, mientras ambos se ajustaban antes de empezar el verdadero mete y saca.

Chica y bestia ya afianzados, el lomo peludo descansando sobre la limpia espalda, los cuartos traseros del animal pegados a las nalgas, los delanteros sobre la cintura. 

El perro empezó a cabalgar a Clara.

Toda ella se estremecía. Carne de culo y muslos ondulaba al empuje del perro enfrascado en penetrarla. Los pechos colgando balanceándose a merced de la pasión desatada.

El vocabulario de la chica se redujo a una única vocal, la primera del alfabeto. Que al instante se alargaba subiendo de volumen, transformándose en lo que era un gemido de placer.

Leo apretó los dientes, manteniéndose firme mientras la electrónica almacenaba el audio y video de lo que allí estaba sucediendo.

Los gemidos de placer de su hermana, esta vez sin apagarse entre las paredes, los que había escuchado tantas veces cobraron sentido en lo que estaba contemplando y registrando. En esa misma habitación, a solo unos pocos pasos. Casi sintiendo la vibración en el aire. Una tortura, también recompensa verla así.

Su hermana Clara, la tan orgullosa, la mal educada, la hermosa, llena en toda su escultural anatomía por un perro que se la estaba follando.

Tenía que admitirlo, lucia hermosa en ese nivel al que le había llevado los diarios ejercerés. No le había bastado con ello, hacerse amante de su propia mascota, encima de involucrar a su hermano para plasmar el acto bestial.

Fueron unos minutos en los que las bolas del perro rebotaban en las nalgas ya cubiertas de los líquidos que lubricaban la dura herramienta. La feminidad absorbiendo frenéticas envestidas. A por todas llevando las sensaciones hasta la mirada descompuesta en éxtasis.

Mostrándose no solo apareándose con un animal, su cuerpo, su verdadera forma.

Tal como había escrito, la acelerada penetración duro apenas lo justo, el objetivo de los canes era introducir la abultada base del pene en sus hembras, para una vez echo derramar sus jugos con cierta calma que no era precisamente compatible con las necesidades de una hembra humana.

Clara se sintió decepcionada en un principio, al descubrir que todas esas historias de perros que incansables fornicaban con sus amas por grandes periodos de tiempo. Todas falsas. La sexualidad de ambas especies había seguido caminos diferentes. Eso no significaba que no hubiera forma de compensárselo.

Para realmente disfrutar, llegar al éxtasis con un perro se necesitaba más que solo dejarse hacer. Ser poseída y también poseerle. El aspecto físico y psicológico de hacer algo tan prohibido.

Cuando refreno sus movimientos, Clara apoyo el rostro contra las sabanas, liberando sus manos para sujetar al perro, manteniéndolo sobre ella. En esa nueva pose levantaba las caderas, apretando las piernas para apresar el pene en sus entrañas.

De haberlo intentado el perro Tony se habría liberado, pero estar así, unido con su hembra era precisamente lo que buscaba. Con una pata al aire se dejó capturar por las suaves carnes que disfrutaban a plenitud de la verga incrustada. Mientras la chica deslizo una de sus manos, que como serpiente empezó a ensortijar sobre la parte donde terminaba ella y empezaba el perro. Provocándose el placer a sí misma, a la vez que estimulaba la base del órgano animal dentro de ella.

Esa fue la mayor parte del acto, en aquella extraña posición, ensartada mientras movía las caderas, levemente por sí misma, hasta que la aplastante excitación la hizo tensar el cuerpo en el esperado éxtasis, mientras el perro que había estado derramando sus jugos en esa inmovilidad la empapaba por dentro.

Clara con la piel pegajosa de sudor, abandonada en el orgasmo, se dejó ir laxa, mientras el animal liberaba su herramienta, seguida de los líquidos que en hilos desbordaban por sus muslos.

El perro Tony, como agradecido le regalo algunos lametones en ese lugar donde hacia solo unos instantes había invadido en bestial lujuria. A cada una, nuevos gemidos, sensible como estaba con el sexo enrojecido se vio invadida por mas espasmos.  

Su hermosa hermana, llena de placer y fluidos animales que le escurrían.

Leo como cualquiera que se ha preguntado por esa idea vaga de lo que es la normalidad, supo que su hermana ya no pertenecería a esa categoría.

12. Una noche antes.

No podía pensar en otra cosa, que no fuera la plática, el regaño que había tenido con su hermana en la mañana. Ya obscureciendo bajo a ver la tele, sin poderle poner atención. La chica se había encerrado en su habitación sin siquiera bajar a comer. Fuera por ese o cualquier motivo, lamentaba perder esa especie de cercanía, o dependencia que había compartido con ella.

La escucho bajar por las escaleras, por el sonido supo que estaba descalza. Cuando entro en la sala la vio vestida con normalidad, el pelo recogido y esos lentes que solo usaba cuando estudiaba. Que hacía tiempo no le veía.

Se paró frente a él, tapándole la pantalla. Se notaba que tampoco la había pasado bien en esas horas. En las manos tenía unas hojas que arrugaba entre los dedos cerrados. Se las tendió casi temblando, como si le costara hacerlo.

En cuanto el chico las tomo, ella se sentó a su lado.  

No le gustaba verla así, casi preferible que regresara a ser esa chica malhumorada, pero segura de sí misma.

Se fijó en lo que había en las hojas de papel. Al principio sin entender. Como título tenía una línea que decía. “Así debe quedar.” En la irregular pero clara letra de su hermana. En cuanto fue leyendo, se fue asombrando en medida en que iba entendiendo de que iba.

Se trataba de una descripción de cómo debía hacerse el video ese. Lo sorprendente no era que ella creyese que iban a seguir con eso, lo era la forma ingenua, pero a la vez concisa y descaradamente clara de expresarlo.

Lo que tenía en las manos era un guion. Uno para un video porno de zoofilia.

Descripción de las situaciones paso a paso, ángulos y encuadres. De cómo, en que pose y por dónde. Ilustrado con dibujos de palitos y bolitas a modo de story board, que parecían hechos por un infante de cinco años o menos. Pero totalmente comprensibles.

Al perro Tony se le distinguía por estar dibujado en cuatro patas. En los últimos cuadros se veía que no sería el único.

Anotaciones al margen de tomas y encuadres.

Leo no supo que pensar. Había visto como le había afectado la charla en la mañana. Sobre todas las cosas que podrían salir mal. Al parecer pensaba continuar con lo planeado. El punto final sería decirle que no esperase la ayudara. Detener esa locura, de ser necesario por la fuerza.

Solo que…

El “Guion”, resultaba cuando menos curioso. Su hermana tendría que haberse esforzado imaginando las secuencias. Mientras más lo miraba, más le encontraba sentido. Si bien se había concentrado en estudiar cómo funcionaba la cámara, la verdad es que no tenía nada claro mas allá de apuntar y enfocar.

El documento, por que ahora se daba cuenta que lo era. Aclaraba hacia donde tenían que ir las cosas. Explicado al detalle con instrucciones que creía poder seguir fácilmente.

Trago saliva mientras como hipnotizado repasaba algunas de las anotaciones. 

“Enfócame a la cara, la boca, la punta cuando lo chupe”

“Antes de meterlo se subirá tres o cuatro veces”

“Cuando empiece a moverse solo durará unos minutos, asegúrate de tomar todo de un tirón”

A cada texto un diagrama, primitivo pero claro.

Cuando despego los ojos de las hojas miro a su hermana. Callada como siempre, pero llena de emociones que le pasaban por la cabeza, algunas veces parecía formar palabras con los labios. Empezaba, se arrepentía, callaba y volvía a intentarlo.

— Hermano. — dijo cuándo los ojos amenazaron con llenársele de lágrimas.

Un largo momento en que permaneció así, vibrando. Leo no habría imaginado abrazarla para consolarla ni nada parecido. 

Clara fue recobrando la compostura, apretando los labios. Juntando poco a poco las cejas en una expresión que era más suya. Sentada como estaba cruzo los brazos bajo sus pechos. Fue ese el momento en que dejo de temblar.

Acerco su rostro hacia el chico, tan cerca como para que ambos pudieran respirarse. Por un momento pareció que lo iba a besar.

Entonces dijo algo que de alguna forma fue un argumento irrefutable.

— Leopoldo. ¿Quieres verme hacerlo con el perro? ¿si, o no? — En ese tono tan femenino el mismo que emplearía, para hablarle al perro cuando la estuviera poseyendo.

Irresistible.

13. Después del video.

Limpiaba el teléfono. Algo que ninguno había previsto es que los fluidos le salpicaran en la pantalla. Afortunadamente no se había dañado, lo malo es que una de las gotas había caído en el lente, así que parte del material saldría turbulento.

El día anterior creía haberla hecho entrar en razón, ahora se imaginaba descargando el material en su computadora, para editar el video.

O trataba, para distraerse de mirar a su hermana, quien se tambaleaba de un lado a otro, evidentemente cansada recogiendo sus cosas.  Escurriendo entre las piernas, como la vez pasada, con pelos de perro adheridos por todas partes, pero esta vez exceptuando por las medias, completamente desnuda.

El perro Tony, una vez satisfecho y cumplido su papel coestelar en la película, había salido a quien sabe dónde.

Estaban solos.

Se había desprendido de la peluca y retirado algo del maquillaje. Enrojecida en los labios y el sexo depilado por donde aún humedecían los líquidos mesclados de mujer y perro. Ya no la única evidencia, ahora también estaban las grabaciones por si había duda de lo que había ocurrido.

Clara tomo la camiseta, pero se le escapo entre los dedos. Con una coordinación equivalente a despertar después de una borrachera.

Dejo caer sus asaltadas posaderas en la cama, sacudiendo los pechos en el proceso. A su alcance estaban los zapatos y nada más. Los reunió sin saber si ponérselos o dejarlos en el montón que había reunido a un lado. Debió darse cuenta de cuan mojada estaba la cama, porque miro hacia todos lados en el improvisado centro del “set” de grabación. 

Al regresar la vista se encontró con los ojos de su hermano que ya en abandono la recorrían por todos lados.

Expuesta, desnuda recién cogida por un perro.

Hizo como que se cubría con las manos, deteniéndose a la mitad, sabiendo lo absurdo que tendría que ser. Lo que no pudo evitar y que se le quedaría al chico grabado en la cabeza, fue que las mejillas de Clara se llenaron de rubor.

Que su hermano la viera sonrojarse, que no pudiera evitarlo, le fue más difícil de aceptar a que la grabara fornicando con un animal. No era algo que pudiera soportar.

No lo haría.

SI había algo característico en Clara Taylor, era que hacía algo cuando tenía que hacerlo. Al borde del colapso emocional sabia cambiar de rumbo.

Recobrada un poco, se puso los zapatos de tacón de aguja sobre las medias que aun pendían de sus muslos, rasgadas ya en varios lados.

Se puso de pie, aunque miraba al suelo camino hacia su hermano con cierta elegancia.

Afortunadamente ya había desarmado el estabilizador y puesto la cámara en su estuche. o se le habrían caído de las manos, como fue con el teléfono y el trapo con el que lo limpiaba.

— Ahora te debo todo. — empezó a decir, con esa voz dulce que empleo la noche anterior. Mientras lo rodeaba con los brazos y se apretaba contra él.

Leo sintió el calor del cuerpo de su hermana, aún acalorada por lo ocurrido. Tan solo una delgada capa de ropa separaba sus pieles.

— No me interrumpas. — le advirtió con firmeza y dulzura a la vez. Sin dejarle decir nada al chico. — Podrías destruirme. Sabes tanto de mí, como para obligarme a que haga lo que sea. Cualquier cosa, incluso si no quiero, tendría que hacerlo sí o sí. — Trago saliva y levanto la cara para verlo a los ojos. — No soy de piedra y una vez echo lo que he hecho, lo que me pidas si es lo que un chico sano de tu edad me pediría, casi seguro me gustaría hacer.

Sobre los tacones ella era un poco más alta, en esa situación las tetas grandes y suaves, recargadas contra el pecho masculino, Por las pelvis la erección que no le había bajado se frotaba en el sexo que parecía ser la parte con más alta temperatura en ella.

Los labios a menos de un centímetro de proximidad. Susurrándole.

— ¿Pero sabes qué? — pregunto Clara, sin esperar respuesta. — Si es que estoy aquí contigo, es porque sé, que de entre todos, eres el único que jamás trataría de aprovecharse de mí.

Acto seguido Clara paro los labios, formando una trompita y le dio un beso casto a su hermano.

El beso normal que una hermana da a su hermano.

De no ser por estar desnuda contra el chico, cubierta por dentro y por fuera de hacer el amor con un perro, de haberlo disfrutado. Y también porque fue en la boca. De no ser por todo eso habría sido un beso inocente.

Satisfecha, consagrada.

A ambos se les acelero el corazón.

Pegados como estaban Leo descanso el rostro en el hombro suave de su hermana, podía pedir lo que quisiera y en ese momento fue lo que hizo.

— Cuando la haya editado. Veámosla juntos.

Lo cual fue una promesa.

FIN

Un extra, espero les guste.

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